LILY'S BOY

By jenifersiza

1.2M 142K 79.8K

Antes de que comience su tercer año en Hogwarts, Harry se enfrenta a tres semanas enteras de tiempo sin super... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109

Capítulo 69

9.2K 1.1K 548
By jenifersiza

Era divertido burlarse de Umbridge.

Desde los fuegos artificiales, Harry se había vuelto más audaz, al igual que el resto de los alumnos. Parecía que se estaban dando cuenta de que ella no podía castigar a todos a la vez, y al final de las vacaciones de Pascua había dejado de intentarlo en su mayor parte. Los decretos de educación aparecían de la nada, intentando prohibir cualquier cosa que pudiera dar a los alumnos -(especialmente a Harry)- algún tipo de alegría. Hubo una revuelta de toda la casa Ravenclaw cuando Umbridge trató de limitar el horario de la biblioteca a entre las diez de la mañana y las ocho de la tarde, al notar la cantidad de alumnos que pasaban el tiempo allí; en particular los miembros de la HA, sin que ella supiera por qué. El decreto había sido anulado a los tres días, cuando Umbridge había quitado tantos puntos a la casa Ravenclaw que no quedaba nada en el reloj de arena, y los alumnos seguían negándose a salir de la biblioteca. 

Debería haber sabido que no debía intentar frenar sus hábitos de estudio tan cerca de los exámenes. 

Pero ahora estaban de vuelta para el trimestre de verano, los exámenes estaban tan cerca que Harry prácticamente podía saborearlos, y una vez más los estudiantes caían misteriosamente enfermos en las clases de Umbridge, o simplemente no se molestaban en presentarse. La directora había subestimado enormemente la cantidad de trabajo que suponía dirigir un colegio; al menos, cuando todas las demás personas del colegio estaban decididas a hacerlo lo más difícil posible.

Como todos los alumnos de quinto año, Harry tenía una reunión con su directora durante la primera semana del nuevo curso. No debería haberse sorprendido al ver a Umbridge sentada en la esquina trasera, con su portapapeles en la mano. En serio, ¿acaso la mujer no daba clases fuera de las de Harry?.

McGonagall no parecía impresionada por la intromisión, y sus fosas nasales se encendieron. -Bueno, Potter, esta reunión es para hablar de cualquier idea de carrera que puedas tener, y para ayudarte a decidir qué asignaturas vas a seguir durante tu sexto y séptimo año-, dijo, una vez que Harry se sentó. 

Harry miró a su Jefe de casa y luego volvió a mirar a Umbridge. Cuando se volvió hacia McGonagall, una pequeña sonrisa jugaba en sus labios. -Bueno, profesora- comenzó, -había pensado que podría convertirme en auror-.

McGonagall parpadeó. Sabía perfectamente que él tenía planes de dedicarse al quidditch profesional y de evitar el Ministerio en la medida de lo posible. Entonces vio la expresión de su rostro y su boca se torció ligeramente.

-¿De verdad?- Cogió un folleto de la pila que tenía sobre el escritorio. -Bueno, no es un camino fácil piden un mínimo de cinco NEWTS, todos E o superiores. Luego hay una serie de pruebas de carácter y aptitud que son muy rigurosas; el departamento de aurores sólo acepta a los mejores. No creo que hayamos tenido un aspirante exitoso en los últimos tres años-.

Eso no sorprendió a Harry ni siquiera un poco. Detrás de él, Umbridge hizo un pequeño ruido que podría haber sido una tos, y fue sumariamente ignorada. 

-Dadas tus notas, especialmente este año, no veo que tengas problemas con esa parte de la solicitud-.

Umbridge volvió a toser, un poco más fuerte. La mandíbula de McGonagall se apretó. -Hay algunas asignaturas que son obligatorias Defensa contra las Artes Oscuras, naturalmente-.

Otra tos. Y otra, en cada pausa que McGonagall hacía mientras le hablaba a Harry de las asignaturas requeridas, hasta que finalmente no pudo ignorarla más.

-¿Puedo ofrecerte una pastilla para la tos, Dolores?- la escocesa mordió, y Harry frunció los labios con fuerza para evitar reírse. 

-Es que me preocupaba que no hubieras recibido mi nota sobre las últimas calificaciones del señor Potter en Defensa contra las Artes Oscuras-, dijo Umbridge con dulzura.

-Oh, ¿esta cosa?- McGonagall levantó un trozo de pergamino rosa entre dos dedos, como si fuera algo especialmente asqueroso. -Sí, lo tengo. De todos modos, Potter, como te decía; has sacado en general buenas notas en Defensa Contra las Artes Oscuras; el profesor Lupin en particular pensaba que tenías aptitudes para la asignatura...-

Las interrupciones de Umbridge continuaron, su voz se fue elevando hasta que Harry temió que pudiera forzar algo, su insistencia en que Harry nunca llegaría a ser auror era tan vehemente. 

Harry se habría sentido mal por fingir su interés en la carrera sólo para darle cuerda, pero no podía, no cuando McGonagall estaba disfrutando tan claramente del combate verbal, y ganando tan claramente. Las últimas notas de Harry hablaban por sí solas, en todo menos en Pociones y DADA; y Harry sabía que podía aprobar esos dos exámenes sin sudar. 

-Si no puedes controlar tu comportamiento, Dolores, te pediré que te retires de mi despacho mientras aconsejo a mis alumnos-, espetó McGonagall finalmente, cortando la perorata de Umbridge sobre la inadecuación de Harry para cualquier profesión del Ministerio. 

-¡El Ministro nunca emplearía a Harry Potter!-.

-Sospecho que está más preocupado por su propio trabajo que por el de Potter, en este momento-, fue la rápida respuesta de McGonagall. Umbridge retrocedió como si le hubieran dado una bofetada.

-Sí, sí, eso es lo que quieres, ¿no? Quieres que Albus Dumbledore sustituya a Cornelius Fudge; seguro que crees que estarás donde estoy yo, entonces, ¿eh?-.

