LILY'S BOY

By jenifersiza

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Antes de que comience su tercer año en Hogwarts, Harry se enfrenta a tres semanas enteras de tiempo sin super... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109

Capítulo 76

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By jenifersiza

Nadie se mostró especialmente enérgico durante el desayuno. Obviamente, Sirius le había contado al resto de la casa sobre la visión de Harry, ya que para cuando el Gryffindor llegó a la planta baja estaban charlando en voz baja, y dejaron de hacerlo en cuanto Harry entró. -Buenos días-, saludó Harry con cansancio. Remus se puso de pie de inmediato, extendiendo los brazos para darle un abrazo.

-¿Estás bien, cachorro?-.

-Bien, ahora. Puede que vaya a nadar más tarde. Estoy un poco dolorido-.

-¿Cruciatus?- Snape comprobó, y Harry asintió.

-En Rookwood. Pero sólo una vez, así que no tomé una poción. Creí que era uno de los que habíamos atrapado-.

-Así es. Afirmó ser un espía del Ministerio y consiguió que lo liberaran-, respondió Snape, con sorna. Harry frunció el ceño.

-Espía, una mierda-, murmuró, hundiéndose en su asiento habitual en la mesa. Frente a él, Charlie parpadeó, claramente aún acostumbrándose a toda la situación de "Snape". -¿Pasó algo útil en tu reunión?-.

-Nada alarmante-, respondió Snape, dando un sorbo a su café. Ceri hizo flotar un plato de panqueques frente a Harry, y él le ofreció una breve sonrisa. -Parece que Narcissa se cansó de ser la anfitriona, puso la Mansión bajo llave y expulsó a todos, excepto a ella y a Draco. Como puedes imaginar, el Señor Tenebroso no está... contento. Bellatrix sufrió mucho por no darse cuenta de la deslealtad de su hermana-.

Harry puso los ojos muy abiertos, aunque no se atrevió a sentirse mal por el castigo a Bellatrix. -¿Narcissa puede hacer eso? ¿Y los mantendrá a todos fuera?-.

-Eso parece. Probablemente hizo que Draco la ayudara; después de todo, él es el nuevo señor de la mansión, aunque le falte un año para alcanzar la mayoría de edad-.

-Esa es mi chica-, animó Sirius, sonriendo. -Los puso a todos de patitas en la calle-.

Era un alivio, saber que Draco ya no tenía a Voldemort en su casa, pero un movimiento tan audaz inquietaba a Harry. -No se lo tomará de buena gana-, murmuró con mala cara. Los ojos oscuros de Snape se encontraron con los suyos, sorprendentemente seguros.

-Confía en que Narcissa lleva mucho tiempo planeando sus acciones. No correrá riesgos innecesarios-.

Harry esperaba que tuviera razón.

-Anímate, cachorro-, cacareó Sirius, -si la cosa se pone fea, se mudarán aquí; el viejo Cara de Serpiente nunca los encontraría entonces-. Le guiñó un ojo juguetonamente. -Recuperarás a tu novio antes de lo que pensabas-.

Poniendo los ojos en blanco, Harry le lanzó un arándano. Sería bueno tener a Draco cerca, claro, ¡pero no a costa de que Voldemort lo quisiera muerto!.

-Supongo que nadie se batirá en duelo conmigo hoy, entonces- suspiró, alcanzando la jarra de zumo de naranja. -Ya que todos parecen pensar que necesito descansar o algo así-. Como para reforzar el punto, se le escapó un enorme bostezo, y Remus resopló. -Cállate, Moony-, refunfuñó Harry débilmente.

-Hoy te lo estás tomando con calma, chico. De todas formas, esta tarde tenemos una reunión de la Orden en Grimmauld-.

Harry sonrió ante las palabras de Sirius. -Me dejas atrás para eso, ¿no? Dumbledore quiere hablar conmigo; estuvo intentando localizarme en el colegio, pero le esquivé, y antes de coger el tren de vuelta a casa me dijo que me vería en la sede-.

-Entonces definitivamente no vas a ir-, convino Sirius.

-En ese sentido, tengo que ver dragones-, declaró Charlie, apartándose de la mesa. Al ponerse de pie, se agachó para besar la mejilla de Sirius. -Los veré a todos en la reunión. Y a ti después, supongo-, añadió a Harry. Su mirada recorrió la mesa, deteniéndose torpemente en Snape, que le devolvió la mirada impasible. Luego Charlie tosió y se dirigió a la puerta.

-Diviértete-, llamó Sirius tras él. Cuando oyeron cerrarse la puerta principal, Remus le dio un codazo a Snape con suavidad.

-Al menos podrías intentar ser menos intimidante-.

-¿Por qué molestarse?- respondió Snape.

Harry agachó la cabeza para ocultar su sonrisa en un bocado de panqueque.

Era bueno estar en casa.

Sirius fue el primero en llegar a Grimmauld Place antes de la reunión de la Orden; Remus estaba leyendo y prometió seguirle en breve. El animago casi esperaba encontrar a Molly Weasley dando vueltas por su cocina, hasta que recordó encantado que le había prohibido la entrada a los pabellones. Su cerebro regresó alegremente a los acontecimientos de aquella mañana -(o, más concretamente, a lo que había sucedido después de que Molly se marchara)-, pero fue sacado de sus pensamientos por el sonido de una aparición en el pasillo.

-¡Soy yo!- llamó Tonks alegremente, y luego apareció en la puerta de la cocina. Parecía deleitarse en ser lo más ruidosa posible, ahora no había ningún cuadro de Walburga Black para gritarle por ello. -Caray, ¿llego tan temprano?-.

-Eso parece-, convino Sirius, resoplando cuando ella fue directamente a la despensa y volvió con una botella de cerveza de mantequilla y un pequeño pastel de cerdo. -¿Te has saltado la comida?-.

-Tuve que hacerlo-, dijo ella con el ceño fruncido. -El Ministerio es un maldito desastre. Tenemos demasiados mortífagos que procesar; están intentando retrasar el interrogatorio de Pettigrew, como si pudiéramos olvidarnos y dejarlos en la estacada, o algo así-.

Sirius le devolvió el ceño. -Malditos aurores-.

-Dímelo a mí-.

Los interrumpió el fuego que ardía en verde, y salió Bill Weasley, seguido de cerca por Fleur Delacour. Era una incorporación reciente a la Orden, pero a Sirius ya le gustaba. Sobre todo porque ella también tenía las opiniones de Harry mucho más altas que las de Dumbledore.

