|Una memoria perdida|

By AlexisN11

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«En un mundo donde la magia se entrelaza con las emociones, dos almas rotas luchan por desentrañar el enigma... More

|Nota de autor|
|Apéndice|
|Sinopsis|
|Epígrafe|
|Arte ilustrativo I|
|Introducción: Eco de dolor|
|Capítulo 1: ¿Sueños?|
|Capítulo 2: Retorno a Kihoi|
|Capítulo 3: «Organización»|
|Capítulo 4: Tragedias|
|Capítulo 5: Anhelos del alma|
|Capítulo 6: Reminiscencia|
|Capítulo 7: Despedida|
|Capítulo 8: Torneo Anual de Kaha|
|Capítulo 9: Charla de Bienvenida|
|Capítulo 10: Confianza|
|Capítulo 11: Conformación de grupos|
|Capítulo 12: Aprendizaje|
|Capítulo 13: Entre determinaciones|
|Capítulo 14: Revelaciones, parte I|
|Capítulo 15: El Leier de Kaha|
|Capítulo 16: Conexión inefable|
|Capítulo 17: Campeón de Kaha|
|Capítulo 18: Examen de Admisión, parte I|
|Capítulo 19: Examen de Admisión, parte II|
|Capítulo 20: Soluciones desesperadas|
|Capítulo 21: Vínculos|
|Capítulo 22: Afinidades|
|Capítulo 23: Investigación|
|Capítulo 24: Ataque a Kaha|
|Capítulo 25: Leier de Wai|
|Capítulo 26: Ceremonias: Propuesta y Unión|
|Capítulo 27: Destitución, parte I|
|Capítulo 28: Destitución, parte II|
|Capítulo 30: Propuesta|
|Capítulo 31: Leier|
|Capítulo 32: El príncipe heredero de Naldae|
|Capítulo 33: Sospechas|
|Capítulo 34: A través del tiempo|
|Capítulo 35: Caos y desesperación, parte I|
|Capítulo 36: Caos y desesperación, parte II|
|Capítulo 37: Mutuo acuerdo|
|Capítulo 38: Nuevo mundo, parte I|
|Capítulo 39: Nuevo mundo, parte II|
|Capítulo 40: Kihen|
|Capítulo 41: Resistencia de Sarxas|
|Capítulo 42: ¿Esperanza?|

|Capítulo 29: Revelaciones, parte II|

20 12 15
By AlexisN11

El Ha se extiende más allá de la comprensión humana, un hilo invisible que conecta todas las memorias, todas las vidas, todas las historias. Es un recordatorio de que, aunque el tiempo pase y las circunstancias cambien, las memorias permanecerán, eternas e inmutables.

Región Vikeesh, tierras de Kihoi.

—¿Te enteraste de la noticia? —preguntó un soldado con una expresión de indignación evidente, mientras conversaba con su compañero.

—¡Sí! —contestó el otro—. Además de que el Leier Sakti enloqueció, también se rumorea de la reducción de sentencia que le otorgaron un peligroso preso que se hallaba en las cárceles de Savva.

—¡Por los ancestros, el Consejo Supremo cada vez toma peores decisiones! —exclamó el primero, sacudiendo la cabeza.

En la distancia, mientras las siluetas de los vigías se erguían regias, en una de las colinas circundantes de Vikeesh, Alraksh estaba tumbado boca arriba, contemplando el hermoso ocaso que ofrecía el paisaje. Aunque los rayos anaranjados del sol crepuscular teñían el horizonte de tonalidades cálidas, su semblante mostraba una leve muestra de confusión cuando desvió la mirada hacia un costado: Vine'et todavía dormía plácidamente

El semblante del mayor se suavizó y logró esbozar una sutil sonrisa en sus labios curtidos por el tiempo, observándolo con un atisbo de ternura. Era en esas pausas de tranquilidad donde encontraba un refugio al tormento de su corazón.

Masajeó los músculos de su cuello con delicadeza.