La mirada inexpresiva de McGonagall chocaba con el fanatismo de ojos abiertos de Umbridge. Harry se sentó en el centro, intentando no romperse una costilla de tanto aguantar la risa. 

-Dolores, estás empezando a estar un poco... morada-, dijo McGonagall, manteniendo una cara notablemente recta. -¿Tal vez sea necesario un viaje al ala del hospital?- A principios de la semana, Ginny y Colin le habían puesto algo en la cena que hacía que se le hinchara la cabeza como un arándano gigante cada vez que se ponía especialmente furiosa. Los alumnos criados de forma muggle cantaban en silencio canciones de Oompa-Loompa cada vez que Umbridge pasaba, lo que, por supuesto, hacía que se repitiera.

La mano de Umbridge voló hacia su rostro -(que tenía su habitual tono furioso de magenta)- y el horror llenó sus ojos. -Esta discusión no ha terminado-, siseó, antes de salir furiosa de la habitación. En cuanto la puerta se cerró a su paso, Harry se deshizo en risas impotentes.

-Eso ha sido increíble-, graznó, viendo cómo una pequeña pero satisfecha sonrisa cruzaba el rostro de su Jefe de casa. 

-No estarás pensando en convertirte en auror, ¿verdad, Potter?-, preguntó ella, alzando las cejas. -Porque odio decepcionarte, pero creo que tienen demasiadas reglas para tu gusto-.

Harry resopló. -Oh, no, profesora. Quiero jugar al quidditch profesional-, confirmó alegremente. -Sólo quería ver la cara de Umbridge-. Y había sido mucho mejor que cualquier cosa que hubiera podido imaginar.

McGonagall se pellizcó el puente de la nariz, exasperada. -Has pasado demasiado tiempo con tu padrino, Potter-. 

-Gracias-, chistó Harry. 

Ella lo miró fijamente y luego negó con la cabeza. -En cualquier caso, no tengo ninguna duda de que podrás cursar las asignaturas que quieras en el nivel NEWT excepto quizás Pociones; el profesor Snape sólo acepta alumnos de nivel O, y aunque entiendo que su juicio sobre tu habilidad es... ponderado, no estoy segura de que estés del todo ahí todavía-.

-Estoy estudiando mucho-, prometió él, haciéndola asentir con aprobación. 

-Además, Potter-, añadió ella, hojeando su expediente, -en mis notas pone que te has inscrito en los exámenes OWL de Aritmancia y Runas Antiguas-.

-Sí, profesora-, confirmó él. -Remus me ha estado ayudando a autoestudiar-.

-Unas pocas semanas de verano pueden no ser suficientes para que alcances el nivel del OWL-, advirtió McGonagall. Lo estudió detenidamente, y vio claramente algo en su mirada. -Pero si alguien pudiera sorprenderme en ese aspecto, serías tú. Confirmaré la petición-.

Harry le sonrió. -Gracias, profesora-. No la defraudaría.

-Sólo hazme un favor, Potter-, pidió la Jefe de casa de Gryffindor, y Harry enarcó una ceja con curiosidad. -Asegúrate de que tu pequeño grupo obtenga las mejores calificaciones de OWL que este colegio haya visto en años, ¿lo harás?-. Había un fuego en su mirada que le recordó a Harry exactamente por qué era la jefa de Gryffindor.

-Haré todo lo posible-, prometió. Era una promesa fácil de hacer. 

Sus alumnos iban a arrasar en sus exámenes.

La tensión en el colegio estaba alcanzando niveles peligrosos, entre Umbridge y el resto del colegio. El Escuadrón Inquisitorial se había aburrido de sus privilegios de quitar puntos una vez que todos los relojes de arena, excepto el de Slytherin, estaban vacíos, así que muchos de ellos comenzaron a merodear, buscando una pelea por la que sabían que no serían castigados. Con tantos estudiantes que empezaban a resquebrajarse bajo la presión de los inminentes exámenes, todo el castillo era un polvorín a punto de estallar.

Y estalló.

Comenzó cuando Ginny fue castigada por "falda demasiado corta", un castigo del que regresó a las dos de la mañana, peligrosamente pálida y con sangre goteando de la mano. Harry vio la dura mirada que se cruzó entre sus hermanos gemelos y supo en el fondo lo que se avecinaba. 

Para el desayuno, el colegio era un caos. Harry apenas pudo llegar al Salón de Entrada, teniendo que usar todo su conocimiento de los pasillos secretos del colegio para evitar quedar atrapado en alguna que otra travesura. Uno de los pasillos hacía que todos los que lo pisaban se volvieran del revés y caminaran por el techo. Otro parecía haberse convertido en hielo, haciendo que la gente se deslizara en todas direcciones. Había grandes burbujas de jabón de colores brillantes que flotaban en el aire, que eructaban al reventarlas y que cubrían a la víctima de una pintura vibrante. Y, según los rumores, había un pantano literal en algún lugar del ala este. 

En el vestíbulo vio a Umbridge, empapada de pies a cabeza en pintura verde, con las manos en la cadera mientras miraba a los gemelos Weasley. -¿Crees que esto es divertido, verdad?-, acusó, y los gemelos compartieron una mirada.

-Bastante divertido, sí-, respondió George con indiferencia. 

Filch, cubierto de pintura amarilla, apareció derrapando por la esquina, blandiendo un pergamino que ahora estaba ligeramente empapado. -¡Tengo los formularios, directora!-, cacareó encantado, y una sonrisa peligrosa se dibujó en el rostro de Umbridge.

-Excelente. Ustedes dos-, se acercó amenazante, -estas a punto de aprender lo que les pasa a los delincuentes como ustedes en mi colegio-.

Los gemelos no se inmutaron. -No-, dijo Fred, encogiéndose de hombros.

-No creas que lo estamos-, coincidió George. 