Uno tras otro, los miembros de la Orden del Fénix fueron llegando, llenando la cocina. Charlie se deslizó detrás de Mundungus Fletcher, y Sirius le hizo un gesto para que se acercara y le guardara un asiento a su lado. Esto provocó algunas miradas -(sobre todo cuando Charlie le dio un beso en la mejilla)-, pero a Sirius le importaba un bledo; todos los que le importaban lo sabían, ya no ocultaban su relación.

Sólo cuando la sala estuvo llena, Albus Dumbledore llegó a través del fuego, y los susurros silenciosos cesaron de inmediato como un grupo de escolares traviesos. -Bien, ya estan todos aquí-, saludó, y luego frunció ligeramente el ceño. -Sirius, ¿debes seguir guardando ese rencor a Molly? Debería poder asistir a las reuniones como mínimo-.

-No hasta que aprenda a respetarme en mi maldita casa, Albus-, contestó Sirius de manera uniforme. Eso le valió un ceño fruncido de decepción, pero no se dijo nada más.

Dumbledore se puso al día sobre los procedimientos del Ministerio, afirmando que se elegiría un nuevo ministro para el final de la semana. -Es un alivio que Lucius Malfoy no esté allí para lanzar su propio sombrero al ruedo, pero eso no significa que los hombres de Voldemort estén ausentes del proceso. Estoy tratando de guiarlo lo mejor que puedo-.

Sirius ocultó un ceño fruncido; oh, apostaba que eso era cierto. Dumbledore los guiaría hacia la marioneta que pudiera controlar más fácilmente.

La única parte buena del informe del director fue la confirmación de que Dolores Umbridge iría a Azkaban por sus crímenes contra los alumnos de Hogwarts.

-Que le vaya bien-, gruñó Moody, y por una vez Sirius estuvo de acuerdo con él.

-Bastante-, dijo Dumbledore. -Aunque eso me deja de nuevo en la búsqueda de un nuevo profesor de Defensa contra las Artes Oscuras-.

-¿Tienes a alguien en mente?- preguntó Hestia Jones. Una sonrisa exasperante cruzó los labios de Dumbledore.

-Creo que tengo una idea-, aseguró. -Sólo necesito hacer algunas averiguaciones-.

Siguió divagando, y cuanto más tiempo hablaba, menos paciencia tenía Sirius para ello. -Me sorprende que no hayas mencionado nada sobre el ataque a Amelia Bones, Albus-, interrumpió. Varias personas jadearon.

-¿Ataque? ¿Qué ataque?- preguntó Arthur Weasley, con los ojos muy abiertos.

-Voldemort en persona decidió ir a por ella-, reveló Sirius. -Anoche. Por suerte, Harry tuvo una visión y conseguimos avisar justo a tiempo. Amelia y Susan están bien-.

-Amelia mencionó haber recibido un aviso temprano-, dijo Kingsley, con aprobación en los ojos. -Dijo que tuvo mucha suerte por ello, también. Mucho más tarde y las cosas habrían sido... desastrosas-.

Varias personas alrededor de la mesa parecían inquietas; un Ministerio sin Amelia Bones era una institución mucho más débil, sin duda.

-¿Harry sigue teniendo visiones, entonces?- insistió Dumbledore, con sus ojos azules llenos de curiosidad. Sirius sintió una leve presión en sus escudos de Oclumancia y frunció el ceño.

-Sí, las tiene. No todas las noches, pero sí mucho más a menudo de lo que me gustaría-, comentó.

-Seré sincero, esperaba encontrarlo aquí abajo-, dijo Dumbledore. -El verano pasado tengo entendido que insistió bastante en participar en la Orden. No veo que eso haya cambiado, después de los acontecimientos del mes pasado. Me gustaría hablar con él después de la reunión-.

-No puedes, lo dejé en casa-, dijo Sirius con indiferencia. Dumbledore se quedó helado.

-...¿No vive aquí?-.

-¿Cómo que en casa?- intervino Hestia Jones.

-No ha vuelto con esos horribles muggles, ¿verdad?- Preguntó Arthur alarmado.

-¡Claro que no!- protestó Sirius, ofendido de que alguien considerara que podría haber dejado a Harry con ellos. -Está en su casa. En nuestra casa. Que es el lugar más seguro en el que podría estar-.

-Sirius...- Y ahí estaba el ceño de desaprobación de Dumbledore una vez más. -Debo insistir en que lo traigas aquí de inmediato; Voldemort lo estará buscando y es imperativo que Harry esté a salvo-.

-Está a salvo-, repitió Sirius. -Mucho más seguro si sólo un pequeño puñado de personas sabe dónde está. Perdóname, Albus, pero después de todo lo que pasó el verano pasado, no voy a dejar que te dediques a llevar a Harry donde más te convenga. Está en su casa, y se quedará allí todo el verano-.

-¿Quieres decir que tú tampoco vas a vivir aquí, Black?- ladró Moody. -Se supone que eres nuestro punto de contacto. Mantener la sede protegida-.

-Lo que viene a demostrar exactamente mi punto de vista; si necesito estar aquí en todo momento para proteger este lugar, no lo consideraría seguro, ¿verdad?- replicó Sirius. -Mientras el Fidelius se mantenga aquí, será seguro para las reuniones. Pero hay demasiada gente entrando y saliendo para que yo pueda estar seguro de que Harry estará bien. Y, francamente, no es de tu incumbencia dónde alojo a mi ahijado-.

-No eres su tutor legal, Sirius-, recordó Dumbledore.

-Todavía no, pero lo seré en cuanto esté libre-. Y Sirius se preguntaba hasta qué punto las evasivas en torno a Pettigrew eran obra secreta de Dumbledore, que intentaba evitar que Sirius quedara libre y reclamara el lugar que le correspondía en la sociedad.

-Necesito hablar con Harry-, dijo Dumbledore de nuevo. Sirius lo miró fríamente.

-Se lo haré saber, y si quiere reunirse contigo, podemos organizar algo-, respondió. -Hasta entonces, creía que el objetivo de la Orden era que Harry no necesitara involucrarse. Todos ustedes se pasaron el año pasado diciéndome que era demasiado joven y que había que protegerlo, ¡y ahora se enfadan conmigo por hacer exactamente eso!-.

