Cambiantes Libro II. Vínculo.

Da CCmyc02

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Se dice que nadie puede romper el hilo rojo. No importa a quién una. No importa lo que una. Después de escapa... Altro

Saludos
La explicación
Dos días. Cuatro días.
Sopa
El celo de Dawi
Un celo unido a ti
La regla de Dau
Reparando el celo
El juicio de Dau
Visita de un amigo
Si eres parte del pueblo
Un zorro cuidando niños
Quedarse atrás
Lo más importante
Declaración forzada
Charla frente al fuego
Malas noticias
Ceremonia de confirmación
Invitación
La decisión de Nalbrek
Antes de entrar
Entrando en la ciudad de los lobos
Las cinco familias
Primera noche en la ciudad
Asdis
Una charla en la habitación
La familia que sirve a los alfas
El destino de las parejas
Cena en la ciudad
Cena en el bosque
Paseando
Lo que significa ser un fiel
Nunca juegues con un zorro
Recuperando a un Uiba
Caída libre
Fin

Gerna

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Da CCmyc02

Al día siguiente despertó dejando a su pareja en la cama. Aunque estar juntos ayudó a Nalbrek, este no se había dormido hasta tarde perdido en sus pensamientos y aunque en varias ocasiones estuvo tentado de hacer que durmiese lo quisiera o no, fingió dormir dejándolo ya que el lobo tenía muchas cosas que asimilar y debía prepararse para aquel día.

Salió de la habitación dejando la puerta entreabierta andando con incomodidad.

—Demasiado adentro, lobo estúpido —murmuró disgustado y escuchó como Nalbrek se removía en la cama.

Cruzó el pasillo hasta el otro lado de las escaleras para inspeccionar las habitaciones, empezando a recorrer las que estaban situadas de la derecha, tocó los gruesos cerrojos situados arriba y debajo de las puertas en la parte exterior y la sujeción de metal para poner una barra. Al parecer querían asegurarse de que los que usaban aquellas habitaciones no salían de allí a pesar de que se suponía que aquella era la casa de una familia miembro de la manada. Entró en las habitaciones descubriendo que aquellas habitaciones tenían suelos y paredes de piedra toscos, todas con pocos muebles desgastados, y cuyas pequeñas ventanas daban a pozos excavados en la roca no muy grandes, apenas suficientes como para dejar entrar el aire, pensó mirando hacia arriba mientras tendía la mano para tocar la húmeda pared, que estaba a menos de medio metro. Miró hacia abajo y aunque no vio el fondo, supo que aquello se debía más a la falta de luz que a la profundidad real y cuando cogió unos trozos de madera desprendidos de la ventana tirándolos para escucharlos rebotar de inmediato confirmó su intuición. Saltar allí no serviría para nada. Y en cuanto a subir, no solo las paredes estaban anormalmente lisas, sino que más arriba, a varios metros, podía ver un estrechamiento, lo cual significaba que solo un niño no muy grande podía pasar por allí, un niño que no podría trepar hasta allí arriba.

Siguió recorriendo las habitaciones hasta que, al llegar a las dos últimas comprobó que estas no tenían ventanas, así que abrió la puerta antes de ir a las habitaciones de enfrente para abrir las ventanas y dejar entrar la luz, por suerte era por la mañana, lo cual significaba que esta entraba directamente en las habitaciones. Regresó adentrándose en la oscuridad, viendo a duras penas en las pequeñas habitaciones el brillo de cadenas oxidadas sujetas a la roca. Aquellas habitaciones daban escalofríos.

Salió de la habitación. ¿Por qué los hacían dormir allí? Desde su punto de vista, no deberían querer que Nalbrek supiese de aquellas habitaciones, ya que su significado estaba claro, pero no solo los habían hecho dormir allí, si no que, incluso, dejaron aquellas habitaciones abiertas, casi como si quisiesen que el lobo las viese y eso no le gustaba. ¿Qué estaba planeando aquella ciudad?

