Mátame Sanamente

Par ashly_madriz

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Cualquiera puede creer que la vida de las porristas universitarias solo se trata de las piruetas, los chismes... Plus

Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58 (final).
Agradecimientos e información importante.
Aviso
Aviso 2

Capítulo 52

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Par ashly_madriz

PLENILUNIO: 

Estoy haciéndome notar, esperando que no huyas. Tú crees que soy indiferente, pero estoy mal diagnosticada, porque soy una acosadora que ha visto todas tus publicaciones. Yo podría ser tu crush.


 NARRADOR OMNISCIENTE:

Luna Estrada era como cualquier otra chica de la universidad de Kelsen.

Cumplía con sus trabajos y pocas veces se desvelaba, a pesar de que tenía algunos problemas para estudiar y una actitud que a veces no le ayudaba en ello. Era cortés, aunque procrastinadora, colaboraba con cada persona que se le presentaba en el camino solo que estos muchas veces solo la ignoraban.

Luna era pequeña, menuda y esbelta; con una actitud fresca y una sonrisa amplia que iluminaba al mundo con tan solo una esbozada. Siempre que entraba a un lugar las personas se le acercaban sin motivo alguno, ya que desbordaba una inevitable inocencia. Era buena, demasiado buena para su propio beneficio, por eso muchas veces había terminado herida, destrozada y con el corazón roto; cuando se enamoraba entregaba todo y no medía las consecuencias de sus actos.

Era fácil de usar, porque no tenía reparo alguno en dar y compartir sus sentimientos en las cuestiones del amor. Abría su corazón de forma sincera para quien se posara frente a sus ojos.

Luna era buena, demasiado buena para ser real... ¿Y saben qué? No siempre fue así.

En su juventud a Luna Estrada le gustaban las personas casi tanto como le gustaban los trofeos. Trofeos que solía ganar en competencias deportivas. Era una nadadora habilosa, hasta que un día solo no pudo nadar más. Creía que por ello había comenzado a desarrollar un gusto por los deportistas, específicamente por aquellos que eran altos, guapos y a los que podía sacarle un buen partido. Aquellos que eran fáciles de usar, fáciles de manipular y fáciles de amar.

Por eso cuando conoció a Aiden Jackson las cosas no cambiaron para ella, por el contrario, se dio cuenta que su lugar estaba ahí, con él.

En su mente ansiaba una relación con alguien como Aiden solo por su físico, hasta que fue descubriendo cada capa que se escondía en él. No era el típico patán, bebedor y fumador gamberro del campus como con los que había salido antes, mucho menos encajaba con el estereotipo de deportista dotado de esteroides y una actitud desagradable.

Aunque negaba su fijación por ese tipo de hombre, cada que alguien se lo preguntaba siempre se jactaba de una naturaleza amable e inocente.

Luna no era así, por el contrario, era solo un personaje creado para conquistar a su víctima. Porque sí, Aiden era su víctima.

Se había cambiado de universidad seis veces, y en todas las veces anteriores había salido con muchas, muchas personas; a cada chico al que se le presentaba le daba una personalidad diferente. A veces era la chica sexy, otras veces la pervertida y en algunas ocasiones, como esta, era la inocente. La chica mojigata que se sonrojaba cuando le hablaban de sexo y no rompía ni un plato.

Los usaba hasta que se aburría, para Luna, cada chico guapo que conocía representaba un reto. Un reto que codiciaba costará lo que costara.

Por eso, cuando vio al mariscal de campo de Kelsen por primera vez, algo cambió para ella. Lo veía tan solo y desgastado que deseaba tenerlo y repararlo. Lo había estudiado, analizado y aceptado. Cada movimiento de Aiden Jackson estaba grabado en su mente como una memoria en cámara lenta, así como sus sonrisas y gestos, Luna sabía todo de él y lograba detectar cada cosa que quería y lo que necesitaba solo al verlo.

Lo primero que notó en él era que buscaba a las de aspecto inocente, preferiblemente morenas y desaliñadas, por lo que el cambio de personalidad volvió a surgir cuando todas las piezas del rompecabezas estaban en su lugar.

Una vez había completado su investigación, había decidido cambiar su aspecto, sustituyendo su cabello largo, castaño y rizado por una cabellera verdosa y corta, con un aspecto edgy que no iba en nada a como era en realidad, acompañada de ropajes viejos y overoles con borlas, cosechadas por tiempo que llevaban estacados en las tiendas de ropa segunda mano.

Todo lo había planeado.

