Tú, Yo y El Mal

By MabelPazAvalos

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Dicen que todos tienen un hilo rojo conectado con otra persona. Bueno, pues yo creo que mi hilo es más bien d... More

PRÓLOGO
• CAPÍTULO 1 •
• CAPÍTULO 2 •
• CAPÍTULO 3 •
• CAPÍTULO 4 •
• CAPÍTULO 5 •
• CAPÍTULO 6 •
• CAPÍTULO 7 •
• CAPÍTULO 8 •
• CAPÍTULO 9 •
• CAPÍTULO 10 •
• CAPÍTULO 11 •
• CAPÍTULO 12 •
• CAPÍTULO 13 •
• CAPÍTULO 14 •
• CAPÍTULO 15 •
• CAPÌTULO 16 •
• CAPÍTULO 17 •
• CAPÍTULO 18 •
• CAPÍTULO 19 •
• CAPÍTULO 20 •
• CAPÍTULO 21 •
• CAPÍTULO 22 •
• CAPÍTULO 23 •
• CAPÍTULO 24 •
• CAPÍTULO 25 •
• CAPÍTULO 26 •
• CAPÍTULO 27 •
• CAPÍTULO 28 •
• CAPÍTULO 29 •
• CAPÍTULO 30 •
• CAPÍTULO 31 •
• CAPÍTULO 32 •
• CAPÍTULO 33 •
• CAPÍTULO 34 •
• CAPÍTULO 35 •
• CAPÍTULO 36 •
• CAPÍTULO 37 •
• CAPÍTULO 38 •
Liam Davis
• CAPÍTULO 39 •
• CAPÍTULO 40 •
• CAPÍTULO 41 •
• CAPÍTULO 42 •
• CAPÍTULO 43 •
Hermes Sevilla
• CAPÍTULO 44 •
• CAPÍTULO 45 •
• CAPÍTULO 46 •
• CAPÍTULO 47 •
• CAPÍTULO 48 •
• CAPÍTULO 49 •
• CAPÍTULO 50 •
• CAPÍTULO 51 •
• CAPÍTULO 52 •
Antonella Pasquarelli
Maxon Lee
Bratt Smith
• CAPÍTULO 53 •
• CAPÍTULO 54 •
• CAPÍTULO 55 •
• CAPÍTULO 56 •
• CAPÍTULO 57 •
• CAPÍTULO 58 •
• CAPÍTULO 59 •
• CAPÍTULO 60 •
• CAPÍTULO 61 •
• CAPÍTULO 62 •
Liam Davis
• CAPÍTULO 63 •
• CAPÍTULO 64 •
• CAPÍTULO 65 •
Bratt Smith
• CAPÍTULO 66 •
• CAPÍTULO 67 •
• CAPÍTULO 68 •
• CAPÍTULO 69 •
• CAPÍTULO 70 •
Lily Brooks
Lily Brooks
Lily Brooks
• CAPÍTULO 71 •
• CAPÍTULO 72 •
• CAPÍTULO 73 •
• CAPÍTULO 74 •
• CAPÍTULO 75 •
• CAPÍTULO 76 •
• CAPÍTULO 77 •
• CAPÍTULO 78 •
• CAPÍTULO 79 •
• CAPÍTULO 80 •
• CAPÍTULO 81 •
• CAPÍTULO 82•
• CAPÍTULO 83 •
• CAPÍTULO 84 •
• CAPÍTULO 85 •
• CAPÍTULO 86 •
• CAPÍTULO 87 •
• CAPÍTULO 88 •
• CAPÍTULO 89 •
• CAPÍTULO 90 •
• CAPÍTULO 91 •
• CAPÍTULO 92 •
• CAPÍTULO 93 •
• CAPÍTULO 94 •
• CAPÍTULO 96 •
• CAPÍTULO 97 •
• CAPÍTULO 98 •
FINAL
REPORTAJE POLICIAL
MARILIA

• CAPÍTULO 95 •

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By MabelPazAvalos

Sabía la existencia del mercado negro de San Francisco, pero jamás creí que fuese uno de los más grandes que hubiera visitado, se parecía casi como el de Hong Kong.
Nelson nos mostraba variedad de misiles, armas radioactivas, y armas altamente letales. ¿Cómo sé que son letales?

