Su única oportunidad se había ido... para siempre.
Aunque habían compartido una noche mágica, de alguna manera Addison sabía que Meredith nunca regresaría. Después de un rato, regresó al dormitorio, se desabotonó la capa y la dejó caer al suelo. Meredith fue la única capaz de salvar su alma podrida.
- El amor verdadero siempre gana al final. - dijo April sentándose junto a Addison.
La criada se sintió más segura que antes. Meredith también trajo seguridad para todos en el palacio.
- La dejé ir. - dijo Addison, con tono sobrio. ¿Qué sentido tenía posponer lo inevitable? Ciertamente era un palacio grande, pero las noticias corrieron rápidamente. Es mejor hacerlo público pronto y lidiar con las consecuencias.
La boca de April se abrió.
- ¿Tu que? - Se imaginó que la tristeza de Addison se debía a un pie en el culo. Pero nunca se le pasó por la cabeza que Addisom había dejado ir a Meredith
Addison se levantó y caminó hacia el balcón, su corazón estaba perdido allí. Salió del balcón y empezó a subir a la torre más alta del palacio. El viento sopló contra ella, amenazando con azotarla directamente contra las rocas, pero ella siguió subiendo las escaleras. Las explosiones amenazantes fueron una distracción bienvenida. Pero incluso eso no fue suficiente para evitar que las imágenes de Meredith permanecieran en su mente. Al llegar a la cima de la torre, miró a través del bosque, esperando poder verla por última vez. Pero todo lo que vio fueron árboles. Con un gemido, Addison se derrumbó en el suelo. Ya no había nadie que lo negara: se había ido para siempre. Todo lo que quedaba de ella, todo lo que Addison tendría, eran recuerdos que se desvanecerían con el tiempo, dejándola para siempre sola... y con el corazón de una bestia.
En la cocina del palacio, una Izzie estaba llorando.
- ¿Y si todo vuelve a ser como era? No lo puedo soportar.- Dijo, con la cabeza apoyada en la mesa.
- Izzie, cálmate. -Ese era Owen.- Todo va a estar bien.
Cristina estaba en silencio, solo miraba las estrellas deseando que todo saliera bien.
- La hechicera dijo que sería nuestra salvación.
- Lo siento Izzie.
- No entiendo. - declaró Owen. - ¿Por qué dejó ir a Meredith?
Cristina se volvió hacia el chico y se sentó a su lado.
- Porque Addison la ama. - Dijo la pequeña.
- ¿Y por qué no se quedó Meredith? - preguntó de nuevo.
- Porque Meredith no ama a Addison. - Dijo Izzie como si fuera lo obvio.
[...]
Al principio, el bosque le resultaba extraño a Meredith, y todo lo que podía hacer era esperar a que recordara a dónde iba. Pero pronto comenzó a reconocer marcas conocidas. Un parche de moras aquí, un pequeño lago allá. Cuando la luna se elevó en el cielo, finalmente emergió del bosque hacia el claro en el borde de la aldea. Se aseguró de que sus posesiones más preciadas, el espejo mágico, que Addison le había dado hace algún tiempo, y una pequeña bolsa de satén que había sacado del castillo, aún estuvieran a salvo en su bolsillo.
Al escuchar una conmoción cerca del centro del pueblo, Meredith guió al caballo en esa dirección. Para su sorpresa, una multitud se reunió alrededor de un carruaje que parecía una pequeña prisión de metal, con su estructura de acero y una ventana bien sellada. Vio a Derek y Mark cerca. Derek parecía orgulloso como siempre; Mark parecía incómodo. Continuó evaluando la escena, luego casi se quedó sin aliento.
Thatcher estaba desplomado dentro de la celda del carruaje.
Mientras Meredith miraba, Richard corrió hacia el hombre que estaba encerrando a Thatcher: D'Arque, el director del manicomio del pueblo.
- ¡Este hombre está herido! - Dijo Richard. - ¡Por favor! ¡Necesita un hospital, no un asilo de ancianos!
Ignorándolo, D'Arque terminó su tarea y se dirigió al asiento del conductor. Derek se acercó y se apoyó contra el carruaje, como si susurrara algo a Maurice.
Meredith había visto suficiente. Ese carruaje no iba a ninguna parte. Ordenó al caballo que avanzara y se abrió paso entre los aldeanos.
- ¡Parad! - Ella gritó.
Su voz atravesó la multitud, silenciando a todos. La gente se volvió hacia ella con los ojos muy abiertos. Su vestido de noche flotaba alrededor, el brillo dorado reflejaba la luz de la luna y hacía que el disfraz brillara mágicamente. Podía escuchar los susurros de los aldeanos comenzando como una ola. Algunos se preguntaron de dónde había venido. Otros querían saber si realmente era Meredith. Otros murmuraban sobre "ese vestido" con envidia y asombro.
Ignorándolos, Meredith desmontó de su caballo. Mantuvo la cabeza erguida, buscando apoyo en los ojos de los aldeanos. No encontré mucho. La mayoría la miraba con clara sospecha ahora que la conmoción inicial había pasado. Aún así, hubo algunas caras amistosas. Richard estaba de pie cerca, con expresión perpleja y un poco derrotada. Y Jackson el alfarero también estaba allí, aunque parecía confundido e indefenso como de costumbre.
