Situación Crítica || #7

By seokjin30_jk26

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Tras ver sus caras publicadas en todos los periódicos y televisiones tras un caso de gran repercusión, los ag... More

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By seokjin30_jk26

Julio, 2004. Miami, Florida

SeokJin no había oído su nombre real en casi seis meses. Dos semanas después del funeral de su esposa, había pedido un nuevo destino, parte de él con la esperanza de que un cambio de escenario pudiera hacer que tuvieran menos de matarse, y la otra parte con la esperanza de que con una misión peligrosa no tendría que hacerlo él mismo. Había estado encubierto en Miami desde entonces, nada más que pura suerte y un sentido excesivamente desarrollado de la justicia le mantenía vivo. Quería ver a estos hijos de puta encerrados y haría lo que fuera necesario.

Cuando llegó por primera vez a Miami, descubrió que era difícil dormir, una combinación de nerviosismo por el trabajo y echar tanto de menos a su esposa que se sentía como si su alma se estuviera muriendo. Había empezado a beber para combatir los sueños.

Unas pocas semanas después de eso, había empezado a tomar estimulantes para combatir las resacas, e incluso a veces en un intento de imitar la sobriedad. Encontró que funcionaba para su tapadera y al mismo tiempo embotaba y afilaba su mente hasta el punto de que en lo único que pensaba era en el caso que le ocupaba, como una linterna para su cerebro. Haría cualquier cosa para sacar de su mente a la mujer que había perdido, la vida que había perdido.

Su vida se había convertido en un acto en la cuerda floja, y cada respiración le llevaba más cerca de la muerte. Había empezado a hacer apuestas sobre lo que le mataría primero: el alcohol, las drogas o el cártel. Esta noche había una velada, era para celebrar el éxito de un trato en el que SeokJin había colaborado. También había mandado los detalles a su supervisor y vivía con el temor de ser descubierto.

El jardín de la azotea en el centro de Miami había sido requisado por el jefe de Miami, y no se había ahorrado en gastos para entretener a sus nuevos socios de Colombia. El alcohol y la heroína fluían libremente, mezclado con drogas de diseño multicolor y bebidas azules de neón que parecían anticongelante y sabían a eso también. Acompañantes caros, tanto masculinos como femeninos, vagaban por la multitud, ofreciendo sus servicios.

—Xander —dijo un hombre mientras se acercaba a SeokJin. SeokJin sonrió y se volvió hacia su jefe, acostumbrado al nombre falso. Su jefe tenía una mujer en cada brazo, ambas sonrientes y hermosas, sus ojos repasaron a SeokJin de arriba abajo—. Tengo tu bono anual —dijo el Jefe con una mueca de soslayo a una de las mujeres.

SeokJin la miró, y su estómago se revolvió ante la idea de llevar otra mujer a la cama.

—Gracias, Jefe. Pero no, gracias.

—¿Qué pasa? —Preguntó el Jefe—. ¡Sus tetas son perfectas y el culo es sublime! —Palmeó el culo de la acompañante y lo demostró.

SeokJin se rió y asintió con la cabeza, aunque su mente seguía girando desesperadamente.

—Jefe, creo que tal vez yo no soy su tipo —dijo la mujer con un puchero.

SeokJin estaba asintiendo antes de poder pensarlo dos veces, aferrándose a esa excusa como a un salvavidas.

El Jefe se puso a reír y golpeó el hombro de SeokJin. Se lo llevó con él hacia una esquina donde la gente estaba sentada bebiendo y riendo, algunos tirados en los sillones, otros posados en los muebles, mostrando sus productos para cualquier persona interesada.

—¡Elige tu propio premio, Xander! Diviértete esta noche, ¡te lo mereces! —dijo el Jefe al dejarlo allí y regresar con las dos mujeres que iba a tomar él mismo.

SeokJin le vio alejarse, con una ceja enarcada cuando se dio cuenta de que a nadie le importaba a quien llevara a la cama esta noche, siempre y cuando no aguara la fiesta de nadie. Miró hacia la barra libre, con toda la intención de beber hasta entrar en un estado de estupor y desmayarse en una de las tumbonas alrededor de la piscina.

Atrapó el perfil de un hombre en su visión periférica y rápidamente se volvió para encontrarlo. Por un breve momento, habría jurado que era el hombre que había visto en Nueva Orleans hacía tantos meses. Cuando le vio de nuevo, se dio cuenta de su error. El parecido era sorprendente, sin embargo, y mientras miraba, el acompañante le llamó la atención y le dio una sonrisa lenta.

Por primera vez en meses, esa sonrisa agitó algo en él. Tragó saliva, reconociendo la misma sensación que había notado en Nueva Orleans cuando el cantante con bombín le había guiñado el ojo.

