Densetsu ni narou: Seoul Nigh...

By DensetsuSNBoss

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NOVELA LIGERA. INNOVACIÓN Y PASIÓN POR NUESTRAS HISTORIAS. ACCIÓN Y MISTERIO ENVUELVEN LA VIDA DE ASHER PERC... More

Prólogo: Día 0.
25 de septiembre de 2022. Parte I.
25 de septiembre de 2022. Parte II.
27 de septiembre de 2022. Parte I.
Diario de un hombre solo. Parte I.
27 de septiembre de 2022. Parte II.
27 de septiembre de 2022. Parte III.
27 de septiembre de 2022. Parte IV.
27 de septiembre de 2022. Parte V.
Diario de un hombre solo. Parte II.
28 de septiembre de 2022. Parte I.

26 de septiembre de 2022.

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By DensetsuSNBoss

* ¿Cómo he... *

- ¡Venga! ¡Vamos! –

Agonizaba de dolor tratando de hacer un último esfuerzo. No escuchaba muy bien, tampoco entendía lo que estaba pasando.

Mi vista era pésima, algo brillaba frente a mí, pero no era capaz de distinguirlo.

- ¡Duele! ¡Joder! –

Me quejaba entre alaridos y llantos.

- ¡Vamos! ¡Tengo que aguantar! ... -

Me esforzaba por aguantar aquel dolor insoportable.

- ¡No puedo! ¡Creo que no lo voy a lograr! ¡Joder! Mi cuerpo. No puedo... Soy un idiota. –

Exhausto, me vi obligado a levantar la vista en busca del máximo oxígeno posible. El cielo era violeta, las nubes doradas. El ocaso estaba cerca.

Mis oídos pitaban de vez en cuando y mi corazón se retorcía por todas partes, latía con una fuerza sobrenatural y a ráfagas arrítmicas. Jadeaba.

* Creo que me está dando un infarto. *

Conforme recuperaba el oxígeno, mi mareada visión iba enfocando de nuevo. Poco a poco pude ver con más claridad la escena.

- Tengo que hacerlo... ¡Otra vez! –

Escupí sangre.

- ¡Debo hacerlo, aunque me cueste la vida! –

Miré al frente de nuevo. Usé mi brazo robótico para apuntar en la dirección del objeto brillante. Estaba arrodillado, o, más bien, apoyándome moribundo entre la tierra y las piedras.

Tras parpadear seguidamente y humedecer mis ojos, pude ver que estaba apuntando a un hombre de fuego.

* Pero. *

No era ningún hombre. Era gigante y aterrador, de ojos brillantes y hombros anchos.

Este arrasaba todo a su paso con su espada, la aldea frente a él sucumbía al fuego y a la destrucción con impotencia. Casas calcinadas y gente carbonizada o desintegrada entre los escombros de las calles.

El gigante era colosal y candente. Su cuerpo parecía hecho de magma y tenía una larga barba de piedra, además de una imponente corona, creada a base de murallas derruidas.

* Algo no está bien. *

Miré de nuevo mi brazo. Éste era metálico y de él sobresalían unas extrañas protuberancias por las cuales, ese poder que había visto en la chica circulaba a gran caudal y velocidad. Un extraño polvo empezaba también a acumularse en algunas zonas del metal.

* Mi mano. Mi brazo. *

- ¡Tengo que acabar con esto! ¡Lo haré por todos! ¡Por un mundo en el que puedan sonreír cuando salga el Sol mañana! ¡Pase lo que pase! ¡No puede pasar de aquí! –

No reconocí la voz. Había demasiado ruido y caos alrededor.

* Este no soy yo. Estos no son mis recuerdos. ¿Es un sueño? Parece muy real para serlo. *

Gritaba de dolor mientras concentraba toda la energía posible para un último ataque.

- ¡No te duermas! ¡Espabila! ¡Aguanta un poco más! –

* No hay duda, parece que estoy siendo espectador de la vida de otra persona. *

Era extraño, pero cierto. Yo no podía influir en ninguna acción de lo que estaba sucediendo, ni tampoco sentir el dolor por el que esa persona parecía estar pasando.

El viento soplaba con fuerza a mi alrededor mientras más y más energía se iba concentrando en aquel brazo robótico.

- ¡No te mueras aún! ¡Sólo un poco más! ¡Un poco más! –

* ¿Será suficiente para vencer al gigante? *

La persona del brazo robótico gritaba de dolor, dispuesta a morir en ese mismo lugar, llevándose consigo, en un último ataque, a aquel gigante de fuego.

Justo cuando parecía listo para realizar ese último ataque, caímos al suelo, casi como si el cuerpo de esa persona se apagase.

- ¡No! ¡No! ¡Joder! ¿Por qué?! ¡Faltaba tan poco! –

Lloraba.

Su cuerpo había sido llevado tan al límite que, en el momento decisivo, se apagó por completo. Su voz retumbaba en mi cabeza.

Nuestro rostro tocaba la tierra, mientras, él lloraba ahogado en frustración e impotencia.

* Ha faltado poco. Es una pena escuchar a alguien llorar así, desolado. Hmm, si no estoy soñando, ¿qué estoy haciendo aquí? *

Mientras tanto, ciego por la ira, el gigante de fuego seguía destruyendo todo lo que encontraba a su paso. En ningún momento le había importado lo más mínimo nuestra presencia.

- Eh, tú. ¿Qué haces ahí tirado, llorando como un bebé? –

- ¿Huh? ¡Esa voz... -

Dijo alguien, interrumpiendo por completo nuestro llanto. La persona con la que compartía perspectiva parecía haberlo reconocido.

- Creía que eras un héroe de verdad. Pero un héroe buscaría soluciones pasase lo que pasase en lugar de ponerse a lloriquear entre las piedras. –

- ¡Tofu! –

Gritó inmóvil.

* ¿Quién viene? *

El hombre bajito, de ojos oscuros y ropa clara se agachó junto a nosotros. Al fin lo tuvimos frente a nosotros. Vestía una camisa medieval blanca, una bastante holgada para su pequeño cuerpo.

- ¡No! ¡Tofu! –

Llevaba consigo una especie de varita mágica. Parecía una rama de árbol ornamentada, el regalo de un noble.

- Sí, soy yo, me vas a gastar el nombre como lo digas mucho. ¿Cómo estás? –

- ¡Tofu! ¡Tienes que irte de aquí! No creo que consiga contenerlo. ¡Voy a tener que enfrentarlo! –

- ¿No puedes contenerlo? Haha, eso ya lo sé. Te veo perfectamente. –

- Faltaba tan poco. Sal de aquí. ¡Vete! ¡Por favor! –

Sentía la impotencia y la frustración del hombre dueño del cuerpo la cual contagiaba mi corazón y me hacía empatizar con él.

- Bueno, parece que no hay más remedio... -

- ¡Tofu! ¡Espera! ¡Espera! –

- No hay tiempo para conversar. -

El hombre bajito se incorporó y anduvo un par de metros hacia el gigante, justo al borde del precipicio en el que nos encontrábamos. Al fondo, el gigante seguía carbonizando ese pueblo.

- ¡No! ¡Tofu! ¡Tofu! ¡¿A dónde vas?! –

Apretó el puño.

Tofu se giró y nos dedicó una sonrisa. Luego habló con la gente que supuse que teníamos detrás, los cuales, debido al estado en el que no encontrábamos, no percibimos ni siquiera andar hasta nuestra espalda.

- Por favor, hacerme el favor y llevaros lejos de aquí a este saco inútil de huesos y tuercas. –

- ¡No! ¡No! ¡Por favor! ¡No! –

No pude ver quién nos levantó del suelo. Estaba tan exhausto, que el hombre del brazo robótico apenas podía levantar la cabeza. Sangre empezó a tintar el polvo y la tierra a nuestros pies.

- ¡Tofu! ¡Espera! ¡Espera! ¡Imbécil! ¡Espera! ¡Yo me encargaré de esto! ¡Puedo hacerlo! ¡Por favor! –

- ¿Cuándo te darás cuenta? –

Dijo Tofu de espaldas al acantilado mientras hacía extraños gestos con su varita apuntando al cielo. Empezaban a concentrarse grandes cantidades de aquella mágica esencia.

- ¿Cuándo admitirás que, hasta tú, tienes un límite? Sé todo lo que has hecho para llegar hasta aquí. Este calvario en el que has convertido tu existencia. Todo el esfuerzo, la tortura... –

- ¡Puedo hacerlo! ¡De verdad! –

Todo el poder de esa varita fue liberado. Un haz de luz recorrió el cielo desde esta, sumándose así a la paleta de colores que era el cielo.

- ¡Tofu! –

- Sólo esta vez. Por favor, escúchame sólo esta vez. –

El suelo se empapaba de nuestras lágrimas.

- ¿No crees que mereces un final feliz? Yo creo que sí. Nadie se lo merece más que tú en este mundo. ¿Me oyes? Lo mínimo sería una muerte tranquila... –

- ¡Basura! –

Entre llantos y rabia. La persona de la cual yo era espectador sacó fuerzas del más allá para empezar a forcejear con la gente que lo incapacitaba.

- ¡Haced lo que haga falta para calmarlo! Que no se mueva de allí. –

Las personas que nos agarraban nos inmovilizaron en el suelo. Seguía tratando de hacer fuerza para liberarse.

- ¡Espera, espera! ¡Eso no! –

Dijo mirando su brazo robótico, alrededor del cual había seis brazos forcejeando.

- ¡No, no, no! –

- Esto no tenía por qué acabar así. Bueno, supongo que esto es la despedida. Procura cuidarte. –

Dijo Tofu, mientras el halo de luz crecía progresivamente.

- ¡No! ¡No! –

- Adiós. Espero nunca más volver a verte. -

El hombre de mi cuerpo gritó justo en el momento en el que le arrancaban, a base de fuerza bruta, el brazo robótico de cuajo.

El sonido del metal y la carne humana siendo desgarrada fue lo último que escuché antes de despertar.

- ¡No! -

Abrí los ojos y grité. De golpe, me encontré de nuevo con la calma de la mañana. Tumbado entre baldosas. Sucio.

El cielo resplandecía de color azul y ni una sola nube se interponía entre nosotros. Ese uniforme azul solo era mínimamente interrumpido por la estela de condensación impresa en el cielo por un avión que sobrevolaba hacia el norte.

* ¿Qué ha sido todo eso? ¿Un sueño? No conozco a esa gente, ¿cómo iba a soñar con ellos? *

Mis ojos seguían todavía húmedos debido a la triste escena que acababa de presenciar. Estaba inquieto.

- ... -

Me sequé las lágrimas.

- Creía que iba a perder el brazo... Espera, esto es... –

Miré a mi alrededor y vi la arquitectura de mi ciudad. Sentí cierta resaca en forma de dolores en la sien.

Podía escuchar el sonido del mar, este era, además, acompañado por el distante sonido de una orquesta.

- ¿Fiesta? -

El festival de otoño de la ciudad bailaba a ritmo de trompetas y tambores. Desde la lejanía, parecía que estuviesen tocando un alegre pasodoble o algo similar.

- El Sol... Qué molesto. Ya podría brillar menos de vez en cuando. -

Miré dos gorriones que volaban alegres a mi lado. Se detuvieron en el edificio de enfrente a construir un nido. Justo encima de la canaleta del desagüe de este.

Me levanté del suelo pese a la sensación de migrañas que tenía.

- ¿Dónde estoy? ¿Un edificio? –

Anduve de un borde al otro de la azotea mirando el paisaje para así situarme.

- Debo estar cerca de la playa... ¿Cómo he llegado hasta aquí? No recuerdo salir anoche. Hmm. –

Me rehíce la coletilla del pelo. Tuve de pronto la idea de palparme los bolsillos para comprobar si había perdido algo importante.

- A ver... -

Del bolsillo izquierdo saqué mi cartera.

- Aún tengo la cartera, y... Sí, también el móvil. –

Saqué este último de mi bolsillo derecho. Tenía la pantalla agrietada e inservible.

- Esto no es bueno. Como papá se entere, seguro que se enfada y me obliga a pagar la reparación. Qué desastre. –

Traté de hacerlo funcionar, pero sin mucho éxito. Apenas se encendía la parte superior de la pantalla y me dejaba ver algunas de las notificaciones de anoche. Leon me había llamado un total de quince veces, dos de Elisa, y mi padre otras ocho.