Conteniendo el montón de palabras groseras que quería disparar a los aldeanos, Meredith caminó hacia la parte delantera del carruaje.
- ¡Detente ahora mismo! - ordenó ella, sobresaltando a los caballos. Corrió hacia la parte de atrás y se asomó por la puerta cerrada. Su padre estaba en el suelo, abrazando al cuerpo del dolor. - ¡Abre esta puerta! ¡Está herido!
D'Arque se bajó de su asiento. Cuando caminó hacia ella, Meredith no pudo evitar estremecerse. Había algo oscuro y cruel en sus ojos, y su piel pálida le recordaba a los monstruos de las historias.
- Me temo que no podemos hacer eso, señorita. - Él dijo. - Pero cuidaremos bien de el. - Aunque sus palabras deberían haber sonado reconfortantes, llegaron como una amenaza.
- ¡Mi padre no está loco! -protestó Meredith. Se volvió y miró a la multitud, esperando ayuda. Nadie dio un paso adelante. Finalmente, se dirigió al único hombre que podía defenderla y le preguntó: -Derek... ¡díselo!
- Meredith, sabes lo leal que soy a tu familia. - dijo, apostando por la sinceridad. - Pero tu padre ha hecho algunas acusaciones incomprensibles.
- Es verdad. - dijo Jackson. - Ha estado delirando sobre un palacio escondido en medio del bosque, dijo que fuiste secuestrado por una mujer cruel. ¡El esta loco!
Meredith miró a los dos hombres. ¿Por eso llevaron a Thatcher a la fuerza a un sanatorio? Casi se rió a carcajadas de alivio.
- Todo esto es real. - Ella dijo.
Derek se estiró y le puso una mano en el hombro. Luego le dedicó una sonrisa condescendiente. Siempre actuando como presentador, le habló a la multitud y a ella:
- Todos admiramos tu devoción por tu padre. Pero dirías cualquier cosa para liberarlo. Tu palabra es difícil de probar.
El pánico se apoderó del corazón de Meredith. Necesitaba algo para mostrarles que no se lo estaba inventando. ¿Pero qué? En el bolsillo de su vestido, su mano se cerró sobre el mango del espejo. El espejo que mostraba lo que pedía.
- ¿Quieres pruebas? - Ella preguntó. Sacó el espejo y lo sostuvo frente a las caras de los aldeanos. - ¡Muéstrame el palacio y a Addison!
El espejo giró mágicamente. El reflejo de los aldeanos desapareció, y en su lugar apareció una imagen del palacio y luego de Addison. Estaba desplomada contra la pared de la torre, la imagen de la impotencia.
- ¡Aquí tienes tu prueba! - gritó Meredith.
El rostro de Derek palideció en estado de shock.
- Bueno, es difícil discutir con eso. - le dijo Mark a su amigo.
- ¡Esto es brujería! -Gritó Derek, arrebatando el espejo de las manos de Camila. Lo sostuvo para que todos lo vieran.- Nuestro pueblo ha estado en peligro todo el tiempo. Lo que le pasó a Meredith nos puede pasar a cualquiera ¡ESA MUJER DEBE SER CASTIGADA!
Meredith se mordió el labio nerviosamente. No había pensado en lo sano cuando sacó el espejo.
- ¡No! - gritó ella, tratando de arreglar la situación. - No tengan miedo. Ella es amable y bondadosa.
Derek continuó su teatro y fingió asombro.
- Meredith está hechizada. - Dijo como si fuera el fin del mundo.
Los aldeanos se miraron asombrados y se acurrucaron en sus rincones. Era demasiado peligroso verlos.
- Addison nunca lastimaría a nadie. - dijo ella, volviéndose y apelando a los aldeanos.
Ellos la miraron con expresiones cautelosas, y la inquietud en la boca del estómago de Meredith aumentó. Debería haberlo visto venir. Los aldeanos amaban a Derek. Era su héroe de guerra, su líder no oficial. La única pequeña posibilidad de notoriedad del pueblo. Meredith, en cambio, era una chica extraña a la que le gustaba leer.
Mientras Derek continuaba instigando la furia de los aldeanos contra Addison, Meredith retrocedió. Había perdido toda esperanza de cambiar la situación a su favor.
Derek le gritó a tres de sus secuaces:
- No podemos permitir que corra para advertir a esta mujer cruel, arrestenla.
Antes de que pudiera darse la vuelta y correr, uno de los hombres la agarró del brazo con rudeza. Pateó y gritó, pero fue en vano. Mientras Derek exigía que trajeran su caballo, la arrastraron y la arrojaron a la celda del carruaje donde su padre estaba encarcelado. D'Arque se movió para hacer guardia.
Balanceando su pierna sobre su semental negro, Derek se volvió una vez más hacia los aldeanos. Gritos de aprobación resonaron cuando levantó el puño hacia el cielo nocturno.
- ¡Esta mujer nos maldecirá a todos si no la detenemos! -Espetó, incitando aún más a los aldeanos. -Bueno, yo digo que debemos matarla.