LILY'S BOY

By jenifersiza

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Antes de que comience su tercer año en Hogwarts, Harry se enfrenta a tres semanas enteras de tiempo sin super... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109

Capítulo 49

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By jenifersiza

Cuando por fin se quedó solo en el pasillo, lejos del aula de Defensa, Harry se permitió una risa tranquila. El castigo fue frustrante, pero había tenido cosas peores y, en privado, pensó que lo había manejado bastante bien. Sentarse y aceptar la propaganda del Ministerio ni siquiera había sido una opción, en lo que a él se refería; pero no había dicho nada sobre la lucha contra Voldemort, ni había hecho ninguna afirmación extravagante; sólo había señalado los hechos y las incoherencias de su propia lógica. 

Remus estaría orgulloso.

Ignorando a Peeves haciendo malabares con los tinteros y cantando sobre su cordura -(o la falta de ella)-, Harry se acercó tranquilamente al despacho de la profesora de Transfiguración, llamando a la puerta. Al cabo de unos instantes, McGonagall la abrió y lo miró desconcertada. -¿Potter? ¿No deberías estar en clase?-.

-Me han enviado a verte-, le informó él. Sus cejas se alzaron.

-¿Enviado?-.

Harry levantó el rollo de pergamino rosa a modo de explicación. Los labios de la jefa de casa de Gryffindor se aflojaron. -Pasa, entonces-.

Tomando el pergamino, lo desprecintó con un toque de su varita, indicando distraídamente a Harry que se sentara en la silla frente a su escritorio mientras leía. Finalmente, levantó la vista hacia él, con una expresión ilegible. -¿Es esto cierto?-.

-No sabría decirle, profesora; no sé lo que dice-.

-¿Es cierto que le gritaste a la profesora Umbridge?-.

-Bueno, yo no diría que le grité-, dijo Harry. -Levanté la voz, tal vez-. McGonagall no parecía impresionada.

-¿Le faltaste el respeto a ella, y al Ministro?-.

-Supongo-.

-¿La llamaste mentirosa?-

-No con tantas palabras-.

-¿Insististe en que Quien-No-Debe-Ser-Nombrado mató al señor Diggory el año pasado?-.

-Señalé que si no lo hizo, el Torneo de los Tres Magos -(del que era responsable el ministro Fudge)- tenía la culpa, y que ella era bienvenida a elegir a quién culpar-.

McGonagall lo miró fijamente durante un largo momento, desesperada en silencio. Luego suspiró. -Toma una galleta, Potter-.

Harry parpadeó mientras una lata de galletas de tartán levitaba hacia él. -Yo... ¿Qué?-.

McGonagall se limitó a mirarlo fijamente, hasta que seleccionó un Ginger Newt y le dio un mordisco. -Es el primer día de curso, Potter. Tienes que tener más cuidado-.

Harry tragó saliva. No era el regaño que había previsto. En realidad sonaba ansiosa. -Nunca dije explícitamente que Voldemort había regresado-, le dijo. -Dije que un mortífago había matado a Cedric, y ella podía sacar sus propias conclusiones. Ah, y yo, más o menos, culpé al Ministerio por lo que le pasó a mi primo-.

McGonagall frunció los labios. -Mis condolencias-, murmuró ella, y él asintió. Suponía que iba a recibir muchas de ellas, ahora; la historia estaría por todo el colegio para la cena. -Pero eso no justifica este tipo de comportamiento. Portarse mal en la clase de Dolores Umbridge podría costarte mucho más que puntos de la casa y un castigo-.

-Ya lo sé-, convino Harry. -Pero sé por qué está aquí. Sé lo que intenta hacer-. 

McGonagall lo miró con atención. -Sí, creo que lo sabes-, murmuró. -¿Supongo que sería demasiado pedirte que agaches la cabeza en sus clases?-.

Harry no pudo evitar una sonrisa. -Profesora, no se ofenda, pero ¿cuándo ha sabido usted que yo agache la cabeza?-. Volvió la mirada desesperada y se rió. -Si está concentrada en mí, está distraída de todos los demás-. Que McGonagall pensara que estaba hablando de Dumbledore, de la Orden. A Harry le importaban un carajo... pero si Umbridge estaba ocupada haciendo juegos de palabras con él, intentando que se incriminara como mentiroso y lunático, entonces no tendría tiempo de prestar atención a Susan y al resto poniéndose en marcha para acabar con Fudge en cuanto todos fueran mayores de edad. 

