Mátame Sanamente

By ashly_madriz

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Cualquiera puede creer que la vida de las porristas universitarias solo se trata de las piruetas, los chismes... More

Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 58 (final).
Agradecimientos e información importante.
Aviso
Aviso 2

Capítulo 57

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By ashly_madriz

RUTA SIN SALIDA:

Eres mi único sol, el único en mi mundo. Florezco por ti pero aunque aún siento sed. Es tarde, muy tarde, ya no puedo vivir sin ti; me  estoy marchitando. Es como si fueras un sueño vacío y aunque corra como un loco sigo estando en el mismo lugar.  


AIDEN

—¿En serio tenemos que hacer esta mierda? —Mi compañero de equipo, Méndez, murmuró a mi lado, deteniéndose para hacer los últimos ajustes en el nudo de su corbata, antes de voltear al verme.

Al mismo tiempo yo también comprobé la mía, dándole a mi compañero una sonrisa ladeada a través del espejo en su lugar.

Durante los últimos días había perdido la noción del tiempo. La muerte del padre de Kira, el estrés de las finales y el comenzar de la postemporada, más todo el show de asistir a un concurso de belleza, solo conformaban parte de un absurdo ritual para complacer al entrenador con cierto tipo labor social por si perdíamos el pase al juego y la final.

La última vez que me había puesto un traje había sido para el funeral de Stacy, lo que me llevaba a pensar en la noche anterior desde que había dejado a Kira en la mañana. Su actitud preocupada, sumada a la falta de sueño y el no recordar su compromiso como la candidata favorita de todo el lugar hablaba más que sus palabras desenfrenadas.

La verdad, pensaba que iba a tomarse peor lo del asesinato de su padre, pero era uno menos en la lista para acabar, y si Kira no se aparecía esa noche luciendo su mejor vestido de concurso, realmente me iba a preocupar.

—¿Tu novia va a participar, Jackson? —preguntó el entrenador, mientras se dirigía hacia mí—. Felicítala de mi parte.

—Sí, señor —afirmé asintiendo.

Aunque, la verdad, era que no sabía a ciencia cierta si Kira iba a llegar, le había mandado docenas de mensajes recordándole aparecer y si no lo hacía alguna excusa debía inventar.

Samantha estaba en casa, le había pedido vigilarla y avisarme por si algo andaba mal, pero esta nunca quería contestar.

La charla con mis compañeros se tornó aburrida y tediosa, hasta que finalmente el entrenador nos indicó que podíamos irnos y regresar a la hora asignada, antes de levantarme para irme, este se giró para verme.

—Será una noche larga —aseguró—. Y, chico, hay alguien esperándote afuera.

Desconcertado, me puse de pie y comencé a caminar por los pasillos del gimnasio hasta la salida. El traje me asfixiaba, apretándome demasiado el cuello y la tensión en mis hombros tampoco ayudaba para aligerar el ambiente.

Cuando finalmente llegué al estacionamiento tuve que parpadear un par de veces para captar que la imagen que veía era real y no una alucinación producto de estar sentado horas al lado de Riven quien se la pasaba fumando.

Me quedé estático, no creyendo lo que veía.

Luna estaba frente a mí, pero lucía como alguien más. Para nada como la chica de aspecto dulce y reservado que normalmente era, e incluso podría confundirse con el estereotipo de chica que Kira y Samantha frecuentaban o con una modelo de la portada de Sport Illustrated.

—¿Tienes algo de tiempo? —me preguntó la chica.

Su voz seguía teniendo ese tono dulce y calmado, aunque no solo su aspecto era diferente sino también su presencia que se sentía más bien forzada.

Alcé una ceja en su dirección y esta se acercó tambaleando como un ciervo interceptado por la luz de un faro.

El maquillaje en exceso, el cabello perfectamente arreglado de un tono castaño y el diminuto vestido que llevaba y que se adaptaba a sus escasas curvas como una segunda piel solo complementaban el gigante bolso con estampado de piel que aferraba a su pecho como si fuese lo último que hiciera en su vida.

—Sí, supongo que tengo algo de tiempo —le contesté sin apremio.

Quería correr por un rato o hacer algo que rara vez hacía; quemar adrenalina en la jaula, no sentarme a hablar con Luna, a pesar de eso, su presencia se sentía extraña.