Harry observó con el corazón en la boca cómo ambos increpaban a Umbridge, y luego invocaron sus escobas y despegaron en el aire por encima de la multitud reunida. Las puertas delanteras estaban abiertas de par en par, y Harry no pudo evitar reírse cuando George bajó en picado, soplando un dramático beso a Blaise con su pequeño grupo de Slytherins. Blaise puso los ojos en blanco, pero sonrió.

Y entonces se marcharon, saliendo de la escuela en un resplandor de gloria, exactamente como se merecían. Umbridge parecía que le iba a dar un ataque al corazón en el acto, mirando tras ellos... hasta que se dio cuenta de la cantidad de alumnos que la miraban, y les gritó a todos que siguieran con sus mañanas. 

Durante todo el día, la historia de la huida de Fred y George se extendió por todo el colegio, y los alumnos que habían sido testigos de la misma hablaban con los que deseaban celosamente haberla vivido. Al igual que con los fuegos artificiales, había una especie de hechizo antivandálico en la pintura, y Umbridge se vio obligada a dar clases con el aspecto de Slimer de Los Cazafantasmas hasta la hora del almuerzo, cuando por fin pudo desaparecer para darse una ducha. 

El único momento de oscuridad fue la visión de Angelina y Lee, acurrucados en el sofá habitual de los gemelos en la sala común a última hora de la tarde, con los rostros cansados de sostener sonrisas a pesar de que sus mejores amigos ya no estaban. Harry se acercó a ellos tímidamente. -¿Sabían lo que iba a venir?-.

-Sí-, confirmó Lee. -Nos despedimos. Y los veremos dentro de unos meses-. Aun así, su voz era triste. 

-Escucha-, Harry se inclinó más cerca, -tengo formas de hacer llegar cartas dentro y fuera del castillo. Y sé dónde estarán los gemelos. Si quieres escribirles, házmelo saber; lo haré posible-.

Eso hizo que los dos se animaran, aunque Angelina lo mirara con consideración. -Estás lleno de sorpresas, Potter-, comentó. -Fred y George siempre decían que tenías más picardía de la que dejabas ver, pero yo nunca lo creí hasta este año-.

Harry sonrió de forma ladeada. -He estado un poco ocupado, la mayoría de los otros años-, señaló con ironía. -Además, los gemelos siempre tenían cubiertas las travesuras-.

-En eso no te equivocas-, convino ella, sacudiendo la cabeza con cariñosa exasperación. -Gracias por la oferta, Harry. Probablemente tendré una carta para ti en una semana o así. Hazles saber la locura que han engendrado a su paso-. 

-Me parece bien-. Harry les dio las buenas noches, dirigiéndose a su habitación, acomodándose en las cortinas de su cama con el espejo y llamando a Sirius por su nombre. -Hola, Padfoot. ¿Recibiste el paquete hoy?-.

Sirius resopló. -Si por paquete te refieres a esos demonios pelirrojos tuyos, entonces sí, aparecieron sanos y salvos justo después de la hora de comer. Un infierno de historia con ellos, también-.

-Este verano pensaré en el recuerdo-, prometió Harry. -Lo vi todo, fue brillante-. 

El animago sonrió. -Bien, bien. ¿Sólo llamabas para comprobar que habían llegado bien, o tienes tiempo para charlar?-.

-Tengo tiempo-, aseguró Harry, poniéndose más cómodo. -En realidad quería tu consejo sobre algo-.

-¿Novio o exámenes?-.

Harry se rió. -Ninguna de las dos cosas. He estado pensando, hoy... ahora que los gemelos se han ido, soy realmente el único pedazo del legado de los Merodeadores en esta escuela. Tal vez debería tomar el relevo un poco-. Hasta ahora, sólo se había limitado a hacer pequeñas cosas para cabrear a Umbridge, y a escabullirse por el colegio en forma de zorro por la noche, cuando era fácil ser confundido con un gato. 

Umbridge pensaría que estaba a salvo, ahora que los gemelos se habían ido.

No podía permitir eso.

Harry no parecía ser el único que estaba decidido a llenar el vacío dejado por los gemelos Weasley; todo el mundo estaba intentando convertirse en el próximo Maestro Bromista, inspirado por su audacia. Ahora era imposible ir a ningún sitio sin un encantamiento Cabeza de Burbuja gracias a la cantidad de bombas de estruendo que se lanzaban por todas partes; a Harry le hizo mucha gracia ver a uno de los prefectos de séptimo año de Ravenclaw arreando a un grupo de primer y segundo año para la cena en uno de los peores días, con todas las cabezas de los chicos en una burbuja gigante como una especie de acuario ridículo. Un niffler había sido depositado en el despacho de Umbridge, las armaduras eran susceptibles de saltar y retarte a cualquier cosa, desde un duelo hasta un concurso de baile, y en medio de todo ello Peeves se tomaba a pecho el disparo de despedida de los gemelos, provocando más caos dentro del colegio que todos los años anteriores que Harry recordaba juntos. 

A pesar de la insistencia de Filch en que obtendría permiso para exorcizar al poltergeist, eso aún no había ocurrido. Y con tantos alborotadores apareciendo, Filch no podía seguirles la pista a todos, paseando por los pasillos y gritando a cualquier estudiante que encontrara, pero sin poder castigar a ninguno de ellos.

Entre las veces que estaba apostado en el borde del pantano del ala este, que Umbridge no había podido eliminar a pesar de muchos intentos, arrastraba a cualquier alumno que no fuera capaz de levitar por sí mismo. Harry había pasado una excelente hora de almuerzo escondido como un zorro, viendo cómo Filch lanzaba a los de primer año a través del maloliente bioma en miniatura.

Para colmo, los miembros del escuadrón inquisitorial seguían sufriendo extraños y misteriosos accidentes, lo que les impedía ayudar a Umbridge a poner coto a esta ola de terror. Nada especialmente grave, pero todo muy entretenido. 

Harry no sintió la necesidad de participar hasta unos días después de la desaparición de los gemelos, cuando la ola inicial de bromas empezó a amainar. Entonces preparó sus provisiones y se puso a trabajar en cuanto pasó el toque de queda.

