Conviviendo con la Mentira ©...

By LadyGual

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[Historia GANADORA en los PREMIOS WATTY 2013 en español, en la categoría erótica, no adolescente, chick lit... More

Capítulo Uno: ¿Por qué a mí?
Capítulo Dos: Preparativos de Boda
Capitulo Tres: Caos desatado.
Capitulo Cuatro: Sorpresa y Trato.
Capitulo Cinco: Sucesos Confusos
Capítulo Seis: ¿Actriz? Creo que no...
Capítulo Siete: Principio del deseo.
Capítulo Ocho: ¿Película y Hormonas? Mala combinación...
Capítulo Nueve: Malas Noticias
Capítulo Diez: Pesadilla.
Capítulo Doce: La bomba decidió estallar.
Capítulo Trece: ¿Alex es gay?
Capítulo Catorce: La prueba y, Elisa, ¿qué planeas?
Capítulo Quince: Beso con sabor a tarta de queso
Capítulo Dieciséis: ¡Sorpresa, somos nosotros!
Capítulo Diecisiete: Vaya noche. I
Capítulo Dieciocho: Vaya noche. II
Capítulo Diecinueve: La felicidad dura una navidad.
Capítulo Veinte: Chantaje.
Capítulo Veintiuno: El jodido vengador.
Capítulo Veintidós: Comienza la guerra, ¿en la discoteca?
Capítulo Veintitrés: La llamada. ¡Te lo dije!
Capítulo Veinticuatro: Verdades que escuecen.
Capítulo Veinticinco: Familia, Daniel es Ren...
Capítulo Veintiséis: Adiós a las vacaciones.
Capítulo Veintisiete: ¡Comienza un nuevo trimestre! ¿Las cosas pueden ir peor?
Capítulo Veintiocho: Tentaciones. ¡Maldito Daniel!
Capítulo Veintinueve: Ex novia psicópata.
Capítulo Treinta: Hondo, muy hondo...
Capítulo Treinta y uno: Sentimientos confusos, ¿por qué ahora?
Capítulo Treinta y dos: Oscuros secretos.
Capítulo Treinta y tres: Acontecimientos.
Capítulo Treinta y cuatro: Plan de ataque.
Capítulo Treinta y cinco: El juego...
Capítulo Treinta y seis: ...ha...
Capítulo Treinta y siete: ...terminado.
Capítulo Treinta y ocho: Tras la tormenta
Capítulo Treinta y nueve: Buenos amigos.
Capítulo Cuarenta: A pesar de todo, le quiero.
Capítulo Cuarenta y uno: La mentira de Alex
Capítulo Cuarenta y dos: Se acabó la tortura... ¿o no?
Capítulo Cuarenta y tres: Haciendo lo correcto.
Capítulo cuarenta y cuatro: Un nuevo plan y una propuesta.
Capítulo Cuarenta y cinco: Re-enamorar. Parte I
Capítulo Cuarenta y seis: Re-enamorar. Parte II.
Capítulo Cuarenta y siete: Un accidente inesperado.
Capítulo Cuarenta y ocho: El nuevo Alex
Capítulo Cuarenta y nueve: Confesión, preocupación.
Capítulo Cincuenta: Mi historia no ha hecho más que comenzar.
¡Los premios Watty! Y últimas noticias

Capítulo Once: ¿Líos y confesión? Menudo día...

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By LadyGual

Capítulo Once: ¿Líos y confesión? Menudo día…

 

Sonó la alarma y tuve que despertarme bruscamente. Eran las 8:00 de la mañana y no había pegado ojo desde que tuve la pesadilla, seguro que tendría unas ojeras impresionantes, y lo peor de todo, me preocupaba que Daniel me viera en este estado…

Como cada mañana, me fui al baño y me duché, fue una ducha relajante, me tomé todo el tiempo del mundo y disfruté de, al menos, ese momento íntimo, ya que últimamente escaseaban. Y ahora que vamos al caso, creo recordar que Daniel se mostró muy dulce conmigo esta madrugada, y no solo eso, sino que sentí cómo me transmitía calor y fuerza. Era una sensación extrañamente placentera y quería repetir ese momento… ¡No sé qué demonios me pasaba pero no es normal que sienta esto! No, y creo que se debe a la falta de sueño…

Echa un lío, salí del baño envuelta en una toalla y me miré al espejo. Tenía unas ojeras de campeonato y no hacía más que bostezar. Lo único mono que tenía era mi melena castaña, la cual caía mojada por mis hombros. Daba pena. 

