|Una memoria perdida|

By AlexisN11

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«En un mundo donde la magia se entrelaza con las emociones, dos almas rotas luchan por desentrañar el enigma... More

|Nota de autor|
|Apéndice|
|Sinopsis|
|Epígrafe|
|Arte ilustrativo I|
|Introducción: Eco de dolor|
|Capítulo 1: ¿Sueños?|
|Capítulo 2: Retorno a Kihoi|
|Capítulo 3: «Organización»|
|Capítulo 4: Tragedias|
|Capítulo 5: Anhelos del alma|
|Capítulo 6: Reminiscencia|
|Capítulo 7: Despedida|
|Capítulo 8: Torneo Anual de Kaha|
|Capítulo 9: Charla de Bienvenida|
|Capítulo 10: Confianza|
|Capítulo 11: Conformación de grupos|
|Capítulo 12: Aprendizaje|
|Capítulo 13: Entre determinaciones|
|Capítulo 14: Revelaciones, parte I|
|Capítulo 15: El Leier de Kaha|
|Capítulo 16: Conexión inefable|
|Capítulo 17: Campeón de Kaha|
|Capítulo 18: Examen de Admisión, parte I|
|Capítulo 19: Examen de Admisión, parte II|
|Capítulo 20: Soluciones desesperadas|
|Capítulo 21: Vínculos|
|Capítulo 22: Afinidades|
|Capítulo 23: Investigación|
|Capítulo 24: Ataque a Kaha|
|Capítulo 25: Leier de Wai|
|Capítulo 26: Ceremonias: Propuesta y Unión|
|Capítulo 27: Destitución, parte I|
|Capítulo 28: Destitución, parte II|
|Capítulo 29: Revelaciones, parte II|
|Capítulo 31: Leier|
|Capítulo 32: El príncipe heredero de Naldae|
|Capítulo 33: Sospechas|
|Capítulo 34: A través del tiempo|
|Capítulo 35: Caos y desesperación, parte I|
|Capítulo 36: Caos y desesperación, parte II|
|Capítulo 37: Mutuo acuerdo|
|Capítulo 38: Nuevo mundo, parte I|
|Capítulo 39: Nuevo mundo, parte II|
|Capítulo 40: Kihen|
|Capítulo 41: Resistencia de Sarxas|
|Capítulo 42: ¿Esperanza?|

|Capítulo 30: Propuesta|

21 12 19
By AlexisN11

Todo comenzó conmigo, siguió con Arstivan... En verdad, esperaba que se terminara con él; que continuara mi legado. Sin embargo, mi error trajo consigo estas desgracias que soy incapaz de observar por sí mismo. Hasta que llegó él; el error que no debía existir, nunca debió hacerlo. Así como todos los que le siguieron después. Gracias a él y a su equivocación, la humanidad intentó tomar control de una esencia que no deberían ser capaces de gobernar.

Región Vikeesh, tierras de Kihoi.

—¿Está segura, Guardián Nyree? —Aleury se encontraba sorprendida por la solicitud. En lo que esta última asintió, continuó—: No creo que el rey Sadhvi esté dispuesto a revelarme esa información.

Lo hará, sólo dígale que nos preocupa un posible debilitamiento o ruptura del sello —habló Nyree a través del cetro—. Haere rā.

Una vez que la imagen de la Guardián se desvaneció, la Emperatriz soltó un suspiro tenue y dirigió la visual hacia los hermosos parajes que circundaban al reino monárquico de Argia, la Gran Nación Rosur. Era un lugar majestuoso, una de las monarquías más grandes e influyentes de todas las tierras más allá de los mares.

Allí, los soberanos de los distintos reinos del mundo se reunían periódicamente para discutir sobre alianzas y asuntos de importancia. Uno de los más antiguos.

En la entrada principal, ingresó sin necesidad de identificarse.

De inmediato, le asignaron soldados que la escoltaron hasta el castillo en el que vivía el rey más anciano de la Alianza Monárquica: Sadhvi Tsarki.

Sus luceros purpúreos recorrieron las torres imponentes, los jardines cuidados con exquisitez y las calles llenas de actividad. A pesar de la imponente apariencia de Argia, Aleury sabía que también se ocultaban secretos y misterios bajo su legado.

Fue recibida en la morada como una honorable invitada.

