LILY'S BOY

By jenifersiza

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Antes de que comience su tercer año en Hogwarts, Harry se enfrenta a tres semanas enteras de tiempo sin super... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109

Capítulo 94

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By jenifersiza

Terminando un desayuno bastante tardío -(después de que Charlie se fuera a trabajar, Sirius había decidido que necesitaba "cinco minutos más", que se convirtieron en casi una hora)-, Sirius estaba considerando sus opciones para el día, cuando sintió que algo cálido vibraba en el bolsillo de su bata. Frunció el ceño: ¿qué podría querer Harry a estas horas de la mañana? Seguramente estaba en clase... se devanó los sesos, tratando de recordar si su alumno tenía un período libre a primera hora de un miércoles. Su estómago se revolvió intranquilo mientras sacaba el espejo, esperando que fuera sólo una charla amistosa y no una emergencia.

Sólo que la cara que apareció en el cristal del espejo no era la de su ahijado. -¿Neville?- saludó Sirius, sorprendido; el revuelto de su estómago se hizo más feroz. El heredero de los Longbottom estaba pálido y ansioso.

-Lord Black-, respondió, sólo con una pizca de vacilación en su tono. Sirius le había dicho al chico que lo llamara por su nombre de pila una docena de veces, pero no creía que fuera el momento de otra reprimenda. -Señor, creo que Harry ha desaparecido-.

El corazón de Sirius se hundió. -¿Qué quieres decir?-.

-No estaba en el dormitorio cuando me desperté esta mañana-, le dijo Neville. -Y no apareció en el desayuno-.

-¿Y estás seguro de que no se quedó a dormir con Draco y decidieron tomar juntos un desayuno romántico en las cocinas?- La esperanza en la voz de Sirius era evidente, pero Neville negó con la cabeza.

-Draco estaba desayunando. Le pregunté y me dijo que no había visto a Harry desde anoche. Y, el castillo... el castillo no es feliz. Se siente... mal-.

-Joder-. El pánico empezó a crecer, y Sirius lo rechazó. Enloquecer no ayudaría a nadie. -Joder. Oh, Merlín. Yo... ¿dónde está Dumbledore?-.

-Estaba desayunando, ni siquiera pareció darse cuenta de que Harry había desaparecido-. Neville parecía tan suspicaz como Sirius. Por la cantidad de atención que el director había prestado a Harry últimamente, que no se diera cuenta era un indicio en sí mismo.

-Neville, ¿sabes lo del Mapa del Merodeador?- Sirius presionó, y el alivio lo golpeó cuando el chico asintió. -¿Sabes dónde lo guarda Harry?-.

-Yo... suele llevarlo encima, de verdad-, dijo Neville, con la cara desencajada. Desapareció por un segundo, y Sirius escuchó hurgar. -No está en su mesita de noche. Tampoco la capa-.

-Tonterías-, siseó Sirius. Desde luego, la única vez que sería útil que Harry no llevara esas cosas encima, se les había ido la olla. -Neville, escúchame-. Ahora sólo quedaba una opción.

Los ojos de color avellana del chico estaban alerta cuando se encontraron con los de Sirius.

-Necesito que vayas a ver al profesor Snape-, le dijo Sirius, mirándolo boquiabierto. -Te prometo que no es lo que crees que es. Está de nuestro lado-.

Neville se mordió el labio, visiblemente conflictivo. -Yo... escuché a Amelia decir que él le salvó la vida, cuando el Ministerio cayó-.

-Lo hizo. Es el único maldito adulto en el que confío en ese colegio estos días... y si supieras cómo éramos los alumnos, sabrías lo importante que es eso-, añadió Sirius con un amargo giro de labios. -Ve a ver a Snape. Háblale de Harry. Si alguien allí puede ayudarte, es él. Yo... daré la alarma aquí-. Lo resolvería, de alguna manera. Ellos se darían cuenta.

Harry no estaría desaparecido por mucho tiempo, no en su guardia.

-¡Mantén el espejo contigo!-, añadió, antes de que Neville pudiera cortar la conexión. -Cuídate, chico-.

Neville asintió, y el espejo se quedó en blanco.

Sirius resistió a duras penas el impulso de lanzar el maldito aparato por la habitación.