—¿Es mucha la sorpresa? —me inquirió ella, haciendo que desviara la vista y me concentrara en responder a la conversación—. Por favor, no me mires así parece que estás viendo a un extraterrestre y eso me intimida.

—Disculpa, no era mi intención, pero sí —opiné con sinceridad—, luces diferente, no exactamente como tú. ¿A qué se debe el cambio?

Ella hundió las cejas, no con molestia, sino más bien con vergüenza mezclada con preocupación. Entre nosotros ya no había ese nivel de confianza.

—La ocasión de hoy amerita el cambio. Entre tantas mujeres sensuales, ¿por qué no también yo?

—Pensaba que no te iban esa clase de estereotipos, pero ya veo que no —murmuré examinándola.

—¿Crees que podamos hablar? Sinceramente la última vez que nos vimos las cosas no terminaron tan bien.

»Hice o dije algo que te molestara, ¿no?

—Para nada, Luna, el problema no eres tú, soy yo.

No estaba muy convencido de aquella conversación, pero estaba intentando ser sincero. Un segundo después, Miré a los lados para asegurarme de que nadie escuchara nuestra conversación, luego le dije:

»¿De qué quieres hablar?

—Me he preguntado todos estos días cómo has estado, cómo te has sentido, ya sabes luego de lo de la fiesta todo fue un desastre.

—Bien, supongo. ¿Cómo debería estar?

—Esa noche lucias desesperado, jamás te había visto tomar y ni siquiera yo sabía que estábamos haciendo allí o para que nos invitaron. Todas esas acusaciones, los comentarios sobre Samantha y lo último que escuché, ni siquiera creo que sea verdad.

Se detuvo con un gesto de molestia; por mi parte no sabía hacia donde estaba yendo toda la conversación. Una vez tuvo valor, inquirió

»¿Todo lo que dijo es verdad?

Las palabras de Luna hicieron un corto circuito en mi mente. Me esforcé en identificarlo, ya que comenzaba a sospechar que algo no andaba bien.

No era coincidencia.

—¿Por qué no sería verdad? ¿Qué razones crees que tendría alguien como Kira Becker para mentir? —le pregunté con suspicacia, esbozando una sonrisa para poder controlarla—. Creo que dijo la pura de verdad.

—Eres demasiado bueno. Intenté buscarte, pero casi huiste en el estacionamiento mientras hablabas con esa mujer.

En ese momento, me quedé perplejo. Había dado en el clavo.

—¿Qué? —solté desconcertado—. ¿A qué te refieres?

—¿La mujer del otro día? —indicó Luna—. ¿La rubia, muy elegante? Supuse que era la madre de Kira, ¿no? Desde lejos pude notar que ambas huelen al mismo perfume caro y usan el mismo número de tinte.

Su expresión se oscureció.

La advertencia brillando en mi mente. No confiaba en nadie, pero Luna nunca había dado un motivo real para sospechar más que su —hasta cierto punto— forzada inocencia. No hasta que había vuelto con Kira su comportamiento había comenzado a tornarse irracional.

Era recelosa y tendía a gustarle la cizaña. Al principio pensaba que solo eran celos o rabia por mi rechazo y el beso en los baños; ese día su aspecto confirmaba lo anterior. Luna no era tan inocente como aparentaba y sus preguntas nunca habían sido a la ligera.

—Espera... ¿Vienes a decirme eso luego de un mes? ¿Por qué o para qué? Ni siquiera te concierne o tiene que ver contigo.

La observé por un instante y entendí la situación. Quise preguntarle cómo sabía eso, pero lo obvio estaba ahí; días después de la fiesta me había visto discutiendo con Amanda. La mujer no se parecía en nada a Kira, así que no podía sacar de la nada una conclusión como aquella. Tenía que haber algo más.

Apagué el modo de alerta y tomé algo de aire para disimular. Si sabía o tenía algo iba a sacarle la verdad.

Las mejillas de la chica se tornaron de un rojo profundo, se quedó callada, aunque algunos segundos después escuché su voz:

—No es para que me hables así, Aiden. Entiendo que no sea mi problema, pero quiero ayudarte.

»Somos amigos, ¿no? Estoy aquí para ayudarte y escucharte, entiendo que no debe ser para nada fácil esta situación.

—Claro que somos amigos —le afirmé con duda—. ¿Por qué no lo seríamos?