Le había pedido a Draco que lo acompañara, con la esperanza de pasar un poco de tiempo de calidad con su novio, pero al parecer el rubio tenía que estudiar. Aun así, Harry se sorprendió al ver a otro Slytherin esperándole fuera de la sala común de Gryffindor.

-¿Eres tú, Harry?- susurró Blaise, tras ver que el retrato se abría para aparentemente nadie. Harry se bajó la capucha de la capa.

-¿Todo bien?-.

Blaise sonrió con satisfacción. -Draco dijo que estabas tramando algo divertido, que necesitabas una mano. No tenía nada mejor que hacer esta noche-.

Harry lo miró fijamente, sorprendido, y luego asintió después de unos momentos. -Sí, de acuerdo entonces-. No rechazaría a un ayudante. -Vamos-. A su favor, Blaise no parpadeó al hablar con una cabeza flotante sin cuerpo mientras bajaban al Gran Comedor. Cada vez que alguien se acercaba, Harry volvía a ponerse la capucha; aunque Blaise no era miembro del Escuadrón Inquisitorial, los Slytherins podían hacer prácticamente lo que quisieran en estos días. Incluso los Slytherins que salían con Weasleys, aparentemente. 

-Entonces, ¿cuál es el plan?-, preguntó el chico italiano con entusiasmo, una vez que estuvieron en el Gran Comedor. El silencio era espeluznante a tan altas horas de la noche, con las estrellas titilando en lo alto. Harry se despojó de la capa adecuadamente, metiéndola en su bolsa.

-Lo primero es lo primero-, declaró, acercándose a la mesa principal. Alcanzando la silla de la directora, rápidamente desvaneció el asiento, y luego puso un glamour para que pareciera que era perfectamente normal. Umbridge caería en picado cuando se sentara a desayunar. 

Blaise resopló al verlo. -Bien, pero un poco... manso-, dijo. Harry se enderezó, dejando su bolsa sobre la mesa y sacando varios objetos con forma de huevo. 

-Este es el plan principal. Eso era sólo para mi propia diversión-, admitió. -Necesito estos huevos escondidos en las vigas; ya están encantados. Cada vez que Umbridge diga la palabra 'detención', uno caerá, salpicará de baba lo que caiga, y eclosionará un sapo de origami que la seguirá a todas partes y le repetirá todo lo que diga-. Umbridge no podía pasar cinco minutos sin gritar que pusieran a alguna persona en detención, así que Harry confiaba en que todos los huevos saldrían del cascarón antes de que terminara el desayuno. Estaría escuchando el eco de su propia voz veinte veces más durante todo el día. -Además, quería embrujar la mesa para tirarle la comida en el regazo-. Era un clásico, después de todo.

Blaise le miró fijamente, impresionado a regañadientes. -Pequeño y astuto bastardo-, comentó. -Me apunto. ¿Dónde me quieres?-.

Entre los dos, la colocación de los huevos fue mucho más rápida de lo que habría sido con Harry solo. Cuando terminaron, se quedaron en las puertas y examinaron su trabajo, todo escondido bajo cuidadosos encantos de desilusión. 

-Debería ser una mañana interesante-, declaró Harry satisfecho.

-George estará triste por haberse perdido esto-, reflexionó Blaise con nostalgia. Harry lo miró.

-Sí, pero sabes que se sentirá muy orgulloso cuando se entere de que has participado-, dijo, viendo cómo el chico se sonrojaba a través de su sonrisa. -Oye, puedo enviarle cartas a escondidas, si quieres escribir-, se ofreció; Blaise estaría echando mucho de menos a los gemelos, se merecía lo mismo que Angelina y Lee.

Las cejas del Slytherin se alzaron. -Umbridge está vigilando cada carta que cruza los pabellones-.

-Desde luego, ella cree que lo hace-, coincidió Harry con picardía. 

-...¿De verdad puedes hacerle llegar una carta? ¿Y él puede responder?- La voz de Blaise era tan esperanzadora, que hizo que una punzada atravesara el pecho de Harry; oh, esos chicos estaban tan enamorados, que se le calentaba el corazón al verlo. 

-Tarda un par de días, pero sí-. Si Snape no podía entregarle cartas, Ceri siempre estaba dispuesta a hacer el trabajo, y nadie se había dado cuenta todavía de que necesitaban protegerse de los elfos domésticos. Harry se asombró de ser el único que parecía haber descubierto un fallo tan evidente en las defensas del colegio. 

-Brillante-. Blaise se pasó una mano por el pelo corto. -Tendré una carta para ti el fin de semana. Gracias, Harry-.

-Encantado de ayudar-. Chocó el hombro de Blaise con el suyo de forma amistosa. -Ustedes dos son buenos el uno para el otro-. Al principio no estaba seguro, pero verlos juntos tenía sentido, y más ahora que había descubierto ese lado travieso de Blaise.

-No será fácil, mis dos últimos años ahora se ha graduado-, admitió Blaise. -Pero haremos que funcione. Y será más fácil una vez que Umbridge se haya ido-. A nadie le cabía duda de que Umbridge no duraría hasta septiembre. No sería ella quien rompiera la maldición de DADA.

-Eso espero-. Se oyó un fuerte ruido fuera del vestíbulo, y ambos se congelaron. -Deberíamos ir a la cama-.

Blaise asintió, viendo a Harry desaparecer bajo su capa de invisibilidad. Sacudió la cabeza con asombro. -No puedo creer que tengas una capa así-, murmuró con envidia. Harry soltó una suave carcajada y se despidió del Slytherin para volver a subir a Gryffindor. 

Quizá la próxima vez le contaría a Blaise el secreto del Mapa del Merodeador.