El hombre se estaba abriendo paso a través de la multitud, los ojos en SeokJin, la sonrisa todavía suave e invitadora. SeokJin se humedeció los labios mientras se acercaba, notando la forma en que se movía a través de la multitud, apreciando los hombros musculosos. Sí, sin duda se sentía atraído por él.

El hombre se detuvo frente a él, y SeokJin se lo quedó mirando, incapaz de conseguir que su mente empujara más allá de las drogas y el alcohol que nublaba sus pensamientos.

—¿Te conozco? —preguntó SeokJin finalmente.

—¿Te gustaría?

SeokJin asintió. El hombre se acercó y tomó su mano.

**

—Espera, ¿elegiste el tipo de Miami porque un tipo en Nueva Orleans te guiñó el ojo el año antes? —Preguntó Jungkook, incrédulo y casi ofendido por la historia de SeokJin. Estaban tumbados de lado en la cama extra grande, con los pies colgando por el borde.

SeokJin pasó la rodilla sobre los muslos de Jungkook, los dedos rozaban ociosamente la pelusa del pecho de Jungkook.

—Tú tienes tu tipo, yo tengo el mío.

—¡Mi tipo tiene el pelo oscuro!

SeokJin soltó una risa.

—Tu tipo es un arma de fuego.

—Lo que sea, SeokJin. —Jungkook deslizó su brazo bajo el cuello de SeokJin y se estiró, luego atrajo a SeokJin para que apoyara la cabeza sobre su hombro.

SeokJin sonrió y pasó el dedo por el centro del pecho de Jungkook.

—Me recuerdas a él también.

—¿A quién, al acompañante?

—No. Bueno sí. Un poco. Pero quiero decir que me recuerdas al tipo con el bombín. Casi todos los hombres con los que he estado me recordaban a él de alguna manera.

Jungkook se apoyó en un codo y miró a SeokJin, con ojos entrecerrados. Parecía preocupado.

—¿Me follaste la primera vez porque te recordé a alguien al azar en un bar?

—Algo así —murmuró SeokJin. Estiró la mano por el brazo de Jungkook, apreciando el despliegue de músculos. Jungkook le frunció el ceño aún más—. ¿Crees que le conocías?

Jungkook se sacudió.

—¿Qué?

—¿Es por eso que estás obsesionando?

—No estoy obsesionado.

—Un poco. Sabes quién era, ¿verdad?

—No —afirmó Jungkook mientras empujaba hacia arriba. SeokJin lo agarró riendo.

—Bueno, está bien, no hay necesidad de ponerse a la defensiva. ¿Tú me follaste la primera vez porque tenía un arma?

—Sí. —Jungkook se inclinó y le dio un beso, luego deslizó la pierna entre las de SeokJin, cambiando su peso lo suficiente como para estar encima—. Tenías un arma. Y cuchillos. Esa es una razón mejor que la tuya.

—En realidad no. —SeokJin levantó la rodilla para apoyarla contra la cadera de Jungkook— Porque sobretodo estabas duro, mojado y suplicándome.

Jungkook gruñó en señal de protesta, pero SeokJin lo agarró y lo atrajo más cerca antes de que pudiera darle la espalda. Le dio la vuelta, sujetándolo debajo de él para mirar a esos ojos cambiables.

—Mi tipo eres tú.

—Bien —dijo Jungkook finalmente con una pequeña sonrisa—. Creo que le debo al tipo de Nueva Orleans un agradecimiento si fue el que te convenció de que te gustaban los penes.

—Sabía que lo verías a mi manera.

Jungkook giró las caderas y tiró de su rodilla más arriba, empujando su cuerpo duro contra el de SeokJin. Sin embargo, ya habían usado la poca energía que les quedaba esta noche, y no importaba cómo se moviera Jungkook, no iba a convencer a la polla de SeokJin para unirse a la fiesta.

A ninguno de los dos les importó. Se acomodaron en un nivel de comodidad entre sí donde simplemente se acurrucaron y disfrutaron de la calidez y familiaridad agradable.

SeokJin descansó su cuerpo sobre el de Jungkook. Podía sentir a Jungkook relajarse debajo de él, sentir su atención adormilarse. Se apoyó sobre los codos y le miró a los ojos con una pequeña sonrisa.

—Tan pronto como hayamos terminado aquí, vas a ir a sentarse en el balcón y fumar un cigarro, ¿verdad?

Jungkook parpadeó.

—¿Cómo sabes eso?

SeokJin bajó y acunó la mejilla de Jungkook.

—Porque es como lloras –susurró—. Y tengo la sensación de que esta noche necesitas llorar.

Jungkook parpadeó rápidamente y pareció estar luchando por tragar más allá de un nudo en la garganta.

—Nunca me despedí.

—Lo sé. —SeokJin le dio un casto beso y luego se apartó—. Voy a fumar contigo.

