|Una memoria perdida|

By AlexisN11

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«En un mundo donde la magia se entrelaza con las emociones, dos almas rotas luchan por desentrañar el enigma... More

|Nota de autor|
|Apéndice|
|Sinopsis|
|Epígrafe|
|Arte ilustrativo I|
|Introducción: Eco de dolor|
|Capítulo 1: ¿Sueños?|
|Capítulo 2: Retorno a Kihoi|
|Capítulo 3: «Organización»|
|Capítulo 4: Tragedias|
|Capítulo 5: Anhelos del alma|
|Capítulo 6: Reminiscencia|
|Capítulo 7: Despedida|
|Capítulo 8: Torneo Anual de Kaha|
|Capítulo 9: Charla de Bienvenida|
|Capítulo 10: Confianza|
|Capítulo 11: Conformación de grupos|
|Capítulo 12: Aprendizaje|
|Capítulo 13: Entre determinaciones|
|Capítulo 14: Revelaciones, parte I|
|Capítulo 15: El Leier de Kaha|
|Capítulo 16: Conexión inefable|
|Capítulo 17: Campeón de Kaha|
|Capítulo 19: Examen de Admisión, parte II|
|Capítulo 20: Soluciones desesperadas|
|Capítulo 21: Vínculos|
|Capítulo 22: Afinidades|
|Capítulo 23: Investigación|
|Capítulo 24: Ataque a Kaha|
|Capítulo 25: Leier de Wai|
|Capítulo 26: Ceremonias: Propuesta y Unión|
|Capítulo 27: Destitución, parte I|
|Capítulo 28: Destitución, parte II|
|Capítulo 29: Revelaciones, parte II|
|Capítulo 30: Propuesta|
|Capítulo 31: Leier|
|Capítulo 32: El príncipe heredero de Naldae|
|Capítulo 33: Sospechas|
|Capítulo 34: A través del tiempo|
|Capítulo 35: Caos y desesperación, parte I|
|Capítulo 36: Caos y desesperación, parte II|
|Capítulo 37: Mutuo acuerdo|
|Capítulo 38: Nuevo mundo, parte I|
|Capítulo 39: Nuevo mundo, parte II|
|Capítulo 40: Kihen|
|Capítulo 41: Resistencia de Sarxas|
|Capítulo 42: ¿Esperanza?|

|Capítulo 18: Examen de Admisión, parte I|

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By AlexisN11

¿Por qué? Intento entenderlos, pero cada vez que indago a fondo, me encuentro con más preguntas que respuestas.

Región Vikeesh, tierras de Kihoi.

Una multitud de novicios se congregaba en las cercanías del destino primordial, esperando ansiosos por el inicio del Examen. Los ojos cian del joven Tsarki se iluminaron al divisar a los numerosos aprendices contemporáneos, cada uno ataviado con las ropas distintivas de sus respectivas tierras. En la distancia, reconoció a Aroha, destacándose entre la multitud a pesar de su baja estatura y cuerpo delgado.

Fue gracias al Ha que ella irradiaba que consiguió localizarla. Las comisuras de sus labios de se elevaron.

—Nos vemos luego, zerath —dijo en despedida hacia Arjhan.

Este le sonrió en respuesta.

Virav caminó entre la aglomeración de personas, con el corazón latiéndole a un ritmo desenfrenado

—¡Ki ora, Ari! —saludó, entusiasmado.

Los ojos cerúleos de la joven Arshad irradiaron un fulgor especial al toparse con Virav y sus mejillas se tiñeron de un tenue escarlata. Todo a los alrededores de ambos se desvaneció; sólo existían ellos. Para él, ese momento era un cuadro que pretendía grabar en su memoria. Era similar a la ocasión en la que se encontró frente a frente con la hermosa pecosa en Maa, aunque su corazón le susurraba que esa no fue la primera vez. A fin de cuentas, las cálidas emociones se acrecentaban con cada latido de su corazón.

Aroha rompió el silencio con su melódica voz:

Ki ora, Vir.

Un cosquilleo de emoción recorrió el estómago del antedicho. Sin expresar una palabra, se aproximó a ella. Realizaron el hongi: el saludo maorí, íntimo y tradicional. Respiraron hondo al unísono, compartiendo el mismo aire mientras acoplaban sus frentes en un gesto íntimo. Fue un momento en el que el tiempo pareció detenerse y el mundo se redujo a su vínculo hasta que se separaron.

