Mátame Sanamente

By ashly_madriz

303K 23.4K 13.4K

Cualquiera puede creer que la vida de las porristas universitarias solo se trata de las piruetas, los chismes... More

Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58 (final).
Agradecimientos e información importante.
Aviso
Aviso 2

Capítulo 42

2K 220 164
By ashly_madriz

SENTENCIA DE MUERTE:

Te los has propuesto, soy tu crimen. Tienes tu dedo en el gatillo, pero tu dedo en el gatillo es mío. Asesinato perfecto, toma tu objeto. No le pertenezco a nadie, pero todos saben quien soy.


Me sentía preocupada, cansada y ansiosa por todos los acontecimientos que estaban sucediendo a mi alrededor. Se asemejaba más a una bomba de tiempo nerviosa, algo latente que tarde o temprano iba terminar por estallarme en la cara sin ver el momento o saber el porqué.

Era terca, cruel y despiadada. No quería ni necesitaba la ayuda de alguien para luchar contra mis demonios, pero estaba él, la persona que me había hundido en lo más profundo de la miseria humana y que sin embargo también quería de regreso.

Aunque no lo creas, seguía estando dividida entre mi mente, la razón y la moral. Entre lo que pudo haber sido y no fue; cosas que, para mi desgracia, no combinaban muy bien, ya que en realidad, yo no tenía moral.

Nunca la había tenido y me encontraba en un eterno de ciclo de caída libre, el cual quería fraccionar, romper para siempre y retomar la historia que se habían empecinado en terminar.

Para este punto tal vez estás pensando en que yo misma había arruinado mi vida, pero no, existían muchas más razones que Aiden por las que sentía un odio profundo y fundamentado por Stacy. Estaba él.

Aquel ser innombrable que había sido tratado como una mala mancha en mi vida y del cual habían firmado una carta a su nombre sin ninguna explicación.

Esa tarde, luego de la presentación, cuando me senté en el baño para rebuscar entre mis cosas, había aparecido una nota grabada con puño y letra. Frases que, más que una redención, en mi mente sonaban más como una amenaza.

Era un jodido juego mental en el que se aferraron con destruirme. La verdadera razón de todo mi odio tenía cada uno de sus sedimentos en él, o como me gustaba más llamarlo, el innombrable.

Ethan.

El producto confuso de una mente distorsionada.

La mancha que, según Stacy, nunca iba a poder borrar.

Me deshice de la nota, e incluso bromeé con Aiden de ello, aunque en el fondo estaba jalándome las greñas a mi misma porque nunca lo descubriera. Stacy ya no iba a abrir la boca, pero ¿y si alguien más lo hacía? Por un lado estaba Samantha, con quien tenía una guerra silenciosa de: si tú hablas yo hablo.

Ella conocía mi secreto y yo conocía el de ella. Si ella hablaba, yo la hundía.

Pobre ilusa, por más que quisiera no podía matarla, no aún. Primero debía obligarla a hablar y luego iba a tener que deshacerme de ella para remediar mis males.

Por eso le había pedido a Aiden que me llevara a casa de Stacy, necesitaba recuperar ese diario y saber que tanto tenía que ver Samantha en ello. Eran amigas de toda la vida, se conocían mejor que nadie y por lo tanto debía averiguar con qué podía encontrarme.

Ya era de noche cuando nos detuvimos en el bosque para caminar hacia la casa de la familia Torres. Por esa zona, las casas conservaban su aspecto colonial, mientras que las luces bajas y amarillentas iluminaban el camino.

Debíamos rodear los árboles hasta dar con la puerta trasera; si nos veían, debíamos inventar una coartada.

Por las calles de la ciudad se estaban comenzando a escuchar algunos rumores de que la mujer había sido reportada como desaparecida, a pesar de eso, la policía no había dado algún comunicado y todo eran rumores.

Nadie la había visto en días, tampoco iban a encontrar su cuerpo.

