Un beso bajo las estrellas ©✓

Galing kay usernotfounted3443

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«Las estrellas siempre serán su recordatorio de que alguna vez tuvieron algo en común» Él guarda secretos. Al... Higit pa

★SINOPSIS★
★PRÓLOGO★
★CAPÍTULO 01
★CAPÍTULO 02
★CAPÍTULO 03
★CAPÍTULO 04
★CAPÍTULO 05
★CAPÍTULO 06
★CAPÍTULO 07
★CAPÍTULO 08
★CAPÍTULO 09
★CAPÍTULO 10
★CAPÍTULO 11
★CAPÍTULO 12
★CAPÍTULO 13
★CAPÍTULO 14
★CAPÍTULO 15
★CAPÍTULO 16
★CAPÍTULO 17
★CAPÍTULO 18
★CAPÍTULO 19
★CAPÍTULO 20
★CAPÍTULO 21
★CAPÍTULO 22
★CAPÍTULO 23
★CAPÍTULO 24
★CAPÍTULO 25
★CAPÍTULO 26
★CAPÍTULO 27
★CAPÍTULO 28
★CAPÍTULO 29
★CAPÍTULO 30
★CAPÍTULO 31
★CAPÍTULO 33
★CAPÍTULO 34
★CAPÍTULO 35
★CAPÍTULO 36
★CAPÍTULO 37
★CAPÍTULO 38
★CAPÍTULO 39
★CAPÍTULO 40
★CAPÍTULO 41
★FINAL
★EPÍLOGO
★EXTRA I "29 de julio"
★EXTRA II "soltar"
★EXTRA III "no existe una última estrella"

★CAPÍTULO 32

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"Llorar es la forma que tiene el corazón de desahogarse"

HADES EDEVANE

—¿Tomaste la foto?

Mi pregunta la dejó inmóvil, estupefacta. Su boca se abrió y cerró de inmediato, ella sabía que no podía mentir, era muy obvio. Al lado del marco había un anillo que, ya no estaba ahí, ahora tomaba lugar en el suelo.

Aparté la mirada y suspiré con una sensación amarga en mi pecho, dejé la foto a su lado y con la mano que la sostenía masaje mi cien derecho. Estela trató de tomar mi mano pero, sus dedos solo se movían con indecisión cerca.

«Cálmate. Cálmate. Cálmate» Era lo único que giraba en mi mente.

—¿Puedo...abrazarte?

No le respondí.

Mi pecho subió y bajó con cada respiración acelerada. Era una mierda volver al lugar exacto donde me encontraba hace años: En la misma habitación. Los mismos pensamientos. Los mismos sentimientos.

Solo que esta vez con ella a un lado de mí.

Retuve las lágrimas como pude, sin el valor de mirar la foto o mirarla a ella. Era la primera vez que alguien además de mi familia veía esa foto. Estela me abrazó por la espalda, apoyando su mentón en mi hombro mientras susurraba y dejaba besos pequeños en mi mejilla.

Temblé antes de que una lágrima se permitiera salir con libertad. Esa vez no sentí miedo de llorar, de expresarme, de demostrar mis debilidades. No se sentía como todas esas veces donde minimizaron el dolor que sentía.

—Llora, está bien. Llorar es la forma que tiene el corazón de desahogarse —susurró con un tono de voz acogedor.

Estela no preguntó algo hasta que yo tuve la iniciativa de hablar. Su comprensión fue excepcional, era ese tipo de entendimiento que querías tener en tu vida para siempre.

3 años atrás.

Toronto, Canadá.

Casa Edevane.

Eran las tres de la mañana aunque debía llegar a las doce de aquella que fue mi primera fiesta. Pero no una fiesta de cumpleaños o para celebrar algo, era simplemente una fiesta juvenil donde los adolescentes iban a pasar el rato.

Cada luz del Interior yacía apagada, pues seguro todos estaban dormidos.

