POV BASTIAN DAVIS
—Señor Davis, quisiera saber, ¿cómo está la firma financieramente? — preguntó uno de los futuros inversionistas de la firma.
Este era uno de los motivos por las cuales siempre asistía a la convención de socios, podría encontrar personas interesadas en asociarse a la firma.
—Porque mejor esperamos a mi mano derecha, la señorita Nora De Santis, ella tiene toda la información en documentación física, me gustaría que se llevaran los estados financieros de la firma, auditados a sus casas, así pueden consultarlo con sus asesores— expliqué.
Los inversionistas asintieron de acuerdo. Me preguntaba dónde demonios estaba Nora, llevaba minutos esperándola, solo espero que no esté metida en algunos de los bares del hotel, porque acabaría con ella.
—Buenas tardes, señores... — anunció Nora detrás de mí.
<<Hasta que por fin>>
Todos los caballeros en la mesa fijaron sus ojos en ella. Nora en los negocios era bastante sutil, su mayor arma es su léxico y la manera en la cual genera soluciones rápidas en situaciones de aprieto.
—¿Disculparían a esta mujer por su tardanza? — inquirió sentándose a mi lado con elegancia.
Podía ver como todos la desnudaban con la mirada, pero ella ya no se incomodaba por eso, estaba acostumbrada no solo a miradas, sino también a ofrecimientos indecentes, así era el mundo de los negocios para las mujeres, sin embargo, su implacable carácter y personalidad nunca la ha hecho doblegar su brazo frente a los hombres.
—Comencemos— indiqué.
La reunión se fue desarrollando a mi manera, como era de esperarse. El calor en Sarasota era increíble, y todos estábamos vestidos formal, lo cual no nos ayudaba, así que decidimos hacer la reunión en uno de los restaurantes cerca del área de la piscina, nos dieron la opción de una mesa en el interior o una en el exterior, y todos coincidimos en una mesa en el exterior, y yo sabía por qué....
Muchas de las hijas y esposas de socios, inversionistas y hombres negocios se paseaban en traje de baño por el lugar, robándose las miradas de los hombres.
—Señor Davis, ¿cómo le resulta el matrimonio? — indagó uno de los caballeros presente.
No entendía a qué se debía su pregunta, era algo personal y en estos momentos solo quería hablar de negocios.
—Me resulta bien, Señor Marlven— respondí cortante, no entraría en detalles con todos estos chismosos en la mesa.
—Entiendo que está casado con la menor de las Walton, lo que no entiendo es por qué decidió casarse con la hija menor de Rob, cuando su hermana mayor, Katherine Walton es toda una maestra de los negocios— expresó uno de los ancianos.
Esta conversación había empezado a enojarme.
Respiré profundo sintiendo la mano de Nora por debajo de la mesa acariciando mi pierna, sé que era una señal para que cuidara mis palabras.
—Entiendo que cada uno decide con quién desea casarse— comenté tratando de sonar lo menos molesto posible.
—Claro, si lo que quiere es terminar de educar a una cría— se burló otro señor provocando la risa de las demás en la mesa —desconocía sus gustos, señor Davis...
Tensé mi mandíbula. Nora me miró.
—La hija menor de Rob Walton es conocida por ser una señorita algo problemática, la chica es irrespetuosa y desafiante, ni siquiera su padre puede con ella, según las malas leguas está empeñada en desobedecer constantemente las órdenes de su padre; no imagino lo difícil que debe ser para usted, y el alivio que debe ser para Rob— dijo uno de los hombres con veneno.
En este punto ya estaba perdiendo la paciencia, llevé mis manos sobre la mesa apretando mis puños con brusquedad.
—Prefiero una chiquilla desafiante como esposa, a una mujer a la cual deba que mostrarle mi cuenta de banco para que acepte salir conmigo— espeté serio.
—Señor Davis, no quisimos decir...
—Antes de hablar sobre mi esposa...— dije interrumpiéndolo —primero, asegúrense de que no se aburren al lado de las suyas, porque lo que tiene mi esposa de desafiante, lo tiene de divertida, no me he un sacrificio asistir a una fiesta con ella, porque Kiara Walton no es una esposa trofeo como otras...
Nora apretó mi pierna con fuerza para que la mirara, la ignoré.
—Quizás no está relacionada en el mundo de los negocios como sus hermanos, pero eso no quiere decir que sea menos inteligente, le aseguro que tiene un futuro brillante como abogada... — continué hablando mientras veía a todos en la mesa moviendo su cabeza a un lado, buscando mirar detrás de mí.
—¡Mierda! — masculló Nora.
—Mi esposa...— hablaba cuando ella me frenó.
—No sigas hablando, Bastián...— comentó nerviosa.
Me volteé en la silla para averiguar qué rayos miraban todos en la mesa, y no pude creer lo que estaba viendo. Abrí mis ojos como platos sintiendo todo dentro de mi incendiarse.
—¿Su esposa qué, señor Davis? — inquirió alguien en la mesa.
Me puse de pie de inmediato, caminando a grandes zancadas.
—¡Bastián! — gritó Nora llamándome, pero por nada del mundo detendría mis pasos, mataría a esa mocosa de mierda.
