Shifting

By Hitto_

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Cuando mi hijo me advierte que hay un monstruo debajo de su cama... sé que dice la verdad. Porque él mismo tr... More

Shifting
1. Familia de gatos
2. Por culpa de la lujuria
3. Todos con todos
4. El estúpido árbol
5. El anillo de compromiso
6. Propuesta de navidad
7. Una invitada especial
8. Candance
9. La depuración de la luna llena
10. El aroma de los inciensos
11. De regreso a Almarzanera
12. Fugitivos
13. La dimensión T51
15. La subasta de la luna llena2
16. Intenta dormir
17. Conociendo a Samantha
18. El propósito de navidad
19. La primera luna llena del año
20. Recuperando Transalterna
21. Regresando a Scielo1
22. Padres e hijos
23. Alice y el misterio que la rodea
24. Escapa del demiurgo
25. Entre la fantasía y la realidad
26. Situación de alerta
27. Confrontación
28. Como debieron ser las cosas
29. Cruzar los límites
30. Emboscada por la verdad
31. La cena del desastre
31. ¿Que te acostaste con quién?
32. (parte2) ¿Que te acostaste con quien?
33. Di la verdad
34. Solo mia

14. La subasta de luna llena

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By Hitto_

Gracias por la espera, dejen muchos comentariosm, se los agradezco.

Ni veinte segundos fueron los que volteé. Tenía tanto cuidado con que nadie del Círculo o del proyecto Transalterna alguna vez estuvieran cerca de él y me descuidaba de esa estúpida manera.

—¿No vio a mi hijo? es un niño de cuatro años, cabello negro y ojos verdes —le pregunté a una mujer en el parque que vigilaba a su hija. Negó con la cabeza.

Busqué al siguiente padre.

Los nervios incrementaban, me debatía entre mantener la calma y seguir buscando o llamar a Daniel. Cuando que me di cuenta que a quien iba a preguntar estaba con los dos niños que jugaban antes con Nicky.

—¿Mi hijo no está von ustedes? Estaba jugando con sus niños.

—No, no sé de qué habla—respondió el hombre de mala manera, así que le pregunté a los niños, que esperaban para subir al columpio.

—¿Dónde está Nicky, el niño que jugaba con ustedes?

—¡Oye no molestes a mis hijos!—el hombre me reclamó.

—¡Mi hijo jugaba con los suyos y ahora no está! ¡así que deje que me respondan o cuando llame a la policía ellos verán muy sospechoso que haya desaparecido cuando sus hijos regresaban hacia usted!—lo amenacé. Noté que se asustó, en esa ciudad, lo que la gente menos quería era un interrogatorio con la policía.

—¿Dónde está el hijo de la muchachita?—poniendo veneno en cada una de sus palabras le preguntó a su hijo, el más grande.

El niño encogió lo hombros.

—Estaba con nosotros debajo del resbalín y luego desapareció —explicó despreocupado.

—¿Es la respuesta que querías? —me cuestionó el padre—. Por eso no deberían dejar que las mocosas anden pariendo niños que no saben cuidar —dijo entre dientes y solo porque debía buscar a Nicky fue que me aguanté las ganas de golpearlo.

Comentarios así los escuchaba siempre, en esa ciudad no era común ser madre joven, si lo eras, la gente asumía que era por irresponsable y porque no habías podido abortar a tiempo.

Tomé mi teléfono para llamar a Daniel, con la esperanza de que Nicky se hubiese transportado ahí. Ser madre era complicado y aún más de un niño que literalmente podía desaparecer. Cada vez entendía más porqué mi padre había buscado la forma de suprimir mis poderes. Yo estaba considerando seriamente hacerlo.

—¡Sophie!—antes de que Daniel me contestara alguien me llamó, busqué con la mirada y el alma me regresó al cuerpo al ver a Nicky, de la mano de Leonardo.

Corrí hacia ellos, levanté a mi hijo del suelo con un fuerte abrazo.

—¿Por qué lo tenías?—le reclamé a al hombre—. ¿Nos estabas vigilando?

Él como respuesta levantó las bolsas de compras que tenía en la mano.

—Te juro que no, aunque literalmente me pagan para eso. Aprovechaba de hacer unas compras y vi al niño solo, en el refrigerador de los helados. Lo reconocí por las fotografías que me dio tu padre.

