El 23 de Noviembre Nelson recibió el alta, era el día de Acción de Gracias y cuando llegó a su pequeño piso acompañado por un enfermero que empujaba su nueva silla de ruedas no se imaginaba ver a tanta gente allí. Austin, Ally, Dez, Carrie, Dallas, Trish y Jace.
—Espero que os guste el pavo bien hecho— comentó Ally entre risas —lo siento, no sabía cómo funcionaba tu horno.
A Nelson se le llenaron los ojos de lágrimas e intentó levantarse para abrazar a sus amigos. Sus brazos temblaron bajo el peso de su cuerpo y tras unos segundos volvió a caer desplomado sobre la silla.
—Ven, tú no te muevas, te hemos reservado el sitio de honor— dijo Dallas empujándole hasta la mesa.
Habían tenido que hacer un juego de Tetris en la vida real para caber allí, pero cuando todos estuvieron sentados y la comida fue servida el ambiente festivo inundó sus corazones.
—Creo que es hora de decir por qué estamos agradecidos— anunció Ally mientras golpeaba su vaso con un tenedor para llamar la atención de los asistentes.
—Yo empiezo— digo Austin levantándose —estoy agradecido por mi preciosa mujer por y los dos bebés que vienen en camino— aunque aún no se notaba prácticamente la hinchazón por el embarazo besó su vientre suavemente.
—Austin tío, se te olvida que tienes otros dos— bromeó su amigo.
El rubio se ruborizó e intentó excusarse mientras se sentaba de nuevo. Alex y Ava estaban con sus tres abuelos, Penny Dawson había prometido venir para esta festividad pero un volcán había entrado en erupción y todos los vuelos desde el Congo habían quedado suspendidos.
—Yo estoy agradecida por mis amigos, aunque ya debería llamaros familia— empezó a decir Carrie —y por mí pequeño Darrie, que ojalá estuviera aquí— dijo lanzando un suspiro.
—Yo estoy agradecido por todos vosotros— Nelson no fue capaz de incorporarse pero se estiró todo lo que pudo para hablar —y por el tiburón que me mordió, porque gracias a él he conseguido una cita con Megan— bromeó el joven.
Dallas le lanzó una mirada asesina que fue ignorada deliberadamente por su empleado, que sonreía maliciosamente.
A lo largo de la cena todos siguieron diciendo las cosas por las que estaban agradecidos, entre el pavo, el puré de patatas, la salsa de arándanos y el maíz tostado los recuerdos y las palabras de cariño conseguían que todo pareciese perfecto.
Mientras terminaban los últimos trozos de las tartas de calabaza y de nueces de pecán las miradas empezaron a dirigirse hacia Jace. Era el único que no había dicho nada, sentado en una esquina se ocultaba detrás de la mujer que amaba y comía despacio intentando pasar desapercibido.
Notando la presión de grupo el hombre carraspeó y se levantó de la silla lentamente, tenía preparado lo que estaba apunto de decir pero los nervios le jugaron una mala pasada y empezó a notar como no era capaz de abrir la boca. Su lengua le pensaba y un calor inmenso le recorrió el cuerpo haciendo que sintiese que estaba apunto de desmayarse.
—Bueno... yo...— comenzó diciendo tímidamente —yo estoy agradecido por haber vuelto a reencontrarme con Trish y por seguirnos queriendo después de tanto tiempo— una vez que empezó a hablar Jace cogió confianza y miró a su amada fijamente —nunca debí haberte dejado ir y por eso quiero pedirte una cosa.
El hombre empezó a hurgar en sus bolsillos y cuando encontró lo que quería se puso de rodillas.
—Trish de la Rosa, ¿quieres casarte conmigo?
Todos los presentes se quedaron boquiabiertos, incluso la propia Trish. Parecía que el tiempo se hubiese parado mientras miraba a la persona que más había querido nunca. Comenzó a asentir con la cabeza lentamente hasta que una risa nerviosa brotó de sus labios y se lanzó sobre él a darle un beso.
No fue hasta que él intentó ponerle el anillo que se dió cuenta de que aún llevaba los de Chuck. Con un ramalazo de ira se los quitó y los lanzó por la ventana. No quería volver a ver a ese imbécil nunca más.