—Armamento Pasquarelli —leo—. Todo esto lo inventaron Agustín y Simón en algún tiempo.

—Entonces nos serán de mucha ayuda.

—Pasen por aquí, ustedes son muy bien recibidos por los vendedores. Él es rojo, tiene cualquier tipo de misil que quiera.

Veo que aquí todos tienen nombres claves.

—No. Busco algo como lanzagranadas, bombas de humo, explosivas y armamento ligero.

—Felicitaciones por la boda —me dice rojo—. Debe de sentirse orgulloso de tener a una mujer como su esposa.

—Ella es la que se siente orgullosa por tener un esposo como yo.

—¡Pasquarelli! —me rio—. Muéstreme aquellas de allá.

Al paso de una hora ambos nos separamos en el lugar. No era como que la perdiese de vista, pero tampoco la andaba cuidando porque sé que se sabe defender sola y también sé que todos aquí saben que si le tocan un pelo, es hombre muerto.

Al final terminé con una mochila deportiva repleta de armamento ligero y explosivos, como no tenía nada de plata e hecho que Dalton les haga transacciones bancarias.

Era ya la una de la mañana, salí de la mano de mi mujer y tuvimos que traspasar todo este campo, el plan era ir de nuevo a esa maldita casa pero escuché el estómago rugir de Karol y sabía que debía de conseguir comida.

No podía permitir que ella se quedase con hambre, según los estudios que leí de la señora Carmen, eso no es bueno para ella.

—¿Hay algún lugar donde pueda conseguir efectivo?

—Si señor, pero está a muchos kilómetros y no se lo recomiendo, los bancos están llenos de cámaras de seguridad.

—Vale, ¿hay alguien aquí al que pueda asaltar para que me de su cartera?

Nelson se rio. Entonces sacó su billetera y me dió un billete, no aceptaba limosnas pero en este momento me hacía mucha falta.

—Es demasiado tarde, ustedes ya saben el camino.
Si me necesitan de nuevo, llámenme, estoy a sus servicios.

—Gracias señor Nelson, nos ha servido de mucho. Cuente con aquel pago que le he prometido, nosotros somos personas de palabra.

—Lo sé señorita Sevilla —me mira—. Perdón, señora Pasquarelli.

Lo vimos alejarse hasta que se perdió de nuestra vista.
Miré a los alrededores a ver si podía encontrar un poco de luz, estábamos caminando entre monte y lo único que se podía ver eran las vacas y caballos de nuestros lados; pero no me ubico bien.

—Te voy a cargar en mis hombros y me dirás para donde se ve la ciudad.

Ella asintió, y una vez ya arriba de mis hombros comencé a caminar para que viera.

»Joder, mi herida«

Aguántate Pasquarelli que tu mujer necesita comer.

—¡Ahí!

—¿Qué ves?

—Una tienda de cuarta, pero no alcanzo a ver bien lo que dice. Seguro que han de vender algo ahí.

Al bajarla, suspiré de alivio.
Duele como la Chingada.

Volví a tomarla de la mano, el lugar no estaba a tantos kilómetros pero cada que avanzaba sabía que era un lugar de mala muerte.
Era un muy pequeño supermercado, pero de verdad, era demasiado pequeño. Podría ser incluso del tamaño de la casa de donde nos quedamos.
Habían hombres viéndonos mal, tenía que ser cuidadoso, sé que están armados y no sé si son hombres de Carlo Brooks.

—¿Perdida cariño?

—Quita tu asqueroso cuerpo de mi camino —y los problemas habían comenzado, alguien molestó a Karol cuando nos separamos.

—Esos no son modales campesina.

—¡Dijo que te apartes de su camino! —le grito, ahora su mirada estaba fija en mi—. A un lado o lo que moveré será tu cadáver.

