Nadie es perfecto

נכתב על ידי DianaMuniz

87.3K 6.6K 1K

A los ojos del mundo, Adam Alcide es el flamante heredero de la A&A. Pero bajo su perfecta fachada se encuent... עוד

1- Nadie es perfecto (1ª parte)
1- Nadie es perfecto (2ªparte)
1-Nadie es perfecto (3ª parte)
1-Nadie es perfecto (4ª parte)
2- Navidades Perfectas (1ª parte)
2-Navidades Perfectas (2ª parte)
2-Navidades Perfectas (3ª parte)
Navidades Perfectas (4ª parte)
3- Lo que está muerto (1ª parte)
3.-Lo que está muerto (2ª parte)
3.-Lo que está muerto -3ª parte-
3.- Lo que está muerto (4ª parte)
4.-Sombras del pasado (1ª parte)
4.-Sombras del pasado (2ª parte)
4- Sombras del Pasado (3ª parte)
4- Sombras del pasado (4ª parte)
4-Sombras del pasado (5ª parte)
5-El pájaro enjaulado (1ª parte)
5-El pájaro enjaulado (2ª parte)
5.-El pájaro enjaulado (3ª parte)
5.-El pájaro enjaulado (4ª parte)
6.-El otro lado del cristal (1ª parte)
6.-El otro lado del cristal (2ª parte)
6.-El otro lado del cristal (3ª parte)
6.-El otro lado del cristal (4ª parte)
7.- Un gato sin sonrisa (1ª parte)
7.- Un gato sin sonrisa (2ª parte)
7.- Un gato sin sonrisa (3ª parte)
8.- Un refugio lejos del mundo (1ª parte)
8.- Un refugio lejos del mundo (2ª parte)
8.-Un refugio lejos del mundo (3ª parte)
9.- Hoja de Ruta (1ª parte)
9.- Hoja de Ruta (2ª parte)
10.- Recuerdos que no deben ser (1ª parte)
10.- Recuerdos que no deben ser (2ª parte)
10.- Recuerdos que no deben ser (3ª parte)
11.- ¿Cuántas veces puedes morir? (1ª parte)
11.- ¿Cuántas veces puedes morir? (2ª parte)
11.- ¿Cuántas veces puedes morir? (3ª parte)
Unas palabras a los lectores...

7.- Un gato sin sonrisa (4ª parte)

1.4K 133 37
נכתב על ידי DianaMuniz

-Todavía nos quedan un par de horas -dijo Alicia cuando acabaron de cargar todas las provisiones en el pequeño hidrodeslizador-. Podemos dar una vuelta por el pueblo antes de regresar.

-¿No es arriesgarnos demasiado? -preguntó, mirando con suspicacia las nubes negras que amenazaban desde el horizonte.

-No, tengo el reloj programado. Me avisará cuando sea el momento de regresar a casa. Además, tengo un margen de seguridad, tranquilo. No es la primera vez que hago esto, ¿sabes?

-¿Y vas a enseñarme el pueblo? -se extrañó él.

-Bueno, sí, verás todas las calles que por las que pasaremos de camino a ver al señor Seaward -dijo Alicia empezando a caminar sin esperar a que su amigo la siguiera-. Acabaremos rápido: esto es la calle principal y el paseo marítimo y, cuando hace bueno, donde se pone el mercado y hay puestecillos con recuerdos y sitios para tomar zumos. La estación seca te encantará, ya verás. Hace calor, y puedes pasarte todo el día en la playa. -En ese momento paseaban por una avenida ancha con soportales a un lado y el espigón al otro. No era difícil imaginárselo lleno de vida y de puestos callejeros aunque en ese momento apenas una docena de personas se atreviera a aprovechar los escasos rayos de Eos-. Durante la temporada de tormentas, la mayor parte del pueblo se mueve bajo tierra. Casi todas las casas son más grandes por debajo -explicó Alicia señalando los pequeños rectángulos.

