TE DESEO A TI (CENSURADA)

By YazzPeraltam

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Toda la auto determinación de Kendra colisiona con sus sentimientos cuando se ve envuelta en una espiral deca... More

ADVERTENCIA
♠ SINOPSIS♠
♠UNO♠
♠DOS♠
♠TRES♠
♠CUATRO♠
♠CINCO♠
♠SEIS♠
♠SIETE♠
♠OCHO♠
♠NUEVE♠
♠DIEZ♠
♠ONCE♠
♠DOCE♠
♠TRECE♠
♠CATORCE♠
♠QUINCE♠
SEGUNDA PARTE
♠DIECISEIS♠
♠DIECISIETE♠
♠DIECIOCHO♠
♠DIECINUEVE♠
♠VEINTE♠
♠VEINTIDOS♠
♠VEINTITRES♠
♠VEINTICUATRO♠
♠VEINTICINCO♠
♠VEINTISEIS♠
♠VEINTISIETE♠
TERCERA PARTE
♠VEINTIOCHO♠
♠ VEINTINUEVE ♠
♠TREINTA♠
♠TREINTA Y UNO♠
♠TREINTA Y DOS♠
♠TREINTA Y TRES♠
♠TREINTA Y CUATRO♠
♠TREINTA Y CINCO♠
♠ TREINTA Y SEIS ♠
CUARTA PARTE
♠TREINTA Y SIETE♠
♠TREINTA Y OCHO♠
♠EPÍLOGO♠

♠VEINTIUNO♠

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By YazzPeraltam

21

Me desperté envuelto en sus brazos y no podía pensar en una experiencia mejor ni más satisfactoria. Su cabello negro derramado sobre las almohadas, se semejaba a las telarañas en mi cabeza: negras, intrincadas y sin sentido alguno.

Y, aun así, no hubiera deseado cambiarlo por nada más.

Habían pasado siete meses desde que decidimos formar una relación seria y todo parecía ir viento en popa.

Con Kendra todo era fácil y supongo que fue por eso mismo que yo bajé la guardia y dejé que su encanto me atrajera y me abrigara en un pequeño mundo donde solo estábamos ella y yo.

¡Qué equivocado estaba!

Creo que en ningún momento fuimos solo ella y yo.

Primero éramos Kendra, los recuerdos de Vannia y yo. Después...

Esa mañana me levanté para preparar el desayuno, Kendra había dejado su teléfono cargando en la sala, ya que habíamos disfrutado de una botella de vino para festejar el fin de nuestro noveno semestre.

Teníamos excelentes notas, una tesis perfectamente armada y planes en puerta para un viaje al extranjero. Nos quedaba solamente un semestre para terminar la carrera y los tramites de titulación estaban avanzados.

Lo último que necesitábamos era levantarnos ese domingo. Tomé el teléfono y se lo llevé junto con una taza de humeante y café negro, como a ella le gustaba.

Entonces llegó.

El mensaje que comenzaría a poner mi mundo de cabeza.

V

Soñé contigo y más que un sueño, fue el recuerdo de tenerte entre mis brazos mientras gemías de placer.

Cuento las horas para verte.

Quiero estar dentro de ti una y otra vez.

Me estoy volviendo loco, Ken.

Me vuelve loco saber que estás con él, en sus brazos.

Te necesito.

Llámame.

Todo el aire abandono mis pulmones y sentí un pulso de sudor frío en todo mi cuerpo. Eso no podía ser cierto.

Leí y releí los mensajes buscando aquel que dijera "es broma" pero nunca llegó. Quien quiera que fuera V estaba en línea y sentí el imperioso deseo de llamarle y saber de quien se trataba.

Escuché la puerta del baño cerrarse y rápidamente alejé la idea de marcar, así que copié el número de contacto, cerré las aplicaciones y bloqueé nuevamente el teléfono.

Volví a la cocina y me senté en la barra con mi taza de café humeando frente a mí.

¿Habría leído bien?

Quizá se había tratado solo de mi imaginación. El coraje, la incredulidad y el miedo se agolparon todos juntos en mi pecho y me sentí mareado.

Te lo diiiije.