-Si me enseñas esta casa tuya, para que pueda ver esas protecciones por mí mismo...-

-No-, cortó Sirius al director con brusquedad. -Te permito el uso de mi casa familiar para la Orden, Albus, pero no tienes derecho a mi casa privada-.

Al otro lado de la mesa, captó la mirada de advertencia en los ojos de Remus no querían mostrar sus cartas demasiado pronto. Pero de ninguna manera Sirius iba a permitir que Dumbledore se acercara a Seren Du.

-Harry está bien donde está, Albus-, dijo Remus con calma. -Yo mismo puedo dar fe de ello. Quizá deberíamos volver al asunto que nos ocupa. ¿Hay algo que podamos hacer para ayudar a asegurar el Ministerio?-.

Kingsley tomó el tema y se lanzó con su propio informe sobre los traidores dentro del departamento de aurores, y sobre cómo iban las cosas en la oficina del Primer Ministro muggle, donde se encontraba actualmente. Sirius se recostó en su silla, con la rodilla apoyada en la de Charlie bajo la mesa. Cuando levantó la vista, Dumbledore seguía frunciendo el ceño. Sirius resistió el impulso de sonreír.

Había más miembros de la Orden del lado de Harry que de Dumbledore, en ese momento. Más le valía al director vigilar sus pasos.

-¡Qué!- El grito indignado que salió de los labios de Harry sobresaltó a Remus, que derramó su té, y el huevo de Charlie se cayó de su tenedor.

-¿Qué pasa?- preguntó preocupado el pelirrojo. Harry frunció el ceño, pasando la primera página del periódico de la mañana para que el resto de la mesa lo viera.

Rufus Scrimgeour nombrado Ministro de Magia.

-Oh, por el amor de Dios-, gimió Sirius, sacudiendo la cabeza. -¿Escogieron a ese imbécil?-.

-¿Quién es?-.

-Era el jefe de aurores-, dijo Snape, con una voz claramente no impresionada. -Está cortado de la misma manera que Alastor Moody. Un enfoque... tradicional para erradicar la magia oscura-.

Harry bajó la vista al artículo, leyendo rápidamente; efectivamente, había muchas referencias a que Scrimgeour era la "mano firme" que el país necesitaba en estos tiempos peligrosos. -¿Así que primero maldecirá y preguntará después, básicamente?-.

-Y cualquier cosa peor que un encantamiento de cosquillas hará que llame a alguien mortífago-, convino Remus, frunciendo el ceño. -Entiendo que la gente busque a alguien un poco más... proactivo, después de Fudge. Pero realmente, con lo corrupta que es ya la Oficina de Aurores, poner al jefe de la misma a cargo de todo el maldito Ministerio no parece una buena idea-.

-Eso requeriría que admitieran que la Oficina de Aurores es corrupta-, señaló Snape.

-¿Qué es todo eso de que Scrimgeour está enemistado con Dumbledore?- preguntó Harry, volviendo a señalar el papel. Sirius resopló.

-Oh, eso es un montón de chorradas. Scrimgeour es un hombre demasiado orgulloso para someterse a los caprichos de Dumbledore, así que finge que se odian, pero se traga todos los consejos que el hombre le da-.

-Mencionar que hay mala sangre entre ellos es probablemente para aplacar a toda esa gente que ha decidido que odia a Dumbledore porque el Profeta se ha pasado el último año diciéndoles que odien a Dumbledore-, convino Charlie. -Sólo están cubriendo sus propios culos-.

Bueno, Harry estaba a favor de que la gente odiara a Dumbledore, pero ese tal Scrimgeour no parecía mejor. -Pensé que seguro que Amelia lo conseguiría-, suspiró. Remus le dio una palmadita en el hombro.

-Es la más cualificada para el puesto-, convino. -Pero es demasiado progresista. Y competente. Por algo Voldemort intentó matarla en persona. Entre él y Dumbledore metiendo sus varitas, no había forma de que ella obtuviera el puesto-.

Tenía razón, pero eso no hizo que la noticia fuera más fácil de digerir. Susan se iba a poner furiosa.

-Tendremos que asegurarnos de que Amelia viva hasta el final de la guerra, cuando podamos tener una votación real y adecuada-, murmuró para sí mismo.

-Ese es el espíritu, cachorro-, se entusiasmó Sirius. -Y toma, esto te animará-. Agitó una carta en su mano, sonriendo ampliamente. -Es de Amelia. Mi juicio está fijado para dentro de tres días; la primera reunión del Wizengamot del verano-.

Harry levantó la cabeza y una sonrisa radiante se dibujó en su rostro. Pronto, Sirius sería libre.

Con el juicio en los libros, parecía que toda la casa había sido golpeada con un sentido de urgencia. Sirius apenas podía estarse quieto, rebotando salvajemente entre la exuberante alegría por su inminente libertad y la intensa melancolía ante la perspectiva de que Dumbledore interfiriera y lo encerrara de nuevo. El resto de los alumnos se esforzaba por sacarlo de esos cambios, aunque Charlie parecía ser el único que tenía éxito.

Harry, mientras tanto, escribía frenéticamente con Susan y su tía, asegurándose de que su caso para el juicio fuera lo más sólido posible.

Cualquier cosa para dejar de preocuparse por Draco.

No había sabido nada de los Malfoys desde que Snape les había dicho que Narcissa había cerrado la mansión; cualquier carta con Hedwig volvía sin respuesta, y Harry no había tenido la oportunidad de darle a Draco el otro espejo antes de que salieran del colegio. La incertidumbre le roía las entrañas, llenándole la cabeza con todo tipo de horribles escenarios cada vez que se tomaba un momento para respirar.

Habría salido en los periódicos si estuvieran muertos, se repetía a sí mismo, pero no era tan tranquilizador como esperaba.

Pero con Sirius tan estresado por su próximo juicio, Harry no quería añadir más carga a sus hombros, ni a los de nadie. Así que, cuando la preocupación fue demasiado, Harry cogió su Saeta de Fuego y se dirigió al exterior.

Se sentía glorioso estar de nuevo en el aire. Puede que Umbridge sólo le haya prohibido jugar al quidditch durante un par de meses, pero seguía echando de menos volar intensamente. Dejó ir su snitch de práctica, dando vueltas a la media cancha mientras ésta revoloteaba. Pero ni siquiera el vuelo podía librarle por completo de la ansiedad que le bullía en las entrañas, la vocecita en el fondo de su cabeza que insistía en que Draco estaba en peligro.

