LILY'S BOY

De jenifersiza

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Antes de que comience su tercer año en Hogwarts, Harry se enfrenta a tres semanas enteras de tiempo sin super... Mais

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109

Capítulo 99

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De jenifersiza

-La casa está llena, pero tenemos algunas tiendas de campaña instaladas en el jardín-. Sirius mostró una sonrisa a través de la superficie del espejo. -Incluso han venido un par de elfos más, lo que creo que Tinker agradece-.

-¿No es Essie?- preguntó Harry, sonriendo. Sirius resopló.

-Apenas. Cree que estamos insinuando que no está a la altura-.

Era tarde, y Harry estaba en la cama charlando con Sirius, poniéndose al día de la vida fuera de Hogwarts. Se alegraba de que la Mansión Potter estuviera ayudando a tanta gente, aunque fuera un poco horrible imaginar cuántas familias habían sido desplazadas por los mortífagos.

Cuántas no habían logrado ponerse a salvo.

,¿Y cómo están los niños de Grimmauld? ¿Terminaste por trasladarlos?- Harry sabía que su padrino se debatía entre llevar también a los cinco niños a la Mansión Potter, Grimmauld era más un hospital de urgencias que un verdadero refugio, y no se podía esperar que los sanadores de allí siguieran cuidando de los niños al igual que de sus pacientes. A pesar de que los niños insistían en que podían cuidarse solos.

Estarían mejor en la Mansión Potter, donde había otros de su edad.

Pero Sirius se encariñó con ellos, ahora. Le gustaba tenerlos en Grimmauld.

Harry observó cómo el animago canino se mordía el labio. -Sí, los llevamos el fin de semana, cuando apareció la tía de Kevin-, suspiró Sirius. -Uno de los otros chicos de la casa es uno de los compañeros de dormitorio de Frankie en Hogwarts, así que se alegraron de verse. No... no creo que Nashira estuviera tan contenta de estar allí. No creo que ninguna de ellas sepa cómo lidiar con tanta gente alrededor, después de todo el tiempo que pasaron solas-. Se pasó una mano por su largo cabello. -Pobres niños. Aunque será bueno para ellos tener una compañía adecuada-.

-Pero los echas de menos-, remató Harry con conocimiento de causa.

-Pero los echamos de menos-, coincidió Sirius. -Merlín, cachorro. Espero que conozcas pronto a estos chicos. Te encantarán. Nash es un pequeño monstruo de la insolencia, como tú-.

Harry se rió. -Yo también lo espero-. Ladeó la cabeza, curioso. -¿Hemos averiguado ya cuál es el plan para los demás huérfanos de guerra?- Los de la Mansión Potter no eran los únicos ni mucho menos. La mayoría estaban a salvo en Hogwarts, pero eso no ayudaría cuando llegara el verano. -No es que haya un orfanato o algo para ellos-.

-Los mantendremos a salvo donde podamos, por ahora. Si pueden ir a casas de amigos, o quedarse en un piso franco. Cuando termine la guerra... pruebas de herencia para los muggles, para ver si tienen alguna conexión familiar que pueda acogerlos. Y buscar en el mundo muggle, por supuesto tías, tíos, abuelos. Tendríamos que asegurarnos de que es seguro revelarles el secreto, pero eso suele salir bien. Lo mismo para los otros niños; buscaremos una familia que los acoja, o padrinos-.

-¿Y si no tienen ninguno?- preguntó Harry, muy consciente de que muchos hijos de mortífagos tenían familias enteras al servicio de Voldemort.

-Entonces encontramos gente dispuesta a cuidarlos. Los niños mayores serán bastante fáciles de acoger; están en Hogwarts la mayor parte del año. Pero esperamos encontrar suficiente gente dispuesta a adoptar. Depende de cuántos seamos al final, cuando el polvo se asiente. Amelia ha sugerido que nos pongamos en contacto con squibs, o con familias de otros muggles que sepan de magia. Con controles estrictos, por supuesto- añadió Sirius, al ver que el pánico se reflejaba en la cara de Harry. -No dejaremos a ninguno de ellos solo, cachorro. No dejaremos que lo que te pasó a ti le pase a otro niño-. Sus ojos grises se volvieron suaves. -Confía en mí, ¿sí? Estarán bien. Diablos, yo mismo adoptaría a cada uno de ellos antes de dejar que ocurra otra situación como con los Dursley-.

Harry consiguió sonreír. -Por lo que parece, ya estás en camino de hacerlo-. Se rió cuando eso hizo que las mejillas aceitunadas de Sirius se sonrojaran.

-No seas mocoso-.

Se rió más fuerte, la tensión se le escapó.

En privado, Harry maldijo el momento de todo aquello él y Draco querían un equipo entero de quidditch lleno de niños, y no podían contar con encontrar mujeres dispuestas a subrogar a tantos. Pero aún no tenían diecisiete años; todos esos huérfanos de la guerra necesitaban un hogar ahora, y no había forma de que dos chicos que ni siquiera se habían graduado de la escuela pudieran proporcionárselo.

Era una pena. Pero creyó a Sirius cuando dijo que encontrarían lugares para todos los niños.

Tal vez tener un montón de hermanos nuevos sería un buen calentamiento para cuando él y Draco decidieran empezar con ese equipo de quidditch.

-Me tengo que ir, cachorro. Charlie acaba de llegar a casa-, dijo Sirius, mirando algo más allá del espejo, fuera de la vista de Harry. -Parece que las crías de los dragones se han apoderado un poco de él-.

-¡Grosero!- Harry escuchó débilmente a través del cristal, y se rió.

-Te dejaré con ello, entonces. Buenas noches, Pads-.

-Buenas noches, chico-.

El espejo volvió a ser de cristal liso y Harry lo guardó en su mesita de noche con el Mapa del Merodeador. Todavía le dolía el pecho ver esos objetos sin su capa de invisibilidad metida con ellos.