Se apresuró a entrar en el vestíbulo principal, con el corazón palpitándole en el pecho. -¡Remus!-, gritó, empujando la magia en su voz para que se extendiera por toda la casa, tirando de las guardas en su mente para localizar al hombre. ¿Estaba siquiera en casa? Podría haber salido. Narcissa estaba fuera, eso lo sabía, en la mansión, ocupándose de su escondite secreto de refugiados. ¿Estaba Remus en la Mansión Potter?.

¿Cuánto tiempo llevaba Harry fuera?.

-¡Remus!-, volvió a llamar, esta vez con más urgencia. Empezó a subir las escaleras y se detuvo al ver al hombre lobo salir de la biblioteca.

-Padfoot, ¿qué pasa?-.

-Harry ha desaparecido-. Sirius explicó la conversación que acababa de tener, viendo cómo la sangre se escurría del rostro de su mejor amigo.

-Neville es un heredero, igual que Harry-, señaló Remus. -Si Harry sigue en el castillo, lo encontrará-.

Sirius se preguntó a quién de ellos intentaba tranquilizar el hombre lobo. -¿Y si no está en el castillo?-.

El rostro de Remus se endureció. -Entonces depende de nosotros-. Sus ojos brillaron de color dorado durante un breve instante. -Llama a Tonks y a Kingsley. Yo iré a hablar con los gemelos, a ver si tienen algo que pueda ayudar-.

Sirius asintió, pero antes de que pudiera darse la vuelta, Remus lo envolvió en un aplastante abrazo. -No lo perderemos, Sirius-, declaró con fuerza. Sirius lo abrazó con fuerza a su vez, sólo por un momento, esperando desesperadamente que eso pudiera ser cierto.

De todas las personas que llamarían a la puerta de su despacho en plena jornada escolar, Severus no habría colocado a Neville Longbottom en lo alto de la lista.

El chico tenía suerte de que Severus no estuviera dando clases y de que no hubiera interrumpido nada importante.

Por otra parte, al ver la firmeza de la mandíbula del Gryffindor, Severus se preguntó si ese sería la mitad del problema. -Harry Potter ha desaparecido-, declaró el chico, sin una pizca del habitual tartamudeo tembloroso con el que se dirigía a Severus.

El corazón del Slytherin se detuvo.

-¿Y por qué debería importarme?-, dijo desapasionadamente, dando un paso atrás y haciendo un gesto al chico para que entrara. Longbottom dudó sólo un momento, pero se armó de valor y siguió a su profesor más odiado, sólo gimiendo un poco cuando Severus cerró y echó el cerrojo a la puerta.

Gryffindors, de verdad.

-Yo... Lord Black me dijo que viniera aquí. Dijo que podía confiar en usted-, dijo Longbottom, con las manos apretadas en los puños a los lados. -Harry ha desaparecido, no sé por cuánto tiempo. No estaba en el dormitorio, no estaba en el desayuno. Yo... sé que no está en el castillo-. La mirada del chico bajó evasivamente.

-¿Los pabellones lo han confirmado?-.

Los ojos color avellana se abrieron de par en par. -¿Sabes lo de los pabellones?- Severus asintió con impaciencia, y Longbottom pareció reafirmarse. -Entonces, sí. El castillo está preocupado. Si estuviera aquí, lo sabría. Y... les pregunté a Luna y a Hannah, en el desayuno. Tampoco lo sienten por ningún lado-.

Eso era... preocupante, por decir lo menos. Pensando rápidamente, Severus garabateó una nota en un trozo de papel, golpeándolo con su varita. Se desvaneció en un destello de luz plateada. -¿Puede Hogwarts enseñarte lo que ha pasado?- Severus no estaba seguro de cómo era la conexión de los herederos con el castillo, pero sabía que Harry había hablado de que le habían mostrado cosas antes.

Longbottom cerró los ojos, con la cara torcida por la concentración. -Está... nublado. Distorsionado. Y oscuro. Puedo decir dónde está, en el pasillo del séptimo piso, no muy lejos de la Sala de Menesteres. Pero no puedo ver bien lo que ha pasado. Es como... como si me bloquearan, o algo así-.

Severus se pellizcó el puente de la nariz eso no auguraba nada bueno para ninguno de ellos.

Un golpe en la puerta los sobresaltó a ambos. Haciendo un gesto a Longbottom para que se apartara de la vista, por si acaso, Severus dejó caer sus guardas y fue a abrir. Por suerte, sólo era Draco. El rostro de su ahijado estaba pálido, con el labio ligeramente hinchado donde lo había estado preocupando entre los dientes. -¿Se trata de Harry?-, preguntó con urgencia.