Me fulminó, quiso hacerse el valiente conmigo pero a fin de cuentas se hizo a un lado sin dejar de mirarnos.

—Comida enlatada, esto nos servirá.

—Qué horror, perdóname mi reina, no es comida digna de ti.

—Tú puedes ser mi postre.

¡Es que ella es perfecta!

Tomé un pequeño frasco de café y dos litros de leche ordeñada. El sujeto en el mostrador había presenciado lo que había ocurrido con el otro hombre, pero en lugar de fulminarme a mi, no le paraba de quitar el ojo a mi mujer.

—Serán cinco dólares.

—Aquí tiene.

—No son de por aquí, ¿verdad?

—Ahórrese las preguntas y entrégueme el cambio.

—Esta mujer es demasiado bonita como para estar en la área negra de San Francisco, no tiene cara de ser campesina.

¿Y yo si?

—Entrégueme el cambio, ahora.

—Sus caras me resultan familiares pero, no logro descifrar de dónde.

De nuevo, el otro sujeto llega. Este se pone del otro lado de Karol y la mira.
Oh no, ya se lo que ocurre.
Estos imbéciles la quieren, me la van a robar.

—¡El cambio malita sea!

Todo pasó tan de prisa, el impulso me ganó, cuando el sujeto jaloneó a mi mujer yo saqué mi arma y le disparé en el brazo.
El otro sujeto me apuntó con su arma y Karol lo apuntó a él. Pero no esperaba conque otros dos salieran de algún escondite. Estábamos rodeados.

—Eso le pasará a todo aquel que toque a mi mujer.

—¿Quienes son? ¿De quienes se esconden?

—Somos tu peor pesadilla y si no me entregas el cambio haré volar este lugar en dos segundos.
¿No me crees? Pruébame y atente a las consecuencias.

—¡Maldito hijo de perra, me disparaste!

Intenta acercársele a Karol pero ella lo amenaza con su pistola.

—Un paso atrás grandulón, él te ha dado en el brazo pero a mi me gusta más apuntar en la cabeza.

—Dile a tus hombres de atrás que ni se nos acerquen porque te mataré si eso pasa —le digo al vendedor que, ha sido muy astuto porque ha sacado el cambio y me lo ha dado.

Tomo a Karol de la mano y la guió a la salida no sin antes robarme un paquete de azúcar que se me cruzó en el camino.
Los hombres nos siguieron hasta la salida, los perdimos de vista al paso que avanzábamos.

—Qué horror, tuve las asquerosas manos de un tipo encima de mi. Debiste darle en la cabeza.

—Si lo mataba ellos nos mataban, ahora no es bueno llamar la atención de los policías.

Llegamos a las dos de la madrugada, habíamos recorrido aproximadamente 5 kilómetros en la oscuridad y no podíamos tener el privilegio de ir por la carretera; teníamos que venir por el monte.

Aceptaba dos cosas. Uno, tenía miedo de que algún animal le picara a Karol. Y dos, tenía miedo de las personas que se escondían a nuestros alrededores porque le podían hacer daño a ella.
Claro que no dejaría que eso pasara, pero vamos, soy consciente de que ellos nos ganan en número.

Moría del cansancio, lo primero que hice fue tirarme en el sofá y descansar.
¿Descansar? No, esa palabra no existe para Karol.

—Despierta, te hice café.

—Gracias mi reina.

—¿Por qué ahora me llamas así?

—Antes eras mi princesa —me siento—. Ahora eres mi reina.

—Ya veo —la vi poner unos cuantos platos de plástico encima de la mesa del centro, era atún, ¿en qué momento dejé que ella comiera atún enlatado?

—Cuando salgamos de aquí iremos directo a Dubai.

—Si. Pero ahora quiero que prestes mucha atención, es hora de explicarte el plan. Tenemos que salir de aquí, vivos.

