Lo que encontré en ti

By Alewriting29

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Soledad, tristeza, odiar con toda tu alma a las personas que te hacen daño y tener un rencor tan grande al no... More

PROLOGO
01 VALENTINA
02 VALENTINA
03 VALENTINA
04 SEBASTIÁN
05 VALENTINA
06 SEBASTIÁN
07 VALENTINA
08 SEBASTIÁN
09 VALENTINA
10 SEBASTIÁN
11 VALENTINA
12 VALENTINA
13 SEBASTIÁN
14 VALENTINA
15 SEBASTIÁN
16 VALENTINA
17 SEBASTIÁN
18 VALENTINA
19 SEBASTIÁN
20 VALENTINA
21 SEBASTIÁN
22 VALENTINA
23 SEBASTIÁN
24 VALENTINA
25 SEBASTIÁN
26 VALENTINA
27 SEBASTIÁN
28 VALENTINA
29 SEBASTIÁN
30 VALENTINA
31 SEBASTIÁN
32 VALENTINA
33 SEBASTIÁN
35 SEBASTIÁN
36 VALENTINA
37 SEBASTIÁN
38 VALENTINA
EPILOGO SEBASTIÁN
Agradecimientos

34 VALENTINA

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By Alewriting29


- Así que hora te pregunto ¿te gusta lo que ves?

Me expuse ante él, sin ropa, solo con la interior, porque después de esa confesión tan fuerte y tan personal que él me hizo, me parecía absurdo no decirle mi secreto.

Pero mi mayor miedo era lo que pudiera pensar en este momento, que cosas diría después de ver tantas marcas, después de darse cuenta que estaba enamorado de una loca suicida. Su mirada nunca se apartó de mí, recorrió mi cuerpo de arriba hacia abajo, no podía describir lo que había en su mirada, estaba neutro, ningún sentimiento, nada, y más miedo sentí.

De pronto se levantó del suelo y se acercó a mí, no sé si era por el momento o por mi temor que lo vi más grande que yo, más imponente, me sentí tan pequeña, me miró desde arriba y sentí cuando una de sus manos tocó mi brazo izquierdo, toda mi piel se erizo, no me miraba a los ojos, estaba detallando mi cuerpo como si estuviera contando cada corte, cada cicatriz, sus manos tocaron mi abdomen y cerré los ojos por su tacto.

Señor, por favor, que no me rechace, que no me haga a un lado, que me elija por sobre mis cicatrices, que elija de quién se enamoró, que me elija a mí.

Y me besó.

Tomó con fuerza mi cintura y me pegó tanto a su cuerpo que sentí que me quería hacer una con él, lo abracé por el cuello y me cargó, enredé mis piernas en su cintura y de nuevo se sentó en el suelo, estaba a horcadas sobre él y podía sentir como acariciaba todo mi cuerpo, como acariciaba mis marcas, sus besos eran fuertes, demandantes, me chupada los labios, los mordía, su lengua se volvía una con la mía, nunca nos habíamos besado así, pero como me gustaba.

Cuando se separó solo quedé a la espera de lo iba a decir, nuestras frentes se unieron y abrí los ojos que había mantenido cerrados en todo el proceso, cuando lo hice los suyos estaban fijos en los míos, de nuevo no pude descifrar que había en ellos, sentía que había un muro que no podía pasar, y de nuevo el temor volvió, pero entonces algo lo cambio todo, sus mano tomaron mi rostro y unió mis labios con los suyos haciendo que se tocaran, no me besó, solo los unió y de repente todo se detuvo cuando por fin el muro de sus ojos se derrumbó y vi una mirada que jamás había visto, comprensión, el me comprendía, nunca mi dolor se iba a comparar con el suyo, pero sabía que no me juzgaba, que me apoyaba y que...

- Te amo.

Dijo con sus labios unidos a los míos y una sonrisa se formó en ellos.

- Te amo, – repitió – te amo, te amo, te amo, te amo, te amo...

Lo dijo tantas veces que lagrimas comenzaron a salir de mi rostro, me abrazó mientras aun lo decía y comencé a llorar, lloraba porque me amaba, lloraba porque no me juzgó, y sobre todo, lloraba porque no me rechazó por lo que era, me ama a pesar de todo lo que vio, a pesar de todo, me eligió a mí.

