Mátame Sanamente

By ashly_madriz

310K 23.8K 13.4K

Cualquiera puede creer que la vida de las porristas universitarias solo se trata de las piruetas, los chismes... More

Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Agradecimientos e información importante.
Aviso
Aviso 2

Capítulo 58 (final).

6K 229 180
By ashly_madriz

REDENCIÓN: 

Solo déjame ir, Alejandro, solo déjame ir. Ella no está rota, es solo un bebé, pero sus novios actúan como su padre, justo como su padre. Dibuja llamas que arden delante de él, y ahora él va a buscar una pelea; va a engañar a los malos. Sabes que te amo, chico, ardiente como México, regocíjate. A este punto tengo que elegir, ya no tengo nada que perder. 

Naces, creces, te reproduces y mueres.

Esa es la ley fundamental de la vida. Pero era tan terca, como para creer que si jugaba a ser Dios, mis acciones no iban a repercutir en consecuencias.

Lástima que lo aprendí muy tarde...

—Siempre lo supiste, ¿no? —Mi voz se entrecortó al dirigirme a Samantha—. Siempre lo supiste y no dijiste nada. ¿Por qué?

Su expresión se volvió triste al verme.

Las manos me temblaron, al sentir como las páginas del diario de Stacy se arrugaban por la presión que ejercieron mis dedos sobre el papel.

—Lo siento, Kira, de verdad lo siento. A veces sé con certeza que todo esto pasó por mi culpa —murmuró con un cierto aire de aflicción con el me identifiqué—. Sí, siempre lo supe, y no porque me lo dijo, sino porque lo sospechaba. Ella siempre estaba revoloteando sobre ti. Al principio pensaba que deseaba ser como tú; que te envidiaba; pero al final no era como eso. Ella esperó que la notaras, siempre lo hizo.

»O tal vez esperó a que la amaras... —Se detuvo, su voz tambaleando—. Aunque eso realmente no iba a suceder y cuando escuché tu conversación en la escuela secundaria y, me enteré de tu embarazo, pensé que al contarle esto su obsesión terminaría. ¿La verdad? Nunca pensé que todo acabaría tan mal.

»No justifico lo que hizo. Tampoco sabía que Amanda era su madre, te lo hubiese dicho porque siempre sentiré que te debo algo. No solo a ti, también a Aiden, a tu hijo e incluso a la misma Stacy. Les debo la vida gracias a todo lo que vivieron por mi culpa.

—Su muerte no es tu culpa —le dije, ya que tenía la certeza de ello—. Es mía. Tampoco eres la responsable de las decisiones que tomaron el resto. También fuiste victima en parte de toda esta mierda.

No podía contarle que la había matado... o peor aún, como la había matado.

No cuando tenía un lío mental en mi cabeza y no sabía que hacer. 

En ese instante me sentí sucia y mancillada. Como si una parte de mí se hubiese roto aún más luego de tanto tiempo. Samantha me estaba ayudando y, en su lugar, yo le estaba ocultando que era la asesina de la amiga por la que tanto lloraba.

—Claro que lo es. —No pude cuestionar sus palabras—. Si no le hubiese contado esto tal vez hoy estaría viva y tú y Aiden criarían a su hijo con tranquilidad.

Aquello me hizo sentir mal.

Era la primera vez en mi vida que quería consolar a alguien con quien no tenía un lazo físico o emocional. Al ver a Samantha pude verme a mí misma. Dos caras de una misma moneda que hicieron lo que tenían que hacer para sobrevivir.

A pesar de eso, y luego de no sensibilizarme por el dolor ajeno, mi enojado cerebro estaba diciéndome que no debería estar nerviosa; que debía esforzarme a pesar de que no podía disimular y estaba limpiando mis palmas sudadas sobre mi pantalón cada cinco minutos, viendo como Samantha comenzaba a llorar.

Me acerqué hacia ella y acuné mis palmas en su rostro, jalándola en el abrazo que no le había dado a alguien extraño en años.

No soportaba tocar a otros, pero incluso yo, también necesitaba un abrazo por toda la tristeza de una desgraciada vida.

—Esto. —Señalé al diario entre mis piernas—, ni siquiera es tu culpa. Las decisiones que Stacy tomó, que tomamos Aiden y yo, nada de eso tiene que ver contigo. Sí, estoy en el mismo punto que cuando regresé a este pueblo, tal vez incluso más atrás, pero también lamento el daño que te hice y lo lamento de verdad, Sam.

—Eres una idiota, Kira —gruñó, empujándome—. ¿Nos vamos a sentar y hablar acerca de nuestros putos sentimientos ahora? Porque prefiero a la perra mala y no a la quejica sentimental.

Su expresión asqueada me hizo carcajear al punto del dolor.

—De verdad me agradas, tanto como puede agradarme otra perra malvada, Samantha.

Las dos nos quedamos calladas y la vi moverse hasta el borde de la silla con una mueca incómoda en todo el rostro. Cada uno de nosotros estaba viviendo una guerra emocional y ella estaba sufriendo también; lo había estado haciendo por un largo tiempo. Se veía físicamente perfecta, pero tenía heridas internas que eran imposibles de sanar y al mismo tiempo, hacían que yo nunca fuera a olvidar lo que había hecho por mí en los días atrás.

De repente la vi estremecerse y ponerse de pie de la nada para acercarse de nuevo a mí. Me tomó de los hombros con rudeza y mis ojos se abrieron expectantes por su intromisión.

