Cuando Ally vio la gargantilla que le había regalado su marido no pudo evitar sentir un aleteo en el estómago y las lágrimas que parecía que últimamente no podían dejar de salir de sus ojos volvieron a brotar. El collar tenía seis pequeños corazones y en cada uno de ellos había grabada una "A" con una tipografía diferente.
-¿Acaso has decidido sin mí el nombre de los mellizos?- bromeó ella intentando que no se notase que le temblaba la voz.
-Oh... no... yo pensé que seguiríamos con la tradición de la "A"...
Durante un segundo Austin sintió que había hecho algo mal, pero al ver la risa que empezaba a asomar por los labios Ally la agarró de las mejillas y la atrajo hacia él. Puso su frente pegada a la de ella, sus narices se tocaban y si parpadeaba sus pestañas le harían cosquillas. Notaba su respiración como si la de él mismo se tratase y no lo pudo evitar, con un simple movimiento posó sus labios en los de su mujer y lentamente, como si el tiempo se hubiera parado y pudiesen disfrutar de la eternidad juntos la besó disfrutando cada milímetro de su boca.
Cuando se apartaron las sonrisas que aparecieron en sus caras eran tan grandes que casi les empezaron a doler las mejillas. Austin cogió la gargantilla que aún seguía en las manos de Ally y dándola suavemente la vuelta se la colocó, necesitó varios intentos para abrochar el diminuto broche pero cuando lo consiguió posó un pequeño beso sobre su nuca y apretando suavemente su hombro indicó con la cabeza hacia las escaleras.
-¿Nos vamos a la cama?
Ella asintió, notando de nuevo todo el sueño que había sentido antes en el sofá y dejando que su marido la guiase hasta el dormitorio se metió en la cama y dejó que Austin la arropase.
•••
Al día siguiente tocaba comida familiar en casa de Lester para celebrar de nuevo el cumpleaños. Lo que ninguno se esperaba era la sorpresa que el padre de Ally había preparado, llegaron a su casa y el hombre estaba en la puerta, como si llevase toda la mañana aguardando su llegada.
-¿Queréis ir a dar un paseo? Hoy hace un día maravilloso como para quedarse en casa.
Empezaron a andar por el paseo marítimo mientras los adultos charlaban y los niños correteaban persiguiendo a las gaviotas, cuanto más se acercaban a Shredder's Beach Club más nervioso parecía Lester, a ratos caminaba deprisa como si estuviera deseando llegar pero un instante después se hacía el remolón y se paraba a contemplar el mar.
-Ally, tengo una sorpresa de cumpleaños para ti pero no es algo que se pueda envolver, se que siempre has querido que sea feliz y que desde que tu madre nos abando...- antes de terminar la palabra se corrigió a si mismo -se fue a trabajar con los gorilas no he sido capaz de encontrar a nadie a quien quisiese tanto como a ella, así que... nosotros... lo que quiero decir es que...
-Tu padre y yo volvemos a estar juntos- dijo Penny apareciendo tras ellos sin que se diesen cuenta.
-Pero... yo pensaba que...
Durante unos instantes Ally tuvo una expresión clara de confusión en su rostro, sus padres se quedaron mirándola, temiendo que la noticia no le hubiese hecho tanta ilusión como ellos pensaban. Pero tras unos segundos Ally empezó a sonreír cada vez más y más y les abrazó diciendo:
-Estoy muy feliz por vosotros, os merecéis esto y sólo espero que esta vez funcione.
-¡Mamá mira! ¡Se me ha caído un diente!
Alex llegó gritando, en la mano levantada llevaba el diente y lo enseñaba orgulloso como si se tratase de un tesoro, aunque en ese momento para él lo era.
-Dáselo a papá para que lo guarde y puedas ponerlo esta noche debajo de la almohada- dijo Ally mirando con ternura a su hijo.
-Aún no me creo que vayáis a tener otros dos- comentó Penny.