Y cuanto más consiguiera que la marioneta del Ministerio negara el regreso de Voldemort, más fácil sería desbancar a Fudge y a todo su inútil régimen cuando el Señor Tenebroso asomara por fin su fea cabeza. 

-Sólo eres un estudiante, Potter, no es tu responsabilidad proteger a todos los demás-. McGonagall sonaba como si estuviera preocupada por él, y Harry le lanzó lo que esperaba que fuera una sonrisa tranquilizadora. 

No tenía ni idea de cuánto sabía ella sobre la intromisión de Dumbledore, pero el hecho de que no aprobara que se martirizara por la causa era una señal positiva. Merlín, esperaba que no estuviera confabulada con el director. El colegio la necesitaba demasiado.

-Estaré bien, profesora. Es sólo un castigo-.

-En realidad, según esta nota, es un castigo todas las tardes de esta semana-, corrigió la mujer con el ceño ligeramente fruncido. Harry maldijo en voz baja. -Lenguaje, Potter-, llegó la regañina automática.

-Lo siento, profesora. ¿Pero todas las tardes de esta semana? Eso es una barbaridad-. Entonces se le ocurrió una idea y se rió. -¡Oh, eso es brillante!-.

-¿Perdón, Potter?- Su jefe de casa lo miraba como si los rumores de su locura no fueran demasiado infundados. Harry le sonrió.

-Una semana entera de castigo, sólo por señalar algunos hechos... eso la hará parecer realmente controlada, ¿no?-. Si se hubiera limitado a despedirlo sin más, a darle el único castigo y a ignorar el resto, habría demostrado que sus palabras no le importaban. Pero una semana entera... todo el mundo vería que Harry había tocado una fibra sensible.

Pensó que estaba dando un ejemplo de él, pero en realidad, sólo estaba haciendo uno de sí misma.

Hubo un parpadeo en los ojos de la profesora de Transfiguración, algo parecido al orgullo, si Harry se fijaba bien. -Ten cuidado, Potter-, reiteró. -Dolores Umbridge tiene amigos en algunos lugares poderosos, y no puedes permitirte que tu futuro se vea limitado tan joven-.

-Oh, no se preocupe por mí, profesora-, dijo alegremente. -Voy a jugar al quidditch profesional después de la graduación. No creo que el Ministerio tenga nada que decir al respecto-.

McGonagall lo miró fijamente, con los labios crispados como si intentara con todas sus fuerzas no reírse. -Entonces será mejor que vea ese trofeo que queda en mi estante este año-, dijo, mirando la Copa de Quidditch, que seguía en su lugar de orgullo después del tercer año de Harry. Él sonrió.

-Haré lo que pueda-.

Como era de esperar, todo el mundo conocía el enfrentamiento de Harry con Umbridge a la hora de la cena. 

Por supuesto, mucha gente lo tomaba como una confirmación de que había perdido la cabeza, pero la mayoría de la gente parecía entretenida por el atrevido y desvergonzado llamamiento de Harry al Ministerio. Sobre todo cuando se confirmó que un dementor había besado a un adolescente muggle en medio de Surrey y que el Ministerio lo había encubierto.

Umbridge parecía furiosa.

-No puedo creerle-, declaró Neville, sacudiendo la cabeza. -No, la verdad es que sí puedo. Eso es lo peor-.

Harry sonrió con suficiencia, sintiéndose bastante satisfecho de sí mismo. -Todo lo que hice fue señalar que parece que ha habido muchos accidentes trágicos bajo el ámbito del Ministerio-, dijo, encogiéndose de hombros. -No es mi culpa que se haya molestado por ello-.

-Vas a estar castigado todo el año-, se desesperó Neville. 

-No-. Harry no se molestó. -No con Umbridge, en todo caso. Snape me echará de menos limpiando sus calderos-.

El otro chico de Gryffindor soltó un gemido de consternación, y Harry se limitó a reírse. Al otro lado del pasillo vio a Luna entrar en la sala, y le hizo un gesto para que se acercara al asiento vacío que tenía a su lado. Para su sorpresa, traía consigo a Sullivan Fawley.

-Hola, Harry-, saludó Luna con aire. -He oído que has tenido un primer día de vuelta bastante emocionante-.

-No le animes-, gimió Neville, y Sully resopló. 

