|Una memoria perdida|

By AlexisN11

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«En un mundo donde la magia se entrelaza con las emociones, dos almas rotas luchan por desentrañar el enigma... More

|Nota de autor|
|Apéndice|
|Sinopsis|
|Epígrafe|
|Arte ilustrativo I|
|Introducción: Eco de dolor|
|Capítulo 1: ¿Sueños?|
|Capítulo 2: Retorno a Kihoi|
|Capítulo 3: «Organización»|
|Capítulo 4: Tragedias|
|Capítulo 5: Anhelos del alma|
|Capítulo 6: Reminiscencia|
|Capítulo 7: Despedida|
|Capítulo 8: Torneo Anual de Kaha|
|Capítulo 9: Charla de Bienvenida|
|Capítulo 10: Confianza|
|Capítulo 11: Conformación de grupos|
|Capítulo 12: Aprendizaje|
|Capítulo 13: Entre determinaciones|
|Capítulo 14: Revelaciones, parte I|
|Capítulo 15: El Leier de Kaha|
|Capítulo 16: Conexión inefable|
|Capítulo 17: Campeón de Kaha|
|Capítulo 18: Examen de Admisión, parte I|
|Capítulo 19: Examen de Admisión, parte II|
|Capítulo 20: Soluciones desesperadas|
|Capítulo 21: Vínculos|
|Capítulo 22: Afinidades|
|Capítulo 24: Ataque a Kaha|
|Capítulo 25: Leier de Wai|
|Capítulo 26: Ceremonias: Propuesta y Unión|
|Capítulo 27: Destitución, parte I|
|Capítulo 28: Destitución, parte II|
|Capítulo 29: Revelaciones, parte II|
|Capítulo 30: Propuesta|
|Capítulo 31: Leier|
|Capítulo 32: El príncipe heredero de Naldae|
|Capítulo 33: Sospechas|
|Capítulo 34: A través del tiempo|
|Capítulo 35: Caos y desesperación, parte I|
|Capítulo 36: Caos y desesperación, parte II|
|Capítulo 37: Mutuo acuerdo|
|Capítulo 38: Nuevo mundo, parte I|
|Capítulo 39: Nuevo mundo, parte II|
|Capítulo 40: Kihen|
|Capítulo 41: Resistencia de Sarxas|
|Capítulo 42: ¿Esperanza?|

|Capítulo 23: Investigación|

21 12 16
By AlexisN11

Al final, se equivocó. Igual que yo, igual que Arstivan. No fue un error de cálculo ni de intención. No fue porque la humanidad careciera de la capacidad o el potencial, sino porque había subestimado la complejidad del camino y la resistencia del tejido de la realidad; de la Existencia. Los Ecos del Tiempo no permitían tales errores.

Región Ljure, tierras de Ljiurt.

Con el paso de las últimas fechas de servicio, Dhaval no perdió de vista a ninguno de los jóvenes ascendidos.

Si bien unos cuantos se dieron de baja y abandonaron la unidad antes del tiempo obligatorio, él siguió interesado en su bienestar. Se esforzaba por mantenerse al tanto de su progreso y se aseguraba de que recibieran el apoyo necesario durante su período en la División Veintidós-dos.

En particular, de Virav. Quien destacó por sus valores morales inquebrantables.

Cuando el grupo por fin cumplió con el ciclo de servicio, Dhaval se ofreció para escoltarlos hasta Kihoi. Durante el viaje, pudo presenciar la emoción y el anhelo en los rostros de los jóvenes mientras se acercaban a su hogar.

Una vez que llegaron, se despidieron.

En cuanto al oficial Adlas, aprovechó la oportunidad para visitar las imponentes oficinas gubernamentales de la región. Era consciente de que debía compartir la información relevante que había recopilado, así que se dirigió hacia la oficina del Jefe de Investigaciones. Se detuvo en el umbral de madera, golpeando la superficie con insistencia. La puerta no tardó en desplazarse, revelando a Drishti con el ceño fruncido. Sin embargo, tal expresión se tornó de sorpresa.

—¿Qué ceremonia se celebra hoy? —burló el Jefe.

—Tenías razón —indicó Dhaval, extendiéndole un informe extraoficial—. Uno de esos chicos es muy especial; su Ha es algo que nunca había visto, ni siquiera en mi época como historiador.

Los ojos carmesíes de Drishti se iluminaron. Elevó las comisuras de sus labios y tomó el archivo con prisa.