El castillo era una obra maestra de arquitectura y refinamiento, con altos techos abovedados y retratos de los monarcas en sus pasillos.

Los soldados la guiaron a través de una sucesión de salas decoradas con elegancia, hasta la corte. Las ornamentadas compuertas de fael'shara se abrieron de par en par, revelando un amplio espacio lleno de cortesanos, nobles y consejeros que esperaban su audiencia con el rey.

Aleury caminó con el mentón en alto. Por consiguiente, los guardias pidieron a los presentes que abandonaran el lugar.

Todos acataron con total disposición.

Ki ora. Es un honor contar con su visita, Emperatriz de Oge —saludó el anciano al detenerse frente a ella.

Ki ora, rey Tsarki —respondió la Emperatriz, inclinándose en una reverencia respetuosa, a la par, alzaba un poco la falda de su vestido—. Es un placer poder verlo; estoy agradecida de que me haya recibido en su Nación. Lamento mi prisa al presentarme.

—Siempre es agradable recibir visitas, aunque en su carta no especificó las razones —recordó mientras se rascaba su escasa y blanca barba—. ¿Qué le parece si tomamos una infusión de hierbas mientras me lo explica?

—Sería un placer, Majestad —asintió Aleury con una amplia sonrisa y realizando otra venía, esta vez más ligera.

—Tan protocolar como Dharani —comentó el anciano mientras se dirigía hacia la salida de la corte—. Me complace ver que el refinamiento continúa en la casta Cedyr. ¿Qué extracto le gustaría?

—Me encantaría un altharé.

Aleury siguió los pasos contrarios, manteniéndose al lado del hombre mientras caminaban con la cabeza en alto y la espalda erguida.

—Sabia elección —musitó Sadhvi, sin detenerse—. Tiene propiedades relajantes y su sabor se destaca por las especias. Me sorprende que, siendo tan joven, no prefiera algo más fuerte o dulce, como el xyndrion o el zephyríon.

—Prefiero no consumir licor durante mi estancia —aclaró la soberana con cortesía.

El rey Tsarki asintió despacio y continuaron su camino hacia una sala de estar exclusiva en los recovecos del palacio. Mientras avanzaban, Aleury no podía evitar desviar la mirada hacia las grandes pinturas que adornaban los alrededores. Cada cuadro representaba a las distintas familias reales que habitaron allí a lo largo de las épocas.

La lentitud de sus pasos le permitía observar con detenimiento algunos nombres que destacaban en aquel vasto linaje. No obstante, su atención se vio interrumpida cuando sus ojos se posaron en un retrato que parecía no corresponder a un miembro de la casta Tsarki: largos cabellos y pestañas albas y ojos penetrantes ojos violáceos.

—Por aquí, Alteza —anunció Sadhvi, sacándola de la contemplación.

Aleury se fijó en el monarca, que extendía la mano para indicarle que ella debía entrar primero cuando abrió la puerta.

Una vez dentro de la sala, sus luceros se encontraron con los tapices exquisitamente tejidos que adornaban las paredes. Los muebles, seleccionados con esmero, complementaban la belleza del lugar. Sofisticados y cómodos, invitaban a los visitantes a tomar asiento y disfrutar de la hospitalidad del rey. La atención a los detalles en la decoración era evidente, mostrando el prestigio y la distinción del reino de Argia.

Sadhvi se dirigió a un mueble en el rincón de la habitación y abrió un cofre tallado con intrincados diseños.

Al abrirlo, reveló una cuidada selección de hierbas secas y fragantes.

Con destreza, sacó un pequeño frasco de crisma lleno de hojas secas de altharé y las dispuso en una bandeja de plata. Asimismo, seleccionó las raíces y especias adecuadas y las depositó en una vasija decorada con finura. Entonces, cuando vertió agua caliente sobre las tazas, esta liberó los delicados sabores y fragancias de la infusión.

—Aquí tiene, Emperatriz Aleury, un altharé —pronunció con una sonrisa amable.

La Emperatriz tomó la tacita entre sus manos. Con gratitud, dirigió una mirada respetuosa al anciano.

Āmihe, Majestad. Aprecio su amabilidad y hospitalidad.

Sadhvi se acomodó en un sofá cercano, indicando a la joven que se sentara a su lado.