—¡Ho —estaba por exclamar al ver a la mujer de rasgos parecidos a los míos bajando las escaleras, pero me calló con un:

—Shh...no hagas ruido, despertarás a tu padre, —hice una mueca de ojos abiertos al escuchar eso. Él se enojaría si me ve llegando a tal hora—,  y por tu cara puedo ver que no es algo que quieras.

Me acerqué a ella y de inmediato agarró mis cachetes como si fuera un bebé, plantó un beso en cada uno.

—¿Y Hela? —pregunté.

—Creo que dormida —No le creí, Hela de seguro me estaba esperando para que le contara como me fue—.¿Tomaste mucho? No me gusta que...

Negué con la cabeza—. No tomé nada, mamá —le mentí—. Tranquila.

Nos deseamos buenas noches y ambos subimos a las respectivas habitaciones: Mamá dormía con papá, y yo con mi hermana porque estaban remodelando las que serían nuestros cuartos individuales.

Traté de no hacer ruido al llegar al cuarto, pero, en la cama de ella no había nadie. Encendí la luz y confirmé que no estaba durmiendo. Mi sentido auditivo captó el ruido del agua que esparcía la ducha chocando contra la porcelana.

¿Por qué se daría un baño a ésta hora? Hela odiaba bañarse tarde.

Me senté en la cama de sábanas blancas que estaba frente a otra cubierta de las mismas cobijas, solo que la otra tenía mil peluches y almohadas que Hela amaba tener. Quité mis zapatos y cambié mis ropas por una pijama cómoda. Luego vi las notificaciones de Max en mi teléfono, como de costumbre contesté.

Me distraje con esos vídeos de asmr en Youtube, últimamente había estado teniendo insomnio y esos vídeos que mi padre veía ridículos lograban hacerme dormir.

Al paso de casi una hora, mis ojos pesaban y ya el sueño me llenaba por completo. Entonces, cuando llegaba al punto donde podía dormirme sin ningún inconveniente; me acordé de Hela, la ducha seguía encendida y ella no salía aún.

Por un instante me preocupé de más. Mis pies tocaron el piso y de inmediato mis medias se mojaron por un líquido tan conocido con el nombre "agua". Fruncí las cejas en confusión absoluta, esa confusión me llevó a examinar toda la habitación con la mirada, hasta que se clavó al pequeño pasillo dentro del mismo lugar, donde se encontraba el baño.

De ahí venía el agua en abundancia.

Con cuidado de resbalarme caminé por todo el piso empapado. Sin esperar más mi mano se enrrolló en la manilla de la puerta, estaba cerrada por dentro.

Toqué la madera dura varías veces con mis nudillos, esperando que alguna respuesta fuera dada; pero no recibí nada.

Me volteé a la mesita de noche en medio de ambas camas, pegada a la pared sin color alguno. Abrí el último cajón de la mesa y busqué la llave que abría esa cerradura. Sin éxito alguno, me guíe hasta la habitación de mis padres. Eso de que ella no respondiera me estaba preocupando.

Papá de mala gana bajó a la primera planta, él tenía copias de cada llave que se necesitaba. Mamá corrió al cuarto como si su vida dependiera de ello, aunque no se le veía preocupada. Empezó a tocar la puerta y hablarle a Hela, esperando que ella se dignara a responder.

—¿Mamá...? —forzó la cerradura y proseguí—. ¿Qué pasó cuando no estuve?

No quiso darme una respuesta, en un lapso de tiempo dudé que me estuviera escuchando. Golpeó la puerta más fuerte, pero no sirvió de nada. Papá llegó con la llave y al meterla en la cerradura, encajó perfectamente.

Un solo giro a la llave bastó para que la puerta se abriera. Papá con su mano enroscada en la manilla, empujó con curiosidad.

Un solo segundo bastó para que todo mi mundo se detuviera.

El grito que mi mamá soltó fue lo más desgarrador que había escuchado en mi vida, sonaba como si acababa de perderlo todo, de ver a la muerte frente a ti. Ella fue hacia el cuerpo de Hela con lágrimas en los ojos a la vez que gritaba su nombre.

El agua de la tina teñida de un rojo carmesí se escurría y cubría todo lo que alguna vez fue la persona que más amé. Mamá la tomó entre sus brazos y la abrazó, sacándola de toda ese líquido.