—¡¿Nicky qué demonios te pasa?! ¡¿Por qué te fuiste?!—le reclamé a mi hijo, ya pasado el susto, era hora de evitar el torcerle el cuellito.

—Esos niños me dijeron que era un bebé y que ya no querían jugar conmigo. Así que fui a comprar helado para comer frente a ellos y no invitarles.

Tomé aire, los otros padres me miraban de forma reprobatoria, así que tomé mi bolso y salí del parque, Leonardo caminó junto a nosotros hacia casa.

—¡No puedes desparecer así! Me iba a morir de los nervios, pudo pasarte algo!

—Iba a volver antes de que te des cuenta—respondió con confianza.

—Pues adivina qué, sí me di cuenta. Menos mal que Leonardo...—comencé a decir, luego lo reconsideré—. ¡No solo te escapaste del parque, te fuiste con un completo extraño!

—Me dijo que te conocía...—Nicky agachó la cabeza, no sé si por arrepentimiento o porque quería causarme lástima.

—Mucha gente va a decir que me conoce y son secuestradores. No vuelvas a irte sin decirme. ¡Estarás muy castigado!

—Mis otros papás no me castigan —masculló, levantó la mirada y notó lo inoportuno de su comentario, menos mal Leonardo no lo escuchó, o no hizo caso a eso de sus otros padres—. ¿Y mi helado? —preguntó con cinismo.

—Entra, directo a bañarte, nada de helado hasta navidad —le ordené en la puerta de casa, el niño entro furioso. Yo me quedé un momento con Leonardo.

—Mira... gracias, te juro que esto no me había pasado antes, solo contesté le teléfono y Nicky es muy escurridizo.

—Tranquila, lo sé, cosas de niños. Pero, supongo que fue una señal para que reconsideres mi trabajo como seguridad. A veces cosas así suceden cuando menos te lo esperas. Como yo me llevé a Nicky, cualquier otro pudo hacerlo.

—Lo sé. Lo pensaré, y por favor lo que pasó hoy...

—No le diré a tu padre. Todo lo que suceda será confidencial.

Volví a agradecerle y entré a casa. Tenía por delante una semana más o menos tranquila, hasta la siguiente luna llena.

****

Daniel y un par de empleados que teníamos, de los que no hacían preguntas, recogieron el cuerpo del carroñero embolsado y congelado y lo llevaron en un camión hacia la galería de Adam.

Ni bien lo despachamos, un paquete llegó a mi puerta. Al leer el remitente, lo subí a mi habitación sin que nadie lo viera.

Era una caja muy elegante, blanca con un moño de seda negro. Adentro, había una nota:

Para esta noche, con amor: Adam.

Desenvolví lo de abajo, era un vestido y junto a este venía un antifaz a juego.

Me lo puse sobre mi cuerpo desnudo. Me quedaba perfectamente entallado, era corto por delante y largo por detrás, de tela transparente, con un bordado de piedras en la zona del busto que bajaba rodeando mi vientre hasta debajo de este. Se notaba que Adam lo había escogido personalmente. Me maquillé poniendo énfasis en un labial rojo y me peiné hacia un lado.

Ya lista, mandé un mensaje a Leonardo para que me recogiera.

Bajé tranquila a la sala, donde no esperaba encontrarme con mi padre, jugando videojuegos junto a Daniel y Nicky.

Traté de salir rápido, pero él me vio.

—¿A dónde tan elegante? —me interrogó sin desprender la mirada de la pantalla.

—Tengo una fiesta, volveré de madrugada. —Traté de irme.

—¿Fiesta dónde? ¿y tú no vas?—le preguntó a Daniel.

—No...—quiso responder y yo lo interrumpí.

—No lo invitaron, no vamos juntos a todo lado ni tenemos los mismos amigos —expliqué poniéndome un poco hostil, odiaba que mi padre se creyera con el derecho de poder interrogarme.

—¿Fiesta dónde y con qué amigos? —mi padre insistió.

—¿Eso importa?

—Sí.

—Creo que no entendiste que era una pregunta retórica, que soy una mujer de veinticuatro años y no tengo por qué darte explicaciones de adónde voy y menos pedirte permiso.

Papá puso el juego en pausa y se levantó para hablarme.

—No te pido explicaciones. Necesito saber dónde estás, porque te recuerdo que hay gente ahí afuera que quiere hacerte daño. Si no me dices donde vas y algo te sucede, no sé dónde empezar a buscar.

