Conviviendo con la Mentira ©...

By LadyGual

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[Historia GANADORA en los PREMIOS WATTY 2013 en español, en la categoría erótica, no adolescente, chick lit... More

Capítulo Uno: ¿Por qué a mí?
Capítulo Dos: Preparativos de Boda
Capitulo Tres: Caos desatado.
Capitulo Cuatro: Sorpresa y Trato.
Capitulo Cinco: Sucesos Confusos
Capítulo Seis: ¿Actriz? Creo que no...
Capítulo Siete: Principio del deseo.
Capítulo Ocho: ¿Película y Hormonas? Mala combinación...
Capítulo Nueve: Malas Noticias
Capítulo Diez: Pesadilla.
Capítulo Once: ¿Líos y confesión? Menudo día...
Capítulo Doce: La bomba decidió estallar.
Capítulo Trece: ¿Alex es gay?
Capítulo Catorce: La prueba y, Elisa, ¿qué planeas?
Capítulo Quince: Beso con sabor a tarta de queso
Capítulo Dieciséis: ¡Sorpresa, somos nosotros!
Capítulo Diecisiete: Vaya noche. I
Capítulo Dieciocho: Vaya noche. II
Capítulo Diecinueve: La felicidad dura una navidad.
Capítulo Veinte: Chantaje.
Capítulo Veintidós: Comienza la guerra, ¿en la discoteca?
Capítulo Veintitrés: La llamada. ¡Te lo dije!
Capítulo Veinticuatro: Verdades que escuecen.
Capítulo Veinticinco: Familia, Daniel es Ren...
Capítulo Veintiséis: Adiós a las vacaciones.
Capítulo Veintisiete: ¡Comienza un nuevo trimestre! ¿Las cosas pueden ir peor?
Capítulo Veintiocho: Tentaciones. ¡Maldito Daniel!
Capítulo Veintinueve: Ex novia psicópata.
Capítulo Treinta: Hondo, muy hondo...
Capítulo Treinta y uno: Sentimientos confusos, ¿por qué ahora?
Capítulo Treinta y dos: Oscuros secretos.
Capítulo Treinta y tres: Acontecimientos.
Capítulo Treinta y cuatro: Plan de ataque.
Capítulo Treinta y cinco: El juego...
Capítulo Treinta y seis: ...ha...
Capítulo Treinta y siete: ...terminado.
Capítulo Treinta y ocho: Tras la tormenta
Capítulo Treinta y nueve: Buenos amigos.
Capítulo Cuarenta: A pesar de todo, le quiero.
Capítulo Cuarenta y uno: La mentira de Alex
Capítulo Cuarenta y dos: Se acabó la tortura... ¿o no?
Capítulo Cuarenta y tres: Haciendo lo correcto.
Capítulo cuarenta y cuatro: Un nuevo plan y una propuesta.
Capítulo Cuarenta y cinco: Re-enamorar. Parte I
Capítulo Cuarenta y seis: Re-enamorar. Parte II.
Capítulo Cuarenta y siete: Un accidente inesperado.
Capítulo Cuarenta y ocho: El nuevo Alex
Capítulo Cuarenta y nueve: Confesión, preocupación.
Capítulo Cincuenta: Mi historia no ha hecho más que comenzar.
¡Los premios Watty! Y últimas noticias

Capítulo Veintiuno: El jodido vengador.

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By LadyGual

Capítulo Veintiuno: El jodido vengador.

Me levanto de lo que se ha convertido en mi tumba personal y me pongo la ropa habitualmente hortera del día. Hoy no iba a ser ninguna vez Ren, es más, tenía que estudiar por lo que me quedaría en casa todo el día. Rezaría para que a Lidia no le diera por llevarnos de excursión porque, de verdad, no tenía ánimos.

Salí de mi cuarto sin ordenarlo ni si quiera y bajé a desayunar. Contando con que son las ocho de la mañana no habría mucha gente, así que aprovecharía para desayunar tranquilo y pensar unas cuantas cosas. Como por ejemplo, ¿qué coño iba a hacer con todo este asunto de Elisa? Porque esta claro que no puedo vivir así por mucho que ella se empeñe en lo contrario.