—Santa mierda. ¿Acaso no te das cuenta? Solo hay una persona en este maldito pueblo a la que Stacy le confiara hasta sus pecados y no soy precisamente yo.

—¿Qué quieres decirme con eso? —le pregunté con detenida aproximación—. No es que Stacy confiara en muchas personas, por lo menos no que lo sepamos.

Sus ojos oscuros brillaron con conocimiento.

—Hablo en serio, Kira. ¿Crees que no te pedirá explicaciones? ¿No estás harta de fingir? Él lleva dos años y medio esperándote. Juegas un mal juego donde eres porrista de día y de noche te preguntas qué pasará cuando lo busques. Deja el teatro, deja de actuar y termina la historia que un día comenzaste, porque yo ya no lo soporto más.

»Puede que les haya arruinado la vida a todos, pero si algo sé con certeza es que si a alguien Stacy le confió a tu hijo, o sabe algo de él, esa es Sidney.

»Así que sécate las lágrimas, Becker y conviértete esta noche en la reina del baile que siempre estuviste destinada a ser, que de mi hermana me encargaré esta noche yo. Te aseguro que por nada del mundo va a perderse la gran fiesta.

***

Entrada la tarde intenté contactar a Aiden, pero este nunca atendió a su teléfono. El olor a laca sofocaba el aire, mientras todas las participantes se miraban al espejo dando los toques finales a su vestuario.

Hannah me miró con preocupación desde su lugar como la hermana mayor que, en realidad, no era. Se lo debía todo. Desde seguir con vida hasta ayudarme a mantener el equilibrio y la cordura que me quedaba.

Debía confesar algo. Si no hubiese sido por ella nunca habría logrado salir del infierno. No solo me había ayudado durante mis días grises, también, todos esos meses en Kelsen, me había cuidado para mantenerme cuerda. Se lo debía todo. A ella y en parte a Riven.

Desde mi lugar, se pudo sentir la tensión en el aire, cuando Samantha entró luciendo un hermoso vestido largo. El tono plateado hacía contraste con su piel morena y sus rizos oscuros, cayendo sobre su espalda, la hicieron lucir como toda una reina de belleza. Esta camino hacia nosotras y se sentó a mi lado en una de las sillas altas.

Su sonrisa era cómplice y aquello me tenía cada vez más nerviosa, como si tuviera el conocimiento de que algo grande estaba a punto de pasar.

—Tu novio está buscándote, pero no lo van a dejar entrar —dijo a modo de indicación—. Será mejor que vayas por él porque puede ponerse de mal humor.

»Aunque siempre lo está.

Una especie de extraño alivio me embargó y miré hacia los lados con evidente curiosidad, comprobando lo anterior.

Me puse de pie y con algunas miradas desaprobatorias, salí hacia el exterior. Tras vestidores noté la alta figura de Aiden, quien se encontraba recostado en una de las paredes.

La expresión de su rostro era dura, al principio pensé que tal vez podía tratarse de que se sentía incómodo por el atuendo que llevaba, aunque en realidad pocas cosas podían perturbar a alguien como Aiden Jackson.

—He intentado localizarte, pero no contestabas. —Su voz fue tensa, haciéndome estremecer, pero en vez de escuchar las cosas que decía, me le quedé mirando.

Siendo consciente de que a su alrededor me seguía comportando como una mocosa y que mi necesidad por él eclipsaba todo a mi alrededor.

—Digo lo mismo —le respondí con cierto tono de reproche—. Estuve llamándote, pero que emoción, solo me atendía la contestadora.

—Debemos hablar. —Su expresión fría me heló la piel.

Era ese mismo gesto que siempre ponía cuando alguna mala noticia tenía para dar. Su ceño se fruncía en demasía y las comisuras de su boca se arrugaban con disgusto para luego soltar todo el veneno que guardaba en su interior.

—Suéltalo —le pedí, entre preocupada y nerviosa.

Pasaron unos minutos, pero este no dijo nada, en cambio, se quedó quieto, mirándome. Sus ojos bajaron por mi rostro y se detuvieron en mi torso con tanto escepticismo e introspección que me congelaba. Tal vez su estudio se debía al atuendo que llevaba y que no había usado en años.

Para mí, aquello también era de algún modo una clase de sorpresa.

El vestido lírico que estaba usando, y que todos verían al momento de la prueba de talentos, cubría escasamente mi cuerpo y era el mismo que el pasado había usado tantas veces en presentaciones y que era mi favorito. La fina organza mostraba mi silueta de una forma disimulada con transparencias sutiles; el material suave del leotardo se ajustaba de tal forma que me transportaba a un déjà vú, donde me sentía más como la versión vulnerable de mi pasado yo, y no la persona horrible en la que me había convertido un tiempo después.

—¿Vas a bailar? —habló de pronto, inquiriendo algo que era casi obvio.

—Voy a bailar.

—Vas a bailar —repitió un tiempo después.

—Voy a bailar.

La sonrisa que vino después de lo que dije fue sincera.

No solo fue eso, porque también se inclinó y me dio un casto beso en la frente que me hizo estremecer.

—Me alegra que des el paso. Debe ser liberador.

Su expresión fue melancólica, confundiéndome un poco, aunque eso no evitó que me atrajera hacia sus brazos y susurrara palabras de apoyo contra mi oído.

Iba a decirle algo más, pero una de las organizadoras apareció en el lugar frunciendo el ceño y seguro a punto de dar un regaño.

—Odio tener que terminar esto, pero ya vamos a comenzar —declaró esta con una mirada de interrogación, señalando a que caminara hacia el interior.