¿Qué pretendía Dumbledore con las tres Reliquias? ¿Había descubierto el poder que tenían una vez combinadas?.

Harry suspiró; todos los demás en el dormitorio estaban dormidos, pero él seguía sintiéndose inquieto. En silencio, se arrastró fuera de la cama y se sentó en el alféizar de la ventana curvada, mirando el cielo nocturno. En algún lugar estaba Dumbledore, tramando sólo Merlín sabía qué. Posiblemente con el poder de la propia Muerte a su disposición.

Si Harry se hubiera dejado la capa aquella noche. Ni siquiera la llevaba puesta.

Con el ceño fruncido, volvió a concentrarse en las estrellas, ya que golpearse a sí mismo no le iba a ayudar a dormir.

Vio un borrón pálido en el cielo, y sonrió al entrecerrar los ojos era Hedwig, que había salido a cazar de madrugada.

Luego, un segundo borrón pálido se unió a la lechuza. Otra lechuza nevada. Harry enarcó una ceja.

Bueno, parecía que no era el único que no podía dormir esta noche.

Lentamente, en silencio, Harry abrió el pestillo de la ventana, siseando cuando el aire fresco de la noche tocó su piel. Luego silbó, no muy fuerte, pero lo suficiente para que se escuchara en el silencio.

Una lechuza ululó en respuesta.

Las dos formas pálidas cambiaron de dirección, dirigiéndose hacia él. La que no era Hedwig se lució un poco, volando en elegantes arcos y picados, haciendo que Harry sonriera. Hedwig aterrizó primero en el alféizar de la ventana, arrullando suavemente a Harry. Él le rascó la nuca donde más le gustaba. -Hola, cariño. ¿Le estás enseñando cómo se hace?-.

El aterrizaje de la segunda lechuza fue un poco más inseguro y golpeó imperiosamente la mano de Harry. Harry se rió y también la rasco.

Hedwig ululó suavemente a la pareja, saltó para pellizcar suavemente la oreja de Harry y luego se fue en dirección a la lechucería. La segunda lechuza la vio partir y luego se volvió hacia Harry, con sus brillantes ojos ambarinos estudiándolo.

Harry retrocedió, abriendo un poco más la ventana. -¿Vas a entrar entonces, o qué?-.

La lechuza no necesitó preguntarlo dos veces, saltando a través de la ventana y dando un pequeño y elegante planeo hasta la cama de Harry. Harry cerró la ventana, con los latidos del corazón acelerados.

Cuando se dio la vuelta, Draco ya era completamente humano, cubierto atractivamente sobre el edredón carmesí de Harry, con un pijama de seda gris y una sonrisa perezosa. -Así que estos son los dormitorios de Gryffindor, ¿no? Encantador-.

Harry se apresuró a reunirse con él, corriendo las cortinas y lanzando un encantamiento silenciador, la excitación ya le recorría. Esto era exactamente lo que necesitaba para lidiar con su energía inquieta. Se sentó a horcajadas sobre las caderas de Draco, besando traviesamente su nariz. -¿Tienes idea de cuántas veces he fantaseado con tenerte aquí arriba?- murmuró, jugando con el botón de la garganta de Draco. Los ojos grises se volvieron del color de una tormenta de verano, calientes de lujuria. -Extendido sobre mis sábanas de Gryffindor, sin que nadie más sepa que estás aquí-. Besó la mandíbula de Draco, chupando el tierno lugar que había justo debajo de su oreja. -¿Sabes cuántas veces me he masturbado en esta cama pensando en ti? ¿Cuántos sueños tuyos he tenido aquí? ¿Cuántas veces he metido mis propios dedos dentro de mí imaginando que eras tú, antes de tener el valor de pedírtelo?-.

-Harry-, gimió Draco, meciéndose dentro de él.

-No sé qué es lo que más deseo-, confesó Harry, mordiendo la garganta de Draco, besando su camino por el pecho mientras abría la camisa un botón a la vez. -Machacarte en mi colchón, o que me lo hagas tú. Hay algo muy sexy en la idea de que mi novio de Slytherin me folle en el dormitorio de Gryffindor-.

-¿Tienes lubricante aquí arriba?- Draco carraspeó, y Harry sonrió. Se sentó, quitándose la camiseta en un movimiento fluido, y luego alcanzó por encima de la cabeza de Draco el estante oculto detrás de la cabecera, cogiendo el frasco que sabía que estaba allí. Observó cómo los ojos de Draco seguían la flexión de sus hombros ante el movimiento.

-¿Tengo lubricante?-, preguntó Harry, poniendo los ojos en blanco, sosteniendo el objeto en cuestión. -Como si fuera a sobrevivir sin él, todas esas noches solitarias aquí arriba pensando en ti-.

-Háblame de ello-, instó Draco con voz ronca. -Esas fantasías tuyas-.

Los ojos de Harry se iluminaron. Terminó de desabrochar la camisa de Draco hasta el final, dejando que se abriera para revelar el pálido pecho del rubio. Merlín, se veía bien contra el atrevido edredón rojo. -Bueno-, empezó, manteniendo la voz baja. -Hay bastantes. A veces me imagino que somos los únicos en el dormitorio, y te inclino sobre el extremo de la cama y te follo hasta que todo Gryffindor pueda oírte suplicar-. Dejó que las yemas de sus dedos recorrieran el suave rastro de pelo plateado en el estómago de Draco, tirando suavemente de la cintura de sus pantalones. Estaban obscenamente abultados, con una mancha de humedad que ya se había extendido.

-A veces me imagino que estoy aquí arriba excitándome y tú entras a hurtadillas para sorprenderme y pillarme justo en medio. Sentandote al final de mi cama y obsérvame hasta que termine-. Le quitó el pijama, dejando a Draco totalmente al descubierto, y se sentó sobre sus piernas para observar a su novio con satisfacción. Draco se veía tan perfecto en su cama como siempre había imaginado.