La voz de Vannia se escuchó detrás de mí, como un fantasma asechando.

Es karma, cariño.

Su risita infantil se escuchó burlándose de mí.

¿Kendra tampoco te ama?

Su aguda vocecilla alargaba las vocales con una cadencia mordaz y casi podía sentir su aliento en mi nuca.

Sacudí la cabeza, dispuesto a enfrentar lo que sea que estuviera ocurriendo. Le di un largo trago a mi café y me dirigí a la habitación con la intención de aclarar todo.

Tomé el teléfono del sofá y cuando abrí la puerta, Kendra iba saliendo del baño envuelta en una toalla.

Su cabello negro escurría agua sobre sus mejillas sonrosadas y sus hombros de alabastro. Parecía una escultura de Miguel Ángel, digna de ser admirada y venerada.

Su imagen inocente me cautivó a tal grado de que, por un largo minutos, olvidé el motivo real de porque había ido hasta ahí.

Nos miramos fijamente, necesitaba respuestas, pero ella me regaló una sonrisa seductora mientras dejaba caer la toalla a sus pies. Justo donde me tenía, a sus pies.

Su desnudez era perfecta, llena de matices lustrosos y curvas que invitaban a ser tomadas en serio, con calma y prudencia. Pero con solo mirarla, mi ser entero estaba lejos de ser prudente y calmado.

Sus gestos, sus modos y sus sonrisas sugerentes hicieron que mi pulso se acelerara de golpe, mis manos temblaban aun, pero estaba seguro de que esta vez era por la anticipación de poder tocarla y sentir su cuerpo perfecto entre ellas.

Me abalancé hasta ella y la tomé en mis brazos, nuestros labios colisionaron sin control al tiempo en que ella se sujetaba con sus brazos de mi espalda y enredaba sus piernas alrededor de mi cadera.

Su piel era tibia, húmeda, fragante y pude saborear el aroma del jabón en su cuello. Recargué su cuerpo en la pared del baño y escuché cuando algo cayó al suelo y se estrelló, pero ninguno de los dos prestó atención a eso, era más importante el vals que ejecutaban su lengua y la mía, luchando cada una por ganar territorio.

Estaba enojado ante la posibilidad de una infidelidad y aun así, la necesitaba tan malditamente, que me odiaba a mí mismo.

Patético.

La vocecita de Vannia volvió de golpe como hacia meses no lo hacía y furioso, le mordí el labio a Kendra, como si con eso consiguiera callar la voz burlona en mi cabeza. Seguía teniendo el resquemor de esos mensajes en mi cabeza, pero estaban opacados detrás de la cortina de lujuria que en ese momento experimentábamos.

Kendra no dijo nada, se limitó a sonreír y lamer con su lengua las gotas de sangre que manaban de su labio.

Fue tan sensual y cuando me volvió a besar, pude paladear con satisfactoria inmoralidad el sabor metálico de su sangre.

Sus manos frágiles y delgadas buscaron en mi entrepierna y bajaron mis pantalones deportivos, dejando saltar a la vida mi pene que ya pulsaba por recibirla, pero ella tenía en mente darme un poco de motivación antes de eso y de manera habilidosa, se deslizó como una serpiente por el contorno de mi cuerpo hasta quedar de rodillas frente a mí.

No hizo ceremonias ni jugueteos, de manera brusca me llevó hasta su boca y comenzó a succionar y estimular con fuerza y firmeza mientras yo sentía pequeñas corrientes eléctricas disparándose en todas direcciones desde mi pelvis.

Yo quería más.

La tomé del cabello mojado, sintiendo mis dedos clientes enredándose en la humedad fría de su cabello y comencé a empujar hacia mí, más rápido, más fuerte y con mucha más intensidad, tanto, que incluso pude sentir sus arcadas, señal de que había ido demasiado lejos.

Ella me miró desde abajo, con los ojos vidriosos por las arcadas y sorprendida, quizá por mi actitud. Yo también la miré intentando hallar alguna repuesta de si seguía o paraba.

