LILY'S BOY

By jenifersiza

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Antes de que comience su tercer año en Hogwarts, Harry se enfrenta a tres semanas enteras de tiempo sin super... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109

Capítulo 64

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By jenifersiza

Deambulando entre las hileras de estanterías de la biblioteca, Harry buscó un lugar para estudiar sin que lo miraran embobado o le susurraran. Tenía una pila de libros en los brazos, todos sobre el proceso de conjuración animada, y una redacción de Transfiguración de dos metros que debía entregar por la mañana. 

Siguiendo hacia algunas de las filas del fondo, esperando que estuvieran más desiertas, Harry se quedó helado sentado en un rincón oscuro, completamente solo, estaba Cassius Warrington. Y tenía un aspecto horrible.

El rostro del séptimo año, habitualmente apuesto, estaba pálido y céreo, y su pelo castaño le colgaba en los ojos como si se hubiera cortado hace tiempo. La túnica le colgaba de los hombros; había perdido peso este año escolar. 

Con cuidado, Harry comprobó que no había nadie fisgoneando, y luego se acercó al Slytherin y colocó una barrera de privacidad para bloquearle la vista. Cassius se sobresaltó cuando la magia lo envolvió, mirando alarmado. -Oh, Potter. Sólo eres tú-. Sus hombros volvieron a caer. 

-¿Estás bien?-.

Un bufido burlón escapó de los labios del Slytherin. -Oh, estoy bien-, contestó, el sarcasmo goteando de su tono. -Positivamente maravilloso-.

Harry se sentó con recelo. -Cassius-, empezó, y la máscara de Slytherin del chico se resquebrajó un poco. 

-Tengo NEWTs en cuatro meses-, dijo, con la voz hueca. -Y después de eso me iré a casa, con mi familia, donde mi hermano mayor y mis tíos y mis dos primos están esperando que me una a ellos en las filas de los leales súbditos del Señor Oscuro-. Su rostro se torció de disgusto. -Sé que no me dejarán usar el Ministerio como excusa para mantener esa asquerosa Marca fuera de mi brazo. Diablos, tres de ellos trabajan allí y no les ha supuesto ningún problema-. Se pasó una mano por el pelo, despeinándolo aún más. -De alguna manera tengo que aprobar estos putos exámenes sabiendo lo que me espera cuando terminen. Pero incluso si no los apruebo me enfrentaré al mismo destino, así que para qué coño sirve-. Pateó la pata de la mesa, haciéndola sonar. 

-Si pudiera matarlo más rápido por ti, lo haría-, comentó Harry con ironía. Los ojos de Cassius se abrieron de par en par.

-Yo no... No es tu culpa, Harry-, insistió. -Aunque el Señor Tenebroso muriera mañana, eso no impediría que mi familia estuviera allí. Que sea horrible. Tratando de atraparme en su retorcida red de magia oscura-. Sus labios se curvaron en una sonrisa fría y amarga. -Lo mejor que puedo esperar es que todos ellos sean enviados a Azkaban cuando luchen en el ejército de su Señor. O que los maten. No soy exigente-. La bravuconería flaqueó, y suspiró una vez más. -Es que... los chicos de mi dormitorio son todos partidarios legítimos, y me doy cuenta de que me observan. Saben que el año pasado me juntaba con todo tipo de personas. Saben que era amigo de los tuyos. Pero siempre están ahí y, cuando no lo están, lo está Umbridge, y no puedo confiar en que nadie lea mis cartas, así que apenas puedo hablar con la única persona a la que realmente le importa una mierda, y mi carga de trabajo es cada vez peor y simplemente... no tengo a dónde ir, Harry- dijo, con la voz quebrada. -Tengo casi dieciocho años y sigue sin importar. Sigo atrapado con ellos. Si quiero tener la oportunidad de salvar el nombre de la familia, si quiero tener aunque sea un knut a mi nombre cuando me gradúe, tengo que hacer lo que ellos dicen. Desheredarme sería lo más amable que harían es mucho más probable que acabe muerto-.

-¿Qué pasa con Oliver?- preguntó Harry, y todo el cuerpo de Cassius se puso rígido, sus ojos color avellana se llenaron de miedo durante un breve instante. Luego se relajó, volviéndose tímido.

-¿Te lo ha dicho?-, preguntó con conocimiento de causa, y Harry negó con la cabeza.

-Lo he adivinado-. 

Una breve carcajada sonó en su tranquilo rincón. -¿Qué me ha delatado? ¿Algo de lo que deba preocuparme?-.

Harry negó con la cabeza antes de que el chico mayor pudiera dudar. -Sólo porque te conozco, y a él. Fue un poco sospechoso cuando los dos fueron tan amistosos en el Mundial, y luego lo contentos que estabas escuchando los comentarios del partido aquella vez... Además de un par de cosas que dijeron los gemelos, aquí y allá-. Porque Fred y George sabían absolutamente de la relación, y a Harry no le extrañaría ni un poco que uno de ellos, o los dos, hubieran tenido algo que ver. 

Una respiración larga y lenta silbó a través de la mandíbula apretada de Cassius. -Me pidió que me casara con él, en Navidad. Cuando me gradúe-. 

Los ojos de Harry se abrieron de par en par. -¡Caramba! No me había dado cuenta de que ibas tan en serio-. Debería haberlo hecho, sin embargo; Oliver Wood era un individuo muy comprometido, con cualquier cosa a la que decidiera entregar su corazón, ya fuera el quidditch o una persona. Y parecía que llevaban bastante tiempo juntos; más que Harry y Draco.

No es que Harry le hubiera pedido a Draco que se casara con él ni nada parecido. Era demasiado joven para hacerlo. 

-Todavía no sé qué ve en mí-, comentó Cassius. -Pero amo al loco bastardo. Cuando estoy con él... puedo olvidar en qué clase de hombre me está convirtiendo mi tío. Con Ollie siento que puedo llegar a ser algo mejor-. Sacudió la cabeza, con los ojos llenos de dolor. -Quiero casarme con él, más que nada. Pero no puedo. Si mi familia se enterara de que he hablado con Oliver, lo matarían delante de mí y luego me matarían a mí también por si acaso-. 

