Antes del amamecer

By Lucecita_Avi

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Cuando el amor gana la batalla, Seiya y Saori inician una relación clandestina, así que, para evitar problema... More

Prólogo: Madrugada
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Desastre

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By Lucecita_Avi

Los santos Dorados, Plateados y algunos Bronceados junto al Patriarca estaban reunidos en la casa de Acuario. Todos habían llegado puntuales, a excepción de June, la santo de Camaleón y el viejo Tatsumi, que habían llegado un poco tarde, pero lograron integrarse. Al parecer todos estaban muy molestos después de aquella reunión y con la misma se levantaron de sus asientos para disponerse a salir del lugar hacia sus respectivos lugares de guardia o entrenamiento; hace una hora había comenzado a amanecer.

—Esto es un desastre —espetó Dohko, mientras posaba una mano en su frente.

—Lo peor que ha pasado en el santuario desde la última batalla —enfatizó Shura.

—Sí, no puede ser que Athena nos falle de esta manera —espetó Kamus.

—La decepción... —dijo Saga, mientras Kanon y Aldebarán palmeaban su espalda.

—Bueno, al final no es para tanto –intervino Marín de brazos cruzados –, deberían dejar de ser tan dramáticos. —Todos vieron a la santo de Plata con ganas de aniquilarla— ¡Shaina di algo! —alegó, pero la guerrera de Ofiuco permanecía de brazos cruzados y observaba hacia otra parte.

—Apuesto a que, esto no es nada nuevo, camaradas —reclamó Afrodita.

—Uh, esto me huele a catástrofe —sonrió Death Mask y respiró profundo, pero Afrodita le pegó un codazo.

—¡Yo lo sabía, pero no quería meter mis narices en el asunto! —exclamó Aioria apretando los puños.

—Tú nunca adivinas nada, Aioria. Lo creería de Shaka, no de ti —reclamó Milo.

—Ni siquiera yo pude imaginármelo. Pero qué sorpresa la que nos ha dado Athena, en serio —dijo Shaka casi en un susurro.

—Muchachos, esta es la reunión más decepcionante que he tenido. —Se lamentó Hyoga mientras Shiryu, Shun e Ikki asentían con pesadez.

—Patriarca, usted debe hablar con Athena de esto —sugirió Mu con un tanto de discreción.

—En cuanto la vea y encuentre el momento adecuado me va a escuchar, de eso no hay duda —dijo con firmeza en la voz— ¡Ahora todos a sus puestos!

...

Eran las cuatro de la madrugada cuando Saori despertó sobresaltada a causa de un mal sueño; quizá lo que cenó debió caerle pesado, no había otra explicación. A no ser que fuera el hecho de que, hace ya varias madrugadas, luego de su encuentro con Seiya y de haber esperado a que amaneciera, y al salir a atender sus obligaciones, tanto el Patriarca como todos en el Santuario la habían estado observando de una extraña manera durante todos esos días.

Algunos hasta la evitaban, bajaban la mirada y le hablaban solo de cosas muy puntuales. Incluso cuando tenía que decirle algo al Patriarca, este le daba respuestas cortantes y vagas. No podía explicarlo, pero era como si no le dijeran algo importante; estaban comportándose de lo más extraños.

«Quizá son solo ideas mías».

Se levantó y tomó su pañuelo de algodón para secarse el sudor. Aquello sin duda la había dejado pensativa, porque había soñado con el Olimpo echando rayos y a punto de incendiarse ¿Sería otro de sus sueños que predecían hechos? Esperaba que no, porque todos estaban realmente enojados con ella en ese sitio de deidades.

Por supuesto que, Saori sabía que su relación con el Olimpo no andaba nada bien desde antaño, pero estar teniendo sueños caóticos solo terminaba por robarle la tranquilidad y darle muy mala espina.

Aquel malestar duró poco, ya que no pudo seguirlo sintiendo a causa de una presencia en el mirador de sus aposentos. Se dirigió hacia allí de inmediato, corrió la cortina blanca que separaba su habitación de aquel lugar y su corazón se detuvo por un instante con la vista que la luna dejaba ver con su resplandor.

Allí, aquella figura masculina, que vestía ropas de entrenamiento, parecía estar con los codos recostados en el muro de concreto desde donde se observaba gran parte del santuario ¿Qué hacía él allí? ¿Acaso quería que todo se fuera por la borda? Él sabía perfectamente que la distancia estricta era clave para no levantar sospechas de nadie. Saori tragó grueso y dio unos ligeros pasos; no sabía qué sentir en esos momentos.

—Seiya, pero... ¿qué estás haciendo aquí? —dijo una consternada Saori en un hilo de voz, ya que el Patriarca se encontraba demasiado cerca, y aunque estaba dormido, igual su percepción del sonido era muy buena.