Una vez dentro, me deslicé en mis zapatillas de punta, percibiendo una extraña sensación de regocijo y reconocimiento en el lugar. Vi a lo lejos la figura de Aiden alejarse y luego voltear para levantar sus pulgares en alto y regalarme una sonrisa de apoyo, que me pareció algo apagada y que no hizo brillar sus ojos de forma descarada como cada vez que sonreía al lanzaba alguna broma genuina al azar.

Atando una cinta primero y la otra después me vi a mi misma, en aquella noche lluviosa de mi quinceavo cumpleaños cuando todo comenzó. Llorando en un rincón del armario de Aiden aferrada a mis rodillas mientras rogaba por mi vida.

Durante mucho tiempo me recriminé demasiadas cosas, entre ellas si esta vida era el pago de un jodido cargo del karma por forzar las cosas, aunque en realidad yo no había hecho nada. Solo había luchado por ser la reina de un tablero de ajedrez en el que desde mi nacimiento había estado condenada a ser un peón.

El de mi padre, el de mi madre, de Amanda e incluso de Stacy, quien me había llevado a matarla por una sobrecarga de rabia.

La verdad, tiempo después puede entender que la pequeña perra me había manipulado, haciendo que al final tomara su vida con mis propias manos y una mala decisión.

En un principio, yo solo había sido una niña inocente, martirizada por los cambios y el dolor. Tal vez esa era la razón por la que había apagado cada uno de mis miedos y emociones; por eso mientras usaba aquellas zapatillas, las sensaciones del momento se sentían a flor de piel.

Cuando estuve lista, la misma organizadora volvió a acercarse, indicándome que faltaban pocos minutos para comenzar. Una vez llegado el momento, todas nos agrupamos para la prueba de talentos inicial.

El lugar donde iniciaría el evento estaba ubicado en medio del campus, entre los altos edificios de la facultad de arte. Un anfiteatro grande donde los estudiantes de música se presentaban cada cierto tiempo para dar un recital.

Detrás de los vestidores, mientras nos colocaban los micrófonos inalámbricos enganchados a la ropa, podíamos observar la situación, cuando subían y bajaban el telón una candidata salía a relucir sus mayores dotes artísticos.

Baile, canto e incluso actuación. Todas dispuestas a brillar.

Durante mi turno, la multitud se encontró a oscuras y no fue hasta que la música comenzó a sonar que los grandes focos de luz iluminaron todo el lugar. Suaves notas del tercer acto del lago de los cisnes se escucharon por los altavoces del teatro. Estas se deslizaron por mis oídos, haciendo temblar mi cuerpo con un arduo reconocimiento que había olvidado años atrás. Transportándome a una especie de trance en donde solo eran mis extremidades al compás de la música.

Suaves pasos improvisados que al principio se sintieron torpes, tan torpes como la primera vez que me había deslizado dentro de unas zapatillas de punta, hasta que justo antes de empezar el estribillo mis pies vibraron como si algo extraño se hubiese apoderado de mí ser.

Mi cuerpo no me pertenecía, de hecho nunca lo hizo, era solo un instrumento para ir acorde con la música. El ballet hablaba un idioma y expresaba las oscuras emociones que, durante la mayor parte de mi vida, había ocultado. Justo en ese instante me sentía como Odile, un cisne negro, buscando la sagrada liberación, fingiendo ser alguien que no era mientras conquistaba al príncipe.

Con cada paso, con cada vuelta y giro que daba me sentía liberada. Cadenas rotas de años de sufrimiento y deseos inalcanzables y la culpa que me embargaba.

Conectada con mi danza, volví a ser consciente de un sentimiento que desde hace un tiempo no recordaba.

La culpa.

La culpaba ansiosa y cruel que me asqueaba y me hacía dormitar.

Yo era la responsable de más muertes de las que quería y podía recordar y por primera vez, las emociones y el desasosiego del dolor eran lo único que experimentaba en medio de mi crisis.

Tal vez se debía a la música clásica y a las fuertes notas de Tchaikovski que me tenían por un viaje a otra dimensión. Un espacio temporal en donde luchaba con lo que llevaba y que, entre más fuertes las cuerdas de los violines y los violonchelos sonaban, más me embargaba.

Hasta que finalmente todo se calló. Un silencio sepulcral antes de inclinarme como agradecimiento y mirar a la multitud fijamente con una sonrisa falsa.

El resultado fue ensordecedor.

Las luces brillantes del escenario, iluminando a cada persona que se encontraba de pie y daba una ovación de aplausos que me hizo sollozar, al ver el más puro ejemplo de un alma que no había olvidado como bailar.

No la porrista de trajes brillantes y pasos exuberantes. No, la persona real que en un tiempo ansiaba volver a la danza casi tanto como ansiaba vivir.

Y se sentía bien.

Así que levanté el mentón, buscando a Aiden entre las primeras filas, pero no lo encontré. Una vez todos se habían quedado en silencio el presentador se unió a mí para hacerme una pregunta antes de mencionar quienes pasaba a la ronda preliminar.

Una mano estaba detrás de su espalda, mientras que la otra sostenía unas tarjetas.

—Buenas noches, señorita Becker. Veo que hay muchos admiradores esta noche.

—Veo que sí.

—Ahora dígame, como animadora y estudiante a tiempo completo. ¿Aún tiene tiempo para desempeñar otros roles en su vida? Claro, aparte de salir de fiesta en el campus. —Este rio.

—Estoy muy comprometida con mis deberes en la escuadra, señor.

—¿Le gustan las rosas, señorita?