Acto seguido, se estiró y deshizo el sello que ocultaba la presencia de ambos jóvenes al mover la mano y cesar la manifestación de su Ha. Incluso en ese refugio natural, sabía que no estaban a salvo. El mundo exterior aún seguía siendo peligroso para Vine'et. Deseaba mantenerlo alejado de esos problemas, de las batallas y los sacrificios que conllevaba la decisión que había tomado en conjunto con su padre.

Apartó sus reflexiones, dejando escapar un vaho de aliento.

Dobló las rodillas, acercándolas a su pecho para abrazarlas y mantuvo la mirada fija en su mellizo.

Con gentileza, extendió una mano cálida para acariciar las pálidas mejillas ajenas.

—Vin, despierta... —susurró Alraksh con afecto, buscando romper el velo de sueños que envolvía a su mellizo.

El referido respondió con limitados movimientos de sus labios, en lo que apretaba con ligereza los párpados y giraba para darle la espalda.

Alraksh soltó una delicada risa. Extendió su mano y comenzó a acariciar la espalda contraria, sintiendo, con cada roce, la debilidad de los huesos que componían la columna vertebral ajena.

Un nudo se formó en su garganta, sus perlas se colmaron de lágrimas amargas.

De repente, Vine'et se sentó en la fresca grama. Sus ojos parpadearon hasta acostumbrarse a la luz natural, para luego frotar con delicadeza sus largas pestañas doradas, tratando de despertar por completo. Al elevar la visual, se encontró con el entorno que los rodeaba, asimilando la belleza de la naturaleza que los acogía.

Aún le costaba aceptar que ya no se encontraba entre las rejas y las paredes mohosas de las cárceles subterráneas de Savva.

—Ya no me buscarán únicamente a mí —pronunció él con voz enronquecida—. Ahora también estarás en peligro de ser condenado a muerte por ayudarme a violar las condiciones de mi sentencia, Al. Sería considerado alta traición al Consejo.

El joven de cabellos rojizos no vaciló ni un instante al escucharlo.

Con una chispa de rebeldía en su semblante, se puso de pie y sacudió sus ropas.

—Si el Consejo fuera justo, en primer lugar, no habrías pasado tanto tiempo encerrado —sentenció—. No permitiré que te arrastren nuevamente a la injusticia. Haxi ha conseguido una cabaña cerca de la costa.

Vine'et asintió, apoyándose en Alraksh para levantarse.

El viento jugueteaba con sus cabellos mientras se adentraban en el horizonte.

Caminaron río arriba con una serenidad que contrastaba con el torbellino de pensamientos que los envolvía. Conforme avanzaban, la mirada de Vine'et se perdía en la exuberante belleza natural: las aguas cristalinas, del río Han, que fluían con gracia; los verdes intensos de la vegetación que bordeaba sus orillas y el canto melodioso del viento que hacía danzar las hojas verdes, doradas y azules.

Por su parte, Alraksh lo admiraba de reojo, recordando las jornadas previas en las que el caos había estallado en Satoh. Sintió que no tuvo otra alternativa más que acatar el mandato. Empero, su mente se llenó de interrogantes y preocupaciones desde entonces.

¿Cómo su padre sabía sobre el ataque a Satoh antes de que ocurriera?

Los recuerdos de aquel día se agolparon en su mente:

Había esperado con paciencia hasta cerciorarse de que el ataque había iniciado.

A pesar del temor de ser capturado y acabar en las mismas —o peores— condiciones que su gemelo, se armó de valor. Regresó a Savva empleando los sellos espacio-temporales que su padre y Haxi le enseñaron.

Circuló por las espaciosas veredas de pedralma de la Gran Nación hasta llegar a su hogar. Fue recibido por su madre, con un semblante que mezclaba la alegría y agonía por su prolongada ausencia. Después de tanto tiempo, Alraksh advirtió cómo el dolor que había soportado se desvanecía con la calidez del abrazo maternal que Kirie le ofrecía. Sin embargo, su semblante tranquilo se oscureció cuando, tras separarse, divisó a Vine'et.

El joven de cabellos rubios pálidos estaba de pie frente a él, con la mirada llena de extrañeza y un atisbo de esperanza. No existían palabras en ese momento, sus almas se comunicaron en un lenguaje más profundo que cualquier diálogo.