Luna mantuvo la vista fija en algún punto y la cara seria. No tenía ganas de hablar con ella o seguir respondiendo a cosas absurdas, no cuando estaba tan tenso y sospechaba que algo andaba mal.

¿Por qué mencionar a Amanda? No era tan estúpido, tal vez ella sí lo era y acababa de cagarla.

De repente Luna soltó una risa absurda y burlona que me incómodo.

—Porque me gustas y creo que yo también te gusto, ¿no?

—¿Por qué me gustarías? Tengo novia —le respondí, no queriendo sonar tan duro.

Esta pareció irritada, muy irritada.

—Porque puedo ver como miras, Aiden. Sé que te gusto, que algo de mí te gusta. Solo mira el cambio... Soy algo más de tu tipo, tal vez en este momento no lo entiendas; estoy segura de que después me darás las gracias.

—¿Por qué te agradecería? Tu amistad es suficiente, no debes darme nada.

Cuando terminé de hablar, soltó el bolso que llevaba abrazado desde que la había visto aquella tarde. Se inclinó sobre este, y con las manos tambaleantes, comenzó a rebuscar hasta dar con un sobre manila que guardaba en él.

Me lo extendió acercándose a pasos lentos y yo lo rechacé con la mano, apartándolo hacia un lado, este acto la sorprendió, por lo que rápidamente se lo llevó contra el pecho protegiendo el contenido que este albergaba.

—No me interesa ver qué necesitas mostrarme, Luna. Lo que menos necesito es llenarme la cabeza con más mierda y eso es lo que haces justo ahora confesándome tu amor. ¿Por qué en este momento? Tuviste meses para ello.

—No estaba lista para ello, ¿cuál era la probabilidad de que te fijaras en mí? —confesó, dudando un momento pero luego reunió el valor para seguir—: Luego ella llegó junto cuando realmente aprecias interesado y te olvidaste por completo de que siquiera estábamos saliendo.

—Estás loca. —Resoplé, al tiempo que deslicé la mirada hacia su rostro—. Yo nunca te dije que estábamos saliendo. Nos besamos y salimos un par de veces, nunca te dije que quería una relación, solo amistad.

Hubo un estado de silencio por un momento. La chica que tenía al frente parecía herida y algo derrotada. El ambiente carecía de respuesta y por otro lado yo era el culpable.

Culpa.

Yo sentía culpa, un sentimiento que solo aparecía cuando lastimaba a quien creía inocente.

—Nunca fue mi intención lastimarte —hablé con sinceridad—. No era mi intención, no estaba jugando contigo. No soy de los que tienen novia.

Ella apartó la vista, luego murmuró:

—Es por tu hijo, ¿no?

—¿Qué te hace pensar que es por mi hijo?

Su expresión se tornó pálida. Había dado en el clavo.

Al mismo tiempo yo intenté mantenerme sereno y que mi voz no delatara mi posición agresiva. Ella sabía algo, ese sobre al que se aferraba desesperadamente hablaba por sí solo. Iba a jugar un juego peligroso y me gustaba ganar. Iba a utilizar a Luna como un peón el cual necesitaba sacrificar.

—Porque ningún hombre estaría seguro de una paternidad que aparece de la noche a la mañana, créelo. ¿Por qué contigo sería diferente? —Se rió, pero había tristeza en su sonrisa—. Sé sincero, creo que lo merezco luego de todo esto. ¿Es la única razón por la que estás con ella?

»Ella te hizo daño, tan solo mira como está tu relación con Riven. Antes de que llegara, ustedes parecían casi como hermanos.

—Sé que se siente crecer sin padre, no quiero que mi hijo pase por eso —le aclaré.

Riven y yo nos detestamos la mayoría del tiempo y eso no era gracias a Kira. Entre nosotros, desde niños, existía una constante competencia. Yo quería a Kira, pero si Luna se creía todo el cuento iba a ser lo mejor.

»Aunque creo que tienes razón. Merezco algo mejor, sin tantos problemas. Alguien que me haga sentir mejor.

—Puedo ayudarte a sentirte mejor —dijo lento y con cierta insinuación.

No era un imbécil sabía qué botones tocar para que soltara la sopa.

—Un café me haría sentir mejor. ¿Te apetece?

