Lo que encontré en ti

By Alewriting29

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Soledad, tristeza, odiar con toda tu alma a las personas que te hacen daño y tener un rencor tan grande al no... More

PROLOGO
01 VALENTINA
02 VALENTINA
03 VALENTINA
04 SEBASTIÁN
05 VALENTINA
06 SEBASTIÁN
07 VALENTINA
08 SEBASTIÁN
09 VALENTINA
10 SEBASTIÁN
11 VALENTINA
12 VALENTINA
13 SEBASTIÁN
14 VALENTINA
15 SEBASTIÁN
16 VALENTINA
17 SEBASTIÁN
18 VALENTINA
19 SEBASTIÁN
20 VALENTINA
21 SEBASTIÁN
22 VALENTINA
23 SEBASTIÁN
24 VALENTINA
25 SEBASTIÁN
26 VALENTINA
27 SEBASTIÁN
28 VALENTINA
29 SEBASTIÁN
30 VALENTINA
31 SEBASTIÁN
33 SEBASTIÁN
34 VALENTINA
35 SEBASTIÁN
36 VALENTINA
37 SEBASTIÁN
38 VALENTINA
EPILOGO SEBASTIÁN
Agradecimientos

32 VALENTINA

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By Alewriting29


Había pasado una semana y unos días de lo ocurrido con Natalie, no la hemos vuelto a ver, quitó las clases que veíamos juntas y no me la he topado por los pasillos, doy gracias por eso. Con Sebastián las cosas iban demasiado bien, me llevaba a mi casa, a veces nos íbamos a comer después de clases, me hacía reír, me consentía, me besaba, me amaba, no nos lo hemos confesado a la cara, pero ambos sabemos que nos amamos, solo falta decirlo a los cuatro vientos para confirmar lo nuestro. Todo iba de maravilla, tanto que me daba miedo de que algo malo fuera a pasar, porque es cierto lo que dicen, cuando eres demasiado feliz la desgracia llega de la forma más inesperada.

Iba camino a casa de Isabella, no hemos tenido tiempo de hablar mucho, ella ha pasado mucho tiempo con Daniel y yo con Sebastián, así que quedamos en vernos hoy en su casa, como ella estaba sola entonces íbamos a poder hablar con tranquilidad.

Toqué el timbre un par de veces y ella me recibió como solía hacerlo cuando la visitaba, toda desaliñada, llevaba un pantalón de pijama que le cubría los pies, una camisa más grande que ella que dejaba ver parte de su hombro derecho y el pelo en una cola alta toda despeinada.

- Que bello amanecer me recibe esta preciosa mañana. – digo y ella sonríe poniendo sus manos en sus mejillas.

- Siempre brillo más que el sol mí amada Vale. – me da el paso y vamos directo a su habitación – Deja me lavo los dientes y me arreglo un poco.

- Tranquila, tomate tu tiempo – ella entra al baño y yo me recuesto en su gran cama.

También quería hablarle lo que había pasado con los mensajes, ya se lo había ocultado por mucho tiempo, no podía seguir así, tenía que decirle, no lo había hecho antes porque sabía que se preocuparía y se pondría como loca, pero últimamente los mensajes han empeorado, se han vuelto más amenazantes, más fuertes, hasta han amenazado con matarme, el que más miedo me dio fue uno que decía:

Que maravillosa imagen de ti me viene a la mente de tu cuerpo lleno de cortes, pero hechos por mí, cortarte a tal punto que no quede una sola parte que no esté marcado por una hojilla, la sangre que correrá por todos lados, tiñendo esa piel, esas manos, toda tu.

Solo recordarlo me daba escalofríos, esa persona estaba enferman, claro que lo estaba, no pensé que iba a pasar a mas, que esto se iba a volver un juego del gato y el ratón, porque sí, me siento como si fuera una presa, al menos no me han acosado en la calle, que yo sepa.

Isabella salió del baño como nueva, con un short de mezclilla, una camisa holgada que dejaba al descubierto sus hombros y el cabello suelto pero bien peinado.

- Ahora si pareces una niña decente.

- Siempre soy decente. – levanto una ceja para recordarle con quien no es decente – Bueno, hay excepciones – dice lanzándose a la cama y yo rio.

- ¿Cómo te ha ido con tu amor?