Luego te dejaré con ello.

Jungkook asintió, pero se estiró para agarrar el brazo de SeokJin y detenerlo. Se levantó sobre el codo.

—SeokJin. —Su voz era silenciosa y pensativa—. A veces no soy capaz de expresar lo agradecido que estoy por ti.

—¿Qué quieres decir?

Jungkook puso una mano en su propio pecho, luchando visiblemente por encontrar las palabras adecuadas.

—Por tu... Poca gente ha comprendido la manera en que trabajo. Aquí. –Se golpeó el pecho—. Gracias por... tu visión.

Las palabras eran sinceras, pero tan diferentes a todo lo que Jungkook solía decir que SeokJin se quedó mudo. Sólo pudo asentir.

Jungkook se levantó de la cama, rompiendo el hechizo del momento. SeokJin yació aturdido durante unos segundos mientras Jungkook se ponía un par de pantalones de chándal. Luego se sentó a los pies de la cama observando a Jungkook y dejando que sus palabras se asentaran profundamente. Sus dedos se posaron sobre la pila de toallas limpias y sus ojos se dirigieron a una de ellas. No sabía por qué le molestaba, pero estaban mal dobladas, diferentes de las demás en el cuarto de baño.

—Jesús —susurró. El TOC de Jungkook estaba empezando a pegársele. Se obligó a levantarse y ponerse los calzoncillos, y seguir a Jungkook al balcón.

—Me debes una historia, ya sabes —dijo tan pronto como salió.

—¿Una historia?

—Sí. Te he contado una de las mías, tienes que contarme una de las tuyas.

—Ninguna de las mías es tan lasciva como la tuya –murmuró Jungkook mientras se acomodaba en una de las sillas.

—Hazme reír. Háblame del marine con el que te involucraste.

—No.

—¡Jungkook!

—No, no, no.

—¡Venga! ¿Por favor?

Una sonrisa apareció en la cara de Jungkook y miró de soslayo a SeokJin. Le estaba tomando el pelo, el bastardo.

—Como quieras –respondió Jungkook arrastrando las palabras, divertido.

SeokJin sacó su paquete de cigarrillos, pero Jungkook estiró la mano y puso una mano sobre ellos. SeokJin le miró a los ojos, preparado para discutir a favor de su derecho a fumar mientras estaban aquí, pero luego Jungkook sacó uno de sus cigarros y se lo entregó a SeokJin.

—¿Cubano? —preguntó SeokJin.

—Sólo si no eres federal.

—De acuerdo.

—¿Dónde está tu encendedor? —Preguntó Jungkook.

—Lo perdí.

Jungkook dejó caer sus manos dramáticamente.

—¡Por esto no podemos tener cosas bonitas, SeokJin!

El roce de un tacón abajo llamó la atención de SeokJin antes de que pudiera responder. Ambos se enderezaron y miraron por el borde del balcón. SeokJin saltó cuando una mano se estiró y se agarró a la parte inferior de la barandilla. Eran cinco pisos de altura.

Un segundo después, la cabeza de NamJoon apareció por encima el borde. Todo lo que SeokJin pudo hacer fue parpadear.

NamJoon sonrió y se impulsó, pasó por encima de la barandilla y aterrizó con facilidad en silencio. El hombre era un espécimen impresionante, SeokJin le daría eso.

—¿Qué demonios, tío? —Dijo Jungkook.

—La camarera aparcó un carrito de la limpieza delante de nuestra habitación. No hemos podido moverlo.

—¿Así que escalar el edificio era más fácil que escalar sobre el carrito?

NamJoon se rió, luego se volvió para mirar por encima de la barandilla.

—Vamos, hijo, te estás volviendo lento.

—No he tenido ocasión de escalar edificios en los últimos dos años, ¿de acuerdo?—Dijo una voz desde el borde—. ¿Por qué sabes cómo hacer esto tan fácilmente?

NamJoon se inclinó y ayudó a Jimin a subir al balcón. Jimin se apoyó en la barandilla y respiró hondo mientras NamJoon le daba una palmada en el hombro. Ambos miraron Jungkook y SeokJin, sonriendo.

Jungkook miró a SeokJin, sin ni siquiera tratar de explicar.

NamJoon sacó dos botellas de los bolsillos y se las ofreció a Jungkook y SeokJin. La que le entregó a SeokJin era agua. SeokJin lo miró, sorprendido. ¿Cómo diablos sabía NamJoon que no iba a tomar una cerveza? NamJoon simplemente le dio una suave sonrisa. Sacó otra cerveza de algún lugar y se sentó en la silla junto a Jungkook, apoyando los pies en la barandilla. Jimin hizo lo mismo, acomodándose en la silla al otro lado de SeokJin y sacó más botellas, poniéndolas en el suelo para después.