Se volvió a las habitaciones de la izquierda comenzando a recorrerlas de regreso. Allí las habitaciones eran algo mejores, tal vez porque tenían ventanas que daban al exterior, y la piedra un poco más trabajada que las encontró enfrente. Miró hacia abajo, a la ciudad que despertaba y luego miró a la izquierda viendo la muralla de la ciudad elevándose sobre él y, un poco más abajo, podía ver una pasarela interior a la que se debía acceder desde algún lugar del edificio. Miró a los lobos que estaban apostados charlando relajados antes de seguir.

Se detuvo en la habitación de la madre de Nalbrek, viendo el baúl, la ropa, telas y ropa más pequeña, como de bebe y de niño. ¿Lo habría preparado la madre de Nal para este o alguien más? ¿Andros, quizás?

Abandonó la habitación comenzando a registrar el lado contrario de la casa tocando la pared de madera del pasillo. Al menos aquella parte no tenía aquellos cerrojos. Se alegraba de que su habitación estuviese en ese lado o hubiese tenido que hablar con Hilmar sobre por qué no pensaba dormir dentro de una celda.

Aquella vez, las habitaciones que quedaban a la izquierda, daban a unos pozos más grandes, lo bastante amplios como para que dos personas pudiesen salir por más que se estrechasen arriba. También las habitaciones eran más lujosas, con las paredes y el suelo de madera y con muebles más trabajados y abundantes, incluso vio algunos espejos oscurecidos en las mesas. Sin embargo, a pesar de ser más lujosa, aquella parte parecía ser la que llevaba más tiempo abandonada, con una capa de polvo más densa y los muebles en peores condiciones. Las habitaciones contrarias también eran igual de lujosas, incluso tenían pequeños balcones a los que se podían salir, o debía haberlo sido posible en sus tiempos. Además, estaban fuera de los muros de la ciudad, que quedaban a su derecha, por lo que el bosque se extendía ante sus ojos, incluso, si prestaba atención, podía escuchar el río que corría bajo ellos.

Recorrió el pasillo hacia las escaleras comprobando todas las habitaciones y su contenido deteniéndose para asomarse por la puerta cuando llegó a la habitación que usaban, comprobando que Nalbrek seguía durmiendo. Si para él era inquietante ver aquellas habitaciones, para Nal debía ser muy perturbador y es que no había que ser muy inteligente para saber que aquella era una prisión donde se encerraba a la familia Uiba y que, dependiendo de su grado de obediencia, de oposición, serían confinados en unas habitaciones u otras para someterlos, pero ¿no se suponía que los lobos formaban manadas? ¿Que se cuidaban unos a otros? ¿Entonces cómo era posible que una familia entera hubiese sido tratada así en medio de la ciudad? Y entonces le pareció escuchar las palabras de Nalbrek: "mi familia era muy apreciada como mano derecha de los alfas". Y aunque entendía que los alfas quisiesen asegurarse de tener a alguien en quien confiar, no comprendía cómo aquello justificaba lo que aquel lugar parecía indicar.

Los lobos de aquella ciudad estaban locos.

Siguió avanzando hacia las dos primeras habitaciones del pasillo dirigiéndose la que estaba del lado interior y, al abrir la puerta, entrevió una gruesa alfombra y sillas desordenadas por la habitación. Por el tamaño y los muebles, estaba en una sala de reuniones, no un dormitorio, pensó abriendo la ventana que daba a un patio interior, por la cual entró la luz del sol iluminando la amplia estancia. Se volvió para ver sillas cubiertas por un denso polvo, una gran mesa, pero ignoró aquello mirando a su alrededor y es que las paredes estaban llenas de retratos. Sabía lo que eran porque escuchó a los pájaros hablar de ellos, también sabía que los humanos con cierta riqueza los encargaban como una manera de retener su juventud y belleza, pero era la primera vez que los veía de verdad, tantos, además. ¿Por qué tenían los lobos una habitación llena de retratos? ¿Y quiénes eran?