Su respuesta vino cuando se volvió a llevar todo dentro de su boca. Yo sonreí satisfecho, arrogante, empujando más fuerte, pensando solo en alcanzar el clímax que comenzaba a asomarse detrás de los sonidos húmedos de su boca succionando.

Pero yo quería todavía más.

Me separé de ella y la empujé de frente, pegando su pecho desnudo y tibio contra la pared fría de la habitación, ignoré el leve gemido de sorpresa por el cambio brusco de temperatura y separé sus piernas mientras ella se sujetaba del marco de la puerta y sin demasiada ceremonia me deslicé dentro de ella con fuerza, sin permitirle acostumbrarse a mi presencia en su interior.

Ella ahogó un quejido y yo enredé una de mis manos en su cabello húmedo, haciendo que su cuello se estirara y su rostro quedara cerca del mío.

No dije nada, solo esperaba su negativa, la cual no llegó. Por el contrario, estiró su cuello todavía más, ofreciéndome toda esa perspectiva visual de su cuello inmaculado, su mandíbula dibujando el contorno de sus pechos altivos y sugerente.

Jamás la había tratado así. Siempre sentí que a Kendra había que adorarla y darle placer como a una diosa, no como si fuera una fulana cualquiera, aunque tal parecía que le gustaba.

Así que me dejé llevar por lo que sentía, por lo que en ese momento quería y le mordí el cuello con enojo. Su grito se escapó de su garganta como un gruñido salvaje, pero en lugar de quitarse, me sujetó la cabeza empujándome para que mordiera más fuerte.

Lo hice, sin cuidado ni delicadeza mientras la embestía desde atrás, con furia, con desilusión y odio.

Empujé fuerte, haciendo sentir mi presencia dentro de su cuerpo, mientras mi boca seguía aferrada a su cuello, succionando la sangre que ya comenzaba a brotar de su inmaculada piel.

Seguía empujando más fuerte. Su espalda y mi pecho ya sudaban y provocaban húmedos sonidos con su impacto. Todo mi peso estaba sobre su cuerpo mientras entraba y salía de ella, olvidando la incomodidad de nuestras piernas que apenas podían mantenernos en pie.

Cuando escuché sus jadeos característicos de cuando ella iba a terminar, embestí más duro, estimulando su clítoris con mis dedos húmedos y ávidos. Cuanto más placer sentíamos, más fuertes se escuchaban nuestros gruñidos y gemidos.

La sentí desvanecerse cuando el orgasmo nos golpeó a ambos.

Ella gritó con fuerza y yo me aferré a su boca, ahogando el sonido y convirtiéndolo en agónicos gemidos entrecortados. Apenas fui capaz de sostenernos a ambos con una mano de la pared.

La sostuve entre mis brazos mientras sus piernas cedían ante su peso, luego, ambos caímos sobre la alfombra de la habitación, exhaustos, nuestra respiración errática denotaba que estábamos agotados física y mentalmente, pero, sobre todo, satisfechos.

Nos tomó unos minutos recuperarnos y cuando Kendra quiso abrazarse a mi cuerpo, me puse de pie para alejarme de ella.

—Ten. — Le dije mientras le pasaba su teléfono que había ido a parar al suelo.

Me levanté rápidamente y jalé una sudadera, saliendo de ahí lo más rápido que pude. Escuché su voz reclamando algo, pero no hice caso, sentía la cabeza embotada y decidí irme de ahí antes de hacer alguna estupidez.

Tomé mis llaves, mi teléfono y un par de sandalias y salí al recibidor. Era domingo en la mañana y obviamente, no había nadie.

La vista era preciosa, los sofás cómodamente mullidos y, sin embargo, pocas veces veías gente ahí.

Bajé por el ascensor y encendí el auto, tomando el camino del boulevard hasta el malecón, donde a esas horas, no habría tanta gente como en la playa.

Durante todo el camino repasé esos mensajes.

Soñé contigo y más que un sueño, fue el recuerdo haberte tenido entre mis brazos mientras gemías de placer.

Se trataba de alguien que ya había estado con ella, quizá alguna ex conquista, pero entonces ¿Por qué estaba agendado como V?