La broma de Harry se desarrolló sin problemas, y sin señales claras de dónde podía echar la culpa Umbridge. Las ranas la siguieron durante todo el día, resistiendo a todos los intentos de desvanecerlas y de quemarlas, congelarlas, aturdirlas o cualquier otra cosa que pudiera lanzarles. Flitwick ofreció en voz baja treinta puntos a quien hubiera ideado tan ingeniosa magia, pero los rubíes del reloj de arena de Gryffindor no dieron nada de sí, ni duraron mucho. Pero a nadie le importaban ya los puntos de la casa; lo único que valía ya era la copa de quidditch. Y nadie la quería más que Angelina Johnson.

Dada la necesidad de última hora de una pareja de batiadores de Gryffindor, nadie esperaba milagros. Los de quinto o séptimo año estaban demasiado estresados por los exámenes como para renunciar a su precioso tiempo libre, y los candidatos más jóvenes no eran... fantásticos. Después de una prueba bastante azarosa, terminaron con un par de terceros años: Andrew Kirke y Jack Sloper.

No eran los peores golpeadores que Harry había visto, pero ciertamente estaban cerca. 

-Es sólo un partido-, murmuraba Angelina para sí misma en el desayuno antes del partido. -Sólo necesitamos una ventaja de sesenta puntos para llevarnos la copa-.

-Lo conseguiran-, aseguró Harry con seguridad, sintiéndose increíblemente extraño estando en vaqueros y camiseta mientras el resto del equipo llevaba su equipo de quidditch. -Todos son muy buenos esquivando bludgers. Lo harán bien-.

Ciertamente tendrían que ser geniales, porque era más probable que Kirke y Sloper se golpearan con sus bates que con una bludger. Harry no podía creer que hubiera tan poco talento en los años más jóvenes de Gryffindor; no auguraba nada bueno para la copa del año siguiente.

Harry fue con Neville a buscar un buen asiento en las gradas, con el estómago todavía retorciéndose ansiosamente. -Odio esto-, murmuró, y Neville le dio una palmada en el hombro. 

-Volverás a salir el año que viene-, dijo con confianza. Harry esperaba que tuviera razón. 

El partido comenzó, el comentario de Lee Jordan no era tan animado como de costumbre, y aunque las integrantes femeninas del equipo de quidditch de Gryffindor estaban actuando tan excelentemente como siempre, estaba claro que los dos chicos no estaban a la altura. En un momento dado, Kirke se asustó tanto de la bludger que venía hacia él que gritó y se cayó de la escoba. 

Harry tenía las manos apretadas en el regazo, con la mirada fija en la jugada. Ya había visto la snitch tres veces, y estaba intentando desesperadamente que Ginny se diera cuenta. Pero los golpeadores de Ravenclaw se abalanzaban sobre ella, tratando de dar a Cho la mejor oportunidad, y con los inútiles golpeadores Ginny no podía hacer más que esquivar y esperar lo mejor. 

En un momento dado, Harry se fijó en Hagrid, más abajo en las gradas estaba tan magullado y ensangrentado como en todo el curso, y estaba hablando con Ron y Hermione. Tras una breve conversación, el trío abandonó las gradas. Harry sintió casi la suficiente curiosidad como para ir tras ellos; había intentado hablar con Hagrid sobre lo que fuera que estaba causando todas esas heridas, especialmente después de transmitir unas cuantas advertencias crípticas de Firenze, pero Hagrid seguía insistiendo bruscamente en que Harry ya tenía bastante con lo suyo.

Con un poco de suerte, Ron y Hermione podrían ayudar al semigigante en lo que estuviera haciendo. 

Sacudiéndose la cabeza, Harry volvió a centrarse en el partido, con la mirada puesta en el marcador de la tribuna de comentaristas. Gryffindor iba perdiendo por sesenta y treinta, sus cazadores apenas podían mantener la posesión de la quaffle por culpa de sus inútiles batiadores. 

-Vamos, Ginny-, instó, observando a la pelirroja volar. 

Pasaron otros veinte minutos, y el marcador se convirtió en noventa y cuarenta, cuando por fin Ginny se lanzó en picado, con una bludger pisándole los talones. Harry siguió su línea de visión, fijándose en el brillo del oro, y se inclinó hacia delante en su asiento. La bludger que la perseguía en realidad le estaba haciendo un favor; gracias a ella, Cho no podía acercarse, rodeando su picada torpemente. 

-¡Sí, sí, ve!- murmuró Neville al lado de Harry, prácticamente de pie.

La mano de Ginny se cerró alrededor de la pequeña bola dorada, y las gradas de Gryffindor explotaron de ruido.

Harry se puso en pie de un salto, gritando y abrazando a Neville; no le importaba esta parte de estar entre la multitud, poder celebrarlo en el apiñamiento de rojo y oro, ver al equipo dar una vuelta de la victoria sin aliento. Le dolía no estar con ellos, pero siempre le quedaba el próximo año.

Angelina y Alicia dieron una vuelta más, las dos solas, despidiéndose del campo que habían amado durante los últimos siete años. Algo más que los Gryffindors las vitorearon, y Harry silbó con fuerza, chillando. Se les unió Roger Davies, que también se graduaría en unas semanas, y los tres volaron juntos antes de volver a bajar, cayendo al césped abrazados. Roger tuvo unas palabras con Angelina, luego le estrechó la mano y volvió con su equipo, que le dio igualmente unas palmaditas en la espalda. 

Tardaron un rato en salir de las gradas, y Harry y Neville se dirigieron al castillo con Parvati y Lavender, los cuatro radiantes. 

-¿Han visto la cara de Umbridge?- cacareó Lavender con alegría. La directora había puesto cara de indignación porque ni siquiera la prohibición de tres jugadores pudo evitar que el equipo de Gryffindor ganara. Harry creyó haber visto a Colin tomar una foto de la expresión, e hizo una nota mental para cazar al de cuarto año y ver de conseguir una copia para enviársela a Fred y George.

Hablando de Fred y George... -Ustedes suban-, instó Harry una vez que llegaron al vestíbulo. -Yo tengo que ir a arreglar algo primero-.

Neville lo miró con astucia, pero lo dejó estar, caminando con las chicas hacia las escaleras. Harry se giró en dirección al pasillo de las cocinas.