Se giró con la intención de lanzarse a por la snitch, pero se quedó corto al ver a un pelirrojo acercándose a ella.

Charlie recogió la snitch del aire, ofreciendo a Harry una suave sonrisa. Sin embargo, había preocupación en sus ojos. -¿El mejor dos de tres?-, sugirió con ligereza.

-Esa no cuenta-, insistió Harry, y Charlie se rió.

-Sí, vale, es justo-.

Soltó la snitch, y los dos dieron vueltas a la cuenta de quince, y luego salieron disparados.

Era más fácil concentrarse, con la distracción de jugar contra otra persona. Para cuando habían jugado cinco rondas -(cuatro de las cuales habían sido para Harry)-, éste tenía algo parecido a una sonrisa en la cara.

-¿Te sientes mejor?- preguntó Charlie, acercándose a él. Harry soltó un largo suspiro, guardando la snitch en su caja.

-Un poco-. Harry inclinó la cara hacia la brisa, deseando que se llevara sus problemas junto con ella. -Es que... me llegó otra carta de Draco, esta mañana. Sin respuesta-.

-Es probable que los resguardos de guerra de Malfoy Manor desvíen cualquier forma de contacto-, señaló Charlie. -Por si acaso. Estoy seguro de que está bien-.

-Pero ¿y si no lo está?-, argumentó Harry. -¡Y si las protecciones fallan y Voldemort lo atrapa!-.

-Snape ha sido llamado dos veces desde que la señora Malfoy echó a los mortífagos-. La voz de Charlie era frustrantemente tranquila. -¿De verdad crees que Quien-tú-sabes no presumiría ante todos ellos de haber capturado a los Malfoy?-.

Tenía razón, y eso alivió un poco la preocupación de Harry. -Sólo necesito saber que está bien-. Ya había sido bastante duro despedirse en el tren, sabiendo que la muerte de su padre aún pesaba mucho en la mente de Draco.

-Estoy seguro de que pronto tendrás noticias suyas-, aseguró Charlie. -Una vez que sea seguro. Por lo que me ha dicho Sirius, probablemente esté igual de preocupado por ti a cambio-.

-¿Qué te ha dicho Sirius?- Preguntó Harry con las cejas alzadas, preguntándose cuánto había estado cotilleando su padrino sobre él. Charlie se sonrojó débilmente.

-No mucho-, dijo rápidamente. -Sólo que Draco es un buen chico, teniendo en cuenta a su padre. Y que Narcissa probablemente ya tiene elegidos los colores de la boda-, añadió burlonamente, y fue el turno de Harry de sonrojarse.

Ni siquiera podía negar eso. Probablemente Narcissa los había elegido hace meses.

-¿Has intentado enviar una carta con Ceri?- preguntó Charlie. Harry asintió morosamente; los pabellones de los Malfoy incluso mantenían a los elfos fuera. -Maldita sea. Bueno, ¿le has pedido ideas a Sirius? Narcissa es su prima, quizá sepa algo-.

-Ya tiene bastante con el juicio-, insistió Harry, negando con la cabeza. Por alguna razón, eso hizo sonreír a Charlie.

-Como si no fuera a dejarlo todo por ti en un santiamén-, replicó el pelirrojo. -Está preocupado por ti, Harry. Él... he intentado decirle que hay demasiadas pruebas como para tenerlo encerrado de nuevo. Y aunque ocurra lo peor, no dejaremos que Dumbledore te ponga las manos encima. Pero en todos sus temores sobre el juicio, ninguno es sobre volver a Azkaban por sí mismo. Sólo le aterra dejarte-.

El corazón de Harry se retorció dolorosamente. -Todavía no necesita preocuparse por Draco además de todo eso. Después del juicio, le preguntaré-. De todos modos, no tenía sentido hacer nada ahora; el juicio era mañana.

-Si estás seguro-, dijo Charlie, encogiéndose de hombros.

Se quedaron juntos, dando vueltas alrededor del campo. -Él también tiene miedo de dejarte, ya sabes-, dijo Harry bruscamente. Charlie enarcó una ceja.

-¿Perdón?-.

-Sirius. Puede que no te lo diga, pero he visto cómo te observa últimamente-. Como Charlie podría desaparecer si miraba hacia otro lado. De la misma manera que miraba a Harry. -Tiene miedo de perderte, por esta prueba-.

-Tendrá que esforzarse más que eso, para sacudirme-, desafió Charlie, sonriendo. -No estoy preocupado, Harry, y tú tampoco deberías estarlo. Las pruebas son sólidas. Amelia tiene todo bajo control. Sirius se liberará-.

Harry deseaba tener ese tipo de confianza.

-Los gemelos me han pedido que los lleve a los dos a la tienda, después del juicio-, continuó Charlie. -Dijeron algo de que necesitaban inspeccionar su inversión-. Levantó una ceja divertida. -¿Te importa explicarlo?-.

Harry le contó lo de darles a los gemelos sus ganancias de los Tres Magos, y Charlie se echó a reír.

-¡Merlín, Harry! Nunca se lo digas a mamá, te matará-. Su sonrisa vaciló ante eso, volviéndose triste.

-¿Has... hablado con ella, desde, ya sabes?- Harry no conocía los detalles exactos, pero sabía que la señora Weasley había estallado cuando se enteró de lo de Charlie y Sirius.

-Lo intenté-, dijo Charlie. -Fui a la casa, intenté charlar con ella. Sólo terminó en una discusión. Mamá... Sé que George te ha dicho que nunca ha estado de acuerdo con nuestra sexualidad. Y sé que se ha enfadado contigo por ello algunas veces-. Harry frunció el ceño, asintiendo. -Creo que tal vez habría entrado en razón si hubiera sido otra persona que no fuera Sirius. Algún tipo rumano agradable, o tal vez un buen chico de Gryffindor de mi edad. Pero... nunca le gustó Sirius, a pesar de todo. Creo que porque era una amenaza para ella con él cerca, ella y papá ya no eran las únicas figuras paternas en tu vida. Y él era tan descaradamente él mismo, sin disculparse por nada, que ella no podía soportar verlo-. Sonrió, guiñando un ojo a Harry. -Confieso que esa es la mitad de la razón por la que empecé a coquetear con él, para empezar. Sólo para cabrear a mamá, si es que se daba cuenta-. Se pasó una mano por el pelo. -No esperaba caer de culo sobre la tetera con el tipo-.

-Te va creciendo-, coincidió Harry con cariño. Charlie se rió.