Una vez habíamos llegado a la propiedad, cintas amarillas bordeaban la estancia impidiendo que pudiéramos adentrarnos. Era demasiado imbécil, y era más que obvio que alguno de sus amigos feligreses de la iglesia iba a preocuparse por ella.

Mi pulso tembló y Aiden tuvo que jalarme del brazo para no ser interceptados por las lámparas led que iluminaban la estancia.

No estaba asustada. Aiden era demasiado inteligente, precavido y hermético como para dejar algo que pudiese incriminarnos; la pobre mujer había desaparecido y ya, no era alguien importante y absolutamente todo en el condado de Kelsen pasaba antes por las garras de los hermanos del infierno.

Tenían gente en todos lados, incluso miembros que figuraban en los diarios y en la policía, no precisamente como criminales, por lo que si este no había dicho algo era porque no importaba.

—¿Sabías de esto? —le pregunté a Aiden de repente, quien hasta ahora había permanecido impasible a mi lado.

No tenía excusa, por lo que solo pudo negar con la cabeza y encogerse de hombros para dar media vuelta y seguir nuestro camino decepcionados de regresar al auto.

—Escuché los rumores, pero no pensé que la policía interviniera. No antes que nosotros —se excusó en tono ronco.

Necesitaba recuperar ese diario para librarme de todos y lo peor es que no podía hacer nada.

Tampoco podía empujarlo demasiado a ello, las cosas no se habían alivianado entre nosotros por más que estuviéramos hablando como si nada, por el contrario iban a ponerse peor.

—¿Crees que Riven dijo algo? —La pregunta que había hecho no era una que necesitara respuesta, ya que era más que obvio.

Tal vez mi rostro acababa de delatar mis pensamientos, porque sus cejas se arquearon en profundidad y me empujó para que caminara más rápido de lo normal.

—¿Por qué le contaste lo de Miranda? —La expresión dura fue dura.

—Estaba molesta, necesitaba desahogarme. Aún sigo molesta, me trataste mal y tampoco fue difícil de adivinar.

No estaba mintiendo, Riven sabía un poco de la verdad, por eso era el perfecto, aunque ya no tan perfecto siervo: solo lo estaba utilizando y lo quería tener comiendo de mi mano para conseguir mis objetivos. Sí, Riven era inteligente, guapo y tenía un encanto nato, pero lo que me interesaba de él no eran ninguna de esas cosas.

Tenía otra clase de atributos menos fieles y más viles que me interesaban. El hecho de que pudiera hundir a Samantha.

También le encantaba subestimar a las personas y esa era su perdición.

—¿Te parece que te estoy tratando mal? Thomas hizo el trabajo, no abrirá la boca —habló Aiden de nuevo, sin dejar de caminar—. No te estoy tratando mal, si te tratara mal no me estarías hablando, estarías cagada de miedo.

—No quiero que me trates mal, quiero que me trates como esas parejas babosas. —A pesar de que mi voz había sonado seria, mi rostro tenía un gesto de evidente sarcasmo.

***

El camino a casa fue excesivamente tranquilo, con la radio sonando de fondo y nuestras respiraciones calmadas al compás. Suponía que su rostro severo y el constante ceño fruncido en su entrecejo eran el claro indicio de que lo había hecho incomodar, o peor aún, como siempre la había terminado cagando.

La lluvia estaba cayendo y la calefacción no ayudaba al drástico cambio de temperatura.

Una vez entramos al campus universitario y nos detuvimos frente a la residencia iba a bajar del auto, pero antes de que pudiera hacerlo la mano de Aiden sosteniendo mi antebrazo me detuvo.

—¿Entonces no te vas a despedir?

A pesar de que había estado mirando un punto fijo, giré la cabeza y me encontré con su rostro; estaba oscuro pero podía distinguir que su expresión se estaba tornando preocupada.