No había ni una pizca de exageración en su tono, y Harry creyó cada palabra. 

-Tienes que ir a un sitio, Cassius-, dijo, pero el Slytherin negó con la cabeza.

-No puedo poner a Ollie en peligro de esa manera-.

-No estoy hablando de Ollie. Estoy hablando de mí-. Eso hizo que Cassius se detuviera, levantando las cejas. -He ofrecido refugio a Theo, y a algunas de las familias neutrales que han acudido a Blaise en busca de ayuda. También puedo ofrecértelo a ti. Y a Oliver, si te preocupa. Sigue siendo mi capitán-. Siempre lo será, en lo que respecta a Harry. Harry no había escrito a Oliver desde el verano por su preocupación de que su correo fuera leído, pero siempre le decía a Charlie que le enviara sus saludos, y se mantenía al tanto de lo que hacía el guardián de esa manera. 

-Como si Oliver fuera a esconderse cuando hay que jugar al quidditch-, dijo Cassius secamente, y Harry se rió. Un punto justo. 

-Para ti, entonces. Puede visitarnos cuando quiera. Tu familia no tiene por qué enterarse de la conexión entre ustedes dos-.

Por la mirada de Cassius, se dio cuenta de que el chico estaba considerando la idea. -Si dejo a la familia, me cortarán del árbol. No soy como Theo es el último de su estirpe, tanto para Nott como para Avery. No pueden desheredarlo o ambas líneas se extinguirán para siempre. Puede que la magia familiar haya rechazado a mi hermano, pero tengo dos primos y un tío que aún son elegibles. No puedo arriesgarme a que el asiento de la familia vaya a parar a sus manos-.

Harry se mordió el labio; todo eso era un razonamiento perfectamente válido. Sabía que había tenido suerte de que Sirius no hubiera sido desheredado por sus padres de forma adecuada y mágica. Pero odiaba la idea de que Cassius se quedara con ellos. -No te obligaré a tomar ninguna decisión-, dijo finalmente, deseando poder hacer algo más. -Pero siempre tendrás un lugar seguro mientras yo esté vivo para ofrecértelo. Si las cosas se ponen feas, si te obligan a ir a la Marca, o si descubren lo de Ollie, acude directamente a mí, ¿de acuerdo? No arriesgues tu vida sólo para mantener ese maldito asiento del Wizengamot. No vale la pena, ¿sí?-, terminó diciendo apasionadamente. Cassius lo miró y, tras un rato de silencio, esbozó una pequeña pero genuina sonrisa.

-Tengo demasiado instinto de conservación de Slytherin como para dejar que me maten por un solo voto-, comentó. Aun así, parecía que se había quitado un peso de encima. -Gracias, Harry. Es... es bueno saber que tengo opciones. Y que Ollie tiene a alguien que lo cuida-. Sacudió la cabeza, exasperado. -El maldito imbécil le daría un bate a toda mi familia si se lo permitiera-.

-Suena bien-, convino Harry, divertido. -Mataré a Voldemort tan rápido como pueda-, prometió, ignorando el respingo del chico al oír el nombre. -No puedo decir cuánto tiempo me llevará, pero que sepas que me estoy esforzando al máximo-.

-No lo he dudado ni un segundo-, aseguró Cassius.

-Bien. Así que deja eso en mis manos, y mantente a salvo, y dile a Oliver que te casarás con él cuando puedas-. Harry sonrió, con el corazón doliendo ferozmente. -Porque esa es una boda a la que quiero asistir desesperadamente-

Cassius le devolvió la sonrisa. -Será jodidamente temática de quidditch si se sale con la suya-, advirtió, y Harry rió. 

Una boda que esperar al final de todo esto era exactamente lo que necesitaba. Una boda con temática de quidditch sonaba aún mejor.

De alguna manera, entre los deberes y las clases con Snape y la HA, Harry sacó el tiempo suficiente para escribir un artículo para el Quisquilloso. Era mucho más difícil que el anterior; no era un periodista, sin duda, y esta vez tenía que asegurarse de que sonaba lo más creíble y cuerdo posible. No se trataba sólo de escribir con el corazón, sino de convencer a la gente de que el peligro se acercaba. 

Cuando tuvo un borrador sólido, se lo llevó a Luna, y los dos se encerraron en un aula no utilizada para leerlo. Luna era sorprendentemente buena editando; al parecer, ayudaba a su padre con los artículos cuando estaba en casa. 

-Esto es muy bueno, Harry-, dijo ella, sonriendo. -Y además llegas en el momento perfecto; si se lo hago llegar a papá pronto, podrá publicarlo antes de que tenga noticias de los participantes en su concurso de escritura. Ha pedido a la gente que envíe sus experiencias con los heliópatas, así que seguro que está muy ocupado con eso-.

-Eso es... bueno-, dijo Harry, sin saber qué más responder. Con suerte, el padre de Luna no pondría su artículo en el mismo espacio que una historia sobre alguna ridícula teoría de la conspiración que podría hacerle parecer aún más loco de lo que el Profeta insinuaba. -Estoy muy agradecido de que tú y tu padre estén dispuestos a hacer esto, Luna-.

-La gente necesita saber-, respondió ella con sabiduría. -Y como periodistas, tenemos el deber de informar de la verdad-.

Harry deseaba que la gente del Profeta tuviera aunque fuera una pizca de la misma integridad periodística. -Bueno, eso es todo, lo mejor que he podido hacer-. Señaló el pergamino de su artículo. Había hecho todo lo posible por informar de todo lo que creía que podía ser útil; tanto la historia de lo que le había ocurrido a Cedric, como el ataque de los dementores a Dudley. Si el público en general no se alarmaba ante la perspectiva de que un chico de diecisiete años fuera secuestrado en la escuela y asesinado, tal vez sí lo hiciera ante la idea de que un dementor vagara por una calle muggle perfectamente normal. Harry se había apoyado un poco en la idea de que el Estatuto del Secreto se rompiera por la descuidada respuesta del Ministerio al regreso de Voldemort, y lo catastrófico que eso podría ser para todos.