- Tengo bastantes llamadas perdidas... Qué mal, esto sólo hace que me duela más la cabeza. –

Seguí inspeccionando a mi alrededor, aunque tampoco tenía mucho que ver.

- ¿Huh? ¿Qué es esto? –

Justo a mis pies, había un trozo de papel doblado, sujetado por una piedra.

Extrañado, me agaché y la recogí.

- Parece que alguien me ha dejado "una carta de amor", hehe. Veamos. -

Abrí el papel y leí el mensaje.

- "Pase lo que pase, no te muevas de aquí. El Pastor del Midén sigue suelto y tu herida lleva pocas horas cicatrizada. Es muy peligroso". Hmm, qué mensaje tan extraño. ¿Seguro que esta carta va dirigida a mí? ¿De qué está hablando? –

Una fuerte brisa sopló de pronto, incomodándome a mí y a la pareja de gorriones del edificio de al lado, los cuales piaban alterados al ver su nido destruirse. Por poco no acabé perdiendo la nota.

La brisa era fresca, debido a esta acabé estornudando.

<< Achoo >>

- Qué frío... Si no me abrigo bien, me acabaré resfriando. Qué contraste con el calor del Sol... –

Dije poniendo las manos sobre mi pecho. Algo era distinto.

Tanto mi sudadera como mi camiseta estaban violentamente agujereadas a la altura del pecho. El contorno de aquellas roturas estaba salpicado por sangre y algunas quemaduras superficiales.

- ¡¿Huh?! ¿Y esto? –

Mi inspección me llevó hasta mi pecho, en el cual había una violenta cicatriz diagonal con una longitud del tamaño de un puño. El contorno de esta estaba irritado con lo que parecían quemaduras de primer grado.

- Espera, un m-momento. –

Empecé a recordar lo que verdaderamente había ocurrido. Me puse muy nervioso. El aire de mi alrededor se volvió denso y asqueroso.

- ¡Un momento! ¡Ayer! E-espera... –

Hiperventilé sin parar. Mis pulmones parecían cerrarse y negarse a recibir más oxígeno. Se estremecían con tan solo pensar en las sensaciones vividas la noche anterior.

- ¡Anoche! –

Recordaba mi pecho siendo violentamente atravesado.

Recordaba al siniestro hombre del guantelete abrirse paso entre las llamas. Recordaba su máscara y su largo abrigo.

La sangre, el dolor.

Ese ardor que casi termina por volverme loco. También recordé el frío asfalto.

El aire de mi alrededor era amargo, volviéndose difícil de respirar. Sentí que todo mi cuerpo ardía solo con el recuerdo. Pensé en vomitar, pero en mi estómago no había nada que soltar. Llevaba horas sin comer nada.

Mis piernas temblaban mientras recordaba esa sonrisa. Esa risa malvada y viciosa.

Esos muertos y locos ojos que eran capaces de atravesar mi piel y ver toda mi vergüenza y remordimientos. Esa ropa oscura teñida de sangre.

Sentí de pronto una fuerte presión en el pecho. Como si mi esternón se retorciera como loco y quisiese abrirse paso entre mis órganos vitales para escapar.

- ¡Aire! ¡Ayuda! –

<<*@*^'/¨*''~;>>

Mis pesadillas fueron interrumpidas por un violento calambrazo que recorrió todo mi cuerpo hasta la punta de mis dedos.

Grité de dolor y malestar.

- ¡¿Qué ha sido eso?! ¡Qué dolor! –

Escupí angustiado. Respiraba nervioso y dolorido, por poco no acabé en el suelo.

<<*@*^'/¨*''~;>>

Grité de nuevo. Sentí que, por unos breves instantes, mi corazón dejaba de latir. Como si este sufriese una especie de tropiezo.

- ¡Otra vez! ¡¿Por qué?! –

Me apoyé en un lado de la azotea, buscando mantener el equilibrio. A mi lado estaba el hueco entre la calle y el edificio de los gorriones.

- ¡Cálmate! -

Me dije a mi mismo.

* ¿Qué demonios es esa sensación? ¿Tendrá algo que ver con lo ocurrido anoche? ¡¿Cómo puedo seguir vivo después de algo así?! *

Trataba de respirar profundamente. Apoyé mi espalda en el borde de la azotea mientras dejaba mi peso caer hasta quedar sentado.

El Sol brillaba con fuerza y algunas gotas de sudor aparecían en mi frente mientras buscaba la forma relajarme. Utilicé la sudadera para secarme y la miré bajo la luz del Sol. Podía distinguir mínimamente cómo media sudadera estaba totalmente cubierta de sangre, aunque, con un poco menos de luz, esta se disimulaba perfectamente.

- Menos mal que mi sudadera es negra... Tengo que volver a casa. -

Gateé hacia la puerta de las escaleras del edificio, las cuales tenían sobre ellas todas las antenas del edificio. Estas se ocultaban dentro de un cuartillo cubierto con un rellano que daba a lo alto del edificio. No era un edificio muy alto, no tenía más de diez pisos.

- Yo me voy de aquí, no pienso esperar a nadie. –

* ¿Cómo puedo seguir vivo después de lo de anoche? No puedo creer que todo eso ocurriese de verdad... Me gustaría decir que todo ha sido un mal sueño, pero por desgracia, no lo parece. *

- Yo me voy de aquí. Tengo demasiada hambre y me gustaría darme una buena ducha... -

Me levanté de nuevo y puse mi mano en el pecho. Aún me costaba asimilar lo ocurrido, pero mi pulso parecía calmarse.

- No sé qué pasó, pero quedándome aquí no conseguiré que nada mejore. Esto es muy injusto. Cuando me quejaba de que mi vida era demasiado aburrida y genérica, no era que quisiese ser perseguido por asesinos y monstruos... –

Fui de pronto interrumpido por el crujido de la puerta de la escalera abriéndose.

- ¿Huh? –

La puerta se abrió soltando un fuerte grito de las bisagras. Alguien llegaba tras subir todos los pisos a pie.

- Esta gente también debería buscar a alguien que les repare el ascensor... -

- ¿Quién eres? ¿Por qué querías que me esperase aquí? –

- ¿Yo? No sé, emm. No sé de qué me estás hablando, chaval. –

De la puerta apareció un hombre de mediana edad y algunos kilos de más, uniformado con colores chillones y equipado con una caja de herramientas y una gorra con el que supuse que sería el logotipo de su empresa.

* Pero, ¿qué? *

- Creo que te has confundido de persona, chaval. –

- P-pero. ¿Quién eres tú? -

- Buenos días. Esto... Yo sólo he venido a arreglar una de las antenas de televisión, que parece que está causando problemas. Quizás sea un fallo del cuadro eléctrico, yo qué sé, tendré que echarle un vistazo. –

El hombre dejó su caja de herramientas en el suelo y echó un vistazo a las antenas. Un técnico de mantenimiento y un joven sucio con sudadera totalmente ensangrentada, solos, en la azotea de un edificio.

- ... -

* Qué vergüenza más grande. Seguro que se piensa que soy un loco o un borracho que se pasa el rato en la azotea ahuyentando a los vecinos... Será mejor que me vaya... *

Caminé hacia la puerta para marcharme.

- ¿Estabas esperando a otra persona? Espero no molestarte. –

- No, no. No se preocupe. Ya me voy. T-tengo, emm, un poco de prisa... -

* ¡¿Qué estoy diciendo?! *

- Como quieras, aquí no me molestas. –

- N-no se preocupe, hehehe... -

* Será mejor que me vaya. Así de camino a casa aprovecho para buscar algo de almuerzo... *

Me dirigí a la puerta de la azotea mientras los gorriones reconstruían palito a palito su nido destrozado por el viento, y el técnico de mantenimiento rebuscaba dentro de su caja de herramientas y analizaba la situación, buscando seguramente algún ingenioso método para cumplir con su trabajo.

Bajé las escaleras del edificio, agotado y con especial cuidado, ya que temía sufrir una caída. Mis piernas eran frágiles y mis reflejos prácticamente nulos.

El portal estaba a oscuras cuando llegué a la planta baja. Encendí la luz y analicé mi figura en el espejo de la entrada del edificio.

Examinaba los agujeros y las manchas que había en mi ropa.

- Debería comprarme rápidamente una sudadera nueva, esta da muy mala imagen de mí. Hmm. ¿Tendré dinero suficiente? -

Saqué de nuevo mi cartera y busqué mi tarjeta de débito.

- Aún tengo la tarjeta. Es bueno saber que no me han robado ni he perdido nada... -

La guardé y me dispuse a salir del edificio.

Cuando abrí la puerta del portal, la policía ya había llegado al lugar de los hechos. La puerta del edificio daba, justamente, a la calle de los coches destrozados de anoche.

- Esta calle... Es la misma que daba al callejón en el que nos atacaron. Por aquí corrí persiguiendo a esa chica... ¿Qué habrá sido de ella? ¿Estará sana y salva? –

Recordaba la destrucción de esta calle mientras caminaba entre coches de policía e investigadores. Había coches destruidos, cristales rotos por los suelos y salpicaduras de muerte sobre algunas fachadas.

- Pobre gente. ¿Quién podría imaginarse algo así? La policía ha llegado bastante tarde, fue la chica la que acabó con el monstruo. Antes de que ellos llegasen... Eso no fue normal. –

Murmuré ocultando el agujero de mi pecho disimuladamente mientras me iba cruzando múltiples ráfagas de agentes que iban inspeccionando el lugar.

Anduve por la calle del incidente hasta que encontré una tienda de ropa que estaba abierta unos veinte metros más adelante.

"SFS. Sport Fashion Store."

Era una tienda de deporte juvenil que se distinguía por su oferta híbrida entre ropa a la moda y ropa deportiva.

Tras observar el escaparate, entré a comprarme ropa limpia de la forma más disimulada posible, ocultando los agujeros y manchas de sangre que traía conmigo.

Tras un par de minutos buscando, salí de unos de los probadores con mi nueva adquisición ya encima.

* Cambiarme ya la ropa es la mejor opción. Es algo raro, pero más aún lo es llevar ropa ensangrentada. *

Sonriente, me acerqué a la caja para pagar.

- Buenos días. –

- Buenos días. ¿Va a llevarse la sudadera que lleva puesta? En ese caso necesitaré que me deje la etiqueta con el precio. –

- Huh, sí, claro, hehe, aquí tiene. –

Le acerqué la etiqueta a la dependienta y esta leyó el código de barras.

- Muy bien, caballero. Serán cincuenta y cinco euros. –

* ¡Qué caro! *

- Hehe, le pago con tarjeta... -

* Hoy en día uno paga por el logotipo más que otra cosa... No creo que pueda recuperarme de esta compra en el corto plazo. Cincuenta y cinco euros es mucho dinero para un estudiante... *

Pasé mi tarjeta por el datáfono de la tienda, marqué el número PIN y me dispuse a salir.

- M-muchas gracias. –

- A usted, que pase un buen día. –

- Igualmente. –

Pese al desproporcionado precio de la moda juvenil actual, salí satisfecho con mi compra. En mi ilusionado rostro estaba la prueba.

Era una sudadera blanca con detalles rojizos, desde detalles de las mangas, hasta los cordones de la capucha. Me sorprendía lo bien que me sentaba. Conforme salí de la tienda, me arremangué por comodidad.

- Bueno, ahora que ya vuelvo a parecer un ciudadano normal, voy a ver si puedo comprar algo de comer de camino a casa. Si no recuerdo mal, debería pasar por algún supermercado antes de llegar. –

Proseguí mi camino por las mismas calles que anoche me parecieron un infierno en la tierra. Ahora el peligro de muerte se había desvanecido y, pese a las investigaciones policiales, se respiraba un aire más suave y calmado.

No tardé en reencontrarme con el recuerdo físico de aquella pesadilla que había trascendido de toda ficción. El mismo recuerdo que, a estas alturas, había pretendido olvidar en beneficio de mi propia cordura. Aquel lugar me mostraba ahora su cara más dócil hasta ahora.

Me detuve para observar esa escena una última vez. No sabía muy bien cómo sentirme frente a esta imagen. Mi mente era un cóctel sin sentido.

- Me gustaría haber olvidado ya esta calle para siempre, no me trae buenos recuerdos... -

El lugar de mi supuesta muerte.