Acto seguido, emprendieron camino hacia el Campo Secundario.

Con el transcurso de los minutos, el sol comenzó a despuntarse en el horizonte.

Con paso tranquilo, Virav buscó a sus compañeros.

Estaba seguro de que Alraksh ya estaría esperando entre los primeros puestos para guardarles un sitio. Era típico de él ser puntual. Hasta que, de repente, una voz familiar resonó a sus espaldas, llamándolo por su nombre. No tardó en reconocerlo: Era Nath Sakti.

Virav se detuvo y giró para devolver el saludo, sintiendo una oleada de alegría al verlo. Levantó la mano con ánimo y, acto seguido, realizó una respetuosa reverencia.

—¡Leier Sakti, ki ora! —exclamó con júbilo—. Es un placer volver a verlo.

Nath dio un ligero trote para terminar de allegarse.

Ki ora, Virav —dijo con un amplio gesto de alegría—. Qué nuestros ancestros te guíen en esta ocasión tan especial. Debo confesar que me impresionó cuando leí tu nombre en la lista de los participantes. Esperaba que fueras un soldado recién ascendido cuando me ganaste en el Torneo Anual.

Āmihe. —El más joven soltó una suave carcajada—. Disculpe mi intromisión, pero, ¿qué hace usted aquí? ¿No debería estar en sus propios dominios?

—Por favor, no me hables de usted. Te llevo un par de lunas por delante —pidió con amabilidad, echándose a reír. Luego, se cruzó de brazos—. Los campos de mi Nación están en remodelación y no hay un espacio disponible para realizar un examen de tal magnitud, aún. El Consejo Supremo permitió que se pudiera hacer acá en Kihoi en colaboración con ustedes.

»De todas formas, nuestros postulantes son escasos.

En lo que caminaban juntos hacia el grupo con el que Virav se había quedado, continuaron su conversación en un tono relajado. Aunque el joven jerarca se tuvo que marchar antes de que se unieran a Alraksh y Kurenka.

Por otra parte, Khrizira se mantuvo atenta a la conversación de Nath y Virav, esperando descubrir algún indicio o detalle que resultara relevante para notificar a su superior. Sin embargo, hasta el momento, no había descubierto nada fuera de lo común. Su viejo amigo parecía otro Aisur interesado en su formación, sin signos concretos que la llevaran a asimilar por qué le habían encomendado vigilarlo.

—¿Puedo hacerte compañía, Irog?

—Adelante —contestó la joven Cedyr sin girarse.

Cuando Zaothir se posicionó a su lado, rozando las delicadas pieles de sus manos, fue que ella sintió cómo el ardor teñía su rostro con tenacidad. La paz que los envolvió, pese al bullicio de sus derredores, resultaba tan encantadora como era habitual. Si bien ambos contemplaban las escenas que se desarrollaban frente a sus narices, sus mentes se encontraban en un mundo de ensueño en el que podrían tomarse de las manos con libertad y no sentirse culpables.

Aun así, y contra todo pronóstico, Zaothir rompió el hechizo.

—¿Descubriste algo?

Khrizira miró a su mayor con una mueca. Aunque todos se encontraban sumergidos en sus propios asuntos, no deseaban llamar la atención más de lo normal. Así que se limitó a negar tras cruzar los brazos alrededor de su pecho.

—¿Crees que estaría aquí si fuera así? —soltó, tras emitir un bufido—. Todos están obsesionados con el Examen de Admisión, como si fuera lo más emocionante de la Existencia.

Zaothir rio, pero se recompuso con rapidez y tosió un poco para disimular.

—¿No consideras que lo sea? —inquirió él, con un toque juguetón—. Siempre hablas de la importancia de las tradiciones. ¿En qué se diferencia este evento del resto?

—Por los ancestros, no es lo mismo. —Ella negó con vehemencia y murmuró—: Existen cosas más relevantes en la vida que enlistarse en la guerra, ¿sabes?

—¿Incluso cuando sabemos que una guerra podría estallar? —Zaothir la vislumbró con fijeza.

La joven Cedyr separó sus labios, pero permaneció muda. Sabía que había verdad en las palabras de su amigo, pero también sentía la urgencia de recordarle que la vida era mucho más que el conflicto y la lucha.

Durante ese momento, el ruido del lugar pareció desvanecerse.