-Intentaremos que salga en el próximo número. Eso es una semana después del día de San Valentín-, prometió Luna alegremente.

-Perfecto-. Harry miró a la chica rubia, con las cejas alzadas. -¿Algún gran plan para ese fin de semana de Hogsmeade?-. Desde hacía días, el colegio bullía de gente que discutía sus planes para el auspicioso día. Harry se debatía entre alegrarse de no tener que involucrarse y desear poder llevar a Draco a Hogsmeade como todas las demás parejas jóvenes enamoradas. 

-Oh, voy a ir con Daphne-, respondió Luna, jugueteando con su collar de corcho de cerveza de mantequilla. Harry se quedó mirando.

-...¿Daphne Greengrass?- ¿Slytherin, sin emociones, a menos que sean despreciables, Daphne Greengrass? Luna asintió, con una sonrisa cada vez más amplia.

-Es muy bonita. Me asocié con ella unas cuantas veces en la HA y tiene una sonrisa muy bonita. Así que la invité a Hogsmeade-.

Harry no estaba seguro de qué lado de ese emparejamiento era el más difícil de creer, pero en absoluto le correspondía juzgar, así que se limitó a ofrecer una sonrisa que esperaba que ocultara su total desconcierto. -Bueno, diviértete con eso-.

-Gracias, Harry. Estoy segura de que lo haremos-. 

Sin duda sería una combinación interesante.

Harry tuvo que rechazar bastantes invitaciones a Hogsmeade para el próximo fin de semana de San Valentín. Tanto de alumnos como de alumnas. 

-No sé por qué se molestan-, refunfuñó para sí mismo después de intentar rechazar educadamente a Romilda Vane por cuarta vez. -Saben que soy gay-.

Harry oyó un bufido detrás de él, y se volvió. Ron estaba allí, caminando unos metros detrás de él con Dean y Seamus. Todos se dirigían al Gran Comedor para cenar, y como venían de Herbología Harry había dejado a Neville atrás hablando con la profesora Sprout. 

-¿Algo que decir?- preguntó bruscamente, y el pelirrojo le frunció el ceño.

-Sólo me pregunto cuánto tiempo vas a mantener eso-.

-¿Mantener qué?- Harry estaba confundido.

-Todo el asunto de los homosexuales. Todos sabemos que sólo estás fingiendo-, espetó Ron.

-...Lo siento, ¿qué?- ¿De dónde demonios había sacado esa idea?.

Lejos de avergonzarse, Ron continuó. -Vamos, no finjas que no te hemos visto todos. Me he enterado de que el otro día tú y Loony Lovegood se encerraron en un aula silenciosa durante horas. Y la forma en que te has arrimado a Lavender y Parvati en Adivinación, actuando como si fueras sólo el mejor amigo gay, como si estuvieras a salvo, cuando podemos verlas a todas sobre ti. Susan Bones, también. ¿Cuántas chicas tienes por ahí, Potter?-.

Harry se quedó mirando incrédulo, y luego miró a Dean y a Seamus, que no le dirigían la mirada. -No hablas en serio-, balbuceó. Ahora tenían espectadores; gente que iba a cenar, preguntándose por qué la pareja se había detenido en el vestíbulo. -Se llama tener amigos, Ron-.

-¿Amigos con los que siempre te escabulles a escondidas?- replicó Ron.

-Si consideras que eso es sospechoso, tengo muchas preguntas sobre ti y Hermione-, replicó Harry, viendo que unos cuantos se quedaban con los ojos abiertos. La cara de Ron se puso tan roja como su pelo.

-Tú cállate sobre Hermione-, se mofó. -Parece ser la única maldita chica de este colegio que no está obsesionada contigo. Incluso tienes a mi hermana bajo tu control. Tienes mucho valor, exhibiéndola en público de esa manera, fingiendo ser marica para que nadie se dé cuenta de que te acuestas con cualquier chica que te acepte-.

-¡No me estoy acostando con ninguna chica!- Harry argumentó. -Y yo no estoy fingiendo ser nada-.

Se burló Ron. -¡Como si me creyera eso! Todos sabemos cómo es Lavender, realmente dudo que ustedes dos sean sólo amigos cuando se lanza a por ti en Adivinación-.

¡Una bofetada!.

Harry no se había percatado de la aparición de Lavender Brown, pero allí estaba, con la mano levantada y una marca roja que se formaba rápidamente en la cara de Ron. Su cara era una imagen de furia total. -¿Cómo te atreves?-, siseó. 

-¡Lavender!- Ron tenía los ojos muy abiertos, en shock o miedo, Harry no estaba seguro. -¡Bueno, es verdad! Has tenido a la mitad del resto de los chicos de Gryffindor, ¿y se supone que debemos creer que no hay nada entre tú y Harry?-.

Harry estaba bastante impresionado de que ella no le diera otra bofetada. -Sólo estás celoso porque de todos los chicos a los que he besado, tú no eres uno de ellos-, replicó ella. -Y nunca lo serás. Después de un comentario como ése, me sorprenderá si alguna vez consigues una cita en este colegio, Ron Weasley-.

De hecho, de las chicas del público, la mayoría miraba a Ron como si fuera la suciedad de la suela del zapato. Su rostro enrojeció aún más.

-Así que también te ha engañado a ti, ¿verdad?- se burló Ron. -¿No se han dado cuenta de que siempre sale con chicas pero nunca se le ve a escondidas con un chico? Además, siempre las rechaza. Ni siquiera le coge la mano a una-.

-¡Tengo novio!- Harry soltó, y un coro de jadeos sonó. -Está claro que se me da mejor mantener mi vida privada. No es de tu maldita incumbencia con quién estoy, Ron-.

-¡Sr. Potter!-.

El corazón de Harry se hundió ante la aguda llamada. Umbridge se acercaba al vestíbulo, con rostro severo. -Detención, por comportamiento inapropiado. Mañana por la tarde, en mi despacho-. Miró a los alumnos reunidos, que se dispersaron rápidamente, dirigiéndose a la cena. Ron seguía mirando a Harry, incluso cuando la profesora vestida de rosa se había ido.