Con pulcritud, Aleury lo hizo y le dio un sorbo al extracto, permitiendo que el líquido caliente acariciara su paladar y se deslizara por su garganta. El sabor equilibrado y las propiedades relajantes de la mezcla hicieron efecto inmediato, tranquilizando su mente y proporcionándole un momento de paz en medio de las preocupaciones que la habían llevado a aquel encuentro.

Mientras saboreaban el té de hierbas, él rompió el mutismo:

—Bien, Emperatriz, cuénteme qué la ha traído hasta Rosur.

Con un sorbo profundo de su bebida, posó su mirada en el anciano que se encontraba frente a ella.

Era consciente de que, en tiempos remotos, Argia había sido la Nación monárquica más poderosa del mundo. Sin embargo, optó por mantenerse al margen de la alianza de las Grandes Naciones y del Consejo Supremo, decisión tomada durante la Segunda Guerra de Exterminio. A pesar de ello, existían ciertos detalles acerca de todas las tierras que Oge no podía ignorar, al menos, era lo que comprendía desde que fue coronada como Emperatriz.

—Una de las razones de mi presencia aquí es porque planeo viajar hacia las tierras de Oria. Estoy en busca de información importante relacionada con él —informó Aleury con un tono de voz adecuado—. Esperaba contar con su recomendación, ya que nunca he tenido la oportunidad de visitar tales tierras.

El rey Tsarki saboreó su bebida, preservando el mutismo durante largos segundos.

—¿Por qué buscaría algo que no existe? —preguntó con serenidad.

Aleury arqueó una ceja con sutileza ante el comentario.

—¿Disculpe? —respondió, perpleja—. ¿Por qué afirmaría que no existen registros de Oria, Majestad? Su existencia es ampliamente conocida en el mundo. No se trata de un ente imaginario.

Sadhvi la miró con paciencia.

Una vez más, no respondió de inmediato.

Por ello, ella decidió retomar las palabras:

—Soy consciente de que hay registros que fueron destruidos durante la Segunda Guerra de Exterminio —aclaró sin titubear—. Quizá los de Oria están entre ellos. Pero hay otros asuntos con los que espero pueda ayudarme. Uno se trata de un príncipe, otro de un nombre y... Bueno, adelantemos esos temas antes de proseguir.

Sadhvi enarcó una ceja.

—Le da más importancia de la que debería —dijo en tono bajo—. Permítame adivinar. —Hizo una pausa para darle un sorbo a la infusión. Luego, añadió—: Está interesada saber del linaje de Naldae y del príncipe Pouri, ¿verdad?

Sorprendida, Aleury asintió con vehemencia.

—Así es, Majestad.

—A las profetisas parece que nada se les escapa... —susurró él con un dejó de diversión. Carraspeó bajo y prosiguió—: Hay viejos retratos del príncipe en diferentes habitaciones del castillo. —Movió un dedo en círculos, dando a entender su punto—. Podría darle un recorrido.

»Respecto al linaje de Naldae, en la actualidad, es ilegítimo.

El semblante de Aleury se ensombreció.

—Desconocía esa información —declaró ella con evidente preocupación—. ¿Por qué lo ocultarían?

—No lo sé —mintió el rey, su semblante se mostraba apacible—. Cada reino guarda sus propios secretos, Alteza. Por desgracia, en respecto a Oria, temo que no puedo ayudarla. Estoy seguro de que usted sabe más sobre él que este viejo rey —añadió—. Incluso en esas tierras, dudo que pueda encontrar la información que está buscando.

»Sólo existe una persona capaz de ayudarla en esa labor.

—Eso sería discutible, la Guardián Nyree posee un tiempo limitante a los cuales puede viajar —comentó. En ello, recordó la petición de su consejera. Dejó reposar la tacita sobre su regazo—. Hay un tema del que me gustaría que me hablara.

Sadhvi torció la boca de modo casi imperceptible.

—¿Sobre el sello que guarda un prisionero y su conexión con el Guerrero Oscuro?

El corazón de Aleury se aceleró.

«¿Soy tan predecible?», se preguntó. Aun así, asintió con dilación.

El rey Tsarki soltó una risa baja. Se levantó de su asiento y, en un gesto cordial, indicó a la Emperatriz que lo siguiera. Por un breve momento, ella dejó de lado las formalidades y se acercó a su anfitrión a paso apresurado, colocándose a su lado.

