POV KIARA WALTON
Luego de escuchar a Nora y su descabellado consejo me fui directo al departamento.
Entré a la cocina desde que llegué sin ni siquiera soltar mi bolso.
—Señora Davis— habló Bethia al verme entrar.
—Bethia, por favor informarle al personal del departamento que hoy pueden salir más temprano— anuncié abriendo el refrigerador.
—¿Más temprano? — inquirió con cara de confusión —Pero, la cena de usted y el señor Bastián...
—Yo me encargo, cocinaré para mi esposo— declaré mirando lo que había dentro del refri.
—Si necesita ayuda puedo quedarme, no es problema— se ofreció ella.
Cerré el refrigerador apoyando mis brazos en la isla de la cocina.
—Gracias, pero no es necesario.
—Ah... La he visto cocinar, señora Davis, y de verdad no me malinterprete, de todas las cualidades que tiene, la cocina no es la más sobresaliente, déjeme ayudarla— pidió, pasándome una manzana, le di un mordisco.
—Está bien, me convenciste con la manzana— expuse mostrándosela—¡Pero yo hago la ensalada! — grité saliendo de la cocina.
Me encaminé a mi habitación, seleccionaría un conjunto de lencería de encaje, esta noche el rojo sería el protagonista, como alegoría a Caperucita roja y el Lobo, solo que, en esta versión del cuento, el Lobo no quería comerse a la abuela sino a Caperucita...
Preparé la tina, tenía semanas sin poder darme un largo baño, casi siempre era la ducha debido al cansancio, al cual estaba siendo sometida en la firma, mi habitación parecía una oficina con tantos documentos de diferentes casos regados por ahí.
Me introduje en la tina después de agregar las sales de baño, esto era tan relajante que me tomé una hora solo para mí, lo necesitaba.
***
Salí de la habitación cubierta por un albornoz, debajo de él llevaba puesto el conjunto de encaje que elegí, el cual consistía en un sostén que no dejaba nada a la imaginación y una braga que se perdía entre mi trasero, no sé dónde había quedado mi vergüenza delante de Bastián, pero claramente no existía.
<<Necesitas de Dios, Kiara, porque esta noche te irás directo al infierno>>
Me sorprendí cuando crucé por la sala encontrando la mesa organizada, la señora Bethia hizo más de lo que lo pedí, colocó velas y rosas rojas en la mesa volviéndolo todo más romántico.
Corrí a la cocina.
—Bethia, muchas gracias por tu ayuda, de verdad— manifesté abrazándola desde atrás, dejando un beso en su mejilla.
—No es nada, señora Davis, todo sea por el amor— comentó sonrojada.
<<¿Amor? Claro... >>
—¿Necesitas ayuda?— indagué.
—Ah..., sí, falta el vino y llevar los platillos a la mesa— indicó señalando las delicias que preparó.
Me moví en la cocina tomando una botella de vino de la pequeña cava, para luego ayudarla a llevar los platillos a la mesa.
—Creo que es todo, he dejado los vegetales desinfectados en la cocina— informó buscando su bolso.
—De acuerdo, trataré de no arruinar todo lo que hiciste con mi... ensalada— bromeé.
Ella me miró.
—No lo haga, por favor— suplicó.
La acompañé a la puerta despidiéndome de ella, quedándome completamente sola en el departamento.
Me dedicaba a preparar la ensalada cuando el teléfono de la cocina sonó, le pedí al recepcionista que me avisará una vez el auto de Bastián ingresará al edificio.
—Buenas noches— saludé.
—Señora Davis, su esposo acaba de llegar— informó el recepcionista.
—Gracias— dije colgando.
Volé a la habitación retirándome el albornoz, me miré en el espejo un segundo.
<<Si fallas en esto múdate del departamento>> me dije.
Hacía cuenta regresiva en mi cabeza calculando el tiempo que se tardaría Bastián en subir al departamento, me moví a la cocina con intención de parecer lo más normal posible, aún me faltaba terminar la ensalada y era una excelente excusa para mitigar mi estrés y nerviosismo.
Esperaba verle la cara al desgraciado de Bastián. Escuché la puerta abrirse al mismo tiempo que mi corazón saltó.
La voz de Bastián se hizo presente en el lugar.
—¿Desea algo de tomar? — preguntó Bastián.
—Sí, por favor— contestó la otra persona.
<< ¿Qué mierda?>>
Mi boca se abrió sola, en ese instante las luces de la sala se encendieron.
—Aunque, creo con la cena será suficiente, señor Davis, no se hubiera molestado— volvió hablar la persona.
<<¿¡Cena!? ¿¡Mi cena!?>>
Las alarmas en mi cabeza se prendieron.
<< ¿Con quién diablos vino Bastián?>> Pero antes de poder responderme esa pregunta, los pasos de alguien acercándose a la cocina resonaron contra el suelo, mi corazón amenazaba con paralizarse en cualquier momento.