Conocía sus horarios, se había anotado en sus clases y acercado a él con la excusa de que necesitaba ayudaba en un trabajo y un tutor que la pudiera guiar, luego, poco a poco, se había ganado su confianza hasta conseguirlo.

Debía admitir que no había sido una historia fácil, Aiden era una caja fuerte a la que no le hallaba combinación, hasta que un día simplemente se abrió para ella. Le había contado sus problemas, sus sueños en el campo de juego y como le seguía siendo fiel a la difunta de su ex por razones que le parecían casi absurdas. A veces guardaban distancia, otras incluso se besaban y manoseaban.

Todo en un punto medio.

Parecía tenerlo comiendo de su mano, como todo un novio atento y dulce, —por lo menos en su mente— y cuando todo comenzaba a marchar bien ella volvió.

Maldición, se suponía que los muertos no regresaban de la muerte, mucho menos las detestables ex de mierda que nadie quiere ver.

Sabía que se llamaba Kira y por ello se había dejado golpear, todo lo había hecho a propósito. Su amiga la había ayudado advirtiéndole y contando todo lo que estaba a punto de pasar, por eso, la noche del primer juego, había acudido a los baños y besado a Aiden para que ella viera todo y él se pusiera en su contra.

Pero a Aiden, su Aiden, no le había importado en lo más mínimo lo que le habían hecho. Parecía idiotizado. Estaba todo el tiempo serio, amargado y distante; se comportaba como una persona horrible y totalmente opuesta a como era con ella con anterioridad.

Siempre la dejaba hablando sola y parecía tan perdido en sus pensamientos que lo único que le importaba era ir detrás de las faldas de esa chica.

Gracias a eso y muchas cosas más la odiaba. Se creía tan linda y perfecta que podía tenerlo todo, incluso lo que ella se había esforzado tanto en esperar. Había desaparecido tres años y regresado como si nada hubiese pasado para dañar sus vidas.

Mientras tanto, ella se había encargado de demostrarle a él quien era el amor de su vida y si esta no lo hubiese arruinado, ya incluso se hubiesen casado.

—¿Podrías dejar de divagar por una vez? —La voz de la chica quien era en realidad su cómplice la sacó de sus pensamientos, indicando así que llevaba rato sin escuchar—. Parece que todo este rollo con Kira Becker te ha dejado mal.

Despegó la cabeza de la pantalla del teléfono y con simpleza la miró de frente, optando por responderle sin hablar. Sidney era su única amiga en el pueblo, por eso había obtenido tantos datos de Aiden, a cambio esta le había pedido vigilarlo y decirle siempre donde estaban.

Eran muy sus cosas y no le interesaba preguntarle. Su amistad había comenzado al llegar a Kelsen, cuando había compartido un par de clases con esta en su primer año. Toda su unión era un secreto, nadie podía enterarse de que tenían reuniones genuinas y sinceras, siempre a las afueras de la ciudad, sin espías, donde una le confesaba sus pecados más siniestros a la otra.

¿Por qué? Era sencillo, ambas pertenecían a ligas y mundos diferentes. Donde Luna fingía ser una paria para conquistar a un tipo, Sidney amaba ser el centro de atención y la persona que recibía los elogios en cada presentación al ser la capitana del equipo de las animadoras.

—Nunca pensabas decirme que tenían un hijo, ¿no? —Luna ironizó. Sus ojos taladraron a la otra chica con profundidad, ya que por dentro se estaba quemando y pensaba que tarde o temprano iba a traicionarla.

—¿Crees que simplemente te lo podía contar?

Sidney sonrió.

Estaba recordando a su hermana y el show que habían hecho el día que la había echado de los comedores. ¿Lo de Samantha? Todo había sido un montaje, Sidney había dejado que su hermana utilizara a Luna creyendo que tenía el control, pero en realidad ella era quien maquinaba todos los planes.

No podía contarle a la otra de todos los negocios sucios en los que andaba, muchos menos hablarle sobre la existencia de los hermanos del infierno si quería conservar su vida, por lo que mencionar la existencia del mocoso Jackson nunca había estado en sus planes para revelar.

—No puedo competir con ella —murmuró la otra frustrada, queriendo soltar todo lo que tenía para dar—. ¿Cómo compito con una mujer que tiene un hijo? Eso me pone en una clara desventaja, ¿Sabes? No puedo ahora solo ir y decirle que estoy embarazada porque adivina, ni siquiera hemos follado.

—Fuiste tú quien quiso decirle que eras virgen, ¿o acaso no es así? —Sidney se burló, curvando abajo con un gesto suspicaz—. Te dije que no le gustaban las chicas buenas y no me escuchaste, preferiste seguir con el papel de la monja que creaste. ¿Y qué pasó? Nada. Él sigue con ella mientras tú te estás quejando con otra persona.