***

Ni siquiera me gustaba el café, pero ahí estaba, sentado en el asiento de mi camioneta con Luna al lado tomando un cappuccino espeso. No había dicho más nada fuera de lo normal y a pesar de eso su nerviosismo la delataba.

Yo era consciente de cómo se comportaba a mi alrededor. Sus piernas inquietas y el mirar en repetidas veces a la pantalla de su teléfono, como si estuviera esperando un mensaje, me decía que ocultaba algo.

Necesitaba apurarme y regresar a la universidad, comunicarme con Samantha y comprobar que el concurso de belleza transcurriera para Kira con tranquilidad.

—Luces pensativo —habló de pronto Luna, al mismo tiempo que se acercó a mí dándole un largo sorbo a su café.

Enseguida el olor invadió mis fosas nasales causando desagrado. No me gusta el café.

—Estoy estresado —le respondí con conformidad.

—Desde que comenzó el semestre estás estresado. ¿Cómo lo alivias? Si es que pareces enojado todo el tiempo. —Esta sonrió.

Aquello lo vi como una oportunidad, por lo que comencé a decir, sonriendo:

—Entreno, hago ejercicio y follo. Hago sangrar algunos cuerpos y luego sigo follando.

—¿Follas? —Luna pareció atragantarse tras sus palabras—. ¿Te follabas a alguien mientras salíamos?

Yo reí.

—Sí. ¿Qué esperabas? No soy un monje. Tal vez no lo sepas, pero es divertido.

Las cosas estaban... tensas. Jodidamente muy tensas.

Luna me estaba sosteniendo la mirada con fuerza. No habíamos hablado de Kira ni del bebé desde que nos habíamos visto esa tarde. Le dije que no quería hablar de eso con ella, y lo decía en serio. Estaba comenzando a preguntarme cuándo iba a sacar de nuevo el tema.

Mientras tanto, en casa tenía a mi chica tratando de actuar como si todo estuviera bien a pesar de que estaba al borde todo el tiempo.

Después de unos minutos de desastre, Luna dijo:

—¿Y porque nosotros nunca... ¿Tú sabes?

—¿Follar? Llámalo por lo que es. No me gustaría ser tu primera vez. Tú dijiste que nunca te habías acostado con alguien. ¿O lo olvidas?

—En realidad lo he hecho, tengo suficiente experiencia.

Su expresión cambió.

Al principio, pensé que estaba hablando de tener un novio, pero no era así; la miré confundido. Sus ojos estaban puestos al este de la curva a un lado de la carretera. Allí, donde estábamos estacionados y no había nada más que bosque al otro lado de la calle,

—¿Puedo preguntarte algo? —Ella asintió—. ¿Por qué mientes? No creo que engañándome me vayas a gustar más, pero en realidad, me gustan las chicas malas, Luna, pero no me gustan las mentiras.

—Lo hice Aiden, mentí —contestó. No me sorprendió en nada—. Y creo que es la razón por la que me gustan los chicos buenos, Aiden. Tú asumiste mis palabras por tus prejuicios, así que te dejé creer lo que pensé que era lo mejor para nosotros.

—Extrañaba esto sabes —murmuré con falsa emoción—. Poder conversar horas y perder la noción del tiempo; es algo que nunca he podido hacer con alguien más. Soy de pocas palabras.

—¿Entonces por qué me dejaste? ¿Por qué la preferiste a ella? —continuó.

No contesté. No tenía ni idea de qué decir. Mi mente estaba desgarrada en una docena de direcciones diferentes. Entonces, empecé a sentirme culpable por eso. La mujer que amaba era la madre de mi hijo. Mientras tanto, yo estaba pasando tiempo con una desconocida y no sabía una mierda de lo que estaba pasando con ella o lo que debería ser.

—Si es por tu hijo, puedes hacerte responsable de él; muchos padres lo hacen. No debería preocuparte tanto, seguro estará bien cuidado, la madre de Kira lo haría por ti, si supieras dónde está.

Las palabras de Luna se repitieron en mi mente como una montaña rusa.

Si supieras donde esta...

Al carajo. No muchas personas sabían eso. Nadie que no perteneciera a nuestro mundo, ¿cómo entonces Luna iba a saberlo?

No muchas cosas me molestaban y no demasiadas cosas hacían enojarme, pero en ese momento estaba a punto de explotar. Mi estómago se sintió hueco, adolorido como si no hubiera comido en días.