Los gemelos solían ser los responsables de los épicos festines presentes en las fiestas de victoria de Gryffindor, y Harry tenía que dar un paso al frente en su ausencia. Por suerte, Dobby estaba más que dispuesto a ayudar.

-¡Nosotros nos encargamos!-, prometió el elfo con un saludo entusiasta. Otros elfos sonrieron a Harry y se apresuraron a llenar una cesta de picnic con comida suficiente para alimentar a un ejército. 

-Brillante, muchas gracias a todos. ¿Pueden adelantarse y enviarlo a la Torre?- Harry tenía que hacer otra parada.

Despidiéndose de Dobby con un abrazo, Harry siguió su camino, colándose entre la bruja tuerta y bajando a Hogsmeade. Madame Rosmerta sólo parecía medio sorprendida de verlo, levantando una ceja divertida. -¿Ha ganado Gryffindor, entonces?- presumió, y Harry asintió.

-Tomaré todo lo que esté dispuesto a darme-, declaró, dejando un montón de galeones sobre la mesa. La camarera se rió.

-Se estaba volviendo demasiado tranquilo sin esos chicos Weasley-, declaró, haciendo levitar una caja de cerveza de mantequilla con su varita. -Me alegro de que recoja su legado, señor Potter-.

Harry encogió la caja y la guardó cuidadosamente en el bolsillo, y luego volvió a desaparecer, corriendo por la bodega de Honeydukes y de vuelta al castillo.

Cuando llegó a la Torre, la fiesta ya estaba en marcha, aunque el equipo de quidditch no había llegado. Alguien había colgado una de las pancartas de "Go Go Gryffindor" en la pared, y la cesta de picnic había sido desempacada en una mesa conjurada.

Una ronda de aplausos se elevó cuando Harry reveló su compra, agrandando la caja de cerveza de mantequilla y colocándola en el lugar habitual, tomando un sándwich de dedo de la mesa. 

-No quiero saber cómo lo has conseguido, ¿verdad?- preguntó Neville con ironía, aceptando una botella. Harry le sonrió.

-No me hagas preguntas...-

-No me dirás mentiras, ¿verdad?-, terminó Neville, poniendo los ojos en blanco. 

El agujero del retrato se abrió, y un estruendo de vítores llenó la sala cuando el equipo de quidditch entró, llevando sudaderas de la casa Gryffindor y sonriendo ampliamente. Harry gritó, sonriendo cuando se encontró con los ojos de Angelina; estaba tan contento de que ella pudiera vivir la experiencia de ganar la copa por última vez.

Ginny se dirigía hacia ellos, con un brillo decidido en los ojos, y Harry estaba a punto de preguntar qué ocurría cuando se acercó a Neville, lo agarró por los hombros y tiró de él para darle un beso. 

Neville se quedó congelado sólo un momento, antes de que sus brazos rodearan con fuerza a la pelirroja, con la botella de cerveza de mantequilla aún en la mano mientras le devolvía el beso como si no hubiera un mañana. Harry se rió, silbando fuertemente, y otra ronda de vítores llenó la sala junto con varios gritos de gato y más silbidos. 

Al otro lado de la sala, Harry pudo ver a un Ron con la cara roja preparándose para ir hacia allí, sólo para que Hermione lo agarrara del brazo y empezara a gritarle. Bien. Ginny y Neville se merecían este momento.

Cuando finalmente salieron a la superficie para tomar aire, ambos sonreían como locos, y Harry les dio una palmada en los hombros como un padre orgulloso. -¡Ya era hora, carajo!-, declaró con vehemencia, haciendo que ambos se sonrojaran. 

-Yo... vamos a hablar. A algún sitio más tranquilo-, le dijo Neville, con las mejillas tan rojas como el estandarte de Gryffindor, pero con la mano aún firmemente agarrada a la de Ginny.

-No te preocupes. Toma, llévate esto-. Le entregó a Ginny una cerveza de mantequilla, y a Neville una servilleta apilada con bollos de chocolate. -Puede que se hayan acabado para cuando vuelvas. Además, fantástica captura, Ginny-, felicitó, haciendo que la chica sonriera más. 

-¡Gracias, Harry! Espero que estés preparado para tenerme en las pruebas de cazador el año que viene-.

Le dio una palmadita en la espalda, y luego le alborotó el pelo. -Te toca. Ahora salgan de aquí, tortolitos-.

La única razón por la que ninguno de los dos lo rechazó fue porque tenían las manos ocupadas, pero la mirada de Ginny hizo el trabajo de todos modos. Harry los vio irse con cariño, y luego buscó a las tres chicas cazadoras entre la multitud, ansioso por abrazarlas por su victoria... y hacer llorar de nuevo a Angelina y Alicia, probablemente. 

Puede que no haya jugado este partido, pero siempre formará parte de su equipo.

Al escuchar el informe de su primito, cada vez más preocupado, Sirius frunció el ceño; desde luego, parecía que las cosas en el Ministerio iban deprisa hacia abajo. 

-¿Cuánto tiempo creemos que pasará antes de que haya un voto de censura?- preguntó Bill, pero Kingsley negó con la cabeza. 

-Hay demasiada gente que está contenta de dejarle seguir dando tumbos-, señaló. -Primero tendría que ocurrir algo grande-.

Ninguno dijo lo que todos pensaban; Voldemort tendría que asomar su fea cabeza. 

Era aún más preocupante, en opinión de Sirius, que el Señor Tenebroso no hubiera hecho ningún movimiento evidente todavía, no desde la fuga de Azkaban. O bien sus diez mortífagos estaban en peor estado de lo que había pensado, o bien estaba aprovechando que lo daban por muerto para trabajar bajo el radar y poner en marcha algo grande. La oleada de creencias provocada por el artículo de Harry en el Quisquilloso se había ido desgastando poco a poco por la falta de actividad y la continua insistencia del Profeta en que todo era mentira. 