Lester le pasó el brazo por el hombro y su hija tardó unos segundos en asimilar que estaban juntos, sus padres estaban juntos de nuevo. Era maravilloso pero al mismo tiempo... ojalá pudiera estar segura de que su madre no volvería a irse, anteponiendo unos chimpancés a su familia.
Sacudió la cabeza intentando eliminar esa mala sensación, si su padre lo había superado ella también podía hacerlo. A pesar de todo no era la única persona del mundo que había crecido sin su madre.
•••
En casa de los Wade la puerta se abrió lentamente, alguien estaba entrando con las luces apagadas, con el máximo sigilo para no ser escuchado. La alfombra de la entrada amortiguaba sus pasos y conteniendo la respiración esa silueta entre las sombras empezó a subir los escalones lentamente.
-Has vuelto a beber.
Las luces se encendieron dejando al pelirrojo completamente cegado, todo el esfuerzo que había hecho para que su mujer no descubriese que acababa de llegar se había ido al garete.
-Yo... yo...
Dez intentó excusarse pero lo único en lo que podía pensar era en la cantidad de luz que había en la casa ¿habían comprado las bombillas más fuertes del mundo o que estaba pasando? Era como si se hubiesen encendido dentro de su cerebro, casi quemándole por dentro.
Carrie le miró, pero no fue capaz de decir nada más, aún era temprano así que se dió la vuelta y volvió a entrar en su habitación. Su marido apagó la luz y consciente de que lo único que le esperaba si terminaba de subir era una bronca, bajó hasta el salón y agarrando una manta que se puso por encima de la cabeza se tumbó en el sofá con la esperanza de poder dormir unas horas.
•••
El maravilloso olor de los rollitos de canela le despertó tres horas después. Sintiéndose mucho mejor de lo que había esperado fue hasta la cocina donde Carrie estaba sacando del horno una bandeja de bollos recién hechos.
-Ni se te ocurra, son para llevárselos a Trish.
Dez puso una mueca triste y el ceño fruncido de su mujer se suavizó por unos instantes. Se miraron a los ojos, sabiendo que había un millón de cosas de las que debían hablar pero sin atreverse a hacerlo.
-¿Por qué has vuelto a beber?- preguntó ella dándole uno de los rollitos de canela que acababa de negarle.
El pelirrojo había recurrido a la bebida unos años antes, cuando su saga «Claws, Dun, Dun, Dun» había llegado a lo más alto. Las constantes críticas y la presión que conlleva la fama habían podido con él.
Sacudió la cabeza sabiendo que no era capaz de responder, al menos a esa pregunta tan directa, tenía miedo de confesar la verdad aunque una parte de él deseaba hacerlo. Miró de reojo a la mujer a la que amaba, ella había empezado a poner los pequeños bollos en una bandeja, fingiendo que no se daba cuenta del debate interno de su marido.
-Carrie...
Dez se obligó a decir su nombre, era la única manera de poder confesar la verdad. No sabía cómo empezar la frase pero si decía su nombre... si decía su nombre habría empezado a hablar y todas las palabras saldrían con más facilidad, o eso esperaba.
-¿Si? ¿Hay algo que quieras decirme?- inquirió ella sin mirarle.
-Yo... soy estéril- confesó en un susurro.
Carrie se quedó paralizada, con el último rollito de canela en la mano solo deseaba no haber escuchado bien.
-Fui a hacerme una prueba, siento no haberte dicho nada, pero tenía miedo de que si sabías la verdad... si descubrías que no íbamos a tener más hijos...
-Oh cariño...
Carrie se dió la vuelta y le abrazó, apoyó la frente en su mejilla y pudo notar como las lágrimas empezaban a caer lentamente. Sentía la respiración agitada de su marido y en un segundo se vió atrapada entre sus brazos, que apretaban más y más como si esa fuese la cura de todos sus males.
Como sonámbulos subieron hasta la habitación y se tumbaron en la cama, seguían abrazados en silencio. Ella le empezó a acariciar la cara y cada vez que pasaba la mano cerca de sus labios sentía un escalofrío que conseguía sacudirla de arriba a abajo.
