Revival +18

By nofarahway

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Eloíse está atrapada, en una mansión y en los juegos retorcidos de Víctor. +18. *** Ella despierta con amnesi... More

Aclaración Importante.
Prefacio: Revival.
Personajes.
PARTE I: Los Cazadores.
1. Amnesia.
2. Extraños.
3. Arte.
4. Pesadilla.
5. Juegos.
6. Neblina.
7. Romperte.
8. Subasta.
9. Prueba.
10. Obra Maestra [+18]
11. Pecados.
12. Secretos.
13. Suave Éxtasis [+18]
14. Cierna Ruza.
15. Rosas Blancas [+18]
17. El Cazador
18. Presas.
19. Flores Lilas.
20. Retrato Obsesivo.
21. Partida Perfecta.
Parte II: Juego de Reyes.
22. Empieza la Cacería.
23. El Tártaro.
24. Miedos.
25. Obediencia [+18]
26. Símbolos.
27. Un Ángel Caído entre Demonios.
28. El Escape.
29. La Traición.
30. Lealtad.
Final: El pájaro abrió su jaula.
Epílogo: Las Almas de los Condenados.

16. Laberintos.

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By nofarahway





Me enderecé, con mi cuerpo rezongando con cada nuevo movimiento, bajé las faldas del vestido, para después proceder con las ataduras.

Unas manos sujetaron mis muñecas, impidiendo esto, el cuerpo rígido de Víctor contra el mío, su naríz delineó mi piel sensible. Exhalé.

──Todavía estamos empezando, mi perfecta Eloíse.

Al observar nuestro reflejo, negro contra blanco, el contraste de dos opuestos bajo la luz pálida del invernadero, me recordó a una de sus pinturas, sombríos retratos, quizás a la de un demonio y su condena.

No podía estar segura sobre quien sería quien.

──¿En qué piensas? ──susurró a mi oído.

──¿En qué piensas tú?

Observé su mirada oscura empañada por el vapor del vidrio, su expresión era abrumadora, un deseo asfixiante.

Sus labios dejaron un beso en mi hombro.

──Date la vuelta.

El timbre de su teléfono nos obligó a separarnos, giré para verlo responder con hastío, sus labios pálidos en una ligera mueca.

──¿Te puedes dejar de joder y hacer las cosas bien?

No supe quién le respondió al otro lado.

──Ya voy.

──Víctor, ¿qué ocurre?

Se pasó la lengua entre los labios, observé el anillo brillar en su mano de forma casi incriminatoria. ¿Dónde había visto ese símbolo?

Mientras vagaba en suposiciones, Víctor se retiró el saco para colocarlo sobre mis hombros, no viendo tan esencial deshacer mis ataduras.

──Desátame ──Tiré de los nudos en su corbata.

──Volveré en un momento ──Apenas se despidió con un ademán rápido──. No te muevas hasta que venga por ti.

Lo vi alejarse hasta que su figura esbelta se perdió en la oscuridad, me reincorporé casi con recelo. Volví a luchar con las ataduras, pero lo había hecho como un profesional.

Froté la corbata contra el borde de cemento, esperando romperla, no sucedió.

Tanteé en el saco de Víctor, buscando algo con lo que liberarme, mi sentido común (o falta de este) me decía que ellos andaban armados, y un arma blanca siempre era necesaria en distancias cortas, si estuviera en su pantalón la hubiera sentido.

Y ahí estaba, en la parte interior de la manga, era apenas una fina hoja delgada, podía sentirla, no tenía idea de cómo Víctor planeaba sacarla, pero yo luché un buen tiempo hasta romper la costura, y lograr que cayera a mis pies.

Cuando me agaché a recogerla, escuché un ruido de pisadas, un traqueteo metálico.

Me mantuve en mi lugar, evité llamar a Víctor para no alertar a nadie de mi posición, si fuera él ya hubiera llegado por mí.

Salí por el mismo arco por donde había visto irse a Víctor, seguía obstinada en la tarea de liberarme mientras avanzaba en el laberinto de enredaderas, al menos de dos metros de alto.

El olor a las rosas nunca me había parecido tan aterrador.

Coloqué una mano en la parte derecha de la superficie más cercana, no tardé en pincharme con una espina; decidí que el ardor era una preocupación menor, y proseguí hasta encontrar la salida, manteniéndome en guardia.

Lo único que se escuchaba era el murmullo casual del agua, en una fuente que no podía estar lejos.
Ignoré el silencio sepulcral del lugar, maldiciendo a Víctor por la incomodidad que le devenía a cada paso.

Los escalofríos recorrían mi piel como susurros, el aire se volvió de repente más duro, pesado, o quizás era el miedo quien adormecía mis músculos.

Llegué a una encrucijada, tres caminos se abrieron ante mí, todos oscuros y solitarios, en uno de ellos la estatua de una mujer liberaba agua de un jarro para que cayera directo en una fuente a sus pies.