Su palidez se notaba más, haciendo contraste con el hilo de sangre que salía de sus muñecas. El cabello azabache empapado le tapaba su lindo rostro. Portaba vestido de color blanco, ese vestido que había visto antes de irme ahora era manchado por sangre.

Su sangre...

Mis piernas flaquearon y caí de rodillas al suelo. Las lágrimas abundaron en mis ojos, haciéndolos arder tal cual mi pecho. Escuché sobre ese dolor en el pecho, el dolor de un corazón roto a causa de algo doloroso.

—Mi niña... —susurró mamá con voz temblorosa y quebrada.

Y en ese momento comprendí que la había perdido.

Ya no iba a sentir sus abrazos.

Ya no iba a escucharla discutir por cualquier tontería.

Ya no iba a ver su sonrisa.

Ya no...

Papá llamó a emergencias. Él se veía confundido y sorprendido por lo que acaba de ver, ese asombro lo dejó quiero por minutos, trataba de procesar todo. Esa fue la primera y última vez que ví a mi padre llorar.

El dolor que sentía emocionalmente era indescriptible, ningún sentimiento que presencié antes podía ser comparado a ese. La frase "cuando un ser querido muere, una parte de ti muere con el" cobró todo el sentido.

La ambulancia llegó y no tardaron mucho.

A las 4:36 de la madrugada Hela Edevane con tan solo 15 años, fue dada de muerta por suicidio.

Al otro día fue el entierro. Mi hermano Cosmo no podía creerlo, al igual que mi padre. Mamá lloró todo el día, no quería ver a nadie y tampoco comió nada. Yo no derramé ni una sola lágrima cuando fue enterrada, no lloré en el proceso ni después de el. Sentía un vacío que jamás se llenaría, ¿Cómo podría llenarse? Nadie sería como ella.

Mis oídos se llenaron de lamentos, lamentos a los que yo asentía sin levantar la cabeza. Una llovizna cayó sobre mi traje negro, todos se habían ido a otro lugar, sin embargo yo no, no quería darle una última despedida.

Me puse en cuclillas para dejar una rosa blanca sobre la lápida. A Hela se le conocía como una chica alegre, llena de vida y amor. Las dudas de porqué ella decidió acabar con su vida surgieron en todos, e incluso en mí.

—Te amé... —murmuré apretando los labios con melancolía—. Y mi corazón te seguirá amando siempre, Hela. Siempre... —traté de no derramar ni una lágrima ni que se escuchara un sollozo, era consciente de que ella quería que yo no llorara, ella prefería que la recordara bonito, sin dolor—. Discúlpame —y con eso una gota se deslizó por mi mejilla—. No debí haberme ido...yo...no debí...

Una mano grande y fuerte me agarró por el hombro, animándome a levantarme, lo hice con dificultad. Cosmo me abrazó, dejando que acunara mi rostro en su cuello y pudiera llorar tranquilo.

—Fue mi culpa —musité aceptándolo—. Fue mi...

—No, Hades. Nunca será tu culpa —consoló, yo seguía sin creérmelo.

Desde ese día todo cambió.

Yo cambié.

La relación de mis padres cambió.

Todo...

La primera semana fueron días donde no quería aceptarlo, no quería ver a nadie y odiaba todo lo que estuviera a mi alrededor. Lloraba cuando veía su cama tendida, pero vacía. No comí nada como en unos tres días, y si no fuera porque mamá me llevó la comida al cuarto donde residía, no hubiese comida.

La casa se sentía gris, callada y sin vida, se notaba a simple vista que algo faltaba.

Faltaba ella.

¿Y cómo no sentirme mal? Ella estuvo conmigo desde siempre. Yo no tuve que luchar por encontrar a mi alma gemela, ya mi alma gemela había nacido junto a mí.

El primer mes sin ella dolió.

El primer año sin ella dolió.

Y hasta el día de hoy sigue doliendo no tener su compañía.

