Conviviendo con la Mentira ©...

By LadyGual

1.5M 42.4K 2.5K

[Historia GANADORA en los PREMIOS WATTY 2013 en español, en la categoría erótica, no adolescente, chick lit... More

Capítulo Dos: Preparativos de Boda
Capitulo Tres: Caos desatado.
Capitulo Cuatro: Sorpresa y Trato.
Capitulo Cinco: Sucesos Confusos
Capítulo Seis: ¿Actriz? Creo que no...
Capítulo Siete: Principio del deseo.
Capítulo Ocho: ¿Película y Hormonas? Mala combinación...
Capítulo Nueve: Malas Noticias
Capítulo Diez: Pesadilla.
Capítulo Once: ¿Líos y confesión? Menudo día...
Capítulo Doce: La bomba decidió estallar.
Capítulo Trece: ¿Alex es gay?
Capítulo Catorce: La prueba y, Elisa, ¿qué planeas?
Capítulo Quince: Beso con sabor a tarta de queso
Capítulo Dieciséis: ¡Sorpresa, somos nosotros!
Capítulo Diecisiete: Vaya noche. I
Capítulo Dieciocho: Vaya noche. II
Capítulo Diecinueve: La felicidad dura una navidad.
Capítulo Veinte: Chantaje.
Capítulo Veintiuno: El jodido vengador.
Capítulo Veintidós: Comienza la guerra, ¿en la discoteca?
Capítulo Veintitrés: La llamada. ¡Te lo dije!
Capítulo Veinticuatro: Verdades que escuecen.
Capítulo Veinticinco: Familia, Daniel es Ren...
Capítulo Veintiséis: Adiós a las vacaciones.
Capítulo Veintisiete: ¡Comienza un nuevo trimestre! ¿Las cosas pueden ir peor?
Capítulo Veintiocho: Tentaciones. ¡Maldito Daniel!
Capítulo Veintinueve: Ex novia psicópata.
Capítulo Treinta: Hondo, muy hondo...
Capítulo Treinta y uno: Sentimientos confusos, ¿por qué ahora?
Capítulo Treinta y dos: Oscuros secretos.
Capítulo Treinta y tres: Acontecimientos.
Capítulo Treinta y cuatro: Plan de ataque.
Capítulo Treinta y cinco: El juego...
Capítulo Treinta y seis: ...ha...
Capítulo Treinta y siete: ...terminado.
Capítulo Treinta y ocho: Tras la tormenta
Capítulo Treinta y nueve: Buenos amigos.
Capítulo Cuarenta: A pesar de todo, le quiero.
Capítulo Cuarenta y uno: La mentira de Alex
Capítulo Cuarenta y dos: Se acabó la tortura... ¿o no?
Capítulo Cuarenta y tres: Haciendo lo correcto.
Capítulo cuarenta y cuatro: Un nuevo plan y una propuesta.
Capítulo Cuarenta y cinco: Re-enamorar. Parte I
Capítulo Cuarenta y seis: Re-enamorar. Parte II.
Capítulo Cuarenta y siete: Un accidente inesperado.
Capítulo Cuarenta y ocho: El nuevo Alex
Capítulo Cuarenta y nueve: Confesión, preocupación.
Capítulo Cincuenta: Mi historia no ha hecho más que comenzar.
¡Los premios Watty! Y últimas noticias

Capítulo Uno: ¿Por qué a mí?

151K 1.5K 81
By LadyGual

Capítulo Uno: ¿Por qué a mi?

 

Hace unas semanas que noto que mi padre ya no me habla como antes. No sé si será porque no encuentra trabajo o, por el contrario, que es demasiado feliz con sus líos de fines de semana.

Sí, mi padre es un mujeriego de primera y no se controla en lo que se refiere a mujeres.