Bajando las escaleras, vi como Rosa llevaba una bandeja hasta el comedor y supe que alguien ya se había levantado. Bueno, ya que estaba despierto y cambiado me daba igual.

Entré y me encontré con una Miriam arreglada para salir y mirando la televisión como si fuera lo más importante del mundo. No quise llamar su atención, por lo que me senté y, cuando Rosa vino para ver lo que quería desayunar, se lo pedí y se marchó con una mueca extraña. Creí que Miriam se mostraría dolida o, peor aún, que me ignorara, pero cuando me habló no pude dar crédito a lo que oía y veían mis ojos.

   —Buenos días, ¿has dormido bien en la cama donde me desvirgaste? —su sonrisa ancha y su voz cargada de sarcasmo me alertó. Solo la conocía de unas cuantas semanas, pero creo que no esta nada contenta… y no es para menos.  

   —Pues fíjate que si. Al contrario que tú, parece que has llorado toda la noche. —mentí pues no había dormido casi nada y, cuando lograba cerrar los ojos, tenía pesadillas. No quería ser así de cruel, pero debía dejarle claro que no podíamos volver. Tenía que mostrarme como un cabrón porque así sufriría menos luego. Si se olvidaba de mi, si me odiaba con toda su alma, más posibilidades habrá de que me deje en paz. Así no saldría herida.

   —Claro, alguien tan falso como tú, tan egoísta y manipulador no le importaría haber quitado la virginidad a una adolescente. ¿Verdad? —esa sonrisa me desconcertaba, sin duda disfrazaba muy bien sus sentimientos. Comenzó a comer su tostada, pero al ver que la miraba la tiró al plato y se levantó cogiendo la comida.

   —¿A dónde vas? —inquirí disimulando mis ganas de abrazarla, de consolarla y de pegarme una ostia.

   —No puedo comer con cerdos que se aprovechan de chicas inocentes. —musitó alejándose de mi. Crispé los puños y me levanté decidido a herirla por sus palabras. Le cogí de la muñeca e hice que me mirara a los ojos. Descubrí que los tenía llorosos. Joder, no podía verla así. La solté y terminó de marcharse de la cocina, casi tira a Rosa al suelo por lo rápida que iba. La cocinera me miró con cierto reproche, pero caminó hasta mi, me dio el desayuno y se fue tras Miriam. ¡Joder! ¡¡Hasta Rosa puede consolarla!! Me sentía fatal, un gilipollas inútil que no podía decirle a la chica que le gustaba lo que pasaba entre nosotros.

Volví a sentarme para desayunar, pero el apetito se había esfumado… Vaya asco.

.

.

.

Ya eran las tres de la tarde y me había pasado toda la mañana estudiando Marketing e investigación de mercados. Por lo menos mi cabeza estuvo ocupada bastante con esta materia, además, el examen sería el 8 de Enero, justo después de vacaciones, así que tenía que ponerme al día…

Iba a bajar para comer algo cuando alguien llamó a la puerta de la biblioteca —me gustaba estudiar allí porque no había tanta tecnología como en mi cuarto y así no me distraía —.

   —Adelante. —puse mi voz chillona y en seguida entró Lidia. Puse una cara de fastidio que disimulé rápidamente. Lidia paró de caminar a unos dos metros de distancia de mi y, mirándome seriamente, comenzó a hablar.

   —Daniel, esto no puede seguir así. Vamos a hablar de madre a hijo y no consiento que me des largas como la última vez. ¿Está claro? —mi mente estaba hecha un revoltijo de ideas y recuerdos dolorosos. Lidia no podía venir y exigirme que la escuchara porque no tenía la maldita razón.

   —Si piensas que volveré a tus brazos, estás muy equivocada. —aclaré bajando la voz para que se notara menos mi voz real. No podía fingir estando tan alterado con su presencia.