NamJoon tomó un largo trago mientras SeokJin miraba su perfil. NamJoon sonrió, sin mirarlos.

—Sabíamos que al final saldríais aquí. Después de que apartarais las botas de en medio. El servicio de limpieza de por aquí es un poco agresivo, ¿eh? Trataron de entrar en nuestra habitación dos veces después de que llegamos.

—Sí, dejaron toallas extra mientras estábamos en la... ducha —dijo SeokJin antes de poder pensar algo mejor.

—Que conejitos tan sucios –murmuró Jimin sonriendo. Jungkook sacudió la cabeza y miró a NamJoon.

—¿Cuántos pisos acabas de trepar?

—Sólo dos, ¿por qué?

Jungkook se echó a reír y tocó la botella de cerveza de NamJoon con la suya, luego la de Jimin y luego la botella de agua de SeokJin antes de tomar un trago.

—¿Estábamos interrumpiendo? —Preguntó Jimin.

—No, Jungkook se estaba preparando para hablarme del marine con el que folló una vez—respondió SeokJin.

—¿En serio? —Preguntó NamJoon, con la voz quebrada—. ¿Jesús, es que todo el mundo sabía que eras maricón menos yo?

—¡Cállate!

SeokJin echó atrás la cabeza y rió.

—Quiero oírlo —dijo Jimin con evidente placer. Se inclinó hacia delante—. ¿Fue alguien con quien estuvimos estacionados?

NamJoon murmuró y sacudió la cabeza, pero no hizo ningún comentario más. Jungkook simplemente puso los ojos en blanco. Les lanzó a los otros dos hombres una mirada cautelosa.

—No quiero escuchar ninguna mierda por esto si vais a oir.

NamJoon levantó solemnemente una mano, pero Jimin negó con la cabeza.

—Sin promesas. Y no te dejes las partes asquerosas.

Jungkookse pasó una mano por la cara.

—Oh, Dios.

SeokJin intentó mantener su risa tranquila. Extendió la mano y deslizó los dedos en la mano de Jungkook, apretando.

—Está bien —dijo Jungkook con una inhalación profunda—. Tú lo pediste.

**

1996. Localización clasificada

El cabo Jeon Jungkook se sentó en su catre y leyó la carta, quizá por décima vez. Había sabido que un día recibiría noticias como esta, pero todavía le golpeaba con fuerza. Sus ojos trazaron la escritura de nuevo.

David Whitlock había escrito para felicitarle por entrar en Force Recon. Había terminado la carta diciéndole a Jungkook que había conocido a alguien en la universidad. Era feliz, y pensaba que podría estar enamorado. Pero David le estaba pidiendo permiso para proceder, diciendo que esperaría si Jungkook se lo pedía, como se lo había prometido cuando Jungkook se fue.

Jungkook sacudió la cabeza mientras leía. No aguantaría eso. David merecía mucho más de lo que él podría haberle dado nunca.

Apretó la carta contra su pecho desnudo y se recostó en el catre para mirar la lona de la tienda encima de la cabeza. Después de un momento se echó el brazo sobre los ojos. Se había ido por esta misma razón, para darle a David la libertad de avanzar, de entregarle opciones que no implicaran compartir su vida con alguien que no podía comprometerse por completo.

Eso no lo hacía sentir menor angustia.

El catre junto a él crujió cuando alguien se sentó. Jungkook se asomó de debajo del brazo para ver el pelo rubio oscuro, ojos atrayentes que cambiaron del azul al gris y al revés, y una sonrisa que siempre parecía que necesitaba ser abofeteada.

—Ajj.

El capitán Chas Turner frunció los labios.

—Ah, ya sé, es el oficial de inteligencia, entierra la cabeza en la arena.

Jungkook se sentó.

—Buenas tardes, capitán.

—Buenas tardes, cabo. —Sus ojos se dirigieron a la carta que Jungkook tenía en la mano—. He venido para hablar de la nueva política que he instituido con el correo.

Jungkook inclinó la cabeza mientras una sensación de hundimiento comenzaba en el estómago.

—De cada lote, abrimos una o dos cartas al azar, sólo para asegurarnos de que nada importante está siendo filtrado. Resultó que la tuya fue esa carta al azar esta semana.

Jungkook contuvo la respiración y esperó a que el otro zapato cayera.

Turner chasqueó la lengua y miró hacia atrás para asegurarse de que estaban solos en el cuartel. El resto de los chicos estaban fuera, desahogándose. Cuando Jungkook les había dejado, habían estado montando un espantapájaros con restos de municiones y vistiéndolo con el uniforme de camuflaje gris que le habían robado a alguien. Jungkook había recibido sus cartas antes de que la verdadera diversión se iniciara y eligió retirarse para leerlas en paz, faltando a la culminación del ejercicio.