-Vamos, Harry-, resopló Lavender, enlazando su brazo con el de él. -Vamos a sentarnos-.

Harry dejó que lo llevara a la mesa de Gryffindor, con la furia aún latiendo en sus venas. Estaría por todo el colegio por la mañana, su misterioso novio. Draco iba a matarlo.

-Siento que te haya dicho eso, Lavender-, suspiró, y la chica le lanzó una mirada mordaz.

-No te atrevas a disculparte por sus gilipolleces de zorra-, espetó ella. -Te juro que el hecho de que tenga las emociones tan metidas en el culo que no le alcanzan para decirle a Hermione Granger lo que siente, no significa que tenga que desquitarse con todas las chicas que se atreven a mirar a un chico-.

-Bueno, más le vale que Hermione se dé cuenta en algún momento, porque creo que tienes razón al decir que, de lo contrario, no conseguirá una cita-, murmuró Harry en voz baja, mirando más arriba en la mesa, donde Ron estaba sentado solo. Incluso Dean y Seamus se habían distanciado, sin duda para no querer que las chicas de Hogwarts los mancharan con la misma brocha. 

-Hablando de citas-, ronroneó Lavender, con los ojos iluminados. -¿Novio?-.

-Secreto-, respondió él con pesar, y ella hizo un mohín exagerado.

-No es divertido-.

Harry se rió. -Lo siento-.

Ella lo dejó así, poniéndole al corriente del resto de los cotilleos románticos de Hogwarts. Harry podía sentir los ojos del resto del salón sobre él, y deseaba desesperadamente que todos aceptaran sus secretos con tanta gracia como Lavender Brown.

Como Harry pensó que podría acabar hechizando a Ron Weasley en el ala del hospital si iba a la Torre Gryffindor después de la cena, bajó a la Cámara de los Secretos y se instaló felizmente frente a las estanterías de Salazar. Había reducido la lista a ocho libros que mencionaban la palabra "horrocrux", y ahora intentaba concentrarse lo suficiente para leer con más detalle, mientras su cerebro tropezaba con la forma arcaica del inglés. Salazar guardaba un bendito silencio, excepto para ofrecer traducciones en pársel cuando Harry se quedaba realmente atascado con una palabra.

Los tres primeros no contenían gran cosa; describían el proceso de fabricación de los horrocruxes, aunque sólo uno de ellos daba realmente los hechizos y rituales explícitos. El resto se limitaba a decir que se utilizaban "ciertas magias" durante el asesinato a sangre fría de un inocente, y que el alma se dividía y se colocaba en un recipiente. Era interesante confirmar que el alma se reducía a la mitad cada vez, haciendo que lo que quedaba fuera progresivamente más débil con cada horrocrux adicional.

Claramente, eso no había estado en ninguno de los libros que Voldemort había leído sobre el tema, dado que había hecho al menos tres de ellos. 

Fue el cuarto libro el que hizo que Harry se quedara boquiabierto y que su pulso se acelerara. Típicamente, era uno de los más confusos, y finalmente Harry se dio por vencido y se limitó a sostener el libro ante Salazar, pidiendo una traducción. 

"Si su horrocrux se mantiene dentro de un ser de vida sensible, existen peligros inherentes a la vida natural de dicho huésped", siseó el fundador. "Se recomienda que los horrocruxes se mantengan dentro de objetos inanimados, pero cuando no se prefiere eso, es posible transferir el horrocrux a un nuevo huésped vivo, cuando el huésped actual se acerca a su fin. Esto debe hacerse antes de la muerte del huésped, ya que la muerte de un alma es la muerte de ambas".

Salazar dejó de leer y Harry se quedó con los ojos muy abiertos. "¿Dice cómo?", insistió. Salazar asintió.

"Lo dice, pero, para ser sincero, no espero que lo entiendas, muchacho".  Su tono no pretendía ser despectivo, pero igualmente hizo que Harry frunciera el ceño. Miró el libro y el absoluto lenguaje incomprensible que había en la página, tanto en la propia escritura como en la forma de los complejos diagramas aritméticos de algún tipo de ritual. Salazar tenía razón; aunque todo estuviera en inglés moderno, Harry probablemente no lo entendería.

Pero sabía quién lo haría.

-Tengo que enseñarle este libro a mi amigo-, siseó. -Trabaja para los duendes, como rompedor de maldiciones. Su equipo está tratando de encontrar una manera de eliminar el horrocrux de mi cicatriz-.

-Puede hacer una copia del mismo-, asintió Salazar. -Los textos originales no saldrán de este despacho, pero dudo que alguno de ellos esté todavía bajo los Encantos de Derechos de Autor. Duplícalo y llévaselo a tu amigo-.

Harry agitó su varita y, efectivamente, el libro se duplicó con facilidad. Volvió a colocar rápidamente el original en la estantería, antes de olvidar cuál era cuál. -Mi amigo va a preguntar dónde encontré esto-, dijo con cautela. La expresión de Salazar se agrió.

-Todavía no es el momento de revelar mi presencia al mundo-, insistió. 

-Una persona no es "el mundo"-, replicó Harry a la defensiva. -Bill puede guardar un secreto-. Lo había hecho bien hasta ahora, guardando el de Harry.

Salazar seguía sin parecer impresionado, pero dejó pasar el argumento.

Entonces Harry se dio cuenta de que había un obstáculo más. Su única forma de sacar el libro de Hogwarts rápidamente era Snape, y definitivamente querría saber de dónde venía. Y ver por sí mismo qué clase de magias oscuras estaba descubriendo Harry. -¿Qué te parece si invito al jefe de la casa Slytherin a venir aquí? Está ayudando en esta investigación, y probablemente sería más útil que yo-.

Esperó pacientemente a que Salazar considerara el tema. -¿Este es el hombre que hace de triple agente? ¿Es de tu familia?-, aclaró, y Harry asintió. Un parpadeo de sonrisa cruzó el rostro pintado del hombre. -Es un digno Slytherin. Puedes traerlo-.

