Oblación

By lasfuerzasdelpoder

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El mundo debe ser protegido de los Bestas (animales que básicamente se alimentan de carne humana), y para log... More

Personajes
Preludio
Prólogo
Capítulo I: Marina
Capítulo II: Axel
Capítulo III: Cecily
Capítulo IV: Axel
Capítulo V: Mich
Capítulo VI: Marina
Capítulo VII: Cecily
Capítulo IX: Marina
Capítulo X: Cecily
Capítulo XI: Axel
Capítulo XII: Marina
Capítulo XIII: Mich

Capítulo VIII: Axel

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By lasfuerzasdelpoder


Axel no podía ver nada más allá de las cenizas y el humo; escuchó una rama caer a unos metros de ellos, la línea naranja que cubría el tronco consumió la madera hasta reducirla ha solo astillas.

—¿Crees que puedas hacerlo?

—Puedo empeorarlo —confesó. Mich le ofreció una mano para ayudarlo a ponerse de pie.

—Inténtalo. No hay nada más que podamos hacer.

Necesitaba despejar su mente, alejarse del caos. Cecily había causado desastres como ese muy a menudo, sus emociones ejercían demasiado control sobre su poder. Así funcionaba ella, a base de sus miedos.

Alejó la imagen de Marina siendo consumida por el fuego Fényx, los gritos de Cecily y el terror de Mich. Solo necesitaba pensar en tranquilidad, en todo aquello que le generara paz.

En medio de ese bosque, donde una vez estuvo la cabaña, Axel levantó los brazos. Él no era Cecily, para Axel el fuego era una extensión de su cuerpo, de su alma. No un enemigo, se movían en armonía.

El caos debía parar.

—Funciona.

Podía sentir el calor recorriendo sus venas, sumergiéndose en su interior. Vagando por su mente. En él existía miedo, furia. Axel debía asimilarlo sin dejarse contaminar por esos sentimientos, la calma debía reinar sobre la intención de destrucción que existía en ese poder.

Sus pies de levantaron del suelo, el impacto fue directo. En el aire no quedaba nada más que el olor a madera quemada, y las cenizas volaban a su alrededor.

—Funcionó. ¿Estás bien?

—No.

Axel no podía moverse, su cuerpo se rehusaba a seguir sus órdenes. Hasta los Extractores tenían un límite, no podían exceder sus capacidades.

Mucha agua podía llenar los pulmones; permanecer mucho tiempo bajo una transformación los hacía olvidar los límites entre la mente humana y la animal. Y el fuego, podía consumir, desgastar.

—No me pertenece, Mich. Esto no es mío, no podré mantenerlo bajo control.

No quería admitirlo pero era la verdad. El fuego de Cecily se resistía a mantenerse en su interior, se rehusaba a estar en calma. Quería escapar, quería destruir.

—¿Cuánto tiempo podrás aguantar?

—No tanto.

—No sé qué hacer.

—Sé supone que eres el inteligente. Piensa en algo.

—Salgamos de aquí. Pensaré que podemos hacer sobre la marcha.

Axel no podía caminar, sus piernas apenas pudieron permanecer en pie. La mayor parte de su peso estaba sobre Mich, él buscaba en sus bolsillos. De ellos sacó un par de anillos de traslación, eran portales a corta distancia que solían utilizar los Eriline para moverse a los alrededores de la frontera.

—Tú marca el camino, sabrás a dónde ir. Yo te seguiré.

Axel no había usado uno de esos portales desde hacía mucho tiempo, nunca antes le habían gustado. Al atravesar los anillos una sensación de desprendimiento se instalaba en el cuerpo, como si una parte de él insistiera en quedarse de un lado del portal mientras la otra viajaba por el espacio.

La primera vez que los novatos hacían un salto en los portales terminaban con la cabeza metida entre las piernas, era difícil controlar el vómito. Con el tiempo, el estómago dejaba de revolverse.

—¿Seguro que puedes hacerlo?

—Sí.

Los anillos de traslación venían en pares. Un Eriline debía cruzar primero marcando el destino, un lugar conocido al detalle y de preferencia, inofensivo. No era agradable cuando tenían imprevistos, como rodar colina abajo sin poder detenerse, Axel ya había pasado por eso y sabía muy bien que no era agradable.