Me estremecí en los brazos de Estela sin contenerme. Lo que le había contado había sido capaz de tocar su punto débil. Su esclerótica ahora se encontraba un poco enrojecida por evitar soltar las lágrimas.

Me abrazó más fuerte, enterré mi rostro empapado de lágrimas en su cuello, su dulce aroma de vainilla llegó a mis fosas nasales. Ella llevó sus manos a mí cabello y me acarició con gentileza. Nos encontrábamos en una posición donde Estela estaba sentada a horcajadas sobre mi regazo, mis brazos alrededor de su cintura y los de ella en mi cuello.

Sorbió por la nariz antes de hablar—. Eres...eres una de las personas más fuertes que he conocido en mi vida, Hades.

Y no le creí.

Si tuviera fortaleza como ella decía, ya lo habría superado.

Seguía en ese pozo.

En ese oscuro y agobiante pozo al cual no se le veía salida.

Dejar toda la mierda que me hacía daño no servía de nada si no iba a un profesional.

—Ella no merecía eso —dije somnoliento. Porque sí, Hela se había quitado la vida, pero no todo fue su culpa. Por fuera se veía una chica hermosa y muy feliz, si lo veías más a fondo...su vida era muy miserable y triste.

Mi padre a los diez años la sacó de la escuela porque él decía y afirmaba que una mujer no merecía tener la misma educación que un hombre. No recibió educación más allá de lo básico que mi mamá le enseñaba a partir de esa edad. Yo era su único amigo, no la dejaban acercarse ni a Max o Jennie, le ponían muchas restricciones. Papá vivía haciendo comentarios machistas y misóginos dirigidos a ella.

Hela no estaba viviendo, solo existiendo.

Quizás no le vió sentido a la vida y decidió acabar la suya.

Y de otra cosa estoy seguro: Si mi madre hubiera decido ayudarla o alejarla de mi padre, ella todavía seguiría aquí.

Cómo nadie vió herida física, nadie la ayudó.

—Si yo no salía esa noche...tal vez—

—Shh —me calló—. No fue tu culpa, deja de pensar así.

La encaré y ella aguantó mi rostro con ambas manos Apreté la mandíbula y mi llanto por un momento paró.

—No lo entiendes.

—Ella donde quiera que esté...no quisiera que pienses así. No fue tu culpa. —Estela se esforzó por darme una sonrisa, aquella fue acompañada por una lágrima que bajó a sus labios—. Recuerda a Hela como un recuerdo bonito, Hades. Pero sé que no podrás hacerlo si sigues retenido a no ir a terapia. —Su iris azulada cayó sobre la mía esmeralda, robándose mi atención—. Y estaré muy orgullosa de ti...lo estaré. Lo superarás.

Con sus dedos limpió el rastro de mis lágrimas antes de dejar un beso en mi mejilla derecha. Ese día sentí como me quitaba un peso de encima, la última vez que había llorado no la recordaba.

«Llorar es la forma que tiene el corazón de desahogarse» Estela tenía razón en esas palabras.

[...]

Su mano cálida no soltó la mía en ningún momento. En ese camino trató de animarme, distraerme hablando de otras cosas e incluso, hacerme reír.

No era genuino, pero le dí una sonrisa de boca cerrada. Sus ojos brillaban cuando me veía sonreír.

Estela se quedó a dormir por la noche, decía que no quería dejarme solo y por eso pasó aquello. En la mañana desayunamos juntos y leyó en voz alta el primer capítulo de su libro favorito, estaba tratando de convencerme a leerlo.

Nuestros pies se movían contra la calle pavimentada, en dirección al cementerio que alguna vez fue el lugar más doloroso para mí. Era algo fuerte lo que iba a hacer, Estela dijo que sería mejor no ir, pero simplemente lo sentí así, que debía ir.

Entramos por esa puerta enorme de rejas negras con el nombre del cementerio arriba, en negro también. Ahí ella se calló, sus pasos se volvieron más lentos al par de los míos y apretó su agarre en el ramo de flores que llevaba en sus manos, las flores varían en colores en tonos cálidos.