—Como le dije, he estado investigando los linajes reales. Hay un nombre que ha sido desgajado, literalmente, de los archivos oficiales —informó la joven con suma calma—. Supongo que, si es como usted dice, tendría sentido que no quisieran que nadie sepa a quiénes pertenece la Corona de Naldae.

»Puedo intentar recuperar el manuscrito original, pero...

—Están en Naldae —completó el rey Tsarki.

Aleury afirmó.

Atravesaron los pasillos adornados con los retratos emblemáticos de la familia real Tsarki, Aleury se detuvo frente a uno que destacaba entre los demás. Contempló la belleza que emanaba del niño de cabellos albos retratado allí; sin embargo, el desgaste del retrato le impedía admirarlo en totalidad.

—Ese niño luce aún más hermoso de lo que mis antecesoras describían en sus diarios —susurró la Emperatriz, delineando una sonrisa.

—Es el príncipe Pouri, el hermano menor de Rossja, poseía una característica única en su linaje —pronunció con solemnidad, al detenerse junto a la joven—. En los registros, Rossja lo describía como alguien altruista y benévolo. No lo dudaría. Incluso Vikeesh lo hizo. Su imagen es muy respetada en Argia.

—¿Qué sucedió con él? —cuestionó la joven—. ¿No tiene retratos de cuándo era mayor de edad?

—Temo que no... —mintió.

Aleury no tenía el valor suficiente como para hacer más preguntas en ese instante.

Fue sacada de su ensimismamiento cuando el anciano prosiguió su camino. Minutos posteriores, se detuvieron frente a una imponente compuerta de phazite. Acto seguido, estiró una mano y, exteriorizando su Ha, modificó un sello enrevesado.

Una vez que él entro, ella lo siguió.

Descendieron por una extensa escalinata de pedralma en espiral. Las luminarias mágicas estaban dispuestas en las paredes, proporcionando una luz titilante. Finalmente, tras lo que pareció una eternidad de bajada, llegaron al final de la escalera.

Allí, otra puerta similar a la primera, aunque poseía un patrón era más complejo que el anterior.

El corazón de la Emperatriz latió desenfrenado cuando divisó a un hombre anciano, encadenado en las extremidades superiores e inferiores. Incluso, poseía un grillete alrededor del cuello. Aunque esa figura parecía consumida por la debilidad y el sufrimiento, ella logró percibir su respiración bastante pausada.

Acto seguido, Sadhvi extendió una mano hacia este y declaró:

—El sello. —Con una expresión imperturbable en el rostro, examinó al prisionero con detenimiento—. Está intacto.

—¿Cuál es la relación exacta entre ese prisionero y el Guerrero Oscuro? —indagó ella con curiosidad—. ¿Son el mismo?

—No. Son personas diferentes. Las historias y los rumores difieren una de otras. Algunos creen que el prisionero, Raxki Narak, fue uno de los seguidores más leales del Guerrero Oscuro, mientras que otros sostienen que era un oportunista que buscaba beneficiarse de su poder —dijo con cierto atisbo de inquietud—. Lo único cierto es que existe lo que los conecta es el sello.

—¡Oh! —soltó Aleury. No había pensado en esa posibilidad.

—Entonces, ¿existe la posibilidad de que podamos obtener respuestas de él? —preguntó con un atisbo de entusiasmo—. ¿Podría revelarnos secretos sobre el Guerrero Oscuro y sus planes?

—Lamentablemente, eso es poco probable. —El rey Sadhvi emitió un suspiro y se fijó en el sujeto—. Desde que asumí el trono y mi padre antes que yo, Raxki no ha pronunciado una sola palabra. Su silencio ha sido inquebrantable. Nadie ha logrado descifrar el motivo detrás de su mutismo.

»Habría sido un Sellador de gran importancia para el mundo, pero su ambición lo llevó a pudrirse en esta cárcel.

Aleury presionó los labios.

—¿Puedo intentarlo?

El monarca de Argia pareció dudar por un segundo. No obstante, accedió con un gesto.

El prisionero se encontraba sentado con las piernas cruzadas, su mirada se centraba en la única entrada y salida de la celda. Cuando Aleury se plantó frente a las rejas de phazite que los separaba, este le dedicó su atención.

—¿Qué fue lo que te sucedió, con exactitud, para terminar en este estado tan deplorable?

Raxki parpadeó despacio, pero no pronunció ni una palabra en respuesta.