Abrió la puerta por completo, invitándolo a entrar.

—Gracias por tu apoyo —manifestó—. Esto será útil para la investigación de Virav y del Consejo.

El oficial se acomodó en el agradable sofá individual, mostrando una expresión intrigada al escucharlo. Cruzó los brazos sobre el pecho y arqueó una ceja, denotando su escepticismo ante el tema que parecía seguir atormentando a su contemporáneo.

—Pensé que el Consejo había dejado atrás ese asunto después de tantos ciclos. Además, Virav regresó a Kihoi y está llevando una vida normal sin contratiempos —dijo Dhaval con calma—. Durante su tiempo en la unidad Veintidós-dos, no hubo nada inusual ni sospechoso. No había señales de espionaje, aún menos de persecución. Por si eso no te parece suficiente, Virav se mantuvo frente a la línea de contención, atendiendo y salvando a los soldados heridos. No me parece que haya motivos para preocuparse.

Enseguida, Drishti se sentó en el brazo del sofá, junto a su amigo.

—Es más complejo —advirtió—. Necesito tu ayuda en algo más. ¿Recuerdas las investigaciones que realizaste sobre el Árbol de la Oscuridad? ¿Todavía las conservas? ¿Podrías facilitármelas?

El oficial Adlas contrajo el entrecejo al recordar ese odioso proyecto de épocas remotas.

—Esa investigación fue discontinuada hace mucho. No creo que te sea de utilidad —recordó con un deje de molestia, entornando los ojos—. De cualquier manera, puedes acceder a mis archivos y tomar lo que necesites si crees que será de ayuda. Aunque dudo que lo sea.

—Llegaste muy lejos, Dhav. Más de lo que nadie ha sido capaz —aseveró Drishti con rapidez.

Dhaval frunció el ceño.

El hecho de que estuvo a punto de infiltrarse entre los altos mandos de esa organización, no era alentador. Hasta el sol de esa jornada, no le había revelado la verdadera naturaleza de sus acciones a su colega.

—¡Era joven e impulsivo, Drish! —exclamó con fervor. Luego, se serenó y continuó—: Fue un error grave intentarlo en primer lugar, me alegra no haber ido más allá. ¡Estuve a punto de perderlo todo!

—Pero sigues aquí. Te acercaste más a ellos de lo que cualquier otro investigador ha logrado. Incluso más de lo que yo mismo he sido capaz —insistió el Jefe de Investigaciones, tranquilo—. Ayúdame.

—Drish, me suspendieron por infringir las leyes supremas y aún estoy pagando el precio de mi imprudencia —masculló. Masajeó el tabique de su nariz con suavidad—. Sabes muy bien que el Consejo desestimó mi investigación por eso. No puedo hacer más. Hice todo lo que estuvo a mi alcance por ti. Observé al grupo durante todo su año de servicio obligatorio, pero ya no tengo autoridad para intervenir más.

»Además, sabes que ni siquiera te permitirán contratar a un legionario para que se infiltre en su nombre —advirtió con severidad—. No juegues con fuego y provoques que desestimen también la investigación de Virav Tsarki.

»Estás poniendo en riesgo todo tu esfuerzo.

—Estaré encantado de quemarme si eso me da respuestas —susurró Drishti, observando a su colega hacer una mueca. Acto seguido, centró su atención en el informe para leerlo—. Un momento, ¿por qué no puedes determinar que fue Virav quien ayudó a sanar el Ha inestable de los soldados que fueron dados de alta? —riñó, fijándose en su mayor—. Necesito datos más específicos, Dhav.

»No puedo apoyarme en estas bases, no son consistentes.

El oficial Adlas expelió un vaho de aliento.

—Hice lo que pude —recalcó—, pero el proceso de sanación del Ha es complejo y no siempre se puede rastrear con exactitud. Los testimonios de los soldados fueron vagos, en ese sentido —explicó, frunciendo el ceño—. Sin embargo, algo notable ocurrió cuando Virav interactuaba con ellos. Aroha Arshad, Kurenka Kieran y Alraksh Narak estaban cerca de él en esos resquicios, los soldados afirmaron que se sentían mejor cuando Virav los tomaba por los brazos o las piernas para transportarlos.

»Mencionaron que su Ha parecía restablecerse o estabilizarse a través de su contacto.