—Toda mi vida hubo gente queriendo hacerme daño.

—Y toda tu vida yo supe dónde estás. No quiero que se repita lo de hace cinco años. Si no vas a un lugar acompañada, no te cuesta nada darme una dirección. Así que me dices, o Leonardo te vigilará toda la noche.

—Voy a una subasta de arte en la galería de arte contemporáneo del área ocho. ¿Feliz?

—Sí, mucho, que te diviertas. Yo me quedaré a cuidar a Nicky.

No le dije nada. Me acerqué a darle un beso de despedida a mi hijo y por un momento cruce miradas con Daniel, el cobarde se había quedado callado.

—Que Nicky no se duerma muy tarde, y no olviden ponerle el círculo de sal y activar la alarma—di mis últimas instrucciones mientras salía.

Los tres solo me lanzaron un gruñido.

Afuera, Leonardo me esperaba con uno de los autos de la empresa, me abrió la puerta trasera y le indiqué a dónde ir.

Tal como le dije a mi padre, porque no era mentira, Leonardo me dejó frente a la galería de Adam. Un recinto enrome, donde la gente más adinerada de Scielo1, adquiría obras de arte a precios exorbitantes, ya fuese por ser coleccionistas, no tener en qué gastar su dinero o como forma de lavar el mismo. Sin embargo, las piezas de subasta de más valor, no estaban a la vista y solo se mostraban a un público extremadamente selecto, cada luna llena.

—¿Te espero cerca? ¿O prefieres que entre contigo? —me preguntó mi chofer.

—Gracias por la cortesía de preguntar, aunque mi padre te haya ordenado vigilarme; pero voy sola, es una fiesta privada, no me dejan llevar acompañante y ni intentes colarte, esa gente dispara primero y pregunta después. —De inmediato se dio la vuelta—. Es broma, pero en serio, subastan obras muy costosas, tienen mucha seguridad, así que no pierdas tu tiempo. Puedes irte a descansar y yo te avisaré cuándo recogerme.

—De acuerdo.

Se bajó para abrirme la puerta, lo dejé, porque necesitaba hacer todo el paripé para esa fiesta. Me coloqué mi antifaz, subí las escaleras y cuando quise extenderle mi invitación al custodio de la puerta, este no la recibió, solo me dio paso. Seguro ya sabía quién era yo y Adam le había ordenado dejarme pasar.

Había gente en el lugar, dando vueltas y comentando las esculturas con una copa de vino en la mano. Todos llevaban antifaces sencillos de piedras bordadas y encaje, los hombres con traje y corbata negras y las mujeres con elegantes vestidos de fiesta de colores oscuros. Era parte de la estética misteriosa que a Adam le gustaba dar en sus reuniones.

—¿No te cansas de verte tan perfecta siempre? —Una copa de vino apareció frente a mí y Adam me habló al oído.

—El vestido ayuda.

—Quien lo escogió tiene un excelente gusto, y te conoce muy bien—me sonrió.

—¿Te llegó mi paquete?

—Hace poco, ya lo están preparando junto a los otros tesoros.

Enganché mi brazo al suyo y lo acompañé a saludar a los invitados. Todos me reconocían, no solo porque acompañaba a Adam en las subastas desde hacía un año, sino porque era la gente del Círculo, que cinco años atrás había intentado usarme como medio para invocar a un deamon.

Adam era de esos hombres que te deslumbraban con su carisma. Era como diez años mayor que yo, rubio de ojos grises, misteriosos y profundos. Con una elegancia innata. Tanto con su presencia como con su forma de hablar, engatusaba a cualquiera, por eso le iba tan bien colándose a las esferas de la alta sociedad de la ciudad y ganando dinero a costa de ellos. Incluyendo al Círculo, ya que, sin pertenecer a él, les organizaba reuniones y subastas.

—Adam, ¿la subasta principal ya está por comenzar? Estoy ansiosa, me soplaron que habrá una cosita especial que me interesa —una mujer, cuya voz sonaba a la de una anciana se nos acercó junto a un hombre, también mayor.

Adam miró su reloj.

—Treinta segundos y cerramos las puertas—le respondió con cortesía.

Lo acompañé al centro del salón. Subimos las escaleras hasta un descanso, para estar a la altura necesaria desde la que se veía toda la planta baja de la galería, y ni bien sus guardias lo vieron, cerraron las puertas.