Me separé un poco y el me secó las lágrimas.

- Sí, me gusta lo que veo y lo amo de igual forma – puso un cabello detrás de mi oreja y me acaricio la mejilla – Eres perfecta, porque tú al igual que yo estamos unidos por estas marcas que tenemos, que las llevaremos para siempre con nosotros, pero lo haremos con orgullo, porque es algo que demuestra que a pesar de todo el dolor y el sufrimiento que hemos tenido, seguimos aquí, y día a día avanzamos con fuerza y voluntad, porque estos cortes nos mantienen unidos.

Esta vez fui yo quien lo besó, lo abracé y lo acerqué más a mí, él también me apretó más contra sí y pude sentir como había un bulto debajo de mí, reí mientras lo besaba y comencé a moverme, sentí como respiraba profundamente, su respiración se hizo pesada al compás de mis movimientos, me separé de sus labios aun moviéndome poco, él tenía los ojos cerrados, así que me deleité un poco por la manera en que los apretaba y respiraba con dificultad, allí fue cuando por fin decidí decirlo.

- Te amo.

Abrió los ojos de golpe y me tomó de las caderas para que me detuviera.

- ¿Qué? – dijo aun asombrado, estaba en shock, una gran sonrisa se formó en mis labios y dándole un pico lo repetí.

- Te amo, Sebastián Miller – le di otro beso – Te amo – y mientras se lo decía lo besaba – te amo, te amo, te amo.

Y ahora era el quien sonreía y me devolvía los picos.

- Dios la chica que amo me ama – gritó y se acostó en el césped – ya puedo morir en paz.

- No te mueras ahora, por favor – dije entre risas mientras le daba una palmada en el estómago, me acerqué a él y tomó mi cintura para ahora estar él arriba, ahora me miraba serio, su mirada se volvió profunda, pero no dejaba de tener el brillo que siempre tenía al mirarme, me acaricio los labios.

- ¿Por qué comenzaste a cortarte?

Sabía que lo preguntaría, ahora me tocaba a mí contar mi historia, y estaría encantada en hacerlo.

- Comencé a los trece años, ya tenía muchos problemas de autoestima, es horrible cuando tú mismo eres quien te destruyes porque tú mismo eres tu propio enemigo, – me miraba atento a todo lo que decía – también me hacían cosas horribles en el instituto, pero nunca pensé en cortarme, jamás se me pasó por la mente, hasta que Natalie... – Sebastián se apartó un poco de mí y me miró con el ceño fruncido.

- ¿Natalie? ¿Natalie Green?

- Si, la misma – dije aun extrañada por su reacción.

- Esa zorra – dijo mirando a otro lado.

- ¿Qué pasa? ¿Qué tiene que ver ella con esto?

- Ella también me incentivo a mí a cortarme – abrí mis ojos de par en par, él había mencionado a una Natalie, pero nunca pensé que fuera la misma.

- Esa zorra – dije con rabia – Al parecer como que ella se aprovecha de las personas en sus momentos vulnerables, ella me dijo que me cortara porque nadie me iba a querer, nadie se iba a fijar en mí y que mi única compañía iba a ser esa hojilla.

Sebastián estaba furioso, su respiración se agitó y sus manos se volvieron puños.

- Que hija de puta ¿Cómo te va a decir eso en un momento tan susceptible? Qué bueno que ahora ya no está en mi vida, por que donde la vea...

Lo tomé del rostro para que me mirase.

- Ya, no importa, ahora nos está evitando y eso es bueno, ya no me dejo intimidar por ella, mira como llevé la situación ese día en el salón de clases – se calmó un poco y tomó mi mano para darle un beso.

- Lamento tanto haberte tratado como te trate antes, si hubiera sabido esto, créeme que todo hubiera sido diferente, pero Natalie también me amenazó durante un tiempo – ahora era yo la que lo miraba con confusión.

- ¿Cómo?

- Ella durante un tiempo me dijo que debía tratarte como una mierda porque podía hacerte daño, yo sabía cómo era, por eso lo hice, pero ahora entiendo a lo que se refería, claro, te conocía muy bien y sabía cómo herirte. Dios, que idiota soy.

