Revival +18

By nofarahway

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Eloíse está atrapada, en una mansión y en los juegos retorcidos de Víctor. +18. *** Ella despierta con amnesi... More

Aclaración Importante.
Prefacio: Revival.
Personajes.
PARTE I: Los Cazadores.
1. Amnesia.
2. Extraños.
3. Arte.
4. Pesadilla.
5. Juegos.
6. Neblina.
7. Romperte.
8. Subasta.
9. Prueba.
10. Obra Maestra [+18]
11. Pecados.
12. Secretos.
13. Suave Éxtasis [+18]
14. Cierna Ruza.
16. Laberintos.
17. El Cazador
18. Presas.
19. Flores Lilas.
20. Retrato Obsesivo.
21. Partida Perfecta.
Parte II: Juego de Reyes.
22. Empieza la Cacería.
23. El Tártaro.
24. Miedos.
25. Obediencia [+18]
26. Símbolos.
27. Un Ángel Caído entre Demonios.
28. El Escape.
29. La Traición.
30. Lealtad.
Final: El pájaro abrió su jaula.
Epílogo: Las Almas de los Condenados.

15. Rosas Blancas [+18]

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By nofarahway

Llegamos al invernadero que quedaba en el centro de la mansión, como si el viejo edificio lo necesitara para respirar, un enorme jardín conformado por un laberinto donde se entrecruzaban puentes metálicos, custodiado por estatuas de piedra y mármol, con un rosedal que impregnaba el ambiente del olor suave y dulce de las rosas.

Al entrar por un piso superior, pude tener una vista panorámica de su magnetismo, la enorme fuente de tres pisos en el centro, y el cielo negro sin estrellas sobre el cristal, empañado debido al choque de temperatura.

Prestando atención al lugar, apenas tuve tiempo de reclamarle nada a Víctor, y él aprovechó esto para tomar mi mano y hacerme bajar los escalones de piedra.

Ni siquiera me quejé cuando nos sumergimos en la oscuridad del laberinto, donde todo lo que distinguía eran contornos y sombras; me recibió el olor fresco de la noche y las rosas, embriagando mis sentidos.

El agua reflejaba la luz en un halo brillante sobre la fuente, murmurando mientras caía una y otra vez en tres cascadas.
Se interrumpió solo cuando posé mi mano para sentir lo helado de la pequeña corriente artificial.

──Es curioso ──comentó Víctor──. Eso de la perdida de memoria, recuerdas qué es un auto, o incluso cuál es tu película favorita, pero no cómo aprendiste a conducir, o con quién viste la película.

──Algo así ──La brisa fría secó el agua contra mis dedos.

Evité mencionar nada sobre la repentina memoria, que se había escurrido entre las grietas del dique que cubría mi mente.

No sabría qué haría cuando se desbordara.

Tampoco me había resultado especialmente revelador, estaba claro que Víctor no había quedado prendado de mí debido a lo encantadora que me encontró en el hospital, sino que acarreaba su fascinación desde mucho antes.

Él conocía al menos un leve esbozo de quien era, y si eso le había llamado la atención, no sabía cómo sentirme al respecto.

En los últimos días, no sabía cómo sentirme respecto a muchas cosas.

Víctor alejó mi mano de la fuente, devolviendo toda mi atención a él, exhalé por sorpresa, al notarlo, dibujó una sonrisa cínica en su rostro, con más precisión que cualquiera de sus pinceladas.

Me acerqué a él, con cautela, besando sus labios con delicadeza, acariciando su lengua con la mía. Él gruñó contra mi boca, mordiéndome mientras sostenía mi cabeza para retenerme contra su boca.

Fue el primero en separarse, pero lo seguí, alzando mi rostro hacia el suyo, hasta que rompimos el contacto y Víctor sostuvo mi mentón.

──¿Qué haces? ──demandó ronco.

Parecía una pregunta demasiado grande, cuando lo único que quería era algo rápido, una descarga de electricidad para mantenerme despierta.
Obtenía eso con cada uno de sus roces.

