LILY'S BOY

By jenifersiza

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Antes de que comience su tercer año en Hogwarts, Harry se enfrenta a tres semanas enteras de tiempo sin super... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109

Capítulo 78

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By jenifersiza

El sonido de la puerta principal se oyó en media casa, y Harry se levantó de un salto de la cama, tirando su libro a un lado. Sabía que Snape no había estado en una reunión de mortífagos, así que no se sentía como un intruso para ir a investigar; no como las noches en que Snape llegaba a casa y él y Remus subían directamente.

Se topó con Sirius y Charlie en las escaleras, y luego con Remus; los cuatro se apresuraron a bajar a saludar a Snape en el vestíbulo. El Slytherin estaba maldiciendo como un loco, caminando de un lado a otro, y sólo pareció darse cuenta de que estaban allí cuando Remus se acercó para ponerle las manos sobre los hombros. -Severus, ¿qué ha pasado?-.

-Te diré lo que ha pasado, maldita sea-, gruñó el hombre. Mirando más de cerca, Harry pudo ver la apretada línea de agotamiento en las esquinas de sus ojos. -¡Pasó el maldito Albus Dumbledore! El imbécil casi se mata-.

Harry se quedó boquiabierto. -¿Él qué?-.

-¡Salió y encontró un anillo que solía pertenecer al Señor Oscuro, y en su máxima sabiduría decidió que tenía que ponérselo!- explicó Snape, todavía furioso. -Es un milagro que haya logrado detener la maldición antes de que lo matara, pero aun así su brazo izquierdo nunca será el mismo-.

-¿Sabía él que estaba maldito?- preguntó Charlie, con los ojos muy abiertos. Snape se burló.

-Teniendo en cuenta que chorreaba magia oscura, ¡espero que sí!- En sus palabras se percibía un ligero acento norteño, y Harry aspiró con fuerza; Snape tenía que estar muy hecho para que se le escapara eso.

Remus también lo notó claramente, ya que presionó su frente contra la de Snape y le pasó las manos por los hombros. -Está bien, Severus-, le aseguró. -Dijiste que habías detenido la maldición, ¿verdad? ¿Albus está bien?-.

-Por ahora-, afirmó Snape. -No quiso decirme qué tenía de especial el anillo, pero pude sentir la magia en él. Si tuviera que adivinar, diría que es un horrocrux-.

Fue el turno de Harry de maldecir. -¿Dumbledore los está cazando?-, preguntó, y Snape asintió. -¿Lo ha destruido?-.

-Creo que sí-, confirmó Snape. -Tuve que usar el fuego de fénix para quitarle el anillo de la mano a Albus sin cortarlo, y cuando Fawkes lo quemó, gritó como si la magia oscura estuviera muriendo. Todo lo que quedó fue la piedra del anillo. Albus parecía insistir en que la piedra permaneciera ilesa-.

El ceño de Harry se frunció. -¿Por qué? ¿Qué tiene de especial?-.

-No tengo ni idea-, dijo Snape, negando con la cabeza. -No me lo quiso decir-.

-Bueno, eso es una buena noticia, ¿no?- dijo Charlie tímidamente. -¿Otro horrocrux desaparecido?-.

-Sí, y no-, tarareó Remus. -Es bueno que haya desaparecido, pero es un poco preocupante que Albus los esté cazando. Si descubre que sabemos de ellos, que encontramos y destruimos uno nosotros mismos... peor aún, que Harry sabe del que tiene en su cicatriz...-

Charlie palideció tras sus pecas. Sí, eso no era lo que querían.

-Hay una buena noticia de todo este lío-, añadió Snape, atrayendo sus miradas una vez más. -Hice lo que pude para detener la maldición, pero no pude deshacerme de ella por completo. La magia oscura se está filtrando de la suya, destruyéndola lentamente. Albus Dumbledore estará muerto dentro de un año-. Una fría sonrisa se curvó en sus labios. -Será mejor que empieces a difamarle, Harry, antes de que pueda morir como un mártir-.

Harry se quedó mirando, sin poder creer lo que estaba escuchando. -Yo... ¿en serio? ¿Estás seguro?- Snape asintió. -Maldita sea-. Nunca había pensado demasiado en el acto de matar a Albus Dumbledore. Se había resignado a que probablemente tendría que hacerlo, pero siempre esperaba que... se arreglara solo.

Ahora, aparentemente, lo estaba haciendo.

-Eso cambia las cosas-, murmuró Sirius. Harry asintió.

Tenía que hacer algunos planes.

Las noticias sobre Dumbledore eran ciertamente inquietantes, pero poco podía hacer Harry hasta el momento. Amelia ya había puesto en marcha la bola, después de su punzante interrogatorio en el juicio de Sirius; Harry tenía algo de tiempo para matar antes de dar sus siguientes pasos.

Tenía que admitir que era extrañamente... liberador, saber que Dumbledore estaba muriendo. Tener la certeza de que, aunque Harry no lograra desacreditar al hombre, pronto se iría; reestructurar el Ministerio sería factible, aunque el legado de Dumbledore siguiera intacto. Harry sólo tenía que concentrarse en seguir vivo el tiempo suficiente para matar a Voldemort.

Con esa idea en mente, presionó a Snape para que entrenara con él a la mañana siguiente. Se daba cuenta de que el hombre necesitaba un poco de alivio del estrés, después de pasar la mitad de la tarde salvando ingratamente la vida de Dumbledore. Así que Harry finalmente consiguió que los adultos rompieran su pequeña moratoria en el entrenamiento, y pronto él y Snape estaban de vuelta en el salón de baile con hechizos volando.

Se sentía bien, volver a hacerlo. Teniendo en cuenta que su última pelea había tenido consecuencias muy reales, era agradable volver a entrenar con la seguridad de que no estaba luchando por su propia vida. Claro que Snape lo estaba presionando mucho, pero no era más duro de lo que Harry podía soportar.