—Por supuesto, ¿a quién no? —le contesté, dudando.

—Porque una admiradora le ha traído algunas —confesó, señalando al público.

La mano que se encontraba detrás de su espalda se movió hacia el frente, revelando un ramo de tres rosas envueltas entre papel celofán.

Dos rosas rojas entrelazadas por sus tallos con una blanca. Estas estaban extendidas hacia mí de tal forma que indicaban que las tomara, pero en cambio, no lo hice. Mi el cuerpo se quedó en el sitio, con la vista al público y la sonrisa tambaleante.

Para muchos debió de haber parecido una falta de educación, para mí era la bandera roja más grande que estaba viendo.

Las luces móviles enfocaron directamente a alguien en una de las filas y eso captó mi atención. Una figura femenina me sonrió, cargando a un niño de cabellera oscura entre sus brazos.

La sonrisa sobre el rostro de Amanda era macabra y mi cuerpo reaccionó. Tal vez se debió al instinto de supervivencia en mi sistema o las ansias que tenía para que todo pudiera acabar, pero en casi veintiún años, nunca había podido sentir con certeza de que algo era mío, ni siquiera mi propia vida.

No fue hasta ese punto, cuando vi al niño que sostenía pacíficamente entre sus brazos, que comencé a sentir con claridad de aquello que era mío. Que era una parte de mí y que me pertenecía.

Pero por sobre todo, haría cualquier cosa por él.

Una clara señal de que lo que debía hacer estaba ante mis ojos. Lo que había esperado por tanto tiempo y que necesitaba alcanzar.

La realización de mi vida.

El hombre se quedó esperando la respuesta a su pregunta, pero yo necesitaba correr y alcanzar a la mujer que me atormentaba. Con una rapidez casi inhumana le arrebaté las rosas de la mano, tirándolas al suelo en medio de mi desesperación, para luego comenzar a caminar entre la multitud, buscando la razón que tanto me afectaba.

Los pies me ardieron al bajar del escenario y tuve unas ganas profundas de lanzarme a vomitar. Todo estaba demasiado oscuro, las luces se habían vuelto a apagar y en vez de escuchar el ruido de la gente o concentrarme donde había visto a Amanda la última vez, solo pude escuchar el llanto agudo de un bebé.

Una llanto que me partió el corazón.

Mi mente estaba bloqueada y todo pasaba muy rápido. Tan rápido que sentía que en cualquier momento iba a colapsar por la sobrecarga de mis sentidos y las emociones.

Cuando creía haber llegado al lugar que recordaba alguien me jaló del brazo, haciéndome retroceder para mirar.

—¿Vas a algún lugar? —La voz aguda de Sidney me sobresaltó. Intenté forcejear con ella para que me soltara, pero las miradas curiosas de las personas a mi alrededor me estaban asfixiando.

—¿A qué estás jugando? No te creas más lista que yo, porque te vas a quemar.

—A las perras mitómanas, Kira. ¿Acaso no lo ves? Tales como tú.

—Dame a mi hijo.

—¿Qué hijo? —Esta se pausó, yo la fulminé—. Ah, el que te espera en la torre más alta del lugar, tal vez también puedas mentirle en persona tal como lo haces con todos.

Jadeos se escucharon, haciéndome maldecir. Todo el rato había llevado el micrófono sobre mi ropa abierto, sin darme cuenta a lo que me estaba exponiendo, y que todas esas personas en el lugar, iban a hacer lo que estaba entre sus manos para dañarme, incluido a mi reputación.

Con rapidez lo arrebaté de mi vestido, arrojándolo al piso con molestia. Sidney haría lo que yo hice en mi casa con ella. Dañar su imagen, convirtiéndola en una paria social.

Ahora estaba en evidencia y tenía dos opciones, quedarme o echar correr.

Me decidí por las segunda.

Los organizadores me miraron asombrados y no supe que hacer. El evento estaba pausado porque todos estaban disfrutando de otro show. Guardé la calma y después comencé a empujar mi cuerpo lejos de su agarre, pero esta se mantuvo firme, haciéndome daño con el largo de sus uñas. Seguro estaban pensando que estaba loca. Que lo había imaginado o una mierda así, pero yo sabía con seguridad lo que había visto y necesitaba salir de allí.

Una ovación más fuerte se escuchó cuando Aiden se incorporó al lugar, arrebatando la mano de Sidney lejos y mirándola con una rabia que me hizo temblar.

Cuando volví a escuchar el llanto de un niño, mi cabeza giró hacia la entrada, la de Aiden también.

Entre él y Sidney hubo un intercambio de miradas por ver quién iba primero a ceder. Esta me estaba bloqueando el paso, así que tuve que empujarla al suelo con un golpe brusco para que me dejara caminar.

No estaba bien, aquello era una distracción. Quería a mi hijo y lo quería ya. Así que corrí, corrí lo más rápido que mis piernas y mi vestido me lo permitieron, abandonando mis zapatillas en algún sitio antes de colapsar.

—¡¿Qué mierda estás haciendo?! —escuché a Aiden en medio de la escalera gritar.

Volteé y lo miré con desesperación.

Los dos estábamos parados a la salida del teatro, justo frente a la puerta principal. Mirándonos entre desesperación y dolor.

No me había dado cuenta que Samantha también nos estaba siguiendo hasta que se acercó al lugar.

No pude responderle, los sollozos de mi hijo seguían atormentándome los oídos, pinchando mis instintos protectores y mi lado más oscuro y siniestro. Las rosas tenían un significado claro, necesitaba pagar el precio de lo que tanto anhelaba y este era uno brutal.