──Lo que quieras ──musité.

Sus ojos parecían negros en la oscuridad, aun más oscuros con sus pupilas dilatadas.
No obtuve ninguna respuesta verbal, pero me hizo ladear el cuello para dejar un trazo de besos húmedos por mi piel, me pregunté si era eso lo que le gustaba de mí.
La atracción física, deseo, lascivia que podría ser rápidamente aplastada; necesitaría mucho más que eso.

Cuando se separó, su respiración fue cálida contra mi piel y tuve que colocar mi mano sobre sus hombros para mantener distancia,
lo miré a través de mis pestañas, con la expresión adormilada del anhelo.

──¿Qué buscas conmigo? ¿Probarme? ¿Tenerme de rodillas?

Una capa de algo oscuro y denso cruzó los ojos de Víctor, pese a la cercanía, de repente hubo un muro de distancia entre ambos.

──¿Cómo sabes que ya no estuviste así? ──murmuró, sosteniendo mi mentón, su pulgar acariciando mis labios──. Con esa linda boquita tragándose sus palabras, abriéndose para mí.

Tragué con fuerza, no cediendo ante sus ojos oscuros.

──El otro día no actuaste como si fuera algo que ya hubieras visto antes.

──Tal vez, presiento que quebrarte siempre se sentirá como la primera vez ──me susurró en la oscuridad, mi piel se erizó por su expresión vacía.

──¿Entonces soy eso? ¿Una muñeca que puedes quebrar sin que recuerde cómo la rompiste?

──¿No eras un ángel? ──La burla brillando en sus ojos.

Víctor clavó sus dedos en mi cuello, con más fuerza de la que usó la otra noche, el cosquilleó se concentró entre mis piernas.

──¿Parezco un ángel? ──Humedecí mis labios.

Solo entonces bajó su vista, un deje de sonrisa mientras sus ojos distantes me recorrían con detenimiento.
Su voz fue baja, ronca, la falsa diversión escondiendo la ira tras su mirada.

──Uno por el que cualquiera iría al infierno ──respondió como una amenaza.

Separé mis labios, en un jadeo, y Víctor presionó sus dedos hasta que fue doloroso, su pecho subiendo y bajando con dificultad, su mirada fija en mí.

──¿Qué te dijo ese tipo, Eloíse?

──¿Estás celoso?

──No ──afirmó, acariciando mis labios al hablar──, si lo estuviera, no te enterarías, tengo mis maneras de manejarlo.

Él se alejó, y sentí la humedad entre mis piernas, mi respiración agitada ante su tono amenazador, casi sádico, quería dejarlo en el límite, lanzarlo y que volviera suplicando por mí; porque no había sentido nada cuando desperté en el hospital, ni los días siguientes, no hasta que el miedo dejaba mi corazón latiendo muy rápido.

Era extraña la forma en que para mí el pánico podía camuflarse tan fácil con el deseo. Ambas sensaciones me exigían en alerta.

Algún lugar en mi mente me dijo que eso estaba mal, una voz que había sido ahogada hace mucho tiempo.

──¿Por qué te contienes conmigo?

──No me pruebes ──fulminó, dejando mucho más fuera de sus palabras.

Palabras, palabras, palabras.
Víctor podría decir cualquier cosa, pero al momento de tocarme siempre actuaba como si fuera porcelana que debiera cuidar.

──¿Por qué? ¿Qué me harás? ──Dejé que una sonrisa curvara mis labios──. ¿Ponerme de rodillas? ¿Cómo lo harías si apenas puedes soportar verme cerca?

La diversión se borró de su semblante, sus facciones parecieron más duras y sus ojos más huecos.

──Basta, Eloíse.

Quiso aparentar tranquilidad, pero estaba enfurecido, podía notar la rigidez en su cuerpo, y la dificultad con la que se contenía.
Verlo tan rígido era casi doloroso, encantador.