   —Daniel, no quiero que dependas de mi pero, al menos, podrías intentar ponerte en mi lugar. Yo no te dejé, no te abandoné, es más, estabas a mi lado todo el tiempo. ¿Por qué te alejaste y cambiaste tanto de repente? ¡No logro entenderte, hijo! ¡No paro de darle vueltas a la cabeza y no entiendo porque te marchaste de mi lado! Es como si tu mente se hubiera encerrado, aislado de lo que te rodea, y no abrieras los ojos. ¡¡Tienes demasiados pájaros en la cabeza como para darte cuenta de que todo el mundo se ríe de ti!!

La miré con furia contenida, menos mal que mis ojos estaban ocultos tras estas gafas… Me fijé en su aspecto de reina de todo el mundo y, sobretodo, de poder. Llevaba su pelo largo y negro recogido en un moño alto, sus ojos azules ahora chispeaban confusos e irritados, sus labios se cerraron en una fina línea y elegante… Vestía de marca, una chaqueta color crudo con unos pantalones de pinzas azules marinos, a juego con su camisa. Llevaba unos pendientes de oro y ovalados, que le hacían juego a la pulsera también de oro. Estaba tan podrida de dinero que ni entendía mis emociones… es más, Luis la ha podido engañar tan fácilmente porque es tan idiota a la hora de tratar con seres humanos que ignora lo que los demás vemos en ella.

   —Lidia. —esta vez mi voz sonó normal. Estaba harto de ella, de todo lo que ella había supuesto para mi que quería demostrarle cuan independiente me había vuelto, pero me contuve porque no me interesaba que descubriese lo que ocultaba —. No me vuelvas a dirigir la palabra. Yo te tolero cuando estamos ante un público, pero en la intimidad, te odio.

No me quedé para ver su reacción, sino que caminé hasta la puerta para salir de allí. No soportaba más el estar con ella. No quería que se me pegara nada más de esa víbora sin sentimientos. Pero, al pasar por su lado, me asió del brazo con fuerza hasta que me obligó a mirarla.

   —¡No te atrevas a hablarme así! —exclamó dolida y me dio un tortazo en la cara. Ya van dos ostias en poco tiempo… El contacto hizo que se me cayeran las gafas, pero no me importó. La miré con tanto odio que creo que pude haberla matado si las miradas lo hicieran.

   —Yo no te pertenezco, soy un adulto y, como tal, exijo libertad. Te quiero alejada de mi porque me das asco. —Lidia agrandó los ojos sorprendida por el cambio en mí. Pero si se dio cuenta de que había estado fingiendo, no dijo nada. Por otro lado, me soltó y pude salir de la biblioteca al fin, mas antes de librarme de ella, dijo:

   —¡Pues si tanto deseas librarte de mi, te doy dos días para que te largues de MI casa! —exclamó con ira. Esta vez tenía que contestarle, no me iba a quedar de brazos cruzados. Si creía que con eso me iba a ablandar, es que de verdad era una total idiota. —No quiero a un hijo que reniega de su madre. ¡No lo permitiré! —sonreí ante el reto que me suponía trasladarme a otra vivienda.

   —Vieja bruja, ya no volverás a verme a no ser que me pidas clemencia. Y si, llegas a arrastrarte por mi, todavía me pensaría el perdonarte…

Y dicho esto, me fui al comedor tan tranquilo. Tenía hambre…

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Después de haber comido a solas en mi cuarto, medité sobre lo que había hecho. Había actuado sin pensar y eso no era propio de mi. ¡Joder la había fastidiado! Y no creáis que se debe a que no quiero dejar a Lidia, si me arrepiento de haberle dicho que me iría era porque no volvería a ver a Miriam tan a menudo. Quizá si en la empresa, pero allí yo iría a trabajar, y ella a estudiar, por lo que tampoco tenía muchas oportunidades. Además, Miriam me odiaba tanto que seguro saldría corriendo al verme… eso sí que me dolería.