Pese a que había cinta policial restringiendo la entrada, los hombre de uniforme no se encontraban en esta escena. Eso explicaría por qué estaba cortado el paso: simplemente, no habían tenido tiempo, o quizás preferían dejarse lo peor para el final.

- Qué calmado está todo. Bajo la luz del Sol parece un lugar completamente distinto. -

El cadáver del animal ya no estaba, pero seguía habiendo un enorme charco de sangre en el que era su lugar de muerte.

También vi los restos de carne de la gente que había muerto a manos de la midestia. La violencia manchaba toda la escena. Sangre. Restos de humanos. Aquel callejón fue, por una noche, una puerta conectada con el mismísimo infierno.

Sentí un fuerte escalofrío mientras miraba desde lejos otro de esos charcos de muerte. Esta vez se trataba del mío. El charco que resultó de lo que debió haber sido mi despedida.

Palpé con mis manos comprobando que mi pecho estaba aún entero. Aquella sensación no podía salir de mi cuerpo.

- No me puedo creer que todo eso sucediese anoche... Creo que voy a vomitar... –

Aparté la mirada con grandes náuseas. Me alejé de ese lugar y seguí caminando por las calles de la ciudad bajo ese apetecible clima.

Pasaron alrededor de treinta minutos. Durante estos, tuve tiempo para entrar a un bar que estaba abierto y hacerme con algo de comer. Un pequeño tentempié con el que poder aguantar el camino hasta casa.

La devastada pantalla de mi móvil marcaba las "14:34". Guardé el móvil y seguí caminando y comiéndome el bocadillo de pechuga de pollo con queso y bacon que me acababa de comprar.

El lugar era distinto. Ahora las calles se parecían más a las propias de mi barrio: Calles estrechas, paredes de piedra y las casas se veían bastante más antiguas. No era una zona humilde, simplemente se trataba del barrio histórico.

La música de la orquesta se escuchaba más clara y fuerte que antes, por lo que la fiesta debía estar cerca. Calculé que apenas dos o tres manzanas nos separarían.

* Me sorprende la poca gente que hay caminando por la calle, parece que todo el mundo está en la plaza disfrutando del festival de otoño. Me alegro por ellos. Yo también debería hacerlo. *

El sonido del motor de un scooter hizo que me moviese a un lado de la calle para que esta consiguiese pasar sin problemas.

- Este hombre llega tarde a la fiesta. Si no se da prisa, no creo que encuentre sitio para aparcar, hehe. –

Dije llenándome la boca con un mordisco de mi bocadillo.

- Debería haberme comprado un refresco para acompañar, bueno, creo que ya he gastado bastante dinero por hoy... -

Seguí hasta girar una esquina hacia otra calle estrecha típica de los pueblos. Apenas había un par de farolas y las puertas de las casas eran grandes y de madera.

Poco a poco fui reduciendo mi velocidad al ver algo que llamó mi atención entre las piedras de la calzada.

- Esto no me gusta... -

Bajé a mirarlo más de cerca.

Frente a mí había un rastro de sangre que recorría varios metros y después giraba la esquina. Algunas gotas de esta se desviaban de su camino y acababan cayendo en la alcantarilla.

Parecía que hubiesen matado a un ser vivo y arrastrado su cuerpo bastante distancia. Justo a mis pies comenzaba el rastro, donde estaba la mayor área tintada.

- El rastro comienza aquí. Hmm. Recorre bastantes metros. ¿Serán restos de la destrucción y el horror que causó el monstruo de anoche? Estoy bastante lejos de la zona donde lo encontramos, y el rastro lleva en la dirección contraria... –

Estando ya agachado, palpé con el dedo parte del plasma que tintaba de muerte aquella calzada. Mis dedos se quedaron teñidos de este líquido, por lo que la respuesta era clara.

- Es más reciente de lo que pensaba... ¿Y si hay más monstruos sueltos? ¿En serio? –

Miré en la dirección del rastro y tragué saliva. El simple hecho de imaginarme aquel peligro me daba mala espina.

- Si de verdad hay una amenaza en estas calles, tarde o temprano acabará atacando a más vecinos. Uno de ellos podría ser alguien de mi familia... –

Por un breve instante, imaginé a mi propia familia muerta por culpa de la midestia de anoche. La mera idea de algo así me horrorizó. Seguí con la mirada de nuevo aquel rastro hasta donde me llegaba la vista y respiré hondo.

- No hay más remedio. -

La orquesta del festival sonaba más que ninguna otra cosa, supuse que esta estaba un par de calles más al oeste. Los ritmos de los tambores en forma de redobles no hacían otra cosa que ponerme todavía más nervioso.

Comencé a caminar en la dirección de la sangre.

Mis piernas no parecían muy seguras de esta decisión, pero no me atreví a detenerme. Pese a que mi postura y porte no eran las de un guerrero valiente, estaba decidido a hacer algo al respecto con tal de sacar de mi cabeza la idea de ver a mi familia muerta y desmembrada por uno de esos seres.

- La chica de la espada, hubiese hecho lo mismo... -

Anduve hasta la esquina de la calle. Respiraba nervioso y atento a lo que pudiese ocurrir. Miraba, incluso, bajo los coches con tal de no ser sorprendido.

Cuando estaba a un par de metros de la esquina, cogí aire con la intención de afrontar cualquiera que fuera el peligro que hubiese detrás de esta.

- Respira hondo... Tenemos que derrotar, o mínimo distraer, a lo que sea que haya ahí detrás. Ojalá sea una midestia pequeña. Como sea otra como la de anoche, estoy perdido... –

Murmuré.

- Bueno, ¡vamos allá! –

Salté y con agilidad giré la esquina. Lamentablemente, no hallé lo que buscaba.

- ... -

Tan pronto como giré, solté el aire de mis pulmones.

El rastro de sangre aún seguía hacia otra calle más adelante. Esta vez, giraba hacia la izquierda, sorteando un coche rojo, pésimamente aparcado en medio de la acera.

Avancé por esta segunda calle. El rastro de sangre era tan reciente, que esta aún brillaba bajo la luz del Sol y se filtraba fácilmente entre los huecos de la calle.

Dudas fruto de la paranoia empezaban a hacerse presentes, nublando mi decisión y multiplicando mi inseguridad.

- Esta sangre es muy reciente, puede que la víctima siga viva. Debo darme prisa. -

Esta vez iba dando pequeños saltos, calentado así los músculos para el más que inminente encuentro.

- Mejor será que me prepare en condiciones, con lo débil que soy, solo me falta conceder ventajas... Mientras sea una midestia, creo que tendré alguna posibilidad. -

Me detuve en seco justo al lado del coche.

- Mierda... -

Maldecí nervioso mientras observaba una mano arrancada de cuajo con violencia en el suelo, sobre un charco de todavía más sangre.

Aparté rápidamente la mirada. No podía contener las náuseas que sentía. Preferí seguir andando entre arcadas y escalofríos.

- ¡Qué horror! ¡No puedo ver eso de nuevo! –

- ¿Tan violenta es esa cosa? No me quiero ni imaginar cómo se siente perder una mano... No puedo perder más tiempo... –

Al fin llegué a la esquina, aunque esta vez cambié mi estrategia.

- ... -

Acerqué el oído lo más cerca de la otra calle que pude, ocultándome del potencial peligro, en busca de información.

Suspiré nervioso al escuchar, entre el ruido de la orquesta y del gentío del festival, el ronroneo de algún extraño animal. Podía escuchar cómo la carne era arrancada, desgarrada, masticada y tragada por este ser desconocido. Además del espeluznante sonido del chocar de sus dientes.

- Parece que sí que se trata de una midestia. Debo estar muy cerca de ella. -

Me asomé en busca de más información sobre lo que estaba ocurriendo. Pude verla con mis propios ojos enseguida.

- ... -

Era una midestia similar a un perro. Más grande que un pastor alemán o un labrador, aunque no sabía cuanto más con exactitud. Supuse que era lo suficiente grande como para matarme pero no lo suficientemente para hacerlo de un zarpazo.

Tenía afiladas garras, pelaje negro como el alquitrán y ojos azules, como los de un depredador de la noche. Sin duda, si esta fuese encontrada en la naturaleza, sería un espécimen digno de admiración y estudio. Lamentablemente, esta era una bestia asesina de humanos, su entorno lleno desangre y entrañas humanas no podía convencerme de lo contrario.

Su mandíbula inferior parecía estar completamente fuera de sitio en comparación a un perro normal, mucho más agresiva y ancha. También me llamaba la atención la envergadura de su espalda, la cual era como mínimo, dos veces la de un animal normal de su tamaño.

Pesaría alrededor de noventa kilos. Todo un depredador propia de una pesadilla.

- Mierda... Definitivamente, he llegado tarde. -

Miraba tenso cómo despedazaba y engullía a trozos a un hombre adulto, cuyo cuerpo ya estaba totalmente mordisqueado y ensangrentado. No tenía cabeza, ni pierna derecha, y, obviamente, su mano derecha había desaparecido también.

Estaba nervioso y tenso al sentir de nuevo el peligro tan cerca de mí. Pese a mis buenas intenciones, sabía que, por pura estadística, librarme dos veces seguidas de la muerte en menos de veinticuatro horas no era muy factible.

* No sé si podré con un monstruo de ese tamaño, parece tener mucha fuerza. Al menos la suficiente para matar y arrastrar por el suelo a un hombre adulto... ¿Y si acabo igual que ese hombre? Qué mal, espero que no pueda oler el miedo porque entonces sí que tendré un problema... *

Mi corazón palpitaba a gran velocidad y mi cuerpo se llenaba de adrenalina. Mis piernas tampoco mostraban signos de seguridad alguna.

<<*@*^'/¨*''~;>>

Conforme sentí de nuevo el dolor de ese calambrazo, me tapé la boca en un desesperado intento de mantener mi posición oculta.

* Mierda, mierda, mierda, ¿por qué tiene que volver ahora esa maldita sensación? *

Recordé fugazmente aquel objeto con el que el hombre del guantelete me había atravesado.

* ¿Tendrá que ver con la cosa que me clavó aquel hombre en el pecho? *

Por alguna extraña razón, la midestia sintió mi presencia y comenzó a rugir y a gruñir en mi dirección. Aquel monstruo podía percibir mis calambrazos. O puede que me oyese quejarme del dolor. Esa duda voló fugazmente por mi cabeza entre el miedo y los nervios que sentía.

* ¡Qué mal! ¡Sabe que estoy aquí! Tengo que hacer algo, ¡es momento de actuar! *

- Dios mío, ten piedad de mí. Prefiero morir en la cama de un hospital por culpa de la Meosnemia, antes que ser devorado vivo por este bicho... -

Me armé de valor y me expuse a mí mismo de un salto en medio de la calle en la que estaba la negra criatura comiendo.

- ¡Eh tú! ¡Monstruo de pacotilla! ¡Aquí tienes un buen filete fresco para que te sacies! ¡No sé a quién te has comido ya! ¡Pero seguro que yo estoy mucho más rico! –

Al verme, la midestia no tardó en comenzar a gruñirme y a amenazarme.

Salí corriendo lo más rápido que pude cuando confirmé que la bestia me seguía hambrienta.

- ¡Corre por tu vida! –

Me dije a mí mismo mientras callejeaba por el que, hasta ahora, había sido mi propio barrio, el lugar más seguro que conocía.

* Vale, ya he llamado su atención, ahora tengo que atraerla lo más afuera de la ciudad que pueda, donde no tenga gente a la que atacar... ¡Creo que me he vuelto loco! *

Corrí de calle en calle, girando incontables esquinas y sorteando decenas de coches aparcados, sin atreverme mirar atrás. El simple hecho de seguir escuchando los rugidos de aquel monstruo eran prueba suficiente para saber que aún lo tenía detrás.

Giré hacia una estrecha calle a la derecha de una larga avenida.

* Tengo suerte de que no haya gente caminando por estas calles ahora mismo. El festival de otoño es mi mejor aliado... Debo seguir torciendo todas las esquinas que pueda y evitando las calles largas. Posiblemente esa cosa me gane en velocidad punta pura, pero salta a la vista que es torpe girando. *

Calle tras calle seguía con mi plan.