Sin dudarlo, Aleury se recogió la falda del vestido y se puso de cuclillas.

—Posees un sello que te conecta con uno de los seres más despiadados de la historia —prosiguió con aparente serenidad—. Fuiste engañado y traicionado de la misma manera en que tú mismo engañaste y traicionaste a esa persona. Desde entonces, has llevado una existencia miserable.

»¿Por qué te mantienes en silencio y proteges a quien te envió aquí? ¿Por qué no lo haces pagar?

Una ronca risa escapó de la garganta de Raxki, sorprendiendo a ambos monarcas.

—¿Hacerlo pagar? Zyra, debo felicitarte por tus palabras, niña —confesó él, aplaudiendo con lentitud y evidente desinterés—. Permíteme preguntarte, ¿qué te hace pensar que lo protejo al guardar silencio?

—¿No es así?

Raxki no volvió a responder después de eso.

A pesar de que Aleury insistió varias veces para que el hombre revelara a qué se refería, todos sus interrogatorios resultaron infructuosos.

Con esa declaración en mente, se despidió del rey Sadhvi con una profunda reverencia y se dirigió hacia la estación de la maquinaria especial, ubicada en las afueras de los imponentes muros de la Nación Rosur. Subió a una de las cabinas exclusivas, creando un sello de silencio a su alrededor. Enseguida, tocó la esfera central del cetro, desencadenando la comunicación especial con el báculo de Nyree.

Emperatriz, ¿trae buenas noticias?

Mmm... Sí y no —manifestó con una ligera mueca—. Creo que el sello que Raxki posee va más allá de una simple conexión con el Guerrero Oscuro. Logré hacerlo hablar y temo que, según sus palabras, se avecine algo más que una inminente guerra. Además, confirmé la falta de registros sobre Oria y el nombre que nos faltaba en la monarquía de Khart.

Vaya más despacio —pidió Nyree con una expresión sombría—. No quiero que sufra un colapso estando lejos. Cuídese.

—Estoy bien —aseguró Aleury con una amplia sonrisa—. De hecho, antes de regresar a Oge, quería pedirte un par de favores. Aún me falta visitar Calesia, Aashia, Maanasik y Khart, así que me tomaré mi tiempo.

¿En qué puedo servirle?

—Comuníquese con el Jefe Drishti y hágale saber mi deseo de llevar a cabo una investigación sobre Raxki Narak —dijo la Emperatriz con sosiego—. Además, quiero explorar las posibilidades de viajar en el tiempo para recopilar más información en caso de que no existan archivos al respecto.

Lo haré en breve —comunicó Nyree.

Antes de que la Guardián finalizara la comunicación, la soberana añadió:

—¡Ah, también sobre Arestra, el rey de Naldae! El rey Sadhvi me ha informado sobre la ilegitimidad de los monarcas en esa tierra —reveló con una insignificante mueca—. Me sorprende que sea así. Debemos proceder con precaución. Mi último destino será Khart. Siempre han sido recelosos con las visitas inesperadas...

—En ese caso, kia kaha, Alteza.

Con esas palabras, ambas mujeres se despidieron con una sonrisa y una ligera inclinación de cabeza.

Región Vikeesh, tierras de Kihoi.

Al abrir los ojos con el incipiente nacimiento del sol, que anunciaba el cuadragésimo amanecer de Karshe, Virav bostezó y se estiró con pereza en la cama.

Ese día se celebraría el festival de meteoros en Oge.

El espectáculo era una tradición que él adoptó desde que se unió a Aroha. En dichas tierras sagradas, el último amanecer del mes de Karshe marcaba el final del ciclo lunar con la deslumbrante lluvia estelar. Y en el primero de Farawa, se entreveía una majestuosa aurora boreal.

Eran fechas significativas.

La primera vez, estaba tan confundido que no había logrado comprender las razones detrás del ritual. No obstante, eso cambió.

Ahora, esperaba con ansias el comienzo.

Animado, decidió levantarse sin despertar a su amada.

Tomó una rápida ducha para refrescarse. Listo, salió de su hogar en compañía de Rhunnad, con el objetivo de buscar los artículos importantes para la ocasión. Recorrió los distintos comercios de Vikeesh. Se aseguró de adquirir dos mantas cómodas y bocadillos especiales para disfrutar con Aroha.

Esa noche debía ser especial.