El alivio llenó las venas de Harry. Eso le facilitaría la vida; no en vano, le congraciaría con Snape aún más de lo que le había permitido cosechar el basilisco. Harry iba a presentarle al mismísimo Salazar Slytherin, iba a dejarle mirar la biblioteca privada del fundador.

Snape lo iba a adorar.

El día de San Valentín llegó con un alboroto de estudiantes emocionados, y un aumento de las detenciones por comportamiento inapropiado. Parecía que Umbridge consideraba inapropiada casi cualquier expresión de emoción humana positiva, ya que Harry la había visto quitarle puntos a dos personas que se encontraban cerca. 

Al menos no había decoraciones que provocaran dolor de cabeza, ya que el color rosa se había arruinado para todos en los últimos seis meses. 

Aun así, ni siquiera la ira de Umbridge podía empañar la alegría de celebrar la festividad llena de amor con un fin de semana en Hogsmeade, y cuando Harry bajó a desayunar aquella mañana se sorprendió al ver cuántas parejas hacían cola para salir del castillo, cogidas de la mano y sonriéndose. 

Sintió una punzada en el pecho, deseando brevemente poder ser uno de esos estudiantes; pero aunque no hubiera el peligro de Lucius Malfoy de por medio, Harry no estaba seguro de querer que lo miraran todo el día como sabía que lo harían por llevar a Draco Malfoy a una cita.

Un día.

No queriendo dejar pasar la excusa de salir del castillo, Harry se alineó solo, ignorando la cantidad de ojos que se fijaban firmemente en él. Desde su admisión ante la ridícula acusación de Ron, medio colegio parecía empeñado en averiguar quién era su misterioso novio. Incluso había una quiniela, que a Harry le parecía totalmente ridícula.

Sobre todo porque el primer nombre de la lista era George Weasley. Como si hubiera alguna razón para ocultar una relación así; los Weasley se habían convertido en objetivo de los Oscuros mucho antes de que Harry existiera. 

El segundo nombre era Blaise Zabini, que estaba un poco más cerca, pero aún así le hizo gracia que el nombre de Draco estuviera muy abajo con unas probabilidades astronómicas. Una persona había apostado por él.

Harry sospechaba que podría haber sido el propio Draco, pero el rubio nunca lo diría.

Al entrar en el pueblo, Harry dejó que una sonrisa se apoderara de él mientras observaba a los estudiantes hacer su mañana; era tan agradable ver a la gente tan feliz, tan despreocupada. En todo su entrenamiento en varias formas, su batalla de voluntades contra Umbridge, Harry a veces olvidaba que las cosas no eran todo fatalidad y tristeza todavía. Había mucho tiempo para que sus compañeros fueran adolescentes normales.

Si Harry se salía con la suya, siempre lo habría.

Su sonrisa se amplió al ver dos cabezas de pelo rubio, una mucho más oscura que la otra; Luna y Daphne paseaban por la calle principal, cogidas de la mano mientras Luna gesticulaba salvajemente con la que tenía libre, parloteando sobre alguna criatura con los ojos seriamente abiertos. Daphne parecía cariñosa y un poco desconcertada, como si no entendiera cómo había acabado allí, pero de todas formas estaba muy contenta de estar allí.

Harry seguía sin entender eso.

Vio a Ernie y a Hannah dirigirse a Madam Puddifoot, que era exactamente la explosión de rojo y rosa que Harry esperaba. Ninguno de los dos parecía especialmente impresionado por la decoración, y cuando Harry pasó junto a ellos llamó la atención de Hannah, que hizo la mímica de las arcadas. Él se rió, sin ayuda alguna; no era su culpa que los estudiantes estuvieran limitados a Puddifoot's o a las Tres Escobas.

Honeydukes estaba absolutamente abarrotado de estudiantes, todos tratando de comprar dulces para sus novios. Así que Harry se alejó de allí y decidió dirigirse a Zonko's. Allí vio a su segunda pareja inesperada del día.

Al principio no se dio cuenta de que estaban allí juntos. Los dos chicos estaban de pie cerca, pero sólo hablando. Entonces George se adelantó, apretando un atrevido beso en la mejilla de su compañero y señalando dramáticamente la entrada de la tienda. Blaise Zabini soltó una risita, pero pasó obligatoriamente, y al pasar la mano de George se deslizó hasta la parte baja de su espalda. La pareja desapareció en el interior de la tienda y Harry se quedó boquiabierto.

¿Cuándo había sucedido eso? ¿Y por qué nadie se lo había dicho? Estaba claro que la pareja no estaba guardando el secreto.

Mañana tendría que tener una larga conversación con George Weasley. 

Se rió para sus adentros; esa pareja ciertamente alteraría la Bolsa de Citas de Harry Potter. 

Después de un breve desvío a Scrivenshaft's para comprar más pergamino, Harry empezó a tener hambre y decidió aventurarse a comer en las Tres Escobas. Pasó por delante de un grupo de chicas, que estallaron en risas al verle. Su mandíbula se apretó.

Tal vez después de eso volvería al castillo. Hogsmeade en el día de San Valentín no era el lugar para una persona soltera, especialmente cuando esa persona era Harry Potter.

Por suerte, parecía que el ajetreo de la comida no había comenzado todavía, ya que la gente seguía aprovechando sus citas, o se sentía demasiado incómoda para entrar y sentarse frente a frente durante toda la comida.

Eso no significaba que no hubiera mucha gente dentro -(casi todas las mesas se habían reorganizado en pequeñas secciones de dos plazas)-, pero había suficiente silencio como para que Harry pudiera ver desde la puerta hasta la pared del fondo. Su mirada recorrió las parejas sentadas, preguntándose si podría ver alguna otra pareja inusual.

Al fondo de la sala, sentado solo en una cabina, estaba Neville.

Harry frunció el ceño, abriéndose paso entre las mesas para sentarse frente a su amigo. Neville levantó la vista, forzando una sonrisa. -Oh, hola, Harry. No sabía que estabas por aquí-.