Amanda iba a deshacerse de él y me estaba invitando a ser testigo de ello.

Era como si supiera qué botones presionar para hacerme sentir fuera de control y ponerme en un punto crítico al que nunca hubiese querido llegar. ¿Yo? ¿Ethan o Aiden? No podía escoger. El pensamiento hizo que la rabia ardiera a través de mí.

Estaba contra la espada y la pared.

Era claro que su bandera blanca en forma de flor era que debía escoger entre uno o el otro.

Y yo había hecho una elección.

Por años, Aiden se había sacrificado por mí, esta vez yo iba a tomar su lugar. No me arrepentiría de ello.

Vagamente, escuché gritos detrás de mí, cuando volví a correr, esta vez hacia la torre principal. Reconocía que luego de andar por unos instantes, ya estábamos lo suficientemente lejos del teatro, ya que podía sentir todo y escuchar con claridad.

Kelsen era antiguo y estaba conformado por cinco torres de estilo medieval. Agrupadas una junto a la otra

Tenía que cruzar la mayoría del patio para llegar a la principal, y al no conocer del todo la universidad, no sabía exactamente hacia donde moverme. Los escalones se sentían flojos a mi alrededor y la escalera se veía interminable con cada paso que daba.

—¡Maldita sea! ¡Detente!

Eran los gritos de Aiden y Samantha en mi dirección.

Cualquier cosa que no fuese rabia o el sentido de resiliencia obstruía mis tímpanos en ese momento. Esa noche iba a darle a Amanda lo que tanto deseaba.

Ella no quería a Aiden o a mi hijo. Las dos rosas rojas significaban que, para salvarlos a ellos, debía darle algo a cambio. A mí en bandeja de plata.

Ese era su símbolo.

Al llegar hasta la torre principal, me dirigí hacia la cima, notando que la mayoría del lugar se encontraba en tinieblas y aquello no era una buena señal.

El edificio era demasiado antiguo, de piedra alta y gruesa, con un mirador que no estaba acondicionado para que los estudiantes fueran a dicho lugar y que, por consiguiente, era un criadero de grillos y ratas.

Me clavé las uñas en las palmas. Buscando entre la oscuridad a Sidney o a Amanda; ubicando a la primera con la mirada. Mis ojos siguieron los de esta, intentando obtener algún tipo de debilidad, aunque luego de un rato, pude notar que no había ni un destello de emoción en su rostro.

Se encontraba sentada en el alféizar de una ventana. Sus piernas colgando de forma descarada, mientras acunaba a un muñeco de felpa que no paraba de llorar.

De esa forma, esta me contempló, con una mezcla de curiosidad y satisfacción; susurrando la misma canción de cuna que Amanda me había cantado durante horas en mi infancia, cuando aquella noche, al desobedecer, esta había terminado por cortarme todo el cabello.

Levanté mi cabeza ligeramente, analizando cómo podía acercarme, pero el cantar de Sidney me mareaba y me transportaba a una época que necesitaba volver a bloquear.

—Escuché que tu padre fue a visitarte —dijo con una sonrisa rota—. Así que debo admitir que te subestimé a ti y a Jackson, por lo visto no cayó en la trampa. Deberías alegrarte, aún te tiene algo de confianza.

—Supongo que sí. —La voz de Aiden se escuchó con octavas fuertes justo detrás de mí.

—Nos vemos de nuevo. Es obvio que eres más que invitado a unirte al espectáculo.

La boca de Aiden se contrajo.

No entendí a que se estaba refiriendo en ese momento, pero por la mirada brillante en los ojos de este, él sí lograba hacerlo.

Samantha entró hasta la torre, trastabillando entre sus tacones y su vestido. Su rostro se tornó pálido al ver la posición en la que estaba su hermana y como sus piernas se balanceaban justo al borde un precipicio. Esta no iba a dejarse caer hacia el vacío. Todo era un jodido juego mental, solo que no lo sabíamos.

—¡Basta, Sidney! Baja de ahí —Samantha bramó.

La otra chica se le quedo mirando con burla. La estaba castigando, eso era claro.

—¿No lo disfrutas querida, hermana? —Su voz fue seca—. Tal vez esta sea la única vez que no veamos así, mientras tú eres una maldita perra traicionera yo tengo una buena misión.

»Haré que por esta noche nunca se olviden de mí.

Nos estaba distrayendo, aquello era parte de toda su psicología.

—¿Dónde está Amanda? —le decidí preguntar.

—Odio la idea de que ganes tan fácil. —Sidney rió fuerte—. Pero descuida, te lo pondré sencillo, voltea a tu izquierda.

Los rostros de todos se giraron hacia la torre de al lado. La que se encontraba lo suficientemente cerca como para poder ver quien estaba en su mirador. Desde allí se podía notar a una Amanda con un niño sentado en su regazo. Uno real, de carne y hueso, no la versión de plástico y algodón que Sidney tan sombríamente acunaba entre sus brazos con una sonrisa.

Ver a la causa de mis pesadillas tan de cerca solo podía significar que me querían muerta, y sabía que aquello estaba por llegar.

Esa era mi única oportunidad.

Escuché al resto intercambiar palabras en la habitación, pero no me importó. Luego vi a Aiden dar un paso y avanzar hacia la puerta del rincón para comprobar la perilla, pero claro, está estaba cerrada.

Las dos torres se unían por un extenso pasillo que contactaba sus miradores, la ruta más fácil era por esa pequeña puerta agrietada, casi oculta en el lugar.