-¿De verdad dijo que no ibas a usar la magia en todo el año? ¿En tu año de OWL?- Sonaba ofendido por el mero concepto. Harry asintió.

-Aparentemente, si conocemos la teoría lo suficientemente bien, podremos hacer los hechizos perfectamente en nuestro primer intento, en nuestros exámenes, mientras nos califican por nuestro desempeño-. Puso los ojos en blanco, y el chico de Ravenclaw hizo una mueca.

-Qué montón de tonterías. Merlín, hemos tenido algunos profesores de Defensa realmente interesantes a lo largo de los años, pero creo que este podría ser el primero en hacer que todo un grupo de año suspenda tanto sus OWLs como sus NEWTs-.

Harry pensó que eso era exactamente lo que pretendía Fudge. A veces se preguntaba si el ministro no estaba compinchado con el propio Voldemort; seguramente no podía ser tan incompetente.

-Espera, ¿la gente aprobaba los exámenes cuando Lockhart era profesor?- preguntó Neville con incredulidad. Harry se hizo eco de su sorpresa.

-La profesora Umbridge nunca dijo que no pudiésemos usar los hechizos fuera de clase-, comentó Luna, sirviendo distraídamente la sopa en un panecillo ahuecado. -Sólo que no estaban permitidos dentro del aula-.

-Parece que ya sabemos en qué se centrarán la mayoría de los grupos de estudio, entonces-, convino Harry, preguntándose cuánta gente estaría a punto de ser expulsada de la biblioteca por usar magia cerca de los libros. No todo el mundo estaba dispuesto a colarse en las aulas abandonadas después del toque de queda. 

-Eso mantendrá ocupada a Madam Pomfrey-, dijo Neville, sacudiendo la cabeza. 

Mientras Sully le hacía una pregunta a Neville sobre Herbología, Harry se desentendió de la conversación, tratando en cambio de distinguir los susurros de conversación que incluían su nombre que se producían por todo el Gran Comedor. 

Era ambicioso intentar convencer a todo el mundo de que Voldemort había vuelto, cuando el Ministerio y el Profeta hacían todo lo posible por acallar hasta la más vaga insinuación de que tal cosa pudiera ser posible, y cuando el propio Voldemort guardaba un silencio tan frustrante. 

Ya lo descubrirían, cuando el Señor Tenebroso hiciera su primer movimiento. 

El problema más inmediato era desacreditar al Ministerio sin enviar a todos directamente a los brazos de Dumbledore. Harry no quería que la gente lo viera como un apoyo a uno o a otro; sólo quería que pensaran por sí mismos, que empezaran a cuestionar la información que les daban a ciegas. Que estuvieran preparados para luchar si se daba el caso. 

Había demasiados titiriteros moviendo los hilos para su gusto; su mejor opción sería cortar todos los que pudiera.

Los profesores parecían empeñados en que sus alumnos fueran muy conscientes desde el principio de que ahora se preparaban para sus exámenes OWL; incluso después de un solo día de clases, Harry y sus compañeros de curso tenían una pequeña montaña de deberes. Después de la cena, Harry y Neville subieron a la sala común para ponerse a ello; con la cantidad de gente que seguía hablando de Dudley, Harry no quería enfrentarse a la biblioteca para intentar encontrar un grupo de estudio entre casas. 

Hermione ya había reclamado los cómodos sillones junto al fuego, con Ron a su lado, así que Harry y Neville se instalaron en el lado opuesto de la sala común. No muy lejos de allí, Fred y George estaban repartiendo caramelos a un grupo de alumnos de primero y segundo año, sosteniendo tablas con sujetapapeles y sonriendo. Uno a uno, los de primer año cayeron inconscientes, atrapados por los encantos amortiguadores que los gemelos habían colocado. Harry le dio un codazo a Neville para llamar su atención mientras Hermione se acercaba furiosa. Observaron divertidos cómo el prefecto de quinto año intentaba enfrentarse a los gemelos, que no se inmutaron en absoluto, continuando con su experimento. Los de primer año sí parecían estar totalmente bien, una vez que Lee les había dado la otra mitad de los Fainting Fancies no es que Hermione se sintiera aplacada por eso de ninguna manera. 

-¿Nos vas a castigar?- se atrevió a decir George. Hermione cuadró los hombros, estrechando los ojos hacia él. 

-Le escribiré a tu madre-, replicó, y un bajo -oohh- resonó en la sala común. 