Pronto salí del casco antiguo de la ciudad y me encontré rodeado de calles más anchas y modernas, cerca de la zona de costera.

* ¿Dónde hay más calles estrechas? Tiene que haber más... *

Al fondo de la calle en la que me encontraba vi la entrada al barrio artístico, conocido por sus estrechas y enrevesadas calles. El enorme cartel de la entrada me daba la bienvenida con su variedad de colores y adornos. Aún me separaban de este cincuenta metros de sprint en los que no podía permitirme un descanso.

- El barrio de la Virgen será perfecto. Todo va bien. ¡Sí! De momento el plan va de lujo. ¡Espero que no haya nadie paseando por allí! –

Detuve mi carrera justo antes de entrar para asegurarme de que mi estúpido y suicida plan seguía según lo previsto.

- venga, hagamos algo bueno con la poca vida que nos queda... -

<<*@*^'/¨*''~;>>

Otro calambrazo me azotó justo cuando recuperaba un poco el aliento y esperaba a que, el era mi depredador, se acercase un poco a mí de nuevo.

- Mierda... Venga, no hay tiempo para detenerse. Después de sacar ventaja por estos callejones, correré lo más rápido que pueda por la Avenida del mar y rezaré para llega a las afueras de la ciudad antes de que me devoren. –

Cuando vi a la midestia aparecer a más de veinte metros entre ambos, supe que mi idea podría funcionar.

Fruto de la adrenalina, dejé escapar una pequeña sonrisa. Servirme a mí mismo de cebo estaba funcionando.

- Por una vez, estoy siendo útil para salvar a gente. Nunca me había sentido así. ¡Vamos, monstruo de pacotilla! ¡A ese ritmo voy a terminar escapándome! ¡Vaya porquería de midestia, la de ayer daba más miedo! –

Grité para llamar todavía más la atención de la midestia, la cual cargaba hacia mí más furiosa que antes.

- ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Procura no quedarte atrás o terminaré escapándome! –

Tras provocar más al monstruo, me adentré unos metros en esos pasillos y calles, y cuando supe que aún seguía con la intención de perseguirme por estas aquí, volví a correr lo más rápido que pude, entre casas, comercios e inmensos grafitis.

Aquí las calles también eran estrechas y enrevesadas, todavía más que en el casco antiguo. Es más, los coches tenían prohibida la entrada, ya que había algunos puestos y tiendas que desplegaban sus productos en medio de la calzada. Por suerte para mí una vez más, debido a que hoy era un día festivo, todos estaban recogidos.

Izquierda, izquierda, derecha, izquierda.

Seguía corriendo de calle en calle, apoyándome en las paredes para impulsarme con los brazos en las curvas.

La midestia tenía problemas siguiéndome debido a su peso, fuerza bruta y pésimo agarre a las superficies sólidas.

* Bien, parece que en esta zona puedo sacarle mucha ventaja. Me esperaré aquí un poco para que no se distraiga con nadie más. Haha, si sigo así, lo conseguiré. ¡Esto sí que es una aventura! *

Caminaba de espaldas por al lado de un bar el cual tenía la terraza llena de mesas y sillas. No había nadie en ellas. Eso fue lo primero que comprobé, aun jadeando y empezando a mostrar algunas gotas de sudor.

Mi visión estaba puesta en la calle desde la cual venía. Así podía ver llegar a la midestia antes de volver a salir corriendo.

- Venga, criaturita. ¿Cuándo vas a aparecer? -

Estaba confiado pese a seguir escuchando a la feroz criatura rugir entre las calles. Rezaba para que nadie la distrajese.

- Espero que nadie salga a la terraza ahora... La calle es estrecha y está llena de obstáculos, Si nadie la distrae, creo que puedo frustrarla un poco usando todas estas sillas. Será mejor que me asegure de que tengo vía libre. –

Me acerqué a la puerta del bar e irrumpí llamando la atención de los jubilados que disfrutaban de algún partido de fútbol de bajo caché y de su carajillo rutinario.

- Por favor, señores, pase lo que pase, no salgan ahora a la calle, podrían acabar muriendo si lo hacen. –

- ¿Cómo? –

- ¿De qué estás hablando? -

- ¿Huh? Ustedes háganme caso, y todo saldrá bien. –

- Pero. –

- ¿Qué dices chaval? -

- Yo no le temo a... -

- ¡Es simplemente un segundo!, ¿vale? ¡Luego ya pueden volver a salir! –

Alcé la voz e interrumpí a los insistentes señores.

- E-está bien. Gracias. –

- ¡Muy bien! -

Cerré la puerta sin decir ni una palabra más. Aproveché los últimos instantes antes del encuentro para secarme el sudor de la frente.

- Qué gente tan persistente. Estos abuelos, ¿por qué no pueden hacerme caso a la primera? –

- ¿A-Asher? ¿Asher? ¿E-eres tú de verdad? –

<< Hip >>

* ¡Un momento! *

<< Hip >>

Quedé congelado al escuchar de pronto esa voz familiar.

- Espera un segundo... –

No me atreví a girarme.

- ¿A-Asher? S-soy yo. –

<< Hip >>

- E-Elisa. –

- ¡Elisa! ¡¿A-aquí?! -

Una joven rubia de pelo largo y dos joyas azules en lugar de ojos apareció a menos de un metro de mí. Vestía ropa clara y unas zapatillas a la moda. En su mano derecha sostenía un gran vaso de plástico llevo de vino el cual no tardó en apoyar en una de las mesas nada más reconocerme.

- ¡Elisa! ¡¿Q-qué haces tú aquí?! D-deberías, digo, t-tienes que irte. –

- ¡Déjate de t-tonterías!, Asher, tu hermano me lo ha contado todo. ¿Me oyes? ¡Todo! No puede ser verdad... No puedo creerme que de verdad te esté pasando eso... –

- Apestas a alcohol. –

Elisa me empujó y estrujó contra la pared, justo al lado de la puerta del bar. Yo, mientras tanto, trataba de no distraerme y seguía pendiente de los rugidos del monstruo, los cuales sonaban cada vez más cerca.

* ¡La midestia está cerca! Tengo que esconder a Elisa. Mierda, ¡¿por qué ahora... *

<< Hip >>

- ¡Hazme caso, Asher! ¡Por favor, no te mueras! ¡Vuelve a casa! ¡Leon y tus padres te están buscando! ¡¿Por qué tiene el mundo que tratarte así?! –

- ¡Ahora no puedo! ¡De verdad! –

No conseguía separar el cuerpo de Elisa del mío. Pese a su estado, trataba de no dejarme ir usando toda su fuerza.

- ¡Te quiero Asher! ¡Siempre lo he hecho y siempre lo haré! ¡¿Por qué tienes que ser tan injusto conmigo?! ¡Llevo ebria más de una hora buscándote! Por favor, volvamos al festival y pasemos un tiempo felices, juntos. –

<< Hip >>

- ¿De qué estás hablando? –

- ¡No me sueltes Asher! -

La midestia rugía cada vez más cerca, no podía dejar de mirar hacia esa calle. Pero tampoco podía quitarme a Elisa de encima, quien me inmovilizaba como si su vida dependiera de ello.

* ¡Ya viene! *

* Esto es surrealista. *

- Venga, Elisa, suéltame, vamos, e-entremos al bar, anda. Vamos, tomemos algo juntos. Dentro. –

Traté de soltarme de sus brazos.

- Me encantaría quedarme aquí pero no puedo, no es el momento de... -

Elisa me apretó contra la pared y se lanzó a besarme.

- ... -

No pude hacer nada al respecto. Una pequeña parte de mí tampoco luchó por evitarlo. Sentí que no podía controlar nada del entorno, que no era más que un mero pasajero en un círculo infinito de miedo, problemas e inconvenientes.

Mientras ella descargaba su pasión, la midestia asomaba ya al fondo de la calle en la que me encontraba y rugía para así hacérnoslo saber.

* ¡Esto está mal, mal, mal, mal! *

Estaba completamente paralizado.

Elisa no parecía darse cuenta del peligro. Estaba demasiado centrada entregándome aquella pura muestra de amor.

Tuve que forcejear para dejar de besarla ya que mi cabeza estaba comprimida entre sus labios y la pared. Podía ver por el rabillo del ojo al monstruo acercándose a nosotros sin ningún reparo.

* ¡Ya está viniendo! ¡¿Por qué todo tiene que salirme tan mal?! ¡Haz algo Asher! ¡Ya! *

Tras forcejear más con Elisa, conseguí soltarme y dirigirla, con más fuerza de la que me sentía orgulloso admitir, a la puerta del bar.

- A-Asher, espera. –

<< Hip >>

- ¡Rápido! -

- ¿N-no me quieres? –

<< Hip >>

Insistía mientras la forzaba a entrar en el bar. El monstruo rugía a pocos metros de mí, así que me vi obligado a empujarla hacia el interior de este.

- ¡Luego! ¡En serio! –

Grité mientras cerraba la puerta de un portazo en cuanto tuve la oportunidad. Cuando logré proteger a Elisa, me di cuenta de que ya no tenía tiempo para huir del monstruo, era demasiado tarde.

* ¡Debo hacer algo! *

Cogí, instantes antes del fatídico desenlace, una de las sillas de la terraza del bar y lo más rápido que pude me armé de valor.

La midestia se abalanzó furiosa sobre mí. Apenas la ligera silla del bar se interponía entre mi cabeza y esos sangrientos colmillos de depredador. Furiosa, la midestia me empapaba la cara de sus babas mientras trataba de arrancarme la cabeza.

Conseguí mantener el equilibrio a base de mucho esfuerzo y al haber caído sobre una de las mesas del lugar. Con un ingenioso giro, me deshice del primero de los ataques del animal. Este se vio obligado a darse la vuelta para volver a por mí.

No tuve tiempo de pensar antes de que el monstruo, ahora más furioso que antes, volviese a embestirme y a tratar de matarme de la forma más sádica imaginable.

Esta vez, la criatura estaba furiosa. Se abalanzó de nuevo sobre mí, clavando sus garras en mi brazo izquierdo mientras trataba de separarme a base de fuerza bruta de mi escudo improvisado. Mi desnudo antebrazo sangraba sin parar.

Poseído por el dolor y la adrenalina, hice la fuerza suficiente para enviar a la midestia directa contra el resto de los objetos que había de la terraza.

Aproveché ese momento para huir de nuevo, con el brazo completamente ensangrentado.

* ¡Corre! Hay que alejar esta cosa de la gente. *

Corrí todo lo rápido que pude. Pese a mi herida, seguía corriendo como si nada hubiese pasado. Mientras la sangre salpicaba mi sudadera y ligeramente mi cara.

* Tendrá que ser la adrenalina, pero no siento ningún dolor en el brazo. Mejor. *

<<*@*^'/¨*''~;>>

- ¡No pares de correr! -

Pese al calambrazo, no me detuve. Aunque debido a este, casi terminé chocando con una farola de la calle, cuya existencia había pasado por alto.

Seguía el monstruo persiguiéndome.

- Sigue detrás, lo escucho cerca. Ya no sabría decir si eso es buena o mala noticia. –

Conseguí salir del barrio de la Virgen de vuelta a las parte más moderna. El ambiente desértico y la escasez de coches en estas calles eran las mejores noticias que tenía.

- Gracias a Dios que hoy, ¡justo hoy! Es el festival de otoño y por aquí no pasa gente. ¡Nunca creí que iba a acabar así! ¡Mi suerte de ayer continúa! -

Avanzaba de calle en calle, y procuraba no alejarme demasiado de mi perseguidora para que esta siguiese manteniendo su interés en mí. Por suerte, ahora que estaba dejando un pequeño rastro de sangre tras de mí, sabía que no la conseguiría perder de vista.

Recorrí, herido y cansado, un número incontable de calles, mientras, esprintaba y jadeaba como un loco. Llegó un momento que ni siquiera sentía las piernas, tampoco comprobaba si la midestia aún me seguía. Mi único objetivo era salir de la ciudad a cualquier precio. Si la midestia ya no estaba detrás de mí, ya buscaría la forma de llamar su atención, pero ahora mismo no podía ser generoso con mi ventaja.

Tras una larga fuga, conseguí llegar al fin a las afueras de la ciudad. La afluencia de coches era mínima, pero llegué a ver un par de coches y una furgoneta blanca cruzarse conmigo antes de llegar.