Miró los cuadros, todos de una sola persona sentados siempre en la misma postura con su forma humana, mirando al observador con una mirada cansada, como si quisieran que todo acabase. Comenzó a recorrer los retratos dándose cuenta de que, a medida que los cuadros eran más nuevos y nítidos, las personas representadas parecían más jóvenes, pero en ninguno de los cuadros pudo ver algo parecido a una sonrisa, solo las mismas miradas descorazonadas una y otra vez. Lo que no podía negar era el parecido familiar, aquel pelo castaño, la forma de la boca, la nariz... sin duda eran familia de Nalbrek. Tan solo los ojos eran diferentes y de un color más claro. ¿Herencia de su padre? Pero a él le recordaba a los ojos de Andros...

Comenzó a recorrer con atención los retratos de las mujeres ya que allí debía estar el retrato de la madre de Nalbrek cuando se detuvo al ver un cuadro en el que, en lugar de una sola persona, estaban retratados dos. Una niña sentada con la mano en el regazo y, de pie a su lado, un chico no mucho más mayor que ella. Los miró pasando de uno a otro, ambos tenían un parecido innegable por lo que supuso que eran hermanos, lo que no entendía era por qué los retrataron juntos. Miró al chico, la misma mirada derrotada de los demás, pero en la mirada de la niña había algo... desafiante. Aquella era la palabra. Incluso le parecía que sus labios estaban curvados hacia arriba, como si se estuviese burlando de quién la pintaba, de quién la miraba.

—¿Por qué sonríes? —le preguntó a la niña del cuadro acercándose.

—Porque los engañó —contestó Nalbrek detrás de él.

—No me des estos sustos —le advirtió volviéndose sobresaltado.

—Lo siento, pensé que sabías que estaba aquí.

—Mis instintos no me avisan sobre ti y estaba demasiado centrado en el cuadro —negó—. Y buenos días.

—Buenos días. Siento haber tardado tanto en despertar.

—No importa, fue un viaje muy largo —le recordó quitándole importancia y obviando la parte de que pasó buena parte de la noche anterior despierto—. ¿Y cómo sabes lo que esta niña estaba pensando?

—Porque es Gerna, mi madre —le explicó.

—¿Estás seguro? Porque no creo que la recuerdes.

—Y no la recuerdo, pero Andros me dijo que mi madre y mi tío fueron pintados juntos. Al parecer el pintor era mayor y dado que ambos cumplían con los requisitos, se los pintó juntos para estar seguros de que tenían su imagen.

—¿Requisitos? —Nalbrek asintió mirando el cuadro.

—Cuando alguien de mi familia mostraba su utilidad, era costumbre que la ciudad les regalase un cuadro. Una manera de asegurarse de que todos podían ver cómo era en caso de ser necesario.

—Comprendo —asintió. Al parecer los retrataban para asegurarse de poder identificarlos en caso de que intentasen escapar—. Muy agradables. ¿Y cómo demostraban su utilidad?

—En el caso de los hombres, cuando formaban un vínculo con el alfa que la ciudad elegía. No todos cedían —le explicó.

—Ya veo —murmuró recordando las habitaciones sin ventanas. Tal y como supuso, su única función era someter a los miembros de la familia de Nalbrek que se negaban a dejar que jugasen con ellos así—. ¿Y las mujeres? ¿Ellas no eran obligadas a hacer esos vínculos?

—Al principio sí, pero se dieron cuenta de que, cuando estas tenían hijos, el vínculo se debilitaba y no era tan efectivo. Así que, en lugar de usarlas directamente, les elegían pareja para que tuviesen hijos. La pareja era considerada dueña de los hijos y elegía a cuál de los hijos oficiales que tenía con su pareja de verdad servirían.

—Espera, ¿tenían pareja a pesar de estar emparejados con mujeres de tu familia? —lo interrumpió sorprendido.

Todos sabían de la fidelidad de los lobos, de su posesividad y, después de convertirse en pareja de Nal, podía dar fe de que aquella familia era un poco más posesiva que la mayoría, así que pensar en obligar a las mujeres de la familia a unirse a alguien que tenía pareja... ¿qué tipo de tortura desquiciada era aquella? Incluso él entendía la crueldad de algo así a pesar de no ser un lobo.

—Primero elegían a su pareja y se unían a ella, luego obligaban a las mujeres de mi familia a mantener relaciones con ellos. Eso hacía que ellas creasen un vínculo mientras ellos no. Cuando se cansaban o tenían suficientes hijos, solo las cedían al siguiente —le explicó mirando el cuadro de su madre.