Estiré la mano, llevando el cabello detrás de su oreja y tuve la sensación de que me estaba quemando la mano.

—Me parece justo —dije cuando se quedó callada—. Pero tengo algo que proponerte.

La esquina de su boca se inclinó en una sonrisa.

»¿No te excita la sensación de peligro? Esas ansias que sientes cuando tienes la adrenalina al límite y sabes que estás haciendo algo malo.

—Eres un chico bueno, Aiden, y yo puedo ser tan mala como ella, lo sabes ¿no?

—Claro que lo sé. —Por un instante, pareció segura de que la besaría. Se acercó hacia mí y sus labios se separaron en una mezcla de anticipación y nervios, pero en cambio me incliné hacia su oído diciendo: —Me gustas Luna, claro que lo haces, pero me gustaría mas tenerte de rodillas.

»A veces los lobos se hacen pasar por corderos inofensivos y tú cometiste un error al no notar que yo era uno.

La vi moverse, juntando su pecho contra el mío, empujándome hacia atrás hasta que estuve contra el asiento. Esta se inclinó hacia adelante después, mirándome a los ojos; pupilas dilatadas y la cara caliente.

Sus manos se deslizaron a mi cuello para besarme. Su cuerpo tocando el mío en una forma que me desagradaba, pero que era suficiente para excitarla y ponerla a mi merced.

Estaba quieta y sumisa, una cualidad que no me agradaba de las mujeres. Dejé que me besara hasta que escuché el tintineo de la hebilla de mi cinturón, luego el deslizamiento de la cremallera.

Una rabia ardiente seguida del frío miedo. Aquello hizo que aprovechara su distracción con mi cinturón para moverme hacia un lado y tantear el arma que siempre guardaba al lado de la puerta y la retuve entre mi mano.

—A veces pienso que no fui lo suficientemente sincero contigo, y es porque en realidad no lo fui —hablé, captando su atención—. ¿Y sabes por qué, Luna? Porque eres un dolor en el culo, y de los peores.

No le di tiempo de reacción, mucho menos de hablar, cuando un segundo después mi arma se estaba deslizando hacia un lado de su cabeza y mi mano contraria la estaba reteniendo del cuello.

—Así es como van a ser las cosas. —La sostuve—. No estoy ni estuve tratando de meterme en tus pantalones. Eso me daría asco, pues solo estaba contigo por algo de diversión.

La escuché presionar los dientes.

No lloro ni grito. Ni una sola vez.

Cada maldito músculo de mi cuerpo estaba tenso y no recordaba la última vez en mi vida que me había sentido con tantas ganas de asesinar a alguien. No eran solo palabras y no iba a medir mi crueldad. No cuando había cavado su propia tumba al mencionar a mi hijo.

Algo me había poseído y no me avergonzaba.

—¡No es a mí a quien debes tratar de herir! —replicó.

Las lágrimas inmediatamente inundaron sus ojos, y mi mentón comenzó a temblar. Tragué el nudo, provocándome dolor de estómago, y sentí como si quisiera hundirme en un agujero, desaparecer y olvidar.

Las víctimas normales se retorcían cagadas de miedo. Tenía un arma en la cabeza y solo estaba fingiendo llorar; después de todo, no era tan inocente.

—¿Sabes qué es lo que más odio de alguien? —Esta intentó alzar la mirada—. Que me mienta, y tú, Luna. Se supone que no debías saber esas cosas de mi hijo.

—No te lo estoy ocultando —insistió, con desafío en sus ojos.

—¿Sí? —La incité—. ¿Y cómo mierdas te enteraste que no sé dónde está mi hijo?

—¡Por qué lo escuché! —bramó sollozando.

—¿Es eso cierto? No podías haberlo escuchado de nadie. No soy tan estúpido, Luna. Tal vez creíste que lo era, pero no lo soy, incluso puedo matarte sin que me duela.

»Tienes diez segundos.

Se quedó quieta, tan quieta que era obvio que estaba meditando su respuesta.

—Sidney me lo contó.

—¿Sidney? —pregunté ligeramente. Su rostro estaba rojo y la acerqué a mí un poco más—. Cuéntame más. —Su aliento cayó a lo largo de mis labios—. Quiero saber entonces por qué mencionaste a su madrastra, pequeña mentirosa.