Llegaron a un punto muerto, Snape hizo un gesto con una mano para terminar el duelo, y Harry agradeció el momento para recuperar el aliento.

-Me has estado aguantando, Potter-.

Harry estaba sonriendo antes de haberse dado la vuelta; Draco estaba apoyado en la puerta, con sus ojos grises fijos en Harry. -¡Draco!- Harry corrió hacia él, chocando con el rubio con un suave "oof". -¿Cuánto tiempo estuviste mirando?-.

-Sólo unos minutos-. Las manos de Draco se acercaron a sus hombros, su sonrisa se suavizó mientras se inclinaba para darle un beso. -Eso es un poco más de lo que me enseñaste a mí y a la HA-.

Harry se sonrojó. -Yo, eh, he estado en esto un tiempo-.

Draco miró más allá de él, hacia Snape. -Quiero aprender-. Harry se sobresaltó sorprendido, pero cuando miró a Snape el hombre se limitó a asentir, con los labios finos.

-Teniendo en cuenta que es probable que pases cualquier batalla futura al lado de este tonto, sería bueno que estuvieras adecuadamente preparado-, aceptó. -Hablaré con tu madre-. Entonces sonrió, infinitesimalmente pequeño. -Es bueno verte bien, Draco-.

-A ti también, tío Sev-.

-Potter-. Harry se enderezó expectante. -Puedes retirarte, por ahora-. Una sonrisa divertida. -Sé que no debo esperar que no te distraigas en caso de que mande a Draco-.

Harry no pudo ni siquiera negarlo, y rió suavemente. -Gracias, señor-.

-¿Está Narcissa contigo, Draco?- Preguntó Snape, guardando su varita.

-Abajo, en el invernadero, con Sirius-, fue la respuesta inmediata de Draco. Snape asintió, y Harry sintió que esa era la señal para irse, así que agarró a Draco de la mano y lo arrastró hacia las escaleras.

Terminaron en el dormitorio de Harry, y éste cerró la puerta presionando a Draco contra ella, apiñándolo en un lento beso. Dios, había echado de menos a este chico. -Me alegro tanto de que estés a salvo-, murmuró, con las manos apoyadas en las caderas de Draco. -Cuando Snape nos dijo lo de los pabellones de la mansión, me preocupé-.

-Mamá lo tenía controlado-, aseguró Draco. -Yo... nunca te había visto batirte en duelo así-. Había asombro en sus ojos, y eso hizo que Harry se sonrojara. Por supuesto, Draco no había estado en el Departamento de Misterios. Nunca había visto a Harry en una pelea real.

-No soy tan bueno como Snape-, insistió. -Creo que a veces se muestra indulgente conmigo, incluso cuando dice que no lo es-.

Draco resopló. -El tío Severus no miente para ahorrar egos, Potter-. Sacudió ligeramente la cabeza, todavía con cara de asombro. -Toda mi vida he observado a hombres obsesionados con el poder. Hombres que son adictos a él, que harán todo lo que puedan para obtener más de él. Que hacen alarde de su poder sobre los demás. Y tú... tienes tanto poder y ni siquiera te importa-.

-El poder sólo es bueno si puedes usarlo para proteger a los que no lo tienen-, replicó Harry, viendo cómo la sonrisa de Draco se ensanchaba una fracción.

-Nunca he conocido a un hombre poderoso como tú, Harry Potter-, susurró, inclinando la barbilla para darle otro beso. Harry lo apretó con ganas, deslizando una mano hacia el trasero de Draco.

-Si alguien tiene el poder aquí, eres tú-, señaló Harry sin aliento; si Draco decía salta, preguntaba a qué altura sin dudar un segundo, y ambos lo sabían.

El rubio sonrió, empujando hacia atrás a Harry; hasta llegar a la cama.

-Eso es lo increíble-, dijo, empujando suavemente a Harry sobre la cama y arrastrándose hasta sentarse a horcajadas sobre él. Las pupilas de Harry se abrieron de par en par tras las gafas, y su pulso se aceleró frenéticamente por la lujuria. -Se puede decir que eres el mago más poderoso del país, y simplemente... me dejas hacer esto-. La mano de Draco empujó firmemente el pecho de Harry, inmovilizándolo contra el colchón. Harry no pudo evitar el gemido bajo y necesitado que se le escapó. -Un chico podría volverse adicto a ese tipo de poder-.

-Bien-, jadeó Harry, deseando desesperadamente que Draco lo besara, lo tocara, que hiciera algo más que sentarse allí en su regazo y mirarlo como si Harry fuera la cosa más hermosa del planeta. -Si eres adicto, no me dejarás-.

La risa de Draco fue como miel caliente sobre la piel de Harry. -Oh, ese barco zarpó hace mucho tiempo-, respiró, y finalmente se inclinó para sellar sus labios juntos.

Con un movimiento descuidado de la mano de Harry, la puerta se cerró y se silenció. Los ojos de Draco se oscurecieron ante el fácil uso de la magia. -Yo utilizo mi poder para las cosas importantes-, comentó Harry con descaro, viendo cómo la diversión aparecía en el rostro del rubio.

-Claramente-, dijo, con los dedos jugando con el dobladillo de la camiseta de Harry. -Uno de estos días, tendremos que experimentar un poco con esa magia sin varita que tienes. Estoy seguro de que le encontraremos unos cuantos buenos usos-.

Harry sonrió ante el desafío, con un deseo que le recorría caliente y urgente. -Bueno, parece que te vas a mudar este verano después de todo, si vas a entrenar conmigo-, murmuró. -Así que tendremos mucho tiempo para eso-. Este verano, el próximo, después de la graduación; tendrían todo el tiempo del mundo.

Draco le sonrió, apretando contra Harry, ambos gimiendo por la dichosa fricción. -Joder, te he echado de menos-, suspiró, refregandose, con la cabeza echada hacia atrás. Harry se quedó mirando la pálida garganta, con la manzana de Adán moviéndose delicadamente. Quería morderla.