-He pensado en todo tipo de cosas sucias y cochinas aquí arriba que nos involucran a ti y a mí. Ni siquiera consideré que tu nueva forma de animago podría facilitar que subieras aquí y las hicieras de verdad-. Guiñó un ojo, si tan sólo se pudiera decir lo mismo de que su forma facilitara la entrada a los dormitorios de Slytherin. Eso era algo para otra noche.

-Pero la primera fantasía que tuve, una vez que supe lo suficiente como para empezar a fantasear de verdad-, susurró, sobresaltando a Draco cuando invirtió sus posiciones, poniendo al rubio encima de él y luego levantando las caderas para quitarse los pantalones. -Me imaginé que estábamos así, en medio de la noche, a escondidas de mis compañeros de dormitorio. Y tú estabas así, encima de mí, todo precioso y plateado de Slytherin contra mis cortinas rojas y doradas, y me follabas como si yo fuera la cosa más preciosa de todo el maldito mundo-. Era una fantasía tan dulce, una yuxtaposición a los muchos otros pensamientos sucios que había tenido de Draco en esta cama. El ideal de una niña de catorce años de la primera vez perfecta, no caliente y pesada y salvaje, sino lenta, sensual y amorosa.

La respiración de Draco se entrecortó, sus manos en los muslos de Harry. Su aspecto era exactamente el que Harry imaginaba, hermoso e impecable y completamente enamorado, rodeado por el brocado dorado de la parte superior de las cortinas. Se inclinó hacia abajo, con los labios presionando los de Harry, la nariz rozando la mejilla de Harry mientras abría la boca y lo besaba como si intentara devorar todo el ser de Harry. -Lo eres-, respiró una vez que se separaron, alisando las manos reverentes sobre el pecho desnudo de Harry. -Eres lo más preciado del mundo entero para mí, Harry James Potter. Nunca pienses lo contrario-.

Harry no podía respirar, tenía el pecho tan apretado por el amor que sentía por ese chico que tenía encima, su hermoso Slytherin, su luz brillante en la oscuridad. Draco se arrodilló entre sus muslos abiertos, y sus labios hinchados por el beso se curvaron en las esquinas. -Mírate-, murmuró. -Dejándome pensar que estás a punto de pedir algo escandaloso, y lo único que quieres es que te ame-.

-Por favor-, jadeó Harry, con las manos apretando las sábanas. Se sentía tan expuesto, tumbado allí desnudo en la cama en la que había pasado la mayor parte de los últimos seis años, con Draco mirándole con sus ojos tan cálidos. -Podemos llegar a las cosas escandalosas más tarde, si quieres. Sólo... por favor-. No se había dado cuenta de lo mucho que quería esto, lo necesitaba. Necesitaba que Draco cumpliera su deseo de adolescente, que le demostrara que amar a Harry de esa manera no era sólo algo que ocurría dentro de la propia cabeza de Harry.

Draco se ajustó, enganchando las piernas de Harry sobre sus hombros, besando suavemente el interior de su rodilla. Luego buscó el lubricante, abandonado en la cama junto a Harry. -¿Esto es bueno?-, comprobó, descorchando el frasco. Harry se estremeció en silencio, con el corazón latiendo tan fuerte que le sorprendió que Draco no pudiera oírlo, que no pudiera decir cómo rogaba por salir del pecho de Harry y llegar a las manos del rubio, donde debía estar.

-Perfecto-.

Harry no diría que el hecho de que Draco se escabullera a la Torre de Gryffindor en forma de lechuza se convirtió en una rutina después de aquello... pero aprendió a esperar ese silencioso golpe en su ventana los miércoles por la noche. Siempre los miércoles tenían un período libre el jueves a primera hora, así que no importaba tanto si Draco se quedaba la noche.

Estaba bastante seguro de que Neville sospechaba algo, aunque el otro Gryffindor no estuviera seguro de qué. Después de todo, no conocía la forma de animago de Draco. Pero el repentino cambio de Harry a quedarse siempre en la Torre los miércoles por la noche no pasó desapercibido. Tampoco la corbata de Slytherin que Draco dejó accidentalmente allí arriba una semana, habiendo subido todavía con el uniforme para que Harry pudiera conseguir el efecto adecuado de tener su serpiente en la boca del lobo.

Hacía la semana más llevadera, eso era seguro.

No era exactamente lo más cómodo del mundo, apretar a dos adolescentes en una sola cama, pero sólo le daba a Harry una excusa para abrazar a Draco aún más cerca mientras dormían, después de haberse agotado debidamente. Pero Harry podía acostumbrarse a tener una noche garantizada con su novio; aunque no hicieran nada sexual, era agradable tenerlo allí, sin tener que preocuparse de que lo molestaran en la Sala de Menesteres o de subir a hurtadillas a sus dormitorios desde la Cámara. Claro, Draco siempre tenía que irse antes del amanecer, pero eso era bastante fácil. Con un poco de rogativa por parte de Harry, Hogwarts tuvo la amabilidad de introducir un pequeño pasaje del tamaño de una lechuza en el sistema de ventilación de las mazmorras, para que Draco pudiera entrar y salir a su antojo.

Harry apenas podía creer que hubieran tardado tantas semanas en darse cuenta.

Mucha gente se dio cuenta de que el paso de Harry era más ágil en las semanas siguientes, pero la mayoría parecía atribuirlo al éxito de Gryffindor contra Hufflepuff, que los dejaba en una posición perfecta para llevarse la copa de quidditch a menos que Slytherin aplastara a los tejones en abril.

Eso también estuvo bien. Al igual que la mamada que le hizo Draco por una impresionante captura de la snitch.

Con el resto del mundo cayendo a la mierda a su alrededor, Harry necesitaba puntos brillantes como ese para seguir adelante. Para que todos siguieran adelante, porque si parecía que empezaba a flaquear, la moral de todo el castillo caería en picado.