Me sequé el pelo aun sin vestir –es una manía que tengo desde siempre –, y, cuando lo hube hecho, me empecé a vestir. Para hoy había elegido un conjunto sencillo, de todas formas, no iba a salir de casa, tenía que ensayar de una buena vez la canción, ¡me quedaban dos días y no me la sabía del todo!

Con ese pensamiento, me puse unos pantalones vaqueros y una camisa de cuello vuelto azul, me até el pelo en una coleta alta y me calcé unos botines marrones, sin tacón. Había caído en la conclusión de que tenía más pares de zapatos que la propia reina de Inglaterra. De tacón, de deporte, de casa, casuales… ¡No sabía que había tantas clases de calzados! Pero bueno, a lo que íbamos, salí de la habitación y bajé las escaleras hasta la cocina, saludé a Rosa, quien no se dio cuenta de que había entrado.

   –Buenos días. –saludé intentando sonreír un poco. Ella se dio la vuelta y me respondió.

   –Buenos días, ¿qué te apetece desayunar? –hoy estaba más seria de lo habitual.

   –Unas tostadas con tomate y aceite. –respondí con hambre. Ella asintió desganada.

   –Vale…

La miré mejor, llevaba la camisa del revés y su delantal estaba mal puesto. Su melena negra y lisa no tenía el mismo aspecto pulcro de otras veces… algo malo le sucedía. Me preocupé por ella, así que, como buena chica que era, pregunté.

   –Rosa, ¿te ocurre algo? –no sabía que esa simple pregunta desencadenaría lo que sucedería después.

   –Pues, no, claro que no me pasa nada… ¿por qué preguntas? –quiso saber levantando el cuchillo de untar. Tragué saliva.

   –No, por nada, es solo que te ves apagada, solo eso… –anuncié cruzándome de brazos –. No es por ser entrometida, pero quiero ayudarte. –Necesitaba despejarme con algo, aun sabiendo que tenía que aprenderme la canción.

Rosa, quien estaba de espaldas a mi, comenzó a temblar ligeramente y pronto oí unos sollozos. Se llevó la mano a la nariz y lloró con más intensidad. Me acerqué a ella y le rodeé los hombros.

   –Sé que no debo molestarte, pero esto que me pasa… –siguió llorando un rato más, le dejé tiempo para que se tranquilizara. Esto me recordó a mi situación… –. Lo que me pasa es algo que no desearía para nadie, de verdad. –la miré angustiada.

   –¿De qué se trata? –estaba deseando saber qué le pasaba a Rosa para llorar de ese modo y dejarla en tan mal estado.

   –Es mi marido, se quiere divorciar. –se echó a llorar de nuevo. ¿Rosa estaba casada? Pues vaya faena que lleva encima. Bueno, era una mujer guapa, rellenita pero guapa, amable y buena persona. ¿Por qué alguien la querría dejar? –. Y lo peor de todo es que se debe a que es… ¡¡es gay!! Miriam, ¡he estado casada con alguien a quien le gustan los hombres! ¡¡Me ha estado engañando con un hombre durante años y no me di cuenta ni una vez!!

Me abrazó con fuerza y yo le di palmaditas en la espalda. ¿Qué debía hacer ante esta situación? Bua, es que lo que le pasa a Rosa es muy fuerte.

   –Rosa, ¿sabes lo que te digo? Que no te lo tomes a mal. Es más, ¿no crees que si te hubiera estado engañando con una mujer sería aun peor? Por lo menos no quiere dejarte porque no le gustes, sino porque es homosexual. –la tranquilicé, bajo mi punto de vista se podía poner peor que esa situación, no más lejos Lidia lo había pasado peor… Aunque eso no se lo diría.

   –Ya, pero es que yo lo amo, ¡me casé con él hace tres años porque lo quería con locura! Y lo sigo amando, no puedo dejarle ahora, y menos porque diga ahora que es gay, que yo lo entendería, pero es que le quiero… –explicó ella secándose los ojos.

   –Tranquilízate, ¿cuándo te dijo que quería separarse? –observé que la tostada se estaba quemando y desenchufé la tostadora. Rosa sonrió con amargura.

   –Ayer por la noche, cuando estaba a punto de dormir. –recordó tristemente.

