Atándonos

By LadyFrancesca0912

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Ella decide hacerse la inseminación artificial para lograr su sueño, su sueño sin necesidad de un hombre. Pe... More

Prólogo
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"Porque eso que nos ata ahora es mucho más fuerte"
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Final
Epílogo

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By LadyFrancesca0912

Molly

Vuelvo mi mirada a los reporteros que no paran de hacernos fotos y videos, trato de sonreír. Pero lo que sucedió hace un instante no deja de repetirse miles de veces por mi cabeza.

Siento un cosquilleo en la parte baja de mi estómago y como me sudan las manos. Puedo sentir su tensión desde donde estoy. Él no me mira a los ojos sino que se despide cordialmente de todos en la sala, toma mi mano fuertemente y me jala para salir de aquí.

Cuando nos montamos en el auto de vuelta a el apartamento todo se mantiene en silencio. Ni siquiera nos miramos. Ninguno de los dos al parecer tiene nada que decir.

Al entrar al apartamento voy directo a mi habitación. Me encierro y me tiro en la cama bien tendida estrujándola a mi paso. Me paso la mano por la cabeza una y otra vez pero no se me sale de la mente el delicioso beso.

¡Jodidos labios!

Me tomó desprevenida y más aún al recordar que solo le dije en la mejilla y en la frente. Nunca respeta los límites, ¿y si me hubiese dado una crisis?

¿Qué explicación le hubiésemos dado a los periodistas?

Sin dilatación termino por dormirme al rato. Pasan los cinco días previos a la boda. Y ninguno de los dos dice nada al respecto del beso. Salimos dos o tres veces a acordar trámites legales del matrimonio, ver el lugar dónde se celebrará la ceremonia y cómo queremos que se haga todo.

A veces él me hace preguntas y yo solo le respondo con un Sí o un No. De ahí en fuera no hablamos de nada. Y en el apartamento hago lo posible por evitarlo a toda costa. No quiero conversar con él sobre lo sucedido esa noche.

Después de esos largos cinco días pues hoy es el día de Nuestra Boda. Aún no he visto ni el vestido, ni siquiera me lo he probado aún. Issy dijo que lo iba a ver el mismo día del matrimonio pues tenía muy poco tiempo para confeccionarlo todo.

La ceremonia será a las diez de la mañana. Y Issy iba a llegar desde las ocho. Iban a venir un equipo de belleza a arreglarme, mi cabello y mi rostro. Tohbías no se arreglaría aquí sino en el mismo hotel donde se haría la boda.

Me levanto desde las siete, me ducho y desayuno. A los únicos que invité fue a mi tía Kendall y a Max mi amigo. No sé si Tohbías haya invitado a mis padres y realmente me da igual, aunque quisiera ver a papá.

Estoy hecha un manojo de nervios, demasiada ansiedad tengo encima. Tocan el timbre del apartamento y veo que entran Issy y el equipo de belleza, compuesto por cuatro mujeres, todas bien arregladas y desprendiendo un aire de profesionalidad.

Pasan las horas y mi ansiedad no pasa. Me maquillan, me hacen un efecto ahumado en los ojos, me ponen pestañas y me delinean los ojos. Cepillan mi cabello, y me hacen rizos perfectos dejándolo impecable.

Y llega lo que más esperaba, el vestido.

Issy lo saca de una caja dorada con lazos llenos de perlas.

¡Es Hermoso!
¡Wow!

Mis ojos se iluminan al verlo frente a mí y sonrío sin esfuerzo ante ese hermoso vestido.
Issy me sonríe al ver mi mirada de anhelo sintiéndose realizada por su trabajo.

Me ayudan entre las cinco a ponerme el vestido y me observo finalmente.

Una chica hermosa de cabellos rojos llenos de rizos me devuelve la mirada, con un vestido blanco ancho de la cintura al piso y lleno de perlas y piedras. Me fascina lo que veo.

El color blanco me hace sentir limpia después de tanto tiempo sentirme sucia y llena de mugre. Elevo mi mentón y me permito sonreír para dejar toda la tristeza atrás, aunque sea por hoy. Esto lo hago por mi hijo, por su bien.

De pronto unas intensas y fuertes ganas de comer chocolate me invaden.

¡Joder!

—Molly ya es hora, eres hermosa—confiesa Issy con una sonrisa.

—Vale gracias, nos vamos ya —comento levemente frustrada, pensé que me iba a dar tiempo para comer aunque sea una barra de chocolate.

Salgo de mi habitación y puedo ver como los guardaespaldas se giran al verme. Veo en sus miradas sorpresa y fascinación, cosa que me hace sentir HERMOSA.