- Muy bien, Vale, me siento de maravilla cuando estoy con él, y lo que más me encanta es que no me ha forzado a nada – sé a lo que se refiere y sé que eso a ella le importa más que cualquier cosa – No te niego que si hemos tenido muchas oportunidades, pero aún no he querido, no sé qué más necesito, pero sé que cuando pase, el solo hecho de que sea él ya habrá sido suficientemente perfecto para mí.

- Me alegro mucho, Isabella, en serio, después de lo que tuviste que pasar con Erick, al final te llego lo que tanto estabas buscando, un amor que es totalmente perfecto, tuyo y encaja contigo.

- ¿Y tú mí, Vale? como vas con don idiota – reí por cómo le dijo, ellos se llevaban bien, pero Isabella no va a olvidar nunca todo lo que me hizo llorar, por más que se traten y que se rían entre sí, una mejor amiga nunca olvida el daño que le hizo alguien a la suya.

- Lo amo, y sé que él me ama, me siento tan bien con él, y últimamente hemos estado muy unidos, no me deja sola, y cuando me besa... – el simple recuerdo me eriza la piel, sus manos tocándome, su cuerpo pegado al mío, la respiración en mi cuello – Me encanta, todo me encanta – pero un recuerdo viene a mí de repente – Pero hay algo en lo que no he podido dejar de pensar.

- ¿Ha pasado algo malo?

- No, no es eso. – recordé la pregunta que me hizo en el salón de clases ese día – Cuando pasó lo de Natalie, él me dijo que había escuchado algo en los pasillos, – Isabella abrió los ojos de par en par, hasta ella sabía a lo que me refería – no lo dejé terminar la pregunta porque me fui sobre él y lo besé, no quería que me preguntara nada porque no quiero que sepa nada, todo está saliendo demasiado bien como para que él se entere que se está enamorando de una loca suicida.

Pensar en eso me daba pánico, que él pudiera dejarme por el simple hecho de enterarse que me corto, no, no quería pensar en eso, porque él no se iba a enterar, no debía, y si estaba en mis manos lo evitaría a toda costa.

- Vale – me tomó de las manos, no sé en qué momento comencé a temblar – Sebastian no te va a dejar de querer por eso.

- ¿Cómo estas tan segura de eso?

Ella me dio una sonrisa cálida, tranquilizadora.

- Porque he visto cómo te mira, y créeme, ese hombre está loco por ti, te mira como tú a él, mira cómo te trata, como te cuida, como te ama. Sería un idiota si te deja por eso, pero últimamente he llegado a aceptar que no lo es tanto.

Rio por esa aceptación, de que ella diga que no es tan idiota ya es mucho.

- También hay algo que no me ha dejado la mente tranquila – ella me mira esperando que hablara – No te lo voy a decir, mejor lo lees con tus propios ojos.

Saqué mi celular y fui directo hacia los mensajes del desconocido, Isabella lo tomó y comenzó a leer, a medida que pasaba los mensajes sus expresiones se hacían más severas y más molestas.

- ¡¿Qué mierda es esto, Valentina?!

- No lo sé, me han estado llegando esos mensajes y también unas llamadas desde hace ya unos meses, pero no se de quien son.

- ¿Por qué carajos no me lo habías contado, Valentina Leister? – estaba muy molesta, si pudiera matarme, lo haría.

- No quería preocuparte, pensé que iba a pasar, que solo era una broma, pero ya se ha puesto más intenso y ahora si tengo mucho miedo, no sé qué quiere de mí.

Isabella se calmó un poco y me abrazó.

- ¿Quién más sabe de esto?

- Sebastián se enteró por su cuenta el día que pasó lo de Natalie, me arrancó el celular de las manos y miró uno de los mensajes, está igual de preocupado que tú, y cada que me suena el celular está pendiente de quien puede ser.

- Esto es grave, Vale, y muy peligroso, tenemos que poner un alto a esto, rápido.

- Tenía pensado ir a la policía, para ver si pueden rastrear el celular.

- Es buena idea – su teléfono sonó, era Daniel – Hola, amor – hubo un silencio y un suspiro de su parte – ¿Es en serio, Daniel? – otro silencio – Está bien, voy para allá, pero le vas a comprar a Valentina un helado con galletas, está bien, te espero.

- ¿Qué pasó?

- Daniel necesita que lo ayude con un desastre que hizo en su casa, y no quiere que nadie lo vea, ni siquiera tú, porque él sabe que estas aquí, pero me dijo que te quedaras que después te lo recompensa – dijo volteando los ojos.