Severus lo dejó entrar en el despacho, donde hizo una doble toma al ver a Longbottom. -¿Todavía no lo encuentras?- presionó Draco.

-Estuvo contigo anoche, ¿sí?- preguntó Severus a su ahijado. Era una prueba de lo serio de la situación que Draco ni siquiera se sonrojó.

-En la Sala de Menesteres- confirmó, asintiendo. -Ambos salimos justo después de la medianoche. Yo fui por el atajo que baja a las mazmorras, él salió por la puerta principal-. Sus ojos grises se mostraron temerosos al encontrarse con los de Severus. -Tío Sev, ¿y si son mortífagos? Sé que hay alumnos leales en el colegio. ¿Y si... y si tienen a Harry?-.

Severus puso una mano en el hombro de su ahijado, apretando suavemente. -Si el Señor Tenebroso tuviera un plan para secuestrar a Harry Potter, yo lo sabría-, aseguró con seguridad.

-Señor...-, interrumpió Longbottom, -¿qué... qué pasa si no están trabajando según el plan de Quien Tú Sabes? ¿Y si decidieran... ya sabe. ¿Tomar la iniciativa?-.

Severus resopló. -Los mortífagos no son conocidos por su iniciativa, señor Longbottom. Sobre todo los jóvenes mortífagos-. No conocía a todos los alumnos leales dentro de la escuela, pero sabía lo suficiente como para saber que no tenían el cerebro ni la habilidad para pillar a Harry desprevenido, ni siquiera si el chico estaba... distraído. No después de todo el entrenamiento al que lo había sometido Severus.

-Desgraciadamente, señores, creo que estamos ante algo peor que los mortífagos-, les dijo sombríamente. -Sólo hay una persona que puede manipular los pabellones de la escuela de forma que ni siquiera un heredero pueda defenderse-.

Los dos chicos compartieron una mirada de horror que se iba haciendo evidente.

Albus Dumbledore finalmente había reclamado a su Elegido.

El mundo volvió a Harry en fragmentos, borroso en los bordes y con zumbidos en los oídos.

Estaba en posición horizontal. No en el suelo, sino en algo blando. Tenía las extremidades extendidas, una tensión alrededor de las muñecas y los tobillos que aumentaba cuando intentaba moverse.

Estaba atado a una cama. Parpadeando, alejó la sensación de confusión y giró el cuello, confirmando la sospecha. Una sencilla cama de matrimonio, sábanas de color gris pálido, cuerdas gruesas y mágicas que le rodeaban con seguridad, conectadas en el otro extremo a los robustos postes de madera situados en cada esquina de la cama.

Su atacante le había permitido conservar sus gafas. Qué amable de su parte. Miró a su alrededor la habitación era anodina, con paredes de color crema y sin más rasgos que la puerta de enfrente. No había retratos, ni armario, ni siquiera una mesa auxiliar. Había un soporte para velas en cada pared, pero eso no le servía de mucho a Harry.

Más allá de eso, todo estaba... amortiguado. Como si Harry estuviera en un frasco con la tapa puesta, atrapado lejos del resto del mundo. No podía sentir su conexión con Hogwarts, aparte de una débil persistencia en el fondo de su mente.

Apenas podía sentir su propia magia.

Eso, más que cualquier otra cosa, hizo que su corazón se acelerara de terror. Cerró los ojos, tratando de estabilizar su respiración, de mirar hacia adentro, hacia su propio núcleo mágico. Era como intentar nadar a través del cemento. El mero intento lo dejó exhausto, desplomándose contra el colchón. No había desaparecido, al menos eso podía sentir. Sólo estaba... bloqueado. Restringido, como lo estaba él mismo.

Cuando la puerta se abrió, Harry no se sorprendió al ver quién lo recibía.

-Ah, Harry, mi muchacho. Estás despierto-. El director entró en la habitación, con el rostro de un viejo abuelo bondadoso, excepto por la amenaza en sus ojos, por supuesto.

-¿Dónde estoy?- preguntó Harry, mirando al hombre. Dumbledore sonrió, conjurando una silla para tomar asiento junto a la cama.

No era la habitación la que bloqueaba la magia, entonces. Era bueno saberlo.