Luna pensaba que eso era lo mejor, era el estereotipo que aparentemente a Aiden le gustaba. Hasta que se enteró de todos los rumores que por los pasillos circulaban. Su chico era bueno, no era nada de eso que decían, era dulce y una excelente persona.

—Eso...

—Eso nada. —Sidney la interrumpió—. Te di una tarea, te pedí que te lo tiraras, era simple, Luna. No era difícil meterlo en tu cama para quitárselo a Kira de las manos.

—¡No te entiendo nada! —admitió la otra con un ápice frustración—. Primero me dices que debo alejarlo de la otra perra y ahora me sales con que tienen hijo. ¡¿Cómo me meto en su cama si nunca salió de la suya?!

La morena se detuvo en seco y abrió los ojos de par y en par, esperando guardar la compostura para que no se revelara su verdadera posición. Estaba harta, exhausta y enojada. La sociedad universitaria prácticamente la había echado y era una falacia que iba a volver pronto, ¿y su novio? Su novio era un imbécil, un vendido de mierda que la había traicionado de la forma más baja y por eso lo haría pagar.

—No hay ningún niño, maldita tonta.

Luna la miró desconcertada.

»No hay ningún mocoso; no hay, no existe, que te entre en la cabeza. Kira Becker es una perra loca con problemas mentales que se inventó que tenía un hijo para perjudicarte como lo hizo con Stacy, ¿siquiera la recuerdas? ¿Recuerdas cómo terminó? No me interesa que hagas, pero puta madre, haz algo. No puedo volver al campus y no puedo salir de esa sucia ratonera donde estoy.

—¿Cómo estás tan segura, Sid? Tu trabajo de puta te está volviendo loca, porque yo escuché claro esa noche lo que dijo. Está dispuesta a todo para ganar.

Sidney tuvo que respirar profundo para no levantarse e irse del lugar. Necesitaba que su hermana hiciera el trabajo sucio por ella, que se encargara de Aiden y Kira si era necesario. Necesitaba sacarlos del camino a ambos y luego vengarse por dañar su nombre. Odiaba a esa puta más que a nada y agradecía a Stacy por dejarle todo a cargo.

Ese niño no existía, eran puras falacias inventadas y la iba a desenmascarar quitándole lo que más amaba, a su noviecito.

—El punto es —prosiguió, intentado no perder la poca paciencia que le quedaba—, que sé de buena fuente de que no hay ningún bebé andando por el lugar. ¿Necesitas algo para alejarla? Lo tengo, te daré sus más sucios secretos si eso es lo que necesitas, solo haz que Kira Becker se muera. ¿De acuerdo?

—Sé que parezco una pordiosera ahora, pero... ¿acaso tengo cara de asesina? —Luna parpadeó con desconcierto y de golpe soltó una carcajada, aquello era imposible, realmente imposible. Su risa fue alta y logró ocasionar que Sidney la fulminara con la mirada.

—No de matar en el sentido literal, tonta, pero sí que no tenga más ganas de vivir. Una vez que no quede nada de ella podrás clavarles tus garras a Aiden Jackson en la espalda, ¿no?

***

Luna Estrada era una mentirosa de primera categoría, no tenía veintiuno o veintidós años como siempre se jactaba, ni siquiera la misma Sidney sabía su edad real. En realidad, estaba a punto de cumplir veintiséis e incluso tenía una carrera universitaria culminada y otra dejada a la mitad. La verdad no era mala estudiante solo realizaba un mero show.

Amaba su juego donde era una persona diferente con cada hombre con el que se acostaba. Jamás Aiden se enteraría de la verdad, mucho menos de su edad. No le avergonzaba que fuese mucho más joven que ella, por el contrario, quería robarle la flor de la juventud y vivir la historia y el cliché de amor que tanto añoraba.

Luego de salir del café, Sidney le había dicho que irían a reunirse con alguien, con la única persona que tenía el poder y los contactos para hundir a una perra como lo era Kira Becker para siempre y volverla a hundir en el agujero del que nunca tendría que haber vuelto a salir.

Le había sorprendido ya que ambas estaban tomando un taxi juntas hasta el restaurante más exclusivo de la ciudad, donde solo los ricos y famosos cenaban y necesitabas más que unos cientos para poder entrar.

Ninguna de las dos iba vestida para la ocasión, pero una vez entraron, el maître las condujo hacia una habitación privada, donde una mesa adornada con varios jarrones llenos de rosas blancas decoraba el ambiente.