En ocasiones, su mente no dejaba de dar vueltas al asunto, como si estuviera atrapada en un remolino de emociones indescifrables. Sin embargo, tenía plena conciencia de que no podía permitirse traicionar a nadie. Sabía que mentir no era una opción viable, en especial porque el Guerrero Oscuro tenía la capacidad de descubrir cualquier engaño en un instante; sin mencionar a Tahi.

Así que, suspirando con resignación, decidió apartar esos pensamientos. Les restó importancia al moviendo la mano frente a su compañero en un gesto desestimador.

Con el transcurso de los minutos, el sol comenzó a despuntarse en el horizonte, iluminando el ambiente con sus primeros rayos.

Arjhan Tsarki hizo aparición en la compuerta de madera labrada que conducía al Campo Principal. Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro al admirar que las filas de jóvenes aprendices se extendían mucho más allá de lo esperado. Con facilidad y elegancia, giró sobre los talones para deslizar la compuerta, que produjo un chirrido agudo que silenció a todos.

¡Por fin se daría inicio al Examen de Admisión!

¡Haremai! —exclamó con potente voz el jefe de instructores, extendiendo sus brazos hacia cada costado en un gesto de bienvenida—. Ingresarán en silencio. Los asientos han sido asignados por orden alfabético. Por favor, rastreen la inicial de sus respectivas castas y ubíquense según las áreas de estudio que optaron.

Con esas palabras, los aprendices fueron entrando.

Dentro del Campo, se desplegaba un escenario impresionante. Innumerables mesas y sillas estaban dispuestas en filas y columnas, creando un ordenado laberíntico de asientos. Las paredes del área estaban adornadas con luminarias mágicas, que desprendían un cálido fulgor, y algunas guindas especiales atraían la atención debido a que estaban talladas con grabados minuciosos.

Una vez en sus asientos, la presencia de los jueces superiores y los jefes de la región, que ingresaban, llamó la atención. Además, el ilustre Leier Nath Sakti también se hallaba entre ellos. Aunque Noen y Mansik hicieron su entrada tardía; se dirigieron a tomar asiento en las gradas elevadas del lugar. Vestidos con sus ropas distintivas, observaban con orgullo a tantos jóvenes talentosos reunidos allí.

—¡Atención! —vociferó Arjhan, caminando de un lado a otro—. Una vez que suene la última campanada, cuando el sol esté en lo más alto del cielo, deberán entregar el examen. Cada prueba ha sido personalizada, por lo que no hay posibilidad de copiar a quienes están a su alrededor. Eviten una suspensión innecesaria.

»Tampoco se les permite hablar. No podrán utilizar los servicios higiénicos ni ingerir alimentos hasta que hayan concluido —prosiguió, atisbando cómo muchos fruncían el ceño y se agarraban las cabezas en comprensible incomodidad. Exclamó—: ¡¿Entendido?!

—¡Sí, señor! —Un coro unificado de voces resonó en respuesta.

También les aclaró que contaban con un lapso de diez etapas ininterrumpidas para completar el examen. Si fallaban por cualquier motivo, tendrían que esperar hasta el próximo mes de Pratham, del siguiente ciclo lunar, para contar con otra oportunidad.

Arjhan hizo una seña y un grupo de soldados.

Con gracia y coordinación, entregaron sus cuerpos al compás de una antigua melodía, mientras entonaban el cántico de las leyendas que resonaban en lo más profundo de la historia. La apertura del evento se llevó a cabo con puntualidad, tanto hombres como mujeres de diversos clanes se unieron en una danza majestuosa frente a la multitud expectante.

Vestían taparrabos largos hasta la rodilla en la parte delantera y trasera, con aberturas a los lados.

Las mujeres también llevaban vendas alrededor del busto, mientras que los hombres mostraban sus torsos descubiertos. En sus rostros, brazos y partes del estómago y la espalda, lucían líneas negras dibujadas: moko.

Comenzaron golpeándose con suavidad el pecho con las piernas separadas, buscando mantener el equilibrio y desarrollar resistencia. Luego, alzaron sus manos con movimientos enérgicos hacia el cielo, para después regresar y darse el pecho una vez más. Se inclinaron hacia delante, palmearon sus rodillas y magullaron el suelo con los pies en un ritmo coordinado y brioso.

Una vez que la vibrante coreografía llegó a su fin, la euforia se desató en una ola de aplausos entusiastas.

