Arriésgate Liz.

Por Alleguerra

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Muchas veces nos aferramos a relaciones que nos hacen daño, simplemente decidimos quedarnos por miedo a estar... Más

Prólogo
Capítulo I: Conociendo A Raell
Capítulo II: Encuentro Fatal
Capitulo III: Raell Al Rescate
Capítulo IV: Se Terminó
Capítulo V: Ahogada En La Verdad
Capitulo VI: Mala Idea
Capítulo VII: En La Misma Habitación
Capitulo VIII: El Reto.
Capitulo IX: ¡Raell Traidor!
Capitulo X: Tu Paz, Es Mi Paz Liz
Capitulo XI: ¿Que Me Estas Haciendo Liz?
Capitulo XII: ¿Nos Daremos Un Tiempo?
Capitulo XIII: Todo Por Ella
Capitulo XIV: Desde Cero
Capitulo XV: Andrea Fuera De Control
Capitulo XVI: Te Casas Y Punto
Capítulo XVII: Te Lo Buscaste Aaron .
Capitulo XVIII: Hasta Nunca Aaron
Capitulo XIX: Al Perderte, Me Encontré ♥️
Capitulo XX: Solo Tú Y Yo
Capitulo XXI: Es Un Buen Partido 😏
Capítulo XXII: ¿Vives Con Él ?
Capitulo XXIII: Raiden
Reparto Masculino
Capitulo XXIV: Tu Mirada ♥️
Capitulo XXV: ¿Y Ahora Qué?
Capitulo XXVI: Celos
Capítulo XXVII: Resentimientos
Capítulo XXIX: Malentendido.
Capitulo XXX: En Mil Pedazos
Capitulo XXXI: Dejar Ir
Capitulo XXXII: Perdonar Sana El Alma
Capitulo XXXIII: te Seguiré Amando
Capitulo XXXIV: Aun Dueles
Capitulo XXXV: ¿Raell Que Haces?
Capitulo XXXVI: Noticias
Capitulo XXXVII: La Cizaña En Forma De Cuñado
Capitulo XXXVIII: El Mirador .
Epílogo

Capitulo XXVIII: Mi Luz

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Por Alleguerra

Mi semana se podía resumir en una palabra: desastre.

Desde que Raiden rompió mi maqueta pareció romper mi estabilidad emocional, profesional y espiritual con ella. No estaba bien, mi interior estaba siendo tambaleado y no de la mejor manera.

El lunes tuve que explicarle a mi jefe lo que había pasado y simplemente no le importó, me puso presión y dijo que no podía atrasar la presentación del diseño. Que debía tener todo listo en la fecha prevista.

Eso me desestabilizó, porque me gusta tener todo bajo control.

El martes empecé a trabajar de nuevo con el proyecto, comprando más material con dinero que no tengo. Gracias a Dios Val me prestó y pude avanzar, Liz también me apoyó con el dinero de su paga y no solo eso, se quedaba conmigo hasta tarde para ayudarme a continuar. Aún así, estábamos atrasados y yo seguía colapsando.

Solo podía pensar en Raiden destruyendo mi trabajo y las ganas que tuve de romper sus huesos con mis manos ese día. Luchaba por quitar todo pensamiento de odio y resentimiento hacia mi hermano, porque sé que no está bien. Pero era bastante difícil, considerando que seguía aquí en la casa solo para molestarme.

Mis días estaban siendo oscuros y difíciles. Era una lucha mental entre el bien y el mal. Porque luchaba con todas mis fuerzas por reprimir mi odio y recordar el perdón.

El miércoles fue el peor día de todos, cuando pensé que nada podía ser peor Aaron se presentó en mi oficina y me dio un golpe descomunal en la cara. Ya se había enterado que Liz y yo nos dimos una oportunidad. Quise controlar la situación pero él se alteró demasiado y llamó la atención de todos, mi jefe apareció en escena y me dio un ultimátum. Liz estaba muy avergonzada e intentaba compensar mi mal rato siempre que podía.

Pero yo seguía en piloto automático, sentía unas fuertes ganas de gritar y golpear algo, pero al mismo tiempo me daba calma para no explotar. Era demasiado agotador hacer el bien a pesar de tanta maldad recibida.

El jueves en la iglesia me pidieron apoyo para ayudar a personas ciegas y fui, ese fue el único momento de tranquilidad que tuve. Ayudar a otros me ayudó a olvidar mis propios problemas, pero luego fui a casa y mi ansiedad volvió. Liz estaba en clase ese día y no pude abrazarla ni besarla esa noche, salió tarde y yo me dormi temprano...

He aquí ahora, ya era viernes y estaba cansado, no había dormido casi nada por trabajar en la maqueta y apenas iba por la cuarta parte de lo que tenía adelantado.

Esas ganas de llorar y reventar seguían en mí, pero algo me impedía hacerlo. Nunca he sido de perder la calma.

Comprobé la hora en mi celular y ya eran las ocho, Liz tenía clases hoy hasta las once de la noche y me encontraba solo en casa. Sentí un vacío en mi corazón, todo estaba mal. Tenía días que no oraba, ni le pedía perdón a Dios por todos los malos deseos que me inundaban hacia Raiden.

Me sentía culpable y destrozado.

Luego pensé en mamá, en las veces que nos decía que debíamos ser unidos y cuidarnos entre hermanos. ¿En qué momento Raiden perdió la brújula? Porque yo seguía enfocado en cuidarlo, pero él estaba empeñado en destruirme.

Entonces recuerdos de cuando me ahogaba en alcohol vinieron a mí, aumentando mi ansiedad. En este momento un Whiskey en la roca sonaba tentador. Cerré los ojos en una lucha mental y entre tanto pensar que estaba mal beber de nuevo, pero que lo necesitaba ganaron mis ganas.