Ambas tomaron asiento y se miraron cara a cara con nerviosismo y preocupación, pero su amiga, quien era la que la había llevado al lugar, le hizo un gesto para que guardara silencio y se quedará quieta y sentada sin hablar.

El mesero les había servido vino y un par de entradas que se apresuraron a degustar. La comida era deliciosa por lo que rápidamente se dio cuenta de que todo estaba sonando como una buena idea si no tenía que pagar.

Por su mente pasaban cientos de cosas. Ella solo quería una historia de amor con final feliz y el chico de sus sueños. Viviendo juntos, teniendo una boda de ensueño, hijos y siendo felices los dos.

Luna Estrada era el personaje que ella había creado para enamorar a un hombre como Aiden Jackson. Era ideal para él, todo lo que necesitaba lo podía ver al frente cada que la mirara a los ojos, claro que iba a gustarle, sea como fuese la situación su físico y personalidad eran su ideal.

No esa rubia desabrida que se empeñaba en tenerlo y que no entendía que su tiempo ya había pasado.

Pero cuando Kira llegó todo cambió para mal, las fotos que Riven le había enseñado lo demostraban. Fotos que por supuesto había visto con anterioridad, pero que mucho después tuvieron un significado grande para ella. Aiden estaba tragado por una chica que ni siquiera era una buena persona, y haría todo por él, segura de que esa perra no iba a arrebatárselo.

A los pocos minutos la puerta se abrió, por lo que levantó la cabeza de sus ñoquis para mirar de quien se trataba.

Una mujer de apariencia joven, vestida con un elegante traje blanco a la medida caminó hacia la mesa. Llevaba los labios pintados en un hermoso rosa palo y el cabello rubio sujetado en un moño alto.

Se veía de dinero, Luna lo detectó así. El perfume que usaba dejaba una estela que enseguida le hizo picar la nariz, pero sonrió con cortesía para lograr disimular.

—¿Ella quién es? —le preguntó la mujer a Sidney con un tono huraño y de escarmiento.

Le dio un escaneo con la mirada de arriba hacia abajo y arrugó el entrecejo como si estuviera viendo un bicho raro. Por más que su overol arrugado y su cabello verde desgreñado y sucio fueran feos, nada le daba el derecho de juzgar su aspecto y tratarla como lo estaba haciendo.

—Nuestra invitada, madame. —Sidney le respondió—. La señorita Estrada, a quien tanto deseaba conocer.

Luna se sintió incómoda, ya que todo en la mujer irradiaba superficialidad y esas cosas no iban con su nueva onda soft que usaba camisetas con el símbolo de la paz y ayudaba a los gatos.

—Haz que no hable por hablar, ¿entiendes, Sidney? —comentó la recién llegada apenas se acercó.

Esta jaló una de las sillas antes de que el maître entrase después de ella. Rápidamente y con un gesto de su mano lo despacho y cerró la puerta para dirigirse a la mesa y poder conversar.

Se sintió estática, ya que no sabía qué esperar y mucho menos descifrar qué se traía Sidney entre manos. Nunca la había visto de esa forma, tan servicial como una mascota, sirviéndole vino a la otra mujer con una sonrisa cortés y un gesto de amabilidad.

—Luna, mi madame, está dispuesta a ayudar —mencionó Sidney, pareciendo que algo acababa de recodar. A la otra enseguida aquello le tomó por sorpresa, ya que ella no había aceptado colaborar en nada.

Su amiga era una tonta descerebrada. No era de las personas que respetaban a sus mayores, por lo que todo aquello estaba siendo una novedad.

—¿Y yo he dicho que quiero colaborar? Ni siquiera sé para qué me trajiste aquí —soltó con un hilo de voz de fondo.

No pareció gustarle la respuesta porque enseguida la pateó por debajo de la mesa para que guardara silencio. Su ceño se frunció con un ademán de dolor que no se preocupó en disimular.

—Tiene agallas, ¿no? —Le sonrió la mujer.

Luna vio a esta extender la mano en su dirección para un apretón, pero sus ojos en vez de fijarse en su rostro o en su palma se dirigieron hacia su muñeca para vislumbrar una brillante pulsera de plata con una piedra amarilla que lo adornaba.

Lucía antiguo y algo del brazalete llamó su atención, así que soltó un suspiro y sin mucho pensar extendió la suya para un apretón.

