|Una memoria perdida|

By AlexisN11

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«En un mundo donde la magia se entrelaza con las emociones, dos almas rotas luchan por desentrañar el enigma... More

|Nota de autor|
|Apéndice|
|Sinopsis|
|Epígrafe|
|Arte ilustrativo I|
|Introducción: Eco de dolor|
|Capítulo 1: ¿Sueños?|
|Capítulo 2: Retorno a Kihoi|
|Capítulo 3: «Organización»|
|Capítulo 4: Tragedias|
|Capítulo 5: Anhelos del alma|
|Capítulo 7: Despedida|
|Capítulo 8: Torneo Anual de Kaha|
|Capítulo 9: Charla de Bienvenida|
|Capítulo 10: Confianza|
|Capítulo 11: Conformación de grupos|
|Capítulo 12: Aprendizaje|
|Capítulo 13: Entre determinaciones|
|Capítulo 14: Revelaciones, parte I|
|Capítulo 15: El Leier de Kaha|
|Capítulo 16: Conexión inefable|
|Capítulo 17: Campeón de Kaha|
|Capítulo 18: Examen de Admisión, parte I|
|Capítulo 19: Examen de Admisión, parte II|
|Capítulo 20: Soluciones desesperadas|
|Capítulo 21: Vínculos|
|Capítulo 22: Afinidades|
|Capítulo 23: Investigación|
|Capítulo 24: Ataque a Kaha|
|Capítulo 25: Leier de Wai|
|Capítulo 26: Ceremonias: Propuesta y Unión|
|Capítulo 27: Destitución, parte I|
|Capítulo 28: Destitución, parte II|
|Capítulo 29: Revelaciones, parte II|
|Capítulo 30: Propuesta|
|Capítulo 31: Leier|
|Capítulo 32: El príncipe heredero de Naldae|
|Capítulo 33: Sospechas|
|Capítulo 34: A través del tiempo|
|Capítulo 35: Caos y desesperación, parte I|
|Capítulo 36: Caos y desesperación, parte II|
|Capítulo 37: Mutuo acuerdo|
|Capítulo 38: Nuevo mundo, parte I|
|Capítulo 39: Nuevo mundo, parte II|
|Capítulo 40: Kihen|
|Capítulo 41: Resistencia de Sarxas|
|Capítulo 42: ¿Esperanza?|

|Capítulo 6: Reminiscencia|

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By AlexisN11

La Existencia está llena de consecuencias, unas que se van tejiendo conforme se toman decisiones.

Instalaciones subterráneas de la organización.

El tiempo fluía, implacable y efímero, sin que él apenas lo notara.

Las sombras del pasado, que una vez fueron vívidas, ahora eran absoluta oscuridad.

¿Cuándo comenzó a albergar tan amargas reminiscencias? ¿Cómo era que tantos recuerdos se desvanecieron, creando un vacío en lo más profundo de su corazón? Los recuerdos de su infancia y juventud, del encuentro con Virav y algunos momentos que compartía con sus hijos, eran fugaces: se perdían en la bruma del olvido. En especial, si se trataba de los sueños que dejaban una extraña sensación en su pecho.

¿Por qué todo se desvanecía con tanta facilidad, sin dejar rastro de su existencia? ¿Cómo podría encontrar una razón cuando no había obtenido respuestas en las últimas fases lunares? ¿Qué estaba mal con él?

El anhelo de encontrar respuestas se convertía en una presencia constante en su vida, pero la elusiva memoria parecía burlarse de sus esfuerzos.

Masculló una maldición entre dientes.

Al oír pasos y el chirrido de la puerta, divisó a Tahi.

—¿Interrumpí su descanso? —inquirió la raíz con una mano en el pecho y la otra extendida a un costado, a la par que sostenía un archivo.

Mmm, algo así —dijo Pouri—. ¿Qué traes?