-Entonces, ¿por qué todas las casas tienen patio? -Alicia empezó a reír a carcajadas.

-Por qué tienen patio, pregunta -se burló-. Ay, Ches, perdón, Adam -se corrigió-. Todavía no me he acostumbrado a tu cambio de nombre. Se nota que eres original, cariño. No sé si te has fijado pero todo el mundo aquí es verde. Nos ponemos un poco más apagados en la época de tormentas, pero en la estación seca, podemos vivir solo con los rayos de Eos. Resulta barato, saludable y muy, muy agradable. Pero para que sea perfecto es mejor estar completamente desnudo así que todas las casas de Verdara, hasta las más pobres, tienen una zona privada para tomar el sol, lejos de las miradas de curiosos. Unos se cubren con bolsas de plástico, otros con telas, vegetación... Aquí usamos materiales de construcción sólidos porque si no estaríamos todo el día volviendo a levantarlos.

-Quería preguntarlo cuando hablabais antes pero... después de tus risas ya no sé si debo hacerlo.

-No seas tonto -exclamó Alicia-. Siento haberme reído pero es que a veces resultas adorablemente ingenuo, Ch-Adam. Uh, lo del nombre me va a volver loca. Ya verás cuando Suspirosa se entere de que te iba a poner tu nombre de verdad. Estará insoportable una semana. ¿Qué ibas a preguntar? ¡Venga! Hoy respondo gratis.

-¿Qué es la Casa del Indiano? -preguntó. Ya no sabía ni cómo llamarse a sí mismo. Cheshire no era su nombre, de eso estaba seguro. Pero Adam... por mucho que recordara ese nombre, recordaba también enfadarse porque lo llamaran así. ¿Qué demonios estaba pasando?

-Pues es una casa grande y vieja, bonita, supongo. Aunque más bien es rara. El primer dueño de la mina la construyó para instalarse y después se han ido turnando capataces y directores, algún dueño de paso... Le pesan los años pero sigue siendo muy bonita. Es la casa más grande del pueblo, aunque la mayor parte del tiempo está deshabitada. Mira -le indicó cuando esta apareció al final del paseo-, es aquella de allí.

Tal y como había dicho, la casa era grande y parecía mucho más vieja que cualquier otra casa en el pueblo. Para empezar, tenía una estructura cuadrada que chocaba frontalmente con las construcciones abovedadas, perfectas para resistir los embates de las rachas de fuertes vientos, que formaban el conjunto de la villa. Y allí era donde residía el supuesto salvador de la comunidad: el señor Seaward.

-Nunca he conocido a nadie de Origen -dijo, nerviosa, mientras esperaban en el enorme vestíbulo a que el empresario les recibiera. El secretario, un tipo del pueblo al que Alicia conocía y que se mostró muy colaborador, llegó apenas cinco minutos más tarde de haberlos dejado esperando.

-El señor Seaward está en la terraza en este momento, disfrutando del claro -les informó con amabilidad-. Pero está muy interesado en escuchar lo que tienes que ofrecerle -dijo con confianza.

-¿Y cómo tengo que actuar? -repitió, con voz temblorosa-. Nunca he tratado con un pez gordo. ¡Nunca!

-Solo... sé tú misma -la animó el buen hombre-. No es un monstruo ni nada por el estilo. Un poco seco y estirado, eso sí, pero es muy educado. Y parece que tiene los pies en el suelo. No es un niño rico de origen sin más -dijo mientras dirigía miradas esquivas al joven de cabello blanco que se mantenía un poco más apartado. Él no había querido acercarse, después de todo, tampoco tenía nada que ofrecer. Todavía recordaba el comentario de Beth sobre que seguramente tendría dinero de sobras para comprar cien minas como esa, pero eso significaba regresar a su casa y eso era algo que, de una forma que no conseguía entender, le aterraba.

-¿Puede venir conmigo? -preguntó Alicia señalándole con el dedo.