»Tal vez, así como existe una afinidad mágica por los elementos naturales u otros aspectos, también pueda existir un tipo de afinidad por la sanación natural —sugirió con un deje de cautela, adivinando los pensamientos reticentes del hombre pecoso—. Si eso fuera cierto, explicaría por qué Virav tiene esa afinidad especial y cómo pudo ayudar a sanar el Ha inestable de los soldados.

—¿Crees que eso sea motivo suficiente para que una organización criminal lo secuestrara cuando era un niño? —cuestionó Drishti, enarcando una ceja.

—¡Con ellos todo es impredecible! —respondió Dhaval al instante, casi exaltado—. No podría negarlo por completo; no obstante, tampoco afirmarlo. Aun así, debemos considerar todas las posibilidades.

—¿De verdad esa es tu única hipótesis? —El Jefe lo miró con ojos inquisitivos.

Adlas se tomó un momento para recoger sus pensamientos.

—¿Tienes un mejor argumento? —indagó—. Sea lo que sea, tendremos que demostrarlo en un juicio ante los miembros del Consejo Supremo, pero sí... realmente creo que Virav tiene algo más que especial en su Ha. No es genético.

Drishti arqueó las cejas en un gesto de asombro y sus labios se entreabrieron ligeramente mientras procesaba las palabras de su amigo. Su mirada se clavó en él y sus dedos tamborilearon en sus brazos.

—¿Por qué no? —cuestionó, ladeando la cabeza.

—Porque no es posible, Drish —aseguró Dhaval con convicción—. Sería improbable que naciera un Tsarki entre un millón, después de decenas de generaciones, con una afinidad. Más cuando no existieron casos similares en la antigüedad. Existe una posibilidad mucho más viable.

—Oh, no. De todo lo que podrías sugerir, esa es la menos posible, Dhav. —Drishti negó con efusividad—. Hay que considerar todas las opciones antes de saltar a conclusiones precipitadas.

—¿Precipitadas? —Bufó—. Quizá existe una afinidad que se relacione a el Elixir de Vida. No lo descartes tan pronto.

—Nadie nunca ha visto el Elixir de Vida, ni siquiera en la época de Oria, ¿cómo podríamos confiar en que de verdad existe? —inquirió el Jefe, soltando una forzada risa—. O peor aún, afirmar que es una persona.

—¿Acaso no eres un historiador? —provocó, burlesco y con una mirada desafiante—. Como investigador, nuestra tarea es explorar los misterios y desafiar lo establecido. ¿No deberíamos buscar respuestas incluso en los rincones más oscuros de la historia?

El dilema entre lo que consideraba demostrable y las posibilidades que ofrecía el mito comenzaba a plantarse en el entendimiento de Dirshti.

—Dame algo más contundente, Dhav.

—El Ha es una torre de misterios no resueltos. Deberías saberlo mejor que yo, tienes una vida en esto, yo lo abandoné hace mucho. De todos modos, ya te dije lo que sé y lo que imagino —indicó el oficial sin mayor esfuerzo—. Es tu decisión si tomas o no mis palabras. Reitero: no lo descartes con tanta facilidad.

Drishti divisó a su viejo amigo marcharse.

Sin el apoyo adecuado, no tenía más opciones que seguir manteniendo una investigación con la poca información que fuera llegando o recopilando por distintos medios. Sin embargo, la semilla del mito del Elixir de Vida fue plantada en su mente, ahora tenía que decidir si seguía investigando ese camino o lo dejaba de lado por completo.

Chasqueó la lengua.

«¿Cómo podría una persona ser el Elixir de Vida? ¿Es eso posible? Si se llama "Elixir" es por algo, ¿no?», reflexionó.

Se levantó y caminó de un lado a otro.

Miró la pared cubierta con una manta que contenía las pistas e indicios recopilados hasta el momento. La apartó para escrutar los recortes de los informes entregados, cada retrato borroso y cada anotación en busca de respuestas, pero las piezas del rompecabezas parecían dispersas y confusas.

Exhaló y desvió la mirada hacia el informe que Dhaval le había entregado.

Drishti lo agarró.

La curiosidad lo embargaba, deseaba encontrar más información sobre el Elixir de Vida con desesperación. Pero la realidad era desalentadora: la información era escasa y extremadamente clasificada, incluso más que los sellos prohibidos.

Nadie hablaba de ello más allá de las antiguas leyendas de Oge o de los cánticos que fueron escritos en su honor.

Un suave golpeteo encima de la superficie de madera lo sacó de su ensimismamiento. Se giró en dirección hacia la entrada y distinguió a Nyree sonriéndole con calidez.