   –¿Has hablado con él desde entonces? –pregunté tirando las tostadas quemadas. Ella negó con la cabeza.

   –No, pero ya sé lo que desea, que le deje en paz con su amante… –se cubrió el rostro con las manos y lloró. La abracé de nuevo, y fue cuando, en la puerta de la cocina apareció Daniel, vestido de pardillo, con el ceño fruncido.

   –¿Vamos a desayunar o no? –puso cara de niño bueno cuando vio a Rosa darse la vuelta para ocultarle el rostro surcado de lágrimas.

   –Espérate un poco, ¿quieres? –agrandé los ojos y lo miré significativamente. Como dando a entender que no insistiera. Él me miró furioso, ¿por qué? Y se fue.

   –Miriam, gracias por escucharme, pero tengo que trabajar, espera en la mesa que ya os traigo el desayuno. –aseguró esta cogiendo otras rebanadas de pan y poniéndolas en la tostadora.

   –¡Ni hablar! ¿Me oyes? Hoy no trabajas, tómate el día libre. –la miré con determinación para que no me contradiciera.

   –¡¡NO!! No, no puedo hacer tal cosa, el señorito podría contárselo a la señora y me pondrían de patas en la calle. –exclamó haciendo cosas. Suspiré.

   –Como quieras, pero yo estaré a tu lado, en tu estado no creo que vayas a hacer las cosas bien.

Rosa me miró ofendida y yo sonreí y le saqué la lengua.

   –¡Oye! –rió ante mi gesto y la abracé de nuevo. No quería que por culpa de un hombre que se daba cuenta muy tarde de sus preferencias sexuales sufriera Rosa, era demasiado cruel.

Después de risas y charla, ya tuvimos preparado el desayuno. Daniel estaba leyendo el periódico y, cuando se dio cuenta de que ya estábamos allí, se acomodó mejor y esperó a que le trajéramos la comida. Eso es, ¡tú ponte cómodo y no ayudes!

   –Ya era hora. – Miró el reloj –, ¿un cuarto de hora para preparar dos tostadas? –levantó una ceja e imitó perfectamente a alguien desenfadado, aunque en el fondo sabía que estaba muy cabreado, no se si era por mi o por la tardanza de Rosa…

Rosa se marchó en cuanto me senté, antes de que se fuera, le apreté la mano y le dije con la mirada que estaría a su lado después.

Una vez estuvimos solos, Daniel comenzó a lanzarme miraditas nada amigables.

   –Oye, gracias por lo de anoche. –a lo mejor estaba cabreado porque no le he agradecido el gesto. Aunque intuí que no era el problema…

   –No lo hice por ti. –dijo simplemente mordiendo su tostada. Ni me miró, eso me cabreó.

   –¿¡Dices que no lo hiciste por mi!?  Pues bien que me consolaste, ¿por qué no admites que te importo un mínimo? –inquiero ya harta de su jueguecito. Él deja su tostada en el plato y se levanta. Quieto en su sitio, me mira de un modo que no logro entender, es como si me debiera decir algo pero no quisiera hacerlo.

   –¿Qué insinúas, que me importas? –rió por lo bajo y yo me puse colorada. ¿Qué esperabas, que se te declarara? Vaya estúpida que eres, Miriam…

   –¡Claro que no! Ya se que eres un cabronazo y que lo único que te importa es sentirte superior, ya me lo has demostrado muchas veces y no espero nada de ti más que miseria. ¡Pero hace pocas horas te mostraste como un hombre amable y solo quería saber si tenías algo de corazón! Pero veo que no. –me levanté y salí corriendo del salón hasta llegar a las escaleras. Allí, noté que estaba llorando, ¿por qué? ¡Maldita sea soy estúpida!

   –¡Oye criada! –no sé como pero ya estaba a mi lado y me agarraba de la muñeca fuertemente. Le miré seria, cabreada y secándome las lágrimas que había derramado.

   –¡Suéltame! –exclamé intentando zafarme de su agarre, pero no pude, él tenía más fuerza.

   –¿Es que eres cortita de mente o qué? ¡TÚ eres mi criada, mi juguete y te prohíbo que me hables de esa forma! ¿Entiendes o no? Porque si quieres dejarlo me lo pones muy fácil, tan solo tengo que soltar prenda… –me amenazó sacando el móvil.