—Adiós, Aiden. Gracias por el paseo y la cena —hablé luego de una cansada exhalación—, otro día asaltaremos casas juntos.

Este seguía sin soltarme y había permanecido callado durante un rato. Estaba consternado y pensativo, su mano se sentía extrañamente fría sobre mi piel, lo cual era aún más extraño y confundo.

—¿Por qué no te quedas? —inquirió de pronto.

—¿Quedarme en...?

Yo seguía sin saber a qué se estaba refiriendo.

—Conmigo, a pasar el rato, no sé —respondió con tono dudoso después de soltarme.

Una ola de emoción me embargo, por desgracia tenía que negarme. Era algo que no pasaba muy seguido así que negué con la cabeza.

—No puedo, debo estudiar para mi examen de mañana.

—¿Desde cuándo te importa estudiar? —Hizo un ademán de burla, soltando una carcajada—. No es como si tus notas fuesen precisamente malas.

—Desde que soy la futura belleza del campus y necesito culminar, o sea desde esta tarde.

—Entonces será para la próxima. —Se encogió de hombros, restándole importancia—. Ya que, como ahora eres de la realeza, no te juntaras más con la plebe y los mendigos.

—¿Te estás quejando? Nunca me he juntado con los mendigos.

—No, no me estoy quejando. —agregó con una nota de fastidio—. Lo de ir a la casa de los Torres salió mal, ¿por qué no pasar tiempo de calidad juntos? Puedo ayudarte con tus tareas, veremos una de esas asquerosas películas que te gustan y nos besaremos hasta tarde.

Estaba algo incómoda y nerviosa al escucharlo confesar aquello, como si no tuviéramos la suficiente confianza para dar el paso y tuviera que hablar entre dientes.

—Yo no necesito tu ayuda con mis tareas —le solté entre risas que no tenían motivo, pero que me veía en la necesidad de sacar—. Es solo que... ya sabes, por mi seguridad estoy comenzando a preguntarme de nuevo quién eres y qué hiciste con Aiden. Me preocupa mi integridad en este momento y que seas una especie de clon criminal creado, cambiado o algo por el estilo, puede perjudicarme a mí misma.

—No seas estúpida, no soy ningún clon. Tú pediste que fuera un maldito snob hace un rato. Solo estoy siendo decente; no sé si me haya pasado, te duela el culo o si simplemente no quieras hacerlo más luego de la última vez, es decencia ante todo.

Había dicho aquello con tanta naturalidad y simpleza que ambos reímos a carcajadas luego de mi exagerado dramatismo.

Era gracioso como el ambiente entre nosotros pasaba de estar tenso a tener tanta comodidad que era normal para los dos soltar cualquier estupidez que pasara por nuestras mentes.

—Para tu tranquilidad, no conozco a ningún otro ser humano tan detestable sobre la faz de la tierra a quien pueda tolerar por tiempo completo antes de querer rasgarle el cuello —me burlé, sacando el seguro de la puerta con un empujón.

—Lo sé, lo sé, me lo han dicho mucho últimamente, soy un cretino; hago cosas terribles —canturreó Aiden con un perverso entusiasmo—. Llámame si te arrepientes y mantén tu teléfono encendido, quiero mensajear.

Una vez había entrado a la casa, aún con la lluvia cayendo a cántaros en el suelo, subí las escaleras de dos en dos, deteniéndome en la parte superior al ver la figura de Katherine apoyada sobre la baranda del pasamanos.

Esta lucía algo desaliñada y pálida, daba vueltas en círculos y se llevaba las manos a la cabeza como si realmente lo que estuviera pensando fuera algo serio y no un simple acto pasajero por un drama.

Era uno de esos días donde las chicas se reunían hasta tarde, con excusa de que ahí no podían beber y fumar, por lo que la casa estaba casi por completo vacía.