Salgo hacia ellos y nos dirigimos al hotel. Fuera del apartamento hay una muchedumbre de reporteros esperando mi salida. Así que los guardias me rodean hasta llegar al automóvil.

Al llegar al hotel lo mismo sucede. Camino hasta la entrada llena de jardines y fuentes. Subo por la lujosa escalera de mármol y sigo por una alfombra roja hasta la sala de la ceremonia. Aunque no entro, solo me quedo fuera a la espectativa.

Todos me hacen fotos y vídeos. Yo me sostengo fuertemente del ramo de rosas blancas que tengo en mis manos, todos están sentados en sus sillas blancas a juego con las mesas.

Escucho por los altavoces:

—Adelante la novia. —Ahora es mi turno de abrirme paso hasta el final.

Tengo los nervios a flor de piel. Camino a paso lento mientras, veo en una de las mesas por donde voy a mi tía que feliz me sonríe, junto a ella a Max. Les sonrío igualmente y sigo mi camino.

Fijo la vista a Tohbías. Sus ojos no se alejan de los míos sino que me hipnotizan. No puedo mirar nada más que no sea a él ahora mismo.

Luce su cabello rojizo bien peinado hacia atrás, sin una sola hebra fuera. Su barba bien afeitada. Su traje negro de diseñador, con saco y chaleco, bajo estos una camisa igualmente negra junto a una corbata a juego. Luce sus zapatos negros a juego con el cinturón del pantalón. En su mano izquierda reposa un reloj de oro blanco muy costoso y elegante. Siempre tiene puesto uno diferente.

Sus labios forman una sonrisa ladina en el momento que llego frente a él y me tiende la mano. La acepto y nos giramos hasta el juez que nos dará la ceremonia nupcial.

Pronuncia un breve discurso sobre el matrimonio, yo solo lo atiendo con interés. Al contrario de Tohbías que solo veo que me observa cada que nada.

Cuando el juez termina su discurso pide los anillos.

¡Había olvidado por completo los anillos!

Tohbías hace girarme para que vea como vienen dos pequeñas de cabellos rojizos, vestidas con unos pequeños trajesitos blancos. La primera pequeña en sus manitas trae una cestita con pétalos de rosas, los esparce para abrirle camino a la otra diminuta de rizos rojos y que va con su dulce sonrisa enseñando solo dos dientesitos. Esa última trae consigo una cesta blanca acorchonada.

En ella resposan los dos anillos matrimoniales. Miro a Tohbías y se me encoje el corazón de ilusión. Él comparte una mirada conmigo y dirige sus labios a una de mis mejillas. Yo siento mi corazón revolotear y escucho ante nosotros un aullido de parte de todos los presentes.

La melodía del piano cesa cuando llegan las pequeñas a donde nosotros y nos inclinamos a por los anillos. Tomo su sortija en los manos y es la hora de decir los votos e intercambiar los anillos.

Comienza él, Tohbías me pone mi sortija en mi dedo correspondiente, es de oro blanco con tres diamantes rodeados de pequeños diamantes, es precioso, ahora él mira a mis ojos para decir:

—Yo Tohbías McAdams prometo a ti querida, amarte, honrarte por toda la vida. Seguir amándote en la tristeza, el sufrimiento y la pobreza. Poder ser el hombre que quieres que sea y cada día recordarte que a partir de este momento, eres lo más importante de mi vida.

Me conmueve escuchar todo eso que dijo, pero a la vez sé porque lo está haciendo. Él no está haciendo esta ceremonia por mí, al contrario, la hace por su legado. Así que solo debo actuar de la misma forma que lo hace él, y precisamente ahora es mi turno de decir los votos.

Todos están espectantes a lo que diré.

—Yo Molly Barnett prometo a ti Tohbías amarte hoy y siempre. En la angustia y la enfermedad, en la pobreza y la riqueza. Ser tu mujer y respetarte siempre. Compartir mi vida a tu lado igual para mí es lo más bello que me ha sucedido.

Y le pongo su sortija. Esta es de oro blanco y es lisa, solo con unos leves trabajos sobre el metal.

Luego el juez habla:

—En este momento y por el poder que se me ha otorgado os declaro marido y mujer. Puede besar a la novia.

Miro a Tohbías y mi corazón se me quiere salir del pecho. No para de retumbar. Sus ojos pardos me miran casi pidiéndome permiso para hacerlo. Yo solo asiento levemente sin que nadie lo note. Ahora él lo hace: ME BESA OTRA VEZ.

