Capítulo 62. Fuera de aquí

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•Miami, 2015•

«Te he mandado mi ubicación, ven a buscarme»

Los minutos se hicieron eternos mientras Trish esperaba al pelirrojo, pero por fin apareció con el monovolumen de su madre.

—No sabes lo que me ha costado encontrar esto, desde el incidente con el cerdo tengo miedo de que todos los mapas sean en realidad menús infantiles— se quejó Dez.

—¿Sabes que puedes ponerlo en modo GPS para que te lleve hasta el sitio no?— preguntó Trish forzando una sonrisa.

—Ya claro, ni que los teléfonos fuesen inteligentes.

—Adivina quién ha conseguido desenmascarar al causante de todos los problemas de Austin y Ally.

—¿¡Qué!? ¡Tenemos que decírselo ahora mismo! ¿Cómo lo has hecho?

El chico se estiró para abrir la puerta del pasajero y dejar que su amiga subiese al coche. A ella le costó hacerlo, odiaba esos gigantescos coches de madre que parecían diseñados para llevar a cinco hijos y la compra de los próximos seis meses.

Al sentarse notó un dolor bastante intenso y tuvo que reprimir un quejido. Apoyó la cara en el cristal de la ventanilla y no dijo nada durante los siguientes minutos.

—¿Y bien?

—Ha sido Andrew— reveló Trish sin vacilar.

Dez abrió la boca horrorizado, una parte de él no quería creer lo que acababa de oír pero sabía que su amiga no mentiría con algo así.

—¿Estás... estás segura?— preguntó finalmente.

—He oído un mensaje de voz en el que le prometía el libro de Ally por cuatro mil dólares.

—Vamos a ir ahora mismo a su casa y vamos a echarle polvos picantes en la ropa interior, no, a cambiarle el bote de sal por el de azúcar y el de azúcar por el de sal, ¡no!, ¡vamos a afeitarle la cabeza mientras duerme!

Dez no podía parar de gritar planes de venganza a cada cual más creativo mientras intentaba volver a introducir las llaves en su sitio para arrancar el coche.

Estaba rojo de furia, tanto que Trish empezó a preocuparse por él.

—¡Para de una vez! ¡No vamos a hacer nada de eso!— exclamó la joven con nerviosismo —vamos a decirle que tiene dos opciones, o se lo dice él a Ally o se lo decimos nosotros, y Ally odia los mentirosos.

—Tienes razón, tienes razón, lo siento— Dez, que había empezado a respirar hondo para calmarse, consiguió encender el motor y ambos pusieron rumbo al piso de Andrew.

—Por cierto, no me has llegado a decir cómo conseguiste escuchar ese mensaje.

Trish se mordió el labio antes de contestar para asegurarse de que no iba a dejar escapar un sollozo.

—Ha sido casualidad, estaba en el despacho de Herbert.

—Vaya, has tenido mucha suerte— contestó el pelirrojo dándole suavemente con el codo a su amiga.

—Sí— masculló ella —mucha suerte...

•••

Cuando llegaron al piso de Andrew y llamaron a la puerta el joven británico tardó un poco en abrir. Al otro lado se oían golpes y mucho movimiento, como si alguien estuviera arrastrando muebles.

—Oh Dez, me vienes genial— dijo alegremente tras abrirles —¿podrías alcanzar esa maleta de encima del armario? Yo no llego.

—¿Te vas a algún sitio?— preguntó Trish bruscamente.

When Future Becomes Past.Where stories live. Discover now