──¿Cómo sabes que lo de mi amnesia es siquiera real? ──proseguí, dando otro paso hacia él──. No sé quién soy, Víctor, y tú tampoco lo sabes, pese a eso actúas como si fuera alguien que te necesitara cerca.

──Tú no sabes quién eres ──me cortó, clavando sus ojos en los míos, tomando mi cintura, evitando que retrocediera──. Tú no recuerdas nada de ti, pero yo sí, Eloíse, te conozco y voy a tomarme todo el tiempo que quiera en decidir cuándo y cómo cogerte.

Solo entonces pareció notar que había caído, que me había confirmado justo lo que quería, y aun así la información me servía tanto como un secreto a voces.

Mis mejillas ardieron de rabia, él no me soltó.

──Ven conmigo ──ordenó, en cambio.

Algo en su tono me avisó que ya se habían terminado los juegos, por lo que obedecí, temblando quizás por las ansias, tal vez por el frío, quizás por lo mucho que deseaba que me rompiera justamente como quería.

Porque la incertidumbre, la adrenalina de lo desconocido, el estado constante de peligro que te exige mantenerte en guardia, al límite, es algo para sentir cuando debes mantener tus emociones apagadas.
Quizás por eso la ira de Víctor había llameado para mí con el magnetismo de un faro.

Víctor tomó mi muñeca y no dudé cuando nos condujo más y más profundo en el laberinto de hierbas, nos alejamos del camino de adoquines, donde apenas nos llegaba el murmullo de la fuente.

Un momento estaba tratando de distinguirlo en la oscuridad, al otro caía por completo, solo consciente de la presión de Víctor en mi muñeca, guiándome mientras nos hundiamos fuera de la luz de los reflectores.

Mi corazón latía muy rápido, pero esa vez el calor se asentó de forma agradable entre mis piernas, y estuve segura que los escalofríos en mi piel no eran por la temperatura.

Llegamos hasta un lugar apartado, podía ver un gran arco por un lado, dando entrada a otro de los corredores del intrínseco laberinto, al otro un enorme panel de vidrio, como muchos de los que dividía el invernadero.

Debido a que estaba empañado, y a la escasa luz del ambiente, apenas podía ver nuestras siluetas, más cerca distinguí mejor nuestros rostros.

──Apoya las manos aquí.

Él me señaló el lugar frente a mí, un pedestal de cemento que podría haber servido de apoyo para un macetero, o para el líder de algún culto.

Cualquiera de las dos opciones siendo igual de factibles.

Víctor me observaba atento a cada reacción,
como si esperara que en cualquier momento me echara a correr y perdiera esto.

Pasé mi lengua entre mis labios, y obedecí, él no tardó en aflojarse la corbata, colocándose detrás de mí.

Colocó una de sus manos en la parte posterior de mis rodillas, y separó mis piernas, luego su cuerpo se acopló al mío.
Su pecho rígido chocando contra mi espalda mientras sus brazos me envolvían.

Respiré apenas, prestando atención a la destreza con la que enredó su corbata entre mis muñecas, formando nudos resistentes.

Tiró para comprobar que no se deshacía, su voz fue ronca contra mi oído, desprovista de tono.

──¿Está bien así?

──Como quieras.

En mi vientre se formaron nudos igual de resistentes, todo mi cuerpo tenso como una cuerda, a punto de romperse, apenas podía respirar por el esfuerzo de no ceder ante él.

Sabía que todo eso se iría con uno de sus roces, tuve el impulso de cerrar mis piernas, buscar algo de fricción, no esperar pacientemente necesitada por su toque.

Él levantó mi falda con una lentitud agobiante, su mano deslizandose sobre mis vedetinas de encaje, su dedo marcando la línea entre mis pliegues.
Jadeé.

──Como quiera ──repitió, como si las palabras fueran un deleite.

Quise frotarme contra su mano, pero él me pegó tan cerca que moverse era difícil.
Gemí con angustia, observando nuestro reflejo en el vidrio empañado.
Por su parte, Víctor, sin apartar sus ojos de ello, atento a mi expresión, levantando mi mentón para obtener una mejor vista, deslizó sus dedos dentro de mi ropa interior.