-En un lugar seguro-, aseguró Dumbledore, haciendo que se burlara. -Siento el método algo... poco ortodoxo de traerte aquí, pero no pensé que estuvieras dispuesto a venir tranquilamente-.

-Poco ortodoxo-, repitió Harry con cinismo. -Secuestro, querrá decir-.

La barba del anciano se movió mientras fruncía el ceño. -Es por tu propio bien, muchacho. Pronto lo entenderás-. Entonces, sonrió, con una luz algo desquiciada en sus ojos. -Debo decir que me has dado mucho más de lo que esperaba, trayéndote aquí de esta manera-.

A Harry se le revolvió el estómago. -¿Qué quieres decir?- El miedo se apoderó de él. -¿Qué me has hecho mientras estaba inconsciente?- ¿Había robado la magia de Harry? ¿Se había unido a él, como un parásito, como una vez hizo con los pabellones del castillo?.

-Oh, nada siniestro-, dijo Dumbledore con una risita. Metió la mano en un bolsillo interior de su túnica y sacó un montón doblado de tela sedosa la capa de invisibilidad de Harry. -Simplemente, no esperaba que llevaras esta pequeña maravilla. Vaya, si hubiera sabido lo que era en realidad, cuando estuvo por última vez en mi poder. Nunca debería habértela devuelto, por muy necesaria que fuera para mis planes. Dejar que te escabulleras por el castillo, a escondidas incluso de mí. Debería haber sabido entonces lo que era...-

Harry lo miró fijamente, totalmente desconcertado. Era una capa de invisibilidad; por supuesto, Harry estaba oculto bajo ella. De eso se trataba.

-Ahora que sé la verdad, ahora tengo el conocimiento del secreto de la familia Peverell. Tengo los tres artefactos-. Sonrió, y la expresión provocó un escalofrío de inquietud en la columna vertebral de Harry. -Me he convertido en el Maestro de la Muerte, mi querido muchacho-, declaró en tono reverente. -Toda una vida de búsqueda, y tú tenías la pieza final todo el tiempo. Así que entiendes por qué tenía que reclamarla-.

Se había vuelto loco. Dumbledore lo había perdido de verdad Maestro de la Muerte, ¿qué significaba eso? ¿Qué tenía que ver con los Peverell? ¿Y la capa de Harry?.

Dumbledore se inclinó hacia delante y Harry deseó poder escabullirse, hacer cualquier cosa para defenderse, pero estaba atado a aquella estúpida cama. Estaba totalmente indefenso, solo en una habitación que sólo Merlín sabía dónde, con un loco que lo había secuestrado para... ¿qué, exactamente?.

Se estremeció cuando la mano buena de Dumbledore le dio una palmadita en el brazo. -Desearía que las cosas hubieran sido diferentes, muchacho-, dijo el director con tristeza. -De verdad, lo deseo. Si no te hubieras vuelto tan... testarudo, tal vez todo esto podría haberse evitado-.

-Si no hubiera roto todas tus compulsiones, querrás decir-, espetó Harry, mirando fijamente. -Si hubiera seguido siendo tu pequeña y buena mascota de Gryffindor, dispuesta a sacrificarme por un bien mayor... y por tu maldita gloria-.

Dumbledore no reaccionó, limitándose a suspirar. -Esas compulsiones eran para tu propia protección, Harry-, insistió. Harry se preguntó si realmente lo creía, si se había convencido de verdad de que seguía haciendo lo correcto. -Hay un gran mal dentro de ti. Dentro de tu cicatriz. Tenía la esperanza, cuando te puse esa magia, de que fuera suficiente para ayudarte a deshacerte de ese mal. Para crecer más fuerte que su influencia, para permanecer firmemente dentro de la Luz. Lamentablemente, ese no es el caso. Me temo que no tenemos otra opción, mi niño... debes morir, para que el mal sea realmente derrotado. Debes morir para que Lord Voldemort sea asesinado. La Profecía lo exige-.

Harry lo miró con ojos rojos, pero el director no se dio cuenta, continuando con su mirada triste. -Ojalá no tuviera que ser así. Ojalá se te hubiera dado la oportunidad de enfrentarte a tu destino en la batalla, como debería hacer un verdadero Gryffindor-, le dijo Dumbledore disculpándose. -Pero hace tiempo que has demostrado que tu propio egoísmo -(la influencia del mal que llevas dentro)- se impone. Ya no puedo confiar en que hagas lo correcto, Harry. Debo asumir esa carga yo mismo-. Agarró con más fuerza el antebrazo de Harry. -Por favor, perdóname-.