Había tanta rabia dentro de mí, tanto dolor y frustración que supe que estaba bien dejarlo todo.

También pude notar a Aiden a mi lado, confundido y enojado. Otro peón jugando a ser el rey de una puta vida de la cual nunca íbamos a tener salida.

—¿Puedes abrir la puerta? —le pregunté, al probar que tampoco esta giraba.

—Puedo intentarlo —murmuró después.

Esperamos un momento, pero cuando no hubo respuesta, respiró y dio un paso atrás. Levantando el pie y haciendo que de una patada sólida el costado de la puerta se llegase a romper, despegándola así del marco con un golpe.

La madera crujió astillada y comenzó a desmoronarse contra el suelo. Irrumpimos en el pasillo. El corazón latiéndome con fuerza y mi cuerpo prácticamente vibrando ante las emociones del momento.

Mi respiración salía en jadeos desesperados. Estaba en forma, era una animadora que trotaba a diario, en consiguiente, era una buena corredora, pero me frenaba la incomodidad de mi atuendo y el miedo, haciéndome tropezar.

Todo se centraba en Amanda y yo.

Necesitábamos descender en el estrecho camino, hasta dar con la otra puerta que se abrió gracias a los empujones de Aiden. A pesar de eso, sin embargo, no me detuve, incluso cuando tuve a la persona que más odiaba al frente y deseé más que nada en el mundo matarla y hacerla sufrir con mis propias manos.

—Admito que pensé que iban a llegar antes, ya me estaba aburriendo sola —se burló esta, con una mezcla de cinismo y serenidad—. Aunque debo confesar que el pequeño me hizo compañía, ¿no?

El sudor se adhirió a mi rente, no sabiendo qué decir. Durante años esperé tenerla al frente, pero cuando la tuve, me congelé.

»¿Ninguno hablará? ¿Ni siquiera tú, Aiden? La vez pasada te portaste muy conversador.

—Conozco tus trucos retorcidos, Amanda, ¿mi hijo? ¿A cambio de qué? —repliqué con seguridad.

Volteé a ver a Aiden, pero este parecía demasiado concentrado viendo a Amanda sin creer que lo observaba era real. Sus ojos apagados y desenfocados, fijos en el bulto que cargaba.

—¿Este mocoso? —Señaló al niño, quien prácticamente gimió incómodo en sus brazos, cuando despertó luego de darle una sacudida. Lágrimas gruesas llenaron sus ojos entrecerrados y se deslizaron por sus mejillas rojas.

Quería cortarle la garganta tan profundo que hacerla sangrar sería un regalo grato más que un castigo por lastimar a un bebé indefenso.

»¿Cómo estás tan segura que es tuyo? —inquirió al mirarme.

—¿No sería más gratificante ver cómo nos derrumbamos al ver que lo tienes? Y porque claro, es obvio que lo tienes —Aiden la interrumpió riendo.

—Hay un montón de niños de ojos azules por allí, rondando por el mundo. ¿Por qué este sería el de ustedes?

¿Por qué ese era el nuestro? Porque podía sentirlo en lo más profundo de mis entrañas, lo sabía, porque nunca en la vida había sentido tantas ansias de proteger algo que no fuera a mí misma como cuando lo vi.

Ese niño era mío.

Detrás de mí resonaron unos tacones más pesados. Cuando volteé vi a Samantha acercarse; sus palmas abiertas y levantadas en señal de iba hacia ella como un símbolo de paz.

Cuando estuvo al frente, le dijo:

—Basta. Incluso yo puedo ver que es suyo. ¿Harías tanto esfuerzo si no fuera el bebé que buscan?

Sin embargo, estaba agradecida de no tener la oportunidad de descargar mi enojo y cometer un grave error que podía costarle caro a las únicas personas que amaba.

Esta llamó a Sidney, quien había llegado con nosotros, y le tendió al niño, quien de inmediato volvió a sollozar. Sus manos rodearon el pequeño cuello de mi hijo, y todos nos quedamos quietos.

Me sorprendió el hecho de que antes, tal vez por la falta de luz, no había notado que llevaba el mismo atuendo que su hermana. El hermoso vestido plateado que hacia lucirlas casi como gemelas.

Ninguno hacía nada, porque todos éramos conscientes de que iba a matarlo, e incluso Samantha era capaz de dar su vida por él.

Simulando estar tranquila y con las manos en alto, Amanda decidió acercarse. Tan cerca de mí que pude sentir el asqueroso aroma de su perfume a rosas y el olor a whiskey caro que desprendía su piel.

Desde nuestra posición, yo era la única que podía escuchar lo que tenía para decir, aún así, se inclinó hacia mi cuerpo y susurró en mi oído:

—Sé lo que hiciste, pequeña perra. Gracias por terminar el juego que un día comenzamos, mi hermosa flor.

Mis ojos abiertos se encontraron desesperados con los de Aiden. Sabía lo que había hecho. Sabía que había matado a Stacy e iba a usarlo a su favor.

Porque claro, ella había estado todo el tiempo en aquel en el lugar.

—¿Y qué quieres que haga? Si sé que de igual forma vas a matarme —murmuré, temblando.

—¿Recuerdas cuando te dije que algún día jugaríamos de nuevo al gato y al ratón? Pues haz que corran, Kira. Corre cuando te digan y no mires atrás.

—Pero...

—No me daría lástima matar a un crío, menos si es el hijo de dos criminales como ustedes.

Vi a Sidney entregarle nuevamente al niño a Amanda y a esta última comenzar a correr.