Es escenario era muy peculiar: a mi espalda tenía la ciudad, y ante mí, la carretera y el comienzo de la vegetación, y por ende, de la montaña.

- Me duelen mucho las piernas. ¡¿cuánto más tengo que aguantar?! –

Jadeé.

Sudaba como un loco llegados a este punto. Y el cansancio me comenzaba a desmoralizar. Tuve que golpearme a mí mismo en la cara para centrarme de nuevo.

- ¡No puedo detenerme aún! Tengo que llevarla adentro en la montaña, donde al menos, la aleje de la gente... Menos mal que antes me he arremangado la sudadera... –

Dije mientras miraba mi brazo herido y rojo como una rosa. Posteriormente, me giré a buscar de nuevo a la midestia que debía estar persiguiéndome todavía. Afortunadamente, no logré dejar de escuchar sus rugidos en todo el camino, por lo que aún debía estar buscándome.

Hice la vista atrás, en dirección a la avenida, en busca de aquel animal. Desgraciadamente para mí, aquella midestia no fue lo único que acabé encontrando.

Dicen que no hay peor sensación en la vida que revivir una pesadilla en el mundo real. El terror que uno siente en esos instantes le hace dudar de la veracidad del mundo que lo rodea.

- Imposible. –

El cerebro, en esos momentos, busca la forma de comprobar que lo que tiene ante sus ojos es una ilusión. Trata, en cuestión de décimas de segundo, de negar aquella realidad justo antes de que le golpee definitivamente en busca de proteger su cordura. Eso mismo fue lo que sentí en aquel instante.

Apenas tres metros detrás de mí estaba él, una vez más devolviéndome a aquel infierno al que juré, horas antes, nunca más regresar. No pude contener las lágrimas fruto del miedo y de la frustración.

<<*@*^'/¨*''~;>>

- Mi-mi-mierda. –

Su muerta mirada me penetró el alma de nuevo desde aquel rostro pálido, el cual se mostraba brutalmente ensangrentado y desfigurado. Pensé que nunca en mi vida podría borrar esa mirada llena de locura de mi cabeza, mucho menos si aquella sonrisa me seguía persiguiendo.

Sonreía con vicio al verme, pero también con visibles gestos de cansancio. Sus esqueléticas manos y artríticos dedos manchaban la acera cubiertos de sangre. De la misma forma que aún lo hacía mi brazo izquierdo.

* ¡¿Qué hace él aquí?! ¡Después de lo ocurrido ayer! *

No tenía forma de ocultar el absoluto terror que nacía en mí al verlo.

No se movía. Yo tampoco podía. Solo me miraba tétricamente. Mientas yo lo hacía en pánico.

Al llegar a su lado, la midestia que me perseguía, negra como la noche, se detuvo a lamer los dedos del hombre, y así gozar de la mismísima sangre del Pastor, quien la miraba entusiasmado.

- A-Asher. Q-qué momento tan inoportuno para aparecer. Hihihihi. –

Se agachó y comenzó a chupar con pasión el pelaje carbón del monstruo, bajo el cuello de esta.

- ¡¿Q-qué está haciendo ese enfermo?! –

Murmuré.

- Hihihi. P-parece que tú también has estado comiendo bien. Hihi. –

Sonreía y reía frente a la criatura.

- Esto es un problema. -

<<*@*^'/¨*''~;>>

- Hihihi. ¿N-no crees que es magnífico vernos de nuevo? A-Asher. -

Me estremecí del dolor del calambre, el cual se mezclaba con la angustia de escuchar al Pastor pronunciar mi nombre de nuevo, para hundirme en el más sufrido pesimismo. Tuve la sensación de que, conforme se iban sumando las extrañas descargas recibidas, estas eran más intensas con el tiempo.

- M-mierda. E-estoy perdido. ¡¿Qué puedo hacer?! –

Me dije a mí mismo.

- Hihihi. E-en realidad, n-no me hace gracia que vengas ahora. ¡T-tenías miles de momentos y has elegido ahora! ¡Q-qué injusto eres! A-Asher Percedal, debería matarte solo por eso. –

Vomitó sangre sin parar. Restos de esta se deslizaban por su barbilla y terminaban igualmente en el asfalto, donde la midestia estaba, rabiando y gruñendo, disfrutando de aquel manjar.

- D-disfruta tú que puedes de ello, amiga mía. E-el Pastor tiene asuntos pendientes... -

De pronto, una gran llamarada arrasó el lugar en el que estaba el Pastor. Todo pasó tan rápido que ni siquiera pude adivinar la procedencia de esta. Pese a la distancia entre ambos, pude sentir a la perfección el calor emanado de aquel ataque sorpresa, el cual arrasó con todo lo que tenía delante.

Pese a que el objetivo principal consiguió esquivar el ataque, la midestia a sus pies acabó carbonizada por el poder de las llamas, liberando así, al mismo tiempo que el fuego se disipaba, aquel mismo vapor blanquecino de la midestia de ayer.

- Esas llamas... No me digas... ¡No me digas que e-él también está!... -

* Esto es muy malo. Esto es lo peor que me podría ocurrir... *

El hombre de la gabardina y la máscara, el mismo que la noche anterior había tratado de matarme, apareció por la calle de al lado. Su guantelete humeaba después de realizar aquel ataque de fuego.

Los tres sujetos estábamos en una posición más o menos triangular. A mi izquierda estaba el hombre del guantelete, mi supuesto asesino. Y a mí derecha, el último ser de la tierra al que querría recordar... ¿A quién quería engañar? Ante mí estaban los dos villanos de mi vida, junto al azar, quienes competían por ver quien podía matarme de la forma más agónica posible. Eso, sumado a mi cansancio, me dejaba a mí en una posición de miedo y de lucha por no sucumbir al colapso.

- Asher Percedal. ¿Por qué no te has quedado donde te dije? –

* ¿Qué hace el también aquí? ¡No, no, no! La pesadilla que viví anoche se está repitiendo de nuevo... *

- Hihihihi. –

- Hablaremos cuando haya terminado con este error de la naturaleza. –

- Q-qué momento más inoportuno para aparecer. Hihihi. ¿D-de verdad m-me quieres matar ya? N-ni siquiera le he podido enseñar a nadie mi as bajo la manga... ¡M-mi gran carta! -

- Guárdate tus trucos para cuando estés en el infierno. -

El hombre del guantelete arremetió a gran velocidad contra el Pastor, pero este lo esquivó. Antes de que pudiese reaccionar al primer ataque, ambos hombres ya se habían enzarzado de nuevo en otra sangrienta batalla. La cantidad de poder desatado en sus intercambios hacía temblar levemente el suelo, y las hojas de los árboles bailaban a inarmónicos pulsos de ambas brisas y poderes. Siendo una de ellas más densa que la otra.

Yo solo podía observar y enloquecer estando allí presente.

- No, no, no. ¡Alejaos de mí! –

- A-Asher, procura no olvidarme muy pronto. ¿vale? A-aún tenemos una charla pendiente. Hay t-tantas cosas que quiero contarte... Hihihi. –

- ¡Cállate! –

Ambos seres recorrían el espacio de nuestro alrededor a gran velocidad mientras, el Pastor del Midén perdía cada vez más sangre.

* Esto está mal... ¡Mal, mal! *

- ¡Mal, mal, mal, mal, mal! -

Retrocedí un par de pasos y comencé a correr hacia la montaña mientras ambos poderosos sujetos trataban de matarse el uno al otro en un intercambio de violencia que insultaba a las leyes de la naturaleza con su potencia.

- ¡Tengo que salir de aquí! ¡Debo salvar mi vida! –

Corrí por el andén que estaba pegado a la carretera, en dirección a la montaña, tratando de salir de allí.

No tenía una ruta fija ni un objetivo establecido, pero tenía claro que no iba a mirar atrás bajo ningún concepto.

- ¡Dejaré que se maten entre ellos y escaparé lo más lejos que pueda! ¡Sí, sí, sí! ¡Así lo haré! ¡Así lograré sobrevivir! ¡Cuando ambos mueran volveré a vivir en paz! –

Corrí y corrí al lado de la carretera como si el mañana ya no existiese, como si mi vida dependiese de llegar a algún punto exacto en el menor tiempo posible. Corrí tanto que llegué a pensar que mi alma abandonaría mi cuerpo fruto de la fatiga extrema.

Tras una larga carrera, cuando mi cuerpo se quedó finalmente sin fuerzas y sin oxígeno, busqué descanso justo al lado del mirador. Tuve que realizar un desesperado sobresfuerzo para que el viento que soplaba, procedente del mar, no me derribase.

Era el mismo mirador en el día anterior me había bajado del autobús justo antes de entrenar.

- Aire... -

Encontré un fiel punto de apoyo en la barandilla de madera del mirador y asomé mi cabeza por el acantilado tratando, en un desesperado intento, de no ahogarme con mi propio cansancio.

- Respira, respira... -

<< Cough, cough, cough >>

- No puedo... -

Me senté en el suelo completamente al borde del desmayo. La vista empezaba a fallarme junto con mi presión sanguínea. Hiperventilaba agónicamente fruto del esfuerzo realizado.

El Sol seguía golpeando con fuerza, pese a que su posición ya estaba lejos del meridiano, y el atardecer llegaba a paso tranquilo.

Una mariposa oscura se posó al lado mío, en la barandilla del mirador. Estas eran bastante típicas en esta zona.

- Madre mía. Ya no puedo más. Creo que nunca en mi vida había corrido tanto. Tampoco se puede decir que esté en las mejores condiciones posibles. –

<< Cough, cough >>

Dije con la mano en el pecho. Después miré mi brazo izquierdo detenidamente.

- Joder. -

Tenía cuatro perforaciones distintas repartidas por el antebrazo, especialmente profundas la segunda y la primera empezando por la muñeca, todas procedentes de las garras de aquel monstruo.

La sangre de estas heridas estaba prácticamente seca sobre mi brazo. Simplemente frotando un poco podía hacer desaparecer un poco de esta, solo que el dolor que sentía me hizo contenerme poco después.

- Tendré que ir al hospital cuando todo esto acabe... Espero que no tuviese veneno ni nada parecido... Qué desastre. -

<< Cough, cough, cough >>

- ¿Cómo puedo volver ahora a casa? ¿Cómo sabré que estoy realmente a salvo? Siempre quise vivir aventuras, pero creo que esta está por encima de mi límite, esto es demasiado. Los juegos y las series de televisión hacen que parezca más fácil de lo que en realidad es y normalmente los obstáculos van uno detrás de otro, no tienden a acumularse de esta forma. Además, estas historias cuentan con una persona capaz de superar esos desafíos, no conmigo... ¿No podría mi vida parecerse más a eso? ¿Dónde está la bella chica que debía aparecer en el momento más importante para salvarme de todo esto? -

Un fuerte estruendo me sorprendió con la guardia baja. Un gran objeto cayó a mi lado, a menos de dos metros de mí. El golpe sacudió y levantó todo el polvo de la tierra que había en el mirador.

- ¡Pero qué! –

<< Cough, cough, cough >>

- ¡¿Qué está pasando ahora?! -

La mariposa huyó del mirador batiendo sus pequeñas alas.

- Asher, el peligro ya ha pasado. Por ahora estás a salvo. -

- ¡No puede ser! –

El siniestro hombre del guantelete cayó del cielo y aterrizó a mi lado, desatando con su aterrizaje una gran cantidad de esa brisa tan especial.

* ¡¿Cuándo acabará esto?! *

Traté de incorporarme para huir, pero el dolor y el cansancio no me lo permitían ni usando toda mi fuerza.

- ¡Déjame en paz! ¡Por favor! ¡No puedo más! –

- Asher, el Pastor del Midén ya ha sido derrotado. –

El cable que conectaba el guantelete con su cuello se soltó, liberando una gran cantidad de vapor a presión. Justo de la misma forma que lo había hecho ya la noche anterior.

- ¡No me hagas daño! Deja que me vaya. ¡Te lo suplico! –

- No puedo permitir que eso ocurra. Debes escucharme, nuestra ventana de acción es limitada. –

<<*@*^'/¨*''~;>>

Grité de dolor.

- ¡Otra vez! ¡¿Qué es ese horrible dolor?! –

Traté de reptar hasta la barandilla del mirador de nuevo para así poder incorporarme.