-Golpe bajo-, murmuró Neville, haciendo una mueca. De hecho, los gemelos parecían horrorizados ante la sola posibilidad.

-No los detendrá, sin embargo-, dijo Harry con conocimiento de causa. -Sólo se volverán más sigilosos al respecto-. Fred y George Weasley no iban a ser detenidos por un solo prefecto, no cuando estaban tan cerca de su sueño.

Después de eso, el ruido en la sala común aumentó, comenzando a molestar el dolor de cabeza de Harry. Mirando a su alrededor, levantó una discreta barrera de privacidad alrededor de los dos; una que amortiguara el ruido. Neville dio un pequeño suspiro de alivio. -Gracias, Harry-.

-De nada-.

Trabajaron en silencio durante unos minutos más, y entonces Neville se aclaró la garganta. -Así que, eh... ¿cómo fue tu verano, en realidad? Aparte de, ya sabes-. Agitó una mano, como si abarcara el ataque de los dementores y el acoso de Ron y Hermione y la total falta de privacidad de Harry en un solo gesto. -Sé que hay cosas que no le contarías a Ginny ni a nadie. No es que tengas que contármelas-, añadió Neville rápidamente.

-No, no iba a hacerlo de todos modos. Yo... en realidad fue muy bonito, hasta que todo se fue a la mierda. Estaba... en un lugar seguro, al principio, con Sirius y Remus. Empezaron a enseñarme a batirme en duelo como es debido-. Neville no sabía nada de Snape, y era mejor mantenerlo así.

El chico rubio se puso serio. -¿Te estás preparando para luchar contra él, entonces?-.

Harry asintió. -Tengo que hacerlo. Cuanto antes mejor, ¿no?- Tampoco podía decir nada sobre los horrocruxes, pero podía contarle a Neville algunas de las cosas que había aprendido. 

-Draco también vino a visitarme por mi cumpleaños-, añadió, con una sonrisa que se dibujaba en sus labios. Los ojos de Neville bailaron.

-¿Ah, sí?-, dijo. -Qué amable de su parte-. Harry le dio un codazo en el costado, agachando la cara para ocultar su rubor. Neville se rió. -¿Ya lo has visto? Ya sabes, como es debido-.

Harry sacudió la cabeza con tristeza. -No, y todas mis nuevas detenciones no lo harán más fácil-. Con un poco de suerte, Umbridge sólo lo retendría una o dos horas, y aún tendría la noche libre para encontrarse con Draco sin retrasarse enormemente en sus deberes.

Harry lo dudaba.

-Si necesitas que te cubra, sólo tienes que decirlo-, se ofreció Neville. El pecho de Harry se calentó; Neville era realmente un excelente amigo.

Flitwick y McGonagall también eran de la opinión de sobrecargar a sus alumnos con trabajo, cada uno de los cuales empezaba sus clases con una charla de quince minutos sobre la importancia de los OWL y lo difíciles que iban a ser. Harry se preguntó si eso era realmente así, o si todos los profesores de Hogwarts habían decidido que la mejor manera de preparar a sus alumnos era sobreprepararlos, haciéndoles esperar exámenes mucho más difíciles de los que obtendrían. 

Eso parecía más bien una forma segura de intimidar a los alumnos hasta que se derrumbaran, pero quizás la fortaleza mental también debía formar parte de ello. Harry no estaba seguro. En cualquier caso, se preguntaba cómo iba a encontrar tiempo para todas sus actividades extracurriculares además de sus tareas escolares; especialmente si Umbridge lo tenía castigado tan a menudo como claramente quería. 

Aunque era muy entretenido ver a Hermione reajustar frenéticamente su horario de repaso después de cada clase, una vez que se daba cuenta del tiempo que tendría que dedicar a los deberes en lugar de a sus propios planes de estudio. 

Siguió con sus pequeñas rebeliones contra las divisiones de casas en clase, sentándose con Anthony en Transfiguración y con Susan en Encantamientos; mezclar las casas era más fácil, en las clases que no implicaban a los Slytherin. A Harry le dolía el corazón ver lo retraída que se había vuelto la casa de las serpientes, y esperaba que no fuera tan grave en los cursos inferiores; eran demasiado, demasiado jóvenes para verse obligados a elegir un bando de esa manera. 