—Tal como usted dijo: no existen registros del nacimiento o deceso de Oria en ninguna tierra, ni siquiera en las monarquías al otro lado de los mares —dijo Tahi al enderezarse—. Es como si, meramente, no hubiera existido en un principio. Tampoco hallé registro que indique que la realeza de Argia se haya desvinculado del Consejo Supremo, por lo que dudo que estén relacionados con la Segunda Guerra de Exterminio. —Se acercó a pasos deliberados, hasta detenerse al costado izquierdo de su superior.

—¿Por qué estás investigando eso ahora? Eso es lo que menos me interesa —masculló Pouri, gesticulando una mano para indicar a su subordinado que se detuviera.

«Está de un humor terrible esta mañana», pensó Tahi, entrelazando los dedos detrás de su espalda.

—¿Qué necesita, mi señor?

—Cancelé el entrenamiento de Zao por hoy, así que no debería haber interrupciones —indicó el hombre de hebras níveas en lo que se recostaba en el respaldo de la silla—. He notado que Ros ha estado muy inquieto estos días. ¿Te aseguraste de conseguirles un buen hospedaje y alimentos?

—Lo hice. Incluso les dejé ingresos para adquirir lo esencial y les proporcioné una lista de precios. Además, Rosur está creciendo. Es natural que tenga curiosidad por el mundo más allá de estas paredes subterráneas —comentó Tahi, imperturbable—. Es típico para un niño de su edad.

—No recuerdo que Zao fuera tan curioso en aquella época —musitó Pouri, contemplando el techo blanco—. Era más retraído. Ros es más... ¿alegre?

—Tienen personalidades diferentes. No debe tratarlos como si fueran la misma persona. Es parte de la paternidad —respondió su subordinado.

—¿Cómo puedes decir eso si no has criado a tu propio hijo? —inquirió Pouri, arqueando una ceja—. En fin, no perdamos más tiempo. Apresúrate.

Tahi estudió las facciones ajenas con minuciosidad. Acto seguido, desplegó su Ha al extender la mano, envolviéndolos a ambos.

Una vez inmerso en la compleja psique, la raíz comenzó a distinguir los recuerdos que habitaban allí. Flotaban a distancias prudentes. Se encauzó entre los más próximos, ignorándolos con deliberación. Su comprensión de cómo funcionaban el instinto humano y los recuerdos era casi tan amplia como la de su señor. Por supuesto, él sabía que nadie podía igualar la vastedad intelectual que poseía Pouri; eso era innegable.

Aun así, estaba agradecido porque el hombre acudiera en su ayuda; le facilitaba todo.

Durante los últimos ciclos, se había encargado de que Pouri se sintiera aliviado de los intensos dolores de cabeza que lo aquejaban. Sin embargo, después el encuentro con Virav Tsarki, revivió memorias y sueños perturbadores. Ese efímero contacto, de modo indudable, entrelazó ambas existencias de alguna manera que se manifestaba en sueños que este era incapaz de recordar.

Con el paso de las lunas, sus esfuerzos iban en declive.

A él le había costado mucho calmar a Pouri, con su Ha, para llegar hasta ese punto y ser testigo de cómo todo se desmoronaba en un parpadeo.

«Enfócate», se recordó a sí mismo. Al fin y al cabo, su labor allí no era brindar alivio.

En épocas anteriores, su señor le reveló que, la primera vez que escuchó sobre un Ha que únicamente una persona sería capaz de gobernar por encima de la Existencia, fue en la coronación del vigésimo noveno rey de Argia.

Tras dar pasos decididos, se detuvo frente a un recuerdo encapsulado. En él, visualizaba el rostro infantil de Zaothir y de Rosur una vez que Pouri los acogió en las instalaciones subterráneas. El entorno del recuerdo estaba impregnado de tonos verdes con destellos purpúreos.

Conocía bien ese significado: esperanza e ilusión.

Tahi estaba convencido de que esa resultó ser la peor decisión que Pouri pudo haber tomado. Presenció una faceta de él que jamás habría imaginado bajo ninguna circunstancia. Después de todo, ¿quién esperaría que el temido Guerrero Oscuro guardara un lado lleno de amor fraternal hacia dos pequeños huérfanos?