A partir de ese momento, nadie entraba y nadie salía.

—Buenas noches, estimada gente del Círculo—saludó a todos en voz alta, los invitados se fueron reuniendo frente a nosotros—. Como cada luna llena, la subasta a puertas cerradas dará inicio. Esta vez con una excelente colección de colaboradores y excelentes miembros del Círculo, que comparten sus talentos y adquisiciones. Al entrar al salón se les entregará su paleta numerada. Subastaremos trece artículos y habrá otros de venta directa. Una vez finalizada la subasta, están invitados a disfrutar de una pequeña celebración—. Terminó de explicar con un elegante movimiento de mano y de forma ordenada los invitados se dirigieron al salón del fondo.

Adam y yo entramos al último. La gente estaba en sus asientos, reconocí a varios. Busqué a mi abuelo entre ellos, mas nunca iba. La que estaba siempre era Amanda. La esquivaba como a la peste, aunque ella siempre encontraba la forma de saludarme.

El martillero, otro hombre con antifaz, se puso al frente y mostraron el primer objeto: el cráneo de un carroñero.

—La medida del cráneo es de cuarenta centímetros de largo, con colmillos de veinte centímetros. Ocho años de antigüedad, ofrecido por uno de nuestros miembros. Empezamos con cien mil créditos. —Explicó y de inmediato empezaron a pujar.

—Ese cráneo era del esposo de la señora Laruso, falleció en... un accidente hace una semana y no esperó para subastarlo —me susurró Adam.

—Para no ser del Círculo sabes demasiado sobre sus miembros.

—Debo conocer a mis clientes.

Los siguientes objetos vendidos, fueron más cráneos, abrigos de piel y adornos de huesos de entes corpóreos, que se hacían visibles al morir. Cualquier cosa proveniente de carroñeros era de lo más solicitado. El onceavo objeto fue un humanoide disecado, del que anteriormente ya habían subastado los huesos. Con la piel, un sujeto conocido como Anton, el taxidermista, se encargaba de hacerlos ver casi vivos. Esa criatura había sido cazada un año atrás, tal vez traído por un portal o algún portal abierto a propósito. Me daba algo de impresión y pena, parecía un pequeño humano de ojos enormes y alargados. Como un feto desarrollado parado en sus dos esqueléticas piernas.

Su precio alcanzó más de novecientos mil créditos y fue a la casa de la pareja mayor que había saludado a Adam antes. No habían pujado más que por ese objeto, se notaba que habían ido directo a adquirirlo.

El doceavo objeto fue el carroñero que yo había matado. Intacto y congelado valía mucho y causaba mucho interés. Tanto en el taxidermista, como en Benjamin, otro sujeto de los más viejos del Círculo, expertos en manipular entes.

La subasta empezó con ochocientos mil créditos y me extrañó que mi carroñero fuese el doceavo objeto en subasta. Adam había anunciado trece y siempre subastaba lo mejor al final ¿qué podía ser mejor que el cadáver de un carroñero grande en perfectas condiciones?

—¡Un millón de créditos! —Anton se levantó con su puja, harto de que a cada precio que daba, Benjamín lo superara.

—Un millón mil—Bejamin no estaba alterado, seguía sentado con la espalda erguida.

—¡Un millón quinientos!

—Vaya... nunca habían pagado tanto por un cadáver—Adam regreso a mi lado con una nueva copa de vino.

—Por mí que sigan aumentando el precio. ¿Cuál es el último objeto en subasta?

—Ya lo verás... algo interesante—pasó por mi lado y se dirigió al martillero.

—¡Dos millones cien a la una! ¡dos millones cien a las dos! ¡dos millones cien a las tres! ¡Vendido al señor Benjamin!

Anton hervía de la rabia.

—Para nuestro último objeto en subasta, pediré que bajemos las luces —Adam se dirigió a todos—. Se les entregará unas gafas especiales para poder ver nuestro valioso objeto.

Diablos... ya sabía qué era lo que Adam tenía y el resto lo intuía. Nos pasaron unas gafas con visión nocturna, las rechacé porque no las necesitaba, podía ver exactamente lo que metían en una enorme jaula con barrotes bañados en plata: Un carroñero vivo.

*******

Les gusta Adama? XD

y ya en un ratito subo el siguiente capítulo!

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