—Soy todo oídos.

~~~~~

Karol me había dicho que todo el día siguiente nos la pasaríamos aquí encerrados esperando a Stewart.
Nos habíamos levantado tarde, ella me había revisado la herida y me había dado unos cuantos analgésicos.
Nos bañamos, y, después comimos espinacas y frijoles enlatados con un café.

No teníamos más que hacer, así que nos sentamos a ver una muy pequeña televisión vieja.
Era el noticiero. Nuestras caras seguían por todas partes, no paraban de hablar de nosotros.

Llegamos a un punto de desesperación donde mejor cambiamos al único canal que había aparte del noticiero. Parecía una película viejísima.

Me fastidie.
Así que me acomodé mejor para verla a ella.

—¿Te cuento un secreto?

—Soy toda oídos.

—En mi casa no habían fantasmas —frunce el ceño, yo me rio.

—No te entiendo.

—Si. Cuando recién vivías conmigo he hecho que Antonio, el cuidador de caballos, se subiera por el tejado y te tocase la ventana para que te diera miedo y que durmieras conmigo.

—Espera, ¿me estás diciendo que desde un principio lo planeaste todo?

—Si. Y ha funcionado al pie de la letra.

Ella también se acomoda para verme.
Pero lamentablemente nuestro momento no duró mucho, el celular me vibró. Era Simón en una videollamada.

—Mande.

—Hola Ruggero, hmm, ¿cómo estás?

—Ve al grano que no tengo mucho tiempo.

Veo a Agustín también asomarse, ahí es cuando me doy cuenta de que algo no anda bien.

—Al grano, si, hmm, terminé con Lily.

—¿Y quieres que te dé la plática que le tengo que dar a mi hija de que los novios son pasajeros? Vamos Simón, ya estás muy grande para eso.

—Anoche pensamos que se habían ido a dormir temprano —habla Agustín—. Pero todo parece indicar de que se han escapado.

—¿¡Qué!?

—Creemos que Lily estaba un poco triste por la ruptura y también por el tema de su padre, creemos que irán con ustedes.

—Encuéntrenlas, ahora.

—Si en eso estamos —la pantalla se aleja, parece que están ¿en un barco? —. Los demás se enojarían si supieran que nos hemos ido sin avisar, por eso te estamos avisando a ti, deséanos suerte.

—¿Suerte? Van a entrar a una ciudad donde están registrando cada esquina. Ustedes necesitan más que suerte —los fulmino—. Encuentren a mis hijas porque sino están muertos. Les doy mi palabra.

Cuelgo.

Maldita sea parece que nadie puede hacer nada bien, ¿por qué rayos todos me quieren sacar de quicio?

—Todo saldrá bien, ya verás.

—Karol.

—¿Si?

—Ahora que estamos casados, ¿no quieres ponerle tu apellido a Lily y Madison?

—No —se alza de hombros, me lo supuse—. Si las hago legalmente mis hijas significaría una responsabilidad y no quiero cargar con nadie más que con mi marido.

—¿Tú con Harry querías tener hijos?

—¿qué más da? Todo lo que viví con Harry fueron mentiras y no es momento para hablar de él. Es una detestable personas.

Tener hijos procreados por la mujer que amaba era un sueño inalcanzable para mi. Me gustaba soñar en grande, pero sabía también poner mis pies sobre la realidad y jamás obligaría a Karol a tenerlos porque es su cuerpo.

—Debiste de preguntarle por qué fue la ruptura con Lily.

Bien hecho cariño, cambia de tema.

—Son cosas que no me incumben y para mi mejor, sabía que lo suyo era pasajero.

—Es una pena, se veía que ella lo quería.

Eso último lo ha dicho por decir, la conozco, sé que el tema de su relación le importa lo mismo que le importa una cucaracha. O sea nada.

No pasó mucho tiempo para que Karol apagase la televisión y se pusiera a horcajadas de mi.
Amaba a mi esposa cuando quería sexo, era tan adorable y peligrosa a la vez.

Fue fascinante que hiciéramos un trío con una desconocida.

—¿Sigues cansado?

—No tanto.