Nadie.

Mientras el invasor avanzaba, los recuerdos se convertían en nubes grises que emitían chillidos desalentadores. A pesar de su entendimiento del Ha, la mente de su señor era un enigma. Luego, intentó acceder a un recuerdo de matices ennegrecidas, pero tras varios intentos fallidos, tuvo que aceptar su derrota.

—Ni siquiera un sello especial debería restringirlos de esta manera. Y este, definitivamente, no es mi Ha —murmuró con frustración—. Parece ser una especie de protección, aunque no me repele por completo.

Sus dedos acariciaron la invisible barrera.

Tras girar el rostro, quedó asombrado ante una silueta sonriente, inusual en el hombre serio que conocía. Al tocar la reminiscencia, esta vibró y, cauteloso, se sumergió en ella. Se movió con cuidado entre los espectros y ecos del pasado, atisbando los reflejos de rostros difuminados y escuchaba murmullos incomprensibles que resonaban en el ambiente, creando un eco insoportable.

«Maldición, sus sentimientos ya están afectándome y apenas acabo de entrar», reflexionó tras llevar ambas manos a las sienes, masajeándolas.

Era consciente de que esa era una de las pocas consecuencias de adentrarse en las mentes de las personas, pero nunca había experimentado una conexión tan profunda con los sentimientos de alguien como en ese caso. Su psique se entrelazaba de manera abrumadora con todo lo que Pouri percibía, como si estuviera sumergido en un océano de emociones sinfín.

Sin más remedio, apartó las quejas y se enfocó en la silueta en pie del propio Pouri, acompañado de un joven de casi su misma estatura. Ambos vestían las emblemáticas indumentarias de la realeza de Argia.

«No mencionó que usted formara parte de la realeza».

Poco a poco, los detalles se hicieron más nítidos y el entorno cobró vida con una claridad asombrosa.

Tahi se acercó con paso firme hacia las siluetas destacadas. Detalló las facciones radiantes de ambos individuos y dejó escapar un resoplido. Se concentró en el rey que estaba hablando, aproximándose con dilación, luego extendió la mano hacia él. Empero, decidió retraerla cuando el reflejo reveló las características distintivas de los miembros de la familia real Tsarki: cabellos castaños y ojos de un intenso cian.

Inhaló en lo que examinaba el Ha que lo envolvía, sintiendo una pizca de fascinación indiscutible.

«Parece ser el mismo que se encuentra en otras partes de sus memorias, pero con un patrón notablemente diferente. Y al mismo tiempo, no es igual a ese», Tahi juntó el entrecejo bajo la máscara.

La iluminación del lugar era tenue, pero cálida, proveniente de luminarias mágicas colgantes, mientras los suaves acordes de los instrumentos llenaban el aire, entremezclándose con las voces que entonaban melodías honoríficas.

Tahi se fijó en el centro de la escena, donde Pouri se entregaba a una grácil danza junto al recién coronado rey. Sus movimientos armoniosos se adaptaban perfectamente a la melodía.

Exhaló, no debía dejarse llevar por los sentimientos de su señor de aquella época.

«Estos recuerdos no estaban presentes en las memorias anteriores. Es el único vestigio visible de su juventud en la actualidad, lo que significa que abarca desde el inicio hasta la muerte de aquella chica», reflexionó la raíz.

Se permitió sumergirse en las imágenes que se desplegaban ante él.

Trató de comprender el origen y la intensificación del Ha extraño. ¿Acaso lo percibía como una amenaza y era una forma de protección contra él? Si ese fuera el caso, estaba al tanto de sus intenciones. Entonces, ¿por qué le permitía ingresar allí?

Extendió la otra mano y, al exponer Ha, aceleró el flujo de los recuerdos una vez más. Observó cómo los movimientos ejecutados llegaban a su fin y todos abandonaban el majestuoso castillo.

Finalmente, detuvo el avance cuando los primeros rayos del sol iluminaron el entorno.