¡Es que Lidia es gilipollas! ¿No podía dejarme tranquilo como habitualmente? No, tenía que fastidiarme como la que más…  ¿Qué derecho tenía ahora de tratar de “disculparse” conmigo? Lo que ella me hizo no tiene perdón, o al menos no el mío…

Dejarme solo tanto tiempo… a cuidado de sus criadas de la mansión… ¿A eso se le llama cuidar a un hijo?  Y mientras tanto, ¿qué? Se la pasaba en esa maldita empresa de cosméticos que le absorbía tanto tiempo que la estaba matando. Y si solo fuera eso… ¡no se daba cuenta de que yo me sentía solo! Cuando cumplí los quince años cambié radicalmente tratando de conseguir su atención, ¡pero ni eso lo logró! Si se “preocupó” por mi fue cuando cumplí los dieciocho y, como tenía que ir relacionándome con gente importante y mi aspecto daba verdadero bochorno, ella decidió prestarme atención. ¡Solo porque le daba vergüenza ajena! ¡¡Por mí que se pudra ella sola y que Luis la haga sufrir de todas las maneras posibles!! Yo me desentiendo de esta mansión y de su presencia. Así me sentiré mejor…

¿Pero por qué siento esto en la boca del estómago?

Sabía que una madre debía velar por sus hijos, que una madre los protegía y los vigilaba como correspondía. Un hogar normal y feliz lo componen una madre y un padre. Ambos, encargados de sus hijos… pero lo que yo obtuve fue muy diferente; una madre distanciada que, según ella, no estaba al lado de mi padre porque le fue infiel. ¿Pero ni siquiera me pudo unir a él? No lo he visto ni una maldita vez en toda mi vida y eso me da rabia. Y sabía muy bien que Lidia tenía la culpa, era ella la que seguro no le dijo nada a mi padre y por ello yo no puedo llamar papá a nadie.

Crispo los puños encima del escritorio y aparto de un manotazo los apuntes con tanta rabia que creo que los habré roto y todo. No me importa, ahora mi mente es un caos, un caos cuando jamás he tenido ninguna duda al respecto de nada… salvo ahora con Lidia y con Miriam.

Recuerdo que, las pocas veces que ella venía a la casa, le preguntaba acerca de mi padre, y Lidia siempre respondía: “No verás a tu padre en la vida porque fue un hombre malo. No quiero que se te pegue nada de él.” Siempre me decía eso con voz monótona, carente de sentimientos hacia mi… ¿y ahora pretende que le importo? ¡Ja! Solo tiene ojos para ella y sus millones…

Me levanto del asiento e intento calmarme dando vueltas por la habitación. Miro el reloj que reposa en la mesita de noche, ajeno a todo el revoltijo de ideas que cruzan mi mente ahora mismo. Marca las cuatro menos veinte. Bien, no me importa la hora, voy a buscar a ese mal nacido periodista y le amenazaré con que soltaré información acerca de sus ilegalidades a la policía —si no lo pillo, por lo menos habré hecho algo. Necesito desquitarme con alguien —. Con eso conseguiré que no vuelva a obedecer a Elisa y nos deje en paz… O, al menos, hasta que esa zorra contrate a otro para vigilarnos… Porque estoy seguro de que él era quien le filtraba la información a Elisa de todo lo que me pasaba. Incluida la noche de pasión con Miriam… ¿cómo burló la seguridad de la mansión? Aunque, pensándolo bien, no tenemos guardaespaldas… Aun así, las alarmas sonarían…

De repente me duele la cabeza. Son tantas las cosas que debo llevar a cabo que no puedo pensar con claridad. Entre Elisa, la ruptura con Miriam, Lidia y los estudios no tengo fuerzas para nada que no sea indagar en mis pensamientos sin llegar a una solución…

Lo mejor será salir al exterior, quizás así pueda pensar con claridad y objetividad…

.

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.

Ahora que estoy en el jardín trasero, apoyado en la barandilla blanca del porche y sintiendo todo el viento fresco de la tarde, me siento mejor. Necesitaba salir al exterior para centrarme.