—Síguela. —La voz ronca de esta hizo que sintiera como se me ponía la piel de gallina en los brazos.

Vi a Aiden seguirla y a Samantha quedarse con Sidney en el lugar. Los monstruos no eran reales, me había dicho eso toda mi vida, pero yo era uno que no habitaba en la oscuridad, y que en cambio, fingía y simulaba ser una persona normal.

Necesitaba seguirle el paso, pero la oscuridad no me dejaba.

Una vez había llegado al patio, pude notar que el público parecía haber abandonado el teatro. Me escuché a mí misma desesperada, gritando el nombre de la mujer que tanto me atormentaba.

A la única persona que pude reconocer de entre la multitud que me aclamaba, por su cabeza roja brillante, fue a Katherine, quien me observó y luego trotó detrás de mí.

Era mi amiga, la apreciaba, por eso no la iba a involucrar.

Ya tenía la planta de los pies sangrando por las piedras del patio y el sudor corriendo por mi piel cuando pude alcanzar a Amanda y esta me miró.

—¿Siempre te ha gustado juntarte con criminales peligrosos? ¿No? —Sonrió, frotándome la nariz con el dedo índice, como solía hacer cuando era niña y mis padres estaban en casa—. Los he estado estudiando durante años. Los conozco mejor que tú.

Para otros pudo haber parecido un gesto maternal, para mí era la advertencia que no podía dejar pasar.

—Señora... —Mi voz se rompió. Un sollozo retumbó en el aire, mientras mis lágrimas cayeron por mi cuerpo, empapado así la organza de mi vestido.

—¿Qué estás dispuesta a hacer? Tú o ellos, todos sabemos a dónde van a terminar los criminales y el tiempo corre, mi flor.

Me pregunté de qué hablaba, pero lo sabía. En el fondo lo sabía.

Éramos Aiden y yo, tan diferentes, pero al mismo tiempo ambos delirantes.

Yo era frágil, demasiado frágil al respecto. Y delante de mi peor enemigo me mostraba en la capa de mi piel más desnuda.

—Haré lo que usted quiera —le dije a Amanda—. Arreglaremos esto.

—No vengas a mentirme, Kira —bramó, en su cuello se notaba la tensión—. ¿Cómo crees que vas a arreglarlo? ¿Qué puedes darme?

—Yo... —Me aclaré la garganta—. Le daré lo que sea, madrastra.

Amanda bajó los ojos hacia su cuello, revelando con sus dedos el collar con la joya ambarina que ocultaba entre su ropa, uno idéntico al que Stacy durante también tiempo llevaba.

—¿De verdad? —Resopló—. ¿Realmente me darás lo que quiero?

»¿Me darás lo que siempre me perteneció?

—Lo haré. Haré cualquier cosa por mi hijo.

—¿Y por tu vulgar novio, un asesino? No olvides que él y el mocoso son iguales. Padre e hijo. Cortados por la misma tijera.

—Lo que sea, por los dos.

Haría lo que sea por ellos, hasta quemarme en el infierno. Mi hijo era inocente, no se merecía ninguna mierda. Todo lo que había soportado a su corta edad me pesaba en el alma, e iba a ser lo que tuviera que hacer para darle una vida, incluso si yo no podía ser parte de ella y tenía que darle la mía a alguien a cambio.

Yo había muerto el día que había cometido por primera vez aquel asesinato.

Amanda asintió.

—Entonces no olvides esto, Kira, porque lo pagarás muy caro.

De repente un golpe seco se escuchó.

De esos sonidos ensordecedores, tan fuertes como cuando escuchas a algo colisionar. De mi cuerpo salió un grito y pude sentir mi garganta desgarrarse.

Lo siguiente que hubo fue sangre, mucha sangre en el piso y a mí alrededor. El asfalto estaba teñido carmesí y en medio estaba Sidney. Su cabeza rota y manchada contra el pavimento.

Líquido o rojo y espeso por todos lados.

Mis ojos terminaron borrosos por las lágrimas.

No podía creerlo, no podía actuar. No iba a moverme

¿Cómo se suponía que debía permanecer tranquila?

¿Cómo se suponía que mantendría mi cabeza en alto y no dejaría que nadie viera mi miedo?

Esa era la misión de la que hablaba.

Todos habían visto a Sidney con su hermoso vestido, volando hacia por los cielos como un ángel. Un ángel roto. También habían escuchado los sollozos de Ethan porque era casi un bebé y los de Samantha al ver caer a su hermana.

Pero entonces el mundo entero se detuvo.

Fui hasta ella y arrodillé para sostenerla. ¿Por qué mierdas se había suicidado? Ya estaba muerta, tan muerta como en el pasado la hubiese querido, pero no ahora. No en ese momento, en el que sabía que a pesar de todo su hermana la amaba.

Amanda río y todo lo que pude ver en la persona que antes no podía llamar amiga fue su cara surcada de lágrimas, el temblor de sus labios y un rostro cargado de perdida.

Ese era el castigo que Sidney le estaba dando a Samantha por traicionarla.

Me había dicho a mí misma muchas veces que no era la responsable de esas muertes, pero en realidad lo era. Mi hermoso vestido blanco teñido del rojo que desprendía la sangre en su cabeza y a pesar de eso, no pude hacer nada.

No me levanté, simplemente me quedé ahí, esperando y viendo como Samantha sollozaba y Aiden me arrastraba fuera del lugar, para que dejara a Sidney.

Mi madre.

Mi padre.

Stacy.

Miranda.

