14. La subasta de luna llena

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Gracias por la espera, dejen muchos comentariosm, se los agradezco.

Ni veinte segundos fueron los que volteé. Tenía tanto cuidado con que nadie del Círculo o del proyecto Transalterna alguna vez estuvieran cerca de él y me descuidaba de esa estúpida manera.

—¿No vio a mi hijo? es un niño de cuatro años, cabello negro y ojos verdes —le pregunté a una mujer en el parque que vigilaba a su hija. Negó con la cabeza.

Busqué al siguiente padre.

Los nervios incrementaban, me debatía entre mantener la calma y seguir buscando o llamar a Daniel. Cuando que me di cuenta que a quien iba a preguntar estaba con los dos niños que jugaban antes con Nicky.

—¿Mi hijo no está von ustedes? Estaba jugando con sus niños.

—No, no sé de qué habla—respondió el hombre de mala manera, así que le pregunté a los niños, que esperaban para subir al columpio.

—¿Dónde está Nicky, el niño que jugaba con ustedes?

—¡Oye no molestes a mis hijos!—el hombre me reclamó.

—¡Mi hijo jugaba con los suyos y ahora no está! ¡así que deje que me respondan o cuando llame a la policía ellos verán muy sospechoso que haya desaparecido cuando sus hijos regresaban hacia usted!—lo amenacé. Noté que se asustó, en esa ciudad, lo que la gente menos quería era un interrogatorio con la policía.

—¿Dónde está el hijo de la muchachita?—poniendo veneno en cada una de sus palabras le preguntó a su hijo, el más grande.

El niño encogió lo hombros.

—Estaba con nosotros debajo del resbalín y luego desapareció —explicó despreocupado.

—¿Es la respuesta que querías? —me cuestionó el padre—. Por eso no deberían dejar que las mocosas anden pariendo niños que no saben cuidar —dijo entre dientes y solo porque debía buscar a Nicky fue que me aguanté las ganas de golpearlo.

Comentarios así los escuchaba siempre, en esa ciudad no era común ser madre joven, si lo eras, la gente asumía que era por irresponsable y porque no habías podido abortar a tiempo.

Tomé mi teléfono para llamar a Daniel, con la esperanza de que Nicky se hubiese transportado ahí. Ser madre era complicado y aún más de un niño que literalmente podía desaparecer. Cada vez entendía más porqué mi padre había buscado la forma de suprimir mis poderes. Yo estaba considerando seriamente hacerlo.

—¡Sophie!—antes de que Daniel me contestara alguien me llamó, busqué con la mirada y el alma me regresó al cuerpo al ver a Nicky, de la mano de Leonardo.

Corrí hacia ellos, levanté a mi hijo del suelo con un fuerte abrazo.

—¿Por qué lo tenías?—le reclamé a al hombre—. ¿Nos estabas vigilando?

Él como respuesta levantó las bolsas de compras que tenía en la mano.

—Te juro que no, aunque literalmente me pagan para eso. Aprovechaba de hacer unas compras y vi al niño solo, en el refrigerador de los helados. Lo reconocí por las fotografías que me dio tu padre.

—¡¿Nicky qué demonios te pasa?! ¡¿Por qué te fuiste?!—le reclamé a mi hijo, ya pasado el susto, era hora de evitar el torcerle el cuellito.

—Esos niños me dijeron que era un bebé y que ya no querían jugar conmigo. Así que fui a comprar helado para comer frente a ellos y no invitarles.

Tomé aire, los otros padres me miraban de forma reprobatoria, así que tomé mi bolso y salí del parque, Leonardo caminó junto a nosotros hacia casa.

ShiftingWhere stories live. Discover now