—¿Quieres tener relaciones sexuales aquí y ahora?

—¿La verdad? —maldita sea—. No. Y no es porque no quiera gozar de tu cuerpo sabiendo que ya eres mi esposa, es solo que, no se, llámame chiflado pero quisiera que nuestra primera vez después de casados fuese en nuestra luna de miel.
Eres mi reina, necesitas tener lujos de reina y no conformarte con una maldita casa apunto de caerse.
Quiero verte nadando en una piscina de joyas, lanzando dinero desde la ventana de un rascacielos o que luzcas una fina lencería en una cama decente y que no huela mal. Me gusta darte lujos esposa mía.

—Eres tan romántico, ¿quién diría que sacaría tu lado cursi?

—Sólo contigo.

—Me encanta que sea sólo conmigo. Te amo.

Sé que antes ya me lo había dicho, pero es increíble la sensación que me provocan esas simples palabras.
Que Karol divulgue sus emociones es algo muy extraño, por eso me hace sentir especial.

—Dilo de nuevo.

—No exageres.

Ambos nos reímos, me fue imposible no besarla en este mismo instante.
Por una parte hubiera preferido no hacerlo ya que considero que ambos somos unas personas muy calientes; no tardamos en comenzar con nuestra batalla de lenguas y sus movimientos sobre mi.

Pero debía de parar.
Quería una luna de miel digna.

*•*•*•*•*•*•*•*

Efectivamente mis hijas habían encontrado las coordenadas de aquí, debieron de haberlo sacado de algún lugar del salón de la élite.
Estaba enfadado, sentía impotencia de querer arrancarles la cabeza y patearlas como pelotas de soccer porque habían desobedecido demasiadas reglas tan solo al venir aquí.

Pero algo me lo impedía, y era que ambas estaban echas lágrimas en mis brazos por el miedo que le tenían a su padre.
Es ilógico lo sé, son algo pendejas al venir a un lugar donde es fácil que las puedan localizar y que no tengan escapatoria.
Pero por otro lado, sus excusas eran que conmigo se sentían a salvo.

»Tonterías«

—Entonces, ¿viajaron en autobús?

—Es agotador, vivimos muchas aventuras al venir aquí y nos tuvimos que poner pelucas.

—Por cierto, felicidades por tu casamiento. Gracias por conseguirnos una mamá.

—Ah no Madison, ni se les ocurra llamarme así porque yo no soy madre de nadie y menos de mocosas que no saben lo peligroso que es venir aquí.

—Tú has venido aquí sabiendo que no tendrían escapatoria.

—No te atrevas a contradecirme con mis propias palabras.

Karol estaba enojada con la llegada de ambas, mas sin embargo ella misma sabía que teníamos suficientes problemas como para sumarle otro así que se mantenía callada.




Día largo, noche larga.
Lo mismo al día siguiente; pero ahora con la novedad de que habían puesto una nueva ley en el estado.
Al parecer la búsqueda por los niños Moore era muy fuerte, era la razón por la que Stewart todavía no llegaba. Probablemente se encuentre en un infierno pensando cómo mover a los niños sin ser vistos y traerlos con nosotros.

Karol Sevilla

La llegada de Agustín y Simón había puesto el ambiente más caliente de lo que ya estaba.
Estaba recargada en la pared del pequeño living viendo cómo Lily y Simón discutían. Cómo Ruggero regañaba a las niñas y a los chicos por haberlas descuidado y prácticamente viendo una vida que no quería.

No quería tener que lidiar con ellas. No me agradan lo suficiente como para tolerar estas estupideces suyas. No quería esta vida de madrastra y no iba a permitir que ellas me vieran de tal forma.
Lo aborrecía.

—¡Es una tontería!

—¡Tontería es que hayas venido hasta aquí para buscarme! Hemos terminado Simón, yo hago con mi vida lo que yo quiera.

—¡Oh claro que no! —le gritaba él—. No te cuido porque quiera, sino porque eres hija del mayor jefe del crimen organizado y eres demasiado niña como para pensar con madurez.