Agarré las llaves de mi camioneta y conduje hacia un bar cercano, entré cohibido acercándome a la barra y ocupé un taburete. Al instante me sentí fuera de lugar. Tenía tanto tiempo sin venir a estos sitios que la culpa y los recuerdos me invadieron.

—¿Qué te sirvo? —preguntó una chica al otro lado de la barra.

Mi ser tenía sed de whisky, humedeci mis labios ansioso pero no pude articular palabra. Simplemente no pude hacerlo y así como entré salí de ese lugar perturbado.

No volveré al vicio... Yo cambié.

Llegué a mi camioneta y dentro repose mi frente del volante para darme calma. Tenía un nudo en mi garganta y sin poderlo controlar Solté un grito frustrado. Estaba perdiendo la calma.

Tomando aire de nuevo, encendí la camioneta y conduje a casa.

Dios mío, casi cometo una locura.

La sola idea de volver a las borracheras parecía ilógico, lejano. Pedí perdón tantas veces durante el camino a Dios, por siquiera considerar la idea de beber. Me prometí a mi mismo no hacerlo más y casi caigo de nuevo.

Cuando llegué a casa abrí la puerta principal y escuché pasos en la cocina, por un momento pensé que era Raiden pero Liz se asomó para ver quien había llegado.

Encontrar a mi chica en casa fue como un milagro enviado por Dios, mi paz volvió y fui hasta ella para abrazarla. Me aferre con necesidad a ella, enterrando mi nariz en su cuello. Olía delicioso, a su rico champú de frutas.

—Mi Liz, estoy tan feliz de verte —musite sobre su piel.

Ella se aferró a mí también, dándome paz.

—¿Estás bien? —preguntó y cerré los ojos atormentado.

Me aparté de su cuello y la miré a los ojos, apuntode llorar.

—No princesa, no lo estoy —negué la cabeza y sin poderlo evitar caí de rodillas frente a ella.

Enseguida se arrodilló conmigo, preocupada.

—Raell ¿qué sucede?

Sus ojos pedían una explicación desesperada.

—Estuve apunto de beber alcohol otra vez —le conté—, entré al bar y casi pido whisky.

La culpa me invadía terriblemente.

Liz sujetó mis mejillas entre sus manos, dándome un corto beso.

—Lo importante es que no lo hiciste —consoló—, y no quiero que lo pienses de nuevo ¿esta bien? Aquí me tienes a mí, para darte mi apoyo incondicional.

Sus palabras me llenaron tanto de alivio, desde hace días la presión en mi pecho no menguaba como ahora.

—Tengo miedo princesa, tengo miedo de caer en oscuridad —fui sincero con ella, por primera vez admitía mi fragilidad con alguien.

Yo no era de expresar mis sentimientos.

—No vas a caer en oscuridad, porque todo estará bien —alivió—, no conozco mucho de tu fe, ni de Dios, pero lo poco que he aprendido de ti es que confías mucho en Él. Así que aferrate a eso.

Las lágrimas rodaron por mis mejillas, devastado. Necesitaba tanto un consuelo y que me lo estuviese dando alguien tan especial para mí, no tenía descripción.

Mi adorada Liz... Mi Luz.

—Te has convertido en mi Luz —musite cerca de sus labios.

Ella ladeo una sonrisa cariñosa.

—Si hablamos de Luz, tu me has iluminado primero —dijo y al contemplar sus ojos llenos de brillo, supe que estaba enamorado. Perdido y completamente enamorado.

Esta dulce chica arrodillada frente a mí, se había vuelto indispensable en mi vida. Por primera vez estaba seguro de que era la indicada.

—¿Hasta que mi propia luz deje de brillar? —pregunté como por segunda vez desde que la conocí.

—Hasta que mi propia luz deje de brillar —sonrió.

No pude evitar ver sus labios, estaban tan tentadores frente a mí. Húmedos y seguramente tibios. El ambiente estaba cargado de tensión y un deseo incontrolable que me obligué a reprimir. Estaba luchando con todas mis fuerzas las ganas de llevarla a mi habitación y conocer cada lunar de su cuerpo.

—Tú serás mi esposa, lo sé —dije en cambio.

Se sonrojó, bajando las pestañas apenada. Era tan hermosa.

Nunca esperé encontrar el amor de esta forma tan inesperada. Cuando llegue de Italia mis planes eran otros, no fingir ser novio de esta especial chica y terminar enganchado con ella. Pero es lo que es y daría lo que fuese por estar a su lado.

—¿Creerías que estoy loca, si te digo que ya lo soñé? —dijo de pronto y arrugue la frente algo perdido—. Tu y yo casados.

Aclaró y la miré sorprendido.

—Vaya, vaya señorita Liz ¿has soñado conmigo? —la molesté con eso y sus mejillas se inflaron con pena.

Me encanta hacerla sonrojar.

—Pareció muy real —dijo la muy traviesa.

—¿Y nos casamos?

Asintió, —Me dijiste: ya eres la señora Figueroa.

—Suena bonito, señora Figueroa.

Logré sacar una gran sonrisa  de sus bellos labios.

Sé que será mi esposa, en algún punto de nuestras vidas nos uniremos y procuraré que sea el día más especial de todos. Bueno, aparte de cuando mis hijos vengan al mundo.

Quiero una bella princesa igual a su preciosa madre. Presiento que volteara mi mundo de cabeza las veces que quiera.

Observé a Liz por un momento y sonreí, con ella tenía muchos planes, con ella veía mi vida y mi futuro.

Y ya nada podrá alejarme de mí objetivo

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