—Espero no estés muy ocupado —dijo ella, trancando la puerta a su espalda con total parsimonia—. Requiero de tu tiempo.

—Al contrario, parece que dentro de poco tendré mucho tiempo libre para derrochar —bromeó y extendió una mano hacia un sofá frente a él—. Dime, ¿qué te trae por acá? Es raro no verte con la Emperatriz Cedyr.

—Confidencial. —Hizo una mueca y golpeó el suelo de madera un par de veces con su cetro hasta que un sello especial los envolvió—. Verás, conseguimos un informante dentro del Árbol de la Oscuridad, así que poseemos acceso a cierta información clasificada.

Los ojos de Drishti se abrieron con sorpresa y un pequeño destello de ilusión centelló en ellos.

—¡¿De verdad?! —exclamó, entusiasmado—. ¡¿Quién?!

Nyree le dio una severa mirada, mas estalló en risas y negó con ligereza.

—Drish, no puedo revelarte su identidad —confirmó en un tenue susurro—. Orden directa de su Majestad y parte de un acuerdo extraoficial de confidencialidad. Es menester proteger su integridad.

—Entiendo, Ny. Entonces, ¿qué tipo de información tenemos ahora? ¿Podría ayudar en la investigación de tu hijo? —preguntó, manteniendo la emoción bajo control y cruzando los brazos.

La mujer se sentó junto a él.

—Nuestro informante nos mencionó un detalle en particular que nos tiene intrigadas y queríamos saber si existen antecedentes al respecto. —La Guardián le extendió una misiva al menor, sin apuro—. Se relaciona con un poder extraño y único. Tememos que nuestro miedo, de aquella época, se hizo realidad.

Drishti se enderezó, tomó la carta y la leyó. Su respiración se agitó en demasía.

—¿Un poder capaz de controlar el Ha ajeno? ¿Tu informante está seguro de esto...? —Su semblante se ensombreció un poco. Cuando Nyree asintió con firmeza, pronunció—: Incluso la Leier Shandar tiene una hipótesis.

—Esto podría desestabilizar por completo el equilibrio y la armonía que hemos mantenido durante tanto tiempo —explicó ella, con su voz llena de inquietud—. Si es cierto, debemos investigar más a fondo y encontrar una manera de contrarrestarlo. No creo que los dos tengan razones para mentir, Drish.

Drishti mordisqueó su labio inferior.

—¿Tienes pruebas que me puedas presentar?

—Sólo su palabra, por eso estoy aquí... sola —destacó mirando a los alrededores con disimulo. Se fijó en el menor de regreso—. No te lo pediría si no fuera importante.

—La Leier Shandar me pidió que investigara a Hans. Ella asegura de que él podría estar detrás de todo esto —reveló, apacible—. Pero no es algo que te pueda confirmar al cien por ciento. Aún necesitaremos buscar en los archivos más antiguos, investigar los registros de las Grandes Naciones y rastrear cualquier pista que nos lleve a comprender mejor lo que esto significa.

—Bien, mantengámoslo entre nosotros. Cuantas menos personas estén al tanto de nuestros pasos, menor será el riesgo de que seamos traicionados —advirtió la mujer, levantándose de su sitio y alisando su indumentaria—. Nos mantendremos en contacto, Drish.

Él observó cómo su vieja amiga se retiraba en silencio, deshaciendo el sello con un elegante gesto.

Presionó los párpados y dejó escapar una suave exhalación.

Durante diversos ciclos lunares, había dedicado mucho tiempo y esfuerzo a investigaciones que trascendían las limitaciones del Consejo. Pero a pesar de su persistencia, algunos de ellos se encontraban en una pausa indefinida, sin avances significativos en la búsqueda de respuestas.

Región Vikeesh, tierras de Kihoi.

Cada vez que Virav obstruía su visión, una sensación de dominación y desolación lo invadía.

Al abrirlos, un paisaje devastado se extendía ante él: ruinas y escombros se revelaban como prueba de lo que fue una ciudad próspera en épocas remotas. Los árboles, despojados de vida, se marchitaban hasta convertirse en polvo. El gélido aire, que transportaba partículas de cenizas, se aferraba a sus pulmones en un abrazo indiferente. Los verdes campos florales se tornaban en kilómetros de dunas de fina arena rojiza.

Sin importar en el rincón que mirara, la tristeza se apoderaba de su interior.

«¿Cómo llegué a este punto?», se cuestionó.