En ese preciso instante, Suna Neliet, el jefe de los soldados; Sieher Tsarki, un soldado en turno, y el juez Rixhar Dare avanzaron hacia los aprendices, portando las hojas en sus manos. Una vez entregadas, regresaron a sus lugares junto a los demás líderes y jerarcas.

Las primeras preguntas eran de nivel básico, abordando definiciones de tácticas de combate desarmado que incluso un no ascendido podría responder sin problema, así como preguntas relacionadas con habilidades comunes. También se les presentaban situaciones desafiantes en las que debían idear estrategias militares específicas, diseñadas por el creador del examen.

A pesar del silencio sepulcral que reinaba, propiciaba una concentración profunda.

Desde la cima de las gradas, los Aisures de alto rango observaban con cautela a los aprendices. Acompañados por un par de soldados, los Leiers y los jueces superiores mantenían una mirada vigilante sobre los jóvenes.

Arjhan se movía de un lado a otro entre las columnas de jóvenes, atisbándolos en silencio.

Entre todos los participantes, Alraksh Narak destacaba. No detenía su escritura, respondiendo cada pregunta sin saltarse ninguna.

El tiempo parecía avanzar con una lentitud incomprensible. Mientras los minutos se estiraban de manera interminable, muchos de los aprendices sentían que aquel examen nunca llegaría a su fin.

Cada media etapa, un jefe de Vikeesh recorría el campo.

Finalizadas las primeras seis etapas, Alraksh dio vuelta a todas las hojas de su examen y se levantó con moderación de su sitio. Intentó aliviar la tensión acumulada en su cuerpo y liberar la presión en sus músculos antes de avanzar a la salida. Examinó los alrededores, percatándose de que muchos de sus contemporáneos —y sus compañeros de formación— seguían inmersos en las respuestas que iban anotando.

La sorpresa se reflejó en los rostros de los superiores al ver al joven Narak convertirse en el primero en entregar.

Con fisgoneo, el juez Mikaere solicitó al Leier de Kihoi que le entregara el examen del aprendiz en cuestión. Noen se levantó de su asiento y tomó las hojas que su hermano Arjhan le pasó.

Con el avance de las etapas, la calma inicial comenzaba a desvanecerse. Las primeras tres horas habían transcurrido de manera tranquila, pero conforme se acercaban a la mitad del tiempo asignado, los nervios y la ansiedad empezaban a apoderarse de muchos aprendices. La incertidumbre de no saber qué responder o cómo abordar las preguntas se reflejaba en sus rostros y en la inquietud de sus movimientos. A pesar del cansancio y el dolor en las manos, muchos continuaban escribiendo sin descanso.

El hambre, el estrés y la tensión en el ambiente se tornaban cada vez más evidentes.

Una vez que las diez etapas reglamentarias concluyeron, el grito de Arjhan resonó en los alrededores, provocando que los novicios alzaran las manos y dejaran caer los lápices al suelo. Cada análisis fue entregado a Suna Neliet, el jefe de soldados, a medida que los aprendices abandonaban el lugar. Este, a su vez, los entregaba a sus superiores para la evaluación final.

Los novicios se agruparon en las espaciosas afueras del Campo Principal. Los cuchicheos y murmullos se extendieron entre ellos mientras compartían sus expectativas y especulaciones.

—¡Has terminado antes que nadie, Narak! —exclamó Kurenka con una radiante sonrisa, llamando la atención de casi todos a su alrededor—. Ka nui te mihi.

Alraksh sostuvo a Kurenka por los hombros y, con total seriedad, condujo una mano a la frente ajena.

—¿Estás enfermo? —preguntó, fingiendo sorpresa—. ¿Acasos los ancestros han permitido tal milagro en un día tan especial para que sea aún más inolvidable?

—Muy gracioso. ¿Acaso no puedo dar bendiciones a mis compañeros por sus logros sin que sospeches de mi salud? —Kurenka resopló y se cruzó de brazos, aunque la mueca en sus labios revelaba su diversión.

Virav rio.

No culpaba a Alraksh, era inusual que Kurenka dijera tales palabras.

Las breves discusiones de los aprendices se prolongaron durante un par de minutos. De repente, el sonido resonante de las grandes compuertas abriéndose atrajo la atención de los jóvenes novicios.

Arjhan Tsarki se paró en el umbral.