Primero toca mis labios de manera suave y casta. Hasta que siento como su lengua pide permiso para entrar en mi boca. Sin esperar le doy acceso a la misma. Su lengua juega con la mía y sus labios succionan los míos, primero el de arriba y luego el de abajo.

Sus labios, lengua y barba me dan una sensación sumamente deliciosa. Gimo levemente y de pronto él interrumpe el beso. Rompiendo así la burbuja en la que me encontraba.

Todos aplauden desde su lugar y hasta creo escuchar silbidos. Tohbías une su frente con la mía y me dice en un susurro:

—Estás hermosa hoy señora McAdams —murmura dulcemente.

Ya no me aguanto más, tengo que decirlo joder. Sino voy a explotar.
Separo nuestras frentes y le digo sin rodeos:

—¡Quiero chocolate! —sin vergüenza alguna le suelto.

Tohbías solo ríe ante lo que le dije, ríe mostrándome los dientes, ríe con ganas. Y yo solo lo fulmino con la mirada, porque no entiendo aún la parte graciosa del asunto.

—Enseguida preciosa, pero antes saludemos a los presentes —expone él riendo.

Tuerzo los ojos y suspiro con frustración. Asiento y fuerzo una sonrisa a los que se van acercando.

Todo es flash de cámaras, música de fondo y murmullo de personas. Tohbías me presenta a sus primas. Una por una, al contrario de lo que pensé, ninguna es altanera sino que todas me tratan amistosamente. Una de sus primas es la madre de las dos pequeñas de cabello rojizo. Ya sabía yo que debían ser familia, era demasiada coincidencia. De todas sus primas solo una es rubia. Todas las demás al igual que Tohbías tienen el cabello rojizo cobre.

Saludo a muchos socios y gente importante, amigos de Tohbías. Su padre, ahora mi suegro, el señor Reinalds me envuelve en un caluroso abrazo y me susurra al oído:

—Bienvenida a la familia Molly, gracias por aceptar hacer todo esto —comenta agradecido.

—De nada señor, solo lo hago por mi bebé —digo con sinceridad.

—Todos lo hacemos por él —afirma Reinalds y es verdad.

Veo a lo lejos a mi tía y rápidamente me alejo de Tohbías y corro hasta su lugar. Ella me abre los brazos y voy directo hacia ellos. Fueron mi fuente de calor todo el tiempo que viví en Los Ángeles.

La abrazo con fuerza y comienzo a llorar sin parar. El embarazo me tiene demasiado sensible, ella pasa la mano por su cabeza.

—¡Estoy muy feliz por ti mi niña, al fin te veo enamorada otra vez! —exclama mi tía con alegría.

—"Si tú supieras tía" —dice mi yo interior y suspiro con tristeza.

Me aparto y le digo:

—Te extrañe muchísimo —le expongo aún entre lágrimas.

Siento que me tocan por detrás y me giro, es Max, me giro a sus brazos y me envuelve también en un abrazo.

—¡Los quiero un montón, gracias por venir hoy! —les agradezco  entre sollozos.

Escucho que carraspean detrás de mí y me despego del abrazo de mi amigo. Me giro y veo a Tohbías que nos mira.

Trato de calmarme y le digo a mi tía:

—Él es Tohbías, mi esposo —presento con dificultad.

—Ella es mi tía Kendall. —Hago lo mismo otra vez mirándolo a él ahora.

Mi tía lo envuelve en un abrazo que realmente no esperé. Jamás hizo eso con Dereck, al contrario, lo trataba cortante todo el tiempo. Mi tía a pesar de que no la veo desde que me fui de Los Ángeles hace dos años, sigue igual de hermosa que siempre. Cabellos castaños recogido elegantemente en un moño alto. Envuelta en un vestido de gala rojo vino abierto en su muslo, su piel a pesar de tener unos cuarenta y pico, luce como de una jóven de veinte. Es preciosa, ella y mi madre. Todos dicen que yo también me parezco a ellas pero discrepo, ellas son más hermosas que yo por muchooo.

Sigo saludando personas y conversando con algunos que se acercan a preguntarme algo. Hasta que me voy acercando a la mesa del buffet. Y lo huelo, a pesar de estar a unos metros huelo el chocolate.

Mis ojos se fijan en dirección a la fuente de chocolate que hay sobre una de las mesas. Voy directo hacia ella. Tomo una fresa y la mojo en chocolate.

¡Gloria!
¡Que bien se siente Joder!
Saboreo esa liga mágica una y otra vez. Disfruto cerrando los ojos y suspirando al comer cada bocado.

—Pensé que no volvería a ver una boda contigo de novia —anuncia su voz autoritaria y fina.

Y yo me congelo al instante.
¡Mierda!

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