Contaban con él para que los llevara a la victoria contra la Oscuridad, y tenía que parecer que lo tenía bien controlado. No había lugar para que estuviera asustado, o triste, o agotado. Al menos, no en público.

Era Harry Potter, el Niño que vivió, y tenía un deber que cumplir.

El Señor Tenebroso estaba enfadado.

Severus se alegró de que, por una vez, estuviera dirigido a alguien que no fuera él. En sus últimas convocatorias, su amo no se había impresionado con la falta de información que Severus tenía para ofrecer sobre el colegio, o el paradero de Dumbledore, o el progreso de Potter en las clases.

No se creía que nadie hubiera tenido noticias de Albus desde la desaparición del hombre, aunque esa era quizás la única verdad genuina que Severus le daba.

La última vez, cuando lo habían llamado después del ataque a Hogsmeade para descubrir a Bellatrix muerta y a Rodolphus a pocos momentos de lo mismo, a Rabastan le faltaba el brazo de lanzar de la mitad del bíceps hacia abajo, el castigo que Severus había recibido por no advertir a su señor de lo capaces que eran los estudiantes de Hogwarts había sido intenso.

Pero esta noche, la ira del Señor Tenebroso estaba dirigida a Fenrir Greyback. Sólo mirar al hombre hacía hervir la sangre de Severus éste era el monstruo que había convertido a Remus cuando era sólo un niño, en venganza por el desprecio de su padre hacia los lobos. Greyback era exactamente la razón por la que los hombres lobo tenían tan mala reputación como bestias sanguinarias y salvajes. La razón por la que Remus luchaba por conseguir un trabajo, por ser atendido en las tiendas, por recibir un mínimo de respeto por parte del mundo mágico en general.

Este hombre era la razón por la que Remus había aprendido a odiarse a sí mismo, y Severus lo despreciaba por ello.

-Siempre te has enorgullecido, Greyback, de ser el alfa-, se mofó Voldemort de la corpulenta forma arrodillada a sus pies. Incluso como hombre, Greyback tenía más de lobo que Severus había visto nunca. Había rumores de experimentos, hechos hace años, para acercarlo a su forma de lobo, capaz de transformarse a voluntad, capaz de infectar incluso en su forma humana. Severus no tenía idea de cuánto de eso era cierto, pero si incluso la mitad lo era... Fenrir Greyback apenas podía llamarse hombre.

-Sí, mi señor-, aceptó Greyback, inclinando la cabeza.

-Y sin embargo- continuó Voldemort con frialdad, -no has conseguido que las manadas de hombres lobo te sigan. Que me sigan. Me dijiste que eras un alfa, que ninguno se atrevería a ir contra tu voluntad, que cualquiera que lo intentara moriría en tus garras. ¡Pero eres débil!-.

-Lo siento, mi señor-, dijo Greyback, atreviéndose a levantar la vista. Severus se preguntó cómo podía llamarse a sí mismo alfa de algo cuando se sometió tan rápidamente a la mano del Señor Oscuro. -Se han unido; soy fuerte, pero no puedo luchar contra todos a la vez. Las manadas han formado una alianza con el chico Potter. Él les ha prometido derechos, y la opción de mantenerse alejados de la lucha. Les ha prometido libertad-.

Al Señor Tenebroso no le gustó eso, ni un poco. Greyback gritó bajo el Cruciatus, pero ningún mortífago se inmutó. Nadie quería que esa furia se dirigiera hacia ellos. -Potter-, escupió Voldemort. -¿Cómo puede prometerles esto? ¿Cómo puede ofrecerles la libertad y hacer que la crean? ¿Cómo puede ofrecerles paz? Yo, Lord Voldemort, soy quien decide dónde se derrama la sangre-.

-Creo que es obra de Lupin, mi señor-, gruñó Greyback. Los hombros de Severus se tensaron. -Ese insolente enano es muy amigo del chico Potter, y sé que ha visitado las manadas en el pasado. Sin duda les ha convencido de que su relación con Potter significa que el chico se preocupa por lo que les ocurre-.

Otro Cruciatus, este más corto pero no menos agonizante. -Por supuesto. Lupin-, se mofó, y Severus odiaba escuchar el nombre de su amor en esa boca asquerosa. -Morirá, a su debido tiempo. Y también lo harán los lobos que creen que San Potter puede convencer al mundo de cuidar a las bestias y a las criaturas-.

-Por supuesto, mi señor-, aceptó Greyback, con la voz poco más que un gruñido después de sus prolongados gritos de dolor. A Severus le sorprendía cómo un hombre tan orgulloso de su condición de criatura podía inclinarse ante un amo que todos sabían que eliminaría a los hombres lobo de la faz de la tierra en un santiamén si tuviera el poder. -¿Cómo puedo ayudarle en su derramamiento de sangre?-.

Los labios delgados e incoloros se torcieron en un gruñido. -Te equivocas si crees que vales algo para mí, Greyback, ahora que vienes sin manada a tu llamada. Si no te apoyan, no necesito a un cachorro débil e inútil. ¡Avada Kedavra!-.

Greyback golpeó el suelo de madera con un suave golpe. Nadie se atrevió a moverse. Severus no estaba seguro de que su corazón siguiera latiendo.

-¡Cola de Lombriz!- Voldemort soltó un chasquido, e inmediatamente la rata llorona estuvo a su lado. -Limpia esto-.

-Sí, mi señor-. Pettigrew sacó su varita, haciendo levitar el cuerpo.

El Señor Tenebroso se paseó frente a sus leales seguidores, un grupo reducido ahora, gracias a Potter y los suyos. Severus sentía una oleada de orgullo en el pecho cada vez que pensaba en ello. Pero este no era el lugar para esas cosas.