-No es necesario -dijo él con una sonrisa tranquilizadora-. Te esperaré aquí.

-Prefiero que vengas conmigo -dijo, y en su voz se intuía cierta desesperación-. Puede venir, ¿verdad?

El secretario los miró a ambos y se encogió de hombros.

-Supongo que no habrá problemas. ¿Es el chico que encontrasteis? -preguntó, mirándole con curiosidad-. ¿El que no recuerda quién es?

La noticia sobre su aparición había corrido como la pólvora. Un caso como el suyo ya habría levantado una buena humareda en una ciudad grande, en una pequeña comunidad como aquella, se había convertido en el acontecimiento del siglo.

-Sí -asintió Alicia-, pero ya sabemos cómo se llama, Beth ha encontrado su nombre: Adam Alcide. ¿Te suena?

-No, la verdad -dijo el hombre-, pero el señor Seaward es el primer original que conozco. A lo mejor a él sí le suena.

-No había caído en eso -dijo Alicia mirándole-. Tiene razón, a lo mejor te conoce o reconoce tu apellido.

-Yo... no estoy seguro de que sea una buena idea -dijo con un escalofrío. «Quizá debería comentárselo. Debería decirle que tengo miedo, que no quiero volver a casa».

-No seas tonto -insistió ella-. No tenemos nada que perder.

El jardín presentaba un aspecto deplorable tras tantos días de lluvias continuas, sin embargo, el verde esmeralda de las plantas contrastaban con un cielo azul completamente despejado, mostrando un espejismo en el que la primavera se había afianzado sin importar la negrura que avanzaba en lontananza.

Allí, una mesa de piedra, ennegrecida por la humedad y verdeada por los musgos, permanecía incólume al paso del tiempo. Sobre ella descansaba un mantel con los restos de un frugal almuerzo y un hombre, de edad indeterminada y cabello oscuro, leía con calma su tablilla.

El corazón se le detuvo por un instante para luego latir con más fuerza recuperando así los latidos perdidos. ¿Qué significaba eso? Ese tipo era... La coincidencia era demasiado grande para un sistema como Eos.

-Es él -murmuró-, el de mis sueños, el del dibujo... Es él.

***

-¡Zero! -exclamó Seaward levantándose de su asiento al verlos llegar. Parecía tan sorprendido como él.

«Sus ojos», pensó «sus ojos negros... ».

-¡Eres el tipo del cuadro! -exclamó Alicia interponiéndose entre ambos-. ¡El que le hizo daño!

-Alicia, no... -Se lo había intentado explicar en el hidrodeslizador pero la joven no parecía haberle hecho caso. Y tampoco podía negarlo con fuerza. Estaba temblando... ¿por qué estaba temblando? ¿Miedo? ¿Nerviosismo? No podía identificar el avispero de sensaciones encontradas que zumbaba en su interior.

-Supongo que usted es la señorita Aruso -dijo el tal Seaward. «¡Ese no es su nombre!», protestó su vocecita interior-. Debo darle las gracias por cuidar de Zero.

-Zero -repitió él-. No es mi nombre, es lo que soy. -Alicia le miró extrañada, y el hombre de los ojos negros asintió sin decir nada. Oyó un pequeño "clik" en el engranaje de sus pensamientos. Sí, era ese. Él era Zero-. Me mataste -dijo, clavando sus ojos en los pozos oscuros que tenía delante. No había recriminación en su voz, solo la descripción de un hecho. Nada más. El extraño que tenía delante apartó la mirada y, aunque su expresión no mudó, pudo ver una sombra de dolor cruzar su rostro. Sus palabras le habían hecho daño.

-Así es -admitió, y tampoco había énfasis alguno en su voz-. Y lo siento. Créeme si te digo que en ese momento no vi ninguna salida. Supongo que... no podía pensar con claridad. Por suerte, alguien lo hizo por mí.

-¡Intentaste matarle! -exclamó Alicia sin apartarse un centímetro, ejerciendo de barrera humana entre ambos-. No dejaré que le hagas daño.