¿Venir a un lugar donde no hay escapatoria? Seguro fue tu idea. ¡Pues genial Lily! ¡Ahora somos seis personas las atrapadas aquí! ¿¡Sabes la gente que tuve que matar para llegar hasta acá!? ¿¡Sabes que casi morimos en un tiroteo!? Por supuesto que no, tú no piensas.

En la otra esquina del pequeño living estaban Madison y Agustín que se habían ido a un lugar apartado para abrazarse.
Eran dos claros ejemplos de amor.
Uno que se preocupa, viene por ella y la apoya sin reclamar.
Y otro que se preocupa de más y finge que no con sus reclamos cubriéndolo.

Fui a la cocina para querer dejar de escuchar el ruido, pero no fue posible, sus gritos se escuchan por todas partes.

Maldita familia de Ruggero, ojalá sólo fuera yo.

Hablando del rey de Roma, es el primero que cruza la pequeña separación del living al comedor y se sienta a un lado mío.

—Somos seis en una casita con una cama —le digo—. No hay comida y no pienso compartir cama con tus hijas como anoche.

—Saldré por comida, Agustín ha traído efectivo.

—Genial, los acompaño.

—Es mejor que te quedes, no pienso aguantar de nuevo que te quieran faltar al respeto frente a mi.

—¿Hablas en serio? —lo fulmino, tiene que estar jugando—. Sé defenderme sola.

—Y lo sé, pero recuerda que no estamos en territorio nuestro sino del enemigo.

—Bien, jódete.

—Karol...

—¿Y sabes algo? —me levanto, el dolor de cabeza había llegado a mi límite—. Deberías mínimo ser buen padre y educar bien a tus hijas. "Han venido porque se sienten a salvo contigo", tonterías Ruggero, han venido para hacerte un cargo más. Si. A ti. Porque yo no pienso cargar con ellas.

—¿Hablas en serio? Ni siquiera te he dicho que tengas que cargar con ellas, sé que sólo son mi responsabilidad y no tuya.

—Maldita sea no sé qué te pasó por la cabeza cuando decidiste adoptarlas. No son ni un poquito dignas de tu apellido —intento irme, sin embargo me detengo—. Le veo un poco de visión a Madison, pero Lily es un desastre total.

—¿Por qué dices eso?

—Mírala. Su novio la termina y lo primero que hace es ponerse en peligro, porque no me digas que de verdad creíste que fue idea de las dos. Madison seguro hubiera usado la cabeza.

Dicho eso, me voy.


Cenamos el resto de frijoles enlatados y atún en agua.
El ambiente era pesado, todos estábamos en silencio, Simón comía al otro extremo del living, solo, Madison le daba de comer en la boca a Agustín que no paraba de sonreírle muy enamorado.

Fue ahí donde la cosa se puso un poco turbia.

—¿Se lo has dicho? —le preguntó Agustin a Madison, y como era el único que hablaba había llamado la atención de todos. Madison negó y miró a Ruggero.

—¿Hay algo que me quieran contar?

—Hmm, sí papá.

—Adelante.

—Es algo que nadie sabe y queríamos hablarlo contigo.

»está embarazada« pensé.
Pobre chica.

—Madison, ¿estás embarazada?

—¡No papá, no! Nosotros nos cuidamos.

¿Entonces qué es?

Agustín se acomodó, no, mejor dicho se puso de pie y miró a Ruggero muy nervioso.

—Has sido mi amigo desde casi toda mi vida, Ruggero. Sabes todo de mí aunque no te lo haya contado y, bueno, creo que eres la persona que más me conoce en el mundo. Conoces mi pasado y hasta conoces el cómo podré morir.

—¿Si?

—Por eso esta noche, hmm, sé que no es la adecuada pero —Madison se pone a su lado, oh no, creo que sé para donde va—, Quería pedirte la mano de tu hija.

El lugar se llenó de silencio.
¿Agustín y Madison se querían casar? Agustín le giraba a los 25 años y Madison a los 17. Eso ni siquiera es legal joder, pero sí que se aman porque el pedirle algo así de fuerte a Ruggero es prácticamente una condena de muerte.