Luis, mi padre, un hombre de 43 años, viudo desde hace 5 años, es alguien a quien le encantan las citas de una sola noche, ya sabéis para que… Yo sé que no lo hace por que quiere, sino porque no soporta la pérdida de mi madre. Ella murió de un cáncer que le diagnosticaron cuando ya era demasiado tarde. Los dos sufrimos mucho, pero, ahora que he crecido, ya no me afecta demasiado. Por el contrario, estoy feliz de que mi madre ya no esté en este mundo para ver el desastre en el que se ha convertido nuestro país… vale, para qué queremos engañarnos, si, la hecho de menos, y más ahora que casi no me hablo con mi padre.

Bueno, retomemos el hilo, aparte de que no me hable con mi padre, ya que él viene a las tantas de la noche y yo estoy reventada debido al estresante instituto, he notado que nuestra economía está bajando en picado… Es normal si se tiene en cuenta que estamos en crisis pero, cómo no, mi padre no tiene trabajo y yo, ¡soy menor de edad y no puedo trabajar! Tengo 17 años, por si no lo sabíais…

En fin, tan mal estamos que hasta comer es difícil. Un día de estos me iré de esta casa, que, por cierto, está pagada, y me buscaré un nuevo hogar. ¿Para qué? Pues para no ver el careto de mi padre…

Estoy en mi cuarto dibujando tonterías, si, cuando me aburro dibujo, y escucho que la puerta principal se abre. ¿Mi padre a las tres de la tarde? Qué raro…

Abrí la puerta de mi habitación y me asomé por las escaleras para ver quien era. Observé que llevaba ropa, ¿¡nueva!? ¿De dónde había sacado el dinero? Iba a bajar cuando noto que detrás de él, hay una silueta femenina. ¿Ahora se trae a sus amantes a casa? ¡Esto es el colmo! Pero, antes de descender por las escaleras, me paro al oír lo que dijo esa mujer.

   –Querido, ¿por qué no se lo dices a tu hija ya? Ella tiene derecho a saberlo, ¿no crees? –ronronea ella muy cerca de mi padre.

Ahora que se han retirado un poco de la salita, puedo verla mejor. Lleva una falda plisada azul marino, unas medias altas de su color de piel, clara, y unos tacones de vértigo. La parte de arriba la compone una blusa blanca recubierta por un chaleco de manga larga. Se había quitado el abrigo de piel pues en el exterior hace muchísimo frío debido a que estamos en diciembre. Me fijo en su color de pelo, es negro como la noche, sus ojos no los puedo ver porque tiene unas gafas chulísimas. ¿Esa mujer es rica? Mi padre parecía reticente a decirme lo que sea que me oculta, ¿así que por eso estaba tan distante conmigo…?

  

   –Si, tienes razón, pero no se como se lo tomará. –contesta éste sonriendo como un tonto. ¡Dime lo que sea que estés guardando!

   –Te dejo por hoy, cariño, avísale, ¿vale? No quiero presionarle, pero es que vamos a casarnos dentro de una semana –. Ella le besa en los labios ardientemente y luego, cogiendo su abrigo de piel, se larga dejándome fuera de combate.

¿Cómo que se iban a casar?

Bajo como una fiera para encarar al pervertido de mi padre cuando veo que se sienta en el sofá del salón y se sujeta la cabeza con ambas manos mientras suspira. Parece derrotado. Dejo de pisar tan fuerte el parqué y me acerco hasta él, pero no por ello dejo de estar enfadada.

Mi padre levanta la mirada y se queda sorprendido ante mi aparición, parece que ha visto a un fantasma.

   – ¿Hola? –musita mi padre sin quitarme la vista de encima –. ¿Desde cuando estás aquí? –Lo miro con rabia.

   – ¿Ahora te das cuenta de que llevo viviendo contigo estas últimas semanas? –pregunto con maldad –. ¿Cómo te atreves a preguntarme eso si ésta también es mi casa?– Sabía que no era modo de contestarle, pero esto me supera. ¿Casi tres semanas sin hablarme, y ahora va y me dice “hola”?

   –Lo siento, he estado… ocupado. –se disculpó evitando mi mirada. Me cruzo de brazos mientras resoplo.