Los luceros oscuros de Alraksh se colmaron de lágrimas que no se molestó en contener, permitió que fluyeran con amargura. No pudo evitar distinguir, con detenimiento, el cuerpo delgado y maltratado de Vine'et. Lo sujetó de la mano con blandura y lo atrajo a él, apretándolo contra su pecho. Tenía la amarga sensación de que este podría quebrarse con la fragilidad de la crisma en cualquier instante.

Apartó las reminiscencias tras sacudir su cabeza.

Dejó a su hermano en la cabaña que se ubicaba en la costa del territorio de Kihoi, lejos de donde se verificaban las guardias rutinarias. Mientras tanto, deambulaba entre las veredas repletas de nativos, con la mirada perdida en algún punto lejano del horizonte.

Al principio, temía que sería difícil mostrarse entre los oriundos, como si ellos pudieran percibir su pequeño secreto.

Sin embargo, su pánico se disipó en demasía. Entraba y salía de Vikeesh para abastecerse de alimentos y diferentes prendas de vestir cada vez que era inevitable, durante los últimos días de Goma y los primeros de Pratham.

Después, emprendió regreso hacia la cabaña.

Al llegar a su destino, entró y encontró a su mellizo durmiendo. Se sentó en el borde de la cama, dejando las bolsas de comida a un lado y lo detalló con cierto temor. Su piel era mucho más pálida de lo que recordaba, marcada por moretones en los brazos, espalda, abdomen y muslos. También podía apreciar las marcas dejadas por los grilletes en las articulaciones, mientras que su cabello había crecido de manera considerable.

Inhaló hondo.

Sus labios temblaron y extendió una mano hacia él.

No era el mismo joven alegre y sagaz que dejó atrás en aquel fatídico día. No obstante, se sobresaltó con ligereza al percibir a Vine'et abrir los ojos y dibujar una extensa expresión de sosiego.

—Parece que ahora tienes un sueño más ligero que antes —comentó—. Deberías intentar dormir un poco más.

—Aún no puedo creer que te hayas arriesgado de esa manera para traerme aquí. Sabes lo que te podría pasar si te descubren —respondió con voz distante—. ¿Sabes? Parece que estoy en medio de un sueño del que no quiero despertar nunca. Llegué a pensar que este día nunca llegaría. Me había resignado a creer que nunca saldría de allí, que moriría en un par de ciclos más, junto a mamá...

A pesar de lo dicho, Vine'et sabía que era real.

La calidez que sentía con la presencia de Alraksh era más que suficiente para confirmar que todo aquello era tan verídico como la existencia de ambos en ese mundo, en esa realidad.

—No digas tonterías —reprochó Alraksh, frunciendo el ceño.

—¿Me dirás por qué? —inquirió Vine'et después de unos segundos.

—Lo hablaremos luego —increpó Alraksh con delicadeza, colocándose de pie—. Te prepararé alimento, ¿qué te apetece?

Vine'et se preparó para levantarse. Sin embargo, Alraksh se lo impidió, posando una mano en el pecho ajeno y negando con efusividad.

—No, no —insistió—. Descansa, ¡mira lo delgado que estás!

Un suspiro resignado brotó de la garganta de Vine'et cuando su hermano lo dejó en la soledad de la habitación.

Al presionar los párpados, evocaba, una y otra vez, los fragmentos de dolor y sufrimiento. Asimismo, el eco de las voces distantes y siniestras que aún persistían en sus oídos. Estar allí, encerrado en esa cabaña, provocaba que las imágenes fugaces de los abusos llegaran a él.

Su respiración se agitó y las lágrimas se deslizaron por la palidez de sus mejillas.

«¡Basta, basta, basta!», suplicaba en su psique.

Después de media etapa, cuando Alraksh regresó con la comida, se alarmó ante el rostro enrojecido de su hermano. Se apresuró por llegar a él. Dejó las vasijas llenas en el suelo y envolvió a Vine'et entre sus brazos.

Alraksh odiaba verlo tan frágil.