Separé los labios en busca de una bocanada de aire.

──Víctor ──divagué, mareada, aceptando la forma en la que me penetraba con sus dedos.

Me contempló de forma larga, relamiendo sus labios ante mi reflejo, eso solo aumentó la humedad entre mis piernas.

Tenía las mejillas encendidas y los labios enrojecidos, con los ojos tan cristalizados como una súplica, era vergonzoso; me gustaba verme tan expuesta para él, tan necesitada mientras Víctor se mantenía con una serenidad dominante, regio.
El contraste, el encontrarme a su disposición, solo me hacía sentirme más excitada.

El anillo de plata brillaba en la mano con la que sostuvo mi cuello, el mismo que había reconocido en Ángela, Gabriel, Yamato y Héctor.

Tiró de mi cabello hacia atrás, obligándome a mirarlo.

──Víctor.

Esa vez el deseo ardió lento detrás de su ojos oscuros.

──Eloíse ──murmuró, bajando su vista a mis labios.

Mis pezones se endurecieron contra la seda, Víctor los observó antes de sumar otro dedo. Luego reafirmó el puño en mi pelo, para mantenerme donde quería, abrió sus labios contra los míos, besándome en mordiscos, me sostuve al cemento mientras me hacía perder el aliento.

Su mano siguió construyendo el calor en mi entrepierna, castigando mi clítoris hinchado, abriendo mis pliegues y llenándose de mi humedad. Gemí contra su boca.

Por un momento no fui culpable de todo lo que había olvidado.

Cuando me soltó mis labios estaban hinchados, clavé mis uñas como si pudiera rasgar el material, alerta y mareada mientras lo sentía alzar la falda del vestido sin dejar de tocarme.
Cerré los ojos cuando su erección rozó contra mi trasero, Víctor besó mi cuello, sin quitar los ojos de nuestra imagen bajo la luz blanquecina del invernadero.

──Eloíse ──Su voz fue muy grave contra la piel sensible de mi espalda──. Pide que me detenga.

Arqueé mi espalda para sentirlo contra mí, separé más las piernas, deleitándome con la idea de tenerlo dentro.

Sus dedos se clavaron en mis caderas, deteniendome.

──Pídelo, Eloíse.

──No, no lo haré.

Mi cabeza estaba perdida, sin saber cómo reaccionar, cuando él separó más mis piernas, tocándome y dejando círculos sobre mi punto sensible que me dejaron sumida en la bruma.

Mi respiración se perdió en mi garganta, fijando la vista en la esquina del ventanal mientras Víctor me lubricaba, mantuve mis piernas abiertas, apretando los dientes cuando utilizó la misma humedad para abrir el espacio entre mis nalgas. Sollocé.

Dejó un beso en mi hombro antes de seguir.

──Relajate para mí, amor.

Jadeé algo como una respuesta, debió ser suficiente porque lo escuché bajar su cremallera, con la otra mano me mantuvo firme en el lugar.

──Manten las piernas abiertas ──Su voz ronca aumentó el calor en mis piernas──. Así es.

──Víctor.

──Shh, lo sé ──Su tono fue áspero, grave, enviando escalofríos por mi cuerpo.

Me aferré al cemento, mis uñas resbalando cuando su glande empujó dentro de mí, siseé.

Él besó la curva entre mi hombro y mi cuello, despacio, sus manos se colocaron sobre las mías, todavía atadas, y le clavé las uñas.

──¿Sigues bien? ──gruñó.

──Sí.

Víctor salió apenas, para volver a entrar con lentitud, tuve la urgencia de que se detuviera, pero él buscó uno de mis senos para acariciar las aureolas, estimulandolo para distraerme del dolor.

Me relajé contra su cuerpo, cerrando los ojos.

──Mírate.