Eligió su apartamento en la calle 13. El lugar era pequeño pero bastaría para mantenerlos seguros hasta que pudiesen decidir que hacer, el poder divino era percibido por los Eriline desde grandes distancias. En las ciudadelas se mantenía un registro de todos los fenómenos extraños, y un incendio en medio del bosque que no había dejado nada más que un círculo enorme de cenizas llamaría mucho la atención. Tendrían un par de días cuando mucho para escapar de la Garita 43.

Axel cayó de agotamiento, los miembros le temblaban. Sentía que se desvanecería por el esfuerzo, pero debía abrir el camino para Mich o se quedaría atrapado del otro lado.

Una vez los anillos habían estado juntos en un lugar, era casi imposible separarlos. Cuando Axel viajó hasta su departamento, él anillo que quedó en mano de Mich exigió regresar con su compañero.

Axel se puso de pie, se sostenía de las paredes y el escaso mobiliario para llegar hasta el anillo dorado en medio de la sala. El portal daba vueltas en el suelo sin control, Axel se inclinó para recogerlo.

Perdió el equilibro y cayó. No podría levantarse hasta que Mich apareciera, arrojó el anillo contra la pared y el portal apareció de nuevo. Mich lo atravesó llevando el cuerpo de Cecily arrastras. Poco después, el cuerpo de Marina le siguió.

—Axel, estas… —Señaló su rostro con una mueca, Axel no entendía a lo que se refería hasta que Mich le pasó un espejo.

—Me estoy fracturando.

Las fracturas de poder eran comunes entre los Extractores, pasa cuando un Eriline excede sus capacidades. Su piel se agrieta, el poder rompe el envoltorio al que se ha visto contenido para escapar.

—¿Crees que podrás asimilarlo?

—No.

—Axel, puedes hacerlo. Pasaste los últimos años extrayendo su poder, esta vez no será diferente. Solo necesitas tiempo.

—Necesito liberarlo. Este poder no es como el tuyo, no es como el de nadie que hayamos conocido.

—Asimila tanto como puedas, hasta que no estés bien no podremos salir de aquí. Cecily lanzó una señal para que todos viniesen a nuestro encuentro. La única opción que te queda es quemar todo el maldito bosque.

Axel cerró los ojos, se dejó caer en el remolino de emociones que Cecily había depositado en su poder. Soportar ese fuego, era soportar los alaridos de dolor que soltaban las personas a las que había quemado vivas. Podía ver la gente corriendo envuelta en llamas, las construcciones cediendo, derrumbándose.

Todo era su culpa, él era Cecily, él era su poder.

De pronto en medio del caos, de sus propios gritos, se vio a sí mismo. Estaba arrodillado frente a Cecily, le decía cosas que ella no podía escuchar, se sostenía la cabeza moviéndose en posición fetal. Lo golpeaba cuando intentaba tocarla, sólo lloraba.

Ellios estaba ahí, tenía una quemadura que se extendía por el costado derecho de su rostro. Se dejó caer junto a Axel, jadeaba por el dolor.

Cecily no recordaba la conversación entre Ellios y Axel, pero él sí. Le dijo:

—El poder divino no puede dañar a los Extractores, no puede.

—No lo entiendes, niño. Esto no es poder divino.

Juntos tumbaron a Cecily en el suelo, dejaron a la vista sus pálidos antebrazos y comenzaron  la extracción. Ella se removía sin control bajo sus manos, gritaba, lloraba pidiendo piedad. Robar unas gotas de poder de un Eriline podía dejar una sensación de molestia, pero extraer todo lo que había ahí, generaba un dolor inconmensurable.

Axel perdió el control al escuchar a Mich gritar, a unos metros de él, había caído al suelo. Su cuerpo saltaba en pequeñas convulsiones.

—Él no puede soportar este poder, no fue hecho para ninguno de los dos. Debes enmascarar tu vínculo con Mika, lo matarás si no lo haces.

Era difícil hacer eso. Mantener el control sobre un poder que no deseaba ser controlado, imposible de dominar; mientras, evitabas que tu mejor amigo muriera por la misma razón. Mich sentía todo lo que él sentía, odiaba lo que Axel odiaba, y moriría si Axel lo hacía, era el precio del vínculo entre ellos.