-¿Acaso no lo hace?- Sacudió la cabeza, con una sonrisa cariñosa que seguía curvando sus labios. -Mamá entrará en razón, o no lo hará. Pero a papá y al resto de la familia les da igual. Y tengo la aprobación de ti y de Remus, así que esas son las únicas opiniones que le importan a Sirius. En cuanto al resto, probablemente disfrutará de la indignación de todo esto-.

Harry resopló; eso sonaba a Sirius. -Espero que sepas en qué te metes, una vez que esté libre-, se burló. -Te arrastrará por todas partes, queriendo presumir de su bonito pedazo de caramelo por el brazo-.

Charlie se rió de nuevo, sonriendo tortuosamente. -Por mí está bien-, dijo. -Yo puedo hacer un caramelo para el brazo. De todos modos, lo más probable es que sean más bares de mala muerte que restaurantes elegantes; sabe que hace falta persuadirme para que me ponga ropa formal-.

-Ew-, Harry gimió burlonamente, haciendo que Charlie se riera.

-Acostúmbrate, hermanito; ahora vivo aquí-, bromeó Charlie, acercándose para despeinar a Harry. Harry se apartó, frunciendo el ceño.

-¿De verdad puedes llamarme hermanito cuando sales con mi padrino?-, bromeó, moviendo las cejas. -Creo que está más cerca de hijastro, si lo miras así-.

-Sólo cuando estemos casados-, replicó Charlie automáticamente, y luego se sonrojó ante la mirada intencionada que le dirigió Harry.

-¿Cuándo, es?-, preguntó señaladamente.

-No seas mocoso, hijo-, replicó Charlie. Luego hizo una pausa, poniendo cara de asco y negando con la cabeza. -No, eso es raro. Soy demasiado joven para eso-.

se rió Harry. -Acostúmbrate, papá, ahora vives aquí-, se burló, esquivando rápidamente cuando Charlie comenzó a perseguirlo.

-No necesitas otro papá, ya tienes dos en esa casa-, señaló secamente el pelirrojo. -Tres si cuentas a Snape-. Se frenó, y un escalofrío lo recorrió. -Sigue siendo lo más extraño de toda esta situación-.

-Al final te acostumbras-, aseguró Harry. -Dale el tiempo suficiente y lo pillarás teniendo una emoción genuina. Después es un poco difícil tomarse en serio todo el ceño fruncido. Por no hablar de los coqueteos, ugh, son horribles cuando se ponen en marcha-.

-Demasiado raro-, insistió Charlie. -Es que llevas demasiado tiempo viviendo aquí. No puedo creer que te hayan escondido delante de las narices de Dumbledore-.

-No es tan omnisciente como cree-, dijo Harry, un poco engreído.

-Empiezo a darme cuenta de eso-, coincidió Charlie.

Fueron sacados de su persecución a medias cuando sonó la campana que los convocaba a almorzar, y el par aterrizó rápidamente, echándose las escobas al hombro. -Oye-, llamó Charlie, extendiendo un enorme brazo para rodear los hombros de Harry. -Estoy seguro de que Draco está bien, ¿sí? Una vez que Sirius esté libre, buscaremos la manera de que le escribas. O traerlo aquí-. Sonrió, con las mejillas fruncidas. -Tengo que ponerme al día con las burlas de los hermanos, después de todo-.

-Ya lo hemos oído todo de los gemelos-, le dijo Harry, sin inmutarse. -Y de Ginny-.

-Los gemelos no tienen nada contra mí-, insistió Charlie, aparentemente encantado con el desafío. -Ya lo verás-.

Harry se preguntó si debería estar nervioso, pero la sensación no duró; estaba demasiado arrastrado por el optimismo desenfrenado de Charlie.

Harry se sentó con las manos en las rodillas, con los ojos verdes observando cuidadosamente al grupo de magos y brujas sentados frente a él.

El juicio de Sirius Black estaba a punto de comenzar.

El Wizengamot parecía increíblemente imponente, sentado con sus idénticas túnicas de color ciruela oscuro. Ni siquiera los rostros conocidos de la mezcla podían calmar los nervios de Harry. No cuando Albus Dumbledore estaba sentado allí, con un aspecto demasiado feliz para el gusto de Harry.

-El Wizengamot llama al acusado; Sirius Orion Black-.

La puerta lateral de la sala se abrió y Sirius entró entre dos aurores. Desgraciadamente, no eran aurores que Harry conociera Tonks había sido recusada debido a sus conexiones familiares y Kingsley estaba de servicio en el Wizengamot. Aun así, Sirius mantuvo la cabeza alta y le ofreció a Harry una sonrisa tranquilizadora que no llegaba a sus ojos. Lo obligaron a sentarse en una silla en el centro de la sala, y cuando una de las aurores le dio un golpecito con su varita, las cadenas surgieron y se enroscaron alrededor de sus brazos y piernas. Sirius no se inmutó.

El ministro Scrimgeour se aclaró la garganta, pero antes de que pudiera volver a hablar, la puerta principal se abrió de golpe. A Harry se le cortó la respiración.

Narcissa Malfoy entró, pareciendo la dueña del lugar, con una túnica de color carbón perfectamente confeccionada. -Humilde Wizengamot-, dijo a modo de saludo, con sus ojos grises brillando. -Tras la muerte de mi marido, Lord Lucius Malfoy, yo, Lady Narcissa Malfoy, reclamo su derecho de tutela por poderes sobre las casas Malfoy, Burke, Lestrange, Rosier, Rowle, Travers, Yaxley y Mulciber, hasta que su legítimo heredero pueda reclamarlas-.

Antes de que Scrimgeour o cualquier otro pudiera decir algo, se oyó un zumbido mágico y los asientos vacíos de las ocho casas que había enumerado brillaron brevemente.

La magia del Wizengamot había confirmado su posición. Para demostrarlo, su túnica se transfiguró de inmediato en la misma túnica color ciruela que llevaban los demás.

Scrimgeour se aclaró la garganta. -Muy bien, entonces, Lady Malfoy. Por favor, tome asiento para que podamos empezar-.

Narcissa se dirigió con elegancia hacia el asiento de los Malfoy, llamando la atención de Harry por el camino. Parecía increíblemente satisfecha.

Dumbledore también parecía tranquilamente encantado con el procedimiento; probablemente pensaba que Narcissa votaría en contra de la libertad de su primo por despecho.