-Severus-, llamó la voz de seda de acero, y Severus encerró ese orgullo junto con todas sus otras emociones positivas en una caja hermética en lo más profundo de su mente, donde el Señor Oscuro nunca lo encontraría.

-¿En qué puedo servirle, mi señor?-, preguntó, yendo directamente a arrodillarse donde antes lo había hecho Greyback. El corazón le latía en la garganta mientras esperaba no correr la misma suerte.

-Háblame de la escuela-, instó Voldemort. -¿Qué más se está haciendo para poner a ese mocoso de Potter en su sitio?-.

-Lo humillo en las clases todo lo que puedo con la directora respirando en la nuca-, informó Severus. -Hay susurros de que Dumbledore intentó matarlo porque es una amenaza para la Luz. Creo que sus pocos leales dentro de la escuela están perpetuando su propio trabajo en la fábrica de rumores de los estudiantes. Se está volviendo engreído, Mi Señor está bien vigilado, pero se cree por encima de la necesidad de hacerlo, ahora que ha sacado sangre en la batalla. Tendrá un desliz, Mi Señor, y lo atrapará-.

-Más vale que así sea, Severus-, advirtió Voldemort. -¿Y aún no hay noticias de Dumbledore?-.

-Ninguna, mi señor. Parece que, sea cual sea su plan, no involucra a otros-. Y eso era otra preocupación en sí misma.

El Señor Tenebroso frunció el ceño, y Severus se preguntó si estaría a punto de gritar en el suelo. O algo peor. Se preparó, manteniendo la cabeza inclinada.

-Mantente alerta, Severus. Puede que no sepas quiénes son mis leales seguidores dentro del alumnado, pero puede que pronto pidan tu ayuda. Les encargaré que capturen al chico Potter; si es tan engreído como dices, no deberían fallar. Puedes retirarte, por ahora-.

Severus se puso de pie, ofreciendo una última reverencia. -Es usted muy amable, mi señor. Esperaré su palabra-. ¿Por qué su maestro no le decía de qué estudiantes debía cuidarse? ¿Era una cuestión de confianza? Seguramente ya habría matado a Severus, tan desquiciado como se había vuelto, si lo creía sospechoso.

¿O acaso valoraba más a un maestro de Pociones que a la lealtad, en estos días?.

Para Severus era difícil saberlo, y no podía poner a prueba sus límites. Por suerte, sus aliados en la Luz tenían poca necesidad de información de él en estos días; no eran como Albus, que esperaban que contara cada segundo de sus convocatorias por si aparecía algo útil. Pero entendían lo precaria que era la posición de Severus y no le pedían que revelara información que pudiera costarle la vida.

Sin embargo, tendría que hablarles de esto. Tendría que decirle a Harry que se mantuviera alerta.

En lugar de aparecerse para volver al castillo, Severus se dirigió a su casa, encogiendo la máscara mientras cruzaba el césped. Como era de esperar, Remus le esperaba en la cocina. -¿Qué tal?- preguntó su compañero, saltando para saludar a Severus. Éste dudó, a escasos centímetros de distancia. -¿Puedo...?-.

Severus acortó la distancia entre ellos, agachando la cabeza para presionar su nariz contra la sien de Remus. -Fenrir Greyback está muerto-, declaró, en voz baja pero fuerte. Remus se tensó en sus brazos.

-¿Qué?-.

-El Señor Tenebroso decidió que no le servía un hombre lobo que no podía aportarle un ejército-, relató Severus, encontrándose con la mirada melosa de Remus. -Las manadas se han puesto del lado de Potter. El castigo de Greyback por el fracaso fue la muerte-.

Un respiro, un destello de ojos. -Oh-.

-Te culpó a ti de su fracaso-, advirtió Severus, odiando el pánico que brotó en él al pensar en la idea de que el Señor Tenebroso tuviera un rencor personal contra su lobo, contra otra persona a la que Severus quería. -Greyback le dijo que fuiste tú quien inclinó a las manadas hacia el lado de Harry-.

Remus asintió lentamente. -Estará detrás de mí, entonces-. Sin miedo. Dioses, este hombre era una maravilla.

-A su debido tiempo, eso dijo. Creo que primero tiene otras prioridades-. Como Dumbledore, y Potter. La pérdida de los hombres lobo fue un golpe, sobre todo con lo delgadas que parecían las filas del Señor Tenebroso estos días, pero no era el mayor golpe que su amo había sufrido últimamente. No desde que perdió a dos Lestrange y vio cómo el tercero tenía que volver a entrenarse para batirse en duelo con su mano libre.

Remus le acarició la mandíbula. -Vamos a quitarte esas túnicas. En el baño. Quítate el olor de ese monstruo-. Severus no estaba seguro de si se refería a Voldemort o a Greyback, pero no protestó de ninguna manera.

No hubo más palabras entre ellos hasta que ambos estuvieron desnudos, Severus en la bañera y Remus arrodillado a su lado, lavándose el pelo. Severus abrió un ojo, mirando a su compañero. -Te estás tomando la noticia de que el Señor Tenebroso quiere tu sangre notablemente mejor de lo previsto-.

Remus se rió, inclinándose para besar a Severus, el ángulo era incómodo. -Quiere la sangre de cualquiera que se enfrente a él. Cualquiera que se enfrente a Harry. Apenas estoy en más peligro que antes-. Sonrió, sentándose sobre sus talones. -Pasé la mitad de mi infancia imaginando la muerte de Greyback. Por supuesto, la mayoría de esas imaginaciones fueron de mi mano, pero el resultado final es el mismo-. Su mano fue a la nuca de Severus, apretando suavemente, su sonrisa se volvió suave. -Puede que sea demasiado tarde para mí, pero me he hecho una vida maravillosa a pesar de las circunstancias. Pero ahora, no habrá más niños convertidos a propósito para la diversión de esa bestia, o su venganza. Siempre habrá hombres lobo, pero él era el peor de todos, y ahora se ha ido, y el mundo es un lugar mejor por ello-. Remus hizo una pausa, ladeando la cabeza. -¿Me convierte eso en una mala persona, por deleitarme con su muerte?-.