Sutiles lágrimas se deslizaron por sus mejillas, un nudo se formó en su garganta.

En medio de la añoranza, decenas de siluetas de proporciones colosales— se diferenciaron. Eran seres imponentes, cuyas figuras desafiaban a las montañas más altas de las tierras que conocía. Aunque también percibió contornos más familiares, de tamaño humano, que se aproximaban en su dirección. Por supuesto, no podía negar que, a la vez, eran extraños

Movió los labios y, articulando vocablos que no traspasaron a sus oídos, extendió las manos en dirección a estos.

En un parpadeo, todo se desvaneció.

Virav se convirtió en testigo del dolor y el terror que emanaban de los cadáveres que yacían en el suelo árido. Aunque lo que más perturbaba su ser era la extraña satisfacción que lo embargaba. Parecía ser un espectador de su propia vileza; una marioneta manipulada por una esencia que lo subyugaba. Era como una presencia ajena ocupara su ser, controlándolo.

Conforme vislumbraba el entorno, una sensación de repulsión se apoderó de él.

Examinó con deleite las escenas de consternación que él mismo provocó: el fuego devorando todo a su paso, la sangre tiñendo el suelo. En sus oídos, las almas de ellos clamaban por compasión, mas él permanecía impasible.

Acto seguido, su propia voz se quebró en un llanto desesperado.

Virav anhelaba despertar de esa pesadilla que lo consumía. Deseaba liberarse del control que el sueño tenía sobre él. ¿Qué hizo para merecer ese castigo? ¿Qué secreto lóbrego se ocultaba tras esa realidad distorsionada?

¿Su mundo continuaba sufriendo?

¿No pudo salvarlos al marcharse?

Sin signos de consuelo, fue transportado a un reino desolado, donde regía la ausencia de luz y el silencio absoluto. Allí, sólo lograba escuchar el latido de su corazón, retumbando en la opacidad y los susurros inquietantes de sus propias reflexiones. Si bien buscó algún indicio de que no estaba solo, no lo halló.

«¿Acaso estoy condenado a revivir una y otra vez este infierno hasta el fin de mi existencia?», intentó ahondar en su corazón.

Se dejó caer de rodillas en el vacío infinito que lo ceñía. Se sentía atrapado en un círculo vicioso de odio y dolor, enredado en el abrazo férreo del rencor y la desesperación. Cada segundo que transcurría parecía hundirlo aún más en la oscuridad. Era una carga insoportable, una injusticia que lo golpeaba con crueldad. No importaba cuánto ansiara despertar, se hallaba sumergido en una sucesión constante de infortunios, enigmas y torturas que se entrelazaban con la realidad.

Pero ¿era real o un espejismo de su psique atormentada?

A pesar de que tal interrogante rondaba por su cabeza, los recuerdos de los sueños se esfumaban en un parpadeo, dejando fragmentos confusos en la cabeza de Pouri, los que se combinaban con la sensación desoladora de vacío que experimentaba.

No era capaz de retener aquellas imágenes.

Era como tratar de agarrar agua con las manos, siempre escurriéndose entre los dedos. De esa forma, vivía sus días en un constante vaivén entre el olvido y los anhelos de un pasado remoto. Como si faltara algo esencial para sentirse completo, como si hubiera un hueco en su ser que necesitaba ser llenado.

Instalaciones subterráneas de la organización.

Zaothir jamás había podido tocar a su padre en ninguno de sus entrenamientos, ni siquiera cuando se le otorgaba una descarada ventaja.

Era inútil.

Esa jornada, no fue una excepción.

Él era persistente, estaba dispuesto a levantarse y seguir luchando, aun cuando parecía que no tenía más energía. Empero, la tarea resultaba complicada. Su respiración estaba agitada, sus músculos punzaban y su corazón palpitaba a una velocidad impresionante. A pesar de sus esfuerzos, no conseguía recomponerse.

Su padre lo observaba con una mirada impasible.

No había rastro de desdén ni decepción, pero tampoco de orgullo o compasión. Sentía que debía descansar... Lo necesitaba; su cuerpo lo exigía a gritos. Los brazos de Zaothir flaquearon y terminó cayendo a los pies de Pouri.

—Arriba —ordenó con voz serena que contrarrestaba su semblante preocupado.

Zaothir jadeó por el dolor que recorría cada fibra de su ser. Acto seguido, le dio una ojeada a su padre. Sintió un nudo en la garganta, mas logró hablar:

—Necesito... descansar. —Fue casi una súplica.