-¡Mentira!- argumentó Harry. -Ya sé lo de los horrocruxes. Lo sé todo sobre el mal que crees que hay dentro de mí. Ya no está los duendes lo eliminaron este verano. Al igual que eliminaron todas tus compulsiones y los bloqueos de la magia de mi familia, antes de mi tercer año. No es la influencia del mal lo que me ha alejado de ti, son tus propias acciones. Tú eres el que me manipuló, el que me influyó, cambiaste toda mi personalidad para que encajara en tus planes, para convertirme en el peoncito perfecto, tu arma-. Los dedos de Dumbledore se clavaron dolorosamente. -El único egoísta aquí eres tú, Dumbledore. Criar a un niño para matarlo sólo para convertirte en el héroe una vez más-.

Para su sorpresa, Dumbledore se limitó a reírse, sacudiendo la cabeza. -Eres igual que él, ¿sabes?-, dijo Harry dudó que se refiriera a James Potter. -Siempre creyó que lo sabía absolutamente todo; que sólo su punto de vista era la verdad, y que todos los demás sólo mentían, manipulándolo. Ahora puedo ver que su alma ha manchado la tuya a un nivel más profundo de lo que jamás imaginé-.

-El alma de Tom Riddle no está cerca de la mía-, gruñó Harry. -La única mancha que tenía era la tuya, y hace tiempo que me liberé de ella-.

-Me entristece que pienses así, Harry-, murmuró Dumbledore. -Pero eso sólo demuestra aún más que debo hacer lo necesario-. Finalmente soltó el antebrazo de Harry, acariciando su barba. -Las decisiones difíciles han recaído a menudo en mí; es una carga que la mayoría no soportaría, pero que, sin embargo, es necesaria. Una vez que me haya ocupado de ti, podré encontrar los horrocruxes restantes y librar por fin al mundo de la oscuridad que lo ha asolado durante tanto tiempo-. Su sonrisa se volvió afilada. -Quizá entonces todo el mundo deje de creer esas tontas mentiras tuyas y me agradezca como es debido todo lo que he hecho por ellos-.

Hizo una pausa, riéndose para sí mismo, mirando a Harry. -Lo que no te dicen sobre el poder, muchacho, es que una vez que lo tienes, la gente que te lo dio a menudo no tiene ni idea de lo que realmente cuesta mantenerlo. Creen que puedes resolver todos sus problemas, sin tener la menor idea del trabajo que haces para mantenerlos vivos y en buen estado-. Volvió a reírse, sacudiendo la cabeza. -Pero no importa-.

El director se recostó en su silla conjurada, con una expresión que se tornó pensativa. -Me sorprende oírle hablar de horrocruxes -(aunque quizá no debería, teniendo en cuenta el tiempo que lleva uno)-. ¿Cuánto tiempo ha estado susurrando en tu mente, me pregunto?- Observó a Harry con tristeza. -Nunca tuviste una oportunidad, ¿verdad, muchacho?-.

Finalmente, se puso en pie, sacando su varita del bolsillo. Harry se tensó. -Tengo que volver al castillo por un rato, sin duda alguien ha notado tu ausencia. Debo calmar a los alumnos y dirigir la búsqueda a los lugares adecuados-. Con un movimiento de su varita, la silla desapareció. -Tal vez, si juego con cuidado, tu trágica muerte a manos de los mortífagos sea suficiente para que Horace me cuente por fin la verdad de lo que sabe-. Frunció los labios. -Cómo el hombre no ve que se nos acaba el tiempo, nunca lo sabré. Siempre ha sido un tonto-.

De repente, pareció recordar dónde estaba, que tenía compañía. Sonrió con esa sonrisa de abuelo a Harry, levantando su varita. -Lo siento, hijo mío, pero no puedo arriesgarme a que hagas alguna imprudencia antes de que pueda volver-.

Mientras la magia comenzaba a reunirse a su alrededor, un chorro de latín brotando de sus labios, Harry no pudo hacer otra cosa que quedarse tumbado y gritar.