Caminar cerca de esas lápidas se sentía tan devastador, aún más cuando ves las fechas y notas que algunas personas fallecieron demasiado jóvenes.

—No había venido a un cementerio...nunca.

—Tienes suerte —le aseguré.

Inhaló lentamente—. Supongo.

Y yo quisiera lo mismo, lástima que en el transcurso de mi vida tuve que ver a muchas personas irse.

Nos detuvimos frente a una tumba después de caminar por unos minutos. Mis labios se entreabrieron y las ganas de llorar me invadieron de nuevo.

Tenía dos años sin venir.

No portaba el valor suficiente para ponerle flores todos los años.

—Hela Edevane... —leyó en voz alta—. Su nombre era muy lindo —sonrió poniéndose de cuclillas para dejar las flores sobre la cerámica. Había pétalos marchitos regados por el suelo.

Mi vista se clavó en el nombre sin darle importancia a si Estela se había levantado o no. Después, mi mirada bajó a la fecha de nacimiento y fallecimiento.

2004-2019.

Ella siempre tendría 15, mientras yo seguiría creciendo.

—Le hubiera gustado conocerte.

—¿Lo crees?

El gran árbol a nuestro lado de hojas grandes nos aportó un gran azote de viento. Recuerdo que cuando Hela murió, el árbol apenas medía un metro y algo más.

—No lo creo, Estela. Lo sé.

De tan solo imaginar a Hela y Estela siendo amigas, mi semblante decayó. Ellas pudieron haberse llevado muy bien.

—Tu hermano es un gran chico —comenzó aún agachada, como si ella fuera a escucharla—. Sé que tengo suerte de haberlo conocido...también sé que tú eras una chica increíble, alguien que merecía más tiempo. Me hubiese encantado conocerte. —Colocó una de sus labios sobre la porcelana—. Descansa en paz, linda.

Estela se levantó a causa de escuchar un sollozo y se apresuró a abrazarme, rodeando mi torso con sus brazos. Su cercanía se sentía como una pequeña luz en medio de tanta oscuridad.

"Las estrellas necesitan oscuridad para brillar" ¿Han escuchado esa frase? Era triste que Estela estuviera rodeada de toda esa oscuridad. Su oscuridad.

—Tienes que dejarla ir —dijo contra mi pecho—. Así ella podrá estar tranquila.

Con mi mano la tomé del mentón con delicadeza, enderezando su rostro hacía el mío.

—Estela...yo no sé.

—Sí sabes...es difícil. Pero la terapia lo sana todo, a veces.

Mantener una buena salud mental es difícil, pero importante. La salud mental es tan valiosa como la física.

Estela se puso de puntillas y presionó sus labios contra los míos. Tomé su rostro entre mis manos, profundizando más los toques entre nuestros labios. No era un beso de lengua ni nada baboso. Eran esos pequeños roces que te transmitían dulzura y decían "todo estará bien."

No me consideraba de las personas que creían en los finales felices, pero quería creerle a ella. Me aterraba la idea de quererla, cuando quieres a alguien hay más probabilidades que en algún momento te duela perderla.

Perder a las personas es parte de la vida ¿No?

Todo estaría bien, o al menos eso quería pensar.

Holaa, ¿Cómo están?

Ya conocieron la parte más débil de nuestro Hades :(

La verdad, me hubiese encantado escribir más a Hela y no solo como parte del pasado de Hades.

Pd: Sí ustedes están pasando por algo así, no está mal ir al psicólogo para sanar y superar esa perdida. Se les quiere <3

Quizás después de terminar UBBLE haga un extra que contengan perspectivas de los personajes secundarios respecto a sus conflictos, Hela estará incluida.

La madre de Hades a veces dice unas cosas que me parecen insoportables, pero escribirla llorar por su hija...la sentí mucho.

¿Qué les pareció?

Gracias por leer y GRACIAS por las 200k lecturas, AHHH, les agradezco todo el apoyo. ♡

Corazón morado (💜) aquí si quieren que Hades y Estela en algún momento sean completamente felices >

Ig: sophsvc

Nos leemos el próximo SÁBADO <3

Soph.

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