—Retornen a sus respectivos lugares, por favor —indicó con seriedad—. En breve daremos los resultados.

Ellos obedecieron sin rechistar.

Una vez que los participantes se encontraban listos, los jerarcas de Kihoi y Kaha estuvieron de pie junto a los jueces superiores a cargo; Arjhan pronunció cien nombres de estos jóvenes prospectos. A los que se les dijo que fueron rechazados y debían intentarlo en la siguiente fase lunar con una mejor preparación. Siendo que era la primera vez, en ciclos, que los que no aprobaban eran escasos.

Normalmente, más de la mitad eran rechazados por ser el primer intento de ascenso.

Luego, Arjhan pronunció los nombres de aquellos que habían sido aceptados como soldados en el rango de novatos. Entre ellos, se encontraba Khrizira. Sus manos temblaban con ligereza, pero una sonrisa radiante se formó en su rostro.

—El color oliva en la franja de sus uniformes oficiales simbolizará su rango —dijo Arjhan—. Es un honor y un reconocimiento a su dedicación y habilidades. Ka nui te mihi.

El grupo estalló en aplausos y vítores que resonaron por todo el campo.

—Sus labores serán dictaminadas por el jefe Suna Neliet. Pueden retirarse y solicitar sus respectivos uniformes con él también —dijo calmado y luego, cuando los ascendidos abandonaron por completo el lugar, volvió su atención hacia el resto de los presentes y esbozó una gran sonrisa—. En cuanto a ustedes: ¡Gracias a nuestros ancestros, han sido ascendidos a soldados en el rango de élite! El color índigo será la representación de la franja en sus uniformes oficiales.

»Ahora, escuchemos lo que nuestros superiores tienen para decir.

El Leier Noen se levantó de su asiento.

Con una sonrisa en sus labios, inició su parlamento:

—No es un secreto que, una vez que aprueben el examen, deberán estar al frente de la línea de contención enemiga en una unidad de sus respectivas tierras —dijo, mirándolos con seriedad—. Como soldados, existen tres rangos en los cuales pueden ser aceptados o ascendidos: los novatos se encargan de las guardias en las zonas de seguridad de sus tierras, como las entradas principales y los edificios gubernamentales.

»Los soldados de élite, como ustedes, tienen la importante responsabilidad de vigilar las zonas limítrofes de sus tierras nativas, así como llevar a cabo misiones en dominios que forman parte de su alianza. Por otro lado, los veteranos son enviados a otras tierras y deben ser expertos en diversas áreas, como Caracterización y Espionaje, Meteorología y sellos tradicionales, según la región que se les asigne.

»Por lo tanto, al ascender al rango de élite, serán asignados a las unidades correspondientes de sus respectivas tierras, según las indicaciones del jefe de soldados —continuó Noen, con una serenidad inspiradora—. ¿Hay algo que desees añadir, Leier Sakti?

—No —manifestó el aludido con seguridad.

—Entonces, eso es todo por el momento. Prepárense para ser trasladados a las unidades requeridas —dijo Noen, enfatizando la importancia de la preparación—. Los uniformes les serán entregados en la entrada principal de Vikeesh. Antes que el sol se oculte, deberán haber llegado a las zonas asignadas. ¿Alguna pregunta o duda antes de partir?

Nadie se pronunció.

Noen los despidió con un dulce gesto y palabras de aliento, reconociendo el arduo trabajo y la dedicación que habían demostrado durante esas largas etapas. Les recordó la importancia de su nueva posición como soldados y los animó a dar lo mejor de sí mismos en cada misión que se les encomendara.

—Por favor, joven Zaothir Kane, preséntese con los jueces superiores —pronunció Arjhan.

Con cierto temor, tras ver al resto de los jóvenes marcharse, el referido se aproximó con los antedichos. Estos se encontraban discutiendo sobre su evaluación. Sin embargo, silenciaron al verlo.

Las miradas recelosas de esos hombres provocaron que el joven se estremeciera.

«¿Qué hice mal?»

—La asignación de tu rango quedará pendiente, tenemos que someterlo a un concilio —reveló el juez Raksh con un tono distante.

Mmm... ¿puedo saber el motivo? —preguntó, inquieto.

—Tus respuestas no están mal, pero son inusuales —respondió el Jefe Drishti, receloso.

¡Muchas gracias por apoyar y leer!

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