A paso firme, Tahi recorrió los solitarios y amplios pasillos del castillo.

«Si Pouri vivía en Argia, eso explicaría por qué su nombre fue ocultado en los registros oficiales que se divulgaron después del inicio de la Segunda Guerra de Exterminio», tanteó mientras continuaba explorando habitación tras habitación.

De repente, se detuvo al percibir el contorno de alguien saliendo de una de estas. Lo reconoció al instante: era el rey recién coronado. Se aproximó hacia la puerta entreabierta y espió a Pouri, quien dormía con placidez en la cama. Acto seguido, dirigió su mirada hacia el pasillo, sabía que no debía alejarse del sujeto principal, por lo que desistió de buscar al monarca.

Sin embargo, optó por recorrer los pasillos cercanos.

No parecía haber empleados ni recuadros de la familia.

Después de un rato, volvió a ver al joven rey y lo siguió. Ambos se toparon con la imagen del príncipe sumergido en la bañera, quien disfrutaba del agua burbujeante.

—¡Serás mi consejero principal, Pou! —exclamó el monarca con una amplia sonrisa que provocó que Tahi sintiera una leve sacudida emocional.

Con la mitad del rostro sumergida en el agua, Pouri se incorporó y enarcó una ceja.

—¿Consejero principal? Somos hermanos, Ros.

«¿Hermanos?», se cuestionó el invasor.

Era evidente que no compartían linaje sanguíneo. Rossja era miembro de la casta Tsarki, lo que significaba que sus características físicas diferían de los singulares rasgos de Pouri. Aun así, por el hecho de que Pouri fuera adoptado por el rey de Argia, tendría sentido que se trataran de hermanos.

—¡Pues zerath lo ha aceptado! —dijo el otro con entusiasmo, asintiendo en reiteradas ocasiones—. ¿Te gusta la idea?

El menor de ellos mostró una expresión apacible en su rostro.

—¿Y si el Consejo no lo permite?

—¡Lo hará! —dijo tras rodar los ojos y chasquear la lengua—. Delega parte de tus responsabilidades, así tendrás tiempo para ser mi consejero.

El invasor estaba a punto de avanzar en el recuerdo, pero de repente se quedó paralizado. Sus piernas flaquearon y cayó al suelo. Su visión se distorsionó en un segundo y el aire comenzó a escasear. Maldijo entre dientes; había rebuscado en una memoria delicada.

Era peligroso, lo sabía muy bien, pero no tenía muchas opciones para seguir adelante. Llevó ambas manos a sus sienes y las masajeó con suavidad. Para su fortuna, se recuperó en cuestión de minutos. Observó con detenimiento su entorno y vio a su señor vistiendo el atuendo del Jefe de Investigaciones; redujo su visión.

Con pasos tambaleantes, siguió a los dos individuos; no se rendiría todavía.

De esa forma, atravesaron los pasillos y continuaron más allá hasta llegar a una imponente compuerta adornada con korus y el emblema de Argia. Dos figuras, con altas probabilidades, soldados por sus posturas de Ha, las abrieron. Tahi notó cómo Pouri realizaba una reverencia sutil, pero a la vez distinguida. Fue entonces cuando se percató de la peculiaridad de su caminar: mantenía una mano empuñada detrás de su erguida espalda.

«Sin duda, fue criado como tal».

Una vez dentro, el joven rey se acomodó en el sillón que le correspondía, mientras el anterior monarca ya estaba sentado a su lado. En cambio, el príncipe de cabellos albos permaneció junto a la puerta en una posición de descanso marcial.

La raíz no podía negar que se sentía acogedor... y los sentimientos de su señor hacia aquel lugar eran cálidos y esperanzadores. Empero, lo que captó por completo su atención fue el retrato familiar que colgaba en la pared detrás del recién coronado monarca. En la pintura, se mostraba a dos niños radiantes junto al antiguo rey. Estaban en una pose poco convencional para su estatus social: el anciano abrazaba a sus hijos, quienes estaban sentados en su regazo. Sin embargo, no había ninguna reina retratada.