Cuando se giró sobre sus talones para verme su rostro se iluminó, pero tan rápido como vino el gesto este desapareció. Sus cabellos rojo fuego estaban desordenados por todas partes y un rasguño en carne viva hacia un relieve hinchado sobre cara.

—¡Vamos por un café! —exclamó esta, un poco más alto de lo normal, en un tono agudo y exaltado por la exclamación—. En serio, vamos por un café.

—¿Acaso te volvieron a drogar? —le inquirí incrédula, aunque con rapidez pude percibir de qué se trataba de algo más.

Kate trago en seco y me tomó del brazo para jalarme hacia el pasillo, mirando a los lados como si estuviera temiendo que alguien pudiera ver o escuchar aquello tan confidencial que estaba por decir.

—Tienes dos opciones. La primera, nos vamos por donde viniste y no entras a tu habitación y la segunda que entres a tu habitación y armes un mero show.

—No te estoy entendiendo —farfullé

—Hay... hay alguien en tu habitación y no te va a gustar —decía Katherine, al mismo tiempo que miraba las puertas del pasillo y regresaba en dirección a mi rostro.

No tuve que escuchar más, por lo que me hice a un lado y caminé directo a la puerta de mi habitación, la cual se encontraba entreabierta. Katherine me siguió con la cabeza gacha y el mismo semblante asustado, como un pequeño felino tembloroso el cual había sido maltratado.

Cuando entré se me fue imposible ocultar la sorpresa que embargaba mi rostro. Todo se encontraba en un estado catastrófico y destrozado, simulando la horrible destrucción de un terremoto que había destruido y acabado con todo.

Una figura alta y morena se encontraba agachada en medio de la alfombra, sus manos destrozaban como garras las prendas de ropa que una vez habían estado en los cajones y que ahora estaban esparcidas por el suelo.

A simple vista, e incluso desde la distancia, podía adivinar de quién se trataba.

Katherine me tomó de la mano para evitar que pudiera adentrarme, pero antes de que aquello pudiese ser posible el sonido del rechinar de mis tacones habían delatado nuestra presencia, advirtiéndole así a Samantha que nos encontrábamos junto a ella en el lugar.

Inmediatamente esta se volvió sobre sus talones, poniéndose de pie, para que su mirada pudiese encontrarse con la mía. Llevaba el maquillaje corrido y los ojos hinchados, como si en las últimas horas de la noche lo único que hubiese hecho fuese llorar.

No se parecía en nada a la chica que había lucido como una reina de belleza en horas de la tarde.

De la garganta de esta brotó un bramido que hizo a Katherine temblar de sorpresa. Su rostro, normalmente de rasgos suaves, acaba de tornarse con expresión diabólica y endemoniada, dispuesta acaba con todo lo que estaba a su alrededor.

Al principio mi cuerpo permaneció estático, incapaz de reaccionar ante el grito ensordecedor que había soltado Samantha antes. Como si estuviera procesando con algo de burla y sorpresa lo que estaba por suceder.

A mi lado, Kate volvió a jalarme, para sacarnos a ambas del lugar, pero en vez de salir, la empujé para que se alejara y pudiese dejarnos a solas a Samantha y a mí en la habitación.

—¿Pero qué demonios haces? —le chillé en reclamo, pero más que enojada mi tono se había tornado con algo de gracia.

Esta en vez de contestarme se acercó lo más que pudo, quedando frente a mí, intentando imponerse como la figura de autoridad que creía que era.

—¿Por qué? ¿Te sorprende demasiado?

A diferencia de mi encuentro con Stacy en los baños ese primer día, Samantha era una digna contrincante, no era una drogadicta de mierda y por lo tanto no iba a rebajarse.

—Debo admitir que sí, Sam. Pensé que ibas a ser capaz de soportarlo un poco más —repliqué en un tono dulce y falso que solo hizo cabrearla aún más—. ¿Te cansaste de hacer el papel de la perfecta desconocida? Desde que llegué me has estado ignorado, hasta estuve a punto de creérmelo.