Se levantó para hacerlo, sujetando a Draco en su sitio mientras devoraba el cuello del rubio, sacando de su boca pequeños jadeos desesperados que eran música para los oídos de Harry. -Yo también te he echado de menos-, respiró, mordiendo la mandíbula de Draco. -Me alegro de que estés en casa-.

Si Harry se salía con la suya, Draco se quedaría con él hasta el 1 de septiembre. Estaba tan cansado de tener sólo fragmentos de tiempo con su novio.

Los dos adolescentes hicieron un trabajo extraordinario para no sonrojarse durante la cena; aunque habían curado el impresionante número de marcas de mordiscos en la piel blanca de Draco, Harry todavía podía decir que los adultos de la mesa sabían lo que habían estado haciendo.

O, al menos, lo suponían, y no estaban del todo equivocados.

-Severus me ha dicho que quieres mudarte aquí, cariño-, comentó Narcissa, cortando limpiamente su jarrete de cordero en trozos más pequeños. -Para trabajar en tus duelos con Harry-.

-El tío Sev es la mejor persona para enseñarme-, señaló Draco. -Junto con todos los que ayudan en el entrenamiento de Harry. No será fácil aprender lo que necesito saber en el colegio; este verano es la mejor oportunidad para ello-.

Narcissa frunció el ceño, pensativa, y Harry rezó en silencio a cualquier deidad que pudiera escuchar. -Supongo que la Mansión se está llenando de gente, últimamente-.

-¿Así que has estado albergando gente?- soltó Harry, y luego se sonrojó tímidamente. -Lo siento, yo... Blaise mencionó que había oído rumores. Él, eh, tiene algunos nombres, si eres capaz de aceptar alguno más-.

Lejos de ofenderse, Narcissa sólo parecía divertida. -Ese chico se parece demasiado a su madre-, dijo con cariño. -No hay un solo susurro del que esa mujer no se entere. Sí, he invitado a algunos conocidos a residir en la mansión, para que tengan algo de espacio de su... difícil vida hogareña. Ciertamente puedo investigar los nombres que el señor Zabini le ha proporcionado-. Sus labios se curvaron en una sonrisa de complicidad. -Y supongo que Draco y yo podemos trasladar nuestras cosas por la mañana. Si le parece bien, Lord Black-. Había una pizca de burla en su voz, y Sirius se rió.

-Llevo meses intentando que se muden, Cissa; Ceri ya tiene elegidas sus habitaciones-, aseguró alegremente. Harry y Draco se sonrieron al otro lado de la mesa.

Este verano tenía cada vez mejor pinta.

Estaban oficialmente en guerra.

El anuncio había aparecido en el Profeta a mediados de julio, lo cual, francamente, Harry pensaba que era tres semanas demasiado tarde. Pero parecía que el mundo mágico era muy reacio a admitir tal cosa; sólo que ahora no tenían otra opción. Los mortífagos ya no se preocupaban por pasar desapercibidos, sino que atacaban a las familias de los lados claros y de los muggles casi todas las noches de la semana. Harry apenas podía dormir por las visiones que lo acosaban; más de una vez se había despertado con la varita en la mano, enviando un patronus directamente a Kingsley para que movilizara a los aurores o a la Orden.

-¿Deberíamos preocuparnos por la cantidad de reuniones que tiene y a las que no estás invitado?- le preguntó Harry a Snape una mañana durante el desayuno. El maestro de Pociones levantó la vista del periódico.

-Sólo si le oyes hablar de mantener la información lejos de mí-, dijo, despreocupado. -Siempre ha sido así; soy su maestro de Pociones y su informante sobre Dumbledore; mi posición es demasiado valiosa como para arriesgarla con incursiones sin sentido. Asimismo, cree que resido en el castillo durante el verano, y no se me puede ver yendo y viniendo a las puertas todas las noches. Se me llama cuando se me necesita, y no me involucro con el resto-. Una mueca de desprecio se dibujó en sus labios. -Un hecho que tendría a aquellos como Alastor Moody convencidos de que soy más una carga que una ventaja-.

Harry frunció el ceño. -Eres más activo que él; está jodidamente retirado-.

La mueca se convirtió en una sonrisa de satisfacción. -Bastante-. Pasó la página y luego abandonó el periódico por completo; rara vez tenía paciencia para leer todo el Profeta antes de su primera taza de café. -Si se dice algo que parezca que el Señor Oscuro duda de mí, entonces haremos los preparativos. Pero hasta entonces, puedo asegurarte que esto es completamente normal, al menos bajo las circunstancias-.

A su lado, Remus fruncía el ceño, como lo hacía cada vez que Snape describía el trabajo para Voldemort como algo parecido a lo "normal".

-La única persona que duda de ti es Bellatrix, y no ha sido precisamente ella misma últimamente-, añadió Harry con un parpadeo de diversión. Desde que Sirius la había eliminado del árbol familiar de los Black, Bellatrix parecía haber perdido la poca cordura que le quedaba. A Harry le sorprendía que Voldemort soportara sus desvaríos y chillidos, aunque suponía que era muy buena torturando. Después de muchas visiones nocturnas, podía dar fe de ello personalmente.

-Me preocupa más la cantidad de reuniones a las que te invitan, intencionadamente o no-, se quejó Draco, y sus ojos grises observaron a Harry con inquietud. Los Malfoy sólo llevaban unos días viviendo en Seren Du, pero ya les parecía que siempre habían vivido allí. -¡Apenas duermes tres horas por noche!-.

-Estoy bien-, insistió Harry, ofreciendo una sonrisa. -De todos modos, nunca he dormido mucho antes-.

-¿Quiero saber cómo te das cuenta de lo que duerme o deja de dormir Harry, Draco, querido?- Preguntó Narcissa con las cejas alzadas, con el rostro inmóvil mientras su hijo se sonrojaba.