Se le avecinaba otra cosa.

Scrimgeour hizo una pausa, como si esperara alguna otra sorpresa, y luego bajó el mazo, poniendo orden en la sala. A su lado, Percy Weasley estaba preparado para tomar notas.

-Estamos reunidos aquí en este día, siete de julio de mil novecientos noventa y seis, para llevar a cabo el juicio de Sirius Orion Black-, anunció. -Black, que fue previamente condenado a cadena perpetua en Azkaban por el delito de catorce cargos de asesinato, y por romper el estatuto de secreto, y que escapó de Azkaban en julio de mil novecientos noventa y tres-. Scrimgeour se volvió hacia Sirius, mirándolo fríamente. -Señor Black, ¿cómo se declara?-.

-Inocente-, respondió Sirius sin dudar. -No de asesinato. Admitiré que me escapé de la cárcel, pero para empezar estaba allí ilegalmente-.

Scrimgeour se burló. -Eso dices. Señora Bones-, llamó, volviéndose hacia la mujer. Harry se alegró de verla allí, ilesa y con los ojos bien abiertos. -Creo que tiene pruebas para la defensa-.

-Así es, Ministro-. Amelia se puso de pie, recogiendo una pila de pergaminos. -¿Puedo llamar al prisionero Peter Pettigrew para interrogarlo?-.

Hubo una ráfaga de susurros entre la multitud. Entonces Scrimgeour se aclaró la garganta. Harry estaba empezando a tener recuerdos de Umbridge. -Me temo, señora Bones, que eso no será posible. El hombre que decía ser Peter Pettigrew fue encontrado muerto en su celda esta mañana-.

Las cadenas sonaron mientras Sirius se estremecía visiblemente. El corazón de Harry se hundió ¿cómo podía ser eso?.

Sus ojos se volvieron hacia Dumbledore, cuyos ojos eran petulantes detrás de su brillo. Harry frunció el ceño; ¿había hecho esto el director?.

Por suerte, Amelia no se inmutó. -Es una lástima-, respondió. -Pero es bueno que el auror Shacklebolt ya me haya proporcionado una transcripción confirmada por el Veritaserum del interrogatorio de Pettigrew. Si el Wizengamot tiene a bien leerla-. Agitó su varita, y un pergamino apareció en el escritorio de cada miembro. -En el interrogatorio, el señor Pettigrew admite haber sido el Guardián Secreto de la familia Potter, y también un sirviente del Señor Oscuro. Confiesa haber inculpado al señor Black por su asesinato, y haber utilizado su forma de animago no registrada para escapar, buscando refugio en una familia de magos bajo la apariencia de una rata mascota-.

Amelia dio tiempo a que todos leyeran, mientras Scrimgeour se sentaba y fruncía el ceño, sin mirar siquiera sus papeles. Estaba claro que ya había tomado una decisión.

-Una historia rocambolesca, como mínimo. Pero como no hubo confirmación mágica de que el hombre fuera efectivamente el señor Pettigrew, no puede tomarse como prueba de la inocencia del señor Black-.

-No solo, por lo que el señor Black ha accedido a su propio testimonio de Veritaserum frente al Wizengamot hoy-.

-Imposible-, espetó Scrimgeour. -Black ya ha sido declarado culpable una vez de este crimen; un acusado no puede ser puesto bajo Veritaserum dos veces por la misma confesión-.

-En eso se equivoca, ministro-, replicó Amelia, sonriendo agradablemente. -El señor Black nunca ha prestado ningún tipo de testimonio con Veritaserum ante un tribunal del Wizengamot. De hecho, el señor Black nunca fue sometido a ningún tipo de juicio-. Unas cuantas exclamaciones de júbilo sonaron entre la multitud del Wizengamot.

-¿Qué?- Los ojos de Scrimgeour se entrecerraron. Un movimiento de la varita de Amelia, y apareció más pergamino.

-Verán el registro de arresto del señor Black, y su registro en Azkaban-, explicó Amelia. -Con once horas de diferencia. El señor Black nunca tuvo la oportunidad de defenderse en el tribunal, ni se procesaron las pruebas. Con la firma del difunto Barty Crouch padre en los papeles, el señor Black fue llevado a Azkaban sin juicio ni proceso-. Su sonrisa era afilada como una daga. -Como ve, señor ministro, el señor Black debería haber declarado hace tiempo-.

Scrimgeour estaba pálido, ahora. -Efectivamente-, gruñó. -Muy bien; traiga el Veritaserum-.

Harry trató de no sonreír demasiado, viendo cómo uno de los aurores aparecía con un frasco de poción, cuya legitimidad se comprobó con un hechizo de aspecto complicado, y luego se pusieron tres gotas en la lengua de Sirius. Amelia se adelantó, comenzando el interrogatorio.

-¿Cómo te llamas?-.

-Sirius Orion Black-, respondió Sirius, con ese tono vacio de quien está bajo la influencia de la poción que dice la verdad.

-¿Cuál es tu fecha de nacimiento?-.

-3 de noviembre de 1959-.

-¿Eres o has sido alguna vez siervo del Señor Oscuro Voldemort?-.

-No-.

Los jadeos resonaron en la sala. Amelia continuó. -¿Fue usted el guardián secreto de Lily y James Potter?-.

-No-.

-¿Quién era su guardián secreto?-.

-Peter Pettigrew-.

Las manos de Harry se enroscaron en la tela de su túnica mientras se inclinaba ligeramente hacia delante en su asiento.

-Por favor, cuente los acontecimientos de la noche del 31 de octubre de 1981, empezando por su llegada a la casa de los Potter-.

-Llegué en mi motocicleta, alrededor de las nueve de la noche-, declaró Sirius con la mirada perdida. -La casa estaba medio destruida, y pude oír el llanto de un bebé. Así que entré para intentar encontrar a Harry. Estaba en su cuna, con un corte en la cabeza. Lo levanté. Sabía que Voldemort iría tras él, tenía que mantenerlo a salvo. Cuando salí de la casa, Hagrid estaba allí. Dijo que Dumbledore lo había enviado a buscar a Harry, para llevarlo a un lugar seguro. Discutimos, yo no quería que se llevara a Harry a ninguna parte. Me acusó de traicionar a Lily y a James, y yo sabía que hasta que no cogieran a Peter, todo el mundo pensaría que lo había hecho. Así que dejé que se llevara a Harry, y mi moto, y fui a buscar a Peter. Lo alcancé en su casa, donde estaba empacando, tratando de huir. Lo perseguí hasta la calle. Gritó para que todo el mundo oyera que yo era el Guardián Secreto, que yo era la razón por la que Lily y James estaban muertos. Luego voló la calle, se cortó el dedo y se transformó en una rata. Traté de encontrarlo, pero los aurores aparecieron-.

