—Ally, no sabes las ganas que tenía de verte.
La joven se dió la vuelta y cuando vio a la última persona que imaginaba allí saltó a sus brazos.
—¡Mamá! ¿Pero no estabas en Tanzania?
—Sí, pero alguien me dijo que algo muy importante estaba apunto de pasar y que no debería perdérmelo— contestó mirando a Lester con una sonrisa.
Madre e hija se abrazaron de nuevo emocionadas por verse tras tanto tiempo.
—Disfruta de la fiesta— dijo Penny —este es tu día y te lo mereces.
De nuevo Austin y Ally se internaron en la multitud, comieron, bebieron, bailaron y cuando se dieron cuenta era más de la una de la noche.
Ally se sentó en las escaleras pensando en que debería decirle a su novio que tenían que poner unos bancos para los visitantes, ya que no había ningún lugar donde descansar.
—¿Estás bien?— preguntó el rubio dejándose caer a su lado y rodeándola con el brazo.
—Sí, es solo que me siento abrumada— respondió ella acercándose más a él —pero en el buen sentido, esto es increíble.
—¿Quieres que subamos a la sala de ensayo? Allí estarás más tranquila y aunque sea nuestra fiesta tenemos derecho a desaparecer un rato.
Ella asintió y cuando nadie pasaba cerca de ellos se escabulleron escaleras arriba.
En la antigua sala de ensayo el ruido se apagaba y ambos notaron que agradecían esa tranquilidad. Se sentaron en el banco del piano y las manos de Ally empezaron a tocar una melodía suave casi de manera inconsciente.
—Te quiero mucho— dijo Austin de repente.
—Yo también te quiero.
Se miraron a los ojos y algo en ellos se encendió, Ally se subió a horcajadas encima de su novio y tras desabrochar un botón de su camisa le empezó a acariciar el pecho. Él, que sabía perfectamente lo que eso significaba, empezó a besarle el cuello y la oreja a lo que ella respondía con risitas que era incapaz de controlar.
Le quitó la chaqueta y después la camisa dejando a la vista su pecho musculoso, se notaba que ese verano no había tomado el sol tanto como solía hacer ya que normalmente a esas alturas su piel era del color del caramelo y este año no era así.
Austin se dejó acariciar por su novia, era como si quisiese sentir cada centímetro de su piel para recordarlo después de esas semanas de ausencia. Despacio el joven llevó sus manos hacia el culo de Ally y tras comprobar que ella le sonreía con afirmación para que siguiera le agarró las nalgas deseando no soltarlas nunca.
—Me estoy poniendo muy cachondo— susurró Austin en su oído.
Como estaba encima de él Ally había notado la erección que empezaba a crecer entre sus piernas y con una sonrisa pícara llevó las manos hasta el cierre de su pantalón desabrochándolo lentamente.
Él le bajó la cremallera del vestido y como casi se le había subido hasta la cintura se lo pudo quitar con facilidad sacándolo por la cabeza.
—Un segundo— dijo Ally de repente —¿y si alguien sube y nos pilla?
—No te preocupes cariño, están todos demasiado ocupados en la fiesta... además... ¿no te da un poquito de morbo esta situación?—añadió él.
Su novia le quitó un mechón de pelo que se le había puesto delante de los ojos y como respuesta se llevó las manos a la espalda para quitarse el sujetador.
Se terminó de desnudar rápidamente, no había previsto esta situación y llevaba ropa interior de esa que solo se ponía cuando estaba con la regla o cuando sabía que Austin no la vería.
Él se mordió el labio ante la vista que tenía ante él y casi de forma nerviosa se puso en pie y se bajó los pantalones y los boxers igualando la situación.
—Ven aquí, eres preciosa— susurró acercándose a su novia.
La agarró por la cintura y la sentó sobre el piano, con una sonrisa traviesa llevó su mano hasta las piernas de la chica y las abrió.
—Me gustaría alargar este momento todo lo posible pero creo que tenemos algo de prisa— bromeó Austin —¿crees que estás lista?
