Solo hasta que te vi (disponi...

By eduardooo96

13.8K 3.2K 508

Janett Lanchester es una aclamada princesa en el reino del Olivo, la última monarquía independiente que resta... More

Sinopsis y Booktrailer (disponible en físico y ebook)
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo Final
Capítulo 92
Solo hasta que te vi (disponible en físico y ebook)

Capítulo 77

45 13 1
By eduardooo96

Estábamos en medio de un abrazo desgarrador, sumergidos en la escarnecedora locura de la miseria y el dolor. Janett, lloraba con estrépito. No entendía por qué a nosotros nos sucedía aquello entre tantas gentes, porque habíamos superado un montón de cosas difíciles y, por si fuera poco, venía algo tan extremo que nos arrancaba el alma de una rebanada, pues anhelábamos dejar una hermosa descendencia. Era una violenta negativa que desvanecía nuestros sueños de continuar recorriendo al mundo.

—Hay adopción —le dije, en un desesperado intento por frenar sus lágrimas.

—No es lo mismo —respondió, gimoteando con instancia cuando se columpiaba más fuerte desde mi piel.

No podía llorar, pero tenía el corazón roto, porque muchas veces había llegado a ella y no hubo tal noticia imprevista desde los primeros viajes. El veredicto aclaraba que lo de Janett venía de nacimiento, tal cual como su visión, así mismo era al tratar de dar a luz. Me sentía horrible, porque quería una familia, un hogar, y una existencia que trascendiera a su lado más allá de lo que podía imaginar.

—No me importa —le dije decidido. Janett, detuvo un rato su llanto—. Tú eres mi vida, mi hogar y mi casa, eres mi familia. Eres la familia que quiero para siempre.

—Pe-pero... no vamos a ser padres.

—No me interesa.

—Pues a mí... ¡sí! —gritó, entristecida, mientras se distanció de mí para sentarse en un banco en medio de la calle. Las personas nos veían al pasar y no entendían el motivo de la confrontación.

—Janett... —le dije, y cuando me acerqué para recuperarla, ella tenía ambas manos en la cabeza, estaba dispuesta a rompérsela si fuese necesario.

—Va-vamos a casa. No quiero estar aquí, por favor.

Le acepté con gran desolación y a los pocos minutos, nos habíamos marchado en una infinita mudez.

(...)

Cuando llegamos, dos horas después de consolarla; Janett, finalmente se había acostado entre lágrimas, afligida hasta los tuétanos. Había decidido tomar cartas en el asunto; sin embargo, no sabía ni qué hacer para mejorar su estado de ánimo. Solo fui a la casa de un viejo conocido para distraerme.

—¡Amigo! —me dio un sentido abrazo—. Tiempo sin verte por aquí. ¿Qué has hecho?

—Lo mismo digo —Le dije con efímera alegría. Cortés, sintió mi tristeza en un santiamén.

—Oye... ¿Y esa cara? Ven, tómate algo.

A la hora le comenté mi situación, pero antes, él estaba conversando sobre lo maravillosa que era su familia y sus niños. Era una daga al corazón, el pobre de Cortés, no se daba cuenta de mi dolor.

—Ander tiene tres, es el último. Ya juega ajedrez y enfrenta a los de siete, incluso les ha ganado. ¿Y tú?

—¿Yo? —le dije con abatimiento—. No hay mucho para decir...

Cortés, inclinó su cabeza para un lado y no quiso emitir palabras, me había obsequiado su silencio hasta que le dije la verdad.

—Nunca seré papá —Mi rostro era un desierto perdido. Cortés, empuñó su mano y tapó su boca sin más.

—¿Es definitivo? —me preguntó, aterrado.

—Sí amigo, es seguro que sí —Quería llorar, pero mi mirada baja solo podía aguarse en un océano ocular.

—¿Cómo está tu esposa?

—Devastada, creo que nos tomó en un mal tiempo.

Cortés, ponía cara de lamentado, porque no había otra cosa que pudiera hacer. Luego seguí:

» No sé qué hacer, me siento perdido. Habíamos soñado una familia y saber que no habrá una, es... —Me quedé sin aliento mientras no dejaba de mirar hacia el suelo que era mi estancia.

—¿No han pensado en otros métodos o el de ado...

—Ya le dije, y tampoco queremos... —Miraba para los costados hundido en la inmundicia, estaba en otro mundo.

—Amigo... lo único que te puedo aconsejar es que se distraigan un poco, y viajen mucho. Ustedes lo hacen siempre, eso puede servir para las amarguras.

—Todavía no hemos recorrido todo el mundo... pero no existe un lugar en el que precisamente se pueda ser lo que queremos. Pero, ¿A dónde?

—Llévala a mi país, no conozco nada que no pueda arreglar el Machu Picchu, les servirá su buena energía.

Luego de aquello, le había dicho a Janett que viajaríamos en lo pronto y me aceptó callada, como si su espíritu se hubiera cerrado de forma temporal, para después conversarme sobre algún otro sueño incumplido.