Tengo una propuesta para ti —dijo Turner cuando volvió a mirar a Jungkook.

Jungkook siguió mirándole, cauteloso del hombre en el que nadie en el grupo confiaba. Era el epítome de lo que llamaban una Ardilla Secreta. Siempre corriendo a oscuras, siempre deslizándose aquí y allá. Dirigía demasiadas misiones de intriga y suspense, y era como si hubiera olvidado cómo ser sencillo.

—Me gustaría que te reunieras conmigo, en privado, una o dos veces a la semana.

Jungkook se puso rígido.

—¿Es una orden, capitán?

—Aún no. Y me aseguraré de que no lean tu correo otra vez. Así que puedes escribir a tu... amigo y contestarle.

—¿Me está chantajeando?

—No. Bueno, sí. Pero estoy proponiendo un acuerdo mutuamente beneficioso.

¿Qué sería el que, exactamente?

Turner se inclinó hacia delante, apoyando los codos en las rodillas. Jungkook entrecerró los ojos.

—Yo guardo tus secretos. Tú guardas los míos. Y ambos soltamos un poco de vapor de una manera mucho más interesante que creando objetivos retorcidos de metal para los lanzadores de cohetes.

Jungkook echó un vistazo a los catres, sintiéndose cada vez más caliente. Se encontró con los ojos de Turner.

—¿Me está chantajeando para que tenga relaciones sexuales con usted?

—Bueno, cuando lo pones de esa manera, suena tan vulgar.

¿Cómo exactamente quiere que lo llame?

—Vulgar funciona, supongo.

Se miraron el uno al otro mientras Jungkook reflexionaba sobre ello, su estómago saltando de punta a punta. Realmente no tenía mucha elección si no quería ser expuesto. Apretó la mandíbula.

Jódase, capitán.

Turner chasqueó la lengua, y luego sonrió.

—Tenía la esperanza de que reaccionaras de esa manera.

Jungkook intentó no fruncir el ceño, pero su confusión era evidente.

—Tienes el acero, te lo concedo. No tienes miedo de decirle a un oficial que se joda. Bien. Tengo una propuesta real para ti ahora. Una que creo que querrás tomar en consideración.

Jungkook sacudió la cabeza y se levantó, lo bastante enojado como para olvidar el rango del hombre. Turner se levantó con él, ambos en el estrecho espacio entre los catres.

—Ven conmigo, cabo. Hay asuntos que necesitamos discutir. —Turner se alejó, pero Jungkook permaneció clavado en el suelo. Turner miró por encima del hombro—. Eso no es una petición.

Jungkook permaneció junto a su catre durante unos cuantos segundos, aturdido. Esto probablemente terminara con uno de ellos lanzando un puñetazo, o al menos presentando algún tipo de queja, pero los instintos de supervivencia de Jungkook le dijeron que le siguiera y viera exactamente qué estaba haciendo Turner. Metió la carta debajo de la almohada y agarró su camisa para ponérsela mientras seguía a Turner por el campamento a los cuartos del oficial.

Turner miró a su alrededor mientras le introducía en el interior, asegurándose de que nadie le viera entrar, luego cerró la puerta. Jungkook se esforzó por no inquietarse, se sentía desequilibrado y un poco arrinconado.

—Hay beneficios en tener un espacio privado –murmuró Turner mientras rodeaba a Jungkook y se detenía frente a él.

Jungkook apretó la mandíbula con fuerza, y tuvo que luchar para no darse la vuelta y marcharse.

Turner resopló.

—No seas así. Siéntate. —Fue al baúl en la esquina.

Jungkook finalmente se movió para sentarse en la silla de campo que Turner había indicado, junto a una pequeña mesa hecha con un barril de agua de metal con un agujero de bala. El catre al otro lado servía como un segundo asiento.

Jungkook vio por el rabillo del ojo como Turner murmuraba para sí mismo y rebuscaba en el baúl. Sacó una caja de madera y la puso en el barril entre ellos. Un ventilador en la esquina chirriaba al girar, trabajando para refrescar los cuartos. Era el único sonido.

Turner se sentó en el extremo de su catre y se encontró con los ojos de Jungkook. Los hombros de Jungkook se pusieron rígidos.

—¿Juegas al ajedrez? —Preguntó Turner. Jungkook bajó la mirada hacia la caja.

—No.

Turner quitó la tapa y reveló un juego de ajedrez portátil.

—El juego de los hombres pensantes. Te enseñaré.

—¿Me ha traído aquí para vencerme al ajedrez?

—No, Jungkook. Pero no voy a forzarte a tener relaciones sexuales conmigo, si eso es lo que has venido pensando. –Levantó la mirada y enarcó una ceja, sonriendo.

Jungkook le fulminó con la mirada. El hombre jugaba juegos mentales, Jungkook nunca había sido otra cosa que honesto. No le gustaba.