—Primero... primero tengo que divorciarme— murmuró mirando su nuevo anillo.
—Da igual, esperaré lo que haga falta si vas a pasar conmigo el resto de mi vida.
Se besaron de nuevo más apasionadamente hasta que los silbidos y las risas del resto de los comensales les hicieron apartarse avergonzados.
•••
—No me lo puedo creer— dijo Ally emocionada —volveré a ser tu dama de honor, pero tenéis que esperar a que tenga los bebés, no quiero salir en las fotos con una barriga más grande que yo.
La cena había terminado y mientras Dallas acompañaba a Nelson a su habitación y le ayudaba a acostarse el resto se habían quedado hablando sin ser capaces de moverse.
—Claro que si— contestó su amiga felizmente —solo espero que Chuck me lo ponga fácil en el divorcio, no quiero tener que estar de juicios.
—Ya verás como todo sale bien— la reconfortó ella cogiéndole de la mano.
En ese momento llegó Dallas con aspecto cansado y abatido.
—Tendré que llamar a una empresa para que adapte la casa, necesita barras y barandillas por todos lados.
—¿Estará bien?— preguntó Carrie preocupada.
—Eso espero, de momento me voy a quedar a vivir aquí— contestó él —necesita a alguien que le revise el muñón y él solo no se puede hacer las curas.
—Deja que te ayudemos a recoger— dijo la mujer del pelirrojo mirando la mesa.
—No, no, es muy tarde, mañana por la mañana me encargaré de esto.
Todos se fueron y Dallas se tumbó en el sofá, le había impactado la petición de matrimonio de Jace, y no podía parar de pensar en los nuevos hijos de Austin y Ally. Parecía que todas sus vidas evolucionaban y él seguía estancado en lo de siempre.
•••
—Creo que voy a explotar— se quejó Ally moviendo el cinturón del coche de modo que no le tocase la tripa.
—Piensa que tienes que empezar a comer por tres— comentó su marido divertido.
Cuando llegaron a casa de los señores Moon para recoger a sus hijos otearon por la ventana curiosos por ver qué estaban haciendo. Acurrucados en el sofá y cubiertos por una manta a pesar de que no hacía demasiado frío estaban Lester, Ava, Alex y Mike viendo el desfile de Macy's. Austin sintió una punzada en el corazón al no ver a su madre, probablemente la habían mandado a dormir un poco, empezaba a ser la solución más recurrente.
Tras unos minutos mirando esa estampa familiar tan enternecedora el matrimonio llamó a la puerta. Rápidamente la tranquilidad dio paso a gritos y carreras por el pasillo, sus hijos competían por ver quién era el primero en abrir.
—¿¡Mamá es verdad que vamos a tener dos hermanitos!?
La pregunta de Ava dejó a sus padres con la boca abierta ¿cómo se había enterado? Ellos habían mantenido la mayor discreción posible pero allí estaba su hija taladrándoles con su mirada de “no voy a dejaros en paz hasta conseguir una respuesta”.
—Pero cariño, ¿quién te ha dicho eso?— preguntó su madre.
—El abuelo Lester.
—¡Papá!
—Lo siento pequeña— dijo su padre saliendo de detrás de la puerta de la cocina donde había escuchado toda la conversación —pensé que lo sabían... pensé que habíais hablado con ellos...
Austin miró a su mujer encogiéndose de hombros.
—Tarde o temprano tendrían que saberlo— sentenció conciliador.
La pequeña familia pasó al salón y siguieron viendo el desfile bajo la lluvia de preguntas de Ava.
—¿Y cuándo van a nacer? ¿Podemos elegir sus nombres? ¿Dónde van a dormir? ¡Yo no quiero bebés llorones en mi cuarto!— se quejó la niña.
—¿En qué piensas Alex?— preguntó Austin a su hijo que no había abierto la boca desde que llegaron —¿no te gusta la idea de tener dos hermanos nuevos?
—¿Tendréis que pasar más tiempo con ellos que con nosotros?— preguntó con un hilo de voz.
—¡Pero cielo!— Ally atrajo a su hijo hacia sí para abrazarlo.
Estuvo unos segundos meditando la respuesta que iba a darle, pero sabía que nada de lo que dijese sería perfecto.