—»No me conoces, niña, pero tal vez has escuchado de mí. Me han dicho que mi hija ha estado causando algunos problemas. Es cierto, ¿no? —La chica quedó perpleja ante esas palabras, aunque rápidamente asintió—. Siempre fue así, un dolor de cabeza el cual aún no me he podido sacar, sin embargo puedo ayudarte, pero necesitas hacer algo a cambio por mí. ¿Qué opinas?

—¿A qué se está refiriendo, señora?

¿Era esa la madre de Kira?

La rubia entornó los ojos hacia la joven, analizándola. Tenía una propuesta entre las manos que era demasiado jugosa para no poderla rechazar.

—Te dará el seguro de vida que necesitas para que Aiden Jackson se aleje de ella para siempre. —Sidney añadió desde su lugar, luego de llevar más de cinco minutos callada—. No solo deshacerte de ella, la posibilidad de que la odie para siempre y que no la vuelva a ver jamás. Es eso lo que quieres ¿no? Que se aleje de ella para no verla más.

—¿Cómo me deshago de ella si parece que lo tiene amarrado de la cadera? Tienen un hijo y contra eso no puedo competir. —Entrecerró los ojos con desconfianza.

—¿Viste a su hijo ya? —la señora Becker inquirió con una sonrisa.

Luego de aquellas palabras Sidney comenzó a reír descontrolada, como si lo que hubiera dicho la señora hubiese sido tan gracioso como para revolcarse de la risa en su silla del restaurante. Algo andaba mal.

—Vaya al grano, madame —zanjó su amiga.

—No hay ningún hijo, mi niña. Ella solo se lo inventó. ¿Quieres pruebas? Las tendrás, solo tienes que hacer que él se aleje de ella y yo me encargaré del resto. ¿No te parece bien? —La mujer asintió mirándose las manos.

Tenía una oportunidad. Era cierto, si Aiden no veía al mocoso en persona jamás iba a creerlo y ella se encargaría del resto, pero Luna no lo entendía. No entendía que era todo ese circo y porque Sidney la había llevado hasta ese lugar, tampoco conocía a la mujer o sus intenciones como para acceder y ayudarlas aunque era demasiado tentador, también era fácil que saliera mal.

—¿No es demasiado fácil, señora? —Luna añadió—. No he visto al niño, pero no puedo hacer nada si él le cree a ella. ¿No le parece?

—Y tú harás que no le crea. ¿Sabes cuál es la debilidad de Kira? Su amor por Aiden Jackson. Si quieres sacarla del camino para tenerlo, debes usar eso contra ella y causarle dolor.

—Obtienes la posibilidad de tener a tu hombre. —Sidney la miró, como si estuviera rogando internamente de que aceptara—. Y nosotras nos deshacemos de ella.

—¿Puedo preguntarle algo? Y perdone mi curiosidad. —La mujer le asintió y Luna luego prosiguió—. ¿Por qué quiere hacerle daño si es su hija? ¿Es cosa de su familia? Porque no parece razonable que una madre quiera hacerle daño a su hijo, aunque como sea, estoy a su favor.

Se maldijo internamente al hablar, porque la mujer se puso de pie y la miró con cautela. Había arruinado su única oportunidad de deshacerse para siempre de Kira Becker. A su lado, Sidney parecía desesperada, pero tampoco hablaba o solucionaba nada.

Se quedó quieta. En vez de irse, la rubia sacó una rosa blanca de uno de los jarrones con sus manos, luego la apretó tan fuerte que los pétalos magullados comenzaron caer contra el suelo hechos pedazos.

Segundos después le sonrió.

—Porque es simple, niña. Soy la señora Becker, pero ese demonio no es mi hija, sin embargo yo la crié.

»Y este es el momento en el que yo misma me deshago de ella. Tenemos un trato ¿o no?

Esa tarde, Luna no había visto a la señora Becker o a la difunta Elizabeth como todos la habían conocido. Había conocido a Amanda, quien solo seguía usurpando una identidad, ya que ese apellido ni siquiera le pertenecía al padre de Kira.

Luna había sellado su trato con el mismísimo demonio y ese era el comienzo del fin. 

X

Este cap es dedicado a Camila M. Una lectora que aprecio mucho y que me alegra la vida con sus comentarios. Me hace demasiado feliz.

Había demasiadas formas para contar este capítulo, más sin embargo creo que esta fue la mejor que pude escoger. Luna es un personaje complejo y con muchas capas. Se están formando los bandos de este tablero de ajedrez y solo uno podrá ser el ganador.

¿Teorías?

¿Qué creen que pasará?

¿Qué piensan de la verdadera Luna?

Muchísimas gracias por leer, no olviden votar y comentar. En el grupo estaremos discutiendo sobre este cap. Los amo. XOXO; Ashly.

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