—¿Eso significa que tu madre había sido entregada como pareja a alguien cuando pintaron este cuadro?

—No —negó haciendo que él suspirase de alivio y es que no quería pensar que aquella niña ya fue obligada a estar con un hombre—. Se la hicieron porque estaba embarazada de mí. A las mujeres se las pintaba durante su primer embarazo.

—Eso es imposible, es una niña —lo detuvo—. ¿Cuántos años tenía tu madre cuando tú naciste?

—Once.

—¿Once? —repitió incrédulo mirándolo y Nalbrek asintió sin dejar de mirar el cuadro—. Pero el celo no comienza hasta los trece o catorce y, aun así, tarda años en estabilizarse. Incluso en los casos más rápidos comienza a los doce, pero antes de eso... —negó con la cabeza—. ¿Once? —repitió incrédulo. ¿Qué tipo de monstruo dejaría embarazada a una niña de once años? ¿Y cómo era posible?

—Mi familia fue reduciéndose a lo largo de las generaciones. Hacían todo lo posible por no sobrevivir, para que sus hijos no naciesen, no creciesen. Todo para huir de esta vida, para ahorrársela a sus propios hijos. Y al final solo éramos unos pocos, así que el consejo de la ciudad decidió que la situación era intolerable y que necesitaban que las mujeres de mi familia tuviesen tantos hijos como fuese posible. Por eso empezaron a darle estimuladores a las niñas para provocar el celo antes. En el caso de mi madre, empezaron cuando tenía cinco años, así que con once se quedó embarazada.

—¿Y los riesgos de que tu madre y el bebé muriesen por ser demasiado joven?

—Tenían planeado que tuviese los embarazos en su forma animal, así podría tener, al menos, una camada al año.

—¿Tener hijos en su forma animal? ¿No se daban cuenta del riesgo?

—Pensaban separar a mi madre de su camada y dárselos a amas de cría para que los lobatos aprendiesen a transformarse y mi madre pudiese tener una nueva camada cuanto antes.

—Los lobos están locos.

—Los de esta ciudad sí —admitió Nal.

—Y tú sabías lo que le hicieron a tu madre —lo acusó.

—Cuando Andros me habló de mi madre, me dijo la edad que tenía cuando me tuvo. De pequeño entendía que no estaba bien, pero no es hasta que mi celo se asentó, que tuve edad de crear el vínculo contigo que entendí la aberración que fue lo que hicieron con mi madre, que se quedase embarazada a esa edad y muriese.

—¿Por qué nunca me lo dijiste?

—No es algo sobre lo que quiera hablar —negó mirando aún el cuadro.

—¿Ni siquiera conmigo? Porque se supone que soy tu pareja y para eso están las parejas, para hablar de estas cosas —le recordó molesto.

—Lo siento, pero no es fácil hablar sobre como tu madre se quedó embarazada a los once años de ti porque los alfas de su ciudad solo la veían con un animal de cría. Ellos querían a más miembros de familia para poder repartírselos y estaban dispuestos a conseguirlo al precio que fuese. Pero no lo lograron. Ella me tuvo solo a mí.

—Y por eso sonríe.

—Se quedó embarazada en su forma humana y formó un lazó con un desconocido. Y al no saber quién era mi padre no podían ni usarlo para controlarla, ni matarlo y obligarla a crear un nuevo vínculo. A pesar de ser solo una niña y de todo el cuidado que pusieron esos alfas, consiguió destruir sus planes y estos no pudieron hacer nada para evitarlo —asintió Nalbrek.

—Un buen motivo para sonreír —admitió.



Un lugar agradable, la ciudad de los lobos, ¿verdad? Y por fin puedo empezar a hablar de Gerna, mi personaje favorito de esta historia (con el permiso de Dawi y Nal). ¿Alguien se imaginó que tuvo a su hijo y murió siendo aún una niña? Estoy deseando contaros más cosas sobre ella y el padre de Nal y escuchar vuestras opiniones 💖

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