A Neville no le importaba que faltara a las clases. Sus profesores lo entenderían, ellos también sabían que Harry había desaparecido. Todo el mundo sabía que Harry había desaparecido.

Después de salir del despacho de Snape, Neville había ido a la Sala de Menesteres, pidiendo la Piedra de Guarda, con la esperanza, contra toda esperanza, de que con sus manos en el cristal podría tener una mejor visión de lo sucedido. Hogwarts accedió, pero no había nada más que pudiera ofrecer sólo esa visión oscura de Harry recibiendo un golpe en la espalda con un Stunner, cayendo como un saco de tierra.

Esa visión atormentaría el sueño de Neville durante mucho tiempo, después de esto.

Volvió a llamar a Lord Black -Sirius- para decirle que había ido a ver a Snape como le había pedido. Sirius estaba con Tonks y Kingsley Shacklebolt, lo que hizo que Neville se sintiera mejor al instante. Les había contado, lo que Snape había dicho, sobre que era Dumbledore y no los mortífagos. Parecía que habían llegado a esa conclusión por sí solos.

Neville se sentía tan inútil no era poderoso como Harry, ni tenía contactos como Draco. No sabía ni la mitad de lo que realmente ocurría en la vida de Harry estos días, sólo las cosas que era seguro que supiera. Snape le había dicho que mantuviera la cabeza baja y que estuviera atento a cualquier cosa sospechosa. ¿Cómo era eso posible, cuando todo podía ser sospechoso? Que Ron y Hermione no parecieran ni remotamente preocupados por la desaparición de Harry era sospechoso. Que Lisa Turpin y Tracey Davies se rieran de ello era sospechoso. La continuación de la vida cotidiana de Hogwarts era sospechosa.

¿Cómo se podía esperar que todos siguieran yendo a clase como si no pasara nada?.

Finalmente, llegó la hora del almuerzo, y Neville se dirigió inmediatamente a Hannah en la mesa de Hufflepuff. Luna también estaba allí, y la mitad de sus amigos, todos con caras ansiosas y dibujadas. -¿Todavía no hay señales de él?- Preguntó Susan a Neville, y éste negó con la cabeza.

-Hay gente en el caso. Fuera del colegio. La gente de siempre-, le dijo, sin querer usar nombres en un espacio tan público. Susan asintió, frunciendo el ceño.

-Eso es bueno. Merlín... ¿cómo ha podido pasar esto? Harry suele ser muy cuidadoso. Ya has visto cómo son sus reflejos!-.

Efectivamente, se había convertido en una especie de juego durante un tiempo en la HA, tratando de pillar a Harry desprevenido. Enviando hechizos en todo momento, desde todos los ángulos... cada vez, Harry era demasiado rápido en el sorteo con un escudo o simplemente esquivando el camino. Neville sabía que se había entrenado para ello -(ahora, gracias a Draco, sabía que era Snape quien había hecho la mayor parte del entrenamiento)-, pero eso significaba que tenía que haber sido un infierno de poder para derribarlo con un solo hechizo.

-Estaba un poco preocupado-, señaló Neville; Draco había admitido que ambos habían estado somnolientos y satisfechos cuando se separaron, que Harry podría no haber estado en su mejor momento de alerta.

Pero Neville había visto a Harry pasar de estar muerto de sueño a estar despierto y luchando en cuestión de segundos. Con la conciencia del castillo a su alrededor, ni siquiera estar aturdido por los orgasmos lo dejaría tan desprevenido.

Por otra parte, se trataba de Dumbledore. Incluso con los herederos tomando las protecciones, seguía siendo el director de Hogwarts, seguía conectado al castillo. Y había estado haciendo negocios turbios en el colegio durante más tiempo del que los cuatro herederos habían estado vivos.

-¿Has visto algo, Luna?-, preguntó en un tono bajo, pero la Ravenclaw negó con la cabeza con tristeza.

-Hay demasiados wrackspurts-, le dijo ella. -Las cosas están tan envueltas. Tantos caminos que podría tomar-.

Eso, más que cualquier otra cosa, hizo que Neville se sintiera mal. Un futuro tan incierto... no auguraba nada bueno para Harry.

-Levántate-. Se giró era Ginny, y tenía a Draco con ella, la cara del rubio dibujada. -Tienen que comer algo. Los dos-.

Neville bajó la mirada al plato vacío que tenía delante, y luego se encontró con los ojos marrones de su novia. -No puedo digerir nada, Gin-.