-Sí, pensé en dar una vuelta. ¿Estás bien?- Hizo una pausa, preguntándose si su siguiente pregunta sería bien recibida. -Yo... pensé que estarías con Ginny, para ser sincero-. La pareja se había ido acercando cada vez más desde Navidad, y Harry estaba casi seguro de que este fin de semana los haría oficiales.

Neville le lanzó una mirada irónica. -Hoy no, no-.

Los interrumpió Rosmerta, entregando una cerveza de mantequilla para Neville, y los dos pidieron el almuerzo. Harry podía sentir las miradas sobre ellos, pero las ignoró todas; no sería la primera vez que la gente pensaba que estaba saliendo con Neville. 

Cuando volvieron a estar solos, Harry se aclaró la garganta. -Así que... ¿ninguno de los dos se ha preguntado, o...?- Se preguntó, por un breve momento de horror, si Ginny estaba por ahí en el pueblo en una cita con algún otro chico. Si lo estaba... Harry estaría teniendo palabras con ella.

-Ella me lo pidió-, confirmó Neville. Harry parpadeó ahora estaba aún más confundido. 

-Pero, entonces...-

Neville dio un sorbo a su bebida, y suspiró. -El día de San Valentín es... mucha presión. Es este gran cliché del romance y los grandes gestos y todo eso, y yo sólo... ella tuvo su tiempo para sí misma, cuando salía con Michael y todo eso. Después de eso, después de lo que sentí... necesitaba un poco de tiempo para mí. Creo que ambos necesitamos un poco de espacio para estar solos por un tiempo, para ser honesto-.

-Eso es comprensible-, convino Harry en voz baja. Se preguntó si Neville había admitido -(ya sea a Ginny o incluso a sí mismo)- lo mucho que le había dolido verla con Michael. 

-No estoy diciendo que no para siempre-, aseguró Neville. -Quiero estar con Ginny. Pero... no creo que el día de San Valentín sea el lugar más fácil para empezar-.

Como para acentuar su punto de vista, una chica del otro lado de la sala se levantó de la mesa, gritó un maleficio de picadura a su cita y salió furiosa. El chico se quedó mirando tras ella, con una enorme roncha formándose en su mejilla. Harry y Neville compartieron una mirada, haciendo una mueca de dolor.

-No, lo entiendo-, dijo Harry, apartándose del drama. -Te estás defendiendo-. Le dedicó al chico una pequeña sonrisa. -Estoy orgulloso de ti, amigo-.

Neville se sonrojó, agachando la cabeza, y se salvó de tener que responder por la llegada de su almuerzo. 

Ginny tenía que ver que Neville no se limitaba a esperar que ella estuviera preparada para él. Él también tenía que estar preparado. Y ella merecía ser la que esperara, para variar.

Después de comer con Neville, Harry se dirigió de nuevo al castillo; había intentado vagar un poco más por el pueblo, pero Neville había querido ir a Dogweed y a Deathcap, y Harry no estaba dispuesto a sacrificar las dos horas de su día que inevitablemente le llevaría. Y como estar solo sólo hacía que más gente lo mirara y se riera de él, decidió despedirse.

Después de todo, tenía sus propios planes que atender.

Eran casi las tres cuando regresó a la torre de Gryffindor, que estaba en su mayoría llena de estudiantes de los años más jóvenes; algunos estudiando, otros simplemente pasando el rato, y unas pocas almas valientes que claramente intentaban conseguir el romance que pudieran dentro de los confines del castillo. Ver a la pareja de segundo año cogida de la mano y jugando a las cartas en un rincón le hizo sonreír para sus adentros al recordar. Si tan sólo hubiera sido lo suficientemente valiente como para tomar la mano de Draco en esos primeros días.

Pensando en su novio, Harry aceleró el paso en las escaleras hacia su dormitorio. Tenía que preparar una sorpresa, y quería ducharse y cambiarse antes de tener que empezar a esconderse.

La siguiente vez que Harry salió de la torre de Gryffindor fue bajo su capa de invisibilidad. No tuvo que esperar mucho para que se abriera el agujero del retrato, y se apresuró a atravesarlo antes de que pudiera cerrarse sobre él, dirigiéndose hacia las escaleras. Sabía dónde podía encontrar a Draco, porque le había dicho al rubio que se reuniera con él en su lugar habitual. 

Harry se metió por un pasillo poco transitado, detrás de una armadura, y se quedó helado. Estaba... ocupado.

Delante de él, ensombrecidos en el oscuro pasillo de piedra, estaban Susan y Theo. Se besaban alegremente, con la espalda de Theo apoyada en la pared mientras Susan se ponía de puntillas para besarle.

Bueno, entonces. Este día estaba lleno de sorpresas.

Harry se retiró lentamente del pasillo y dejó un débil aviso en la entrada por si había alguien más que intentara encontrar un lugar privado.

Para que Susan no hubiera puesto sus propias protecciones, debía de estar bastante... distraída.

Se sacudió la imagen de la cabeza y siguió el largo camino hasta el tercer piso. Podría burlarse de su amigo de Hufflepuff más tarde; ahora tenía cosas más importantes en las que concentrarse. 

Draco lo esperaba en el aula, y se sobresaltó cuando la puerta se abrió con la forma invisible de Harry. -Hola-, saludó Harry, antes de que el Slytherin pudiera ponerse nervioso. -Sígueme-. Y entonces se dio la vuelta para salir del aula.

-¿Cómo?- replicó Draco, apresurándose a seguirle. -¡No puedo verte, joder!-.

-Oh, sí-. Harry retrocedió, deslizando una mano invisible alrededor del codo de Draco. -Vamos-.

-¿A dónde vamos?- Draco susurró con suspicacia. Harry se limitó a sonreír, aunque su novio no podía verlo.

No tenían que ir muy lejos; sólo estaba a la vuelta de la esquina. Harry los detuvo frente a un trozo de pared común y corriente, y siseó.

La pared se fundió en una puerta.

-¿Qué demonios?-, murmuró Draco, pero Harry lo empujó a través de la abertura, y una vez que la pared se reformó detrás de él, se quitó la capa, con los ojos verdes bailando.