Le repudiaba, le odiaba, ¡quería matarlo en estos instantes! Pero sabía que tenía razón, debía obedecerle y no hablarle así, al menos no delante de él…

   –Claro. –le miré con burla –. Qué tonta he sido, eres un demente y, que lo sepas, tu familia cree que estás loco.

Y con esta declaración, subía las escaleras rápidamente y me encerré en mi cuarto. Pronto sentí los golpes en mi puerta.

   –¡¡Miriam, ábreme la puerta ahora mismo!! –golpeó insistentemente hasta que, con toda la fuerza de voluntad que pude, le abrí. No por mi, sino por mi seguridad.

Cuando la abrí, él se abalanzó a mi, cerró la puerta y me obligó a pegarme a la pared. Allí, acorralada por su cuerpo y la pared, sentí que de nuevo me atraía. ¡¡Dios quítame estos pensamientos de la cabeza!! Le miré desafiante y disimulando mi sonrojo agachando mi cabeza.

   –¿Qué has dicho antes? –negué con la cabeza.

   –Nada. –mentí queriendo salir de esa encerrona. Él me levantó la cabeza cogiéndome de la barbilla y me obligó a mirarle a esos ojos azules, que ahora no estaban muy alegres…

   –Te ordeno que me lo digas. –al ver que no abría la boca, hizo algo aun peor, acercó su rostro al mío y me mordió la oreja suavemente. ¡Ay Dios! ¿Qué me hacía sentir este desalmado? Vale, le paré los pies, esto no significaba que ya fuéramos amigos…

   –Solo he dicho una estupidez. –aclaro yo dando a entender que no era nada. Pero él no lo veía así, por lo que no se dio por vencido.

   –Has dicho que mi familia cree que estoy loco. ¿No? –su boca fue a parar a mi cuello, justo debajo de mi mandíbula. Puse mis manos en su amplio pecho.

   –Si, pero eso es lo que yo pienso. Que estás loco de remate. –le miré tristemente, pero él no se dio cuenta de que lo estaba diciendo en serio. Siguió con mi cuello y mi clavícula, luego su mano voló hasta mi cintura y casi me desmayo, pero no podía caer de nuevo en su juego, nada de eso.

   –¿Y qué sugieres que haga con mi locura? –se rió de la situación, ya estaba de mejor humor, pero yo no.

   –Vete a un psiquiátrico, necesitas a un profesional. –no me reí, y él notó mi estado de ánimo. Se separó bruscamente de mi y me miró extraño. Le quité las gafas redondas, no podía verle bien los ojos, él no opuso resistencia.

   –¿Lo dices en serio? –se llevó las manos a la cabeza –. ¿Quién te ha dicho semejante estupidez? –me miró serio, a punto de estallar.

   –No me lo ha contado nadie. –aseguré yo dándole las gafas.

   –Alguien te ha tenido que meter esa idea en la cabeza y sé quien es. –sonrió de nuevo, esta vez con ironía –. Te sugiero que mires más allá de tus narices, Miriam, a lo mejor descubres cosas nuevas, y no te creas todo lo que dicen, porque te irá mal. –y dicho esto, abrió la puerta.

   –Daniel, espero que sea cierto. –musité mientras cerraba la puerta.

Me quedé sola y con un sentimiento de culpa en mi pecho…

Tres horas encerrada escuchando la canción de Witney Houston y me sentía tan deprimida que, bueno, me aprendí la canción, pero no logré cantarla apropiadamente. Estaba tumbada en la cama boca arriba y pensaba en todo lo anterior. ¿Y si no estaba loco? A lo mejor Alex solo intuía que le pasaba algo, aunque lo había dicho tan convencido que parecía en serio. ¿Pero por qué me iba a mentir Alex en eso? Vamos, son primos, no creo que estén mal para odiarse… ¡Eso es! La verdad es que las veces que han estado juntos, Daniel mostraba una actitud despreciable por su primo, y Alex disimulaba, pero estoy segura de que algo les ha tenido que pasar antes… ¿pero el qué?

Por lo pronto, odiaré a Daniel el resto de mi vida por hacerme este chantaje, por tratarme tan mal y hacerme sentir cosas que no debería, y, ¡por qué definitivamente me estaba volviendo loca!