Por otro lado, el sujeto a mi lado no dijo nada. No contestó. Se puso de pie y dejó su plato a un lado restándole importancia a su pregunta.

—Simón, acompáñanos a Agustín y a mi. Ya no hay comida y necesitamos ir por más.

—Pero papá, ¿no vas a contestar...?

—Shh Madison, estos son asuntos de adultos. Lávate la boca y vete a dormir, volvemos en seguida

—Papá...

—A dormir hija. Lily, vez con ella a la cama.

Era una invitación a que ambas se fueran, y aunque Madison estaba un poco temerosa por dejar a su novio a solas con su padre, fue inteligente y se marchó dejándonos solos.

—Ruggero...

—Tiene 17 —lo corta—. Le ganas casi por 10 años.

—Es algo que venimos hablando hace tiempo y, bueno, de verdad la amo.

—No pienso discutir contigo un tema importante vestido como campesino en una casa de la mierda. Vuélvemelo a preguntar en unas semanas cuando ya todo se haya arreglado y no deseé cortarte la cabeza por tu propuesta estúpida.

—Nos amamos, no podrás huir de eso.

—No. Eso no es cierto —Ruggero lo encara, está muy enojado—. Puede que tú estés enamorado porque tú ya viviste. Pero mi hija no ha vivido y todavía no sabe que no se puede amar a tu primer novio como para querer casarse. Tú y yo sabemos que el primer noviazgo es una jodida mentira.

—No nos conoces.

—Ohh claro que lo hago. También sé que si les digo que no probablemente te la robes y se casen como prófugos —su sonrisa es macabra—. Y tú me conoces y sabes que si lo haces, eres hombre muerto.

—Vamos, relajemos el ambiente —se interpone Simón—. Carlo está tras sus hijas y no es buena idea discutir, tenemos que estar unidos —su mirada ahora va a Agustín—. ¿Casarte con una niña de 17 años? Viejo eso ni siquiera se puede.

—No te metas Simón.

—Claro que me meto.

—No, no te metas porque yo era el único que vendría a este viaje a San Francisco pero te has apuntado porque venía Lily. Nadie te obligó a venir, sin embargo te atreves a reclamarle como si sí te hubieran obligado. Eres patético.

—¿Yo patético? ¿Crees que estás a la altura de Madison como para ser su esposo? —ríe—. Por favor Agustin cuéntame otra.

—¡Vale! Yo mínimo siento algo por ella y no jugué solamente —el silencio se apoderó de nuevo del lugar, ¿qué habrá querido decir con eso?

Simón a los pocos segundos le respondió.

—Mis problemas no te incumben.

—Si tú estás muy metido en los míos pues yo también me meteré en los tuyos. ¿O ya le dijiste a Ruggero que jugabas con su hija para sanar tus malditos problemas mentales que te causó la prisión?

—Me gusta Lily. No jugué con ella.

—No tío, no te gusta y no te gustaba.

Dicho eso, Agustín sale del lugar.
Ruggero trata de no tomarle tanta importancia y sólo se despide de mi con un beso rápido. Simón no tiene de otra.

Recojo las cosas de la mesita del living y lo llevo al pequeño lavavajillas -aunque sean desechables nos son útiles ahora y no se pueden tirar-, pero al querer ir a la recámara, veo que Lily está llorando.

—Tranquila hermana, seguro no hablaba en serio. Simón sí que te quiso.

Pasé de largo al baño a ponerme algo cómodo, salí y quise irme a dormir al sofá pero no pude porque Lily me habló.

—Karol.

—Hmm.

—¿Qué es lo que he hecho mal? ¿Será que en realidad nunca me quiso?

—No son mis problemas no me incumbe.

—Pero... —vuelvo a detenerme—. Karol por favor, necesitamos consejos ahora mismo.

—¿Y por qué yo?

—Eres la única persona que nos puede dar consejos de mujer. Estas cosas no las podemos hablar con papá.

—Tienen miles de mujeres en casa para que les den consejos, yo no soy nada de ustedes.

—Eres como nuestra madrastra o algo por el estilo.

—No. Y no vuelvan a decir eso.