-Puedo oírle pasar por delante de mi habitación para coger una taza de té en mitad de la noche-, explicó a la defensiva. Narcissa frunció los labios, pero no dijo nada más. Harry creyó ver un destello de diversión en su mirada.

-No hay nada que pueda hacer con las visiones-, señaló Harry encogiéndose de hombros. -Mantengo mis barreras de Oclumancia, pero eso no impide que me arrastre a su mente. Y las pociones para dormir no son una solución a largo plazo-. A estas alturas ya estaba acostumbrado. Acostumbrado a funcionar con muy poco sueño después de años en casa de los Dursley. Claro que estaría bien dormir toda la noche, pero, sinceramente, a estas alturas Harry probablemente se despertaría a las cuatro de la mañana de todos modos, sólo por costumbre.

Draco no parecía convencido. Harry se acercó para apretarle la mano con lo que esperaba que fuera una sonrisa tranquilizadora. Podía soportarlo. Y si sus visiones ayudaban a salvar vidas, las soportaría aunque le hicieran pasar apuros.

Snape tuvo que ir a merodear por Hogwarts durante un rato para que Dumbledore no sospechara de su paradero, y Draco estaba ayudando a su madre a instalar a unas cuantas personas nuevas en la Mansión Malfoy, así que Harry se quedó solo esa mañana. Con eso en mente, decidió abordar la interminable pila de correos que necesitaba responder.

En su última tanda de cartas a sus amigos, Harry había insinuado discretamente que la salud de Dumbledore estaba empezando a fallar. Sólo a un par de personas Susan, Blaise y Neville. Pero sabía que a partir de ahí se correría la voz.

La respuesta de Susan a la noticia fue ni siquiera reconocerla, sino asegurarle que se estaba poniendo en contacto con otros miembros activos del Wizengamot que podrían estar dispuestos a su causa, regodeándose de la manera más educada, como sólo Susan podía hacerlo. Si hago las gestiones ahora, con un poco de suerte tendré buenas relaciones con los puestos neutrales para cuando las cosas sigan su curso.

Ya tenía una relación razonable con los padres y tutores de la mayoría de sus amigos herederos del colegio, gracias a toda una infancia de juegos y cenas. Harry se preguntó distraídamente cuánto tiempo pasaría antes de que la mitad del Wizengamot supiera que Dumbledore se estaba muriendo, aunque ninguno admitiría la información.

No estaba preocupado; Susan lo tenía todo controlado. Harry sólo tenía que concentrarse en ensuciarse las manos en otra parte.

Pero Susan también estaba pensando en eso; le había sugerido a Harry que volviera a ponerse en contacto con su abogado, ya que necesitarían una demanda formal contra Dumbledore más pronto que tarde.

Así lo hizo Harry, escribiendo una carta a la señora Frobisher, en la que le preguntaba si podían reunirse para discutir algunos de los trabajos que le había solicitado anteriormente. Sabía que era mejor no poner nada por escrito con alguien que trabajara en el ámbito legal, por si acaso todo se volvía en su contra.

Su carta de Neville era mucho más mundana, e hizo que Harry sonriera; al parecer, Ginny había aceptado una invitación para pasar varios días en la mansión Longbottom dentro de una semana. La presencia de Susan en la mansión había contribuido en gran medida a suavizar cualquier problema que pudiera tener la señora Weasley, así como la reputación de la abuela de Neville de ser increíblemente correcta. La carta era adorable de leer, su mejor amigo nervioso por el hecho de que su novia y su abuela pasaran tiempo juntas, por la posibilidad de pasar tiempo en privado con Ginny. Harry hizo todo lo posible por aconsejar, pero también señaló que Ginny era una bruja increíblemente decidida y que lo mejor era que Neville se limitara a hablar con ella sobre lo que esperaba. Eso había funcionado ciertamente con él y Draco, y dudaba que la dinámica fuera tan diferente en una relación heterosexual.

Considerando lo mucho que Fred y George tenían que decir sobre los beneficios de la comunicación en una relación, Harry estaba bastante seguro de que Ginny estaría en la misma página.

Sabía que ambos no habían ido más allá de besuquearse mientras estaban en el colegio, pero también sabía que ella había ido definitivamente más allá con Michael Corner, aunque no estaba seguro de cuánto de eso le había contado a Neville.

De cualquier manera, Harry le aseguró a su amigo que estarían bien, y que no tenía que sentirse presionado a hacer algo que no quisiera, pero al mismo tiempo no debía esperar nada en particular de Ginny. No es que Harry pensara que lo haría Neville era un caballero hasta la reserva. Cualquier progreso en esa relación sería casi definitivamente a instancias de Ginny.

O manoseando, exigiendo y simplemente tomando el asunto en sus propias manos - ese era más el estilo de Ginny.

Mientras escribía su respuesta, Harry no pudo evitar volver a mirar la carta y reírse para sí mismo; era extraño, pasar de una carta sobre manipulaciones políticas a otra sobre problemas normales de relaciones adolescentes. A veces se olvidaba de que ni siquiera tenía dieciséis años, era un adolescente. Era agradable que se lo recordaran. Harry tenía la tranquila esperanza de poder hacer algunas cosas más normales de adolescente, durante el verano.

Tanto con Draco como con sus amigos.

Terminando su carta para Neville y añadiéndola a la pila para ser entregada a la Mansión Longbottom, Harry alcanzó la siguiente correspondencia; una carta de tres páginas de Viktor, que detallaba principalmente sus aventuras con el equipo de quidditch búlgaro. Nunca dejaba de sorprender a Harry lo mucho que podía escribir el jugador de quidditch, ahora que estaban más cómodos el uno con el otro. Puede que Viktor no fuera muy hablador, pero una vez que se ponía en marcha con la pluma...