—Alex los bebés necesitan muchos cuidados pero eso no significa que os vayamos a querer menos— contestó acariciándole el pelo —tú ya eres mayor y hay cosas para las que no necesitas ayuda pero te prometo que pasaremos todo el tiempo en familia que podamos ¿está bien?
Su hijo asintió sin estar del todo seguro de la promesa que acababan de hacerle. Todos siguieron viendo la tele, el desfile estaba a punto de acabar y solo quedaba la mayor atracción de todas, la carroza de Santa Claus que daba inicio a la temporada navideña.
Al verla Ally dio un suspiro, la navidad era la época más bonita del año pero para una madre era también la más estresante. Tenía que buscar los regalos para la familia, preparar la cena de Nochebuena y teniendo en cuenta el estado de Mimi y que su madre estaba atrapada en el Congo seguramente también tendría que ocuparse de Navidad, Nochevieja y Año Nuevo.
Decidió recostarse sobre el pecho de su marido y cerrar los ojos, intentaría dormir ahora que podía. El latido de su corazón era tan reconfortante que antes de que se diese cuenta ya estaba en el mundo de los sueños.
•••
—Chuck ha estado aquí, quería llevarse a Magnolia— cuando Trish escuchó las palabras de su hermano su peor pesadilla se vio hecha realidad.
—¿Dónde está Magnolia? ¿¡Y mi hija!?— gritó apartándole de un empujón y entrando a casa de su madre.
—¡Tranquila Patricia!— la regañó la señora De La Rosa —está arriba en tu antiguo cuarto.
Trish subió las escaleras de dos en dos y antes de abrir la puerta de su antigua habitación tuvo que respirar profundamente un par de veces. Allí estaba su pequeña, jugando con su vieja casa de muñecas.
—¡Mamá!
—Hola princesa, ¿qué tal estás?
—Genial, la abuela ha hecho una comida riquísima y he jugado al escondite con el tío JJ— contestó la niña.
—Perfecto, sigue jugando mi amor.
Bajó las escaleras mucho más calmada, pero al ver la expresión de su madre que esperaba en la entrada con los brazos cruzados tuvo que tragar saliva.
—¿Me vas a explicar que pasa entre tú y tu marido? Si no llega a ser por tu hermano le dejo que se lleve a Magnolia.
—Chuck y yo nos vamos a divorciar, hace mucho que se acabó el amor entre nosotros y ambos lo hemos encontrado en otro sitio.
La señora De La Rosa se santiguó un par de veces antes de lanzar un suspiro y decir:
—A ver cómo se lo decimos a tu padre... por cierto, ¿quién es ese del coche?
—¡Mamá!— exclamó Trish sintiéndose de nuevo como una adolescente a la que están regañando.
—¿Pretendes que alguien aparque en la entrada de mi garaje y no pregunte quién es?
—Es Jace... un amigo— contestó sin pensar.
La mujer vió como su hermano le hacía señas desde la cocina y se acercó a hablar con él.
—Chuck llegó gritando que le diésemos a su hija, tuve que convencerla para que se escondiese en el desván— contó JJ —es un milagro que no escuchase las voces.
Trish asintió, probablemente su futuro exmarido las había buscado por todos lados pero por nada del mundo dejaría que se llevase a su pequeña.
•••
Cuando cogió a su hija y la llevó al coche Jace se presentó ante Magnolia como un viejo amigo de su madre, y como este había estado haciendo unos aviones de papel mientras esperaba la niña enseguida le saludó feliz.
—Jace va a vivir con nosotras unos días ¿vale?— preguntó su madre.
—Vale, me cae bien.
Llegaron a su casa y mientras Jace ayudaba a Magnolia a bajar del coche, Trish les observaba enternecida; estaba segura de que iban a ser una familia estupenda. Pero antes de que pudiesen entrar alguien salió abriendo la puerta de golpe.
—¿¡Qué haces tú aquí!? ¡Fuera de mi propiedad hijo de puta!
Después de ese grito solo se escuchó un estruendo, los perros de las casas vecinas empezaron a ladrar y unas palomas que estaban tranquilamente posadas en el tejado echaron a volar asustadas.
Volví después de mucho.
Lo siento 😭