Perú, era maravilloso, un destino turístico envidiable para cualquiera que tuviera la oportunidad de visitar, a pesar de ello, nos cogió en el peor momento. Nuestras conversaciones eran monótonas y precisas, no había razón para seguir amándonos con pasión y tampoco teníamos ganas de hacerlo, era el borde del abismo y de la pobreza amorosa, porque en nuestra inmensa riqueza de conocer el mundo, nos sentíamos realmente arrinconados por una esquina de la vida.

El tren que habíamos tomado para ir al Machu Picchu era largo y escabroso, el bullicio del transporte era elevado por parte de los acompañantes, pero entre Janett y yo, parecía existir una creciente agonía que se perpetraba en los confines del corazón, con un doloroso protagonismo.

Caminábamos tomados de la mano y éramos como dos pedazos de carne flotante, divagando hacia los extremos de un lugar sin trascendencia, en donde decir lo que sea, era perder energías. Juraba que nunca me había sentido tan mal. Pero aquello dejó de pasarme factura al ver el punto álgido de la montaña.

Detuve los pasos, porque si hubiéramos seguido caminando, podíamos morir de caída al precipicio. Respiré con hondura y sentí que retornaban el mínimo de mis fuerzas, el Machu Picchu era sanador. Lo que decía Cortés, era cierto.

Y me sentía raro en aquel momento, porque me había librado de la elongada tristeza de forma momentánea. Era una vista espectacular e inolvidable, sumada a varios riscos de montaña y un pueblo nativo e histórico, que tenía algo más que un simple encanto, porque era mágico y resplandeciente. Janett, no había entendido casi nada de lo que estaba viviendo, como si no existiera forma de que se diera cuenta, y siendo así, con las fuerzas temporales entregadas en nombre de la montaña, decidí hacerlo:

La belleza de la vida, el aclamado encuentro con la gran colina de la tierra, donde lo autóctono y antiguo se mezclan para crear un apoteósico instante, un mundo de fantasía y de roca vieja, un añorado encuentro con los antepasados que superaron al futuro y enseñaron los patrimonios con inmensa lindura, y llevan su tiempo cronometrado, como la creación de los cielos y la subida elevada, porque en una vista admirable y enérgica, llena de historia y misterio, existe el Machu Picchu.

Miré de reojo hacia Janett intentando encontrar su reacción... y se me había quebrado el corazón.

Mi relato, lejos de mejorar su estado de ánimo, parecía un disco rayado y de poco interés para ser escuchado por ella, y sentí, que la perdía a pasos agigantados.

Permanecía inmóvil, crucificada, casi escondida bajo el disfraz de ser ciega para evitar escuchar lo que decía. Omitía mis palabras sin querer hacerlo. La cámara que siempre permanecía colgada en su pecho, ahí estaba, huérfana y despreciada.

—¿Vas a tomar una foto? —le susurré. Tenía miedo de hablarle.

—Ah, sí —la apoyó con desánimo y tomó una foto que ni siquiera enfocó como lo hacía.

Aquello era el principal indicio del desastre, porque le había relatado y ni se chispeaba, estaba muerta en vida. Me preocupaba en demasía.

El paisaje, que era de colores preciosos y relampagueantes, parecía ser un gris más oscuro que el negro y, por segunda vez, me sentí un ciego delante de Janett, porque no era capaz de observar su dolor.

Me frustraba ser tan inútil y poco recursivo para ayudarle en lo que necesitaba, porque ella me requería, y no sabía ni qué decirle, solo me acerqué para abrazarla a un costado y le di un beso fantasma en la sien, ni siquiera lo había sentido.

(...)

Duramos apenas dos días en Perú. Janett, entraba a un cuadro de terrible abatimiento, cercano a la depresión, pero no lo suficiente para decidirnos ir a un psicólogo, porque estaba ahí para apoyarla en lo que fuera.

—Claude, perdóname —me decía con culpa y tristeza cuando regresábamos.

No era posible responderle, no tenía contesta. Apenas habíamos retornado del viaje, frustrado ya comenzaba a saber de verdad que nunca sería padre, porque a pesar de las veces anteriores que lo había dicho, ni siquiera lo creía de verdad. Me dolía el corazón, porque era insoportable vivir así.

No volvimos a Mississippi, sino que fuimos de regreso a Italia. Una vez llegáramos, desconocía qué íbamos a hacer para superarlo, porque estábamos de manos atadas, consumando todo aquello que valía la pena.

Nuestra relación, que antes era un relieve perfecto, parecía las ruinas de una aldea antigua, llena de historia, pero ausentes de la pasión y los deseos del amor que nos habíamos profesado, olvidado y dejado de rememorar... En el resort, todo seguía como de costumbre. Inclusive cuando entramos a la habitación, era lo mismo, como si no hubiéramos viajado a Mississippi o a Perú.

—Claude Rivarola —Me llamó Janett con formalidad, me había impresionado.