Ella resopló, y en unos momentos había dos sándwiches frente a ella le dio un codazo a Draco, y luego prácticamente forzó el segundo en las manos de Neville. -Come-, repitió con firmeza. -Morirse de hambre no ayudará a Harry-.

Tenía razón, y ambos lo sabían. El sándwich sabía a cartón, pero Neville se lo comió de todos modos, con la mente en otra parte.

Odiaba esta parte de ser amigo de Harry Potter. La espera. Por lo menos el año pasado, cuando la mierda se hundió, había podido acompañarlo, ayudar y ser útil y estar al lado de Harry. Esto era como la tercera tarea de los Tres Magos, otra vez mirando un laberinto, con la preocupación burbujeando en sus entrañas, sabiendo que Harry estaba en peligro pero sin poder hacer nada al respecto.

Neville terminó su sándwich y estaba a punto de preguntarle a Draco si había escuchado algo más, cuando de repente la tensión en el salón pareció aumentar abruptamente. Levantó la vista y vio el color rojo.

Dumbledore acababa de entrar en la sala, con un aspecto totalmente imperturbable, con esa maldita sonrisa genial en la cara, como si no pasara nada. Se paseó entre las mesas de la casa como si fuera cualquier otro día, como si no acabara de secuestrar al mejor amigo de Neville.

Antes de que se diera cuenta, estaba de pie y acechando al director. -¿Dónde está?-, exigió, apuntando con su varita al hombre. Dumbledore se detuvo, levantando las cejas, como si Neville fuera una leve sorpresa y no una amenaza legítima.

No sabía qué podía hacer Neville. No sabía lo que Harry le había enseñado.

-Señor Longbottom, estoy bastante seguro de que no tengo ni idea de lo que quiere decir-, comenzó Dumbledore, pero Neville no se acobardó.

-Harry-, le espetó. -¿Qué le has hecho? Sé que te lo has llevado-. Todos los miraban fijamente. Una vena en la sien de Dumbledore se crispó.

-Se equivoca, señor Longbottom ¿quizás el señor Potter se ha ido por voluntad propia? Su comportamiento ha sido bastante... errático, este año. Es muy probable que haya decidido que el castillo ya no es el lugar donde desea estar-. Frunció el ceño con tristeza. -Sé lo molesto que debe estar por su traición, señor Longbottom, y me encantaría ofrecerle una escucha amistosa. O tal vez Madam Pomfrey; ella entiende lo difícil que puede ser procesar el dolor-.

Neville gruñó, y sólo los rápidos reflejos del director impidieron que su amuleto de aturdimiento silencioso golpeara. -¡De verdad, ahora!- le reprendió Dumbledore, frunciendo el ceño. -¡Atacar a tus profesores, no importa lo molesto que estés, no es aceptable en esta escuela! Diez puntos de Gryffindor, señor Longbottom, y detención con la profesora McGonagall esta noche".

-¡No me importan los castigos!- Neville gritó. -¡Sólo quiero saber a dónde has llevado a Harry! Sé que has sido tú ¡lo has querido quitar de en medio desde que salió de tus compulsiones!-.

-Ya está bien, señor Longbottom-, le reprendió Dumbledore, y su voz retumbante hizo que a Neville le recorrieran escalofríos. -Contrólese y deje de difundir las mentiras que le ha dicho Harry Potter-.

Pasó por delante de Neville, con sus ropas azules agitándose a su paso, y aunque Neville deseaba desesperadamente lanzar otro maleficio, sabía que no serviría de nada.

Se dio la vuelta, mirando a los estudiantes que habían observado todo el intercambio. Le devolvieron la mirada, en silencio, sabiendo.

Nadie creería que Harry había dejado Hogwarts por su propia voluntad. No después de todo lo que había hecho para protegerlo, no después de todo lo que había sufrido dentro de esos muros sin romperse. Y especialmente no sin llevarse a Draco con él.

Puede que Dumbledore le haya castigado, pero el daño ya estaba hecho. Neville podía ver los últimos vestigios de confianza en el director morir cien veces, desvaneciéndose en cada par de ojos que lo miraban.

Enderezó los hombros, asintiendo con decisión. No le importaba lo que costara, ni cuántos castigos le impusiera Dumbledore.

Encontraría a Harry aunque lo matara.

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