Detestaba presenciar cómo su ceño evidenciaba una muestra de confusión y desconcierto o sollozaba en sueños. En ocasiones, cuando lo ayudaba a asearse, era testigo de todas esas marcas que, aunque desparecieran al tratarlas con Ha, el sufrimiento vivido permanecía.

Con el paso de los minutos, Vine'et se apaciguó.

—Deja de verme con lástima —reprochó este con la atención fija en su regazo—. Deberías dejar de preocuparte tanto, eso no es bueno para el corazón.

Alraksh suspiró, entendiendo la resistencia ajena. No tocaría el tema si Vine'et no lo hacía primero. En su lugar, dijo:

—No mejorarás hasta que rompamos el sello. El Consejo no tiene interés en deshacerse de la maldita marca que ellos mismos permitieron —murmuró, dejando entrever una leve arruga en la frente—. Esa debería ser nuestra máxima prioridad en este momento. Bueno, después de que estés más estable, por supuesto.

Vine'et apretó los labios y apartó la mirada hacia el ventanal de crisma.

Aunque sólo habían pasado unos pocos días desde que dejaron su hogar en Savva, ya podía percibir una gran diferencia en sí mismo. Sabía que su hermano tenía razón. El sello consumía su aliento de vida, debilitando su Ha en un ciclo implacable que, una vez agotara por completo dicha esencia en su interior, sería demasiado tarde para actuar.

En el fondo de su ser, comprendía que no convenía quedarse de brazos cruzados.

Sin embargo, no había nada que pudieran hacer.

Aunque entendía que Alraksh ahora tenía ciertos conocimientos sobre sellos y le había explicado el procedimiento, nadie se arriesgaría a ayudarlos a romperlos: ¿quién arriesgaría tanto por él? En especial, considerando la reputación que le habían atribuido.

Entretanto, comía despacio.

Al finalizar, salieron de la cabaña.

Se encauzaron hacia la colina más empinada de la zona, donde Alraksh improvisó una fogata para cocer algunas frutas. Mientras disfrutaban del postre, conversaron sobre el área de estudio que el primero había elegido y sobre lo extraño que les resultaba que, durante ese tiempo, no hubiera soldados persiguiéndolos o vigilando sus movimientos en los alrededores.

Era cierto que las patrullas en la región eran más rigurosas, pero eso era todo...

Conforme la noche caía y las escasas estrellas comenzaban a brillar en el empíreo oscuro, Vine'et se recostó en el suelo.

—Espero que valga la pena, a pesar de ir contra el Consejo Supremo —susurró Alraksh con la mirada fija en las llamas que devoraban la leña.

—¿Lo dices después de sacarme de casa en secreto? —comentó su gemelo, provocando que el contrario se ruborizara—. Me sacaste de allí, sabiendo que puedes ser acusado de traición. ¿Por qué lo hiciste? —inquirió—. No me respondas con el simple hecho de que soy tu hermano, ambos sabemos que eso no es motivo suficiente... Corrías un gran riesgo, Al. Te expusiste demasiado.

—¿Necesito más motivos? Tú habrías hecho lo mismo por mí.

—¿Quién más se involucró?

Alraksh mostró una ligera expresión de preocupación en su rostro y soltó un vaho de resignación.

Zerath y Haxi —reconoció con una leve mueca—. Pero, ¿qué esperabas que hicieran? ¿Que se quedaran de brazos cruzados mientras te consumías por la incompetencia del Consejo?

—Eso sigue sin ser razón suficiente.

—¿A dónde quieres llegar? —preguntó Alraksh en voz baja, con una ceja levantada.

—Piénsalo: zerath nunca habría actuado en contra del Consejo si no nos hubiéramos involucrado en algo que no debíamos —añadió en un balbuceo, desviando la mirada hacia el suelo cubierto de hierba—. Incluso pedirle a Haxi que te enseñara sobre sellos espacio-temporales...

Alraksh alzó la visual hacia su gemelo en silencio, respirando con cierta incomodidad.

—Vin...