Harta de tanta calentura de cabeza, decidí salir a algún sitio, quizá si iba a ver a Alex podría aclarar ese aspecto, aunque a lo mejor lo empeoraba… además, a Daniel no le gustaría saber que he estado con su primo…

Sin pensarlo mucho más, cogí el abrigo y salí de la habitación, cuando cerré la puerta, me encontré con Daniel, saliendo a la misma vez de su cuarto. Sin mirarle, caminé hasta las escaleras, pero su voz me detuvo.

   –¡Miriam! ¿A dónde vas? –preguntó acercándose a pasos agigantados. Lo miré exasperada.

   –Voy a ver a mi amiga, ¿no puedo, señor? –me burlé de él, pero no pareció pillarlo.

   –Claro, de todas formas por ahora no te iba a pedir nada, voy a salir… pero no vayas a ver a Alex. –anunció como si nada. Le miré con odio contenido.

   –¿Por qué? –me quejé cruzándome de brazos.

   –Te lo dije, no me gusta que te vayas con él. –aseguró poniéndose serio. ¡¡Cómo se atreve!!

   –¿Por qué? –repetí cansada de oír siempre lo mismo. Él se agachó hasta quedar a mi altura y, acercándose a mi oído, susurró:

   –No lo hagas y punto. –sonrió después y yo me sonrojé. Se iba a ir del pasillo, pero le detuve agarrándolo de la manga. Se dio la vuelta y me miró sorprendido.

   –Daniel, no se si creer que no te pasa nada, actúas de una forma muy rara, y me preocupa. –fui sincera con él, aunque más tarde me arrepentiría.

   –¿Todavía sigues con esa estupidez? –suspiró cansado –. ¡Deja ya esa cuestión! No estoy loco y no actúo raro, ¿entiendes? –se iba a ir, pero se detuvo –. No vuelvas tarde, y tampoco salgas con ese chico... –se despidió y me dejó con mis pensamientos. ¿Se refería a Alex?

Eso de ver a mi amiga era falso, como dije antes, iría a ver a Daniel, aunque claro, mis planes se tenían que torcer para variar… Fui a la empresa Talented Actors S.A. Pero me dijeron que el director no se encontraba, así que no supe qué hacer a continuación, cuando miré el reloj, eran las 14:35, por lo que tendría que comer…

Todavía dentro del edificio, opté por comer en uno de sus restaurantes, había tantos como gustos y eso me animó, la verdad es que me vendría bien un ratito de soledad, para mi misma, sin tener al fastidioso de Daniel al lado…

Opté por comer una hamburguesa con patatas y un refresco Light, luego esperé sentada en una de las mesas. Cogí mi móvil y busqué el número de mi amiga, a lo mejor quería quedar conmigo… Lo marqué y, en seguida, me atendió.

    –¿Diga?

 

   –Sandra, ¿te apetece salir? –fui directa al grano.

   –Me pillas en un mal momento. –de fondo se escuchó una voz masculina y luego risitas. Hay, ya sabía con quien estaba…

   –Claro, no pasa nada. ¿Cómo estás?

   –Muy bien, oye Miriam, luego hablamos, ¿vale? ¡Besitos! –colgó rápidamente y suspiré apenada. Joder con el novio…

Por fin vino la comida y, cuando iba a pegarle el primer bocado, por la puerta del local aparecieron Daniel – quiero decir, Ren –, y Elisa de la mano.

Abrí los ojos como platos y me escondí debajo de la mesa. Maldiciendo a todo lo que conocía, permanecí así hasta que vi que se sentaron en la otra punta del local. Suspiré aliviada. ¿Pero por qué me escondía de ellos? Soy tonta… pero…

Sin salir del todo, observé como charlaban amenamente. Me arriesgué a salir cuando vi unos pies a mi lado. Miré al camarero, quien me observaba muy extrañado. Reí como una tonta.

   –Se me ha caído un pendiente y no lo encontraba. –mentí sonriendo y echando miraditas en la dirección de mi hermanastro. No me habían visto. El camarero sonrió algo más tranquilo.

   –¿Quiere algo más, señorita? –uy que educado para estar en una hamburguesería.

   –No, gracias. –se marchó a otra mesa y suspiré aliviada.

Miré alrededor para ver si había otra mesa más alejada, pero todo estaba lleno. ¡Maldita suerte! Entonces, comencé a comer, es la comida más rápida que he hecho en mi vida, además de mirando a cada rato a la mesa de Daniel. ¡Ocho euros para comer así!