- Eso ocurre porque estás siendo preso de tu propio miedo. Este sube tus pulsaciones y eso altera la composición del cristal puro de Maná de tu pecho. –

- ¡¿De qué estás hablando?! –

- Cálmate. Si no lo haces, el cristal puro de Maná te dará otra descarga. –

* No estoy muy seguro de esto, pero llegados a este punto... *

- ... -

Tras escuchar las palabras de aquel siniestro ser, traté de calmarme.

- Necesito que confíes en mí. –

- ¡Jamás! –

Se produjo un silencio entre ambos. Pese a la tormenta de ideas que azotaba mi cabeza y a mi nula confianza en aquel bárbaro ser, traté de al menos, mantener la calma a ver si así los calambres de mi cuerpo mermaban de verdad.

- Mira: Si te curo las heridas de tu brazo, ¿lo harás? ¿Confiarás en mí? –

- ¿Huh? ¿P-por qué ibas a querer curarme? –

- Entra dentro de mis intereses que te encuentres sano y salvo. –

* No sé qué pensar de este hombre... *

Palpé una vez más mi pecho, el cual estaba ya un poco más calmado.

- Sí, hombre. Al igual que anoche cuando... -

- Déjame el brazo. Cuanto antes lo cure, antes podremos ambo proseguir con nuestras respectivas misiones. –

- ¿Qué misiones? No entiendo de qué me estás hablando. –

- Todo llegará a su debido tiempo. El brazo. –

- Pero ¿cómo esperas... -

Pese a mi obvia desconfianza, decidí fiarme del aquel hombre. Este, conectó de nuevo el conducto del guantelete al orificio de su cuello y comenzó a canalizar otra vez esa brisa tan especial alrededor de su guantelete, el cual estaba posicionado justo encima de mi brazo. La brisa de su guantelete era suave y fresca, como si sacase de este aliento puro de Dios. Una brisa liviana, separada de cualquier tipo de impurezas que acariciaba mi tembloroso brazo.

* Este acto de confianza podría acabar matándome... No importa, con el tiempo que me queda y el destino que me espera, no tengo tiempo para dejar pasar este tipo de oportunidades... *

El hombre no trató de recitar nada, ni un conjuro, ni una palabra... Tan solo procuró estar concentrado lo suficiente y procurar posicionar correctamente su extraño artilugio.

* Que sea lo que Dios quiera. *

Una luz apareció de pronto. Esta me cegó, evitando así que pudiese entender lo que estaba ocurriendo en mi brazo. De golpe, cinco segundos después, la luz desapareció, igual de rápido que había aparecido.

Mis ojos no daban crédito de lo que vieron acto seguido de la desaparición de la luz.

Gracias a esa mágica brisa y al poder de su avanzada máquina, las heridas de mi brazo fueron desapareciendo milagrosamente.

- ¿C-c-cómo? ¡Esto es un milagro! ¡Impresionante! -

Tras lograr curarme, el hombre del guantelete me entregó un botellín de agua que llevaba en el bolsillo derecho de la gabardina.

- Toma, hidrátate y límpiate de paso la sangre del brazo, llamas demasiado la atención. –

- G-gracias. –

Me limité a cumplir las órdenes del hombre. Mientras yo limpiaba la sangre de mi brazo, el conducto que salía del guantelete volvió a liberar aquel vapor al separarse del hombre.

Tras eso, el hombre buscó torpemente descansar su cuerpo en el suelo. Lo vi apoyar su espalda en la barandilla del mirador mientras me dedicaba a examinar, incrédulo, el impoluto resultado de mi brazo.

- Esto es increíble. Wow, ni siquiera me han quedado cicatrices. –

<< Cough, cough >>

- En comparación con la herida de tu pecho, las de tu brazo son bastante más superficiales, y por lo tanto más fáciles de curar. Más o menos. –

- Entiendo. Oye, ¿estás bien? –

El hombre estaba en el suelo mostrando un obvio y vulnerable cansancio. Llegué a pensar que el hecho de curarme le había quitado a él años de vida o algo así.

- Usar M-Maná para curar heridas conlleva un sacrificio tremendo de energía para quien lo intenta. Sanar heridas como las tuyas a la velocidad que lo he hecho yo, podría terminar matando a la gran mayoría de aquellos que lo intentasen. Mi temporal estado de debilidad es fruto de llevar a cabo no una, sino dos de esas acciones. –

- Y... ¿Por qué los has hecho entonces? ¿Tan importante era? –

- La confianza, Asher Percedal, es una virtud que se forja a base de actos, no de promesas. -

- Hmm. –

* Es una buena filosofía. Para que otra persona confíe en ti y a la vez te respete, actúas consecuentemente. Me gusta esa forma de pensar, parece que aún queda en el mundo una pizca de honor. *

- Las palabras de una persona no valen nada si no hay acciones que las respalden. No puedo pedirte que confíes en mi sin mostrarte motivos para hacerlo. Además, en los tiempos que corren, la confianza es una moneda muy, muy valiosa... –

- Ya veo... Bueno, gracias igualmente por curarme el brazo y, por curarme el pecho también, supongo. –

Recordé la escena en la que aquel mismo hombre que ahora me había curado, me perforaba el pecho de la forma más cruda imaginable. Todo ese dolor y toda esa sangre. Acto seguido, también recuperé de mi mente imágenes de cómo aquel Pastor del Midén desvanecía las ilusiones que había creado. Hice especial hincapié en recordar cómo ese loco era capaz de manipular el fuego y la sangre de las farolas.

* ¡Qué imagen tan horrorosa! Pero, puede que me haya otorgado un hilo del que tirar... *

- No hay de qué. Estoy satisfecho de poder haberte servido de ayuda. –

- Entonces. ¿La persona que me apuñaló anoche fue aquel Pastor loco usando una de sus ilusiones? ¿Cierto? –

- No, incrustarte en el pecho aquel cristal puro de Maná fue cosa mía. –

- ¡¿Qué?! Y-y-y ¿por qué ibas a hacer eso? –

- ... Yo a ti no te debo ninguna explicación. Esa misión es ajena a la que nos reúne hoy aquí. –

El tono del hombre era monótono y cuadriculado, como si no llegase a comprender la gravedad de sus actos.

- ¡Pero! -

- Son asuntos por los que no te recomiendo perder el tiempo. –

- ¡Espera un segundo! –

<<*@*^'/¨*''~;>>

Me estremecí de dolor al sentir por enésima vez aquel calambrazo al que creía que jamás podría llegar a acostumbrarme.

- ¡Otra vez! –

- Debes encontrar la forma de calmarte. Si no lo haces, cada vez que el miedo se apodere de ti, el cristal puro de Maná se desestabilizará y te golpeará como ahora. –

- ¿Cómo dices? –

- Tu cuerpo no está preparado para soportar esa clase de impulsos de Maná, cada vez que se liberen, sentirás esa sensación de nuevo. –

- No entiendo nada, ¿qué es el Maná? ¿Por qué lo tengo dentro de mí? –

- No tienes... Bueno, ya me has hecho suficientes preguntas. –

El hombre del guantelete se levantó de nuevo ayudándose de aquella barandilla del mirador. Una gaviota cantaba por encima de nosotros.

- Escúchame bien, sólo te diré esto una vez. –

Tragué saliva y asentí.

- Lo que llevas en el pecho es un cristal puro de Maná. Esta clase de cristales son extremadamente especiales y poderosos: para ser creados, estos requieren que una cantidad enorme de Maná se concentre en un punto del espacio concreto. Debido a la presión y a la enorme cantidad de energía concentrada, las partículas de Maná del aire se combinan con el hidrógeno y el carbono del entorno para solidificarse en forma de estos cristales. Como te decía, estos objetos son extremadamente especiales ya que son muy pocos los seres capaces de crearlos. Mi persona, por ejemplo, no es capaz de producir semejante cantidad de poder. –

- Entiendo lo que me quieres decir... Pero no he entendido nada al mismo tiempo... -

- No importa. –

- Quiero decir, no sé si me estoy explicando. Te entiendo, pero no te comprendo. –

- No te preocupes, es un concepto existente más allá de tu realidad cotidiana, no requiero ni necesito que lo comprendas. –

- O-ok... Y... -

- Respecto al Maná en sí. Sinceramente no creo que te beneficie saber mucho al respecto. Hacerlo podría traerte más enemigos, así que mejor será que limites tu conocimiento al respecto. –

- Está bien, es obvio que tú entiendes mejor que yo lo que está sucediendo. –

- Todos somos pasajeros del destino y el azar, los cuales tienden a mezclarse para hacer a los inteligente delirar. Comprendiéndolo o no, no creas que mi papel en el universo es más importante que el tuyo, todos somos esclavos de la fortuna. –

- Maná... -

El hombre se asomó al mirador y observó el mar con cierto grado de calma. Yo me limitaba a tratar de entender aquellos conceptos tan lejanos.

- Pero, respóndeme solo a una cosa, señor: Este Maná, ¿es esa extraña brisa que liberasteis tú y la chica de la espada cuando luchabais? –

- Exactamente. Si tu cuerpo está capacitado para ello, puedes hacer uso de ese poder para vencer en tus batallas. Y antes de que se te ocurra preguntarme, no, tú no puedes usarlo. –

- ... -

- Ni tú, ni nadie que venga de este planeta... -

Dijo con un pequeño aire de preocupación. Recordando a aquella chica de la espada, no pude evitar preocuparme por su estado tras la paliza de anoche, la cual recibió tratando de protegerme de la midestia y del Pastor del Midén.

- Y, la chica de anoche, ¿está bien? –

- ... Sí. Pese a las costillas rotas y las hemorragias internas, conseguirá sobrevivir. –

* Menos mal, al fin una buena noticia... *

- Ha tenido suerte de que ninguna de esas costillas rotas le perforase un órgano vital. No sería la primera vez que eso ocurre... -

- Bueno. Me alegro. -

- Sin duda son buenas noticias. Sobre todo, cuando cuentas con recursos tan limitados como los suyos. –

- ¿Dónde está ahora mismo? ¿Ingresada? ¿Crees que podría hacerle una visita? –

- Por supuesto que puedes visitarla, justo estoy aquí para hablar de eso mismo. Es parte de mi misión que ese encuentro se pueda dar. –

- Huh? –

El hombre dejó de mirar hacia el horizonte y se giró. Metió su mano, cubierta por un guante, en su bolsillo y sacó un sobre de papel.

- No entiendo, ¿qué es este sobre? –

- El destino de tu próxima misión. Puedes llamarlo aventura si lo deseas. –

- Mi siguiente aventura... -

Me entregó el sobre y acto seguido lo abrí.

- ¿Qué es esto? "Un vuelo a Seúl, Corea del Sur." ¿Huh? "Veintiséis de septiembre de dos mil veintidós". Eso es... ¡Hoy! –

- Exactamente. –

- Un momento, ¿Corea? –

- Ya te he dicho que sí. -

- ¡¿Qué quieres decirme con esto?! –

- Tu siguiente destino es Seúl. –

- ¿Destino? ¿P-por qué iba a querer ir yo a Seúl? –

- Porque un dios te lo pide. –

- ¡¿Un qué?! –

- Un dios. –

* No estoy entendiendo nada... *

- ¿A qué te refieres con un dios? ¿Un dios como los de Grecia? –

La conversación terminó de tener sentido para mí. No sé cómo esperaba aquel hombre que yo aceptase algo así con la información tan confusa que me estaba proporcionando.

No supe muy bien cómo reaccionar.

- Efectivamente, un dios como los de Grecia. La misma clase de ser que pobló tu mundo en Egipto, la India o Roma también. –

- Hmm. -

Traté de asimilar la información con la mayor naturalidad que pude. Respiré hondo.