   –Papá, ¿qué es eso de que os vais a casar? Y lo más importante de todo, ¿quién es esa mujer?

Mi padre no puede decir nada. Se ha quedado mudo ante mi respuesta. Nunca le he hablado así, pero era hora de que mostrara que no estaba solo y que, a pesar de mi corta edad, había madurado mucho y ya no era una cría. De pequeña, recuerdo que me llevaba al parque los fines de semana y me compraba helados, jugábamos y nos lo pasábamos bien. Mi madre siempre estaba trabajando los fines de semana, por lo que, en esos dos días, mi padre se hacía cargo de mí, mientras que el resto de la semana lo pasaba con mi madre porque mi padre trabajaba todo el día.

Ahora, viendo en lo que se ha convertido, en un mujeriego sin remedio y, algo enganchado a la bebida, me daba pena… Es más, yo me daba pena también.

   –No llores. –Mi padre me estaba secando las lágrimas que derramaba. ¿Estaba llorando? Era patética.

   –No lloro, se me ha metido algo en el ojo. –aclaro apartándole la mano de mi cara. Lo miro desinteresada mientras se pone de pie y me sujeta de los hombros.

   –Siento lo que te voy a decir, pero... –hace una pausa mirando mi semblante –. He perdido la casa. Tenemos una semana exactamente para dejarla e irnos a vivir a otro sitio. –anuncia dejándome helada. Creo que se me ha metido algo en el oído porque eso no lo ha podido decir mi padre.

   – ¿Qué? –mi voz ha sonado a más de 100 decibelios, vale, exagero.

   –Tranquila, ya lo tengo todo solucionado…

   – ¡Papá! –le corto inmediatamente –. ¿Te estás oyendo? –Mi padre no sabe lo que decir, así que baja la mirada.

   –Lo siento, hija. Hice una apuesta jugando al póker y, perdí. –explicó secamente. ¡Me lo cargo! ¡¿Cómo ha podido apostar la casa?! ¡Por DIOS! –Y, como ya sabes, no tengo trabajo para poder encontrar otra casa en tan poco tiempo, así que…

   – ¿Qué, papá? ¿Qué decidió tu cabecita? –reproché echando chispas por todo el cuerpo.

   – ¡No me hables así! ¿Es que no ves que estoy mal? Llevo cinco malditos años estando mal y nunca, ¡me oyes!, nunca he hecho una locura.

   –Salvo ahora. –contesté con amargura. Mi padre puso una cara de perro abandonado y no pude decir nada más. Miré a otro lado para no llorar, porque de verdad que tenía ganas…

   –Lo siento. –repitió cansado –. Pero tengo una solución. –se aclaró la garganta y, mirando a todos lados, prosiguió con su explicación –. ¿Has visto a esa mujer de antes? –asentí con la cabeza. A ver, ¿qué me soltará ahora? –Pues me voy a casar con ella y viviremos en su mansión. ¿A que es genial? –Lo miré horrorizada.

   – ¿Cómo te atreves? –Mi padre sonrió con sorna.

   –He hecho cosas peores… además, ella me ama. Llevamos saliendo casi dos meses. –anunció tan pancho. ¿Cuándo hizo esa apuesta? Déjalo, da igual.

   –Pero, ¿y tú a ella? ¿La amas? –Miró al suelo y  negó con la cabeza. Lo suponía.

   –No, pero es por nuestro bien. Ella es la dueña de una empresa de cosméticos que alcanza casi todo el mundo, ¿no es genial? –sonreí falsamente –. Además, ¡es multimillonaria! Tienes que ver su piscina, su jardín, sus instalaciones… –enumeró con los dedos las cosas que iba recordando.

   – ¿Me estás diciendo que ya has visto su casa y no me lo has dicho antes? –Me sentía traicionada –. ¡Eso no es justo!

Su rostro se dulcificó y volvió a ser mi padre. Por el bien de la humanidad, el mío en realidad, tendría que soportar la jugada de mi padre y rendirme ante la evidencia.