Observé mi reflejo, los labios aun más rojos e hinchados, abiertos mientras reaccionaba a cada empuje contra el pedestal. Víctor me envolvía, sosteniendo mis manos con la suya, hundiendo sus dedos en mí mientras su miembro me abría para expanderme de forma exquisita.

Me excitó verme sometida a él, encontrarlo con los ojos muy dilatados, conteniendose en cada movimiento, su pecho subiendo y bajando su camisa.
Sus labios entre abiertos, respirando entre jadeos, sus facciones más endurecidas por su semblante tenso, tratando de contenerse.

Una vez estuvo por completo dentro de mí, me dió unos momentos para acostumbrarme al tamaño, arqueó mi espalda para llegar a mis labios, mientras yo luchaba contra la incomodidad de estar tan llena.

Me besó de forma profunda, buscando mi punto más delicado, gemí mientras clavaba mis uñas en su mano.

──Eloíse…

──Muévete, por favor.

Me inclinó sobre el pedestal para lograr una mejor penetración sin hacerme daño, y me aferré a su mano en busca de algo. Él se detuvo, y me moví contra su cadera, necesitada de fricción.

Sus dedos se clavaron en mi nuca como garras.

──Despacio, o vas a lastimarte.

El tono de advertencia en su voz solo aumentó la humedad entre mis piernas.

Dejé que él fuera quien guiara el ritmo de las penetraciones, y Víctor apretó sus dedos en mis caderas mientras se balanceaba con cuidado.
El placer me embargó por completo, dejando al dolor en un eco sordo, gimiendo sin pudor mientras Víctor me penetrara, sosteniendo mi cabello en un puño para que mirara cómo él me embestía.

──Mírate, arqueada y gimiendo para mí, perfecta ──Tiró más fuerte de mi pelo──Te sientes tan bien, ¿te gusta esto?

Busqué formular palabras, pero mis ojos en blanco debieron darle una mejor señal. Todo mi cuerpo era gelatina.

──Eloíse ──exigió en tono ronco.

──Sí, por favor, me gusta.

De un momento a otro me sentí vacía, antes de que pudiera protestar, Víctor me penetró de forma lenta y profunda. Me arqueé contra él, pero me retuvo con fuerza en mi lugar.

Me recostó hasta dejar mi pecho contra el cemento frío, ladeé la cabeza, mi mejilla contra la superficie áspera, mientras mis muñecas quedaban colgando.

Víctor se movió a sus anchas, tomándome, usandome como quería y recibí cada embestida con un jadeo, dejando que el dolor disluyera entre el placer,
mi cuerpo relajado mientras lo escuchaba maldecir ante cada embestida.

Él me tapó la boca cuando llegué al orgasmo, gritando contra su mano, mis ojos estaban cristalizados mientras él seguía bombeando dentro de mí.
Nuestros ojos se encontraron en el reflejo, la maraña de pelo cayendo sobre mi rostro y la seda blanca amontonada contra mi espalda.
Víctor se mantenía con su traje, pero su respiración era pesada, el sudor le pegaba el cabello blanquecino a la frente y podía ver los rasguños de la última vez, sobre su clavícula, ahí donde la camisa negra se desabotonaba.

Víctor me empujó hasta obligarme a sollozar del éxtasis.

Lo sentí latir y liberarse dentro de mí.

Podía sentirlo respirar contra mi espalda, quedé tambaleando cuando se alejó, una sensación de incomodidad me adueñó cuando retiró su miembro de mi interior. Cuando el calor del momento se disipaba, fui consciente de lo duro que había sido, mis piernas y brazos entumecidos comenzaban a liberarse en pequeños cosquilleos.

Me enderecé, con mi cuerpo rezongando con cada nuevo movimiento, bajé las faldas del vestido, para después proceder con las ataduras.

Unas manos sujetaron mis muñecas, impidiendolo, el cuerpo rígido de Víctor contra el mío, su naríz rozando mi piel sensible. Exhalé.

──Todavía estamos empezando, mi perfecta Eloíse.

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