-No quiero hacerle daño -dijo-. Nunca quise hacerle daño. Créame, señorita Aruso, no estoy acostumbrado a tener que dar explicaciones, pero las daré, si es necesario, por el bien de Zero.

-¿Quién...? -Su cabeza se resistía a pensar con claridad. Le acaba de decir que lo que temía era cierto: le había matado. Y sin embargo, le creía cuando decía que no quería hacerle daño-. ¿Quién eres? -preguntó-. No, primero... ¿quién soy yo?

-Había oído lo de tu amnesia -confesó Seaward frotándose el entrecejo, parecía súbitamente muy cansado-, pero al reconocerme y acordarte de... Di por sentado que estabas curado.

-No es así.

-Preferiría no ser yo quién tuviera que explicarte tu vida -dijo con una mueca amarga-. Como si no tuvieras ya bastantes motivos para odiarme. ¿Por dónde empiezo?

-Por el principio-gruñó Alicia sentándose en la mesa y haciendo que Zero se sentara a su lado, dejando en frente una silla vacante para Seaward.

-Por el principio pues... ¿Sabéis lo que es la A&A? -preguntó, pero ambos jóvenes negaron con la cabeza. El nombre no le era extraño pero no sabía a qué se refería-. La A&A es una corporativa, un paraguas gigantesco bajo el que se refugian un gran número de empresas que copan el mercado global en diferentes niveles. Las dos Aes, a la práctica, funcionan como dos macroempresas independientes, regidas por sus propios intereses y bajo un pacto tácito de no agresión. Por un lado tenemos a los Alcott, una familia poderosa y numerosa, lo que de alguna forma disminuye su poder, aunque todos rinden una especial pleitesía a la abuela Alcott. Por el otro lado, tenemos a la otra A, los Alcide, aunque aquí debería puntualizar que casi toda la familia murió en misteriosas circunstancias quedando un único heredero, dueño indiscutible de la segunda A: Néstor Alcide.

La imagen de uno de los espejos de su sueño se apareció ante Zero. Sí, reconocía ese nombre, esa imagen, y el sabor a bilis y el sudor frío que asociaba con ambos.

-Néstor tenía dinero, tenía poder y tenía una carencia total y absoluta de cualquier cosa que se pudiera asociar con la ética -continuó-. Pero de lo que más carecía era de tiempo. No tenía herederos, cuentan que nunca los quiso, pero la realidad era que, por mucho dinero que tenga una persona, no puede comprar la inmortalidad. Aun así, él lo intentó. Encontró a un científico óptimo, con un brillante historial en inmortalidad y regeneración de tejidos pero alejado de la comunidad científica por la Comisión Ética Óptima. Este científico se ocupó de fabricarle, partiendo del ADN del propio Alcide, un cuerpo perfecto, en todos los sentidos. Cada base de su genoma estaba pensada y dispuesta con ese único objetivo. -Sus ojos le buscaron antes de continuar con la explicación. Zero tragó saliva, la historia iba resultándole cada vez más familiar-. Hicieron varias copias, casi todas fueron tratadas para acelerar su crecimiento, todas menos una, el individuo control; el individuo cero.

Alicia emitió un balbuceo incoherente.

-No... No pretenderás que... -No podía decirlo pero su pregunta era muy clara.

Seaward asintió, la miró fijamente y luego volvió su mirada a Zero.

-Lo siento -dijo.

-¿Por qué? -respondió él encogiéndose de hombros-. No es culpa tuya.

-Preferiría no ser portador de malas noticias. No tienes y nunca has tenido padre, madre o hermanos. Ni siquiera se te podía considerar humano hasta que un tribunal lo decidió. Los otros clones murieron en diferentes fases del estudio, solo quedaste tú. Alcide murió antes de poder hacer el trasplante y borró todo rastro del experimento dejándote, sin proponérselo, como su único heredero: Adam Alcide. En este momento, eres el legítimo propietario de la mitad de la A&A -continuó-, pero tus socios no están interesados en que sigas vivo. Tardé en averiguar por qué habían cesado sus tentativas de asesinato. Fue difícil, la verdad, pero encontré muy divertida la respuesta. Resulta que tu heredero universal es el director ejecutivo de la otra A, Eugene Alcott. Si tú mueres, tus socios lo pierden todo.