Repasé todos los nombres con V que conocía: Víctor, Veto... —Idiota Beto se escribe con B.—

¡Maldita sea!

Frené de golpe ante un semáforo en rojo, ni siquiera estaba seguro de a donde iba y como respuesta, me llegó el recuerdo de la cabaña de mis padres en el Club Bucaneros. Era un lugar aislado, completamente alejado del bullicio que pronto se formaría en la ciudad y además, discreto.

Mi teléfono comenzó a sonar y el nombre de Kendra apareció en la pantalla.

Cuento las horas para verte.

La ignoré.

Si contaba las horas para verla, era porque ya tenían una cita hecha. Probablemente se verían hoy.

No.

Kendra y yo teníamos planes para este domingo y ella pasaría la noche en mi casa.

Tenía casi dos meses que dormía todas las noches conmigo, prácticamente tenía la mitad del closet y había cosas suyas por todo el departamento. Básicamente, vivíamos juntos.

—Yo lo sabría, si ella tuviera un amante, me habría dado cuenta. — Hablaba en voz baja mientras metía la primera velocidad y me encaminaba hacia el club.

¿Mañana quizá?

Yo tenía entrenamiento y ella estaría sola prácticamente todo el día.

Quiero estar dentro de ti una y otra vez.

¡Ya! Por favor para... ¡Para!

¿Ha estado dentro de ella?

¿Literalmente dentro de ella?

¡Mierda! Ha tenido sexo con ella, pero ¿Cuándo? ¿Antes de mí? ¿Estando conmigo?

La puerta del estacionamiento del Club se abrió con el sensor de mi auto y yo entré sin detenerme. Me bajé del vehículo y le dejé las llaves al ballet. Me registré en la recepción para que me dieran la llave del carrito y de la cabaña.

—¿Quiere que alguien lo lleve, señor Capilla? —

—No, yo manejaré. — Respondí lo menos corte que pude, dado mi estado de ánimo.

Salí de ahí hasta donde se encontraban estacionados los carritos para subir hasta la zona de cabañas. La de mis padres era la 303 y se encontraba detrás de una pequeña colina con vista al acantilado.

Me estoy volviendo loco, Ken.

Yo también me estaba volviendo loco.

¿Ken? Ella odiaba que la llamaran por cualquier apelativo, le gustaba su nombre, le gustaba que la llamara Kendra.

Le gustaba escuchar su nombre mientras hacíamos el amor, que la llamara Kendra mientras me movía dentro de ella.

—Me gusta escuchar mi nombre viniendo de tus labios. —

O al menos eso había dicho y luego me había dado un casto beso en la frente.

Estacioné el carrito afuera de la cabaña y me quedé recargado en el volante y sin querer, me recargué en la bocina. Me llevé las manos a la cara, tapándome para evitar llorar de coraje y frustración.

Me vuelve loco saber que estas con él, en sus brazos.

¡Ya somos dos!

También me estaba volviendo loco imaginar que ella estuviera en brazos de alguien más. Quien quiera que fuera.

Te necesito.

¡Estúpido!

Claro que la necesitas, es Kendra. Es imposible no amarla, es imposible no aprender a necesitarla hasta la médula.

Me bajé del auto, las manos seguían temblándome y el teléfono comenzó a sonar nuevamente, ignoré la llamada y abrí la puerta.

Llámame.

—No lo llames, Kendra, no lo llames. — Me repetía aquello como un mantra. Como si, invocando aquello, las cosas pudieran no irse al carajo.

—¿Señor Capilla? — Una voz conocida hizo que me detuviera en seco.

—Pro... ¡Profesor! — El profe Eduardo estaba asomado a la puerta de la cabaña vecina.

—¿Está usted bien, señor Capilla? —

¡No!

No estaba bien y por todo el maldito infierno, sentía que en cualquier momento mi mundo iba a estallar.

Me vuelve loco saber que estas con él, en sus brazos.

—No. — Admití con la voz rompiéndose en mi garganta.

**

Me voy muy lentamente a esconder bajo una piedra.

¿Les gusta el giro?
¿Les gusta Ángel?
¿Les gustan las escenas candentes?

Digan algooooo 🔥🔥

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