El invasor percibió una sutil esencia oscura que bordeaba la figura.

«Los recuerda con nostalgia y dolor, ¿qué les habrá ocurrido?», pensó.

Aun así, avanzó la reminiscencia hasta el punto en el que el padre de ambos se retiró del lugar, deteniéndola otra vez.

—¿Cómo te fue en la reunión? —preguntó el rey sin alzar el rostro.

—Bien, pero siento que los miembros del Consejo me odian cada vez más —respondió el príncipe, cerrando la puerta detrás de él y apoyándose en ella, con los brazos cruzados—. El juez Kieran me dio noticias sobre las muertes en las tierras de Oria. ¿Sabes qué dijo?

—Escuché algo de zerath. —Rossja soltó un vaho de aliento y se recostó en el respaldo del sillón—. ¿Hay algún informe que indique si se encontraron cadáveres en nuestros dominios?

—Ninguno.

—¿Han averiguado las causas de las muertes? —continuó.

—Al relacionado a un Ha contaminado y una herida en estado avanzado de putrefacción —reveló Pouri, avanzó un par de pasos al escritorio—. Los sanadores aún no saben cómo tratarlo, aseguran que el comportamiento es inusual. La desesperación que están experimentando en Oria no debe ser fácil de sobrellevar; anhelan respuestas tanto como nosotros. Su principal preocupación es preservar vidas.

»Es posible que se trate de alguna infección que haya evolucionado.

—Esa parece una buena hipótesis —comentó Rossja, con voz sosegada y exhibiendo una dulce expresión—. Debemos idear estrategias y ponernos en contacto con el Leier de Oria lo antes posible. ¿Crees que estas extrañas muertes sean indicio de una guerra?

«Sin duda, es como ver a cualquier otro Tsarki», pensó Tahi mientras dejaba escapar un bufido.

—No puedo proporcionarte una respuesta con tan poca información, Ros.

—Pues investiga —ordenó Rossja, levantándose del asiento—. No podemos permitir que estas muertes se extiendan más allá de Oria. No quiero que el Consejo se alarme, Nahi no podrá mantenerlos aplacados por tantos octonarios.

El invisible espectador desplegó su Ha y movió las manos hacia la derecha con lentitud, adentrándose más en las memorias que se encontraban dentro de esa burbuja. Atisbó reliquias de épocas pasadas en las que su señor se reunía con el rey de Argia o asistía a la sede del Consejo y realizaba otras actividades, pero no encontró nada que estuviera estrechamente relacionado con las respuestas que necesitaba.

Se detuvo en seco cuando distinguió a Pouri junto a la princesa de Oge. Prestó atención a cómo se ofrecían un gesto dulce con reciprocidad. Tahi resopló y, una vez más —como en el pasado—, manipuló la imagen de la contraria hasta distorsionarla lo suficiente como para que resultara casi irreconocible.

Sin perder más tiempo, continuó avanzando hasta que atisbó cómo el príncipe de Argia descendía las escaleras en dirección a las cárceles subterráneas de esos dominios y decidió seguirlo.

«¿Qué posibilidad hay de que fuera un prisionero? Siendo el Jefe de Investigaciones, tendría acceso a toda clase de información y contactos», reflexionó.

Los soldados que custodiaban la entrada realizaron una reverencia respetuosa al joven príncipe y, sin cuestionar su autoridad ni solicitar identificación, le permitieron el acceso. Uno de ellos, con posición vigilante, permaneció en su puesto mientras el otro se apresuró a seguirle los pasos.

—¿Qué información han recopilado? —inquirió Pouri con voz serena, aunque sus ojos reflejaban una chispa de curiosidad.

Al militar le costó tragar, mas ajustó su postura.

—Nada, príncipe Pouri. Desconocemos el lugar de origen, nombre y no se hallaron registros de ninguna índole. No tenemos absolutamente nada de él —respondió—. Es como si no existiera.