Severus salió del agua, deslizó una mano hacia el pelo gris y se retorció, empujando a Remus hacia abajo en el beso más devastador que pudo conseguir sin tirar accidentalmente de él hacia la bañera. Apretó el beso, y Remus le dio lo mejor que tenía, encontrándose con él latido a latido como siempre hacía.

-Si es así, ya somos dos-, dijo finalmente, sin aliento y con los ojos oscuros. -Acompáñame en el baño, lobo-.

Remus sonrió, metiéndose en la bañera, acomodándose contra el pecho de Severus con una mano sobre el corazón acelerado del Slytherin. -Te excita cuando me pongo sediento de sangre, ¿verdad?-, dijo, con conocimiento y cariño y sin juzgarlo, porque de alguna manera el universo había descubierto todas las debilidades de Severus Snape y las había convertido en un solo ser, un hombre lobo chocolatero con rebeca.

Más tarde hablarían de Potter y de cómo mantenerlo a salvo. Pero primero había que celebrar.

El entrenamiento en la Cámara era el único desafío que parecía merecer el tiempo de Harry en estos días. Ya era abril, faltaban tres meses para el verano y cuatro meses para su cumpleaños. Pasar tiempo haciendo Encantamientos y Runas Antiguas parecía... un desperdicio.

Pero todo el mundo a su alrededor insistía en que debía mantener la mayor normalidad posible en su vida, así que Harry seguía yendo a clase, jugando al quidditch y estudiando con sus amigos como si le importaran un carajo sus notas de fin de curso. Y en DADA no paraba de hablar, haciendo que le pusieran al menos un castigo a la semana, a veces dos.

Sus compañeros pensaban claramente que tenía algún tipo de deseo de muerte, al actuar tan descaradamente contra Snape. Algunos pensaban que se trataba de su propia arrogancia, de su creencia de que no tenía nada que aprender del hombre, de que él podía enseñar mejor la clase. Eso siempre hacía resoplar a Harry si lo supieran.

Una vez había oído a un par de chicos de Ravenclaw discutir si Harry tenía algún tipo de manía masoquista, si esa era la razón por la que salía con alguien como Draco Malfoy, si provocar a Snape era una especie de excitación para él. Incluso se había susurrado, medio en broma, la posibilidad de hacer un trío en las detenciones de Harry.

Harry se había reído a carcajadas de eso, y luego había llamado a Remus por el espejo para contarle a su padrino el jugoso chisme. El tiro le había salido por la culata, ya que Remus había sugerido que, aunque Harry no tuviera una manía masoquista, Severus no era ajeno a esas cosas, lo cual era más información de la necesaria jesus "maldito Cristo" Remus.

Olvídate de que Snape juegue a ser agente doble. El mayor engaño en el mundo de los magos era Remus Lupin convenciendo a todos de que era suave e inocente y responsable.

Así que se metía en los castigos tan a menudo como podía, tan a menudo como Snape le dejaba; el maestro de Pociones tenía sus propias cosas que hacer, después de todo. Pociones que preparar para Voldemort, cosas que hacer para lo que sea que llamaban la Orden ahora que se había separado de la Orden real.

Y cuando Harry llegó a la Cámara y pudo dedicarse de verdad a los duelos, cobró vida.

Desde el ataque a Hogsmeade, se había esforzado cada vez más. Había resistido, había defendido el pueblo, y eso era estupendo -(aunque a veces seguía viendo las caras de esos dos estudiantes en sus pesadillas)-, pero también había regalado sus habilidades. Había demostrado a los mortífagos que no era sólo un niño tonto con una educación defensiva de nivel OWL.

Sabían que era bueno; eso significaba que tenía que ser mejor.

Snape no parecía entusiasmado con la lógica de Harry, pero tampoco la discutía. Sobre todo después de la noche en que se había presentado a su sesión de entrenamiento y le había dicho a Harry que los alumnos leales de la escuela habían recibido el encargo de secuestrarlo y llevarlo ante el Señor Tenebroso.

Harry ya lo sabía gracias a Anthony, pero era bueno tener la confirmación. Estaría atento. No iba a dejar que nadie se apoderara de él, y menos en este castillo. El castillo de Salazar. Su castillo.

-Estoy preocupado, Severus-, dijo Harry una noche mientras se curaban las heridas y limpiaban los restos. Snape enarcó una ceja. -No sé si podré aguantar la guerra hasta que cumpla diecisiete años. Si hay otro ataque... si Voldemort decide seguir con la tradición de meterse conmigo antes de que termine el año escolar... no puedo decirle exactamente que se largue y vuelva cuando sea mayor de edad, ¿verdad?-.

Snape frunció los labios. -Ahora mismo, el Señor Tenebroso parece estar concentrado en encontrar a Albus. No lo admitirá, pero le intriga la idea de que Albus creyera tan sinceramente en esa influencia que supuestamente tiene sobre ti. Especialmente ahora que la conexión que utilizaba para manipular en su propio beneficio ya no existe-.

-¿Crees que sospecha?- preguntó Harry, con el corazón en la garganta. Pero Snape asintió.

-Lo dudo. No es tan errático como sospecharía que se volvería si empezara a temer por sus horrocruxes. Cree que la conexión murió cuando empezó a bloquearla a propósito. Eso es lo que le dije, después de todo-. El hombre alto sonrió. -Quiere ver por sí mismo si Albus se ha vuelto senil, para regodearse, probablemente. Con eso ocupando su tiempo, eso debería darte un período de gracia. Pero no hagas que te secuestren... otra vez-.