Sin dejar de mirar en esas direcciones, apoyé mi mano en la enredadera del camino a mi derecha.

Un leve crujido contra la hierba me puso en alerta, mi cuerpo se tensó al oir los pasos erráticos de alguien, avancé en pasos cortos, dando vistazos rápidos en cada dirección desde la cual pudiera llegar un posible ataque.

Mi corazón no martilleó con la misma prudencia.

Detuve mi caminar, dudando, cuando una sombra corrió sobre mí, con el chirrido metálico de las plataformas para marcar cada paso.

En un momento, fue como si incluso mi respiración pudiera delatarme. Mi cuerpo fue lento al darme una respuesta.

Corre.

El pánico reptó debajo de mi piel.

Me obligué a contener el aliento.

Permanecí rígida un momento, muy quieta, con mi corazón golpeando alocado contra mi pecho, volví a escuchar las pisadas de alguien sobre las plataformas, otra vez esas pisadas metálicas, y comencé mi huida en dirección contraria.

Corrí.

Fui rápidamente tacleada por algo, tardé un momento en recomponerme, en ser consciente de mi posición en el suelo, afiancé el agarre de mi navaja.
Había algo al acecho, alguien.

Era un hombre de baja estatura, pero de complexión mucho más grande. No caminaba con la calma arrogante de Víctor, sino que venía dando tropezones en mi dirección.

Un remalazo de terror me sacudió.

Grité con fuerza, porque sabía que mi vida dependía de ello.

El tipo no tardó en rodear mi cuello con sus manos, el aire se escapó en un momento, la violencia me dejó viendo borroso.

Presioné el cuchillo entre mis manos, por la oscuridad que me envolvía, el atacante no debería haberlo visto.

Mantuve mi mente enfocada en eso, un punto, el agarre de la empuñadura entre mis dedos, luego todo se volvía borroso.

Solo podía ver su mandíbula ensangrentada, cómo trataba de murmurar palabras pero solo salían ruidos ininteligibles.

Le habían cortado la lengua, y la estaba tomando contra mí como si yo fuera la culpable.

Mis extremidades comenzaron a ceder, puntos bailando dentro y fuera de mi visión, reafirmé el agarre en mi cuchillo, y lo clavé en su estómago.

Sus manos en mi cuello cedieron de forma casi instantánea, enterré más el filo, tomando la oportunidad, y lo arrastré hacia arriba, sintiendo la resistencia hasta que la sangre corrió entre mis puños.

Cuando su cuerpo se alejó de mí, lo siguiente que ví fue a Víctor rajando el cuello de ese tipo, lo dejó caer como un saco de papas, con la empuñadura del otro cuchillo aun sobresaliendo de su estómago.

Tosí con mi garganta quemando, lágrimas cayendo de mis ojos.

Un momento después mis manos habían sido liberadas, entendí que fue Víctor al sentirlo contra mi cuerpo. Continué tosiendo, escondiendo mi rostro en su pecho, y él trazó círculos en mi espalda.

──Arruinaste la diversión ──Gabriel cayó desde algún lado.

──¿Por qué le cortaste la lengua? ──Héctor no parecía sorprendido de su incompetencia, parecía haber salido de las sombras.

──Justicia poética.

Víctor no agregó nada, pero el olor a sangre se mezclaba con el de su colonia. Mi cuerpo tembló, el pánico ahogando cualquier reacción, y él me presionó más cerca.

Tomé la tarjeta de sus bolsillos.

──¿Atrajiste la atención de otro psicópata, persepina?

Mi garganta todavía picaba demasiado como para responder.

──Llévala arriba, Gabriel, Víctor y yo nos cargaremos de esto.

Había visto a Víctor pasar sobre la autoridad de los oficiales como si ellos le debieran pleitesía, y ahuyentar al fiscal como si no fuera más que un insecto molesto.

Con Héctor acató con obediencia, aun si podía sentir, por la tensión en su cuerpo, que la orden no le había gustado.

──Eloíse, ¿te hizo algo? ──preguntó muy despacio.

No le respondí, me alejé en busca de espacio, y Gabriel me atrapó antes de sacarnos de ahí, mi cabeza seguía mareada, pero él afianzó el agarre en mi cintura.

Dejé caer mi peso contra su cuerpo.

La fiesta aun resonaba en la distancia, mientras andábamos por los corredores de la mansión, un tétrico tejido de caminos.

Todavía temblaba cuando llegamos a mi habitación, él cerró la puerta detrás de sí, dejó su espalda apoyada ahí, escondiendo su mirada de mi inquisición.

Por un momento no hubo ironía, sarcasmo, nada de esconderse detrás de puyas o miradas cargadas de malicia.

Me abracé a mí misma, sin poder alejar el frío de mi piel, notando que el saco de Víctor se había caído en algún punto.

La oscuridad de la habitación nos envolvió a a ambos.