Pouri le ofreció una mirada comprensiva, sin perder el aplomo, mientras continuaban adentrándose en los laberínticos pasillos de la prisión. A pesar de su serenidad externa, él percibía un Ha extraño y repugnante que emanaba con intensidad según se internaban en las profundidades. Era una sensación que lo sobrecogía, una mezcla de inmundicia y oscuridad que desafiaba sus sentidos. Sin embargo, no retrocedió, sino que su curiosidad se avivó aún más.

Había algo intrigante y cautivador en aquel aliento de vida. En contraste, Tahi se sorprendió al distinguirlo. Era muy diferente a los anteriores que había presenciado, pero tal vez era el que había estado buscando.

Una punzada de temor recorrió su espina dorsal.

Al llegar a la celda, no logró contener la emoción ante la presencia del hombre en el suelo. En el preciso instante en que Pouri se detuvo a un costado, este elevó el escrutinio. Sus ojos de color oliva se iluminaron, mientras reflejaba en una retorcida mueca. De esa forma, reveló una dentadura desgastada y amarillenta.

El ceño del príncipe se frunció sin decoro.

—Es la primera vez que reacciona —confirmó el soldado, incrédulo.

Con movimientos pausados y escrupulosos, el prisionero se levantó del suelo y realizó una reverencia exagerada, colocando una mano en su abdomen y extendiendo la otra hacia un costado.

Valionhäel, mi joven señor —saludó con una voz resonante, agachando la cabeza.

Tahi extendió la mano hacia el reflejo adverso para detener el recuerdo, atravesando las barras de phazite. Observó con mayor atención las facciones visibles del cautivo. Su vestimenta era una extraña amalgama de tejidos y adornos que no encajaban con ninguna cultura conocida, además, sus ojos poseían un color inusual entre los Aisures.

«Incluso siendo un príncipe, su saludo parece más apropiado para un rey. No es algo natural. Pero él lo sabe, sabe lo especial que es mi señor», pensó la raíz, permitiendo que la escena continuara.

—¿Le informaron de mi llegada? —curioseó Pouri.

El soldado negó y, cuando el príncipe dio unos pasos hacia el prisionero, Tahi supo de inmediato lo que hacía: lo evaluaba. Investigaba su existencia. Detallaba cada gesto y expresión ajena. Era un hábito arraigado en su naturaleza, un instinto de supervivencia que lo llevaba a analizar con minuciosidad a quienes se cruzaban en su camino. Lo hacía con todos. Lo había hecho con la raíz el día en que se conocieron.

Tahi era consciente de que su señor comprendía el Ha más que nadie en la Existencia. Y estar allí, se lo recordaba con ímpetu. Las partículas de aliento de vida que su señor veía no eran normales en la visión de los Aisures, mucho menos que estas le transmitieran información sin siquiera intentar buscarla.

—No sabía que existiera alguien que valiera la pena en este mundo tan apartado —habló el sujeto con alegría genuina—. Disculpe mi atrevimiento, mi joven señor. Me siento tan complacido y honrado de conocerlo en persona que no pude evitar expresarlo.

Intrigado, Pouri arqueó una ceja en un gesto de escepticismo.

—Entonces sabes hablar —masculló—. Por favor, desiste de reverenciarme. No soy el rey ni busco tu pleitesía.

—Lo que usted ordene, mi joven señor. —El recluso asintió y se sentó sin prisa en la superficie desgastada de la celda, manteniendo su mirada apagada fija en el príncipe.

El aire enrarecido de la celda, por el olor a humedad y moho, se intensificó.

—Tampoco te dirijas a mí de esa forma, es irritante —replicó Pouri, impávido—. Responderás todas y cada una de las preguntas que te haga. Te advierto de antemano que no te conviene mentirme. Según cooperes, se te impondrá una sentencia —aclaró y, al ver que el cautivo asintió, prosiguió—: Comencemos por lo más simple: ¿quién eres y por qué estás aquí?

—Disculpe mi osadía, joven señor. Responderé a todo lo que me demande, sólo no lo haré frente a este tipo de impureza que mancha su excelsa presencia —masculló con desdén, echando un vistazo al escolta.