* Esto carece de toda clase de sentido. ¿Cómo iban a haber dioses y que nadie hablase de ellos? ¿Por qué nunca habla nadie de ellos? *

- Bien y, ¿qué iba a querer un dios de mí? Emm, ¿acaso tengo un superpoder oculto o algo así? –

- No digas estupideces. –

- ... -

- No tienes ningún poder oculto. Tampoco sé qué es lo que quiere ese degenerado dios de ti, sólo tus actos te acercarán a la respuesta. Lo que sí que puedo decirte, es que aquella chica que conociste anoche tenía encomendada por ese mismo dios la labor de encontrarte, y ahora que ya lo ha hecho, se encuentra de vuelta en Seúl. –

- ¿Huh? Y, ¿por qué están tan lejos de aquí? –

- El mundo es demasiado grande para que todos los problemas se concentren en un mismo sitio. ¿Me equivoco? -

- Vale, pero, ¿cómo puede ser que no sepas nada al respecto de las intenciones de ese dios? Tú también tenías la misión de buscarme, es más, aquí estás transmitiéndome sus intenciones. Habrás hablado con él... –

- Con el tiempo, incluso el hombre más sencillo aprende a mantenerse alejado de asuntos ajenos. Los asuntos de los dioses y los míos son completamente distintos, pocas son las veces que decidimos juntar nuestros caminos. –

* Esto es mucha información para mí. No me vendría mal echarme una buena siesta. *

Me froté los ojos con gesto de agotamiento.

- Pero, si me permites teorizar al respecto, puede que tu fugaz y pesimista existencia haya resultado atractiva para que este dios en cuestión te vea como un interesante activo del que hacer uso para ganar su batalla. –

- ... -

* Él no debería saber tal cosa... *

- ¿Cómo sabes eso? ¿Quién te lo ha dicho que yo tenga Meosnemia? –

- Esa información es irrelevante. –

Respondió cortantemente. De la misma forma que llevaba haciendo toda la conversación.

- Joder... ¿No puedes actuar de una forma más humana? –

- Esta es mi forma normal de actuar. –

- Maldita sea... ¿Cómo... ¿Cómo puedo... -

* Qué más da. No voy a conseguir nada de este hombre. Si no le apetece, no me dirá nada. *

Suspiré. Todo esto era bastante ridículo.

¿Y bien? ¿Responderás a la última llamada que el destino ha preparado para ti? –

- Yo... ¿Y mi familia? -

- Será la última oportunidad de tu vida. Una corta aventura, un viaje sin trabas, sin futuros que perder. Desgraciadamente, tu reloj no va a detenerse ya, y tu destino ya está escrito. Solo te falta elegir de qué forma quieres llegar hasta allí. –

* Una aventura... Lo admito, siempre quise vivir una. Aunque, después de lo que he visto hasta ahora, la incertidumbre y el peligro me aterran... Pero supongo que es parte de la propia definición de aventura. No hay remedio, razonando con un poco de perspectiva, si mi triste condición puede ayudar a otra gente, incluyendo a un dios, debo lanzarme a la aventura. Ya puedo sentir las mariposas en el estómago. *

- Acepto. ¡Me lanzaré a la aventura! –

Dije entusiasmado apuntando el con el dedo hacia el cielo.

* Decidido, ¡iré de aventura y ayudaré a ese dios! ¡Viviré al máximo mis últimos días! Al fin y al cabo, es mi vida, ¿acaso está mal? *

En ese mismo instante recordé brevemente a mi familia. Sabía que siempre me querrían, pero dudaba de que ellos se mereciesen algo así.

- ... -

- Pero, ¡tengo una pequeña condición! Quiero que me respondas a una pregunta. –

- Asher. –

- Mínimo, debes responderme a una pregunta: -

- Te lo advierto, no tengo la necesidad de responder a ninguna de tus cuestiones, pero adelante, pregunta lo que quieras. Yo mismo juzgaré si puedo proporcionarte la respuesta, o no. –

- Bien, en ese caso... Dime: ¿Eres tú también un dios de esos? Sin duda, tienes una fuerza descomunal. –

El hombre se quedó pensando unos segundos. No movió ni un músculo. Parecía tardar en procesar mi pregunta.

- Esto... –

Sin darme respuesta alguna, el hombre se observó ambas manos con curiosidad, la del guante de cuero, y la del guantelete. Posteriormente miro en completo silencio al mar de nuevo.

- N... -

- ¿Perdón? No te he escuchado. –

- No lo sé. –

- ¿No lo sabes? –

- No. No sé la respuesta a eso. -

- ¿Cómo puedes no saber algo así? ¿Es que tienes amnesia o algo así? –

- No, no tengo amnesia. ¿Eres idiota? Es solo... Solo pasa que se me ha olvidado la respuesta. –

- Vaya... -

* ¿De verdad puede una persona olvidase de algo tan importante? De ser cierto, por mucho que el hombre no quiera, sí que parece que haya perdido la memoria. *

- Lo siento, Asher. Todo es confuso. Yo, los dioses. Han pasado tantas cosas... -

<< Cough, cough >>

- ¡Ya sé! ¿Cómo te llamas? Cabe la posibilidad de que, si eres un dios famoso, conozca tu nombre. Quizás, incluso, puedo buscar tu nombre en internet para encontrar una solución. –

- Asher. –

- Aunque, mejor, no te preocupes. Si no me lo quieres decir, lo entiendo perfectamente... -

- Yo no. N-no tengo nombre. ¿Por qué iba alguien como yo a tener? –

- ¿Qué? ¿Cómo puedes no tener nombre? La gente te llamará de alguna forma... -

* ¿Cómo puedo progresar en estas condiciones? *

- Mi misión no es ser nombrado. Mi misión es garantizar que la vida en este mundo se desarrolle de forma correcta. Si la gente me llama de alguna forma, es cosa suya, no mía... –

* Garantizar que la vida de este mundo... Se acuerda de su misión, pero no de si es un dios. *

- Está bien... No insistiré más. –

* ¿Cómo puede ser que este hombre no tenga nombre? Con sus cualidades sobrenaturales, debería tener alguna clase de apodo molón. ¿No? *

- Mi tarea es vigilar este mundo y procurar que ningún mal se interponga en su desarrollo. –

- Ya lo sé, me lo acabas de decir. –

- Si quieres, para cumplir con tu condición y que vayas a Seúl de forma justa, puedes llamarme así. Eso es todo lo que te puedo ofrecer. –

- ¿Llamarte así? ¿Cómo tu función? –

- Si puedes considerar eso justo a cambio. -

- Ehem. Vale. A ver, has dicho que eras aquel que vigilaba este mundo y lo protegía... -

- Exactamente. -

- Entonces eres... ¡El Vigilante! ¡Eso es! El Vigilante de la Tierra. –

- ... -

Aquel hombre, al escuchar mi respuesta vaciló levemente hasta encontrar la barandilla del mirador, una vez más. Acto seguido, alzó la vista en busca del Sol, el cual se dejaba reflejar con orgullo en las oscuras lentes del hombre.

- Me alegra que hayas llegado, tú también, a esa conclusión. –

Suspiró y fijó su vista en mí de nuevo.

* "Tú también" ... Así que El Vigilante... *

- ¡Bien! Ahora yo cumpliré con el trato. Ehem. Ya que mi vida es tan miserable como lo es, ¡haré uso de esa ventaja para lanzarme a la aventura al lado de ese dios! ¡Cumpliré con tu petición! ¡Inmediatamente! –

Reí emocionado. No solo por la aventura que me esperaba. También, después de unas horas tan duras, al fin había aprendido cosas al respecto de mi situación y había conocido mejor al Vigilante.

* No está mal encontrar a un aliado en todo este caos. Además, al menos ahora tengo un hilo del que tirar en busca de más respuestas y de nuevas sensaciones. *

- Creo que tomas la decisión correcta, pese a lo que ella conlleva. Por cierto, solo una cosa más. –

Un autobús apareció a lo lejos, surcando aquella carretera de montaña. Puse toda mi atención en las palabras del Vigilante antes de despedirnos. Un coche pasó a nuestro lado, y la mariposa volvió para posarse en las plantas bajo la valla del mirador.

- Dime, ¿qué pasa? No me irás a atravesar el pecho, otra vez, ¿verdad? Hehe. –

- ... -

- ¿Verdad? –

- Por favor. Respóndeme tú a una pregunta también. ¿Llegaste a ver algo extraño mientras dormías? –

- ¿Huh? ¿Mientras dormía? –

- Sí. Algo. -

- Esto, si no recuerdo mal... –

Me esforcé por encontrar en mi caótica mente los recuerdos de aquel sueño. Recordé a Tofu, al gigante de fuego, al hombre del brazo robótico y su triste final... Me sorprendió la frescura con la que recordaba aquellas imágenes. Parecía que se hubiesen quedado grabadas en mi mente. Aquel dolor. Aquella frustración.

- ¿T-te refieres a aquel sueño en el que morían Tofu y aquel hombre del brazo robótico luchando contra aquel gigante de fuego? –

- Sí, a eso mismo me refería. –

* Esto es muy raro... ¿Cómo puede saber él eso? Ni siquiera estaba cuando desperté. *

El tono de la conversación se oscureció de golpe. Algo no cuadraba, mi instinto trataba de advertirme de ello.

- Y... ¿Cómo sabes tú que yo he visto eso? –

- Porque eso que viste, no fue un sueño, sino un recuerdo. Un recuerdo abierto al mundo para verlo. –

- ¿C-cómo dices? –

- Lo que viste mientras dormías, no era un sueño. Era lo que se conoce como Ecos. –

- ¿Ecos? –

- Sí, Ecos del cristal. Ocurren cuando tocas un cristal de Maná por primera vez. Es todo un misterio el por qué, y el cómo, pero, cuando se crean estos minerales, el recuerdo de ese momento se queda grabado en el cristal puro de Maná permanentemente, esperando a ser liberado, por unos segundos, por el nuevo portador de esa joya de vida y de recuerdos. –

- O-o sea, tú también has visto ese recuerdo... -

- Exactamente. –

* Esto es más serio de lo que creía. En ese momento que reviví, esa gente... *

- Entonces, toda la gente que murió en ese sueño, ¿lo hizo, en realidad, de verdad? –

- Ese es el problema. Ese es el recuerdo de algo que nunca ocurrió. Un evento jamás contado. Un fallo, una perversión... ¿Quién sabe? ¿A alguien le interesa realmente? –

* Nunca ocurrió... ¿Cómo puede ser eso posible? *

- Pero, tú mismo me acabas de decir que esos Ecos se graban cuando se crean esos cristales. No tiene sentido que exista un eco y un cristal sin... Sin sentido. Lo siento, no llego a comprender bien esto... –

- No importa. Sea lo que sea, ese es el problema de la persona que lo creó. Además, es el trabajo de los locos hablar de quimeras y formular teorías. Solo quería confirmar que no había sido un delirio por mi parte... -

El autobús se detuvo en la parada del mirador y abrió sus puertas.

- Bueno, será mejor que me vaya al aeropuerto. No quiero perder la oportunidad de viajar gratis hehehe. –

- Supongo que es el momento de despedirnos. Pase lo que pase, no hagas ninguna locura. Trata de al menos llegar al final de tus días. –

- ¡Claro! –

- Ah, y, pase lo que pase, fíate solo de tus instintos e ideales. Nunca te dejes llevar por lo que otros digan, ten siempre una buena perspectiva de tu entorno. Nada es realmente lo que parece, ni siquiera aquel dios que te espera. –

- No se preocupe. Seguro que me las arreglo. –

- Realmente tienes esa misma chispa que me dijeron... -

Murmuró mientras yo me adentraba en el autobús ayudándome de la barra de la puerta automática.

- Asher Percedal, nos vemos en la leyenda. –

- Emm, ¡igualmente y gracias por todo! –

El autobús cerró sus puertas y se marchó. El vigilante se quedó allí, viendo cómo nos alejábamos, tan sobrio como siempre. Así fue como dejé atrás a aquel hombre y me aventuré hacia territorio desconocido. Aquel mismo hombre que pasó de ser mi salvador, a mi supuesto asesino, para luego acabar salvándome otra vez.

* Hace mucho tiempo que no cojo un avión. Menos mal que no llevo mucho equipaje, más bien, nada de equipaje... La leyenda... No sé qué es, pero he de admitir que suena bien... *

El autobús serpenteó de nuevo por las carreteras de la montaña. De lado a lado, con una sorprendente técnica y velocidad.

Junto a mí, había otros pasajeros, los cuales, me ignoraban por completo. Me sentí a gusto en este entorno, después de tantos enfrentamientos y persecuciones, me alegraba volver a ser un ciudadano anónimo más.

Estaba empezando a atardecer. La luz del sol golpeaba de forma diagonal el cristal de la ventana y el color del cielo era de un azul más apagado, rozando casi el color morado.