-Es jodidamente frustrante-, gruñó Tonks, pasándose una mano por el pelo naranja brillante. -No podemos hacer nada más que sentarnos y ver cómo cada vez más departamentos son dirigidos por evidentes mortífagos, o al menos simpatizantes de los mortífagos-.

Kingsley apretó el hombro de su compañera. -Podemos mantener la legitimidad de los aurores el mayor tiempo posible. Scrimgeour puede ser un bastardo, pero es honesto-.

Sirius recordaba a Scrimgeour; un auror veterano en su día, rudo y demasiado duro con los sospechosos, demasiado dispuesto a acusar a la gente de magia oscura. Cortado de la misma tela que Alastor Moody, lo cual no era ideal, pero era mejor que un lacayo de Voldemort al mando. 

Tonks suspiró, y negó con la cabeza. -Tienes razón. Como siempre- añadió con una fingida mirada de fastidio. Kingsley sonrió con satisfacción. 

-Deberíamos ponernos en marcha. Tengo que estar en el trabajo en una hora-.

Esa pareció ser la señal para que los cuatro se marcharan, y Sirius empezó a recoger la mesa de su improvisada reunión para comer. Sonrió cuando una mano familiar con cicatrices recogió uno de los platos. -¿No tienes que estar en ningún sitio?- preguntó, y Charlie negó con la cabeza, enviando los platos al fregadero con su varita y atando a Sirius de la mano.

-No hasta las cinco-, respondió, besándolo lentamente. 

Sirius seguía sintiendo vértigo, incluso después de más de un mes de relación. Después de todos esos meses de esa etapa intermedia en la que había estado intentando negar las cosas, se sentía como si él y Charlie hubieran estado juntos durante mucho más tiempo del que tenían. Pero esto era mucho mejor que como estaban antes.

-Eso es bueno-, dijo, inclinándose hacia el abrazo de Charlie, disfrutando de lo cálido que era siempre el domador de dragones. Sirius apenas sentía frío estos días, gracias a él. -¿Quieres venir a leer a mi habitación uno rato?-.

-¿Leer, o leer?- preguntó Charlie, moviendo las cejas. Sirius resopló.

-En realidad leer-, aclaró. -Me... me vendría bien algo de compañía, hoy-.

-Soy todo tuyo-, prometió Charlie, besando su mejilla, totalmente ajeno a la forma en que eso hacía saltar el corazón de Sirius de alegría. 

Limpiaron la cocina y luego subieron a la habitación de Sirius, despojándose de sus vaqueros y camisas antes de meterse en la cama sólo en ropa interior. Había dos libros en la mesita de noche, y el largo brazo de Charlie los alcanzó, pasándole uno a Sirius.

Sirius no estaba seguro de acostumbrarse a que le permitieran libremente tanto contacto piel con piel. A Charlie le gustaba estar desnudo, o casi, aunque no fueran a hacer nada sexual. Se tumbaba y leía con Sirius en brazos, acariciando con una mano el pecho y el vientre del animago con suavidad, como si estuviera acariciando a Padfoot en lugar del muy humano Sirius. Era la mejor sensación del mundo.

-Oye, ¿puedo contarte un secreto?- dijo Charlie, una vez que habían estado leyendo en silencio durante un rato. Sirius tarareó, dejando su libro en la cama.

-¿Qué pasa?-.

Charlie le tomó la sien, con la otra mano en el estómago de Sirius haciendo una pausa en sus movimientos. -Bill quiere pedirle a Fleur que se case con él-.

-¿De verdad?- Sirius sonrió. -¡Eso es brillante!- Nunca había conocido a la bruja francesa, pero por todo lo que había oído de ella, tanto de los Weasley como de Harry, era una fiera, y perfecta para Bill. -Es brillante, ¿verdad?-.

-Sí, no, es genial, me encantaría tenerla en la familia-, aseguró Charlie rápidamente. -Pero quieren un compromiso más largo, ya que sólo llevan un año juntos, más o menos. Así que está pensando en pedirle que se case con él, y si dice que sí, se mudará a su piso con él. A Gringotts no le importa la cohabitación antes del matrimonio o lo que sea-.

Sirius comprendía ahora el dilema de Charlie. -¿Y no quieres ser el tercero en discordia de tu hermano mayor y su futura cónyuge?-, remató con conocimiento de causa. Charlie asintió.

-Ha dicho que puedo quedarme el tiempo que quiera, y no es que a Fleur le importe mucho. Pero... deberían tener su privacidad, ya sabes. Para averiguar cómo vivir juntos como pareja antes de casarse, sin que yo esté allí-. Charlie suspiró. -Me parece bien me mudaré a la vivienda de la reserva, supongo. Sólo que será un dolor de cabeza para ir y venir por culpa de los pabellones-.

Sirius sabía que los guardias de la reserva de dragones eran increíblemente estrictos, con puntos de acceso limitados y designados, para asegurarse de que ninguno de los dragones saliera... y que nadie entrara en los dragones que no estuviera autorizado. 

-¿Por qué no te instalas aquí?-, sugirió sin pensarlo realmente. Sintió que Charlie se tensaba. -Lo digo en serio-, continuó Sirius, la idea sonaba cada vez mejor cuanto más rondaba por su cabeza. -Es seguro, estás aquí para las reuniones de la Orden, y puedes entrar y salir cuando quieras. Y, ya sabes, yo también estoy aquí-. Sintió un revoloteo en su vientre ante la idea de tener a Charlie cálido y pesado en su cama cada noche.

Sintió que los labios se curvaban en una sonrisa contra su sien. -Hace seis semanas ni siquiera admitías que te gustaba-, señaló el pelirrojo.

-Hace seis semanas era un idiota-, replicó Sirius. Se giró, arrastrando las manos sobre el ancho pecho de Charlie para mirar a su novio a los ojos. -Si no quieres, olvida que te lo he pedido. O si quieres mudarte a una de las habitaciones de invitados, está totalmente bien. No voy a atarte a mi cama-, se burló, viendo cómo los ojos azules se iluminaban juguetonamente.

-Qué pena-, dijo Charlie.