-Suena como si no me quisieran mucho -masculló con una mueca.

-Tenías que ser poco más que un traje y acabaste siendo el dueño de su destino. No, no les caes bien. El esmoquin pensante -dijo con una sonrisa casi imperceptible-. ¿Algo más que quieras saber?

-Sí, ¿quién eres tú?

-Nadie -respondió.

-¡Eso no es una respuesta! -protestó Alicia de malos modos.

Zero no dijo nada, pero sentía que esa no era una respuesta vacía ni mucho menos, aunque tampoco era capaz de reconocer lo que significaba. Seaward le miró y esperó unos segundos a que se diese una reacción que no se produjo. Suspiró, resignado, y continuó su narración.

-Nos conocimos en Galileo, por casualidad -dijo-. Yo estaba trabajando y tú de vacaciones. ¿No... no recuerdas nada? -preguntó frunciendo el ceño. Zero negó de nuevo; una sucesión de imágenes se agolpaban en su cabeza, pero era incapaz de distinguirlas de las de su sueño siendo imposible discernir si aquello había pasado de verdad o solo en su imaginación-. Estuvimos juntos.

-¿En qué sentido? -preguntó Alicia, alternando miradas entre uno y otro, quizá esperando a que Zero lo desmintiera.

-¿En cuál cree usted? -preguntó Seaward, casi parecía encontrar divertida su reacción.

-Es que... bueno, yo... Mi... mi padre ya me dijo que en Galileo no importan mucho esas cosas pero, lo siento. No pretendo se maleducada ni prejuzgar ni nada por el estilo. Este es un pueblo pequeño y... me resulta chocante. Nunca había conocido a nadie así. Eso es todo -dijo Alicia agachando la cabeza mientras hacía algo así como disculparse.

-Ninguno de los dos es de Galileo -recordó-, pero sí; Galileo es diferente y allí era más fácil que sucediera. -Zero se sintió observado, esta vez fue su turno de desviar la mirada mientras las escenas de su sueño se presentaban con toda nitidez ante él-. Nos reencontramos años más tarde y, tú estabas metido en líos así que pensé, de una forma un poco egoísta, que la mejor forma de protegerte era tenerte conmigo. Fue un error. Fuiste el blanco que recibió todos los ataques destinados a tumbarme a mí. Quise sacarte de un peligro y lo que hice fue meterte en otro mayor. Supongo que no podía pensar con claridad cuando se trataba de ti. No volverá a pasar, tranquilo -dijo pero sus palabras, lejos de tranquilizarle, le provocaron una extraña desazón.

-¿Fue cuando me mataste? -preguntó.

-Un amigo se ocupó de que no lo hiciera y me brindó la solución que, por mi propia ceguera, había sido incapaz de ver. Así que no estás muerto pero teníamos que hacer creer a todos que así había sido para sacarte de allí. Desgraciadamente, hay una recompensa por tu cadáver así que ni muerto estabas a salvo. Mi amigo se encontró con problemas y tuvo que deshacerse de su carga. Esas cápsulas están hechas para resistir el vacío espacial, supuso que aguantaría bajo el mar y luego podría volver a recogerte, cuando se hubiera deshecho de sus perseguidores. Te dejó cerca de un sitio habitado y fácil de referenciar pero le sorprendió la temporada de tormentas y tuvo que regresar. Me explicó lo sucedido y vine aquí, confiando en poder recuperar la cápsula en cuanto tuviera una oportunidad. Pero entonces llegaron los rumores sobre el misterioso chico original que no tenía memoria.