La joven no pudo decir más, ya que su fiel caballero se había volteado para robarle uno de esos cálidos abrazos que la dejaban sin habla. Ella al sentirse rodeada dulcemente entre esos protectores brazos, no pudo evitar corresponder de inmediato. Suspiró profundo, no sabía cuánto lo estaba necesitando, y más después de aquel sueño inquietante; además de la casi semana que llevaba de no verlo.

Seiya bajó sus manos a la cintura de Saori y ambos hicieron contacto visual. Ella no pudo evitar dejar un beso fugaz sobre los labios de su amado y él solo se limitó a acariciar su rostro e inclinarse hacia ella para comenzar a hablarle.

—Necesitaba verte, no te imaginas cuánto —susurró el caballero a su oído y un escalofrío agradable la invadió.

—Y yo no me imaginaba cuánto te necesitaba cerca ahora mismo, Seiya. Te he extrañado demasiado —respondió en su oído —. Es en serio cuando te digo que, cada vez me resulta más difícil estar lejos de ti.

—Perdón si me encuentras aquí, pero... —Seiya se separó un poco para hablarle a Saori —. Tuve un sueño terrible en el que los dioses te aniquilaban y no pude evitar venir.

Saori se sorprendió sobremanera. Ella había tenido sueños caóticos esa madrugada. No quiso hablar del tema, así que dejó un beso en el lóbulo de la oreja del joven, a lo que él se estremeció, sonrió y comenzó a dar cortos besos en su mejilla; la hacía sentir de una manera tan especial. Ella no pudo evitar buscar de inmediato la boca de Seiya.

Sus labios colisionaban una y otra vez, sacando muchos suspiros por parte de ambos. Las caricias suaves también se hicieron presentes y Seiya apretó con delicadeza a Saori para sentirla más cerca, mientras ella se aferraba a su cuello y sonreía complacida. Antes de que esos besos subieran de tono, Saori se separó con lentitud para poder hablar.

—Seiya... —esbozó con la voz un poco entrecortada debido a la falta de aire —. En verdad me has dado una sorpresa muy agradable, además entiendo tu preocupación a raíz de esa pesadilla, pero sabes que no debemos acercarnos mucho y menos acá en mis aposentos.

—Bueno... yo realmente no tenía idea de que estabas despierta —aclaró Seiya—. Mis ganas de estar cerca de ti me han traído hasta acá. No pretendía venir a perturbar tu sueño, no iba a hacer nada más que estar aquí, pensando en ti, princesa y cerciorándome de que nada malo estuviera al acecho.

Saori sonrió ante aquella confesión de su caballero de Sagitario. Sus palabras calaban en su corazón de una manera muy fuerte y le transmitían aquel amor que no podían negar y mucho menos ignorar.

—Te juro que ya no sé cómo más avanzar en esto, Seiya. Quisiera poder amarte con libertad y sin el peso del qué dirán, o de mi condición de diosa. —Saori se mordió el labio inferior de los nervios que sentía.

—Ojalá no existieran esas estúpidas reglas de los dioses, así no habría ningún problema en que te demostrara todo lo que siento por ti. —Seiya se cruzó de brazos con el ceño fruncido y miró hacia otra parte, enfadado con él mismo y con el mundo.

Saori no encontraba las palabras exactas para dar consuelo a tal injusticia mencionada por Seiya, porque en parte estaba de acuerdo con aquello. «Esta situación quizá se nos está saliendo de las manos», pensó y suspiró de impotencia.

Su corazón de diosa no pudo soportar la frustración que se estaba formando en el corazón de su amado, así que, con delicadeza tomó del mentón a Seiya y lo hizo voltearla a ver a los ojos. La mirada del caballero se suavizó y pronto se calmó al sentir el cosmo de su diosa, así funcionaba el poder de Athena.

—Será mejor que te vayas, no quiero que alguien se entere y comience a lanzar rumores, por favor —dijo Saori con un dejo de angustia—, además... mañana será nuestro momento —susurró mientras acariciaba la mejilla de Seiya y él posó su mano sobre la de ella.

—Esperaré con ansias el momento para poder verte de nuevo —esbozó con deseo, para plantar un último beso en los labios de Saori. Dio algunos pasos y de un par de saltos alejarse del lugar.

Saori quedó allí, con el corazón en un conflicto, viendo cómo el ser que más amaba se alejaba y sin poder detenerlo. En definitiva ambos estaban metidos en un lío enorme, pero era lo mejor dejar que la distancia decidiera lo mejor. Un suspiro se escapó de su pecho y luego se dedicó a ver cómo poco a poco, el cielo iba adquiriendo tintes luminosos debido a la luz del sol.

Sin dar más largas al asunto Saori se encaminó hacia sus aposentos para poder descansar un momento más e iniciar sus labores, pero allí mismo el alma se le salió del cuerpo cuando vio una figura conocida parada frente a ella, observándola desde quién sabe cuánto tiempo.

—¿P-patriarca, Dohko? —pronunció, tratando de no evidenciar los nervios que se acumulaban en su pecho.

—Athena, tenemos que hablar... —sentenció con seriedad.

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Continuará...

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¡Gracias por leer! :3

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