Capítulo 44 ✔️

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POV BASTIAN DAVIS

Busqué el contrato que esperaba el señor Robinson, estaba loco porque firmará, la imagen de Kiara en la cocina en lencería roja se repetía una y otra vez en mi cabeza destrozándome los sesos.

<< ¿Por qué demonios no le hice el amor en ese momento?>>

—Leeré el contrato mientras cenamos— dijo mi cliente caminando a la mesa.

<< ¡Maldita sea!>>

—Ah, si quiere puede llevárselo a casa señor Robinson, no hay prisa, mañana podemos reunirnos en la firma— le supliqué prácticamente, necesitaba que se fuera de mi departamento.

—Señor Davis, no tengo prisa, además, no voy a despreciarle una cena, lo firmaré esta noche, pero antes revisaré cada cláusula— afirmó el anciano tomando asiento en la mesa.

Vi los platillos en la mesa... <<Kiara va a matarme esta noche, pero este cliente era muy importante para la firma>>

—Como usted desee— comenté tomando asiento.

***

Estaba empezando a sudar, no podía evitar mirar el reloj colgado en la pared cada cinco segundo, me preguntaba cuando él terminaría de leer el maldito contrato, ya se había comido toda la comida de la mesa.

—Tengo algunas dudas, señor Davis— expuso el anciano.

—Con gusto se las aclaro, señor Robinson— pronuncié volviendo a ver el reloj.

Transcurrió media hora y el señor Robinson no paraba de preguntar sobre cada cláusula, al paso que iba terminaríamos mañana.

<< ¡Suficiente!>>

—Señor Robinson, con todo respeto, mi esposa está enferma, y de verdad necesito estar con ella; si pudiera firmar el contrato o llevárselo a casa y consultarlo, se lo agradecería— pedí cortésmente.

—Señor Davis, lo hubiese dicho antes, me lo llevaré a casa, mañana iré a su oficina a firmarlo— indicó el anciano recogiendo los documentos para guardarlo en su maletín.

Acompañé al Señor Robinson a la puerta despidiéndome de él, y una vez que lo vi adentrarse al ascensor cerré la puerta corriendo a mi habitación.

—¿Kiara? — llamé entrando a la habitación.

Estaba en el balcón.

—Debí de irme a mi habitación— declaró sin ganas bajando su cabeza.

—Discúlpame, el señor Robinson es un cliente exclusivo de la firma, no podía solo ignorarlo— me excusé esperando que entendiera.

Ella entró a la habitación.

—¿¡Y dejaste que se comiera nuestra cena!?— gritó furiosa.

—Kiara... solo era comida.

—¿Comida? ¿Hablas en serio, Bastián? Yo prepare esa maldita ensalada para ti ¿Acaso no significa algo? — recriminó.

—¡Si tu cliente te pide la luna, pues le consigues la luna de mierda! — vociferé.

Ella se quedó en silencio.

—Mocosa...— susurré.

—Lo negocios sobre todo ¿Cierto? — inquirió ocultado su mirada, —no eres menos diferente que mi padre, Bastián— manifestó Kiara algo desilusionada.

Odiaba que me comparará con ese idiota.

—No volverá a ocurrir— aseguré caminado hacia ella.

—Claro que no volverá a ocurrir, porque no volverás a tocarme— escupió pasando por mi lado, marchando a la puerta.

Caminé a la puerta antes de que ella pudiera abrirla por completo, volviendo a cerrarla. Kiara se dio la vuelta encontrándose conmigo.

—¡Apártate bestia! — me gritó, enojada.

—Recuerdo haber escuchado otra cosa en mi cocina mientras gemías— le recordé.

Me miró con recelo.

—Creo que merezco algo por tan exquisito orgasmo... — comenté apoyando mis manos en la puerta, encerrándola entre mi cuerpo y la puerta.

La mocosa se paró derecha mirándome fijo, me gustaba cuando debía alzar la cabeza para poder mirarme, su tamaño era una de sus desventajas a la hora de querer enfrentarme.

—Sabes, ahora que lo dices si mereces algo— expuso la enana diabólica esbozando una sonrisa. —Gracias, fue un excelente servicio— dijo con naturalidad.

Quité mis manos de la puerta.

<<¿Acaso está escuincla se estaba volviendo loca?>>

Cerré mi puño golpeando la puerta con fuerza, Kiara no se movió ni un centímetro. Me giré caminando en dirección contraria a ella, estaba frustrado, este jueguito estaba amenazando con hacer pedazo mi auto control.

Volví a darme la vuelta yendo hasta ella, sostuve su barbilla con brusquedad, no me importaba si le hacía daño, Kiara debe entender que con el deseo de un hombre no se juega.

—Escúchame muy bien mocosa, no sé si sabes a qué juego estás jugando, pero está claro que no conoces sobre el deseo que siente un hombre por una mujer y más cuando ella le gusta, y mucho, así que te voy a agradecer, que si no vas a resolver el problema que dejas en mi pantalón cada vez que te me acercas, mejor no me tientes— rabié bastante serio.

La solté, ella retrocedió; pasé mi mano por mi cabello, exasperado, ahora me sentía culpable al ver algo de miedo en sus ojos.

—No sería capaz de tocarte sin tu consentimiento, ni a ti, ni a ninguna otra mujer, pero si para ti seducirme y provocarme es un juego, te recomiendo que lo termines, ¡porque sabes muy bien que te deseo! — confesé sin temor a admitirlo.

La mocosa no despegaba sus ojos de mí, por un segundo sentía que yo volvía estar al control de la situación y no ella.

Me acerqué a la puerta girando el pomo, abriéndola.

—Sal de mi habitación— mandé.

Kiara empezó a quitarse el saco revelando la lencería que traía puesta.

—¿¡Acaso quieres que no te dejes salir!?— indagué apreciando sus perfectas curvas.

—Solo te regreso tu saco—explicó inocente, o eso me obligaba a creer.

—Déjate el maldito saco puesto y solo sal de mi vista— escupí.

La mocosa se marchó rápidamente, por primera vez me obedeció en algo, y lo agradecía, ya que esta noche había traspasado líneas infranqueables en mí.

Si no hubiera sido por el señor Robinson sé que la hubiese hecho mía en esa cocina, a pesar de saber que no debo hacerlo. No me importó confesarle que la deseo, es algo evidente, la pregunta es ¿Por qué si ella lo sabe continuaba con esto? ¿Por qué se empeñaba en hacerme enfurecer? ¿Qué era lo que pretendía esa mocosa?

La MenorWhere stories live. Discover now