Miro el que ha sido mi hogar solitario hasta hoy. Mañana debería encontrar una nueva casa… Sonreí con sorna, Lidia creía que no tenía ni un mísero euro, pero estaba equivocada. Tenía una cuenta secreta en el banco BBVA y ahorré millones… No por nada era una estrella de cine. Me crucé de brazos y escruté el horizonte, compuesto por unos pinos altos y vallados. En medio del jardín, estatuas de musas y delfines poblaban las plantas de la época del año. El jardinero, un hombre mayor y muy enclenque para mi gusto, se encargaba de mantener el jardín hermoso en todas las estaciones del año. Sus hábiles manos daban formas preciosas a los arbustos y los convertían en verdaderas obras de arte. Me extrañaría que Lidia supiese que tenemos a un jardinero tan habilidoso. Es más, me esta extrañando demasiado que se quede tanto tiempo en la casa sin ir a trabajar…

Aunque sean estas fechas, nunca ha estado conmigo nada más que una noche, la de noche vieja. Y lo que más rabia me da es que ese cambio en ella se deba a Luis, un total y completo desconocido, que encima ni la quiere. Cierro los ojos y trato de volver a calmarme. Tengo que controlar esta rabia… pero…

En ese momento noto un pequeño movimiento detrás de los pinos vallados. Con disimulo, ojeo esa dirección encontrándome en la mira de una lente de cámara. Frunzo el entrecejo incapaz de quedarme quieto. De un salto, atravieso la barandilla que se interpone entre mi cuerpo y el jardín, y aterrizo agazapado en el suelo. Me levanto tan rápido como mis piernas me lo permiten y corro hasta alcanzar el sitio donde antes estaba ese hombre echándome fotos. Con experiencia, atravieso la valla, ya que esta tiene un agujero, y miro alrededor en su busca. Llego a reconocer un trozo de su abrigo al girar en una esquina rápidamente. Sin pensarlo, me lanzo a la carrera para lograr pillarle y averiguar si era o no el mismo periodista que contrató Elisa.

Para mi agrado, yo soy más rápido que él, así que logro cogerlo en mitad de la carretera ya que él había cruzado sin mirar. Justo cuando lo atrapo del abrigo, un coche vino a toda velocidad hacia nosotros y, si no fuera porque tengo unos reflejos de gato, no salimos con vida de esta.

Con impulso, salté a la derecha  —cargando con el periodista —, y caímos en la acera de la calle. Todas las personas que paseaban por allí nos miraban con asombro y preocupación. Mientras, el conductor bajaba la ventanilla y nos lanzaba insultos y pullas nada agradables, pero a mi me daba igual. Lo que verdaderamente importaba era que tenía sujeto a este individuo y no podría escapar de mi interrogatorio.

Levantándome con energía, lo cogí de la pechera e hice que me mirara. Era el mismo hombre que vi fotografiado en la hoja que nos dio Alex. Éste era el hijo de puta que casi viola a Miriam.

   —¡Suéltame! ¡Ey! —gritaba intentando deshacerse de mi agarre. Pero no le permití que escapara…

La sangre se me subió a la cabeza de la rabia y el odio que sentía, la repulsión que me inspiraba ese idiota y no me pude controlar. Lo arrastré hasta un lugar menos público, un callejón maloliente pero seguro. Allí no me contuve, le pegué un puñetazo en toda la cara que hizo que se cayera al suelo.

   —¿Por qué me haces todo esto? ¡Yo solo hago mi trabajo! —desde el suelo, pude ver como sonreía de lado aun sangrándole la nariz. Se llevó las manos a dicha parte y no paraba de sangrar. A mi poco me importaba lo que le sucediese a ese mal nacido, por lo que me agaché para quedar a su altura y musité con odio:

   —¿Y tú te consideras un trabajador? —volví a pegarle, pero esta vez en el estómago —.Has caído muy bajo, gilipollas, ¿no tienes suficiente con arruinar la vida de los famosos? ¿Ahora también violas a jovencitas? No, no, no… Esto no va a quedar así, por mucho que te lo ordenara Elisa… —él agrandó los ojos. Sabía que ese idiota no creía que yo lo conociera, pero resulta que sí, y eso me provoca placer.

   —Yo solo obedecía órdenes… —le tiré en el suelo y puse mi zapato encima de su pecho. Él intentaba librarse de mi, pero era tan enclenque que me daba risa.