Por otra parte, Harry recordaba que Viktor era bastante hablador en su lengua materna, con los demás alumnos de Durmstrang y el pequeño puñado de personas que hablaban búlgaro. Teniendo en cuenta que sospechaba fuertemente que Viktor escribía con un encanto de traducción, Harry estaba seguro de que el "carácter tranquilo y reservado" del hombre era en realidad una falta de confianza con el idioma inglés.

Y probablemente una buena dosis de distanciamiento fingido para mantener a raya a los fans. Harry podía identificarse con eso.

Le hizo sonreír leer el ansioso relato de su amigo sobre algunas travesuras que él y sus compañeros de equipo habían hecho en su campo de entrenamiento, y le devolvió el favor con una historia de una broma que él y Draco habían hecho a Sirius y Charlie unos días antes.

Llamaron a la puerta de su habitación y Harry levantó la vista, sonriendo a su padrino. -Hola, Padfoot. ¿Qué pasa?-.

-Sólo te hago saber que nos dirigimos a Grimmauld para cenar. Tú mismo incluido-, respondió el animago canino, y Harry hizo una mueca.

-¿Reunión de la Orden?-, supuso, preguntándose si su dichoso tiempo libre de Dumbledore estaba llegando a su fin. Pero Sirius se limitó a sonreírle, con los ojos brillantes.

-No. Cena familiar-. Harry ladeó la cabeza, confundido. -Charlie lo arregló con Bill y Fleur; podrás felicitarlos en persona. Y, ah, los Tonks estarán allí. Trayendo a Kingsley, si puede salir del trabajo a tiempo-.

De repente, Harry sospechó mucho de la mirada de su padrino. -Cuando dices cena 'familiar'...-

-Draco y Cissa también van a venir-, confirmó Sirius, rebotando en las puntas de los pies. -Fleur birló el trozo de pergamino que Dumbledore utilizó para hacerle partícipe del Secreto. Que me parta un rayo si dejo que esa vieja cabra mantenga a mi familia fuera de mi propia casa-. Sonrió diabólicamente. -Intentamos meter a los gemelos y a Ginny también, y a los acompañantes, por supuesto, pero tienen cosas que hacer esta noche. Además, pensé que tal vez sería mejor no tener demasiada gente alrededor, teniendo en cuenta que Cissa y Andi no se han visto desde antes de que naciera Tonks-. Un encogimiento de hombros. -Ya vendrá el resto en otro momento-.

Harry parpadeó; era mucha información para asimilar de una sola vez. -Bien. Bueno, suena bien. ¿Viene Snape o...?-

-No, se las ha arreglado para escabullirse. No quiero que mucha gente sepa lo de él y Moony todavía, después de todo. Podría llegar a los oídos equivocados-. Sirius frunció ligeramente el ceño, pero se lo sacudió. -De todos modos, los Malfoys volverán a las cuatro, así que nos iremos a las seis, asegúrate de estar presentable-. Movió las cejas, haciendo que Harry se sonrojara.

-¿No debería decírtelo yo?-, replicó, con una mirada puntiaguda que le recordaba a su padrino que no habían sido Draco y Harry los que fueron sorprendidos semidesnudos en la biblioteca juntos.

Sirius se limitó a sonreír más ampliamente, sin arrepentirse en absoluto. -Cachorro, cuando has tenido la vida que yo tengo, la gente perdona tus excentricidades-, declaró feliz. -Mientras lleve ropa limpia, estoy más presentable de lo que la mitad de la familia espera de mí-. Harry soltó una risita; eso era ciertamente cierto.

Hizo un recuento mental; incluso sin Snape, seguían siendo once las personas reunidas para cenar.

Y pensar que aún faltaba una gran parte de la gente que Harry consideraba familia en estos días.

-¿Alguna vez pensaste que podrías tener esto, Siri?-, soltó, con la voz repentinamente pequeña. Sirius le frunció el ceño. -Cenas familiares con gente a la que no odias. Ya sabes. Esto-. Hizo un gesto amplio, abarcando vagamente toda la casa. La mirada de Sirius se suavizó en señal de comprensión, y se apoyó en el marco de la puerta.

-No durante mucho tiempo-, admitió. -Y nunca más después de la muerte de Prongs. Pero... la vida tiene una forma curiosa de sorprenderte-.

-¡Sirius!- Era Charlie, llamando desde algún lugar en dirección a las escaleras. -¡Voy a ir al trabajo por un rato! Tengo problemas con una de las crías. Pero volveré a tiempo para la cena, lo prometo. Te quiero-.

-¡Buena suerte, no te mueras!- Sirius respondió alegremente. -¡Yo también te quiero!quiero-.

Se oyeron pasos en las escaleras, y la puerta principal abriéndose y cerrándose. Sirius miró a Harry y se rió, pasándose una mano por el pelo. -No, cachorro, definitivamente no pensé que podría tener esto-, aceptó con pesar. -Sin embargo, somos unos cabrones con suerte, ¿no?-.

Los ojos de Harry recorrieron su dormitorio, con el armario lleno de ropa que sólo había sido suya, la estantería llena de libros, los pósters y la cómoda cama y la gran ventana soleada; el escritorio, cubierto de cartas de amigos y familiares. -El más afortunado-, dijo, con voz suave.

Las sorpresas de la vida, en efecto.

Narcissa Malfoy estaba nerviosa.

Era difícil decirlo sólo con mirarla, pero Harry conocía los gestos de su hijo, así que sabía qué buscar. La forma en que sus dedos se curvaban ligeramente a los lados, como si tratara de no apretar las manos. La tensión de su mandíbula. El borde más agudo de sus comentarios, no tan agudo como para realmente herir.

Harry también estaría nervioso en su lugar.

Estaban en Grimmauld, viendo a Ceri poner la mesa para la cena. Hasta ahora sólo estaba el grupo de Seren Du, aunque Harry sabía que eso cambiaría pronto.

El fuego se puso verde y Bill y Fleur salieron. Los hombros de Narcissa se tensaron aún más.