Axel conocía la teoría respecto al vínculo. Verlo, fue desgarrador. Mich se desvanecía frente a él, porque no podía enmascarar su conexión.

—¡Axel, concéntrate! ¡Puedes hacerlo!

Cuando Axel pensaba en la vinculación, la veía como un delgado hilo blanco que los envolvía a los dos. Para enmascararlo transformó ese hilo blanco en negro, dejó que la oscuridad lo cubriera y apartara a Mich de él. Al acabar, en su cabeza se instaló una sensación de vacío, faltaba algo.

Podía sentir la vida de Mich, débil y distante. Estaba ahí, pero Axel no podía alcanzarla. Si lo hacía, destaparía la conexión y Mich no soportaría el dolor del poder de Cecily, moriría.

Cecily dejó de moverse, cayó inconsciente. Bajo sus manos, la piedra de la plaza se volvió negra, calcinada. El poder de los Eriline no podía morir, no cuando su portador seguía con vida. El fuego de Cecily era una fuerza del caos, se alimentaba y crecía cada vez que sucumbía ante la destrucción.

Axel y Ellios se pusieron de pie, su cuerpo comenzaba a llenarse de líneas rojas y naranjas, como las fisuras que creaba la lava en la tierra. Delgadas, peligrosas.

—¿Qué hacemos con esto?

—Liberarlo.

—¿Cómo? ¿Dónde?

—En la Barrera.

La barrera estaba diseñada para soportar todo tipo de ataques, con el tiempo se llenó de agujeros, pequeños espacios por donde los Hatuk y Besta se colaban desde el otro lado de la frontera, pero había sido creada por los mismo dioses, ningún poder inferior al de ellos podía dañarla.

Podían liberar todo el poder de Cecily contra la barrera y esta ni siquiera lo sentiría, resplandecería con mayor fuerza. Rechazaría el poder como lo había hecho siempre, y tanto Axel como Ellios tendrían una oportunidad para vivir.

La frontera no quedaba lejos de donde estaban, sólo a dos kilómetros a pie. Usaron un anillo de traslación para llegar ahí. El resto de la delegación se quedó atrás, debían encargarse de mantener a Cecily inconsciente. Rescatar a los heridos, si es que quedaba alguno.

—¿Listo?

—Sí.

Caminaron hasta la mancha de luz verde, morada y roja que estaba a sólo unos metros de distancia. Ahí, podías sentir la mismas sensación  fría y aterradoras que los Eriline experimentaban junto a la fogata del Edificio Blanco. Se trataba de un poder antiguo, peligroso. Nada que estuviese diseñado para ellos.

—Ahora, Axel. Libéralo, despacio.

De niño, Axel había visto a sus hermanas y otros chicos jugar con la cuerda. Dos equipos se posicionan a cada extremo de la soga, tiran se él con fuerza hasta que el equipo contrario cede y cae al charco de barro en medio de ellos.

Nunca se le permitió participar en eso, aún cuando todos aseguraban que era el juego más estúpido que había. Claro que todos parecían disfrutar de esa estupidez, como insistían en llamarlo, mientras tiraban como animales de la soga.

«Lo único que me mantiene aferrada a esa cosa es la gloria de ganar. No me gusta perder, hermanito. Pero dejar ir la soga es lo mejor que puedes sentir», le comentó Harper después de acabar un juego. No le había hecho caso a su madre sobre ponerse los guantes, y la piel se le había abierto en carne viva.

Axel sentía que tiraba de esa cuerda cada segundo que sostenía el poder de Cecily, sintió el mismo alivio que vio en los ojos de su hermana al soltarla.

La calma dio paso a la tormenta. La paz que se produjo en su interior por no sostener aquello que no le pertenecía quedó relegada a nada cuando vio la barrera.

Se suponía que no podía recibir daños, que ningún poder podía compararse a ese. Pero ahí estaba un agujero en medio de la nada. Axel y Ellios podían ver claramente a través de él, sólo había bosque del otro lado, pero no estaba la bruma trasparente que difuminaba la imagen.

—¿Qué hemos hecho?

—Observa.

Ellios presionó su hombro, lo obligó a contemplar el agujero. Sí, al principio no había nada. Luego, la barrera comenzó a llenar el espacio, se cerró. Donde había estado el hoyo, sólo quedó una pieza de luz, sus colores eran más vividos de los que Axel hubiese visto jamás.