Se golpeó la frente y yo me senté, no podía creerlo, él se sentó frente a mí y suspiró.

- O sea que parte del tiempo que me trataste así ¿fue porque ella te lo pidió?

- La verdad al principio lo hacía porque era un idiota arrogante – levanté una ceja y de inmediato se defendió – Pero después empecé a sentir cosas por ti, no estaba seguro, pero cuando me di cuenta que me gustabas fue cuando ella me dijo eso – suspiré y él me tomó de la mano acariciándola con el pulgar – pero el día de mi cumpleaños la mandé a la mierda y le dije que no iba a seguir lastimando a la chica que amo solo porque ella quería, – me miró a los ojos y sonreí – ese día todo cambio y me prometí a mí mismo protegerte de todos, que si alguien intentaba hacerte daño primero se iba a tener que ir a los puños conmigo.

Reí un poco, lo acerqué a mí y le di un pico.

- Si me corté muchas veces por cosas que me hiciste, no te voy a mentir – bajó la cabeza apenado.

- Perdóname por todo el daño que te hice, no sabes cuánto me arrepiento, pero si te sirve de consuelo – volvió a mirarme – a partir de este momento solo prometo darte alegría, se acabaron las lágrimas, ya no más.

Me lancé sobre el haciendo que callera acostado en el césped, comencé a besarle toda la cara y el solo reía.

- Esta bien, a partir de hoy todo será diferente – le besé la nariz y después los labios.

- Entonces, Valentina Leister.

- ¿Si, Sebastián Miller?

- ¿Le haría usted el gran honor a este estúpido, idiota y arrogante chico de ser novio de esta preciosa, hermosa y grandiosa chica que tengo en mis brazos en este momento?

No pude aguantar la risa y solté una carcajada, pero le di la respuesta que tanto esperaba decir.

- Sí, quiero ser la novia de este idiota chico arrogante – le di un beso – pero que ahora es mío, y solo mío.

Y nos besamos, comenzando así el noviazgo con el hombre que había atrapado por completo mi corazón.

- ¿Valentina por qué estás en ropa interior? – escuche que preguntó Isabella y nos separamos con rapidez, estaba parada a una distancia prudente de nosotros y Daniel estaba junto a ella.

- ¡No me mires Daniel! – grité y me quité de encima de Sebastián.

Isabella le tapó los ojos, más por mí que por ella, la verdad no se pondría celosa de mí, y él estaba demasiado embobado por ella como para mirar a otra, Daniel solo rio.

Yo comencé a vestirme, pero lo que Daniel dijo después me dejó tan fría que me quedé con la chaqueta a medio poner.

- ¿Qué dijiste, Daniel? – me volteé muy lentamente, Isabella le quitó la mano de los ojos muy de espacio, también asombrada, Sebastián no podía dejar de mirarlo.

Daniel aun con una sonrisa sincera en el rostro, repitió lo que había dicho antes.

- No tienes que ocultar tus cortes, desde hace mucho tiempo lo sé.

Estaba en stock, no podía creerlo, pero...

- ¿Desde cuándo lo sabes?

- Desde el día que iba a quedar con Isabella para estudiar y ella no llegó, desde ese día lo sé.

Y lo recordé al instante, ese día baje en toalla, fue todo tan rápido que no recordaba los cortes de mis brazos.

- ¿Y aun así...?

- Sí, Valentina, seguí siendo tu amigo a pesar de saber eso, porque mi amista hacia ti es verdadera y mi cariño por ti es sincero.

Y sin darme cuenta lágrimas salieron de mis ojos de nuevo.

Daniel lo sabía y no me apartó, no me excluyó, me trató como una persona normal, ni siquiera preguntó, vivió con ese secreto durante todo este tiempo sin decirle a nadie. Me aproxime hacia él y lo abracé, el hizo lo mismo, después se le sumó Isabella y le siguió Sebastián, me di cuenta que en este pequeño grupo de gente estaban mis verdaderos amigos, quienes no me juzgaban, me aceptaban con todo y mis defectos, por sobre todo, aceptan mis cortes.