Harry esbozó una sonrisa, aunque seguía preocupado. No le gustaba la idea de que Voldemort encontrara a Dumbledore más de lo que le gustaba la idea de que Voldemort fuera por él.

Senil o no, si Dumbledore era ahora el Maestro de la Muerte... o bien mataría a Voldemort antes de que el último horrocrux pudiera ser destruido, o bien Voldemort lo dominaría y lo mataría y quizás ganaría las Reliquias para sí mismo.

Entonces sí que estarían jodidos.

La mano de Snape, con sus largos dedos, le apretó el hombro. -Si la hora llega pronto, Harry, estarás preparado para ello. Estaremos preparados para ello. Tenerte en plena madurez ayudaría, pero tengo fe en que, si la situación lo requiere, estarás a la altura del desafío a pesar de todo-.

Harry se inclinó hacia atrás en el toque firme, sólo por un momento. -Espero que tengas razón-.

Deseó poder tener ese tipo de fe en sí mismo.

El 7 de abril llegó el partido de quidditch entre Hufflepuff y Slytherin, y también un aviso en todas las salas comunes, pidiendo a todos los alumnos de quinto año en adelante que se reunieran en el Gran Comedor para una asamblea media hora antes de la cena. Siempre que el partido de quidditch no durase todo el día, al menos.

Harry tenía curiosidad, pero estaba demasiado entusiasmado con el quidditch como para preocuparse demasiado. Si fuera algo grave, ya se habría enterado.

Una vez más, se puso la sudadera del equipo de Draco, aunque no hacía tanto frío como para necesitar la bufanda a juego.

-Quiero que ganes-, le dijo a Draco durante el desayuno, -pero no por mucho. Sólo un poco. Así no tendremos que sacar una enorme ventaja sobre Ravenclaw-.

Draco sonrió divertido. -Lo siento, cariño, pero si crees que no voy a hacer todo lo posible para que todo tu equipo se deje la piel por ganar esa copa, te espera otra cosa. Si no puedo conseguir esa copa yo mismo, me aseguraré de que te la hayas ganado de verdad-.

Harry dio un suspiro exagerado. -¿Por qué te quiero más cuando eres un imbécil?-, se desesperó. Detrás de él, Ginny resopló tan fuerte que se atragantó con su zumo de calabaza. -Pues vete. Ve a destruir algunos tejones-. Se inclinó para darle un beso que probablemente estaba en la línea de lo apropiado en la mesa del desayuno, empujando a Draco a ponerse de pie y dándole un ligero golpe en el trasero para que se fuera a unirse a sus compañeros de equipo.

-Si perdemos la copa porque te has puesto enfermo de amor, Harry, juro por Merlín...-, advirtió Katie, y él se rió.

-No perderemos-, dijo con seguridad. -Incluso si Slytherin consigue una enorme ventaja de puntos. Nuestro equipo es demasiado bueno para eso-.

Katie no podía discutir eso.

Con Gryffindor mayoritariamente engalanado por la solidaridad de Hufflepuff, Harry pasó este partido con amigos de todas las casas en un rincón de las gradas de Ravenclaw. Slytherin no le tenía mucho cariño, ya que Gryffindor seguía siendo su principal competencia por la copa.

El partido no duró todo el día, pero se alargó bastante hacia la hora de comer. Hufflepuff era una competencia feroz, su portero se dejaba la piel para bloquear a los cazadores de Slytherin, sus golpeadores eran sorprendentemente intrépidos contra Crabbe y Goyle.

Pero no fue suficiente. Slytherin fue tan despiadado como siempre, bordeando los límites de la conducta aceptable y ganando una ventaja constante, una ventaja que sólo aumentó cuando la mano de Draco se cerró en torno a la snitch, ante el atronador aplauso de casi la mitad del estadio. Harry vitoreó y gritó junto a ellos, y le dio un beso descarado a su novio cuando llamó la atención del Slytherin en su camino hacia el suelo. Draco le sostuvo la mirada, inclinando ligeramente la cabeza en dirección a los vestuarios, con una pregunta en los ojos. Harry sonrió, asintiendo apenas para que el Slytherin lo captara. Una rápida sonrisa fue su única respuesta, y luego Draco se dirigió al campo con su equipo.

Harry no iba a disfrazarse y fingir que era otro partido de Gryffindor, pero se colaría con gusto en los vestuarios y se arrodillaría ante su novio. Después de todo, sólo había unas pocas oportunidades más para eso.

Hizo algunas cuentas mentales mientras bajaba tal y como estaban las cosas, Gryffindor tendría que ganar a Ravenclaw por al menos 180 puntos para llevarse la copa. Sería una tarea difícil, pero él podría lograrlo. Su equipo podía lograrlo.

Aunque sólo sea para borrar esa mirada de suficiencia de la bonita cara de Draco.

Poniendo fin de forma un tanto prematura a las celebraciones de quidditch de Slytherin -(aunque Draco le aseguró que la mayoría de sus celebraciones después de los partidos eran mucho más refinadas que las de Gryffindor, a no ser que fuera por una victoria real en la copa)-, todos los alumnos mayores se dirigieron al Gran Comedor media hora antes de la cena, mirando a su directora con recelo.

Después del año que habían tenido, podía ser cualquier cosa.

No se sentaron como si fueran a cenar; con tan pocos, parecía ridículo repartirse por las mesas. En su lugar, se apiñaron cerca de McGonagall, algunos se posaron en el borde de la plataforma sobre la que estaba la mesa del personal, otros se sentaron a horcajadas en los extremos de los bancos o incluso en el suelo. Harry se sentó en el extremo de la mesa de Gryffindor, Draco se sentó en el banco apoyándose en sus piernas, Susan a su lado con un agarre ansioso de la mano de Theo. -¿Alguna idea de qué se trata?- preguntó ella en voz baja, y Harry negó con la cabeza.

-Ni idea-.