En la comida, Harry estaba de nuevo en la mesa de Ravenclaw, esta vez sentado con Cho. -Quería darte las gracias de nuevo por escribirme durante el verano-, dijo en voz baja, ofreciendo una tímida sonrisa. -Ha... sido duro, sin Cedric. Me alegro de seguir teniendo amigos como tú, y los chicos de Hufflepuff-. Los antiguos compañeros de habitación de Cedric, por lo que Harry podía ver, parecían haber tomado a Cho bajo su ala; lo cual, teniendo en cuenta que antes pasaba la mayor parte del tiempo con ellos debido a que salía con Cedric, no era sorprendente.

-Por supuesto, sí. Yo también me alegro de que seamos amigos. El año pasado fue divertido, incluso con todas las partes que... no lo fueron-. Hizo una pausa, mirándola con preocupación. -¿Estás bien?- Él no podía imaginar lo que era para ella, estar de vuelta en el colegio con todo el mundo murmurando sobre la muerte de Cedric, enfrentándose a todos los recuerdos de su novio. 

La sonrisa que le dedicó estaba tensa en los bordes. -Me estoy acercando. Como dije, ha sido difícil. Pero será más fácil-.

Harry le pasó un brazo por los hombros, dándole un rápido apretón. -Siempre estoy aquí si me necesitas-, prometió. 

-Sinceramente, el mero hecho de saber la verdad de lo ocurrido fue un gran alivio-, confesó ella. -Si me hubiera quedado sólo con esas vagas cosas que dijo Dumbledore el año pasado, no sé cómo me estaría sintiendo-. Soltó un pequeño resoplido. -Sólo deseo que todos los demás crean también lo que dices. Patrick y los chicos sí, cuando les conté... no los detalles, sólo, ya sabes, cómo murió-, añadió rápidamente. Harry no había omitido mucho en su explicación a ella y a los otros campeones de los tres magos, así que se alegró de que no estuviera difundiendo toda la historia. -Pero toda esa gente que cree al Profeta... es como si se rieran de la muerte de Cedric, ¿sabes? Diciendo que fue un accidente, o parte del torneo - como si no fuera lo suficientemente bueno para llegar a esa Copa-. Mientras hablaba, miró fijamente a Umbridge. Harry se preguntó si Cho había recibido ya una lección de DADA. 

-En lo que a mí respecta, Cedric Diggory ganó el Torneo de los Tres Magos-, declaró Harry sin rodeos. -No habría estado en la Copa si no fuera por él-. Y por que Crouch amañara todo el laberinto a su favor, pero eso no venía al caso. -Verán la verdad, algún día. Voldemort no se quedará callado para siempre-.

La sonrisa de Cho se convirtió en una línea sombría.

-Estaremos preparados, cuando lo haga-. Su mirada era feroz, y Harry la creyó. Aunque esperaba que ninguno de ellos tuviera que unirse a esa lucha.

Era tentador, durante el Cuidado de las Criaturas Mágicas, preguntar a Grubbly-Plank cuándo volvería Hagrid. Pero si realmente estaba fuera en una misión para la Orden, o no lo sabía o lo sabía y no se lo diría. En cambio, Harry mantuvo la cabeza baja y estudió su bowtruckle, odiando en silencio la culpa que sentía por disfrutar tanto de la tranquila e informativa lección. Hagrid era maravilloso, pero sus clases eran siempre... emocionantes.

Podría haber prescindido de que Draco y Pansy hicieran comentarios cortantes sobre el semigigante en voz baja, pero la mayor parte de la ira de Harry en respuesta era fingida; estaban haciendo lo que se esperaba de ellos, y él también. 

Si se alegraba de que Draco se metiera en una discusión tan fuerte con Ron como para hechizar al pelirrojo, bueno, nadie tenía por qué saberlo. 

La mitad de los Slytherins no parecían saber qué hacer con los otros dos tercios del "Trío de Oro". Parecían divididos entre su deseo de menospreciar a los Gryffindors, y su animosidad -real o no- hacia Harry. Ver a Harry igualmente enfadado con sus dos compañeros de casa parecía quitarles parte de la diversión a las burlas; en su lugar, estaban dirigiendo lentamente sus burlas hacia Neville. Al menos, los que eran lo suficientemente valientes como para arriesgarse a insultar al heredero Longbottom lo hacían. 

Los que estaban tan seguros de la victoria de Voldemort que no creían que el apellido Longbottom valiera nada, dentro de uno o dos años.

