El hilo que nos une.

Von shheeyla_

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[EN PARON, PENDIENTE DE ACTUALIZAR] Habían oído hablar del hilo rojo del destino, pero nunca se podrían haber... Mehr

Agradecimientos
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Von shheeyla_

Viernes, 17 de Febrero del 2019

VERÓNICA LINCOLN

Abrí los ojos y espere hasta que la luz dejara de cegarme. Mire hacia mi izquierda, vi una ventana y a lo lejos, una montaña cubierta de nieve a través de ella. Gire mi cabeza hacia la derecha, había una pared con una enorme cristalera que daba hacia un pasillo, por el que no dejaban de pasar personas con un uniforme blanco. Al lado de la ventana, una puerta blanca.

Sin estar consciente del todo, intente incorporarme poco a poco, pero un punzante dolor en el costado me lo impedía, como si tuviese una enorme herida cicatrizando. Di una vista general a toda la habitación y mi mente comenzó a ubicarse.

¿Un hospital? ¿Qué hacia yo en un hospital? Y sobre todo, ¿Qué era este horrible dolor? ¿Me habían operado?

Empecé ha echar la vista atrás y poco a poco los recuerdos vinieron a mi.

Fred. El partido. El instituto. Mi vestido. Los incómodos tacones. Las miradas de la gente. Yanet y Stuart. Y finalmente lo recordé, me maree y perdí el conocimiento. Pero aun así, ¿porque he dormido aquí? La ultima vez me hicieron pruebas y como no encontraron nada, me dieron el alta. ¿Acaso han encontrado algo?

Mi atención se centro en uno de los barrotes de la cama, el cual tenia un mando con tres botones. Una flecha para arriba, otra para abajo, y un botón amarillo con una campana. Levante el brazo para pulsar el primero. Me costo un poco ya que tenia una vía puesta y me dolía bastante. Finalmente lo pulse y el respaldo de la cama comenzó a curvarse mas y mas hasta que levante el dedo y se detuvo, dejándome totalmente incorporada. Después, probé a pulsar el botón amarillo, el cual supuse que seria para llamar a alguna enfermera como se solía hacer en las películas. Y efectivamente, en menos tiempo de el que pensaba, un enfermero alto y levemente musculado que tenia la pinta de haberse graduado ayer, entro por la puerta.

Era bastante atractivo y parecía sociable. Tenia una nariz aguileña que complementaba a sus ojos azules y a sus labios carnosos. Lucia un pelo castaño claro con un corte estilo "mop-top" moderno y una letra china tatuada en el cuello.

Miró el portafolios que tenia en la mano y después me miro a mi. — Oh, Verónica. Veo que ya te has despertado. Iré a avisar a tu madre.

— ¡Espere, espere, espere! — Dije antes de que se diera la vuelta por completo. — ¿Qué hago aquí? ¿Me pasa algo?

El rio por lo bajo, al parecer le hizo gracia el tono de desesperación que use para preguntar. — De momento no te hemos encontrado nada, por lo que puedes estar tranquila. — dijo con una sonrisa tranquilizante en sus labios. — Lo único que nos ha preocupado ha sido el estado de coma repentino.

Se me fue completamente la respiración. — ¡¿Coma?! ¡¿Cuantos años han pasado?! — exclame aun mas confusa y desesperada.

El enfermero volvió a reír. — ¿Años? Creo que ves muchas películas. — Contesto llevándose la mano libre a la frente. — Tranquila solo han pasado tres días.

Suspire aliviada, pero un recuerdo bombardeo mi mente de repente. — Espera, ¡¿Y el examen de matemáticas?!

— Yo de eso ya no tengo ni idea. — Dijo sin perder la sonrisa, después dio media vuelta para dirigirse a la puerta. — Voy a avisarle a tu madre de que ya has despertado. — Finalmente salio de la sala.

El silencio volvió a reinar en la habitación y el dolor volvió a mi lateral. Levante el camisón que me habían puesto y observe la zona, la cual me quede mirando con total perplejidad. Tenia la zona hinchada, levemente enrojecida y amoratonada. ¿Qué me había pasado?

CALEB ANDERSON

Mis ojos recorrían todo el techo de mientras que mi mente le daba vueltas una y otra vez a todo el asunto de el tumor. No entendía nada. Hacia nada estaba jugando el partido y de repente me encontraba en una cama de hospital, medicado hasta las cejas y con una dolorosa cicatriz en un costado. Según desperté, me encontré con mi madre, la cual estaba rodeada de papeles en el pequeño escritorio que se encontraba al lado izquierdo de mi cama. Dije su nombre, aun medio dormido, e inmediatamente giro la cabeza y sus brillantes ojos verdes se encontraron con los míos. Me lleno la cara a besos, por lo que me queje, y fue en busca de un medico para que me revisara.