- Hombres - dije y en eso sonó una bocina desesperada – Hablando del espécimen.

Bajamos las escaleras y al abrir la puerta vimos a un Daniel con cara de psicópata, nos acercamos al carro y él tomó mis manos y las de Isabella.

- Amor, perdón por arruinar su día de chicas, pero en serio necesito que me ayudes, perdón Vale, te comprare todo el helado que quieras, pero préstamela unas horas, te lo pido – dijo besando las manos de las dos.

Soltamos una gran risa y yo solo asentí.

- Esta bien pero tengo helado ilimitado contigo, Daniel – dije señalándolo y el asintió con rapidez.

- Si, si, si, todo el que tú quieras, pero ya sube al auto, amor, nos tenemos que ir antes de que Sebastian llegue, si ve su cuarto así no me imagino lo que le hará al mío.

Así que por eso no quería que yo viera nada, Isabella se subió al auto y se puso el cinturón.

- Vámonos antes de que te de un infarto.

- Sí, mejor que hagas lo que sea que vayas a hacer, nos vemos – me despedí y él arranco como si fuera Toreto, ni siquiera dijo adiós.

Yo entré nuevamente a casa de Isabella y fui a la cocina por algo de comer, mamá me hizo un buen desayuno, pero últimamente estaba teniendo mucha hambre, y eso me alegraba, porque estaba engordando y mi cuerpo estaba agarrando más carne y se veía más sano, a acepción de los cortes, se veía lindo, me estaba comenzando a mirar al espejo y ya mis ojos lo veían con un poco más de amor que antes.

Busqué en la nevera y encontré una lasaña, así que tomé un pedazo y lo puse en el microondas para que se calentara, mientras esperaba me di cuenta que no estaba sola en la cocina, voltee y en el marco de la puerta estaba Derek mirándome.

- No sabía que estabas aquí, Isabella me dijo que estaba sola – dije con normalidad y el terminó de entrar en la cocina.

- Estaba, yo acabo de llegar – se acercó a mí y dejo un beso en mi mejilla, que demoro unos cuantos segundos en despegarse de mí.

- Ya.

Últimamente no me sentía muy cómoda estando con él, era cierto lo que Isabella había dicho, él ha cambiado mucho y los tipos con los que se la pasa se deben a ese cambio, no era el mismo desde la vez que hablamos frente a su casa, algo pasó, sus ojos no eran los mismos, su mirada transmitía algo oscuro, algo peligroso, y la verdad no me gustaba para nada.

- ¿Qué estás haciendo?

- Calentando un poco de lasaña que encontré en la nevera.

Se acercó a mí y lo primero que llego a mi nariz fue el olor a marihuana. Cuando el microondas sonó dando a entender que ya podía irme de allí, saqué mi comida, tomé un cubierto y me dispuse a irme.

- No te vayas, comparte tu comida conmigo – dijo parándose en la puerta impidiéndome el paso.

Trate de estar tranquila, estaba drogado, y las personas drogadas pueden ser muy impredecibles, pero no sabía qué hacer, así que opte por hacer lo que me pedía para que no se molestara y me dejara tranquila después.

- Esta bien, acompáñame – le dediqué una sonrisa para que no notara mi nerviosismo y una gran sonrisa se formó en su rostro, pero esa sonrisa no era buena y para nada inocente.

Nos sentamos en la isla de la cocina y comenzamos a comer, yo trataba de no mirarlo, pero él no despegaba los ojos de mí.

- Estas muy linda mi Vale – dijo sin despegar su mirada del escote de mi camisa, tragué saliva.

- Gracias.

Quería terminar rápido la comida e irme al cuarto de Isabella, no quería estar allí con él, sobre todo con la casa sola.

- ¿No entiendo que le viste al idiota de Sebastián? No vale la pena.

- ¿Y quién dice que no vale la pena, tú?

- Yo soy mejor hombre que el – dijo levantándose de la silla y dándole la vuelta a la isla para quedar frente a mí – Yo podría darte todo lo que tú me pidas, Vale.

- Pues no gracia, no quiero, yo lo amo a él, y solo para él está mi corazón, así que si me disculpas – intenté bajarme de la silla pero no me dejó.

Se metió entre mis piernas y me arrincono entre el espaldar de la silla y su cuerpo.

- Pero yo soy mejor que ese idiota y voy a demostrártelo – dijo con rabia, me tomó con fuerza de los brazos sometiéndome e inmovilizándome.