-Hola-. Se inclinó hacia él, besándolo rápidamente. -Estás precioso-. Así era, con un jersey azul pálido y unos pantalones gris marengo. Draco volvió a acercarse a él para darle un beso en condiciones.

-¿Qué estás haciendo, Potter?- preguntó, levantando una ceja rubia. -¿Dónde estamos?-.

Harry siguió sonriendo con picardía. -Avísame cuando lo descubras-.

Con la mano de Draco en la suya, se dirigió hacia el pasillo. 

La mayoría de los pasadizos secretos de la Cámara seguían siendo bastante asquerosos después de siglos de desuso, pero Harry se había asegurado de limpiar éste con antelación. Con una bola de luz flotando por encima de sus cabezas, iluminó las paredes de piedra, y las serpientes grabadas en ellas, a la altura de la cintura. Se preguntó cuánto tardaría Draco en darse cuenta.

-¿Dónde estamos siquiera... espera-. Draco se detuvo, apretando con fuerza la mano de Harry. -¿Cómo has abierto ese pasadizo?-.

Una risita brotó de los labios de Harry, que tiró de su novio para seguir caminando. -Oh, creo que lo sabes-.

-Joder... eso no puede ser posible. No me digas...- Draco se interrumpió cuando llegaron al final del pasillo, saliendo a la enorme cámara. -Santo cielo-, respiró el rubio, con los ojos grises tan abiertos como platos de comida. Se volvió hacia Harry, sin palabras por un momento. -¿Estamos... esto es... cómo?-.

Así que Harry le contó, sobre cómo el comentario de Ginny de improviso le había hecho decidir aventurarse a bajar y ver en qué estado se encontraba la Cámara. -Hice que Snape bajara a recoger el enorme esqueleto de basilisco-, explicó. -Era increíblemente asqueroso. También tuve que hacer una gran cantidad de encantos de limpieza-.

-¿Creía que la entrada estaba en un baño?- preguntó Draco, mirando la enorme estatua de Salazar.

-La que encontré originalmente lo estaba. Pero cuando llegué aquí abajo... hay una oficina, escondida detrás de la pared, que descubrí por accidente. Y antes de que preguntes, no puedo llevarte allí. Es un poco... espinoso-. Apenas había dado permiso para Snape, Harry no iba a arriesgarse a emboscarlo con Draco.

-¿Él?- Repitió Draco, estrechando la mirada. -¿Quién... no?-. Su mandíbula cayó cuando Harry asintió.

-El único retrato existente de Salazar Slytherin-, confirmó. -Me dijo que hay entradas secretas escondidas por todo el colegio. Originalmente se suponía que era un lugar seguro, en caso de que los cazadores de brujas asaltaran la escuela. Suficiente espacio para esconder a los estudiantes y al personal, con entradas por todo el lugar para mayor seguridad-. Según Salazar, había un hechizo en pársel que abría todas las entradas a la vez, para que la gente pudiera entrar corriendo desde cualquier lugar del castillo, pero Harry aún no había tenido la oportunidad de probarlo. 

A Draco le costó varios largos momentos de estar boquiabierto como un pez para recomponerse. Cuando por fin lo consiguió, se giró para mirar a Harry. -Si tu sorpresa es traerme a esta Cámara y luego decirme que hay un retrato del fundador de mi casa que no me dejas conocer, vas a tener que arrastrarte mucho, Potter-.

Harry se rió, sacudiendo la cabeza. -No. La sorpresa está aquí; la Cámara es sólo el lugar. Y te prometo que, en cuanto Salazar esté dispuesto a permitirlo, te llevaré a conocerlo-. Sólo tenía que esperar que Snape no se lo dijera ni a su ahijado cuando Harry lo llevara al despacho. 

Tomando la mano de Draco una vez más, lo condujo hasta el pie de la estatua. Con un movimiento de su varita, se reveló la verdadera sorpresa un picnic para dos, dispuesto sobre una manta verde y plateada, completado con un ramo de rosas rojas en un jarrón. -Oh-, dijo Draco en voz baja. 

-Me gustaría que pudiéramos salir a cenar como es debido en algún sitio bonito-, dijo Harry, besando su mejilla. -Pero pensé que esto podría ser un buen sustituto. Ciertamente tendremos privacidad aquí abajo- añadió, y los ojos grises se encendieron con calor, enviando un escalofrío de electricidad por la espina dorsal de Harry. No admitiría que la privacidad había sido el factor más importante a la hora de planear su sorpresa de San Valentín. Podían quedarse aquí abajo todo el tiempo que quisieran, sin tener que preocuparse de Umbridge ni de los prefectos que patrullaban ni de nada. 

Mostrarle a Draco la Cámara de los Secretos había sido sólo un extra. 

Harry se arrodilló sobre la manta y empezó a desempaquetar la cesta, pero se detuvo cuando una mano se posó en su muñeca. Cuando levantó la vista hacia Draco, el rubio lo miraba fijamente. 

-Todavía no tengo mucha hambre-, dijo, arrodillándose frente a Harry. -Creo que lo mejor será abrir el apetito primero-.

Harry tragó grueso. -Me parece bien-. De repente, la comida era lo último en lo que pensaba.

En unos instantes, Draco lo tenía de espaldas, inmovilizado por las muñecas a la manta, con las bocas firmemente unidas, al igual que otras partes de sus cuerpos. Harry gimió suavemente, arqueándose en el abrazo. Luego, con un rápido movimiento de las caderas, los volteó, poniéndose a horcajadas sobre los muslos de Draco. Draco jadeó contra él y Harry sonrió. -Sabes, algo que he aprendido sobre la Cámara-, dijo conversando, sentándose para empezar a desabrocharse la camisa. -Tiene una acústica excelente-. Tan pronto como la carne marrón quedó al descubierto, las manos de Draco se posaron en ella, con las uñas romas rascando el pecho de Harry. Harry se inclinó de nuevo para darle otro beso, y luego miró a Draco fijamente a los ojos. -Apuesto a que va a sonar increíble cuando te chupe la polla tan fuerte que grites mi nombre-.