Cuando regresó a su hogar, Rhunnad comenzó a rascar el suelo y a emitir ruidos, llamando la atención de Virav. Entonces, la mirada de este se topó con una misiva inesperada. Reconoció el emblema de Kihoi en el sobre, despertando su curiosidad.

Arqueó una ceja.

—¿Ari? —llamó, dubitativo.

Al no recibir respuesta, dejó las compras a un lado y sostuvo la misiva con cierto nerviosismo. Iba dirigido a él. Lo abrió y, una vez que leyó las primeras dos líneas, su corazón comenzó a latir con frenesí y sintió un nudo en la garganta:

«Apreciado soldado Virav Tsarki, reciba un saludo cordial.

Es un placer informarle sobre una decisión que hemos estado tomando en consideración: las pruebas para ser Leier».

Sin dudarlo más, leyó el resto del contenido mientras tomaba una respiración profunda para intentar calmarse.

Poco después, la figura somnolienta de Aroha se asomó por las escaleras.

—¿Me llamaste? —preguntó, todavía con los ojos entrecerrados y el cabello revuelto.

—¿Acabas de despertar? —dijo Virav con una sonrisa divertida, guardando la carta en el bolsillo de su camisa—. Estoy a punto de preparar el desayuno, ¿qué te apetece?

Aroha se acercó a él y lo abrazó.

—Una ensalada suena bien —aseguró, mientras acariciaba la espalda ajena con dulzura—. Estás inquieto, ¿ha pasado algo?

Virav abrió la boca para responder, pero sus cuerdas vocales no emitieron sonido alguno. En su lugar, asintió con la cabeza. Ella entendió que no se trataba de algo perjudicial y que podrían hablar sobre ello después de comer. Así que lo aceptó y se ocupó de organizar la mesa mientras su unión se encargaba de cocinar.

Una vez que todo estuvo listo, se sentaron juntos en los cojines del suelo, realizaron una breve plegaria y comenzaron a disfrutar de la comida.

Después de recoger las vasijas, Virav se acercó a Aroha con la misiva en la mano, mostrando una expresión seria. Los ojos de ella se iluminaron al verla y una amplia sonrisa se dibujó en su semblante. Si el Leier Noen te había hecho esa recomendación, significaba que consideraba a su pareja altamente capacitado para ser Leier de Kihoi, por encima de muchos otros Aisures.

—¡Por los dioses, son noticias maravillosas, cariño! —exclamó Aroha emocionada, sin dejar de mirarla—. Es un gran honor... ¡Ka nui te mihi!

El menor agachó la cabeza y sujetó la mano a su unión, provocando que esta se inquietara.

—¿Vir? —llamó Aroha, con un ligero tono de preocupación—. Vir, ¿qué sucede?

Él suspiró despacio y acarició los dedos de su amada, mientras desviaba la mirada hacia un rincón de la cocina.

—No estoy convencido de querer tomar esa decisión, Ari —susurró él, expresando sus pensamientos en voz baja—. Tú y nuestra familia son mi prioridad en este momento. Quiero estar presente cuando nuestra hija nazca. Mi lugar está aquí, cuidando y dedicándome a ustedes.

Aroha experimentó un nudo en el estómago al escucharlo.

Comprendía sus preocupaciones y sabía cuánto amaba estar presente. Colocó una mano encima de la ajena, deteniendo su gesto y provocando que este la mirara con detenimiento.

—La vida nos brinda oportunidades para crecer y ser mejores cada día, Vir —pronunció Aroha con una sonrisa cálida—. Los dioses y nuestros ancestros han puesto este camino frente a ti por una razón. Quizá esta pueda ser tu oportunidad, tu momento para brillar. Anhelo verte triunfar y alcanzar tu máximo potencial.

»Estás destinado a hacer grandes cosas, Vir. Sé que el señor Makai, que en alto lo tengan los dioses, y tu familia también desean lo mismo.

Virav no fue capaz de responder en ese instante. Era consciente de que muchos anhelaban obtener esa oportunidad que se le otorgaba, centenares de Aisures soñaban con convertirse en jerarcas de sus tierras o en formar parte del Consejo Supremo; esforzándose con asiduidad por ser los mejores soldados y los más sobresalientes. Sin embargo, seguía sin ser su caso.

Gran Nación Tiempo, tierras sagradas de Oge.