Así pasó un mes, lleno de risas, alegrías y mucha felicidad. Mis padres al enterarse que estaba de novia con Sebastián no se lo podían creer, pero se pusieron muy felices, Gabriel solo dijo un gran "lo sabía" pero lo amenazó que si volvía a hacerme llorar le partiría las piernas, el solo asintió nervioso y se puso detrás de mí para que lo protegiera, ese día cenamos en mi casa. Cuando fuimos a presentarnos con su madre ella me abrazó y comenzó a dar saltos de alegría, y le dijo que por fin había elegido bien a una chica, él se quejó y ella rio, Lilian me miró con mucho amor y me atendió cómo solo una madre podía hacerlo, nos preparó un helado casero que le quedó muy bueno, ese día me quedé donde Sebastián a ver películas con los tres, porque Daniel se sumó a nosotros. Salimos mucho, hicimos la famosa cita de dos, Isabella y Daniel estaban contentos con la idea y la pasamos muy bien, fuimos a comer y de último fuimos a la playa, ninguno se bañó por el frio que estaba haciendo aun, pero fuimos a los juegos a los que había ido con Sebastián antes, ese día fue maravilloso.

Y que podía decir de mi novio, que bonito sonaba, mi novio, él era estupendo, me amaba, me consentía, me daba todo el amor que quería, no se reprimía al hacerlo, descubrí que le encantan los perros, le tiene miedo a las mariposas, lo sé, yo también me reí mucho, también que ha compuesto muchas canciones y que toca el piano desde los cinco años, ahora lo hace siempre, toca para mí y canta cuando se lo pido o cuando quiere hacerlo. Y yo no me corto desde hace ya unos meses, estoy tan feliz junto a él y al felicidad que me da es tanta que ya no pienso en hacerlo, me siento tan feliz ahora.

Ya se acercaba mi cumpleaños, era el primero de marzo e Isabella estaba preparando todo para hacerlo en su casa.

- ¿No crees que es muy atrevido? – le pregunto a mi mejor amiga no muy segura de ponerme esto ese día.

- Te ves muy bien, Sebastián babeara por ti cuando te vea, te lo aseguro – dijo saltando en la cama como una niña pequeña.

Me volví a ver en el espejo, no estaba mal, sino que no estaba acostumbrada a vestirme así, Isabella fue quien compró la ropa, era una falda negra que me llegaba a la mitad de los muslos, con un suéter blanco que las mangas eran de tela transparente, muy lindo, con unas medias negras que me llagaban a las rodillas y unas botas de tacón, no estaba mostrando mucho la verdad, solo que no estaba acostumbrada a usar falda, pero tenía que cambiar un poco mi manera de vestir, así que, que mejor día que mi cumpleaños.

- Bueno, me gusta, ese día me veré muy linda.

Dije y ella solo aplaudió satisfecha.

Y el día llegó, mi madre en la mañana me preparó un desayuno sorpresa, me hizo waffles con nutella y fresas arriba, con un batido de chocolate y me regaló junto con mi padre una pulsera de oro con mi nombre grabado en ella, estaba muy linda, mi hermano me dio un collar que llevaba un dije de una mariposa, me hizo recordar al anillo de Sebastián, así que me los pondría a juego hoy. Pasé el día con ellos riendo y jugando juegos de mesa, pero ya en la noche mi hermano me llevó a donde Isabella para arreglarme allá, me dio un abrazo antes de bajar del auto.

- Pásala muy bien hoy mi Tina, y muy feliz cumpleaños, bonita – me dio un beso en la frente.

- Gracias, hermano, te amo – le di un beso en la mejilla y fui directo a la puerta de Isabella.

Solo toqué dos veces y ella me abrió de inmediato, tenía una gran sonrisa en su rostro.

- ¡Feliz cumpleaños mi bebé! – gritó y me abrazó.

- Gracias Isa – la abracé también y ella me dio un besito en la nariz.