Una vez que todos habían llegado, McGonagall se aclaró la garganta. -Gracias a todos por venir. Esto no llevará mucho tiempo, pero me ha parecido más información de la que sería justo darles en un aviso de la sala común-.

Harry se inclinó un poco hacia delante, preocupado. ¿Era malo? ¿Había muerto alguien más?.

¿Estaba cerrando el colegio?.

-Como estoy segura de que todos saben, se acerca la temporada de exámenes. Normalmente, los animaría a todos a dar lo mejor de ustedes mismos y a empezar a estudiar, pero me temo que este año no es así-. Sus labios se fruncen y sus ojos recorren a los alumnos reunidos. -Teniendo en cuenta el clima político actual, hemos llegado a la difícil decisión de que no es seguro permitir el acceso de la junta examinadora a la escuela en este momento. Los examinadores habituales han sido... sustituidos, y me niego a perder más alumnos a mi cargo. Por lo tanto, lamento decir que los exámenes OWL y NEWT no serán posibles este año-.

-¡¿Qué?!- gritó Sully, con la alarma en sus ojos.

-¿Pero qué pasa con la graduación?- exclamó Katie preocupada. -Si los de quinto año se pierden los OWLs pueden simplemente tomarlos el próximo año. ¿Tendremos que volver a la escuela?- Ninguno de los de séptimo año parecía contento con esa idea, refunfuñando en voz baja entre ellos.

-Seré completamente sincera con usted, señorita Bell, no puedo decirlo-, dijo McGonagall con franqueza.

A Harry le resultaba chocante que la profesora de Transfiguración fuera tan franca con ellos. Dumbledore, como director, siempre había sido tan misterioso y omnipotente tenía todas las respuestas y sólo esperaba que el mundo encajara perfectamente en su sitio. Además, era muy condescendiente y trataba a los alumnos mayores como si fueran niños.

McGonagall, en cambio, les hablaba como a los casi adultos capaces que ella conocía después de haberlos visto crecer en sus clases durante varios años. No les endulzaba las cosas, no les mentía. Incluso cuando eso significaba admitir que no podía arreglar todo.

-Aunque me gustaría decir que será posible que los actuales alumnos de séptimo año hagan sus exámenes durante el verano, no puedo garantizar que sea así-.

Harry intentó no retorcerse mientras casi todas las cabezas giraban en su dirección. McGonagall cruzó los brazos sobre el pecho. -Sin embargo- continuó señalando, -nos aseguraremos de que, tan pronto como sea seguro, dispondremos que se realicen los exámenes y que se hagan los alojamientos para los séptimos años que regresen. Yo misma y el resto del personal haremos todo lo posible para ayudarte a preparar esos exámenes, sin importar el tiempo que haya pasado desde la última vez que fuiste nuestro alumno-. Sonrió con fuerza. -Hogwarts no los abandonará. A ninguno de ustedes. Sólo que puede que las cosas tarden en ponerse al día-.

-¿Y los de sexto año?-, preguntó Ernie, frunciendo el ceño. -Esto no nos afecta realmente, ¿verdad? Quiero decir-, rió nerviosamente, -para cuando lleguen nuestros exámenes, todo volverá a la normalidad-.

De nuevo, todos miraron a Harry. Él apretó la mandíbula.

-Se lo comunico a los de sexto año porque es posible que el año que viene se reúnan con ustedes en sus clases los actuales de séptimo, para una sesión de repaso, por así decirlo. Espero que ayuden a sus compañeros a cubrir cualquier contenido que se haya oxidado en el ínterin-.

-¿Podemos hacer los exámenes de forma independiente?- preguntó una chica de séptimo año de Slytherin, sentada con varios de sus compañeros de casa. Parecía totalmente aburrida por todo el asunto. -No todos tenemos que escondernos de nuestro propio Ministerio, sabes-.

Harry no fue el único que la fulminó con la mirada. Era atrevido ser tan abierta con sus lealtades, pero todo el mundo sabía que su familia era mortífaga. No fue sutil al respecto, murmurando regularmente amenazas de muerte hacia Harry en los pasillos.

McGonagall permaneció con cara de piedra. -Si te sientes cómoda solicitando hacer tus exámenes en el Ministerio de Magia este verano, por supuesto que eres bienvenido a hacerlo-, asintió secamente. -De igual modo, si optan por ir a otro lugar -(es decir, a un Ministerio extranjero al que puedan acceder)-, les deseo la mejor de las suertes en sus exámenes. Pero para los que no tengan esas opciones, no teman. Ya se nos ocurrirá algo. Y, por supuesto, si tienen alguna inquietud que deseen plantearme en privado, son más que bienvenidos a hacerlo. Todos ustedes saben cuándo es mi horario de oficina-.

Aquello parecía ser el final de todo, sobre todo cuando unos cuantos nerviosos de cuarto año se asomaron por las puertas del salón para ver si la cena ya estaba lista. Los estudiantes saltaron de las mesas, dejando espacio para que los elfos enviaran la cena, y ya McGonagall estaba rodeada de séptimos años haciéndole preguntas.

-Bueno, entonces no hay presión ni nada-, murmuró Harry secamente, compartiendo una mirada con Susan. -Sólo hay que acabar con un Señor Oscuro y reformar el Ministerio propiamente dicho para que nuestros amigos puedan graduarse-.

Ella chocó su hombro con el de él. -Pan comido-, respondió ella, sonriendo. Harry resopló.

-Espero que los de séptimo año no se vuelvan demasiado complacientes-, dijo Theo en voz baja. -Al fin y al cabo, dijiste verano, Potter-.

-Lo hice, ¿no?- Harry estuvo de acuerdo.

Era un gran golpe para los que tenían exámenes que hacer, por supuesto no podrían relajarse durante el verano sabiendo que habían hecho el trabajo duro.

Por otra parte, Harry dudaba que alguien pudiera relajarse este verano, con toda la situación del Señor Tenebroso.

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