A Harry se le rompió el corazón al escuchar a su padrino relatar una noche tan traumática con esa voz vacía y sin emoción.

-No hay más preguntas, Ministro-. Declaró Amelia.

-Tengo una pregunta-, gruñó Scrimgeour. -Te estabas riendo, Black; cuando los aurores vinieron por ti. ¿Por qué?-.

-Era la primera vez que Peter mostraba algún tipo de astucia-, respondió Sirius. -Me reía porque no podía creer que tuviera el cerebro para hacerlo. Y reírse era más fácil que llorar-.

La respuesta sólo hizo que Scrimgeour frunciera más el ceño. Pero hizo un gesto con la mano y el antídoto le llegó a Sirius, que parpadeó con la mirada perdida.

-Si Black fue inocente todo el tiempo, ¿por qué se escapó de Azkaban para ir tras Potter?-. señaló Scrimgeour. Eso hizo sonreír a Amelia.

-Para ello, me gustaría que el señor Harry Potter subiera al estrado-.

Harry se levantó, acercándose a la silla que Amelia le indicaba.

-¡Protesto!- interrumpió Dumbledore. -El señor Potter es menor de edad; no puede ser sometido al Veritaserum-.

-Nada de pociones-, prometió Amelia. -Sólo preguntas. Sr. Potter, ¿usted da su consentimiento?-.

-Consiento-, confirmó Harry.

-Excelente. Siéntese-. Harry se sentó. -Señor Potter, por favor, relate al tribunal los acontecimientos de la noche del 27 de junio de 1993, según su leal saber y entender-.

Harry se había preparado para esto. Estaba preparado. Con voz clara y firme, explicó lo que había sucedido la noche en que Sirius arrastró a Hermione a la Choza de los Gritos.

No explicó algunos detalles el Mapa del Merodeador, algunas de las cosas exactas que se dijeron, el grado de participación de Snape. Pero las partes importantes estaban allí, es decir, la confesión de inocencia de Sirius y la admisión de culpabilidad de Pettigrew.

-En todo el caos de la transformación del profesor Lupin, Pettigrew se escapó-, explicó Harry. -El profesor Snape fue noqueado tratando de protegernos. Sirius y yo corrimos al lago, por seguridad, pero los dementores llegaron. Lancé un patronus para mantenerlos a raya y luego me desmayé-.

-¿Un patronus capaz de mantener a raya a cien dementores a los trece años?- Scrimgeour se quejó. -¡Preciso!-.

-Ministro, si me permite-. Era Madam Marchbanks, levantando la mano. -Yo misma vi al señor Potter realizar un patronus, en sus recientes exámenes de OWL. Ciertamente tenía la fuerza necesaria para tal tarea, y creo plenamente su historia-.

Eso no le gustó a Scrimgeour, ya que una ola de murmullos impresionados se esparció por la sala.

-Puedo realizar el hechizo ahora mismo, si quieres-, se ofreció Harry, pero Scrimgeour le frunció el ceño

-La magia de menores no será necesaria-, espetó.

-Tengo algunas preguntas más para el señor Potter, si me permite-. Amelia continuó, haciendo que Harry se pusiera tenso. ¿Qué más podía preguntarle? -Señor Potter; ¿podría describir, según su leal saber y entender, los acontecimientos de su llegada a la casa del señor y la señora Dursley, la noche del 31 de octubre de 1981?-.

-¡Protesto!- Dumbledore interrumpió. -Este interrogatorio es irrelevante para el caso, y una violación de la privacidad del señor Potter-.

-Es relevante, ministro, se lo prometo-, aseguró Amelia.

-Estoy encantado de responder-, añadió Harry. Scrimgeour asintió secamente. -Sólo sé lo que me han contado, desde que, ya sabes, era un bebé-, admitió Harry, y unos cuantos se rieron. -Mi tía me encontró en el umbral de la puerta la mañana del 1 de noviembre, cuando fue a buscar el reparto de leche. Me dejaron una carta en la que se explicaba que mis padres habían sido asesinados y que, por mi propia seguridad, mis tíos tenían que acogerme-.

-¿Sabes quién escribió esta carta?- presionó Amelia.

-Albus Dumbledore, señora-.

-Así que Albus Dumbledore dio instrucciones a Rubeus Hagrid para que te llevara con tus parientes muggles inmediatamente después del asesinato de tus padres, donde te dejó en una puerta durante la noche en un clima helado, con nada más que una carta como explicación-. El tono de Amelia era uniforme, pero sus ojos brillaban.

-Sí, por lo que sé-.

-Albus Dumbledore no es el que está siendo juzgado-, interrumpió Scrimgeour. La sonrisa de Amelia se amplió.

-Una pregunta más, ministro-. Se volvió hacia Harry. -Señor Potter, ¿es usted consciente de que tanto el testamento de Lily como el de James Potter prohíben expresamente que su tutela pase a manos de la hermana muggle de la señora Potter?-.

Harry se quedó boquiabierto. -Yo... no sabía que tenían testamentos-. Cuando ella no había mencionado nada, él había asumido que había quedado en blanco.

-Que el Wizengamot vea-, Amelia agitó la varita, -que según los registros del banco Gringotts, los testamentos de Lily y James Potter fueron sellados por el profesor Albus Dumbledore, cuatro horas después del arresto del señor Sirius Black, pero antes de su ingreso en Azkaban. Aunque el profesor Dumbledore era, por tecnicismo, el jefe de la casa del señor Potter, debido al poder ofrecido por James Potter en caso de su muerte y a la incapacidad del señor Black para reclamar el cargo. Aproximadamente siete horas después -(más o menos cuando el señor Black fue llevado a la prisión de Azkaban sin ser juzgado)-, la señora Petunia Dursley encontró a un infante Harry Potter en la puerta de su casa, después de que el niño hubiera esperado allí durante un tiempo no especificado-.

Amelia miró al Wizengamot, mirando fríamente a Scrimgeour, sin siquiera reconocer a Dumbledore. -Ya es bastante parodia que el heredero de la Noble y Antigua Casa de los Black pueda ser encarcelado de por vida sin juicio. Sería mucho, mucho peor considerar que se hizo para asegurar la colocación ilegal de Harry Potter con sus parientes muggles-.