Pouri hizo un gesto con la mano para que el soldado se retirara.

—Pero, príncipe, no creo que sea buena idea qu-

—Retírate —declaró Pouri, escrutando al sujeto encarcelado de pies a cabeza.

El guardia obedeció.

—Ruego que me perdone por mi conducta inapropiada al hacerle una solicitud como esa, joven señor.

—Déjate las tonterías y respóndeme: ¿quién eres? —masculló Pouri con una ceja enarcada, manteniendo su distinguida postura—. No estamos aquí para jugar ni para negociar trivialidades. Si permití que el soldado se retirara no fue por tu absurda petición, así que limítate a proporcionarme información. De lo contrario, lo lamentarás el resto de tu miserable existencia.

Tahi permaneció perplejo durante una fracción de minuto. «Parece que hay comportamientos que son intrínsecos a su ser», recapacitó.

—Discúlpeme una vez más. —El individuo se enderezó sin apartar su interés del noble, con una mezcla de deferencia y reserva—. Mi nombre es Lerian de Araxú, estoy a su completo servicio y disposición. Actualmente, me conocen como un Oscuro.

«¿Un Oscuro?», pensaron Tahi y Pouri al unísono.

El príncipe de Argia entrecerró los párpados. Tenía una memoria prodigiosa para recordar cualquier información que llegara a él: nombres, lugares, sellos, coordenadas, habilidades y más. A pesar del tiempo que había ejercido como consejero del rey y Jefe de Investigaciones, nunca había encontrado ese nombre en los diversos expedientes de los archivos importantes de las tierras bajo el dominio del Consejo Supremo.

Enseguida, se aproximó con cautela a Lerian.

—¿Qué es un Oscuro? —indagó con sumo interés—. ¿Cómo se clasifica esa categoría? ¿En qué dominio se utiliza? ¿Es algún código de una facción rebelde?

—Sea paciente. Los Oscuros no existen en este mundo. Así es como conocen a aquellos de mi origen, joven señor —respondió Lerian, inclinando la cabeza con prontitud—. Y dado que es mi primera vez en este lugar, es posible que aquí no sepan nada al respecto.

Pouri evaluó cada aspecto de la apariencia del prisionero.

—¿Cuál es tu origen? —inquirió.

Oculto tras su máscara, Tahi reparaba la escena con un atisbo de emoción. Pensó: «Este es el comienzo de una nueva era, mi señor».

—Procedo del lejano Imperio de Xarynes, ubicado cerca del reino de Caeles.

—Basta de tonterías y dime la verdad —declaró Pouri entre dientes—. ¿Cuál es tu verdadero origen?

El prisionero dejó escapar una suave carcajada.

Rykka, esperaba que descubriera mi mentira piadosa, pero no tan pronto. Verá, vengo de un lugar mucho más distante. Un tharandor, un reino extinto y olvidado. Debido a que ya no existe en este plano existencial, no vale la pena mencionarlo —respondió con facciones casi inmutables—. He vivido en Xarynes durante los últimos días de mi mórbida existencia, sigue siendo un mundo distante. Más allá de las estrellas.

Tanto Pouri como Tahi abrieron sus ojos con asombro al escucharlo.

«Un mundo más allá de las estrellas».

Antes de que alguna otra palabra pudiera ser pronunciada, una punzada atravesó el pecho de la raíz. El dolor se extendió con celeridad. Su respiración se tornó pesada y una opresión asfixiante se aferró a su pecho. La realidad a su alrededor se desvaneció en una nebulosa distorsionada, su visión se oscureció por la intensidad del sufrimiento. Incapaz de soportar estar allí por otro minuto más, Tahi luchó por mantener la compostura.

Presionó los párpados, tratando de bloquear las sensaciones abrumadoras que amenazaban con consumirlo. Se concentró en detener la emanación de su Ha, desvinculándose de la mente ajena que le había causado tanto malestar.