No tenía mucho tiempo para cenar antes de llegar a su detención, y mientras engullía algo de comida mientras intentaba no ponerse enfermo, Angelina se dejó caer en el banco a su lado. -¿Qué es eso que he oído de que tienes un castigo a las cinco el viernes?-, preguntó con rotundidad, con un tono de enfado subyacente. 

-Toda la semana-, confirmó él. -Umbridge-.

Angelina frunció el ceño. -Harry, te dije que quería a todo el equipo en las pruebas de porteros-.

Harry maldijo; se había olvidado por completo de ellas. -Mierda, lo siento, Angie. Si creyera que me dejaría reprogramar, se lo pediría-. Probablemente Umbridge estaría encantada de saber que estaba haciendo que Harry se perdiera el quidditch.

-De todos modos, tengo ganas de obligarte a pedirlo-, murmuró la cazadora, mirando a la mesa. Entonces la lucha pareció abandonarla, sus hombros se desplomaron. -Sé que hay cosas más importantes que el quidditch, Harry. He hablado con Fred de cosas-. Harry se preguntó exactamente qué le había dicho el pelirrojo. -Pero - por favor, por mí, intenta no tener más detenciones. El quidditch este año es realmente importante. Es mi última oportunidad, nuestra última oportunidad. No podemos ganar la copa si nuestro buscador estrella está castigado todas las malditas noches-.

-Haré todo lo posible-, prometió, aunque en realidad no estaba en sus manos. -Y prometo que me llevaré bien con quien elijas como guardián-. Por suerte, como buscador era menos importante para él compenetrarse con el resto del equipo, pero podía entender que Angelina quisiera un buen vínculo entre todos ellos. Sería difícil sustituir a Oliver. 

-Bien. Ahora muévete, son casi las cinco, y si llegas tarde puede que te ponga más castigos-.

Harry miró su reloj y luego maldijo, poniéndose en pie de un salto con un panecillo aún en la mano y corriendo hacia las puertas. Gracias a un par de atajos de merodeadores, Harry llegó al despacho de Umbridge justo a tiempo.

Cuando la puerta se abrió, parpadeó, y sus ojos tardaron un momento en adaptarse a lo rosado de todo aquello. Las paredes estaban cubiertas de delicados platos de porcelana decorados con varios gatos que llevaban lazos y se despatarraban de forma muy bonita. Cuando Harry entró, sintió que un centenar de ojos lo miraban; un escalofrío le recorrió la espalda.

En el escritorio, Umbridge estaba de pie, con su sonrisa excesivamente dulce una vez más. -Buenas noches, señor Potter-, dijo, mirándolo fijamente hasta que él respondió de la misma manera. -Por favor, siéntese-.

Frente a la suya había un pupitre, con un pergamino en blanco sobre la superficie. Harry se sentó, observándola expectante. -Vas a escribir unas líneas para mí, esta noche. Con una pluma mía muy especial- añadió ella, cuando él se movió para coger la suya. El observo como ella sacaba una pluma negra con una punta muy afilada y la ponia en el escritorio frente a el.

-¿Me da un poco de tinta, por favor, profesor?- Por alguna razón, eso la hizo reír.

-Oh, no necesitarás tinta-, le dijo ella, sonriendo. -Quiero que escriba 'No debo decir mentiras'-.

Harry estuvo a punto de pedirle que, por favor, se explayara sobre las mentiras que supuestamente había dicho, pero incluso él podía reconocer que ahora no era el momento de ser insolente. Acababa de prometerle a Angelina que no tendría más detenciones, después de todo. -¿Cuántas veces?-, preguntó en cambio, con la mente ya puesta en la enorme carga de deberes que tenía que hacer.

-El tiempo que tarde en asimilar el mensaje-, dijo Umbridge, riéndose una vez más. Harry enroscó la nariz en señal de confusión, pero se encogió de hombros y comenzó a escribir.

Su respiración se entrecorta cuando comienza un dolor agudo en el dorso de su mano derecha. Las palabras que escribió en el papel -que aparecían en tinta roja brillante y oscura- también se grabaron en el dorso de su mano. Se curaron inmediatamente, dejando poco más que una ligera mancha roja, pero fue suficiente.

Umbridge lo observó con las manos juntas, sentada detrás de su escritorio con un aspecto demasiado engreído. 

Harry bajó la cabeza y siguió escribiendo. 