Cuando estaba a punto de terminarme la hamburguesa –nótese que estaba con la boca llena y manchada de Ketchup –, por la puerta apareció Alex sonriente, y, sin darse cuenta de Daniel pero si de mi presencia, vino hacia mi. ¿Es que hoy era mi día de mala suerte?

Nota: no comer más en este edificio.

   –Miriam, ¿qué haces por aquí? –se sentó en la silla vacía y me miró dulcemente. ¡¡OMG!! ¿Por qué me pone esos ojitos?

   –Pues, ya ves, quería verte pero me habían dicho que no estabas, por lo que tuve hambre y me vine aquí. ¿Y tú? –sonrió y no supe porque.

   –Espera. –cogió una servilleta y me limpió la boca delicadamente. Me sonrojé a más no poder.

   –Gracias. –miré la mesa de la parejita, pero Daniel no estaba allí, Elisa se había quedado esperando a que viniera su novio. ¿Dónde se ha metido? En ese momento, pillé al susodicho mirando en mi dirección y quise que la tierra me tragara.

¡¡¿Por qué tengo tan mala suerte?!!

   –De nada. Oye, ¿te sabes ya la canción? –yo no le prestaba atención, me levanté de la mesa y, llevándome el refresco que no me había bebido, le pagué al camarero en el mostrador y, sin recibir el cambio, salí por patas con la mano delante de mi cara.

No noté ni si quiera que Alex me seguía de cerca. ¡Por Dios! ¡¡Justo me ha tenido que ver cuando Alex me limpiaba la boca!! ¡Yo no quería que él me viera así! Quiero llorar…

Al sentir una mano en el hombro, me giré sorprendida. Alex me miraba curioso.

   –¿Por qué te has ido así? –preguntó tomándome de la mano. Estaba a escasos metros del local y vi como Daniel salía solo con el ceño fruncido. Iba a por mi.

   –Pues, por nada, ¿nos vamos a algún sitio? –aconsejé caminando rápidamente, todavía de la mano del chico, quien no me soltaba.

A cada rato miraba detrás, pero a la segunda vez ya no me seguía Daniel. Suspiré aliviada y Alex se dio cuenta de que algo extraño pasaba.

   –¿Qué ha pasado? No me he enterado de nada, Miriam. –pidió sin soltarme de la mano.

   –Nada. Oye, ¿qué te parece si escuchas como canto la canción? Necesito tu opinión, ¿vale? –cambié de tema, no quería que se pelearan porque a mi se me fuera la lengua. Ya tenía suficiente con la ira de uno, Daniel, para tener de mal humor a Alex.

   –Claro, ¿vamos al estudio? –aconsejó éste caminando conmigo detrás.

   –Oye, ¿me puedes soltar? –pedí abochornada. No quería ser cruel, pero esto no es que lo hicieran los buenos amigos.

   –Lo siento, es que me gusta estar así contigo.

¿Qué? Vale, ¿estoy sorda o he oído bien?

   –Qué gracioso eres… –reí sin ganas, pero él se paró en seco y, sin soltarme aun, me miró intensamente –. ¿Qué…?

   –Lo digo en serio, me gusta estar a tu lado. –declaró sin tapujos. Mmm, a ver, mi temperatura corporal ha subido de 36 grados a 40 en segundos. Creo que me iba a desmayar.

   –Alex…

No dije nada más porque tiró de mi y entramos al estudio de grabación, allí, él cerró la puerta y me miró intensamente. De repente me asusté.

   –Oye, Alex, ¿qué haces? –él se acercó a mi y me tomó de las manos, se las llevó a la cara y cerró los ojos.

   –Me gustas mucho, pero temo que me ignores o, peor aun, me niegues la cercanía a ti… ¿qué dices a eso? –le miré con los ojos muy abiertos, ¿que qué le decía? Pues…

   –Mira, no quiero precipitarme, y, la verdad, es que no estoy preparada para empezar una relación, si te digo la verdad, preferiría que nos conociéramos mejor… –todo esto lo dije agachando la cabeza, por lo que, cuando acabé, le miré a los ojos miel que tenía, algo decepcionados. Me dio pena.

   –Lo entiendo, seremos amigos entonces, pero…–sonrió algo diferente a lo que estaba acostumbrada a ver… Estaba muy raro hoy –. Ten por seguro que conseguiré que me quieras.