Ambas se miraron, después me miraron a mi y supe que no tenía otra opción. Así que de mala gana me senté en la cama para verlas.

—Cuéntame por qué terminaron tú y Simón —la chica nuevamente quiere llorar—. Y sin llorar porque me caes gordo cuando lloras.

—Es que... en la gala he bailado con un chico. Bueno, bailé con el joven Petrov el hermano del que se va a casar con Ana. No podía decirle que no, él me había invitado a bailar cuando se enteró que era hija de Ruggero. Simón le dijo que no por mi, pero como quiera insistía y no me quedó de otra más que hacerlo porque tú me dijiste que no debía de obedecer siempre a mi pareja. Entonces se enojó y me terminó.

—¿Todo por una tontería?

—Es más que eso. Sabes que a él no le gusta que me junte con otras personas.

—Debiste de terminarlo tú y no al revés, qué desgracia —bufo—. Verás, si quieres mi consejo, ahora puedes hacer todo lo que quieras.

—¿Cómo?

—Si. Ahora no tiene derecho de reclamarte nada así que tu vida será igual que antes de que lo conocieras.
Hombres hay muchos, también muchos te van a querer tratar mal pero ya tendrás la experiencia que tuviste con Simón y no dejarás que te vuelva a pasar.
A la primera que alguien te ponga una restricción, mátalo.

—¿Matarlo de verdad? —asiento—. Vale, tienes razón, tampoco tiene por qué reclamarme de que me he venido para acá. Ya no se debe de meter en mi vida.

Lily sonreía como si le hubiera dado el consejo más grande del mundo.
En cambio, Madison estaba perdida en sus pensamientos.

—Tu padre no aceptará que te cases con él —llamo su atención—. Aunque admito que Agustin fue demasiado valiente como para pedir tu mano. Eso le da un punto extra.

—Escuché cómo le dijo Simón que no estaba a mi altura como para ser mi esposo. ¿A qué se refería con eso?

—Verás. Hay una diferencia social muy grande entre tú y él —me acomodo—. Te pondré de ejemplo a Ana. Ruggero ha bendecido el matrimonio de Ana con el joven Petrov porque es de una clase social muy buena, hay visión de alianza y muchos beneficios a nuestro favor. Ana para tu padre es muy importante, le ha conseguido la mano de alguien también muy importante. Ahora piensa, si Ana es importante ¿qué significas tú para tu papá?

—Supongo que soy más importante por tener su apellido, ¿no?

—Exacto. Eres oro para él. Simón se refería a que mientras que tú eres oro, Agustín es plata.

—Eso es una tontería, Agustín también tiene una clase social muy alta.

—Si —me pongo de pie—. Pero los Petrov son mucho mejor.

—Agustín es de la Élite.

—Y no pasa de ser un simple empleado.

Dicho eso, salgo apagando la luz y dejando la puerta abierta.
Qué agotador es dar consejos, tal vez en una de estas les cobraré por mis servicios.

~~~~~

»Pasos«

Puede que haya sido por el encierro de hace ya mucho tiempo, pero ahora se me ha hecho muy fácil presentir los pasos a mis alrededores.
Estoy en el sofá, parece que todavía no llegan los hombres.

Me sobresalto al volver a escuchar los pasos afuera de la casa, una sombra se ve por la ventana como si tratase de ver hacia adentro pero es de noche y no ve nada.

Me pongo alerta y corro por mi arma, después sigo los pasos de la persona. Muy en el fondo rezaba porque fuese Ruggero, pero no, porque vi por una pequeña grieta en la pared que era un hombre muy alto y armado. No venía solo. Venía con otro tipo a su lado.

Corrí sigilosamente por las niñas pero fue demasiado tarde, un sujeto ya las miraba por la ventana.
»Eran tres hombres«

Este me miró, yo lo miré, y entonces se escuchó como rompían una ventana del living.
Oh santa mierda, aquí vamos de vuelta.

Mabel Paz

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