—Ves, para cuando haya terminado contigo, vas a hacer el primer movimiento. Y después de eso, vamos a estar buscando un buen número de sesiones de lo que sin duda va a ser un sexo muy atlético y muy enojado.

Jungkook abrió la boca, pero no pudo detenerse.

—¿Ves? Ya estás intrigado.

Jungkook resopló.

—Mira, acabamos de regresar de un viaje de cinco días al desierto, y todo lo que quería era una bebida fría y una hora en mi catre para dormir. Si quieres jugar, hay otros oficiales de inteligencia por todo el campo.

—Ese es el asunto, Jungkook—susurró Turner. Se inclinó más cerca—. Tú me ofreces mucho más que ellos.

Jungkook suspiró con fuerza y se pasó la mano por la cara.

—¿Por qué te uniste a los marines y dejaste a ese chico, David, atrás? Obviamente, él te amó.

No es asunto tuyo.

—¿Sentido del deber? ¿Aventuras? ¿Miedo al compromiso? ¿Miedo a tomar por el culo?

¿Tú plan para hacerme rogar por sexo es hacerte callar? Porque está funcionando.

Turner rió y sacudió la cabeza.

—Te deseo. Pero no sólo porque quiero ver tu aspecto encima de mí. —Hizo una pausa, obviamente, a sabiendas de que lo visual había dado en el blanco con Jungkook. Luego, continuó—. Estoy construyendo un equipo. Y te quiero en él.

Eso detuvo en seco a Jungkook. Se encontró con los ojos de Turner durante un largo minuto.

—¿Qué tipo de equipo?

—Del tipo que no existe.

—Correcto.

—Mira, he visto tus calificaciones y he visto tus evaluaciones. Eres inteligente, estás en forma, eres leal y motivado. Tienes instintos que la mayoría de los chicos que están aquí no, ya hablas persa con fluidez y entiendo que has estado aprendiendo dari por tu cuenta.

¿Cómo diablos lo sabes?

—Porque me interesas, Jeon. Eres inteligente, eres adaptativo. Tienes pelotas del tamaño de cocos. Hablando en sentido figurado, por supuesto. Y eres guapo como el demonio, que en realidad te lleva más lejos en este tipo de cosas de lo que crees.

—Estás hablando de...

—Estoy hablando de hacer una diferencia. Estoy hablando de archivos redactados de manera que los impriman en papel negro. Estoy hablando de cosas que nunca podrías escupir a ese Boy Scout O'Flaherty a menos que esté en el ajo.

Boy scout.

Turner asintió.

Vosotros dos estáis unidos por la cadera. Sé que él te sacó a rastras del terreno cuando caíste en una prueba física para hacerte Recon, y sé que tú le llevaste a él al final de la carrera cuando casi se rompió el tobillo, abandonando el récord de la carrera en el proceso, así que todos podéis permanecer juntos.

Jungkook se volvió más cálido, dándose cuenta de la cantidad de tareas que Turner había hecho sobre él. Era halagador, en cierto modo.

—Durante un tiempo pensé que vosotros erais uno, pero al ver la carta me di cuenta de mi error.

—¿Qué diablos todo esto tiene que ver con tu equipo?

Si dices que sí, tendrás que traerlo contigo.

—No voy a meter a O'Flaherty en nada a menos que lo revise primero.

Por supuesto. Es por eso que ahora estás aquí y él no.

Jungkook gruñó, cada vez más frustrado.

—No necesito una respuesta ahora —dijo Turner con una sonrisa—. A cualquier proposición. Y una no es dependiente de la otra. Debes pensar en ello.

Jungkook asintió, aturdido.

—Piensa en ello. Una vez que vas por mi camino, no hay vuelta atrás. Saldrás al otro lado como alguien más. Alguien... que podría no gustarte. Alguien que a este David tuyo definitivamente no le va a gustar.

Jungkook le miró de arriba abajo.

—¿Eso es lo que te pasó?

 Turner se encogió de hombros.

—Pareces bastante bien contigo mismo.

Bueno, era un idiota cuando empecé. —Le entregó a Jungkook un caballo blanco tallado. Jungkook se quedó mirándolo, haciéndolo girar entre los dedos. Turner siguió hablando, con voz baja y persuasiva—. Podrías ser el caballero blanco anónimo, Jeon. Si ese es el camino que deseas tomar. Lealtad y honor. Una gota de decencia en un cubo con un agujero demasiado grande para parchear. O bien, podrías ser mi torre.

Deslizó una pieza negra sobre el tablero.

Jungkook miró a la torre de Turner una vez más, luchando contra la atracción magnética del hombre, intrigado por su oferta a pesar de la sensación de aprensión que crecía en la boca del estómago.

—Di que sí, Jungkook, y te enseñaré todo lo que sé.