A pesar de que llevaba unos tacones que la hacían parecer demasiado alta en ningún momento se tambaleó sobre sus pies cuando se acercó más, solo para quedar a pocos centímetros de donde estaba yo.

—Lo mismo va para ti, ¿no te cansaste de fingir? ¿Qué pretendes con perseguirme? Solo estaba dándote la oportunidad de que uses las cuatro neuronas que te quedan para que desaparezcas antes que te haga el daño que le hiciste a ella. —Samantha acababa de dar en el punto exacto, el daño que le había hecho a ellas.

—¿Te refieres a ti o a Stacy? ¿Tal vez a las dos? Y no, Sam, por desgracia solo eras la pobre vasalla de Stacy, no te creas tan importante que ella ya se murió.

En respuesta, Samantha se cruzó de brazos, arqueando una ceja en mi dirección, aumentando la lucha de poder que se estaba avecinando.

Sabía como jugar, ella no iba a ser más mala que yo, así que esbocé mi más ancha y grande sonrisa, queriendo joderle la paciencia para conseguir lo que quería.

—Tenemos toda la noche, Kira. Nos conocemos demasiado, solo que si mal no recuerdo tú tienes más que perder que yo. ¿Ya se lo contaste a Aiden? Le encantará saber lo que le hiciste hace tres años.

—¿Qué hice hace tres años, Sami? Recuérdamelo.

—Solo eres una pobre niña rica desdichada. He estado guardando esta puta mierda durante tres años. ¡Tres malditos años en los que pude regocijarme por tu partida hasta que la vi hundirse por tu culpa! —Aquellas palabras habían sonado tan poderosas, tan cargadas de ira que acaban de remover algo en mi interior, el recuerdo desbloqueado de algo que se suponía no debía recordar—. ¡Tú la mataste, tú te viste con ella! Y yo, yo he estado guardando toda tu mierda. No solo lo que hiciste antes, también sé que fuiste la última persona que la vio y si no hablas yo hablaré.

—¿Acaso me estás amenazando, zorrita? —Tome aire, colocándome cara a cara frente a ella.

—Sí, reina perra, ¿no era así como te gustaba que te llamara ella? Te estoy amenazando porque te crees intocable, pero cuando pierdas a Aiden y tu madrastra vuelva por ti, solo serás un cascarón vacío porque ya hace mucho tiempo que perdiste tu alma.

Samantha era uno de los seres más despreciables del mundo, pero también más débiles, sucios y manchados, por lo que no pude evitar reír tan alto que mi rostro se contorsionaba como el de una persona desquicia

Debía admitir que me sorprendieron esas palabras y sí, me sorprendieron porque se trataba de ella .

—Parece que se te olvidó quien tiene más que perder en este tablero. Si tú hablas yo hablo. Si me hundes, te hundo —bufé, mirándola a los ojos, viendo como su labio inferior temblaba—. ¿Y adivina quién de las dos tiene el peor secreto aquí? A mí tal vez no me vayan perdonar, pero por lo menos yo no le hice el acto más atroz a alguien.

Aquello pareció no gustarle, acababa de darle en la herida que más le dolía, su ego. Ese ego podrido e imagen falsa que ella misma se había esforzado en construir. Borrar del mapa a la pobre perra débil que estaba dejando cuando salimos de la secundaria.

Su uñas largas se deslizaron por mi mentón, alzándolo para que pudiera mirarla a los ojos, en vez de intimidarme solo pude sonreír.

—Tú, Samantha. —Me detuve arrastrando las palabras—, tú abriste la boca y nos condenaste por tu absurdo odio a tres años en el infierno. Eres una maldita fracasada que merece todo lo malo que está por venirle, ¿por qué? Porque nunca te hice nada malo, a ti no, y sin embargo a la primera oportunidad que tuviste me hundiste. ¿Qué pasó con nuestra tregua?