-¡Harry!- Fleur lo saludó encantada, haciéndole un gesto para que lo besara en ambas mejillas. -¡Vaya, has crecido!-.

Se rió. -Más vale tarde que nunca-, bromeó. -Por cierto, felicidades-, añadió, mirando el impresionante anillo de compromiso que llevaba en el dedo. -Caray, es un pedazo de piedra, ¿no?-.

Fleur sonrió, mostrándoselo para que lo examinara, mientras Bill se sonrojaba a su lado. -Cuando trabajas con duendes, desarrollas un nivel de exigencia un poco alto para las joyas-, se defendió él.

-Es hermoso-, declaró Fleur, besando su mejilla. -Pero no más hermosa que el hombre que me la regaló-.

Eso hizo que Bill se pusiera tan rojo como su pelo, y Harry oyó a Charlie reírse a su espalda. ¡Como si el domador de dragones no hubiera dicho cosas más sensibleras a Sirius!

-Ahora he oído que tienes a alguien para que nos conozcamos, ¿no?- presionó Fleur, volviéndose hacia Harry con la intriga bailando en sus ojos. -Charlie habló mucho, pero no dijo mucho-.

-Suena bien-, dijo Sirius, ganándose un codazo en las costillas de su compañero.

Harry fue golpeado de repente por una ola de nervios propios; de alguna manera había olvidado esta parte de los procedimientos de la noche. -Yo...- Se dio la vuelta, buscando desesperadamente el pelo rubio platino, y se acercó a Draco. -Creo que técnicamente se conocen, en el pasado. Fleur, este es Draco Malfoy, mi novio. Draco, recuerdas a Fleur, por supuesto. Y no sé si has conocido a Bill-.

-No propiamente-, respondió Draco, ofreciendo una reverencia con las manos abiertas. -Bien conocido, Lord Prewett-. Luego se dirigió a Fleur, con su más encantadora sonrisa, besando el dorso de su mano. -Señorita Delacour, es un placer. Felicidades por su compromiso-.

-Merci-. Fleur volvió a mirar a Harry. -Es encantador-.

-Demasiado encantador para su propio bien-, coincidió Harry con ironía. Estaba a punto de decir algo más, pero el fuego volvió a ponerse verde y Draco se quedó quieto a su lado.

La familia Tonks había llegado.

Harry no había conocido a Ted Tonks antes, y se sorprendió en silencio por el hombre de rostro amable y ligeramente rotundo que estaba al lado de Andrómeda. No estaba seguro de lo que esperaba del hombre del que Andrómeda había estado tan enamorada que había abandonado a toda su familia, pero... no alguien que parecía un verdulero muggle.

Sin embargo, sabía que no debía tomarse a la gente al pie de la letra, y a juzgar por la postura de los hombros del hombre mientras se enfrentaba a la hermana de su esposa, ciertamente había más en Ted Tonks de lo que parecía.

-Cissy-, murmuró Andi, con la voz entrecortada por la emoción.

-Andi-, respondió Narcissa, en el mismo tono. -Yo... tienes buen aspecto, hermana-.

Andi esbozó una sonrisa. -Unas cuantas canas más desde la última vez que me viste. Totalmente por criar a ésta, te lo aseguro-, añadió con un gesto hacia Tonks, ganándose una mirada ofendida... que se volvió rápidamente hacia Kingsley cuando éste se rió en voz baja. -Tú, en cambio, no has envejecido ni un día-.

La risa de Narcissa sólo sonó ligeramente tensa. -Eso no es cierto, pero te agradezco que lo digas. Yo... ¿este es tu hija, entonces? Me han dicho que prefieres que te llamen Tonks-. Se volvió hacia Tonks, que parpadeó, sorprendida.

-Yo... sí-.

-Puedes llamarme Cissa-, ofreció Narcissa. -O... incluso tía Cissa, si quieres. Aunque puede que te lleve algún tiempo llegar a eso-. Se rió en voz baja. Entonces se giró, y antes de que hubiera dicho nada, Draco se adelantó como si estuviera en trance. -Este es tu primo, Draco. Andi, yo... me gustaría que conocieras a mi hijo-.

-Es un placer conocerla, señora Tonks-, respondió Draco, cada centímetro del educado joven sangre pura que había sido criado. Andi sonrió mientras Draco le besaba la mano.

-El placer es todo mío, se lo aseguro-. Lo estudió detenidamente, y Harry pudo ver que su novio se esforzaba por no inquietarse. -Tengo muchas ganas de conocerte, Draco-, dijo Andi con calidez, y luego su mirada se dirigió de nuevo a su hermana. -Tenemos que ponernos al día-.

Hubo un tiempo de silencio, y luego Sirius dio una palmada. -Creo que la cena está lista, ahora que estamos todos aquí-.

Estaba en buena forma de anfitrión, sentando cuidadosamente a todos alrededor de la mesa para que los reencuentros pudieran darse sin que nadie se agote. Harry se encontró entre Draco y Fleur, con Tonks y Kingsley sentados enfrente. Ceri revoloteaba de un lado a otro, haciendo levitar los platos de comida delante de todos, y manejando con pericia las numerosas bebidas que había que servir; después de todo, era una elfa de la familia Black, aunque hubieran pasado muchos años desde su última cena.

Con su rodilla apoyada tranquilamente en la de Draco bajo la mesa, Harry entabló una conversación con Tonks sobre un grupo que ella le había hecho escuchar en el Wireless; un grupo que a Draco también le había gustado, dándoles un terreno común para tener una conversación propia. No tenía por qué preocuparse tanto; para cuando llegó el segundo plato, Draco estaba charlando alegremente sobre el colegio como si conociera a Tonks de toda la vida.

-Eres tan protector-, le murmuró Fleur al oído, acercándose. -Es muy lindo-.