Las pupilas de Draco se abrieron de par en par. -Joder-, respiró. Harry sonrió. 

-¿Eso es un sí?- Ya se estaba moviendo hacia abajo, trabajando en la bragueta de los pantalones de Draco. 

-Claro que sí-, confirmó Draco, levantando las caderas para ayudar a Harry a bajar los pantalones. No llevaba ropa interior y eso hizo que a Harry se le secara la garganta. 

Comenzó con cierto tiento, lamiendo la piel sonrojada y sensible. Incluso ese pequeño toque hizo que Draco gimiera en silencio. Poco a poco, Harry se atrevió un poco más; el sabor no era malo, así que se llevó un poco más a la boca, con cuidado de mantener los dientes fuera de todo el asunto. Sólo se basaba en lo que había leído en el libro, y en una embarazosa pero informativa conversación con George, hace unos días. 

Sin embargo, Draco parecía estar disfrutando. Una mano se deslizó hacia el pelo de Harry, agarrándolo con fuerza, y para su sorpresa, un rayo de excitación le atravesó cuando Draco tiró con demasiada fuerza. Dejó escapar un grito ahogado y Draco retiró la mano. -Mierda, lo siento-.

-No- Harry se apartó de la erección de su novio, con los labios hinchados y resbaladizos. -No. Me ha gustado-, admitió, sintiendo que su cara se sonrojaba. La polla de Draco dio un salto. 

-Joder, eres un sueño húmedo andante, Potter-, gimió, apretando los ojos. Harry le apretó un beso en el vientre, arrastrándolos hasta el pliegue del muslo, y luego reanudó sus ministraciones. 

Los gemidos de Draco resonaban en la habitación y los jadeos hacían que la excitación de Harry fuera mucho más dulce. Al final fue demasiado, y tiró del pelo de Harry en señal de advertencia, dándole tiempo suficiente para apartarse antes de correrse, gritando el nombre de Harry en el enorme espacio vacío. Harry se alegró, no estaba seguro de estar preparado para tragar en su primer intento, estremeciéndose un poco cuando la semilla caliente brotó sobre su pecho. Movió suavemente las manos por los costados de Draco, acariciándolo durante las réplicas, observando al rubio allí tumbado, sonrojado y jadeante, y completamente hermoso. Completamente de Harry. 

Draco tiró de él para darle un beso feroz, sin importarle lo más mínimo dónde había estado la boca de Harry. 

-¿Estuvo eso... bien?- Preguntó Harry tentativamente, repentinamente inseguro de sí mismo. Draco ahuecó su mandíbula, encontrando su mirada, y para alivio de Harry estaba sonriendo.

-No estoy seguro de si es suerte de principiante o talento natural, pero ciertamente estuvo más que bien-, aseguró. -Dulce Merlín. Yo... eso ha sido... joder-. Su incoherencia hizo que Harry sonriera, besándolo dulcemente.

-¿Se te abrió el apetito, entonces?- preguntó descaradamente. Draco se rió, sentándose con Harry aún a horcajadas sobre su regazo, y lanzó un encantamiento de limpieza sobre ambos. 

-Yo diría que sí-, aseguró, pasando las manos por el pelo de Harry en un intento de domarlo. -Seguro que se me ocurre algo divertido para el postre-, añadió, sonriendo con maldad. -¿A menos que no quieras esperar?-.

Sus dedos recorrieron el estómago desnudo de Harry, pero el Gryffindor negó con la cabeza. Estaba duro, ciertamente, pero no había necesidad de apresurar las cosas. -Estoy bien, por ahora-. La idea de dejar que su excitación se consumiera a fuego lento mientras comían era... convincente.

Draco asintió, besándolo acaloradamente, y luego empujó sin contemplaciones a Harry de su regazo para poder subirse los pantalones. Harry resopló, y volvió hacia la cesta de picnic, preguntándose hasta qué punto Dobby se habría excedido al empaquetarla. 

-Feliz día de San Valentín, amor-, dijo, extendiendo una botella de cerveza de mantequilla. Draco la cogió, chocando el cuello con el de Harry.

-Feliz día de San Valentín, en efecto-, murmuró. -Voy a tener que ser muy creativo si quiero superar esto el año que viene-. Una luz competitiva entró en sus ojos grises. Harry resopló, sacando un par de platos cubiertos. 

-No hace falta que te pases-, aseguró, y luego le guiñó un ojo. -Ya me conoces, soy fácil-.

-Sólo para mí-, ronroneó Draco, pasando los dedos como un fantasma por el trasero vestido de vaqueros de Harry mientras se arrodillaba para meter la mano en las profundidades de la cesta. -Merlín, no puedo creer que me hayas traído a la Cámara de los Secretos. Sería la envidia de todos los Slytherin del mundo si lo supieran-.

-Me alegro de que lo apruebes-, contestó Harry, poniéndose cómodo en la manta lo mejor que pudo con los vaqueros aún apretados en la zona de la ingle. Con la espalda apoyada en la base de la estatua, estiró las piernas y dejó que su plato flotara frente a él, muy consciente de que la mirada llena de lujuria de Draco recorría su cuerpo. Harry aún no se había puesto la camiseta. -Pensé en llevarte a la Sala de Menesteres -(muebles reales allí, ya sabes)- pero no quería arriesgarme a que me interrumpieran. Y pensé que esto podría impresionarte un poco más-.

-Considérame impresionado-, respondió Draco, sin mirar siquiera a la Cámara, con los ojos fijos en la entrepierna de Harry. Harry sonrió con satisfacción. -¿Tienes que estar de vuelta en tu torre a alguna hora en particular?- Draco intentó un tono desenfadado, pero erró el tiro gracias a la tensión de su voz. 

-La verdad es que no. Antes de que los demás se despierten-, Harry se encogió de hombros. Esa también era una de las razones por las que había elegido la Cámara aunque todo el castillo lo buscara, nunca los encontrarían aquí abajo. 

Tenía a Draco para toda la noche, siempre y cuando ambos estuvieran de vuelta en sus dormitorios antes del amanecer. 

Desde luego, pensaba aprovecharla al máximo.

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