   –…–le miré sorprendida, no creí que Alex fuera tan insistente. – Mejor me voy… tengo que practicar. –musité llena de vergüenza.

   –No, ¡cántame ahora! –pidió él sentándose en una de las sillas, las cuales estaban en frente de la mesa de altavoces y el ordenador prodigioso.

   –Si quieres… –no me hice de rogar, además, necesitaba quitarme esta incomodidad de encima.

Pronto, comencé la canción… primero, muy lenta, suave… casi susurrando, acariciando las letras tan hermosas que salían del corazón, luego, creciéndome con el estribillo, para dar el toque final con una potente ráfaga de voz, la cual no creí capaz de sacar pero que salió bien al final. Yo no miraba en ningún momento a Alex, por miedo a que viera que no le estaba gustando, así que fue cuando acabé de cantar que vi su cara. Estaba muy concentrado en mi persona. Me puse nerviosa.

   –¿Y bien? –pregunté acomodándome el cabello detrás de las orejas. Alex me aplaudió.

   –¡Genial! ¡¡Vas a sorprender a Yuuki!! Seguro que no se lo espera. –me sonrió tiernamente y mi corazón saltó.

¿Qué había sido eso? Vale, quizá me estaba ablandando, pero sigo manteniendo que no debo salir con él… ¡¡Y no creáis que es por Daniel!! Es solo que no quiero novio todavía… bien, ¿a quién quiero engañar? A mi. Obviamente porque no se si sabéis que estoy hecha un lío, ¡pero Alex es solo un amigo! Solo eso, y aun y así… tenerlo aquí, frente a mi y con esos ojos tan dulces, tan amables… ¡era tan agradable estar con él! Y además estaba más bueno que el pan…

   –Gracias, espero que así sea. –se hizo el silencio. Miré la hora, tan solo habían pasado quince minutos desde que comí, todavía era temprano y Daniel seguro que estaba muy alterado. ¿Qué le podía contar para que no me regañara? Y lo más importante, ¡¡había visto justamente cuando Alex me limpiaba la boca y me daba la mano!! Debería haberme quedado en casa todo el día, pero como no, tenía que salir y pasarme todo esto…

   –¿Quieres que hablemos sobre Daniel? –preguntó éste cruzándose de brazos y mostrando otra actitud, una mucho más hostil.

   –La verdad, creo que a Daniel no le sucede nada, es solo que… es raro. –me encogí de hombros, pero él suspiró decaído. Me miró tristemente y el alma se me cayó a los pies.

   –Ojala sea así. Pero, como te dije, creo que debería ir a algún psiquiátrico… aunque es lo que yo pienso. Ya sé que actúa de maravilla, que la gente lo adora, y que tiene a todas las tías que quiere, ¡pero ese es Ren! No es él realmente. –explicó pasándose la mano por el pelo rubio y corto. Le miré inquieta. –Además, en su casa… imitando a alguien pardillo, buena gente… ¿eso es de estar cuerdos?

   –No soy quien para juzgar a nadie…como bien dijo él, tendrá sus motivos. Aunque en realidad no se cual es su verdadera personalidad, es decir, no se si cuando él me habla, es uno de sus personajes, o realmente es él, y eso me desconcierta. –él asintió comprendiéndome.

   –Es eso a lo que me refiero. Y, créeme, me preocupa, después de todo, es mi primo. –sonrió sin ganas y, por muy raro que pareciera, no le creí del todo. Algo me decía que no podía confiar en él del todo, algo me ocultaba y no me quería decir. Opté por no indagar mucho, porque, después de que te den calabazas, no es muy agradable que te desmientan…

   –Bueno, seguro que tienes cosas que hacer, por lo que yo me iré a casa. –le di dos besos, pero cuando mis labios iban a su mejilla, él ladeo la cara y le besé en los labios. Me sorprendió mucho, aunque él sonrió. Me aparté inmediatamente para que no creyera que yo quería ese beso.

   –Lo siento, solo quería…probarte. –sonrió de medio lado, de una manera muy sexy y casi me da un síncope allí mismo.

   –Adiós. –me despedí con la cabeza agachada y saliendo por la puerta. Cuando estuve fuera, me apoyé en la puerta y me toqué las mejillas, estaban ardiendo…

¿Por qué me tiene que pasar esto a mi?

Continuará…

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