22. Padres e hijos

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Mientras caminaba por el laboratorio intentaba mostrarme segura y confiada, aunque por dentro tenía mucho miedo.

Sabía que todos fingirían hacerme caso, pero que a mis espaldas estaban planeando cómo hacerme desaparecer, o no me tomarían en serio. No puedo negar que tener el control me daba satisfacción, una motivada por la revancha, por todo lo que nos habían hecho pasar. Por otro lado, no estaba segura de qué iba a hacer, ni cómo. Solo esperaba que Ian regresara, porque él sí estaba capacitado para liderar el proyecto y en cierta forma, se lo debían.

Me tomé unos segundos frente al oficina de Solange, antes de tocar la puerta ¿o solo debía entrar y demostrarle quién manda?... no, preferí tocar. Y no fue necesario.

—¿Qué es lo que quieres? —me gritó desde adentro. Claro que sabía que yo estaba ahí, recogiendo valor para hablarle.

Entré con mi pose más altanera y me senté frente a ella.

—Estoy ocupada, niña. —Me dijo de mala manera, sin desprender la vista de la pantalla de su computadora.

—Cómo no sea buscar la forma de traer a tu hijo de regreso como ordené, no es importante.

Pensé que mis palabras causarían alguna reacción en ella. No fue así. Siguió escribiendo como si nada.

—Hay muchas cosas para hacer aquí de las que tú no estás ni enterada. No voy a dejar todo de lado solo por tu capricho.

—Oh, así que esas vamos a jugar. ¿Ignorarás por completo el hecho de que ya sé que Ian y Daniel son tus hijos?

Por fin dejó de escribir y me dirigido la mirada.

—No son mis hijos.

—Según esto tú los concebiste y los pariste, eso los hace tus hijos—le extendí la pantalla de mi tablet, con el archivo de Ian.

—Fue solo por mi compromiso con el proyecto. —Ahora ella era la que intentaba mostrarse con confianza, pero notaba que por dentro se sentía tan insegura como yo.

—No lo creo. Estar aquí a diario y verlos con el resto y no pensar que son parte tuya... por más fría que quieras ser, es imposible que eso no te mueva alguna fibra sensible. ¿Eres portal? ¿Qué pasó al otro lado?

—¿Pues qué crees que pasó? —me habló con sarcasmo—. Me morí, igual que tú, hace más de veinte años.

—¿Y tú y el señor Key tuvieron algo?

—No—de nuevo pretendió sonar segura y no me convenció—. Tener a los chicos solo fue parte del proyecto. Los portales naturales tienen habilidades que los que creó Anthony de manera artificial no. Pero siempre fui consiente que solo era eso... parte del proyecto.

—¿En serio? ¿Qué edad tenías? ¿dieciocho? ¿Diecinueve? ¿A qué edad entraste al proyecto?

—La misma que tú al entrar aquí. — Se puso más hostil—. Yo también era una niña estúpida con una habilidad especial que creía que iba a cambiar el mundo.

—Yo entré por dinero, pero Anthony Key no me utilizó de la forma que lo hizo contigo...

—¡Ja!—exclamó con una risa y me vio como si fuera el ser más estúpido que conociera—. Al enterar aquí nos diste poder sobre todo, niñita. ¿O acaso crees que ese hijo tuyo fue solo una coincidencia? Cuando entras a las cámaras de monitoreo sabemos todo y controlamos absolutamente todo.

—¿Me estás diciendo que me pincharon los condones de una manera muy sofisticada?

—Por decirlo de alguna manera. Anthony se moría de ganas por un hijo tuyo y de Ian. Un portal natural, de dos portales naturales. Si pusiéramos un precio a cada uno de ustedes, el de él sería incalculable.

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