De nuevo lo había pensado, porque era real, y absolutamente todo se transformó para mal. Fui hacia ella con despacio, no quería que sonaran mis pasos; sin embargo, lo que Janett estaba por decirme... devastaría mi alma con inclemencia.

» Claude —repitió, dolida—. Esto no puede funcionar así... volveré a los Olivos, compraré mi pasaje de regreso para la noche. Porque creo firmemente que no es justo para ti que no seas padre. Nunca tendremos una familia. Me duele decírtelo... pero es lo que hay.

Sentía con sus palabras que me estaba arrancando el corazón, se degollaba, lo trituraba para hacerse polvo y, Janett, me veía sufrir abrumado a pesar de no mirar en lo absoluto, porque no había ninguna clase de misericordia. La vida nos era injusta a ambos.

Quise responderle, pero me dejé llevar por la tristeza y los dolores internos. Había ocultado la cabeza con las manos por encima de mi razón, y me sentía derrotado, como si hubiera perdido lo más importante que tenía dentro. Y era Janett, la había perdido con esa respuesta, y creía que para siempre...

» Déjame ir sola. Conozco el camino de vuelta, no tienes que acompañarme —reiteró con profunda desolación. Su voz estaba desquebrajada.

Alguien tocó la puerta y no tenía posibilidad de actuar frente a Janett, y trastabillando como pude, fui en dirección a abrirla. Mi mirada, no salía del sótano de los suelos y era un hecho. No había razón para erigir el pecho con orgullo. Era Simón David, me conservé en silencio a su costado.

—Querido, necesito tu ayuda por favor —observé de reojo a Janett y Simón David me suplicó de nuevo, insistiéndome con más fuerza—: ¡Por favor! ¡Ayúdame!

Asentí resignado y, con prontitud, le seguí el rastro a Simón David, había dejado a Janett sin respuesta y era fatal, pero no sabía qué decirle, porque estaba agotado por los intentos que había realizado para que volviera y no hacía otra cosa que dejar avanzar el tiempo.

Tampoco podía ser malo con Simón David, menos cuando tantas veces había ayudado no solo a Janett, sino también a mí, cuando estaba como loco de manicomio recorriendo las calles de Nápoles para encontrarla.

(...)

Cuando íbamos en el carro, me había despejado unos segundos de Janett y nuestra historia, y luego Simón David, comenzó a expresarme su necesidad de ayuda que aún desconocía con certeza.

—Disculpa querido, pero tengo que resolver un problema y necesito un hombre de repuesto... no voy a permitir que me arrebaten el amor de ensueño que tengo con Charlie.

—¿Qué dijiste? —le dije intrigado, ¿qué demonios había dicho Simón David? —. ¿Charlie?

Simón David, sonrió como una jovencita enamorada de labios brillosos y escarchados, no pude observar su alegría con normalidad porque giré hacia lo nauseabundo de las calles para seguir despejándome de Janett.

—Lo conquisté —Le miré de medio lado y percibía que era verdad. No podía creerlo.

—¿Pero no lo obligaste? ¿Charlie también es...?

—Claro querido, ¿por qué crees que es tan gritón? —expresó presuntuoso y fascinado.

—No me cuentes más...

—Es necesario —dijo con más seriedad—. Pero no sobre nuestra relación, porque necesito que hoy te hagas pasar por mi novio.

—¿Enloqueciste? Sabes que soy de mi esposa —No podía evitar reírme, era una completa barrabasada, porque además de estar tan mal con Janett, tampoco era para irse con el primer humano que se me apareciera.

—No malinterpretes esto.

—¿Y por qué no tomaste a Charlie?

—No quiero que lo conozcan mis hijos. Hay encuentros que es mejor nunca concretarlos —expresó reflexivo—. Ya verás quiénes son.

—Dijiste hijos, ¿no?

Simón David se mantuvo incauto, y en un suspiro atragantado, recordé a Janett. Era increíble como las cosas podían cambiar de un día para otro en el amor. Porque lo éramos todo, y en cuestión de horas, parecíamos dos extraños queriendo desechar años de un hermoso matrimonio, que no tenía la culpa del camino tan incierto del destino.

Continue Reading

You'll Also Like

919 154 8
🌈Diego ha tocado fondo. No puede salir de la espiral de autodestrucción, drogas y alcohol en la que se está ahogando. Es como un animal herido que n...
9.7K 1K 17
- De acuerdo, tienes una semana. De lo contrario, me casaré con Bolivar. -sentenció mientras chocaba su copa con la del joven. Erik estaba decidido...
475K 36.6K 54
El mundo da un vuelco cuando la primer mujer en la Fórmula 1 se hace presente en el Paddock. Camille Watson, hija del gran piloto de la F1 tendrá que...
1M 163K 151
4 volúmenes + 1 extra (+19) Autor: 상승대대 Fui poseído por el villano que muere mientras atormenta al protagonista en la novela Omegaverse. ¡Y eso justo...