Una alarma en el reloj de Alicia interrumpió la conversación.

-Tenemos que volver al hidrodeslizador -informó levantándose e instando a Zero a que lo hiciera-, se está acabando el claro.

-Señorita Aruso, ¿cuidará de Zero? -preguntó Seaward-. Deme el proyecto de viabilidad que venía a entregarme.

-¿El proyecto? -se extrañó Alicia, parecía que había olvidado la razón inicial de esa visita.

-¿Qué vas a hacer? -preguntó Zero.

-En su casa, no están molestos con ser uno más, ¿verdad? -comentó ignorando su pregunta-. Entonces quédense con él. No intenten encontrar su casa porque, como ya le he dicho, es un nido de víboras que aprovechará cualquier oportunidad para devorarle.

-Pero Beth ya ha iniciado la búsqueda -explicó Alicia.

-¿Qué vas a hacer? -insistió Zero.

-Tengo contactos en Seguridad -continuó Seaward ignorándole de nuevo-, intentaré borrar los rastros. Espero que funcione. También mandaré a alguien para que se ocupe de la mina. He tenido tiempo de sobras para estudiar el asunto y creo que puede ser una empresa viable. Su reapertura contribuirá a la revitalización de este lugar. Será bueno para todos. Considérelo un pago por las molestias.

-¿Alguien que se ocupe de la mina? -repitió Zero sintiendo como si el mundo se cayera a sus pies.

-Tenías muchos problemas antes de conocerme pero fueron los míos los que te mataron. No he conseguido una forma mejor de resarcirme de mi error: una vida nueva por la que te quité. Pero si me quedo, tarde o temprano mis problemas te encontrarán de nuevo -explicó-. Creo que es lo más cercano a un final feliz que tendremos jamás -añadió en voz baja.

-Zero se puede quedar con nosotros todo el tiempo que quiera -dijo Alicia dando miradas nerviosas a su reloj de muñeca-. Mi padre y mis hermanas estarán contentos si así es pero... ¿y si recupera la memoria? ¿Y si quiere regresar?

-No recuperará la memora -respondió él con confianza-. No quiere recuperarla. Hay demasiadas cosas que prefiere olvidar.

De nuevo, la alarma del reloj sonó con insistencia. Se acababa el tiempo.

«¡No puede acabar así!». Seaward le tendió la mano, Zero dudó y la estrechó con fuerza.

-Adiós, Zero -dijo con una sonrisa triste-, deseo de todo corazón que encuentres lo que estabas buscando.

-Gracias, por todo -dijo él y tuvo que hacer acopio de voluntad para soltar esa mano. Cuando lo hizo, Seaward se despidió también de Alicia indicándole que si hubiera algún problema, se dirigiera a la persona que dejaría al cargo, que ella se ocuparía de contactar con él, pero Zero no podía entender lo que estaban diciendo. La conversación, a pesar de mantenerse a medio metro de él, se le antojaba muy lejana como si entre él y el mundo se hubiera hecho un vacío.

En algún momento, Alicia le agarró el brazo y ambos salieron corriendo en dirección al hidrodeslizador. Zero apenas tuvo tiempo de dedicar una última mirada al que, al parecer, había sido su amante. El cielo se había cubierto de nubes plomizas y no pasaron más de unos minutos cuando el aire quedó ocupado por una cortina de agua, instantes antes de meterse en el vehículo.

-No quiero -murmuró cuando ya estaban sentados y surcaban el mar en dirección al faro-. No quiero que se vaya.

***

Solo era lluvia, lluvia molesta, constante y desagradable pero todavía no era la tormenta, aunque no tardaría en serlo.

-Tenemos que volver -dijo Zero.

-No vamos a volver -negó Alicia.

-Pero... ¡tengo que decírselo! -exclamó-. ¡No quiero que se vaya! Necesito que lo sepa.

Alicia frunció el ceño y le miró enojada.