   —Ya, pues, óyeme bien porque sino te hundiré. ¿Quién tiene las fotos? —él enarcó una ceja.

   —Elisa, ¿quién sino? —maldije interiormente.

   —Dame la cámara. —ordené sin inflexión. Él no quiso pues no decía nada. Así que tuve que arrebatársela de sopetón. La tenía enrollada en el cuello, por lo que tuve que pegarle una vez más para que se dejara hacer —. Muy bien, ahora escúchame: no volverás a trabajar más para Elisa porque tengo pruebas suficientes para denunciarte ante la policía por acoso… y créeme, saldré ganando. —esta vez fui yo quien sonrió.

   —Eres Daniel Saldivar y Ren… sé que tienes todo el dinero del mundo… —hizo una pausa para escupir sangre —. Si quieres que deje de trabajar para Elisa, no puedes darme una excusa tan pobre. ¿Qué pruebas tienes contra mi? ¿Te arriesgarás a presentarte como Ren ante la comisaría y poner a tu joven amiga en peligro? Yo creo que no… —le asesté otro golpe en la cara. Esta vez tardó más en recomponerse… el muy cabrón tenía razón.

Sin parecer alterado, ojeé el contenido de la cámara. Había fotografías de Miriam en la casa, discutiendo conmigo la noche anterior… Ya tenía claro que era él el que filtraba información a Elisa. Asqueroso… También salía yo como Ren y como Daniel y el cómo me disfrazaba en las lindes del bosquecito de al lado de mi casa. ¡Joder qué puto demente!

   —Esto es prueba suficiente de un acosador… y la policía sabrá mantener la boca cerrada al respecto. Todo se llevará tan discretamente que apenas me costará nada hacerlo… Tengo los mejores abogados y amigos policías. No tienes ninguna posibilidad, saldrías perdiendo. En cuestión de días estarías pudriéndote en la cárcel. Aunque, ¿qué más te da si eres una puñetera rata solitaria? —ese hombre me mataba con la mirada, pero notaba un cierto cambio de parecer en sus ojos. Era temor lo que veía y eso me satisfajo.

   —Está bien. Renunciaré ante Elisa. Pero que sepas que contratará a otro que haga el mismo trabajo… ella es un monstruo cuando se lo propone. Hundirte es su mayor preocupación sino la obedeces, Daniel. Ándate con cuidado. —y dicho esto, le dejé marchar, no sin antes advertirle de nuevo:

   —Procura que se entere de que poseo tu cámara y de que no dudaré en usarla si es necesario. Todavía no tengo pruebas que la incriminen a ella, pero las tendré y, créeme, no habrá piedad para ella. Por cierto, ¿cuánto llevas espiándome? —él pareció meditar la cifra... estaba a punto de marcharse cuando me respondió.

   —Hace un año. —palidecí ante su contestación y él se fue corriendo.

Un año que lleva espiándome. Un año que Elisa lo sabe todo de mi. Un puto año sin intimidad.

Puse una mueca sarcástica en mi rostro. Estaba seguro de que ese periodista me veía como el puto vengador… Ese pensamiento me hizo gracia aun cuando sabía que había sido controlado y manipulado por esa zorra…

Poniéndome bien la chaqueta amarilla y las gafas, con la cámara colgada al cuello, caminé hasta salir del callejón. Estaba acostumbrado a que la gente me mirase cuando llevaba puesto el trajecito chillón, pero ahora no había ni un alma en la calle. Seguramente, se debía al tiempo, el cual amenazaba con llover…

.

.

.

Ya en el interior de mi casa, caminé con seguridad hasta llegar a la biblioteca. Pero en mitad del camino, vi a Miriam, quien caminaba con la cabeza gacha. Parecía estar pensando porque cuando me acerqué a ella y le toqué el hombro, pegó un saltito y, al saber que era yo, me ignoró y siguió caminando.

Algo contrariado, la detuve con mi mano posada en su hombro, pero ella no me hablaba, sino que me miró con odio para luego girarse de nuevo dispuesta a irse.