**

1997. Localización clasificada.

Jungkook se protegió los ojos del sol y miró a los hombres cargar el camión con cajas sin marcar.

Turner se acercó a su lado, con el uniforme y listo para salir.

—¿Dónde está tu escolta? —Preguntó Jungkook.

—Vamos a hacerlo a la luz en este caso.

—Gilipolleces. —Jungkook se volvió hacia Turner, los ojos cada vez más abiertos—. Hay una tormenta de mierda a diez clics de aquí. No puedes entrar ahí sin una escolta.

Turner sacudió la cabeza.

—El mayor no está de acuerdo. —Se alejó en dirección al vehículo de transporte pesado.

—Chas —dijo Jungkook entre dientes mientras se lanzaba para agarrarle del codo y detenerlo. Ambos miraron alrededor para asegurarse de que nadie estaba mirando— Tengo un mal presentimiento sobre esto. Joder, llévame contigo, alguien que no sea un maldito movedor de papel con una pistola de juguete.

Turner sacudió la cabeza y miró hacia otro lado. Jungkook empujó el brazo en señal de frustración.

—Cuidado, sargento —dijo Turner en un susurro áspero—. No es mi llamada, ¿de acuerdo? No estás listo para esto.

—¿Por qué no?

—No puedo decírtelo, no has sido informado —dijo Turner entre los dientes apretados.

—Entonces infórmame y llévame contigo para vigilar tu espalda.

Turner entrecerró los ojos.

—Torre, cálmate, ve dentro con tus muchachos. Volveré mañana y entonces podrás sacármelo del culo.

Jungkook resopló por la nariz como un toro furioso. Turner le dio una palmadita condescendiente en la mejilla antes de alejarse.

—Hey, capitán –gritó Jungkook.

Turner se detuvo y se volvió, levantando una ceja.

—¿Hay alguna razón para que tengas que ser tan idiota todo el tiempo?

Turner se humedeció los labios y se acercó, mirando a su alrededor para asegurarse de que estaban teniendo una conversación privada.

—Porque —dijo en voz baja mientras se acercaba—. Ser un idiota todo el tiempo te permite saber que cuando me paro aquí y te digo Te amo, lo digo jodidamente en serio.

Jungkook se quedó boquiabierto. Turner puso un dedo bajo la barbilla y le cerró la mandíbula.

—Ahora. Quédate aquí y reflexiona sobre eso, cuando vuelva hablaremos. Jungkook asintió y lo vio salir.

—Cuida tu maldita seis —dijo. Turner le dio un saludo engreído por encima del hombro, pero no se volvió.

Dos días más tarde, Jungkook estaba con O'Flaherty NamJoon y Elías Sánchez y observaron venir al camión. Mantuvieron la distancia con los otros chicos Recon, centinelas silenciosos mientras los hombres descargaban los cadáveres.

—Lo siento, Jeon. Sé que erais amigos –dijo NamJoon finalmente. Jungkook asintió, incapaz de hablar por la opresión en la garganta.

—Si nos hubieran dejado escoltarlos —murmuró Sánchez—. Que puto desperdicio.

Se dieron la vuelta y se dirigieron a los barracones, pero Jungkook se quedó, observando en silencio mientras ponían el cuerpo de Chas Turner en un ataúd de madera y lo cerraban.

**

—Jesús, Jungkook. No tenía ni idea —murmuró NamJoon—. Escondiste muy bien tu dolor.

SeokJin mantuvo apretada la mano de Jungkook, pero Jungkook se encogió de hombros. Dio otro trago a la cerveza. Todos habían perdido gente por la que se preocupaban. Chas Turner no era diferente, ni tampoco Eli Sánchez. Las pérdidas no dejaban de doler.

—Eli me golpeó más duro que el capitán —admitió Jungkook. Apretó la mano de SeokJin, mirando a su amante y ofreciéndole una sonrisa triste—. Pero cuando miro atrás y me pregunto qué momento realmente me hizo quien soy, es él.

—Él nos enseñó casi todo de lo que sabemos —murmuró NamJoon.

Jungkook asintió y echó un vistazo a su amante de nuevo. SeokJin no había dicho nada, pero Jungkook sabía que estaba procesando. Probablemente lo sacaría en una semana o un mes o un año y querría hablar de ello. La idea hizo que la sonrisa de Jungkook se volviera más cálida y levantó la mano de SeokJin para besarle los dedos.

—Sin embargo, el capitán Turner era un cabrón duro —pensó NamJoon—. Y ahora entiendo por qué te llamaba Torre cuando nos íbamos a esas misiones.

—¿Qué te llamaban a ti? —Preguntó SeokJin.

—Ricochet.

—¿Por qué?

NamJoon se encogió de hombros, sonriendo enigmáticamente.