-Lo siento- murmuraba Dez ocasionalmente.
-No tienes nada que sentir- susurraba ella sin cesar en sus caricias -te amo.
Cuando creyó que se había dormido se levantó y tras ponerle una manta encima volvió a bajar a la cocina. Pero Dez seguía despierto, no había parado de llorar desde le contó la verdad a Carrie y sentía que nada del mundo le haría dejar de hacerlo.
•••
Esa misma noche todos recibieron un mensaje de Megan, «¿Hacemos otra reunión virtual mañana? Creo que tengo algo de tiempo». Así que al día siguiente todos se conectaron a la hora acordada.
•Miami, 2015•
Austin y Ally estaban en casa de los Moon, después de volver de Las Vegas no querían salir a la calle. En el aeropuerto se habían visto asaltados por una manada de periodistas que les preguntaba sobre su relación y los rumores que había a su alrededor.
-¿Entonces no hay nada entre tú y Andrew?- preguntó Austin de improviso.
-¡Claro que no! ¿Cómo puedes pensar eso?
Ally se sintió completamente ofendida, no se imaginaba como su novio podía pensar algo así.
-No sé, como pasáis tanto tiempo juntos...
-Somos amigos, ya está- replicó ella.
-Estoy seguro de que él quiere algo más, no deberías salir tanto con él.
-¿Me estás diciendo que no vea a Andrew?- preguntó Ally sin terminarse de creer lo que estaba escuchando.
-Sí- respondió Austin tajante.
La joven nunca se habría imaginado que su novio era de esos, Austin nunca había mostrado celos y ahora mismo estaba prohibiéndole ver a otro chico.
Las lágrimas no tardaron en brotar de sus ojos, le lanzó una mirada cargada de decepción y sin decir nada más se fue.
Salió de la casa y empezó a andar sin rumbo, quizás estaba más sensible que de costumbre pero notando como le fallaban las fuerzas y sin parar de llorar se sentó en un banco y hundió la cabeza entre las piernas perdiendo la noción de todo lo que pasaba a su alrededor.
-¿Va a subir?
Ally levantó la vista y se encontró con un autobús que tenía la puerta abierta, y en ese momento se dió cuenta de que el banco en el que se había sentado era en realidad una parada.
-¡Qué si va a subir!- repitió el conductor empezando a impacientarse.
La joven se levantó y sin mirar siquiera la dirección en la que iba se subió al bus y se sentó en el primer sitio que encontró.
Con la cara pegada al cristal parecía que miraba por la ventana, pero en realidad no veía nada de lo que había fuera, solo podía pensar en lo que había dicho Austin. El suave movimiento del vehículo y la ansiedad que sentía consiguieron dormirla en tiempo récord, con la cabeza apoyada en la ventanilla siguió el viaje a lo desconocido.
-¡Última parada! ¡North River Drive!
Ally se despertó dando un respingo ¿Dónde estaba? ¿Cómo había sido capaz de quedarse dormida? Bajó del autobús apremiada por el conductor que ya llegaba tarde a su próxima ruta y miró a su alrededor con nerviosismo.
Estaba empezando a hacerse de noche y no parecía que las pocas farolas que había fuesen a encenderse. Quiso sacar su móvil para llamar a su padre y que fuese a recogerla, pero tragando saliva se dió cuenta de que se le había olvidado en casa de Austin.
Quizás si seguía andado llegaba a algún bar dónde hubiese un teléfono que pudiera usar, pero por mucho que avanzaba solo veía tiendas cerradas y abandonadas.
Un vagabundo se acercó a pedirle dinero y Ally solo pudo disculparse y acelerar el paso. Un hombre gritó una obscenidad al pasar a su lado con el coche.
Un sudor frío recorrió su espalda al notar una mano en su hombro, «aquí se acaba todo» pensó.
Se que no he actualizado pero hay un mensaje en el tablero de mi perfil con respecto a eso