   —¿No te preguntas por qué llevo una cámara colgada? —pregunto captando su interés, mas luego supe que solo se giró para burlarse de mí.

   —¿Me importa? Si me disculpas, estoy ocupada. —siguió con su camino hasta que la agarré del brazo con más fuerza de la necesaria. Ella se giró con brusquedad y exigió una explicación a mi comportamiento.

   —Si, he encontrado al periodista que casi te viola y le he arrebatado su cámara. —ella agrandó los ojos pero de inmediato disimuló su reacción. Qué ingenua era, creía que no me daba cuenta de que estaba muerta de curiosidad por saber más acerca del asunto —. ¿Podemos hablar en la biblioteca? Aquí pueden oírnos.

   —Vale.

Caminamos en total silencio hasta encerrarnos en la biblioteca. Cuando Miriam me pidió una explicación, la observé: llevaba la misma ropa que esta mañana. Unos pitillos azul eléctrico, una camisa de botones blanca y unas botas altas del color de la camisa. Además, su pelo estaba recogido en una trenza de lado, dejando ver parte de su blanco cuello. Además, sus ojos pardos, más verdes que marrones, me miraban entre curiosos y dolidos, sus labios estaban apretados en una línea: enfadada sin duda. Pero eso solo me ponía aun más… Mmm, era tan guapa que quería comérmela allí mismo, pero sabía que no podía, por lo menos hasta que el asunto de Elisa no finalizase. Y, costara lo que me costara, llegaría a tener éxito. No podía vivir sin besar a Miriam…

   —A las cuatro, estaba en el jardín y me di cuenta de que alguien me estaba fotografiando. Así que corrí tras él y lo pillé. Y resulta que era el mismo tipo que te asaltó en noche buena. —ella asintió sin emitir emoción alguna, proseguí —. Le amenacé con que, sino nos dejaba en paz, mostraría a la policía el contenido de esta cámara.

   —¿Por qué no lo haces? ¿Temes que no te crean? —preguntó con voz apagada. Yo suspiré harto de sentirme culpable. La estaba engañando ya que, después de todo, no podía revelarle toda la información. O al menos no todavía.

   —Soy dos personas a la vez, no puedo arriesgarme a que me pillen en la comisaría y descubran que soy Ren y Daniel al mismo tiempo. —me justifiqué, pero ella solo entrecerró los ojos.

   —Déjame ver lo que ese degenerado ha fotografiado. —me desenrollé la cuerda de la cámara del cuello y se la entregué.

   —No sabes la paliza que le he dado. Te he vengado. —ella rodó los ojos, pero en el fondo sabía que eso le alegraba.

Miriam miró las fotos una a una y fue palideciendo más y más, hasta que me entregó la cámara con repulsión y muy roja. ¿Qué había visto?

   —Daniel, nos ha estado espiando hasta cuando… ¡ya sabes! —exclamó ella abochornada. Miré otra vez la foto para disimular, pues yo ya lo sabía. En ella salíamos Miriam y yo en mi cama, ella estaba debajo de mi y yo encima, tan solo nos cubrían las sábanas… Ante ese recuerdo me apareció una sonrisa.  

Elisa lo sabía todo acerca de mi gracias a ese degenerado que me ha estado espiando desde que salía con la zorra.

   —¿De qué te ríes? No tiene gracia, aunque… te agradezco que le hayas dado su merecido. ¿No te dijo si trabajaba para alguien? —la miré a los ojos con culpabilidad, pero gracias a mis dotes de actuación ella no se percató de mi estado de ánimo. No me gustaba engañarla más…

   —No. Lo hacía por su cuenta. —le aseguré apagando la cámara —. Me marcho. Te dejaré con tus cosas.

Y dicho esto, me fui de la biblioteca para entrar a mi despacho. Allí hablaría con Alex, a quien se lo contaría todo, aunque tal vez me arrepintiese de hacerlo…

Miriam no sabía que esas palabras eran una despedida de verdad, ya que, mañana ya no estaría más en esta casa. Me iría a vivir a otra parte, y ya tenía planeado dónde me quedaría a dormir al día siguiente…

Continuará...

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