—¡Escúchame! —exclamó el referido—. Zerath intervino cuando acusaron injustamente a Haxi de hacer trampa en el Examen de Admisión para soldados, a pesar de tener las manos atadas por el Consejo —recordó con aparente calma—. Entonces, ¿por qué conmigo no fue igual? Es un juez superior, un miembro del Consejo, tenía todo el derecho de intervenir. En especial, sabiendo que el proceso no fue justo. Aun así, lo aceptó.

»No se hubiera quedado de brazos cruzados a menos que tuviera miedo, miedo a algo o a alguien.

Los ojos oscuros de Alraksh se abrieron con sorpresa.

—También sabía del ataque a Satoh desde hace tiempo —susurró para sí mismo con el corazón latiendo desenfrenado.

El silencio se instaló entre los dos hermanos, envolviéndolos con su pesadez.

Era evidente que había más de lo que parecía en juego.

Antes de que alguno pudiera pronunciar otra palabra, la sutil presencia de un desconocido alertó a Alraksh. Con rapidez, apagó la fogata al liberar un poco de su Ha en forma de esencia de viento. Entretanto, Vine'et se mantuvo tranquilo, observando con atención los alrededores. La postura defensiva del primero se relajó cuando divisó acercarse al viajero que había encontrado ciclos atrás, caminando hacia ellos con pasos pausados.

—¡Usted... usted! —exclamó Alraksh, corriendo hacia el sujeto con el ceño fruncido—. ¡Usted también lo sabía, ¿no es así?!

El foráneo lo atisbó con una ligera sonrisa. Enseguida, posó la atención en Vine'et.

—Ah, veo que han crecido —saludó, con una sonrisa más amplia—. Me alegra ver que las cosas han mejorado para ambos.

Vine'et miró a Alraksh con una mirada inquisitiva que no se molestó en ocultar.

Fue ignorado.

—Me esforcé, los ancestros sabrán cuánto me esforcé —manifestó el joven de cabellos rojizos hacia el peregrino—. Hice lo que me dijo, aprendí sobre sellos y me preparé, pero eso ya no me sirve de nada. No puedo deshacerme de su sello —expuso, señalando a su hermano mientras sus propios ojos se llenaban de amargura—. ¡¿Usted cree que eso es mejorar?! ¡Mi hermano puede morir en cualquier momento!

Sin titubear, el sujeto le dio un par de palmadas en el hombro al más alto de los jóvenes. Ese gesto apaciguó su enojo y frustración al instante.

Alraksh abrió la boca para responder, pero no pudo articular ningún vocablo.

—Ese es el principio del camino, niño.

Los ojos de Vine'et brillaron con temor y felicidad cuando contempló al extraño extender una mano en su dirección. El Ha que emanaba de él era especial, diferente a cualquier otro que hubiera sentido antes. La forma en que transmitía sentimientos de paz y esperanza era única.

Su corazón se llenó de serenidad mientras su mente se sumergía en una burbuja de ensoñación.

No obstante, fue sacudido de su trance cuando esa esencia lo envolvió.

Los gritos de Alraksh se desvanecieron en el fondo.

La visión de Vine'et se tornó borrosa y un intenso dolor se apoderó de su ser. Pero en medio de esa agonía, percibió que el sello, que lo había atado durante esos últimos ciclos, se desvaneció. Tras eso, cayó desmayado y Alraksh reaccionó al instante: corrió para evitar que se golpeara contra el suelo.

Observó, con asombro, cómo el rostro de este reflejaba una calma que no había visto en mucho tiempo.

Acto seguido, se fijó en el viajero.

—¿Seguirá sin decirme quién es usted? —inquirió Alraksh, esperando una respuesta esquiva.

Una vez más, el foráneo atisbó al joven por encima de su hombro y le dedicó una apacible sonrisa. Sin pronunciar palabra, se alejó a pasos pausados, desvaneciéndose en el horizonte sin dejar rastro. Mientras observaba la figura desvaneciéndose en la distancia, sintió la urgencia de seguirlo.

Era consciente de que ese encuentro no era casualidad.

Sin embargo, Vine'et era su prioridad.