-La tormenta está a punto de llegar, no podemos volver al pueblo y regresar al faro a tiempo. ¿Por qué no se lo has dicho? ¡Lo has tenido delante todo el tiempo!

-No lo entiendes -se defendió-. No... no lo entiendo yo. Yo no sé, no recuerdo, solo siento y siento que no quiero que desaparezca.

Alicia le miró en silencio y no dijo nada, aunque en su cara se reflejaba cierta frustración.

-Él tampoco podrá salir del pueblo hasta que no haya un claro -dijo, tras una larga pausa que había pesado como un muro-. La diferencia es que él podrá salir con uno corto y nosotros con uno corto no tendremos ni para sacar el hidrodeslizador del garaje pero... puedes pedirle a mi padre que te deje usar la torre para hablar con él. Puedes decírselo por el comunicador o puedes pedirle que te espere. -Zero no tuvo tiempo para agradecérselo, ella continuó hablando antes de que él pudiera decir algo-. De todas formas, él te ha dejado. Vale, ha sido por tu bien y todo eso, pero no me ha parecido especialmente dolido o traumatizado por ello.

-Sí, lo estaba -replicó con seguridad-. Estaba triste.

-Si así te sientes mejor...

Zero dudó. Él lo había visto, estaba seguro. Es cierto que no había habido ni lágrimas ni ningún signo de afección, ni siquiera había alzado la voz en ningún momento. Pero él lo había visto. Había visto dolor en su mirada. ¿O solo había querido verlo?

-Ha dicho que era vuestro final feliz así que deberías tomarlo como eso -recordó Alicia-. Oye, a ese tipo le importas, ¿no? Has dicho que no quería hacerte daño y, vale, te creo. Y le creo a él con lo de que te regala una vida nueva. Acepta su regalo, ¿vale? Acepta tu vida nueva y tu final feliz.

Zero desvió la mirada y no dijo nada. Perdió su vista en el faro que se alzaba ante él, recordó a Clara con sus lecciones de piano, pidiéndole ayuda con un solfeo que parecía dominar a la perfección. Y a la pequeña Marie, colándose en el sofá para dormir a su lado y así evitar que tuviera pesadillas. La paciencia de Noah, que nunca, nunca alzaba la voz y, a pesar de eso, lograba imponerse en cada conversación.

El pequeño hidrodeslizador se introdujo en el garaje y apagó el motor, antes de que la tormenta arreciara.

«No ha tenido ni padre ni madre», le había dicho, y puede que antes fuera cierto pero ahora se equivocaba. Ahora tenía una familia. Era un buen final, si no fuera porque él no estaría en su vida. ¿Podría vivir con esa ausencia? Alicia tenía razón, era un buen regalo y pensaba aprovecharlo. Salió del vehículo con una sonrisa sabiendo que había llegado, estaba en casa.

Era un final feliz.

La explosión resonó sobre sus cabezas y antes de que pudiera hacer nada para evitarlo, sintió el calor de las llamas, el suelo bajo sus pies temblaba y del techo se desprendía rocas gigantescas antes de derrumbarse por completo, sepultándolos en polvo y piedra.

Después de eso no hubo nada. Solo silencio.

המשך קריאה

You'll Also Like

61.2K 9.9K 39
Que pasaría si tienes 17 años y de quién pensabas estar enamorada no lo estás y sin embargo te sientes atraída por una mujer 8 años mayor que ella...
6.7M 249K 62
Molly Johnson es una mesera y necesita juntar mucho dinero para salvar a su hermana. Axel Cavelli es un exitoso empresario y necesita una novia por t...
356K 23.1K 37
[SEGUNDO LIBRO] Segundo libro de la Duología [Dominantes] Damon. Él hombre que era frío y calculador. Ese hombre, desapareció. O al menos lo hace cu...
33.5K 3.8K 18
Bradley tiene una nueva oportunidad de recuperar su estatus, aun si eso implica perder su orgullo ante Max. Quedando a su merced, estará dispuesto a...