Fuimos a su habitación y comenzamos a arreglarnos, ella fue la primera en estar lista para recibir a la gente, la verdad no creía que fuera mucha, pero me sorprendí cuando me di cuenta de la cantidad que había, solo diré que era mucha, demasiada diría yo, no conocía a nadie, me imagino que fueron por Daniel y Sebastián. Bajé por las escaleras y personas que ni conocía me felicitaron, yo a todos les decía gracias pero con cara de rareza, no podía evitarlo. Cuando llegué a la entrada vi a Isabella hablando con su novio y cuando me vieron ella chilló y Daniel solo sonrió.

- Feliz cumpleaños mi Vale, – dijo para luego abrazarme y extendió su mano dándome una cajita de regalo – para ti.

- Gracias – lo volví a abrazar y abrí el regalo, era una tobillera que estaba estructurada de muchas flores de cerezo, estaba muy linda – Ay, Daniel, esta preciosa, me encanta, gracias.

- De nada, sabía que te gustaría. – asentí y mire a todos lados buscando a Sebastián – Se le hizo un poco tarde, vendrá en un rato – me extrañé, pero no le di importancia, ya vendría después.

Traté de divertirme, bailé, tomé de los tragos que Daniel me preparaba, le quedaban muy buenos por cierto, sería un buen bartender. Entre Isabella y yo hicimos competencia de quien se bebía más rápido su trago, obviamente gané yo, ella no llego ni a la mitad del vaso.

Ya pasado un rato y con unos cuantos tragos encima, mientras bailaba sentí como me tomaban de la cintura, me voltee para apartar a quién quiera que fuese cuando vi que era mi chico, se veía hermoso con ese suéter verde militar.

- ¡Amooor! – grité y lo abracé mientras lo besaba, cuando nos separamos el solo rio.

- Feliz cumpleaños, mi estrella, – me dice mientras me besa – ven conmigo – me toma de la mano y me lleva entre toda la gente hasta la sala de ver televisión, esa sala tiene tantos recuerdo. Me quedo allí parada mientras el busca algo detrás del sofá, al percatarse de como estoy vestida me detalla de arriba hacia abajo – Primero que nada, estás demasiado hermosa – me da un pico – y segundo – me extiende una bolsa de regalo – tu regalo, espero que te guste.

Le sonrío y tomo la bolsa, cuando la abro, Dios, no podía creerlo.

- Sebastián, esto es, esto... – no podía hablar, estaba impresionada.

Eran mis libros favoritos de la escritora Mercedes Ron, Marfil y Ébano, los tenía en físico, en mis manos.

- Isabella me dijo que estabas esperando a que saliera el último, así que cuando vi que lo empezaron a vender, dije que ese sería tu regalo de cumpleaños.

Estaba feliz, demasiado.

- Gracias, gracias, gracias – me lancé a sus brazos y lo besé, me levantó y me pegó contra la pared, me separé un poco y lo miré – Te amo demasiado, Sebastián. – dije rozando su nariz con la mía.

- Yo también te amo mucho, mi estrella, – dijo y me besó la nariz – vamos a disfrutar de tu día, juntos – me bajó y nos fuimos a bailar.

Y esta vez los cuatro en conjunto bebimos, jugamos los juegos esos de borrachos, bailamos, y bebimos aún más, no sé en qué momento me emborraché, pero no me podía mantener en pie, Sebastián tuvo que llevarme como pudo a un cuarto que no sé cuál era, no estaba nada bien, no coordinaba nada, escuché que dijo que me quedara acostada y eso hice, me quede allí, pero entonces la puerta se volvió a abrir y sentí que se acostaban en la cama, comencé a sentir que me besaban el cuello y que me tocaban las piernas.

- ¿Sebastian?

- Sí.

Me reí y comencé a besarlo, sentí que se subió sobre mí y después no recuerdo nada más.

Creo que me dormí por unos minutos, pero entonces un grito me despertó de golpe.

- ¡¿Que mierda es esto?! – dijo Sebastian en la puerta de la habitación.

Un momento.

Si él estaba allí parado, entonces con quien...

Y allí sentada, miré mi desnudez y eche un vistazo a mi izquierda.

Todo se detuvo en ese preciso momento, sentí como la desesperación estaba comenzando a subir por mi cuerpo, era Derek.

Estaba dormido a mi lado, desnudo y abrazándome.

Y entonces comenzó el caos.

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