Envolvió el frágil cuerpo de su hermano contra su pecho y, tras unos minutos de silencio angustiante en el que este no reaccionaba, lo llevó al interior de la cabaña. Allí, lo acostó con gentileza en la cama y se sentó a su lado, contemplándolo con ojos llorosos.

Se colocó de pie y caminó hacia la mesa de la cocina, donde se dedicó a escribir un par de cartas.

Con el nuevo amanecer, se dirigió a uno de los comercios para enviarlas a sus destinos: Zjarr y Eeb, para su zerath y para Haxi, respectivamente. Ese día, decidió aprovechar su tiempo para abastecerse de alimentos antes de regresar junto a Vine'et.

Transcurrieron dos largas jornadas antes de que Alraksh recibiera respuesta, tiempo en el que su hermano seguía sin mostrar signos de despertar.

La respuesta de Haxi llegó primero. Explicó que, debido a su Nombramiento Oficial como Leier de las tierras de Eeb, no podía viajar hasta Kihoi. Se disculpó por no estar presente. Por suerte, la misiva de su padre sí contenía buenas noticias. Confirmó que estaría viajando hacia Kihoi tan pronto como pudiera, una vez que hubiera atendido asuntos importantes relacionados con su cargo.

Cuando llegó el ansiado día, Raksh atravesó la puerta de la cabaña.

—¿Por qué Vin no despierta? —indagó Alraksh, preocupado.

Raksh se aproximó al joven postrado en cama, se inclinó a su lado y acarició su rostro con delicadeza.

—Han sido ciclos con ese sello, vorel —pronunció con severidad—. Su cuerpo necesita readaptarse a su Ha puro, permitir que fluya por sus venas y cada fibra de su ser. El sellado es una sentencia de muerte, en especial si no se rompe a la perfección. Pero Vin estará bien, se recuperará.

Tras largos minutos de silencio, el joven lo rompió:

—¿Cómo lo sabías?

—Estudié para convertirme en Sellador, esa es mi vocación —le recordó, severo—. He dedicado mi vida a comprender los sellos y sus implicaciones.

—No, no me refiero a eso —replicó el joven, apretando las manos con fuerza—. Me refiero al ataque a Satoh, los sellos espacio-temporales, al hecho de que el Consejo no eliminaría el sello mucho antes de dictar una sentencia. ¿Cómo lo sabías?

El anciano pasó saliva por la garganta.

—Ah, eso. —Soltó un suspiro—. No puedo decirte, vorel... Lo siento.

—¿Por qué no? —insistió su hijo.

Un incómodo silencio colmó la pequeña habitación durante unos breves segundos que a ambos les parecieron interminables.

La respuesta nunca llegó.

Alraksh contempló a su progenitor con fijeza, buscando alguna señal en sus perlas obsidianas, pero sólo encontró evasión. La frustración dio paso a la decepción y una tristeza profunda se apoderó de su corazón.

A pesar de ello, decidió no presionarlo más.

Gran Nación Tiempo, tierras sagradas de Oge.

Dentro la imponente corte Manaia, iluminada por la luz dorada que se filtraba a través de intrincadas ventanas talladas, Aleury se hallaba caminando de un extremo de la estancia a otro.

No importaba cuánto Nyree intentase tranquilizarla, parecía que sus argumentos, respecto a los refugios sellados y las estrategias de evacuación en las diferentes tierras, no eran capaces de disipar los temores que se aferraban a la mente de la Emperatriz. Pero ella lo sabía, se proporcionarían oportunidades para salvaguardar una innumerable cantidad de vidas.

Aun así, presentía que no sería suficiente.

Su compostura se perdía con cada día que pasaba sin tener idea de qué podría hacer para evitar la destrucción de las tierras, el miedo crecía en su interior como una sombra implacable. Lo peor de todo era que sentía que no podía hacer nada para evitarlo, lo que la dejaba con una sensación de impotencia abrumadora.

Era como si estuviera frente a un imponente muro impenetrable.

Sin mencionar que los viajes en el tiempo que la Guardián efectuaba tampoco parecían ser de mucha ayuda, no otorgaban respuestas a las inquietudes del presente; eso sólo aumentaba la frustración de Aleury.