Ella asintió y tras juguetear unos instantes con su clítoris bajó su dedo anular un poco para introducirlo en su cuerpo. Simplemente ese contacto tan suave y tan intenso al mismo tiempo hizo que ella se estremeciese y se tapó la boca ahogando un gemido.
—La música está muy alta, nadie va a oírte.
—Entonces hazme gritar— dijo ella venciendo su timidez.
Austin aceleró el movimiento de sus dedos, sabía perfectamente cómo y dónde tocar, con la otra mano le acariciaba los pechos intentando no perder el ritmo. Ella cerró los ojos dejándose llevar, como si unos pocos metros bajo ellos no hubiese un montón de gente que se escandalizaría si supiese lo que estaba pasando allí.
—Te necesito dentro de mí— musitó Ally sintiendo que estaba apunto de estallar en el que sería el primer orgasmo de la noche.
—Lo siento cariño, pero no tengo condones.
—Por favor, solo un poquito... no va a pasar nada...
Austin tuvo que morderse los labios para resistir a la tentación, se moría de ganas de saber qué se sentía y supo que cualquier hombre no desecharía esa oportunidad pero él no era así. Quizás Ally podría empezar a tomar la píldora pero eso ya lo decidiría ella. Para compensarlo unió otro dedo a la misión de dar el máximo placer posible a su novia y pretendió ignorar su gruñido de frustración.
En un instante notó que su cuerpo se arqueaba más y más, su respiración iba a una velocidad que parecía imposible y su corazón aún más rápido.
—¡Sigue Austin!— consiguió gritar entre gemidos.
Sus deseos eran órdenes para él y empezó a mover cada vez más deprisa los dedos hasta que ella dejó caer su espalda de nuevo encima del piano.
Le hubiese gustado acurrucarse allí y disfrutar de la sensación maravillosa que Austin había provocado en su cuerpo. Pero al entreabrir los ojos y verle allí sonriente supo que aún tenía algo que hacer.
Se bajó del piano y se acercó a Austin, le puso las manos en esas nalgas firmes que tanto adoraba tocar y lentamente las llevó hacia delante. Él notaba cada caricia como multiplicada, tenía el vello de punta y ansiaba lo que estaba apunto de suceder.
—Oh Ally— gimió su novio sin poder resistirse.
Justo cuando sus manos estaban tan cerca de su miembro que ambos podían sentir el calor que desprendía el otro llamaron a la puerta.
—¡Ally, Austin! ¿Estáis ahí?— preguntó Trish desde el otro lado.
La mirada de pánico que se lanzaron el uno al otro duró milésimas de segundo pero fue suficiente para que Austin agarrase su camisa, que descansaba sobre el banco del piano, y cubriese a su novia con ella.
—Sí, estamos... ensayando— contestó con voz nerviosa la joven —¡no entres!
Trish supo al instante que lo que estaban ensayando no tenía nada que ver con la música así que bajó las escaleras y vigiló que nadie se dirigiese hasta allí.
—Estás muy despeinada— dijo al ver a sus amigos bajar con cara de aparente inocencia —el ensayo tiene que haber ido muy bien.
Lanzó una mirada suplicante a su mejor amiga pidiéndole que no dijese nada y ella respondió con una carcajada y agarrándola del brazo.
—Tenemos una última sorpresa, venid.
Se situaron en la entrada del museo donde dos personas estaban trayendo algo en una mesa con ruedas, en cuanto vió de qué se trataba Ally no pudo gritar un grito de emoción.
—¡Mi libro! ¡Es mi libro!
—Es mucho mejor que tu libro— dijo Dez apareciendo detrás de ellos como por arte de magia —este está hecho de tarta.
Se trataba de una gigantesca tarta de chocolate con la forma del libro de Ally, hasta tenía la letra A en color rosa de la portada.
—Es tan bonita que me da pena comerla.
—Pues a mi no— Dez clavó un cuchillo inmediatamente en una esquina para cortar el primer pedazo y empezar a repartirla entre el resto de asistentes.
—¡Mira! Tiene hasta la mancha que le hice el día que se me cayó el frasco de pepinillos— exclamó Ally increíblemente entusiasmada.