Harry se sonrojó, volviéndose para hablar con ella ahora que Draco estaba bien por su cuenta, aunque seguía manteniendo su rodilla contra la de su novio. -No ha tenido mucho de buena familia-, respondió en un tono bajo. -Sólo quiero que esto salga bien-.

-Es el chico con el que estuviste durante el Torneo, ¿no?-. comprobó Fleur, y Harry asintió. -Qué bonito, que hayan seguido juntos a pesar de todo. Me preguntaba si estaban enamorados, cuando escribiste ese artículo-.

-Yo... no lo sabía en ese momento-, confesó tímidamente, aunque ya entonces se había hecho una idea de lo mucho que Draco Malfoy llegaría a significar para él. -Pero sí. Él es el elegido-.

Fleur arrulló encantada. A su lado, Bill se rió.

-Charlie mencionó que estabas enamorado-, comentó. -Me gustaría decir que estoy sorprendido, pero sinceramente a estas alturas no creo que nada de lo que hagas pueda sorprenderme, Potter-. Su tono era burlón, y Harry se encogió de hombros con pesar.

-Lo intento-.

-Tendrás que llevarlo a la boda-, insistió Fleur. -Sea cuando sea-.

Harry miró a Draco, imaginando volver a ver al rubio con túnica de gala... y poder realmente bailar con él en público, esta vez. -Me parece estupendo, Fleur-.

Para cuando se casaran, Harry sabía que estaría preparado para salir en público con Draco. Diablos, dudaba que pudieran esperar tanto tiempo. Con Narcissa apartando abiertamente a la familia Malfoy de la Oscuridad, había pocas razones para mantenerlo en secreto estos días.

A medida que todos se sentían más cómodos entre sí, las conversaciones se fueron ampliando poco a poco hasta involucrar a toda la mesa; Narcissa ofreció recomendaciones sobre una floristería para la boda de Bill y Fleur, mientras que Ted se puso a hablar con Charlie sobre el nido de nífragos en el jardín de Ted. Alrededor del momento en que Ceri sirvió el postre, Harry miró a Sirius el Lord Black estaba en su elemento, con el rostro radiante mientras charlaba con sus primos, con el brazo de Charlie colgado del respaldo de su silla. Era evidente que estaba disfrutando de la compañía, después de tanto tiempo de estar casi solo.

Harry se lo imaginaba en el futuro, organizando cenas aún más grandes que ésta; Yule, tal vez, con toda la familia reunida alrededor de la enorme mesa. Grandes fiestas en verano, en la Mansión Potter, para que todo el mundo pudiera estar allí, desparramándose por el césped para jugar al quidditch y disfrutar del sol.

La imagen mental hizo que a Harry le doliera el pecho de esperanza podrían tener eso, si sobrevivían a la guerra.

Unos labios secos le presionaron la mejilla y se sacudió los pensamientos, encontrándose con la mirada inquisitiva de Draco. -¿Estás bien? Estabas a un millón de kilómetros-, preguntó el rubio en voz baja. Harry le sonrió, apretando su rodilla.

-Sólo estoy disfrutando de la compañía-.

Draco lo miró con extrañeza, pero lo dejó estar, aunque sus dedos se enredaron con los de Harry; sólo necesitaba una mano para comer su parfait de chocolate blanco.

Después de la cena se retiraron al gran salón, y por una vez Grimmauld Place se sintió realmente acogedor y cálido y del tamaño adecuado para el número de ocupantes; incluso el verano anterior, con toda la familia Weasley viviendo allí, Harry siempre había sentido que la casa era demasiado grande.

Ahora se sentía casi tan como un hogar como Seren Du.

-Debo decir, Sirius, que me encanta lo que has hecho con el lugar-, declaró Narcissa, pasando una mano por el respaldo del sofá. -Tu madre tenía un gusto horrible para el diseño de interiores-.

La risa de Sirius fue sonora. -Un gusto horrible para muchas cosas, Cissa-, bromeó. -Merlín, ¿sabías que dejó un retrato de sí misma aquí? Oh, la vieja bruja solía gritar...-

Harry le hizo caso omiso mientras obsequiaba a sus primos con la historia de la eliminación del retrato de la señora Black, aunque estaba seguro de que Andi lo había oído antes. Se alegró de que Sirius se reencontrara con su familia. Era bueno para él tener a alguien con quien hablar de sus recuerdos de la infancia; para recordarle que no todos eran horribles y traumáticos, y para simpatizar con los que sí lo eran. Puede que Harry, Remus y Snape tuvieran una infancia terrible, pero nunca habían vivido la experiencia de ser criados en un hogar de sangre pura oscura.

Notó que Bill le hacía señas para que se acercara y se deslizó por la habitación hacia el pelirrojo. Fleur estaba charlando con Tonks, así que pasaron desapercibidos.

-Sólo quería decirte que habías dado en el clavo con la idea de revisar las bóvedas de los mortífagos-, dijo en voz baja el rompedor de maldiciones, y los ojos de Harry se abrieron de par en par.

-¿Has encontrado uno?-.

Bill asintió. -En la cámara de Bellatrix Lestrange. Una copa; parecía pertenecer a la mismísima Hufflepuff. Fue una lástima tener que destruirla-, añadió con el ceño ligeramente fruncido. -Intentamos usar el ritual de ese libro que me dio Snape, pero definitivamente eso sólo sirve para mover horrocruxes de un recipiente vivo a otro. El equipo quería experimentar un poco con el recipiente inanimado, pero Gorrak y yo los convencimos de que era mejor destruirlo y dejarlo reposar. No queremos arriesgarnos a hacer algo que no podamos revertir-. Su rostro se tornó sombrío, y Harry asintió. Era un camino peligroso.

-¿Así que se ha destruido otro?- Bill asintió. El alivio inundó las venas de Harry. -¡Caramba!- Incluyendo la cicatriz de Harry, y suponiendo que el anillo por el que Dumbledore estuvo a punto de morir fuera realmente un horrocrux, eran seis de esas malditas cosas, y sólo quedaban su cicatriz y la serpiente. -¿Seguro que no puede haber muchos más?-.

