Amarrada a una silla de no sé cuál sitio.
Perdí el conocimiento después de que Brooks me pusiera un liquido en la nariz que me hizo desmayar.
Era la peor escena de mi vida, aproximadamente 25 hombres armados al tope me rodeaban.
Frente a mi, el sujeto sostenía la bolsa con las cabezas de los niños de Harry.
Sentí miedo. Si. Moría por orinarme en los pantalones porque la última vez que me tuvieron atada fue el peor suceso de mi vida; fue cuando estaba en las celdas.
Carlo soltó la bolsa, quería mantener la frente en alto, de verdad, lo juro, pero estaba aterrorizada.
Entonces, su puñetazo aterrizó en mi mejilla, la sangre salió volando de mi boca.
—Tengo por fin a mi manos el conejito más preciado del Rey.
No Brooks, los conejitos preciados se fueron hace unas horas. Ruggero las quiere a ellas.
—No me digas que me darás un discurso antes de matarme como los estúpidos villanos de las películas.
Si por favor, por favor mátame.
Sé que no tengo escapatoria y en este momento desearía estar muerta antes de que...
—No pienso matarte —antes de que pase eso—. Pienso divertirme un poco contigo para que Ruggero sepa el dolor que me causó a mi que me quitara a mis hijas —se separó de mi—. ¡Traigan la videocámara! Será un pequeño regalo de bodas para el Rey.
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Tal vez no era mi cuerpo el que flotaba, pero sí que era mi alma.
Muchas veces me quise morir, quise quitarme la vida para ya no sentir ese dolor tan incontrolable que me causaba la vida. Y siempre me pregunté, ¿por qué yo? ¿Por qué a mi? ¿Por qué siempre salía lastimada yo?
Vivía en el pecado, lo sé, pero esa no era yo.
La Karol sana jamás hubiera matado, jamás hubiera hecho todos los crímenes que la Karol dañada había hecho. »Tengo 21 años, no me merezco esto, soy una maldita niña todavía pero nadie se daba cuenta«
Deseaba mil veces poder regresar el tiempo a cuando era feliz con mis amigos, a cuando vivía con mi padre y con mi madre, a cuando todavía no conocía al profesor Clark y mucho menos al hombre que me ha jodido tanto la vida.
Alguna vez dije que no habría peor daño que me pudieran causar como el que me hizo el general Harry, pero como siempre, Ruggero se llevaba la delantera. Ojalá nunca lo hubiera conocido.
Como ya antes lo había dicho, podía sentir que mi alma flotaba por los alrededores de este lugar y observaba a mi cuerpo desgarrando su garganta por los gritos de dolor que le causaban los hombres.
Mi alma veía como me habían quitado la ropa y le hacían cosas a mi cuerpo. Cosas muy feas.
»"Los Sevilla no lloran, no se ven frágiles ante nadie"«
Esa es una jodida mentira. Mi alma veía como mi cuerpo rogaba porque la dejasen de tocar en aquellas zonas tan intimas con sus dedos asquerosos que lo estaban destruyendo por dentro.
Mi alma me veía, y le daba repugnancia.
Pataleaba para que no se me acerasen, trataba de defenderme pero me sentía tan vulnerable a sus toqueteos.
En un momento de mi vida quise dejar de luchar, lo único que rogaba era poder desatarme, tomar un cuchillo y clavármelo en el corazón para dejar de sentir este sufrimiento.
Sufrimiento tanto físico como emocional por la maldita traición que sentía en mi corazón.
Habían jugado dos veces conmigo, ya no me sentía en condiciones para querer seguir viviendo.
"Si Ruggero estuviera aquí, los mataría a todos"
Quería decirles eso, quería que le tuvieran miedo pero en cierto punto yo ya no lo quería ver.
Estaba pagando el error de haberse traído a las hijas de un importante jefe del crimen organizado, yo, si, yo estaba pagando las consecuencias de algo que no había hecho.
No lo quiero ver, lo que quiero es morir.
Cerré los ojos dejando de luchar, mi cuerpo ya no tenía fuerzas para hacerlo.
Me quede ahí sentada, aunque quisiera ya no sentir, lamentablemente si lo hacía.