—¿Cómo habéis conseguido que sea tan perfecta?— preguntó Austin mirando la tarta con admiración.
—Le pedí a tu padre que te quitase el libro mientras dormías y que le hiciese tantas fotos como fuese posible.
—Sí, menos mal que al final Andrew no lo robó— comentó Dez mientras masticaba un trozo de tarta.
Trish casi deja caer el plato que tenía en las manos mientras Austin y Ally le miraban atónitos.
—¿Qué... qué quieres decir?— preguntó Ally casi en un murmullo.
En ese momento el pelirrojo se dió cuenta de su error y miró a Trish intentando que ella le salvase el pellejo.
—Eh... no, me refiero que como es británico seguro que le gustan los libros y ese tipo de cosas viejas.
Ally había empezado a temblar y Austin empujó a su mejor amigo hasta la calle mientras las dos chicas les seguían.
—Dez dime ahora mismo qué querías decir con eso.
—¡Nada! Trish ayúdame por favor— pidió el pelirrojo a su amiga.
Ella miró a Dez, que parecía apunto de desmayarse, y supo que no había nada que pudiese hacer para arreglar el embrollo en el que les había metido.
—Andrew era el topo de Herbert Bernson— confesó abatida —lo siento Ally.
Esta se había dejado caer contra la pared al oír esas palabras y poco a poco dejó resbalar su espalda hasta el suelo. Notó como se le nublaba la vista y en la garganta se le hizo tal nudo que no podía respirar.
—¡Ally! ¿Estás bien?
Austin se arrodilló a su lado y puso su mano en la espalda de su novia que había empezado a temblar. Pero ella no respondió.
—¡Que alguien me traiga una bolsa! ¡Rápido!
La mirada que les lanzó era agónica y Trish entró corriendo al museo intentando pensar dónde podría encontrarla. Los segundos parecían alargarse, Ally hiperventilaba casi sin darse cuenta de lo que estaba pasando a su alrededor.
—¡Toma!— gritó Trish saliendo por la puerta enarbolando la pequeña bolsa de papel que había encontrado como si de una bandera se tratase.
El rubio prácticamente se la arrancó de la mano y abriéndola se la puso en la boca a su novia.
—Respira despacio— empezó a susurrar en su oído —sigue mi ritmo, inspira... espira... inspira... espira...
Lentamente empezó a hacerle caso y todo a su alrededor volvió a cobrar forma.
—No puede ser verdad Dez— murmuró Ally mirando a su amigo con los ojos llorosos —dime que no es verdad por favor.
El pelirrojo se sentía culpable de todo lo que acababa de pasar, bajó la mirada sin decir palabra.
—¿¡Por qué me habéis ocultado algo así!?— chilló mirando a sus amigos.
—Ally...
Trish se acercó a su amiga pero Dez no pudo soportar la presión y entró corriendo hasta perderse entre las personas que disfrutaban de la fiesta.
—¿Le apetece algo de beber?— preguntó una camarera a su espalda, portaba una bandeja llena de vasos pero tras una mirada rápida él negó con la cabeza.
—Un segundo— dijo pensándolo mejor —¿tienes whisky?
La mujer que ya se estaba alejando de él se volvió y le miró de arriba a abajo. Gracias a su altura de casi dos metros solía parecer más mayor de lo que era y nunca le pedían identificación para comprobar su edad.
—Claro, enseguida se lo traigo.
Cuando por fin tuvo un vaso en la mano se escondió en la sala de ensayo, quería estar solo, pero había pedido que subieran a renovarle la bebida cada poco tiempo.
En el exterior Ally se había negado a hablar con Trish, pidió a su novio que la llevase a casa y empezó a caminar hasta donde habían dejado el coche sin mirar atrás.
—Trish yo... no te culpo, siempre supe que ese Andrew no era de fiar— dijo Austin mirándola —intentaré hablar con ella.
La joven asintió, hubiese querido correr detrás de su amiga pero sabía que eso solo empeoraría las cosas. Decidió volver a entrar, con suerte la fiesta acabaría pronto, pero alguien tenía que hacerse cargo y al fin y al cabo ella había sido quién había organizado todo.
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