Y ahora somos más pobres que el mendigo de la tienda de al lado. ¡Qué desgracia! Por suerte, esta no es una de esas historias en las que me venden a un millonario y acabo enamorándome de él. Qué patético. No, mi historia iba a ser muy diferente… ya veréis.

   – ¿Cómo se llama? –pregunto intentando quitarme de la cabeza esta conversación.

   –Lidia. –dijo secamente. Por su indiferencia supe que no la quería en absoluto.

   – ¿Cuándo me vas a presentar ante ella?, porque no la he visto ni una vez y vais a casaros la semana que viene. –reproché echándoselo en cara. Éste suspiró, si, suspira, vas a suspirar el resto de tu vida viejo verde.

   – ¿Qué decías? –preguntó algo cabreado. ¿Podría leerme la mente? ¡Vah! No tiene ardiles nada más que para ligar.

   –Me has escuchado perfectamente. –contesté indignada.

   –Esta tarde. –lo miré con horror –. ¡No me mires así! Cuanto antes lo hagamos, antes nos lo quitamos de encima, ¿no es ese nuestro lema?

Entonces recordé a mi madre. Ella siempre decía que había que quitarse de encima lo más amargo porque, después, podías ocuparte de lo más ameno y, así, olvidarte de la parte mala del día. ¡Pero esto no se me va a olvidar en la vida porque voy a convivir con una desconocida que no eres tú, mamá!

   –Está bien. ¿A qué hora vamos? –Mi padre miró el reloj y anunció con voz grave:

   –A las seis es buena hora, ¿no? –Me llevé las manos a la cabeza y lo miré por el rabillo del ojo.

   –Si, está bien. Pero ahora dime, ¿qué diantres voy a ponerme para aparentar que no somos pobres? –estallo señalando el techo pues mi cuarto está arriba.

   –Emmm, de eso te encargas tú, ¡yo soy hombre! –exclamó encogiéndose de hombros.

   –Vaya fastidio…

Mientras subo a mi habitación, miro uno de los cuadros que cuelgan en la pared y veo a mi madre en uno de ellos. Ella tenía los ojos color chocolate y su pelo era rubio, sus facciones delicadas y femeninas nada tenían que envidiarle a la mujer más bonita del planeta. Mirándola de frente, le pregunté por qué me pasaba esto a mí, obteniendo silencio, como es habitual.

Ya en mi habitación, abro el armario y veo lo que tengo, nada. Un par de tejanos, otro par de camisas de cuello vuelto, un abrigo para todos los conjuntos, y varias deportivas, manoletinas y botas. ¿Qué demonios me iba a poner para ver a una mujer millonaria?

Si mi padre decía que lo amaba no debería importarle mi aspecto. Por cierto, ¿la ropa nueva de mi padre…? Se la habría comprado ella. Seguramente.

Paso de calentamientos de cabeza e intento conjuntar, más o menos, aceptablemente la ropa. Pero, mientras busco algo más qué ponerme, recuerdo que mi tía, antes de mudarse a otra ciudad, me regaló un vestido muy bonito. Voy corriendo a por él, creo que lo dejé al fondo del baúl. ¡En efecto!

Es precioso. Me lo regaló en mi cumpleaños, hace cinco meses. El vestido es cortito, pero, con las medias que me dio a juego, iba abrigada. Era rosa pastel y, debajo del pecho, había un cinturón marrón del cual descendían tiras color rosa más fuerte, las cuales llegaban hasta el final del vestido haciendo pequeñas hondas al acabar. Llevaré también, unas botas que me llegan por debajo de las rodillas, de color chocolate y mi abrigo largo azul oscuro. ¡Lista! Ahora solo hacía falta esperar…

Las seis llegaron volando y mi padre y yo, estábamos nerviosos. ¡Yo más que él, seguro! Por lo menos él ya la había visto y tratado, en cambio, yo, no la conocía de nada. Fuimos en autobús, no creeréis que íbamos a tener coche, ¿no?, y nos dejó en la avenida más lujosa de toda la ciudad.