Sentía las asquerosas manos de diez hombres tocándome son suciedad, y cerraba los ojos para no ver como la mayoría de ahí se masturbaba a mi honor mientras que uno grababa mi rostro de cerca para enviárselo a Ruggero.
Estaba asqueada, aterrorizada, sabía que después de esto el final de mi había llegado y rogaba para que me dieran un tiro.
Mi cabeza tenía un reloj incluido desde aquel día del encierro en la celda, sabía que habían pasado aproximadamente una hora de grabación haciéndome y metiéndome cosas que me desgarraban.
El llanto no paraba en mi, pero lo que sí había parado eran mis fuerzas para moverme.
Me mordía el labio sintiendo la sangre por el puñetazo que me dieron y de repente, perdí el conocimiento.
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Estaba tirada en el piso con una cadena en el cuello como un perro. Seguía desnuda, mis partes íntimas sangraban por no contar lo asqueroso que estaba mi cuerpo.
Los hombres reían no muy lejos de ahí, pero estaba sola.
Mis instintos me hicieron voltear a todos lados. Era de noche de nuevo pero no sabía cuánto tiempo había pasado. Seguí mirando en busca de algo que pusiera usar no para escapar sino para quitarme la vida.
Pero estos grandísimos hijos de puta me habían dejado en una habitación sola.
Golpear mi cabeza con el concreto era la mejor solución para todo, pero no pude hacerlo porque el hombre alto y peligroso había visto que estaba despierta y vino a mi con su computadora.
Brooks se inclinó en cuclillas para mostrarme lo que tenía en manos.
—Te ves muy hermosa, ¿no crees? Ya veo porque Ruggero te ha escogido como esposa.
Era mi video. Se veía tal y como yo lo había sentido.
—Ruggero no soltará a tus hijas —susurro, muerta del miedo por la mirada que me lanzaba—. Vive con eso el resto de tu vida.
—Me las dará cuando te vea en el video, ya lo verás.
—Ruggero me ha dejado —el llanto se acumula en mis ojos, quise apartar la vista pero el hombre me sujetó con tanta fuerza de la barbilla para que lo mirase a los ojos.
—Imposible.
—Las prefiere a ellas, las escogió a ellas. Así que sigue soñando de que las tendrás porque a mi me ha dejado para salvarlas.
Un destello impacta mis ojos.
El puño de Carlo chocó contra mi cara haciéndome ver negro y sintiendo mi corazón hacerse más vulnerable.
Caí al suelo de nuevo, y rogaba porque fuese mi ultimo suspiro.
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Por desgracia, mi deseo no fue cumplido y volví a despertar amarrada a una silla todavía asquerosa y desnuda. Sabía lo que venía, así que volví a cerrar los ojos y dejar volar mi alma nuevamente.
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Tres días donde a cada momento me tocaban y se burlaban de mi. Tres jodidos días donde mi mente ya no era la misma. Me sentía ida, ya no sentía siquiera el dolor, era como estar muerta en vida.
No sabía cuantos videos habían grabado de mi y ya no me importaba. Sabia que en algún momento Carlo Brooks se cansaría de mi y en algún punto me mataría. Ansiaba porque llegase a ese punto.
Abrí los ojos al escuchar la cremallera del sujeto que me torturaba, se la había subido porque había terminado conmigo.
Volví a cerrar los ojos y dejar que las lágrimas quemaran mis mejillas, la cremallera de otro hombre se había escuchado.
Pero entonces, abrí los ojos al sentir el cuerpo del hombre caerse frente a mi.
Estaba tan ida mentalmente que no me esforcé en saber quién había llegado a matar a todos.
No me esforcé porque en el fondo sabía de quién se trataba.
Un tiroteo se expandió en el lugar, Carlo Brooks salió corriendo del edificio con varios hombres y me dejaron ahí.
Gritos, explosiones, balas perdidas volando alrededor de mi.
No. Yo ya no quería estar aquí, yo ya me quería ir al infierno.
Entonces lo vi, vi al hombre que había sido el amor de mi vida correr hacia mi para desatarme y abrazarme. En este momento ya no me importaba nada.
—Estoy aquí contigo —susurró a mi oído el pelinegro—. Tranquila, he venido por ti mi pequeña.
...
Un capítulo triste:(
Mabel Paz