Me conduje por el área de la piscina viendo a Kiara caminar con un traje de baño que dejaba muy poco a la imaginación
<< ¿Cómo se le ocurría ponerse algo así?>> todos los hombres la miraban, mis clientes la miraban, las mujeres la miraban, todos en este maldito hotel la miraban.
Agarré una toalla que había sobre una tumbona acercándome a ella. Me detuve delante de ella interponiendo en su camino.
— Apártate bestia— gruñó rechinando sus dientes, mirándome con recelo.
Sentí mi corazón temblar.
—Estás demente— rabié abriendo la toalla, cubriéndola.
—¡No necesito esto! — escupió llamando la atención de las personas que estaban cerca, quitándose la toalla, dejándola caer al suelo.
Respiré profundo intentando no perder el control, sin embargo, creo que ni aspirando el aire de medio mundo podría calmarme.
—¿¡Qué diablo llevas puesto!?— grité.
—No vine aquí a trabajar— respondió con naturalidad.
—Me importa muy poco a lo que viniste, sube a la maldita habitación en este instante y ponte algo de ropa— le ordené.
—No— sentenció, retándome.
—¿No? — inquirí acercándome más a ella de forma amenazadora.
—No me moveré de aquí, bestia— soltó colocando una de su mano en su cintura.
—No me obligues a hacerlo, Kiara— advertí.
—Viniste a trabajar, ¿no? Tus inversionistas esperan por ti— pronunció de manera seductora señalando el lugar en donde se encontraba Nora con mis clientes.
—Kiar...
La escuincla cruzó por mi lado dejándome con la palabra en la boca, me giré rápidamente tomándola por sus piernas y echándomela al hombro.
—¿Qué? ¡Bastián, no! — pataleó.
Emprendí el camino a la habitación con Kiara en mi hombro mientras todo el mundo disfrutaba de tan entretenida escena; la mocosa vociferaba un montón de impropios por el hotel, tenía unas ganas inmensas de propinarle una nalgada, pero con la ira que me invadía si lo hacía quizás la lastimaría.
—Silencio— le ordené una vez entré al lobby del hotel.
—¿¡Kiara!?— exclamó Kate sorprendida al vernos. Mi cuñada estaba en el lobby con algunos socios.
<< ¡Mierda!>>
—¡Kate! ¡Dile a esta bestia inhumana que me suelte! — gritó, escuchándose por todo el lugar.
Los socios de la cadena miraban la escena con cara de sorpresa, cuchicheando entre ellos.
—Buen día, señores— saludé tranquilo.
—Bastián, ¿qué sucede? — indagó Kate.
—Discúlpenme, mi esposa y yo tenemos un asunto que arreglar— dije continuando mi camino hacia la habitación.
—¡Kate! ¡Auxilio! — gritó la mocosa.
Subí por las escaleras con tal de no tener que bajarla de mi hombro cuando tomara el ascensor.
Abrí la puerta de la habitación, ingresando al interior de ella, lazando a Kiara sobre la cama sin delicadeza...
—¡Eres un imbécil!, ¡Una bestia!, ¡Te odio, Bastián Davis! — vociferó parándose de la cama hecha una furia.
Me giré con intención de salir de la habitación, como estaba ella y como estaba yo, era evidente que no podíamos hablar.
—No me escuchaste, ¡Te odio! — gruñó caminando detrás de mí.
Mi paciencia había llegado al límite.
Me giré en mis talones encarándola, la tomé de nuevo por las piernas llevándola sobre la mesa de la pequeña sala, colocando mis brazos sobre la mesa a ambos lados de ella.
—Dímelo de nuevo, dime qué me odias— la reté, clavando mis ojos en los de ellas.
Se quedó en silencio bajando su cabeza.
—Repítelo de nuevo, grítame lo bestia que soy al no querer que los hombres que están ahí afuera vean lo que es mío— declaré.
La mocosa levantó su cabeza abriendo su boca sin saber qué decir; me separé de ella masajeando mi frente con brusquedad. Claramente, este matrimonio no tenía reparo.
Volví a acercarme a ella tomando su barbilla, obligándola a mirarme.
—La próxima vez que escuche la palabra te odio salir de tu boca, me la follaré, ¿entendido? — amenacé soltándola, hosco.
Di unos pasos lejos de ella, sacando mi móvil del bolsillo de mi pantalón, marcándole a James.
—James, sube ahora a mismo a mi suite— le ordené colgando la llamada.
Kiara se bajó de la mesa.
—Te quedarás aquí por el resto del viaje— le informé.
—¿Qué? — inquirió.
—¡Digo que no pondrás un pie fuera de esta habitación si yo no lo autorizo, Kiara! — le grité.
Escuché unos toques en la puerta, fui hasta ella abriéndola, encontrando a James a fuera.
—Señor— emitió mi guardaespaldas.
—La señora Davis tiene prohibido salir de esta habitación, a menos que yo diga lo contrario— le especifiqué.
—Entendido.
—¡Bastián! — vociferó ella.
—¿Bastián? — cuestioné mirándola — ¿Ahora soy Bastián? Porque hace un momento te escuché llamarme bestia— verbalicé saliendo de la suite, cerrando la puerta.
Podía escuchar los gritos de Kiara mientras golpeaba la puerta salvajemente.
—Si Kiara sale de esta habitación, considérate despedido— le indiqué a James.