Cuando empezamos a caminar, mi padre se puso a hablar como un loro. Si estaba nervioso, esa era su manera de tranquilizarse, aunque no reparara en que mi cabeza estallaría si seguía con su verborrea.

Mi padre se detuvo justo delante de un enorme portón con barrotes plateados. Lo miré incrédula, ¿ésta era su casa o su castillo particular? ¡¿En esta ciudad había una cosa como ésta?!

   –Es ésta. –anunció sin impresionarse. Miré su aspecto y me aguanté de la risa. Esta vez traía un traje, como si fuera a una boda.

   –Papá, ¿no te has pasado con la ropa? Solo vamos a visitarla. –dije evitando reírme. ¡Íbamos a hacer el ridículo!

   –Créeme, hija, si te digo que lo que llevo es una mierda en comparación con lo que llevará mi futura mujer estando en casa. –explicó éste algo más sonriente.

Sin decir más, mi padre llamó al portero, del cual salió una voz grave y refinada.

   – ¿Diga? –mi padre se aclaró la garganta y contestó:

   –Soy Luis. –anunció creyéndose el rey de la casa. Mi padre era así, cuando se metía en el papel, nada ni nadie lo detenía.

¿He dicho que mi padre fue actor alguna vez?   ¿No? Pues lo fue, hace muchísimos años… ¿Será por eso que ha logrado engañar a Lidia?

  

   –Entiendo, pase por favor. –indicó la voz mientras se abría automáticamente el portón.

La gente que estaba a nuestro alrededor paseando, se nos quedó mirando con admiración. ¿Es que no habían visto a dos personas entrar en esta mansión alguna vez? Mi padre, al ver la cara de disgusto que ponía al ver a esas personas mirándonos así, me explicó:

   –Tienes que entender que somos unos desconocidos que entran a esta mansión. –susurró mientras entrábamos.

Vale, si antes me parecía enorme, ahora lo es más. Un caminito de piedras hermosas, rodeado por un montón de jardín, se alzaba majestuoso. Al final de ese pasillo, una gran mansión color blanco, me sorprendía. En ese enorme jardín, rosas, amapolas, magnolias… todo tipo de flor, se reían de nosotros. Una fuente, en la cual se podrían bañar más de veinte personas, a distancias prudentes, se erguía orgullosa y, cómo no, estatuas de musas sin brazos nos miraban superiores.

¡Qué magnificencia! Miré a mi padre de refilón, pero no se inmutaba. Claro, el señor ya había estado aquí antes. ¡Ugg!

   –Atenta ahora, seguro que viene el mayordomo pelotas. –se rió ante su chiste mientras yo ponía cara de estupefacción.

   – ¡Venga ya! ¡¿Un mayordomo también?! –Él se rió de mí.

   –Y un jardinero, un ama de llaves, un chófer, múltiples cocineras…

Miré a mi alrededor buscando al mayordomo, que no tardó en venir y, mirándonos con admiración, se acercó a nosotros y anunció:

   – ¡Buenas tardes! Por aquí, señor –me miró con curiosidad y añadió –, señorita, es usted muy guapa. –Le faltó guiñarme un ojo. Me habría ruborizado si él fuese un poco más joven y guapo, pero era un anciano con chepa.

   –Buenas. –contesté amablemente. Si que era un poco pelotas, si.

Le seguimos silenciosos hasta que nos llevó a la gran puerta. Ésta estaba franqueada por dos columnas con motivos dorados. El mayordomo abrió la puerta y, cuando pasamos al interior, casi me da algo allí mismo. ¡Era impresionante! El techo era altísimo, el suelo de mármol y los muebles de madera pulcramente limpios ofrecían un aspecto ordenado y clásico. Estábamos solos en el pasillo, al frente, había unas escaleras que conducirían, sin lugar a dudas, a las habitaciones. A la derecha del pasillo, se encontraba un salón enorme con la misma clase de muebles, pero, las paredes de éste, eran de color beige, y las del pasillo, eran algo más oscuras. Los cuadros que colgaban de las paredes del pasillo y ese salón, eran obras de arte. ¡Increíble! Las lámparas eran gigantescas… ¿habéis visto el palacio de un rey? Pues esto le da cien patadas.