Comenzó a besar mi cuello y podía sentir su lengua por este, me acercó a él y pude sentir como una erección iba apareciendo en su entrepierna, no me podía mover, y comencé a sentir miedo, miedo porque no había nadie a quien pedirle ayuda, miedo porque no me podía mover, miedo por lo que podía llegar a pasar. Su mano se metió en mi camisa y tocó mi seno desnudo, me estaba tocando, no quería que alguien más me tocara, lagrimas comenzaron a salir de mis ojos, no quería esto. Escuché como intentó quitarse el pantalón y con la mano que había soltado saqué toda la fuerza que sentí en el momento, rogando que fuera la suficiente, con el puño cerrado le propiné un golpe en la entre pierna, al instante se apartó de mí y lo empuje para poder salir de allí.

Mientras corría a la puerta principal para irme de allí pude escuchar lo que dijo.

- Vas a ser mía te guste o no, así tenga que forzarte.

Salí lo más rápido que pude y fui directo a mi casa, cuando llegué no había nadie, fui directo a mi habitación y traté de calmarme, pero el intento fue en vano cuando mi teléfono sonó, era una llamada del número desconocido.

- ¡¿Qué mierda quieres, quién eres?!

- Alguien que te desea y te quiere solo para su uso personal.

Colgó.

Otra llamada entró.

- ¡Déjame en paz! – grite ya con lágrimas en los ojos, sentía que me iba a romper de un momento a otro.

- ¿Qué ocurre Valentina? – era Sebastián.

Miré mí celular y ciertamente, sí, era su número. Traté de calmarme pero no podía.

- Nada, nada yo...

- Estoy en tu casa en cinco minutos – dijo y colgó, no me dio tiempo de decirle nada.

Y así fue, a los cinco minutos estaba tocando mi puerta como un desesperado, al abrir lo primero que hizo fue abrazarme.

- ¿Cómo estas, que tienes, estas bien? – preguntó todo con rapidez mientras me inspeccionaba, yo tomé su cara para que me mirase y le di unos picos.

- Estoy bien. – no le iba a contar lo de Derek, si se enteraba lo iba a matar, así que mejor lo oculto aunque sea por un tiempo – Es que, la persona de los mensajes me volvió a llamar, y tengo miedo, Sebastián.

Volvió a abrazarme y me dio unos besos en lo alto de la cabeza.

- Vamos a mi casa, por lo que veo estas sola, y con esa persona dando vueltas no pienso dejarte a su merced – me tomó de la mano haciéndome salir de la casa, cerré la puerta y nos dirigimos a su auto.

De camino a su casa no hubo mucha platica, yo no quería hablar y sé que el tampoco, este tema lo preocupaba bastante y su expresión de seriedad lo demostraba, pero nunca soltó mi mano y tampoco dejó de acariciarme la pierna en repetidas ocasiones.

Cuando llegamos encontramos a Isabella y a Daniel besándose en el sofá, ella estaba sobre él.

- Pero que belleza – gritó Sebastián tomándolos de sorpresa, cuando nos miraron Daniel rio e Isabella lo miró mal.

- Es que en serio te odio, Sebastián, mucho – dijo Isabella bajándose de Daniel.

Nos acercamos a ellos y yo solo pude reír.

- Eres tan decente, Isabella – dije y ella me miro mal.

- ¿Tu no estabas en mi casa?

Sabía que preguntaría eso, así que le di una excusa que sabía que creería.

- Me aburrí de esperarte, así que me fui a mi casa, en eso llamó Sebastián y como supe que seguirías aquí, quise sorprenderte – me encogí en hombros cómo si fuera lo más normal del mundo.

- Yo fui a rescatar a mi princesa – dijo Sebastián abrazándome por la espalda y sacándole la lengua.

Isabella le sacó el dedo medio y Daniel pasó a abrazarla a ella.

- Mejor vamos a preparar algo de comer – dijo Daniel llevándose a Isabella a la cocina.

- Yo no tengo hambre la verdad – le dije a Sebastián y el asintió, sentía el estómago revuelto después de lo que pasó.

- Entonces vamos a mi habitación.

Fuimos y yo solo me acosté en la cama, él se acomodó a mi lado y meabrazó, no sé en qué momento me dormí, solo sé que el estar en sus brazos me transmitíauna calma que me encantaba y no se comparaba con nada.

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