Una vez que el sol se encontraba en su cenit, Virav y Aroha viajaron a Oge.

La sensación de paz y dicha lo embriagaba desde que se unió a su amada, disipaba cualquier rastro de la falta de memorias pasadas. Parecía como si cada lucha, cada desafío y cada sacrificio hubieran desembocado en ese singular punto, donde finalmente podía enlazarse en forjar un espléndido futuro con su «Irog», la mujer que más amaba en toda la Existencia.

A fin de cuentas, se encontraba allí, sin tener en consideración su pasado.

Eso, para él, representaba un logro.

Sus reflexiones profundas se vieron momentáneamente eclipsadas cuando alcanzaron su destino. Sin importar el origen, centenares de nativos se congregaban en los espacios abiertos alrededor del Bosque Gemura y preparaban mantas y comidas para disfrutar del espectáculo.

Una vez que el manto negro cubrió el empíreo, la lluvia de meteoros comenzó.

En esa distracción, Virav entrelazó sus dedos con los de Aroha. La calidez de las pieles y el suave contacto de sus dedos entrelazados era reconfortante para ambos.

En el mismo compás de un cántico sagrado en honor a los dioses, los aerolitos trazaban un arco brillante a través del cielo nocturno, dejando a su paso estelas centelleantes que se desvanecían en la oscuridad. La vista de estos, cayendo, provocaba una sensación de paz y tranquilidad en los corazones de quienes los admiraran. Era como si esos destellos resplandecientes trasladaran consigo la promesa de un nuevo inicio para ellos.

Esa era la una ocasión en la que los nativos se deshacían de sus preocupaciones y conflictos.

Dicha tradición despertaba una sensación de familiaridad en Virav. Si bien provenía de una casta acostumbrada a las Ceremonias Conmemorativas, encontraba similitudes en la forma en que esas tierras celebraba ese evento. No obstante, existía una diferencia notable: en Oge se creía que las respuestas a las plegarias se manifestaban en sueños al día siguiente del festival.

A pesar de haber participado en él durante dos ciclos lunares consecutivos, él aún no experimentaba esos sueños reveladores.

En ocasiones, se preguntaba si había algo que no estaba haciendo correctamente o si sólo no estaba destinado a recibir tales contestaciones. Empero, no permitía que eso disminuyera su entusiasmo por la celebración.

Al finalizar, mientras Aroha se acercaba a su familia, Virav se acercó a un puesto alimenticio. En eso, un desconocido a su lado rompió el silencio:

—Es una celebración maravillosa, ¿no crees?

Virav asintió con cortesía.

Pronto, detalló las facciones únicas que este poseía: la cicatriz que cruzaba por su ojo izquierdo, el cual tenía un símbolo extraño grabado en su interior y la calidez peculiar que emanaba de su Ha, siendo que su cabello cándido resaltaba con un fulgor que no le era posible describir.

No obstante, lo dejó de lado para pedir un par de extractos de xyndrion.

—Pareces nervioso —indicó y luego se dirigió hacia el comerciante que atendía—. Un extracto de , por favor.

—¿Se nota mucho? —indagó Virav como respuesta, soltando una suave risa.

—Un poco —corroboró el foráneo, dándole un atisbo de reojo. Entonces, le colocó la mano en el hombro al joven y dijo—: Toda decisión que tomemos ahora traerán un mejor futuro para las personas que amamos. —Esbozó media sonrisa, rompiendo el contacto—. Si queremos obtener paz, hay que poner fin a las injusticias del mundo, aunque eso signifique tomar la guerra con nuestras propias manos. La justicia y la misericordia son aliadas, Virav.

Los ojos del aludido se abrieron con sorpresa y miró al Aisur con curiosidad. No obstante, fue incapaz de ir tras él. Y, en cuanto desapareció de su campo de visión, olvidó su apariencia y su grácil voz.

Su corazón latió con frenesí ante ese hecho.

Sin embargo, se enfocó en otro tema: Ciclos atrás, hubiera asumido que la vida y el destino no se encontraban en sintonía con él y sus sueños, debido a todo lo que tuvo que atravesar y efectuar, pese a que no era su deseo.

Ahora, su pensamiento era diferente.

Si ser jerarca le otorgaba la oportunidad de ayudar a los demás y salvar vidas, la tomaría.

¡Muchas gracias por su apoyo y por leer!

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