El mayordomo nos indicó que esperásemos en esa sala hasta que la dama se dignara a aparecer. Cuando estuvimos solos, le miré enfurecida.

   – ¿Por qué demonios no me lo habías dicho antes? –pregunto indignada. Él, pasándoselo de maravilla, y yo, aguantando mi depresión como podía.

   –Tranquila, quería cerciorarme de que ella era buena. –hizo una pausa –. Ya sabes, por si acaso te hacía daño.

   –Si, papá, vivir de esta manera. –Alcé mis brazos y abarqué toda la sala –, me haría mucho daño. –Puse mis ojos en blanco. ¿Cómo podía mentir de esa forma?

   –Lo siento. Pero he tenido mis razones. –se justificó dignamente.

De pronto, oímos unos tacones que descendían por las escaleras. Se trataba de Lidia y su majestuosidad. ¡Dios santo! ¿Ese vestido era legal? ¡Tenía más piedras preciosas que la corona de una reina! Su vestido, esta vez largo, le cubría la perfecta figura y entallaba su cintura genial. Llevaba guantes largos de color blanco, haciendo juego con su vestido color crudo. ¡Por dios! ¿Eso era una corona? No, era una tiara con piedras preciosas, a juego con su vestido. Sus tacones tampoco se quedaban atrás, de color blanco con unos lazos brillantes a los lados.

Dejé de odiarla por unos instantes y relajé la expresión. ¡No es justo que ella lleve una prenda que puede dar de comer a miles de personas! ¡No lo es!

Al bajar del todo, se me queda mirando con alegría. Aquí va la primera impresión.

   – ¡Bienvenidos a mi hogar! –alzó los brazos y abrazó a mi padre. Luego le dio un beso profundo, yo aparté la mirada.

   –Gracias. –dijo mi padre cortésmente. Lidia nos miró a uno y a otro respectivamente, como esperando a que mi padre me presentara –. ¡Oh, si! Ésta es Miriam, mi hija. –Me miró como disculpándose –. Y ella es Lidia, mi futura mujer. –Sonreí falsamente, yo no era tan buena actriz como mi padre.

   –Encantada de conocerte. –Me acerqué para darle dos besos cuando alguien irrumpió en la sala.

   – ¡Mamá, qué…!

Quien había dicho eso se nos quedó mirando con cara de embobado, ¡qué digo! Era la cara más fea que yo haya podido ver en toda mi vida. Era un chico alto, con un traje chillón color rojo, su pelo era de color negro y lo llevaba engominado hacia atrás. Tenía gafas, ¡culo de vaso! Y un aparato de horribles colores anclado en su boca. A causa de las gafas, no podía distinguir el color de sus ojos. ¡Pero por Dios! ¿!Qué clase de chico llevaba esa vestimenta y esa cara encima!?

   – ¡Oh! Hijo, te presento a mi futuro marido, Luis, y su hija Miriam. –anunció sonriente. Yo no sé ella, pero el chico puso una cara de amargado total.

   –Hola. –saludó mi padre sonriendo. Yo no tuve más remedio que hacer lo mismo…

Esto apestaba, ¿por qué a mi?

Continuará...

Continue Reading

You'll Also Like

20.1K 1.6K 23
Sinopsis Terry Grandchester o el Sr. del Paraíso, como las personas a su alrededor lo llaman, un inglés con sabor brasileño, envidiado por los caball...
89.5K 9.4K 30
⭐️Ganadora Premio Watty 2021⭐️ChickLit ¿Puede caber en la imaginación despertar un día en un hospital sola y sin recuerdos? No había forma de regresa...
807K 6.8K 8
Drake Hamilton, un inglés rebelde y heredero del imperio Hamilton, sale de su natal Londres para aprender de su abuelo y convertirse en vicepresiden...