El silencio asfixiante que los rodeaba se rompió con la agitada respiración de ambos, en una sinfonía de suspiros entrecortados.

Aunque sus piernas temblaban como hojas en el viento, Tahi se aferró a los brazos del sillón de su señor para mantenerse en pie. Con esfuerzo, alzó la mirada y se topó con las inalterables facciones del jovial semblante de su señor. Notó una pequeña diferencia en él: estaba sufriendo. Si bien lo disimulaba con su típica elegancia y reserva, fue capaz de discernirlo.

—¿Encontraste algo? —indagó Pouri con voz distante.

—No, mi señor —reveló, sintiendo cada palabra como un peso extra en su garganta—. No he encontrado ninguna pista relacionada con los sueños que ha tenido. Están bien ocultos, tomará más tiempo del que podría prever.

Pouri resopló por lo bajo. Apoyó la cabeza en el respaldo de la silla y se pasó una mano por las sienes con pesadez, como si tratara de aliviar la tensión que lo acosaba. Le hizo en gesto a su subordinado, que expresaba su necesidad de estar solo.

—Pero, mi señor, aún no...

—Retírate —sentenció entre dientes—. Ahora.

La raíz obedeció, alejándose con pasos inseguros.

Pouri cerró sus ojos y agradeció cuando el sonido de la puerta trancada retumbó en el ambiente. Asimismo, abandonó su posición y miró en dichosa dirección al percibir la presencia de Zaothir aproximarse. Tras que este se integrara en mutismo, el mayor exhaló.

—Lo siento, no quise molestarte, papá.

—No, no es eso. Ven —indicó, moviendo la zurda.

Los ojos ámbar del joven brillaron y se acercó a pasos apresurados, tomando asiento en el brazo del sillón que su padre ocupaba. La tenue iluminación dificultaba distinguir el rostro ajeno, pero no era necesario para percibir que algo lo perturbaba. Bastaba con apreciar su Ha.

—¿Ha pasado algo malo?

—Como seres humanos, cometemos innumerables errores y, en muchas ocasiones, la justicia queda en manos de aquellos menos capacitados o de quienes la distorsionan para su propio beneficio —comentó, mirando hacia un lado—. Aun así, no nos corresponde tomar represalias contra la sociedad, pues eso es lo que harían los culpables. Debemos aceptarlo.

—¿Por qué me estás diciendo esto ahora? —Zaothir apretó los labios con suavidad y se apartó del brazo del sillón.

—Ya no eres un niño, Zao —susurró, apartando la mirada—. Pronto Ros dejará de serlo también. Llegará un momento en el que ambos tendrán que tomar sus propias decisiones. Debes aprender de las experiencias que han marcado la vida de aquellos que te rodean, aunque hasta ahora nada más haya sido yo. Además, Khrizira es una buena chica.

Las mejillas del joven se tiñeron de un agudo carmesí

—¡Papá!

La exaltación no duró más de cinco segundos, a causa de que la ligera y ronca risa de Pouri resonó en sus oídos, haciendo que su corazón diera un vuelco de deleite. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que lo escuchó reír de esa forma?

—Está bien —dijo Pouri a la par que se levantaba de la silla. Avanzó a pasos pesados hasta la puerta, la cual abrió con un chirrido—. Siempre he sabido que llegaría el momento en que deban reconstruir sus vidas.

La luz que antes iluminaba el espacio se atenuó.

El rastro de alegría se desvaneció y fue reemplazada por un temor que ejercía presión en el interior de Zaothir. Sus luceros se colmaron de lamentos que amenazaban con desbordarse. Su respiración se aceleró cuando divisó la espalda de su padre desaparecer al salir de la habitación.

¡Muchas gracias por leer!

Valionhäel: Saludo formal en Araxú.

Rykka: Expresión de incredulidad.

Tharandor: Reino perdido, extinto u olvidado

Vorel: Forma cariñosa de llamar a «hijo/a». También puede traducirse como «mi niño/a».

Zerath: Es un término cariñoso para referirse a «papá».

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