El hombre del averno.

Y ahora Sidney.

Todos eran una cadena víctimas interminables, marcadas por la tragedia que yo misma había creado.

Era un monstruo sucio y asqueroso que hizo lo que tenía que hacer para sobrevivir con mi decisión.

Todo era el jodido y siniestro plan de Amanda, que me empujaba a aceptar mi destino. Un juego terminado en donde solo había un ganador y ese no era yo.

No pude soportarlo más, así que empujé a Aiden a lo lejos, escuchándolo protestar.

Luego, Amanda me miró llena de perversión. Debía tomar mi lugar a su lado, así que me posee frente a esta. Mis brazos extendidos hasta el niño que por tanto tiempo había deseado.

Mi sorpresa fue cuando me lo entregó sin chistar.

Esperaba alguna trampa.

Me deleité por primera y única vez con el calor y el olor de la persona que más amaba y más deseada en toda mi existencia. El amor más puro, más real y al mismo tiempo más contaminado que pude haber creado.

El sentido por el que respiraba, y lo único que me mantenía para no desbordarme en la locura.

Ethan era mi razón de ser, mi razón de ser, de vivir y de estar, pero también desde un principio había sido mi razón de morir.

Había hecho tantas cosas mal, pero no iba a arrepentirme de ello, no cuando pude sentir el pequeño cuerpo de mi hijo contra el mío y los hermosos ojos que por primera vez me miraban.

En ese momento fue miedo y aprensión, haciéndome sentir como la persona más miserable del mundo.

Amanda me asintió con la cabeza para que continuara. Ya no tenía tiempo, así que con lágrimas rodando por mis mejillas, caminé hacia Aiden. Este estaba en shock y lo entendía, porque ese era el final de lo que ambos habíamos construido.

Esta vez era mi turno de sacrificarme por él, por los dos. Él Iba a hacerlo mejor que yo, era hora de salvarlo por todas esas veces que él lo había hecho por mí.

Lo amaba, desde el principio fue un amor que se fue mezclando con una obsesión enfermiza que me hacían desearlo solo para mí. Tal vez no estaba bien, pero era lo única forma en la que lo podía demostrar. Sacábamos lo mejor y lo peor el uno del otro.

Esa era nuestra forma.

—Creo que deberías sostenerlo —le supliqué, entre risas y lágrimas.

—¿Por qué me ves así? —habló de pronto, mirándome al caminar.

Sus brazos se extendieron hacia nuestro hijo, quien lo miró tranquilo, dejando de llorar. Dos pares de ojos idénticos se miraron con reconocimiento y pude ver a Aiden dejar caer algunas lágrimas por sus mejillas. Una imagen que se quedaría grabada por siempre en mi memoria.

Él supo lo que significaba.

Mirándolos así, pude entender algo, que a pesar de todo, Aiden le daría el mundo a Ethan por una sonrisa y lo quemaría por una de sus lágrimas.

—Porque siempre serás mi amigo —dije, al tiempo que limpié una lágrima de mi ojo frente a él—. Mi mejor amigo.

—¿Qué mierda estás diciendo, Kira?

—Lo siento, Aiden —volví a sollozar—. Me amaste, pero también me odiaste, me heriste y también me salvaste. Esta vez, con gratitud u odio, tú y yo ya no nos debemos nada.

***

»—Ciudadana Kira Elizabeth Becker, tiene derecho a guardar silencio. Todo lo que diga será usado en su contra; tiene derecho a un abogado, si no puede pagarlo, el estado le proporcionará uno. También puede dejar de lado su derecho a un abogado y puede proceder a contestar cualquiera de las preguntas o hacer cualquier comentario que desee sobre los cargos que se le imputan.

Se supone que las historias de amor no son talladas en secretos, teñidas con dolor y selladas con una mentira, pero esto no es exactamente una historia de amor, porque al comienzo de esta yo había quedado relegada a ser un personaje secundario. Querido lector, todos merecemos lo que labramos en vida, yo me había desecho de la protagonista, bañado en su propia sangre y tomando el papel del villano, para convertirme finalmente en la reina malvada de este cuento maldito.

Nunca fui la heroína, pero puedo decirte con certeza que siempre fui el villano.

X

Este capítulo es dedicado a Dallana Tolentino, la persona que me acompañó todo este camino. Confidente, amiga, la mejor beta del mundo y paño de lágrimas. Si sigo voy a llorar así que los espero en los agradecimientos.

Donde daré mi discurso extendido porque en este momento estoy muy sensible, por lo pronto cuéntenme:

¿Qué les pareció? La historia, el capítulo, todo.  

Aviso que habrá un live mañana en mi Instagram  a las 5:00 pm Venezuela aclarando sus dudas. 

Continue Reading

You'll Also Like

178K 4.6K 37
¿Alguien entiende el amor? Zoe lo sentirá y pondrá su mundo patas arriba. ¿Aprenderán ella y sus amigos lo que es y conlleva amar? Zoe una chica de 1...
119K 8.8K 11
Si están leyendo esto-Que es extraño ya nadie se toma el tiempo de leer la contraportada de un libro.- Es porque están a punto de adentrarse en una h...
31K 3.5K 35
Nil Johnson tiene una meta y es que su crush se fije en él, para lograr aquello decide pedirle ayuda a Ellie Brown, la popular que se lleva bien con...
6.5K 843 51
🏆Finalista #Wattys2021 [TERMINADA] Hope solo quiere ser libre. Anthony solo quiere su felicidad. Un viaje, una mentira y un amor. Todo padre busca l...