──Dime quién era ──exigí, dientes castañeando y los temblores recorriendo mi cuerpo──. Intentó atacarme, lo hizo como si me conociera, dime quién era.

Sonrió con un encanto aterrador, él tenía todo un repertorio de sonrisas tan macabras como atrayentes.

──Eso lo sabes tú.

──Déjate de acertijos.

Cuando caminó hacia mí, le sostuve la mirada en alto.
Él mantuvo las manos en los bolsillos de su pantalón de vestir, iba por completo de negro; a diferencia de Víctor, él lucía más como un condenado que como verdugo.

──Él, ví su foto en la comisaría, es el tipo al que andaban buscando, él… ──insistí, sin poder acomodar las palabras de forma coherente.

──¿Él?

──Me defendí ──Mis dientes castañearon, tan insegura como para que Gabriel me rebatiera──. Porque ese tipo, intentó asesinarme.

Sus ojos verdes fueron un poco menos suspicaces, y algo más melancólicos.

──Eloíse ──Posó sus ojos para retener los míos──. ¿Crees que..?

──Víctor fue quien lo asesinó, el que rajó la garganta y el que...

──Shh.

Me sentó al borde de la cama, pero se mantuvo de pie en la distancia. Un momento pareció una eternidad, yo seguía temblando mientras él continuaba su juicio.

Prosiguió perdido en el silencio, todo su repertorio de frases parecía agotado.

Luego de lo que me parecieron años, Gabriel se arrodilló frente a mí. Con un pañuelo, limpió la sangre de mis manos, intenté alejarlo al notar que la mancha seguía ahí, pero retuvo mi muñeca con fuerza.

Continuó con su tarea hasta que el trazo de sangre se borró de mis palmas.

──Ven, será mejor que te des un baño.

Tragué con fuerza, antes de que pudiera rebatir, Gabriel me dejó sola en la oscuridad.

Varios golpes me despertaron en la madrugada, no abrí la puerta aun sabiendo quien estaba del otro lado.

Gabriel permaneció ido todo el tiempo que tardé en salir del baño, me prestó una camisa y no tuvo problema en que ocupara su cama, pero apenas me metí entre las sábanas, lo escuché caminar hacia la puerta.

──Gabriel, ¿realmente crees que lo hice? ──Mi voz fue tan frágil como un hilo.

Ni siquiera volteó antes de despedirse.

──Duerme, persepina.

Todavía podía escuchar la insistencia con la que que lo llamé, pero él se fue sin darme mi respuesta.

Me oculté mejor de los aporreos de Víctor, mí cuerpo relajándose apenas, en el momento en que pareció marcharse, porque hubiera abierto la puerta ante el siguiente golpe y entonces todo se hubiera desmoronado.

Agradecí que Gabriel le hubiera echado seguro a la puerta.

Permanecí en alerta un largo rato, sola en la penumbra y susurro gélido de la noche, cuando perdí la vigía, los sueños llegaron en extraños retazos de memorias perdidas.

Podía escuchar las pisadas en la lluvia, el olor a tierra mojada, el repiqueteo contra el pavimento antiguo y las copas de los árboles goteando sobre el techo de la capilla.

La risa embotada de Serena mientras corríamos en nuestro escape hacia la parte trasera, mi corazón latiendo muy rápido hasta llegar al resguardo de la galería, con el cielo gris sobre nosotras como si ya nos estuviera condenando.

Serena rebuscó en el bolsillo de la chaqueta de su uniforme, cuando encontró lo que buscaba, colocó un cigarrillo entre sus labios.

──No deberías fumar ──le recordé.

Mis padres me habían enviado al Internado de Santa Ana, para que obedeciera todas las reglas que ellos estaban demasiado ocupados como para enseñarme.

──No fumes, no bebas, no folles, nunca nos dejan hacer nada.

Yo quería decirle que para mí Serena hacía muchas cosas, que difícilmente la veía obedecer una regla, ella sonrió, desobedeciendo otra.

Encendió la colilla con el mechero que tenía el logo del Internado.

El recuerdo llegó a mí con la intensidad de una ola, para dispersarse con la misma rapidez, dejándome tan aturdida como si me hubiera arrastrado debajo del agua.

En la esquina de la habitación ví a Serena sonreír, con sus dientes blancos y ojos de largas pestañas, se acercó hasta tomar un mechón de mi pelo, su roce me recorrió como un escalofrío.

──En tan poco tiempo ya encontraste un reemplazo para mí, siempre tan influenciable, siempre tan dependiente, pajarito.

Hola, hola.

Ya tenemos el primer vistazo de la vida de Eloíse.

¿Qué opinan?

Sé que muchos andan medio perdidxs, así que pensé que podría abrir una cajita de preguntas en Instagram para que puedan dejar todas sus dudas y yo voy a ir contestando.

Si les gusta la idea comenten aquí:
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