—Pensé que yo era diferente, que te gustaba, que me gustabas, ¿no?

Su mirada suplicante me hizo carcajear. La cuestionaba a ella y a su pasado; no era la chica con la que compartía clases.

—Le gusto a medio campus, Luna. ¿Crees que soy imbécil? Soy consciente de como parecen respirar unicornios y colores a mi alrededor. ¿Pero tú? Tú realmente me gustas lo mismo que las anémonas. Tal vez debiste escuchar que siempre me gustaron las rubias.

—Ya que no me quieres, tal vez quieras ver lo que Amanda tiene para ti, Aiden. Ya que mientras tú llorabas tres años por esa perra y yo intentaba cuidarte, ella se retorcía en un manicomio. ¿O no te lo dijo?

»¡Qué hermosa es Europa! Tal vez ni lo recuerde porque todo este tiempo estuvo internada en un sanatorio mental como la loca que es!

—¿De qué coño hablas? —Contuve la respiración—. Sabes que digas lo que digas no me importará.

—Mira el sobre, Aiden. Lo traje para ti, es lo menos que puedes hacer.

Luna sonrió sin alegría y de sus piernas levantó aquel sobre amarillo que me tendió entre las manos.

Kira Elizabeth Becker:

17 años.

Soltera.

Oklahoma, EE.UU.

Calidad de la información: buena.

Estado: desaparecida.

Me detuve para leer la información. 

Durante seis meses ingresó a la Unidad de Agudos de Psiquiatría por alteraciones de la conducta, abandono de la medicación y severo caso de pseudociesis (embarazo fantasma) que próximamente comenzará a ser tratado.

Durante su primera semana recluida se le realizaron diferentes exámenes de exploración psicopatológica consciente.

Escasamente colaboradora, difícilmente abordable. Mal nivel de atención. Actitud hostil y retadora.

Cada párrafo estaba decorado por fotos que me helaron la sangre de una Kira enferma y demacrada con un bata de hospital y rasguños sobre la piel.

Se veía enferma y demacrada. No como la persona que en realidad era.

Lenguaje cargado de palabras malsonantes e insultos; discurso centrado en terceras personas, mencionando considerar culpables de todo lo que le ocurre. Fácil irritabilidad.

Mantiene una actitud fría, con el tema de la violencia, mostrándose indiferente ante las consecuencias negativas de la violencia, incluso sonriendo al hablar de armas de fuego, sangre.

Ansiedad por situaciones del pasado. Pensamiento inflexible y mágico sobre la necesidad de venganza ante la situación que ella percibe como acoso, maltrato violencia sufrida en su infancia y adolescencia.

Búsqueda de comportamientos macabros, reconoce querer generar miedo como defensa ante posibles agresiones. Incumplimiento de normas sociales. Dificultades para empatizar con los demás; nula percepción emocional.

Dificultad de relación con sus iguales (complejo de superioridad), le cuesta entender los sentimientos y reacciones de las personas. Suele sufrir alteraciones del curso del contenido del pensamiento y alteraciones a un nivel de autoflagelación. Ideas de muerte y agresividad verbal contra el personal y sus compañeros.

Poca tolerancia a la frustración (suele responder con violencia).

Se mantiene el diagnóstico a juicio del psiquiatra.

—Está lejos de estar bien, Aiden —murmuró Luna cuando terminé de leer—. No hay ningún hijo entre ustedes; ella siempre te mintió. ¿Y sabes qué es lo peor? Que si solo estuvo seis meses en esa ratonera pudo verte a ti en cualquier momento.

»¿Por qué no lo hizo? ¿Dónde estuvo todo este tiempo?

—¿Y por qué tú me tendiste esta trampa, Luna? ¿Tanto deseas lo que no puedes tener?

X

Estoy pasando por un momento de crisis y sé que solo queda el cap final. He pasado por un bloqueo espantoso, tan espantoso que no sabía qué hacer. Soy una estudiante en mi último semestre de la universidad y mientras que por un lado eso me tiene muy feliz, por el otro siento que parare a loca si no termino mi proyecto de grado.

Disculpen la demora.

¿Les gusto el cap?

¿Opiniones?

¿Qué creen que pasará? Solo queda el capítulo final y me tiene tan ansiosa como a ustedes.

Muchas gracias por leer, votar y comentar. XOXO; Ashly. 

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