—Porque fuiste un daño colateral que Stacy necesitaba sacar del camino —confesó con frescura—. Hiciste algo demasiado malo y nosotras solo queríamos venganza.

—Ay, por Dios. Nunca le hice nada tan terrible, solo estábamos jugando un poco —me burlé, en consecuencia su agarre se reforzó—. ¿Por qué tan asustada, zorrita? ¿Acaso no puedes tomar lo mío?

Sus tacones la hacían parecer más alta, por lo que me estaba doliendo el cuello de tanto alzarlo. Sus manos se deslizaban por este, presionando fuerte y cortándome un poco la respiración.

—Tienes hasta la fiesta de presentación de candidatas para largarte, o te vas o te echo y no te gustara. —Cuando dijo aquello me soltó con tal fuerza que tuve que sostenerme de la pared para evitar caer.

Ese mero acto había despertado al monstruo que durante toda esa charla estaba tratando de contener.

El mismo monstruo que había atacado a Stacy en los vestidores.

—Mi pobre y sucia Samantha, deberías tenerme más miedo —susurré levantándome, a pesar de que mi tono era suave mis gestos lucían severos—. Eres la hija del pecado, una hija que me subestima demasiado. Mientras tú te regocijas y quieres dejar atrás tu sucia religión, yo ya fui y vine dos veces. ¿Qué tan caro te saldrán todas tus fechorías?

»¿No te parece que pagaste un precio muy alto para salir de ese mundo?

—Tienes hasta la noche de halloween, ni un día más. Me encantará ver la cara de Aiden Jackson cuando se entere que solo ha sido la víctima de tu sucio juego.

—Me parece perfecto, tú haces las reglas y yo voy en serio, solo cuando caigas no te quejes de que te dolió. —Samantha tambaleó y yo me acerqué para continuar—: Ah, y Samantha, cuida tu espalda cuando no puedas mirar la mía.

»Deja de enviarme cartas escritas como en el preescolar, porque tú y yo sabemos que él no es capaz ni siquiera de eso.

Ya no tenía nada más que decir, por lo que con lentitud me dispuse a salir de la habitación, encontrándome a una preocupada Katherine en el exterior, junto a ella, Hannah me observaba de una forma cómplice que me alivió y al mismo tiempo me hizo sonreír.

Iba a aceptar la oferta de Aiden, si yo caía Samantha caería más duro.

Las cartas estaban echadas. Iba a deshacerme de ella y ya no había vuelta atrás.

Que comience el juego.

Bienvenidos a su fin. 

X

Que comiencen los juegos mentales.

Hoy no hay banner porque mi computadora esta mala y la llevé a reparar, oremos de que todo salga bien. Espero el capítulo de hoy haya aclarado algunas de sus dudas. La cosa se va a poner fuerte. Estuve leyendo todas sus locas teorías, lo sabrán en un par de caps. Conserven su estabilidad emocional. 

¿Qué les pareció?

¿Nuevas teorías?

No olviden votar y comentar, me ayudan con el algoritmo. Los amo, gracias por leer. Recuerden que tenemos un grupo. XOXO; Ashly. 

Continue Reading

You'll Also Like

12K 1.1K 19
Romina Rodríguez tiene prácticamente todo bajo control o al menos, eso es lo que cree... Pero, ¿todo seguirá igual después de regresar a ese lugar...
3.4K 381 35
Con la llegada de su cumpleaños número veintiséis, Maggie Bermúdez decide romper lazos con su primer amor, ese que la ha tenido cautiva por más de un...
206K 17.6K 54
《C O M P L E T A》 «Es como si uno fuera una llovizna calmada y el otro un huracán arrasando todo a su paso.» LIBRO I - Hasta siendo pequeñas estrella...
40.1K 2.9K 58
Un silencio tormentoso cada vez que veía los ojos de cada uno recordándome quienes eran. Parecía que encajabamos como piezas perfectas. Todos nosotro...