Aproveché el reflejo del cristal para limpiar las salpicaduras de sangre que aun marcaban mi cara.

Alrededor de veinte minutos después, llegamos al fin al aeropuerto. O más bien a la parada de al lado, la cual estaba doscientos metros más abajo en la misma calle, o más bien, carretera.

El vehículo abrió sus puertas y yo me dispuse a salir, pero, antes de que pudiese irme, alguien me dirigió la palabra por lo que me giré a prestarle atención.

- Qué sorpresa, chaval. ¿Es que piensas irte de viaje? O quizás has venido a recoger a alguna novia. Hahaha. –

- Haha, qué gracioso. Siento decepcionarle, pero se trata de la "opción A". –

El conductor del bus bromeaba conmigo desde su asiento dejando ver sus pequeños y redondos ojos por el cómico retrovisor del vehículo.

- Bueno, no pasa nada hehe, también está bien viajar de vez en cuando, hay que conocer mundo. Haha. Pues nada, espero que te vaya bien y que a la vuelta me traigas algún souvenir, o algo. –

* ... *

- Claro, no se preocupe, yo le traeré algún recuerdo. Seguro que encuentro imanes de nevera baratos... –

* Cuando vuelva... *

Esa frase me hirió en lo más profundo del alma.

- Me voy ya. Cuídese, ¿eh? –

- Claro. Lo mismo te digo, chaval. No salgas mucho de fiesta por barrios extraños o te robarán la cartera antes de que te des cuenta, hehe. –

- Vale, lo tendré en cuenta. –

Dije mientras saltaba a la acera.

El autobús cerró sus puertas y retomó su camino, ahora, de vuelta a la ciudad en busca de más pasajeros.

Tras eso, corrí, billete en mano, por la acera que me llevaba hasta la puerta del aeropuerto.

- Vamos, no hay tiempo que perder, si pierdo esta oportunidad probablemente acabe deprimido para el resto de mi vida. Esta es la última oportunidad que me queda. La última, de mi vida. -

Unos metros antes de llegar a la puerta del aeropuerto, me vi obligado a detenerme. Alguien me bloqueó el camino.

- Mierda... -

- ¡¿A dónde demonios crees que vas?! ¡Idiota! –

- ... -

Ante mí se encontraba la última persona del mundo a la que quería darle explicaciones. La última persona con la que quería discutir esta decisión.

* Esto no va a ser fácil. ¿Cómo puedo convencerle de que me deje irme? Qué hermano tan persistente. *

Leon esperaba de pie justo enfrente mía, obstaculizándome el camino. Tan pronto como lo vi, guardé el billete de avión en mi bolsillo. Portaba junto a él una vara de hierro de no más de un metro y medio.

- ¿No me has entendido? ¡¿A dónde crees que vas?! ¡Contesta! –

- Lejos. –

- ¿Lejos? ¿Cómo puedes tan siquiera pensar en irte? –

- Me voy a vivir lo poco que me queda a mi manera, ya lo he decidido. -

- ¡¿Quién te has creído que eres?! ¿Primero desapareces toda la noche y ahora piensas irte para siempre? Papá y yo llevamos todo el día buscándote y engañando a mamá para que no se preocupe más de la cuenta. –

Me gritó Leon.

- ¡¿Te parece bien abandonarnos así como así?! ¡Ni siquiera te has molestado en decírselo tú mismo! -

* No puedo permitirme echarme atrás ahora. No es tanto una cuestión del dios que me espera. Es mi oportunidad, la de vivir una aventura por última vez en mi vida. ¿De verdad quiere mi hermano que eche mi vida a perder y me quede aquí? *

- Explícales tú la situación por mí... -

- ¿Qué dices? No puedo creerme lo que estás diciendo... ¿Qué te ha pasado Asher? -

- Jamás lo entenderás, Leon. Deja que me vaya. –

- ¡Ya sé que no lo entiendo! ¡Lo mismo me dijiste ayer! Pero dime, ¿de verdad crees que marchándote arreglarás algo? ¡¿Por qué has cambiado?! ¿Dónde está el Asher que trataba de ayudar a todo el mundo? –

* Por más que quisiese, no puedo explicarle a Leon la situación con el dios. No tengo tiempo suficiente, y él tampoco lo entendería. Además, los peligros van detrás de mí, esta es la mejor oportunidad que tengo para acabar bien mi vida y de paso, alejar todos estos problemas de mis seres queridos... *

- Ese no es tu problema. –

- ¡¿Y papá y mamá?! ¡¿Y tus amigos?! ¿Ya no te importan? –

- Déjame en paz. Por favor, deja que, al menos, pueda decidir qué quiero hacer con lo poco que me queda de vida. -

Caminé hacia Leon para marcharme, pero este me agarró de la sudadera e interpuso su vara entre la acera y yo.

- ¡No! –

- ¡Leon, suéltame! –

Luego me agarró del hombro y del brazo para que no pudiese dar ni un paso más.

- No voy a dejar que te vayas para siempre. –

* Qué persistente. ¿Por qué tiene que insistir en controlar mi vida? *

- No insistas... -

- ¡He dicho que no dejaré que te vayas! –

- ¡Leon! -

Traté de forcejear con Leon, pero este no me soltaba. Podía ver cómo sus ojos se iban humedeciendo fruto de la tristeza y de la rabia.

- ¡Para! –

- ¡No! –

Leon acabó tirándome al suelo. Acto seguido trató de inmovilizarme usando aquella vara metálica que portaba consigo.

- Maldita sea. ¡Leon! –

- ¡Cállate ya! ¡Haré que te quedes aunque tenga que hacerlo por la fuerza! –

- ¡Joder! -

- ¡¿Me oyes?! –

- ¡Qué pesado eres! -

Preso por la rabia, golpeé a mi hermano en la cara con mi puño izquierdo. Él me devolvió el golpe sin remordimiento alguno, apuntando directamente a mi nariz. Pese a la escena, nadie se atrevía a interponerse en aquel enfrentamiento fraterno.

- ¡Idiota! -

- ¡Déjame ir! –

- ¡No! -

Antes de que pudiese darme cuenta, me vi envuelto en un sucio combate con mi propio hermano.

* ¡No tengo energías para esto! Ya he peleado mucho hoy... *

Rodamos por el suelo en una pelea sin reglas. Puñetazos, agarrones, codazos, cabezazos... Todo valía para hacer al otro entrar en razón de la forma menos diplomática posible.

- ¡Maldito, deja que me vaya! ¡Tú no lo entiendes! –

- ¡Jamás! –

Tras un corto combate, separé a mi hermano de la vara de metal y conseguí levantarme. Traté de correr hacia la puerta del aeropuerto, ensangrentado debido un superficial corte en la ceja.

Leon me placó y tumbó de nuevo. Mi inservible móvil salió volando de mi bolsillo bastantes metros adentro en la carretera.

- ¡No me hace gracia tener que hacerte esto, pero no pienso dejarte ir! ¡Razona un poco por favor! ¡¿Cómo vas a irte y a abandonarnos?! ¡Mamá moriría de la tristeza! -

Leon trató de patearme mientras estaba en el suelo, al cuarto envite logré agarrar su pierna y, con una poco ortodoxa técnica, lo tiré de nuevo contra el asfalto.

- ¡Joder! -

Intentamos reducirnos el uno al otro pero nadie con éxito visible. Era un combate igualado, pero a la vez sucio. Ambos buscábamos el punto débil del otro en el cuello y en los brazos, tratando de inmovilizar al otro mientras jadeábamos cada vez más débiles.

* Será desagradecido... Con todo lo que yo he hecho por ellos, ¿es que no puedo ni siquiera sacrificar mi vida para ayudar a un dios a salvar a gente? ¿Es que queréis acapararme todo para vosotros? Tengo que salir de aquí, si no perderé el avión... *

Tras un rato enzarzados, Leon se vio en una posición favorable para reducirme en el momento que una vez más yo trataba de escaparme de aquella pelea.

- ¡Asher! -

Se agarró a mi cuello y se dejó caer sobre mis hombros en un último intento de hacerme caer al suelo.

- ¡Aparta, Leon! -

Desesperado y agotado, hice un último esfuerzo para deshacerme de mi hermano a base de golpes con los codos. Con los cuales, acabé hiriendo a mi hermano rompiéndole el tabique de la nariz.

Así, logré zafarme de su agarre. Él cayó al suelo agotado. Mientras yo, también sin oxígeno y con el pequeño corte en la ceja, entre otros, corrí hacia la entrada del aeropuerto como si mi vida dependiese de ello.

Hui frustrado, dejando a mi hermano tendido en el suelo. Luché, sin resultados, por no romper a llorar mientras dejaba a Leon atrás, quien aún gritaba desde en medio del asfalto.

- ¡Vuelve aquí! ¡Cobarde! ¡No nos abandones! ¡Asher! ¡Asher! –

* ¡Esto no tenía que acabar así! ¡Joder! ¡¿Por qué?! *

- ¡¿Por qué?! -

Corrí desolado hacia la terminal que me correspondía con el billete en la mano. Con un par de gotas de sangre abriéndose paso entre mis ojos acristalados. Los llantos de mi hermano, quien debía tener la moral rota, aún resonaban en mi cabeza. En la pantalla del aeropuerto podía leerse perfectamente: "Por favor, los pasajeros del vuelo KKjM1317 con destino Seúl, acudan inmediatamente a la puerta de embarque 4. Esta es la última llamada. Gracias".

* Papá. Mamá. Leon... Lo siento... Esto nunca debería haber pasado. Solo siento que nunca podáis conocer toda la verdad. Espero que algún día podáis perdonarme... Os quiero de todo corazón, pero nuestros caminos deben separarse por ahora. He decidido, en mis últimos instantes de existencia, tomar el control de mi destino y vivir de la forma que más plena pude encontrar, a mi propio juicio. Sé que seguramente prefiráis quedaros conmigo hasta el último día, pero lamento que no pueda ser así. No pienso morir en la cama de un hospital... Habiendo esta clase de monstruos sueltos, no tengo otro deseo que juntar fuerzas con aquel dios que me busca para acabar así con nuestros enemigos... Nunca he sentido tanta vergüenza ni tanto deshonor. Es la sensación más agria que os podáis imaginar. Espero que al menos, ahora que he tomado la inhumana decisión de dejaros atrás, sea capaz de cambiar, aunque sea un poco, este mundo a mejor, espero poder ser de ayuda a alguien... Nuestra realidad es muy distinta, para mí ya o habrá más veranos, ni festivales de otoño, ni cumpleaños vuestros que celebrar. El día que ya no vea salir el Sol nunca más está más cerca de lo que me gustaría admitir. Espero hacer uso de mi "ventaja mortal" para que estéis orgullosos de mí, si es que algún día puedo... Lo siento... Esto nunca debería haber pasado. Espero que algún día podáis conocer toda la verdad y me perdonéis. *

Aquellas fueron las palabras con las que en mi propia cabeza, imaginé qué era aquello que me hubiera gustado decirles a mis padres ante de irme. Eran las palabras en mi cabeza que nunca pude dedicarles. Llegué a la conclusión de que quizás, los ecos de una realidad nunca contada, no solo resonaban en el cristal de mi pecho, sino que también lo hacían en mi corazón.

Esa misma tarde, el avión que me llevó a Seúl, capital de Corea del Sur, voló bajo la mirada de aquel hombre del guantelete, mis padres, de Leon, y del mar Mediterráneo.

No pude volver a ver mi ciudad. El avión voló directamente por el mar sin darme la oportunidad a echarle un último vistazo al que siempre sería mi hogar.

Ya con la cara lavada, el atardecer fue lo único que me acompañó. Bueno, el atardecer y las corrientes del mar...

Ahí, en ese mismo instante fue cuando de verdad sentí que había comenzado mi camino hacia mi última aventura, hacia la leyenda. Era una extraña mezcla de miedo, vergüenza, rabia... Pero también predominaban en mí optimismo y ganas de conocer aquel lugar tan distinto a este. Tantas preguntas sin resolver... No sabía cómo reaccionar, pero tenía más de catorce horas de vuelo para descansar y recapacitar. Pensé que así recuperaría las calma en mi cabeza, y así fue. No tardé en encontrar el sueño en mi asiento, con la cabeza, una vez más apoyada en la ventana bajo la luz del ocaso.

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