—Eres capaz de hacer más que esto; arriba —exigió otra vez.

Zaothir prensó las manos. Cerró los ojos y se obligó a obedecer. No obstante, por más que se esforzaba, no lograba controlar su cuerpo. Sus brazos se colocaban rígidos y temblaban sin parar, provocando ligeros estallidos de dolor en sus músculos. Su cuerpo se rehusaba a continuar. Pues, cuando conseguía erguirse unos centímetros, sus articulaciones cedían y chocaba contra el suelo estrepitosamente.

Pouri apartó la visión. Sin pronunciar una palabra, se levantó para abandonar la estancia.

El corazón de Zaothir dio un vuelco de dolor en su pecho y sus perlas se cristalizaron. Él deseaba salvar a Rosur y a Khrizira, que no tuviera que sufrir las consecuencias que la organización quería provocar en las tierras del mundo. Pero estaba en su límite.

Las lágrimas brotaron y resbalaron por sus mejillas.

En esos últimos meses, Pouri le exigía más allá de lo que era capaz de rendir. Hasta ese punto, tenía cerca de tres jornadas entrenando sin descansar como era apropiado. No había ingerido alimentos o bebido líquidos durante varias etapas, ni siquiera durmió horas continuas. Sus entrenamientos nunca fueron tan constantes, antes podía descansar y alimentarse, ¿qué fue lo que cambió?

«¿Por qué ahora es diferente?»

"En una guerra nada de eso importa. Peleas por tus ideales, para vivir sin tomar tiempo para descansar. No seas iluso", las palabras que Tahi se manifestaron en su mente.

Tras el paso de una etapa, logró enderezarse.

Lo primero que hizo fue comer todo lo que su estómago soportara, seguido de un largo y caliente baño de burbujeo. Al finalizar, decidió marcharse a pasar tiempo con Khrizira.

—Zaothir —llamó Tahi, topándose con el aludido en los pasillos angostos, provocando que se detuviera—. El señor Pouri quiere verte. Te está esperando.

—¿Ha dicho la razón?

La raíz negó con vehemencia.

—Aunque supongo que es momento de hacerte el sello potenciador —comentó con cierto desinterés—. Me ha comentado respecto al fracaso de tu práctica de hoy. Ya es hora de que progreses, niño.

Zaothir no replicó y se retiró de la presencia de Tahi.

Entendía que el hombre que lo cuidó fuera tan perfeccionista y con altas exigencias.

Al detenerse frente a la puerta ornamentada, apartó sus meditaciones. Golpeó la superficie un par de veces hasta que oyó la voz de su padre del otro lado e ingresó.

Pouri se localizaba de espaldas, trazando diversos sellos en hojas de papel.

—¿Querías hablar conmigo? —indagó, acercándose sin prisa.

El mayor le proporcionó una rápida mirada por encima de su hombro. Dejando de lado su quehacer, se viró hacia él por completo. Extendió una mano hacia el sillón que él mismo solía ocupar; Zaothir se sentó de inmediato.

—¿Recuerdas lo que sucedió durante el adiestramiento?

Zaothir negó con firmeza.

Pouri, que no era ajeno a la condición de su hijo, soltó un débil suspiro y se acercó a él.

—¿Te sientes agotado aún? —inquirió con voz suave.

Zaothir analizó las facciones ajenas por breves segundos. Le resultaba evidente la inquietud en el semblante ajeno.

—No.

—Bien, a partir del próximo octonario entrenarás únicamente con Tahi —informó y, posteriormente, ordenó—: Quítate la camisa y acuéstate en la mesa.

El corazón del joven Kane latió con premura.

Sentía que sus oídos lo acaban de traicionar, mas sabía que no era así. Escuchó bien. Lo que significaba que su padre le haría un sello potenciador. Pasó saliva por su garganta y, sin más preámbulos, cumplió. Cuando su espalda tocó la fría superficie de madera, se estremeció por completo.

Entretanto, Pouri extendió su mano en su estómago y expulsó un poco de su Ha.

Con eso, comenzó a hacer un sello, más no era potenciador, sino de protección. A su vez, alivió el dolor en Zaothir para que fuera capaz de resistirlo durante el tiempo que el proceso demoró.

Al concluir, lo ayudó a incorporarse.

—¿Ros también lo tendrá? —preguntó Zaothir con un delgado hilo de voz.

Mmm... —Fue la única respuesta que consiguió.

¡Muchas gracias por su apoyo y por leer!

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