-No más de tres-, aseguró Bill. -Estamos cerca, Harry. Estamos llegando-.

Harry le sonrió; había luz al final del túnel.

Un grupo agotado de seis personas regresó a Seren Du, con una noche de verano perfecta para el corto paseo hasta la casa.

-Gracias, Sirius-, murmuró Narcissa, enlazando los brazos con su primo. -Ha sido encantador-. Todos sabían que se refería a algo más que a la cena, y Sirius le sonrió, dándole una palmadita en la mano.

-Habrá mucho más que esperar-, prometió. -La familia Black solía dominar el calendario social, en su día. Creo que ya es hora de que volvamos a ello, aunque esta vez con mejor compañía, preferiblemente-.

La risa de Narcissa sonó en el jardín. -Charlie, querido, espero que sepas en qué te estás metiendo con esto-, se burló ligeramente. -Nunca encontrarás una criatura más sociable-.

-Me deja tener mis dragones, puedo soportar las fiestas-, respondió Charlie, sonriendo. -Me gusta la idea de una casa llena-.

La pareja compartió una mirada pesada, y Harry se sintió como un voyeur sólo por estar presente. 

Se separaron en el interior, dirigiéndose cada uno a su habitación. Harry rezó para poder dormir toda la noche por una vez, sin interrupciones de Voldemort. Sólo quería una noche para disfrutar del sentimiento de familia.

Arrastrándose a la cama, se subió el edredón hasta los hombros y se quedó helado cuando la puerta se abrió con un chirrido. Su varita saltó a su mano, pero no necesitaba molestarse; era sólo Draco, con la luz de la luna brillando en su pálido cabello.

-¿Qué ocurre?- preguntó Harry, cogiendo sus gafas. Draco llevaba un pijama de seda plateado a juego, y Harry sólo se distrajo brevemente con el juego del material sobre sus muslos. -No es que me oponga a una visita nocturna, pero estoy demasiado cansado para algo divertido esta noche-. Sonrió de forma ladeada, y Draco puso los ojos en blanco.

-Los he oído hablar a ti y a Bill, en el salón-, declaró, y Harry se quedó helado. -¿Qué demonios son los horrocruxes?-.

Harry se sentó bien, y palmeó el colchón a su lado. -Es... una historia un poco larga-.

Con una bola de luz brillando sobre su cabeza, Harry le contó a Draco la verdad, toda ella, incluyendo el asunto del fragmento del alma de Voldemort dentro de la propia cabeza de Harry. Con cada palabra, la cara del rubio se volvía más y más horrorizada.

-Así que por eso la Oclumancia no me ayuda con mis visiones-, terminó. -Puedo mantenerlo fuera de mi mente, pero los sueños son una especie de... espacio intermedio. Y él no se esfuerza mucho en mantenerme fuera de la suya-.

-¿Y él no lo sabe? ¿Esa parte de... que está dentro de ti?-.

Harry negó con la cabeza. -No hasta donde sabemos. Pero Dumbledore lo sabe. Creemos que por eso bloqueó mi magia. Para poder utilizarme para destruir tanto el horrocrux como al propio Voldemort, cuando llegara el momento. Entonces podría abalanzarse y hacer de mentor devastado, y mantener al país comiendo de la palma de su mano-.

El horror en el rostro de Draco fue reemplazado por un ceño fruncido. -Tiene suerte de que ya se esté muriendo, el muy cabrón-, murmuró. -Yo mismo lo mataría por lo que te ha hecho-.

Harry le dio a Draco un casto beso, acariciando su cara. -No pasa nada. Como dijo Bill, no hay más de tres más ahí fuera, como máximo. Probablemente menos. Sabemos cómo sacar al de mi cicatriz, así que sólo tenemos que encontrar un par más, matar a la serpiente, y entonces podré acabar con él-.

Draco se inclinó hacia delante, hasta que sus frentes se apretaron. -Me gustaría que dejaras que el equipo de Gringotts destruyera lo que tienes en la cabeza-, susurró. -Pero sé que no lo harás. Maldito Gryffindor-. Harry se rió en voz baja, enhebrando los dedos en el pelo de Draco.

-He salvado vidas con esa conexión-, dijo. -No puedes pedirme que renuncie a ella por mi propia comodidad-.

Un silencioso suspiro escapó de los labios de Draco. -Lo sé. No te lo estoy pidiendo. Pero... ¿puedo quedarme aquí esta noche?- Se echó hacia atrás, los ojos grises esperanzados, tentativos. -Es mucho para asimilar. Sólo... sólo quiero abrazarte. ¿Por favor?-.

Harry no pudo decir que no a eso. Tiró del edredón hacia atrás, arrastrando a los dos para que se acostaran bajo él. Draco lo acercó, con la espalda de Harry pegada a su pecho, con un beso revoloteando por la sien de Harry. -Prométeme-, respiró, apenas un susurro. -Prométeme que te desharás de él si empieza a parecer peligroso. Si empieza a parecer que está manipulando el vínculo-.

Harry puso las manos sobre las de Draco, fundiéndose de nuevo en la calidez del cuerpo de su novio. Realmente, eso era más de lo que podía pedir; no estaba seguro de que estuviera tan tranquilo, si sus posiciones hubieran sido invertidas. -Lo prometo-, juró, enroscando el pie alrededor del tobillo de Draco. -Quiero sobrevivir a esta guerra, Draco. No siempre fue así, pero ahora... ahora sé lo que me espera al otro lado. No correré riesgos estúpidos. No dejaré que me mate cuando estoy tan cerca de ganar-.

Draco lo apretó más fuerte, su aliento constante y caliente en el cuello de Harry.

No se dijeron nada más entre ellos, pero no hacía falta decir nada más.

Y por una vez, Harry durmió toda la noche.

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