Había oído hablar de esas plumas, las plumas de sangre, como las llamaba Bill, cuando le había explicado a Harry cómo se firmaban los contratos mágicos. Se utilizaban para firmar con sangre, para demostrar que una persona era quien decía ser. No estaban diseñados para un uso repetitivo. 

El dolor se agudizaba con cada línea, cada vez que las palabras se reabrían y volvían a sanar en el dorso de su mano. Pero no se inmutó, ni tembló, ni se frenó ni un segundo, actuando como si estuviera escribiendo con una pluma normal. 

Si Umbridge pensaba que el dolor era la forma de controlar a Harry, se merecía otra cosa. Esto no era nada comparado con lo que había crecido. Después de diez años y un verano y medio con los Dursley, Harry era un experto en ignorar el dolor para completar las tareas. 

Comenzó a ignorar el continuo ardor y el escozor de la pluma que le cortaba la carne, componiendo mentalmente su ensayo de Herbología mientras escribía las sencillas líneas. Las palabras que Umbridge había escogido para él eran interesantes; él esperaba que ella estuviera más molesta por su flagrante desprecio a la autoridad del Ministerio. Ni siquiera había hablado tanto de Voldemort en clase. 

Definitivamente, Fudge la había enviado para vigilar a Harry, para intentar callarlo y hacer que se ajustara a la línea del partido del Ministerio.

Buena suerte para ellos.

Pasó una hora, luego dos. El cielo en la ventana se volvió negro como el carbón. Sin embargo, Harry no mostró ninguna reacción al dolor, dando la vuelta a su pergamino para escribir en el otro lado cuando se quedó sin espacio. Meditaba mientras escribía, preguntándose cuándo volvería a tener tiempo libre para practicar su transformación en animago. Nunca más, si su carga de deberes le servía de algo.

Por fin, Umbridge se aclaró la garganta. -Venga aquí, señor Potter-.

Harry se acercó a ella y le tendió la mano para que la inspeccionara. La piel se había curado, pero estaba roja y sensible, como una mala quemadura de sol. Umbridge apretó los dedos sobre ella, y pareció molesta cuando Harry no se inmutó.

Realmente, ella tendría que hacer algo mejor que eso.

Dejándolo ir con un comentario sarcástico acerca de que el mensaje se asentaría más en el castigo de mañana, Umbridge no detuvo a Harry cuando éste metió la hoja de pergamino en su propia bolsa, saliendo del despacho. No sabía mucho de magia de sangre, pero sí lo suficiente como para no dejar su propia sangre al alcance del enemigo. 

Al detenerse en un pasillo oculto de camino a la torre de Gryffindor, Harry murmuró un encantamiento curativo sobre el dorso de la mano, y suspiró aliviado cuando el enrojecimiento comenzó a desaparecer. Prácticamente había desaparecido cuando volvió a subir a la sala común, donde encontró que Neville y Ginny seguían levantados, sentados a la mesa junto al fuego que se extinguía lentamente. 

-No tenían que esperar despiertos por mí-. Ya era medianoche, Umbridge lo había tenido escribiendo líneas durante casi siete horas enteras.

-Tenía que hacer los deberes, supuse que podríamos hacerlo. ¿Qué tal estuvo?- preguntó Neville, cambiando sus libros de lugar para hacer espacio en la mesa mientras Harry empezaba a vaciar su mochila, buscando su libro de texto de Herbología. Necesitaba dormir, pero al menos podía escribir los apuntes que había hecho en su cabeza durante el castigo.

-Sólo líneas-, respondió con displicencia, esperando que no notaran la tirantez de su sonrisa. 

Deseó que Draco aún tuviera la otra mitad del espejo de dos caras. O que ya hubiera podido pasárselo a Sirius. Daría cualquier cosa por sentarse a hablar con uno de ellos, aunque no pudiera hablarles de la Pluma de Sangre, sólo quería sentir esa seguridad, ese consuelo.

Pero los dos espejos seguían en su baúl, y tenía una cantidad obscena de deberes que hacer antes de poder pensar en relajarse. 

-No está tan mal, entonces-, dijo Ginny, sonriendo en su dirección. -Una semana de colas, unas cuantas noches haciendo los deberes... no es el fin del mundo-.

-Sí-, estuvo de acuerdo Harry, aunque todavía le dolía la mano, y sin duda se sentiría mil veces peor después de toda una semana de veladas como aquella. 

Podía soportarlo. Había tenido cosas peores.

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