-Es que me parece estúpido que tengas un piso en la reserva cuando siempre estás o aquí o en casa de Bill cuando no estás en el trabajo-, señaló Sirius. -Y sé que odias vivir solo-.

Él tenía razones diferentes a las de Sirius, pero como uno de los siete hijos le había confiado a Sirius que estar en cualquier casa vacía se sentía desconcertante. Había tenido dos compañeros de casa en Rumanía, los tres vivían en una pequeña cabaña de dos camas en la reserva. 

Charlie dejó escapar un largo suspiro. -¿Estás seguro?-, preguntó preocupado. -No quiero apresurar las cosas. No quiero agobiarte-.

-Me encantaría tenerte cerca todo el tiempo-. A Sirius no se le ocurría nada mejor, sinceramente, salvo quizás tener a Harry en casa. Charlie era el compañero perfecto; sabía cuándo estar callado y leer frente a cuándo Sirius necesitaba conversación, risas y música; estaba feliz de darle a Sirius su espacio cuando quería, pero siempre parecía saber cuándo el animago se deslizaba hacia pensamientos oscuros; y, pensó Sirius con un rubor, era un amante increíble, lo que ciertamente no perjudicaba las cosas. 

Dejó su libro debidamente a un lado y se inclinó hacia arriba, ahuecando el rostro de Charlie. -Sé que he tardado un poco en llegar a esto-, dijo suavemente, -pero no es porque no me importes-. Si acaso era porque le importaba demasiado, quería que Charlie tuviera algo mejor que un ex convicto jodido. -No creo que el hecho de que te mudes me abrume. Excepto en las buenas formas-, dijo, guiñando un ojo. -Diablos, es una casa lo suficientemente grande; si necesito evitarte, puedo hacerlo-.

Charlie soltó una risita, y luego los estaba haciendo rodar, atrapando a Sirius tiernamente contra el colchón. -No te equivocas-, musitó. Sirius tarareó distraídamente siempre era un poco más difícil pensar con el peso de Charlie encima, su cerebro se convertía en un charco feliz de pegajosidad. A veces pensaba que Charlie lo hacía sólo para sacarle una respuesta sincera mientras él no tenía neuronas para mentir. -¿De verdad quieres que me mude aquí?-.

-De verdad que sí-, aseguró Sirius, con los ojos semicerrados. -Te quiero aquí, todo el tiempo-. Apretó la mandíbula antes de decir una tontería. Charlie le besó la comisura de la boca.

-De acuerdo, entonces. Cuando Bill se declare y Fleur diga que sí, trasladaré mis cosas aquí-. No había duda en la voz de Charlie de que la francesa aceptaría la propuesta. -Sabes que el hecho de que me mude aquí significa que mis padres probablemente se enterarán en algún momento-, añadió el pelirrojo. Sirius gimió en voz baja. -Es decir, podríamos intentar engañarlos, pero probablemente al final se nos escaparía...-

-A la mierda-, murmuró Sirius. -Que lo descubran. No me importa. Dale a Molly otra razón para odiarme-.

-Mamá no te odia-, dijo Charlie, y Sirius resopló.

-Sí lo hace-, insistió. -Cree que soy un perdedor. Será peor cuando descubra que me estoy tirando a su hijo-. Sonrió ante la perspectiva. 

-Vale, te necesito despejado-, declaró Charlie, y con otro rápido beso se apartó de Sirius, dejando al mayor con un mohín. -¿Lo dices en serio? No lo de que mamá te odia. Sobre que no te importe que ella y papá lo sepan-.

Sirius hizo lo posible por parecer serio, sentándose. -Se van a enterar tarde o temprano. Va a ser una discusión, ya sea ahora o dentro de seis meses. Más vale acabar con ella-. Sonrió con pesar. -Te has pasado todo este tiempo desgastándome, no es que una discusión con tus padres vaya a ser suficiente para rompernos-. No habría cedido si no tuviera al menos la esperanza de que fuera a largo plazo. -Sólo quiero decírselo a Harry primero-, añadió, frunciendo el ceño. -No quiero que piense que estoy guardando secretos-.

Los ojos de Charlie estaban brillantes, centelleando a la luz de la lámpara. -Por supuesto, sí-, aceptó. Los hoyuelos volvieron a aparecer, y esta vez Sirius no se resistió a acercarse a ellos, metiendo los pulgares en las pequeñas hendiduras. Charlie se rió, acercándose para darle un beso. 

-Estoy tan feliz de que hayas dicho que sí-, suspiró. -A veces todavía no puedo creerlo-.

El sentimiento de culpa se abrió paso en las entrañas de Sirius. -Siento haberte hecho esperar tanto-.

-Valió la pena-, insistió Charlie sin dudarlo. Sirius le robó otro beso, inclinándose sobre el pelirrojo, preguntándose cómo había tenido la maldita suerte de que alguien como Charlie Weasley estuviera dispuesto a darle siquiera la hora.

-Tienes que irte a trabajar pronto-, dijo, mirando el reloj de la pared. -¿Me dejas que te la chupe antes de irte?-.

Los ojos de Charlie se oscurecieron de lujuria.

-¿Una oferta así? Cómo puedo negarme-.

Sí, definitivamente a Sirius le gustaría tener a Charlie en la casa todo el tiempo.

Continue Reading

You'll Also Like

198K 10.1K 50
si esto va a ser eterno, nosostros también lo seremos.-Newt-
5.3K 548 8
Luego de recibir una misión de emergencia del gremio, las familias Freya y Loki, las dos más fuertes de Orario tras la caída de Zeus y Hera, envían a...
1.2K 107 6
Tras las circunstancias de la investigación todo sale mal, Gang Hee Sik sabe que esto era una batalla perdidas pero aún así no se rinde. Muchas cosas...
516K 34.8K 42
{Segunda parte de : "La Obsesión del Mafioso} Sinopsis: Imagínate conocer a un sensual hombre, super millonario, que te haya ofrecido su ayuda para p...