Había viajado a la frontera desde los quince años, siempre brilló de forma débil. Lo que se alzaba frente a él irradiaba fuerza, poder.

—¿Ahora entiendes lo que es esta chica, Axel? No es como tú, no es como yo.

—Ella tiene el poder ancestral, tiene el poder de los dioses.

*

Axel despertó de sus recuerdos con un fuerte dolor de cabeza. Mich estaba sentado contra la pared, se sostenía las costillas.

—Destapaste el vínculo mientras dormías, sólo fueron unos segundos pero… —se puso de pie— bastó para sentir eso. Será mejor que yo mantenga el control sobre el vínculo mientras tú te deshaces del fuego ancestral.

Axel se puso de pie. Su rostro seguía cubierto de fisuras, parecían más pequeñas pero no lo suficientes para asimilar todo el poder de Cecily.

—¿Estuviste en el ataque de la Garita 19?

—Sí.

—¿Conoces bien el lugar? Solo necesitamos que reconozcas un punto lo suficiente para usar los anillos.

—Eso no es un problema. —Abrió la mano, en su palma estaba los anillos dorados—. Pero si lo es el hecho de que esto solo pueda usarse una vez.

—Desde la 19 solo hay cuatro días de viaje hasta la frontera, desde aquí son seis.

—¿Qué vas a hacer en la frontera? ¿Buscar una Besta con la que pelear?

—Sería de gran ayuda, pero no. Liberaré el poder de Cecily en la Barrera.

—Ese es un  buen plan. Solo es la parte uno. ¿Qué pasará cuando te deshagas de esa cosa, a dónde vamos a ir? Ya no puedo volver con los Eriline, está claro que he desertado. Vendrán aquí, justo donde un montón de fuego Fényx se liberó y acabó con medio bosque.

—Mich, cálmate. No pierdas los estribos. Cecily y yo hemos estado bien por tres años, que se agreguen dos personas más a la lista no marcará una gran diferencia.

—¿Dos? ¿Dos? ¡Te has vuelto loco!

—Estoy de acuerdo con él.

Sobre la cama estaba Marina, tenía los brazos cruzados a la altura del pecho. Parecía agotada. Los labios se le habían agrietado, la piel lucía seca y enrojecida por el calor.

—No voy a ir a ningún lado con ustedes.

—Hasta que dice algo coherente.

—Cállate, Mich. —Axel se volvió hacia Marina, sólo dio dos pasos en su dirección cuando ella pegó la espalda contra el espaldar de la cama, Axel se detuvo—. Sí, irás con nosotros. Podemos dejarte aquí, pero entonces morirás en cuestión de días.

—Eso no puedo negarlo —Mich se encogió de hombros. —Cecily dejó un gran rastro de poder dentro de ti, eres humana la única razón por la que estás con vida es porque Axel logró sacar suficiente fuego de tu interior.

—No pude sacarlo por completo.

—¡Quítalo!

—No puedo. Moriré si lo hago. —Axel caminó hasta ella, Marina no retrocedió más porque no tenía espacio para hacerlo, pero Axel la conocía demasiado bien para saber que tenía miedo. Desenredó el brazo al que Cecily se había aferrado—. Mira esto, ves la piel ennegrecida. Esta quemada, aquí es donde se originó el punto de transferencia de poder.

Por todo el brazo se extendían pequeñas líneas rojas y anaranjadas, las mismas que cubrían las manos y el rostro de Axel. Marina comenzaba a fracturarse, podría morir en cualquier momento.

—Hasta que esto no esté fuera de ti, no podrás separarte de nosotros. Estoy seguro de que puedes aguantar una semana.

Marina no apartó los ojos de Axel, lo dejó ver lo herida y molesta que se sentía. Él la había traicionado de muchas formas, jamás se lo perdonaría. Axel sabía que ese momento llegaría, nunca creyó que  Marina se vería tan involucrada en sus pecados.

Mich tuvo razón cuando dijo que nunca debió permitirse un vestigio de vida humana, él no encajaba en ella. Debía limitarse a proteger a los humanos, no relacionarse con ellos.

Marina arrancó el brazo que Axel sostenía, lo llevó a su pecho acariciando la parte lastimada. Se inclinó hacia delante, muy cerca de su rostro y dijo:

—Una semana, no más.

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