Harry la miró fijamente, incrédulo. Aquello era una jugada de cojones. En efecto, Dumbledore parecía haberse atragantado con uno de sus caramelos de limón. -¡Protesto!- llamó el director después de recomponerse. -Como ha dicho el ministro Scrimgeour, no soy yo quien está siendo juzgado aquí, y el asunto de la seguridad de Harry Potter es más complicado de lo que podrías empezar a entender, Amelia, querida-.

-Estoy segura de que usted cree eso, profesor-, respondió Amelia con indiferencia. -La cuestión es que el señor Black fue arrestado, sentenciado y condenado sin juicio, mientras que su ahijado, el señor Potter, fue reclamado y retirado del mundo mágico, en contra de la petición de sus difuntos padres, mientras el señor Black no estaba presente ni podía abogar por él. No me atrevería a sugerir que el señor Black fue inculpado intencionadamente por sus crímenes, pero está claro que esa noche se produjo un grave error judicial y estamos obligados a corregir lo que podamos. Sirius Black es un hombre inocente, y solicito que se retiren todos los cargos contra él, y que se le devuelvan sus libertades -(y la tutela de Harry James Potter)- inmediatamente-.

-¿Todos contra la moción?- zumbó Scrimgeour, levantando su propia varita. Harry arqueó el cuello, contando el número de varitas que se habían levantado. La esperanza se elevó en su pecho; no era suficiente, seguramente.

Cuando se volvió hacia Dumbledore, el hombre miraba fijamente a Narcissa. Parecía muy sorprendido de que su varita no estuviera levantada.

-¿Todos a favor de la moción?- Dumbledore levantó su varita; al igual que Amelia, y los dos hermanos Weasley, y Kingsley, y un puñado de otros.

Y entonces Narcissa Malfoy levantó su varita en el aire.

Hubo un largo y tenso silencio. Hasta que Percy Weasley se aclaró la garganta. -Se aprueba la moción-, declaró algo nervioso.

Scrimgeour no tuvo más remedio que bajar su mazo. -Sirius Black queda absuelto de todos los cargos-, anunció, frunciendo el ceño. Inmediatamente, las cadenas que rodeaban los miembros de Sirius cayeron. Harry se levantó de un salto y se lanzó a los brazos de su padrino.

-¡Lo hemos conseguido!-, respiró, con el pecho tan lleno de alegría y alivio que apenas podía respirar. Sirius le dio un beso en la cabeza y luego se enderezó, con el brazo todavía alrededor de los hombros de Harry.

-Antes de que el Wizengamot se retire, yo, Sirius Orion Black, reclamo el asiento de los Black por derecho de nacimiento-. El asiento brilló con fuerza y un anillo de señorío se formó en la mano de Sirius. -También reclamo, con permiso, la tutela por delegación de los asientos Potter y Peverell, hasta que mi ahijado, Harry Potter, sea mayor de edad y los desee él mismo-.

Dos asientos brillaron suavemente, y Harry sintió un calor en su propio pecho. -Doy mi permiso-, dijo en voz alta, sin estar seguro de si era necesario, pero sin querer ningún atisbo de duda.

El resplandor se intensificó y luego se oyó un zumbido de magia en la sala. Estaba hecho.

Dumbledore parecía furioso.

-¡El Wizengamot puede retirarse!- ladró Scrimgeour, antes de que se pudiera hacer cualquier otro cambio. Al instante, las túnicas púrpuras de todos se transformaron en los trajes con los que habían llegado. El grupo empezó a dispersarse y Dumbledore, que ahora llevaba una túnica amarilla limón cegadora, se acercó a ellos. La mano de Sirius se estrechó en el hombro de Harry.

-Felicidades, muchacho-, dijo el director, sonriendo. Sus ojos estaban desprovistos de su brillo, y eso hizo que Harry sonriera. -¿Entiendes, por supuesto, que las pruebas de Amelia respecto a los testamentos son circunstanciales en el mejor de los casos? Por supuesto que habría hecho todo lo posible para mantenerte fuera de la cárcel, pero mi prioridad tenía que ser la seguridad de Harry, y para cuando eso estaba asegurado ya era demasiado tarde para que pudiera interferir-.

-Oh, lo comprendo perfectamente, director-, aseguró Sirius de manera uniforme. La sonrisa de Dumbledore se amplió.

-Me alegro de oírlo. Harry, me alegro de verte tan bien-, añadió, dirigiéndose por fin a su alumno. -¿Puedo hablar contigo, si no estás muy ocupado?-.

-Lo siento, profesor, pero Remus nos está esperando en casa-, dijo Harry con la mejor sonrisa de disculpa que pudo reunir. -No le dejaron entrar por todo el asunto del hombre lobo, ya sabe. Pero se alegrará mucho de escuchar las buenas noticias. ¿En otra ocasión, tal vez?-.

-Yo... por supuesto, por supuesto. Disfruta de tus celebraciones-.

Harry y Sirius no esperaron a que el hombre se alejara por medio de aparición, ya se dirigían a las puertas donde Bill y Charlie esperaban. Se detuvieron al ver acercarse una cabellera rubia. -Felicidades, primo-, dijo Narcissa, y Sirius sonrió.

-Gracias, Cissa, querida. Mis condolencias por la pérdida de tu marido-, añadió con desgana. -Aunque he oído que has estado haciendo un poco de... limpieza de primavera, para superar tu dolor-.

-Bastante-. Los labios de Narcissa se movieron en la más mínima sonrisa. Le tendió un sobre a Harry, que reconoció inmediatamente la letra del exterior, y su corazón se estremeció. -Mi hijo le manda saludos, señor Potter-, dijo Narcissa, observando cómo Harry guardaba cuidadosamente la carta. -Buenas tardes, caballeros-.

Luego se alejó, saliendo por aparición de la habitación en el umbral. Harry estaba prácticamente saltando cuando llegó a sus dos compañeros pelirrojos.

-Lord Prewett, Lord Weasley-, saludó Sirius con una reverencia innecesariamente pomposa. Charlie sonrió.

-Lord Black-, devolvió, ofreciendo su brazo con una floritura. -¿Vamos?-.

Y así, con Charlie a un lado y Harry al otro, Sirius Black salió de la cámara del Wizengamot, un hombre libre al fin.

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