Cerré mis ojos mientras escuchaba los pasos cada vez más cerca.
—¿Kiara? — inquirió Bastián al verme.
—Ah... Yo... Bastián... Yo... — tartamudeé —Solo era parte de nuestro juego... no sabía que vendrías con alguien— traté de explicar.
Caminó hacia mí sin decir nada, asustándome.
—Bastián.
—Cállate— gruñó llevando sus manos a mi cintura; me subió en la isla de la cocina colocándose en medio de mis piernas.
<< ¿Qué demonios?>>
—Espera— manifesté, pero fue inútil, porque en menos de un segundo la boca de Bastián se adueñaba de la mía.
Su beso era fuerte y demandante, sentir como sujetaba mi cintura con fuerza era demasiado para mí, me dominaba... era claro que en la cama él es quien manda; su lengua jodidamente caliente y aterciopelada deseaba sentirla en mi coño justo ahora. Llevé mi mano a su cuello, pegándolo más a mí mientras su boca descendía a mis senos, mordisqueando uno de mis pezones por encima del sostén, provocando que un gemido saliera por mi boca.
—Shuuuu— emitió silenciándome— afuera tengo un cliente importante, así que no puedes gemir, no ahora, cariño— pidió volviéndome a besar.
Metí mi lengua en su boca jugando, explorándola por completo a medida que la mano de Bastián se colaba dentro de mi braga, las cosas se estaban saliendo de control, sus dedos se movían en mi centro con maestría.
—Joder...— gemí llevando mi cabeza atrás.
Bastián bajó mi sostén chupando mi pezón con frenesí, mi coño me gritaba más, y la humedad que salía de él lo confirmaba, ni siquiera era necesario ver mi braga, podía sentir como mis fluidos mojaban sus dedos.
Levanté mis manos despegándolo de mis senos, adueñándome de su boca de nuevo, esto era mi perdición, podía vivir solo de sus besos, mordí su labio inferior cuando sentí la primera convulsión, estaba a punto de llegar.
—No grites— me ordenó con su voz ronca moviendo sus dedos más rápido sobre mi clítoris.
—No puedo, no...— susurré entre gemidos, me besó reprimiéndolos.
Jadeé.
—Maldición— musitó Bastián al escucharme jadear. —Nena, por favor, no lo hagas— me suplicó.
Intenté cerrar mi boca, pero me era imposible, me sostuve de sus hombros cuando empecé a sentir mis piernas temblar, los labios de Bastián fueron a mi cuello chupándolo, sabía que el desgraciado me dejaría una marca ahí, pero no me importaba, de hecho, podía hacer lo que quisiera en mí y en donde quisiera, sin oposición alguna...
—¡Bastián! — grité perfectamente audible, indicándole que mi orgasmo había explotado.
Calló mi boca con la suya, mi cuerpo tembloroso y mi respiración irregular no me permitía pensar con claridad... esto estaba muy mal.
—Perdón— siseé apoyando mi frente su pecho.
—¿Por qué? ¿Por ponérmela más dura al escucharte gemir mi nombre? — soltó sorpresivamente, levanté mi cabeza, fijando mis ojos en los de él.
Bastián intentó rodearme con sus brazos, pero sin querer movió un vaso de cristal que estaba a mi lado mandándolo al piso.
—Mierda— masculló después del estallido.
—¡Bastián! ¿¡Está todo bien!? — exclamó el señor desde la sala.
Los pasos del señor haciendo eco por el departamento nos anunciaba que se dirigía a la cocina; Bastián me bajó de la meseta.
—No digas nada y mantente detrás de mí— ordenó, quitándose su saco, cubriéndome con él.
—¿Sucede algo? — inquirió el caballero entrando a la cocina.
El cliente de Bastián clavó sus ojos en mí, sabía que mi aspecto solo gritaba una cosa, <<sexo>>.
—Señor Robinson— expresó Bastián llamando su atención.
—¿Está todo bien? — preguntó el señor.
—Sí, mi esposa está algo indispuesta, me puede dar un segundo a solas con ella, antes de buscar el contrato, por favor— mintió Bastián.
—De acuerdo— dijo el señor saliendo de la cocina.
Solté el aire que inconscientemente mantenía retenido en mi pecho.
—Ve a mi habitación y espérame en mi cama, no he terminado contigo— sentenció la bestia.
<<En qué problema me he metido>>
Todo esto era culpa de Nora, solo a ella se le ocurría meterme en la boca del Lobo literalmente.
Salí rápidamente de la cocina para ir a la habitación de Bastián, podía encerrarme en la mía si quisiera, claro... si quisiera... Pero yo quería otra cosa, y era saber de qué es capaz Bastián por satisfacer sus más bajos deseos.