—Un par de disparos afortunados con efecto.

—Los apodos de los marines por lo general no tienen una gran cantidad de pensamiento puesto en ellos —explicó Jungkook—. Y cambian todo el maldito tiempo. NamJoon tenía como cinco. Yo tuve unos diez.

—Eh. —SeokJin miró a Jungkook y sonrió—. Torre, ¿eh? Me gusta. Es sexy.

Jungkook hizo una mueca. Era un nombre que nadie había utilizado en años. Posiblemente una década. Le gustaba cómo sonaba en la lengua de SeokJin, pero no le gustaban los ecos del pasado que venían con ella.

SeokJin se inclinó hacia él, poniendo sus labios contra la oreja de Jungkook.

—Creo que me quedo con Bulldog.

Jungkook volvió la cabeza para capturar un beso rápido.

—Oh, para –dijo NamJoon—. Voy a entrar en un coma diabético.

—Me encuentro fascinado —dijo Jimin mientras miraba a Jungkook—. No puedo siquiera llegar a una comparación adecuada.

—Deja de intentarlo —gruñó Jungkook. Rozó el pulgar sobre la palma de SeokJin.

Se acomodaron de nuevo para disfrutar del silencio de la noche, algo que el equipo Recon había hecho tantas veces a lo largo de los años. El silencio era una comodidad donde habían pasado la mayor parte de su tiempo. Habían aprendido a apreciarlo. Y SeokJin era un hombre que conocía el valor inherente del silencio.

La mente de Jungkook flotó durante los muchos años que habían pasado abriéndose paso batalla tras batalla. NamJoon y él habían estado juntos desde el principio, sus promociones separadas por unos pocos meses de diferencia, sus logros unidos de una manera que no muchas personas entendían.

Sánchez había llegado el siguiente. Se había metido en los Recon al mismo tiempo que Jungkooky NamJoon, y no había tardado mucho tiempo en unirse a ellos. Los otros no habían llegado hasta que se movieron a la Force Recon, y luego los seis habían sido inseparables hasta el día en que se fueron a casa.

Y luego Sánchez había llegado al FBI con Jungkook.

—También le echo de menos —dijo NamJoon. Jungkook asintió y tragó saliva. Jimin sorbió.

—No fue culpa tuya, ya lo sabes —dijo NamJoon.

Jungkook inhaló profundamente, no le sorprendía que NamJoon hubiera sabido exactamente lo que estaba pensando.

—Me llamó para pedir ayuda –susurró—. No respondí, y dos días más tarde estaba muerto.

—Jungkook—susurró SeokJin—. Jesús, ¿es por eso que siempre contestas el teléfono?

Jungkook asintió brevemente.

La mano de SeokJin apretó la suya.

—No le habrías salvado, Six —murmuró NamJoon.

La garganta de Jungkook se tensó y miró hacia otro lado. Se llevó la botella de cerveza a la boca y se hundió aún más en su silla. La mano de SeokJin en la suya ofrecía más consuelo que sus palabras, sin embargo.

—Eli... se fue con las botas puestas —dijo Jimin. Sacudió la cabeza y tomó un trago—. Ese es el único consuelo que hay en perderle.

—¿Y sabes qué? SeokJin se encargó de ello —añadió NamJoon.

SeokJin se encogió, y se inclinó hacia delante para mirar a NamJoon. NamJoon levantó la botella de cerveza en un saludo.

—Eso es correcto —dijo Jimin—. SeokJin manejó esa mierda. Como un jefe.

 SeokJin soltó una risa.

—Gracias. Creo.

Jungkook dio a Jimin una mirada de incredulidad.

—¿Cuánto tiempo llevas bebiendo?

 NamJoon se encogió de hombros.

—Desde que llegamos aquí.

—No vas bajar por ahí.

—Creo que la palabra que estás buscando es "caer" —murmuró Jimin—. Caer.

NamJoon se inclinó sobre el regazo de Jungkooky le dio un golpecito a la rodilla de SeokJin.

—Sabemos cómo lo manejaste, Kim. Y para nosotros, eso significa que eres nuestro hermano, ¿sabes?

Jungkook observó el perfil de NamJoon cuando el hombre se acomodó en su silla, la garganta atorada de nuevo. Que NamJoon llamara a alguien su hermano era la última aceptación. No había honor más alto en la mente de NamJoon.

—Yo, eh... gracias —tartamudeó SeokJin.

Jimin se inclinó hacia delante, sosteniendo su cerveza arriba.

—Por Sánchez.

Jungkook tragó saliva y tendió la cerveza. SeokJin se unió con su botella de agua. El cristal tintineó cuando cada uno dijo un solemne:

—Oorah.

—Feliz cumpleaños, compañero —dijo Jimin mientras miraba hacia el cielo de la noche y terminaba su cerveza.

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