Siempre veía lo mismo, siempre le decía lo mismo, como si estuvieran atrapadas en un ciclo de información repetitiva y sin progreso.

La soberana a menudo se encontraba sacudiendo su cabeza en un intento de liberarse de la sensación que la invadía. Quizá lo estaba pensando en demasía. Era posible que la solución llegaría en su debido momento.

«¿Y si no es así?», pensó.

Entonces, las palabras sabias de su madre resonaban en su entendimiento, recordándole que debía enfrentar los desafíos con positivismo, incluso en los momentos en que la vida pareciera reacia a mostrarle su lado amable. Siguiendo ese consejo, Aleury tomó una respiración profunda, permitiendo que la calma invadiera su ser.

Luego, contó hasta diez lentamente antes que una débil sonrisa se curvara en sus labios, aunque al principio fuera forzada.

Pronto, enfocó su atención en Nyree, quien observaba a su protegida con calma.

—¿Algo nuevo que contar? —preguntó con un dejo de inquietud.

Sin dilación, la Guardián negó con la cabeza un par de veces. Su semblante sereno no lograba apaciguar los latidos agitados del corazón de la joven Emperatriz.

—Tómese su tiempo, Alteza —murmuró Nyree con un tono suave, al ver que la referida retomó su andar incesante de un extremo a otro—. Estoy aquí para servirle en todo lo que necesite. Sólo pida y haré todo lo que esté a mi alcance para cumplir sus deseos.

—Evite la guerra, ¿puede hacer eso? —cuestionó Aleury con un tono mordaz.

—Sabe que no podremos salvarlos a todos, pero estoy muy segura de que encontraremos la manera de lograr acabar con ella con la cantidad mínima de bajas que nos sean posibles —pronunció su consejera, aplacada.

La ausencia de sonidos las envolvió en un sosiego indescriptible, calmando las ansias de la soberana.

Después de unos minutos, volvió a romper el silencio:

—¿Qué probabilidades existen de que el señor Drishti la acompañe en el próximo viaje? —preguntó Aleury, ahora con más serenidad—. Siento que su presencia podría impulsarla más allá de sus propios límites. Además, quizá también ayudaría a equilibrar el Ha que necesita. Y, por si fuera poco, su percepción del poder del príncipe Pouri podría brindarnos una perspectiva invaluable para trazar una estrategia más sólida de lo que yo sola sería capaz de concebir.

—No se está teniendo mucha confianza, Alteza. —Soltó la mujer mayor con una mueca de preocupación—. Sabe lo que su madre piensa de eso...

La joven soberana apretó con firmeza su cetro real. Desvió la mirada, apartándola de Nyree.

Durante unos instantes etéreos, optó por el silencio.

La duda se arraigaba en ella, alimentando las inseguridades que la carcomían por dentro.

No era sólo el destino de su reino lo que estaba en juego, sino el de todo el mundo conocido.

Aleury no se consideraba una estratega militar como el Jefe Drishti Kieran, cuya reputación lo precedía como nunca. Tampoco había sido entrenada en el arte de la diplomacia como los Leiers que gobernaban las tierras vecinas. Su educación había sido más enfocada en las artes, la historia y la cultura de Oge, aspectos importantes, mas que ahora parecían insuficientes, rudimentarios y frágiles en comparación con lo que la situación demandaba.

Había estudiado los tratados de guerra y gobernabilidad, había consultado a los sabios y eruditos de su corte, pero en ese momento, la responsabilidad la sobrepasaba con creces.

—Quizá, pero sería lo más sensato para todos los involucrados —dijo la Emperatriz, disipando sus pensamientos—. Me encargaré de conversar con el señor Drishti y obtener su opinión. En estos momentos, no confío en ningún otro miembro del Consejo.

—Especialmente ante la sospecha de un traidor entre los altos mandos.

—¡Por los dioses, eso es lo último que faltaba! —exclamó Aleury con incredulidad, sus ojos violetas se abrieron de par a par—. ¡¿Quién?!

Por ese breve soplo, Nyree dudó en responder.

¡Muchas gracias por su apoyo y por leer!

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