Al contrario que mi padre, mi madre siempre ha sido muy cercana conmigo y con mi hermano. Mientras que papá no paraba de gritarnos por no ser lo suficientemente rápidos, fuertes o ágiles, mama nos secaba las lagrimas y nos consolaba con besos, abrazos y la frase « Ya conocéis a papá, lo hace por vuestro bien».

De pronto, una mujer de alrededor de unos cincuenta años, pelirroja y con bata blanca entro en la habitación seguida por mi madre.

— Hola Caleb. Tienes buena cara. — dijo mientras subía el respaldo de la cama dándole a un botón. — ¿Qué tal te encuentras?

— Bien, pero me duele la cicatriz, supongo que será normal. — respondí.

La mujer asintió mientras me levantaba el camisón para verla. — En efecto. El dolor es totalmente normal, ya que todavía esta en proceso de curación. Pero gracias a el coma de tres días, te has ahorrado el dolor posoperatorio.

Mi corazón se acelero de pronto. — ¿Coma? ¿He estado tres días en coma? — pregunte alarmado.

— Veo que no te lo han contado. — Dijo apuntando algo en su portfolio. — Caleb, finalmente tu tumor a evolucionado y con ello empeorado considerablemente y se ha convertido en cáncer. Te hemos operado para extirpar la mayor cantidad de el posible y aparte de frenarlo temporalmente, estudiarlo mas profundamente. Tendrás que quedarte un tiempo ingresado para que podamos vigilarlo y si es necesario, someterte a alguna que otra operación mas y a un par de ciclos de radioterapia o incluso, quimioterapia si se extiende a otras partes de tu organismo. Pero estate tranquilo, estas a salvo en nuestras manos. Mañana a primera hora te trasladaremos a una habitación mas espaciosa en la ultima planta para que puedas decorarla a tu gusto para que tu estancia aquí sea mas agradable.

— ¿Decorarla? — pregunte confundido. — ¿Cuánto tiempo me quedare aquí? — mis ojos se deslizaron desde el rostro de la doctora, hasta el de mi madre. La cual no podía parar de llorar.

— Mínimo dos meses. — me respondió la doctora.

Mis ojos se abrieron considerablemente. — ¡¿Dos meses?! ¿Mínimo?

— Lo siento cariño. — dijo mi madre entre sollozos.

— ¿Qué voy ha hacer yo aquí solo?

La doctora me puso su mano en el hombro y me sonrió con compasión. — No estarás solo Caleb. Tus amigos te vendrán a visitar, hay niños y adultos en tus mismas condiciones que podrás conocer, y si no me equivoco, hay una chica de tu instituto que ingreso casi a la par que tu, podríais haceros amigos, si es que no lo sois aun. — La doctora miro a mi madre. — Señora Anderson, si no le importa, podría acompañarme un momento a mi consulta, tengo varios papeles que debe firmar.

Mi madre se seco las lagrimas con un pañuelo y asintió. Seguidamente, me dio un beso en la frente y siguió a la doctora.

No sabia bien lo que acababa de pasar. No era consciente de el vuelco que acababa de pegar mi vida de pronto. ¿Cáncer? ¿Por que yo? ¿Y quien podría ser esa chica de mi instituto? ¿Verónica?

Su nombre estuvo rondando por mi cabeza todas estas semanas de caos. La primera vez que me desmaye, cuando me diagnosticaron el tumor, ella también lo hizo. Y por lo que me dijeron, fue a la vez que yo. Lo mismo paso cuando sentí ese repentino dolor en el tobillo sin ninguna aparente razón. Los dos llegamos al hospital con dolor en el mismo pie. Pero al contrario que yo, ella si tenia un motivo para sentir el dolor. Lo que me dejo completamente anonadado fueron los moratones de sus piernas, eran iguales que los míos., los que me hice entrenando en el jardín. Todos se encontraban justo en el mismo sitio en el que se encontraban los míos. No tenia ni idea de lo que estaba pasando. Puede que fuera coincidencia. Quizá debía de hablar con ella, aunque dudaba que ella quisiera.

· · ·

— Pero que hacemos, ¿entramos y se lo damos? ¿Así sin mas? — dijo una voz tras la puerta de la habitación.

— Yo que se. Supongo. ¿Quieres que le hagamos una coreografía o que? — dijo otra voz gruñona.

Siguieron discutiendo. No los veía pero tenia clarísimo quienes eran. Sobre todo la segunda voz, la cual he escuchado casi a diario durante prácticamente toda mi vida.

— ¡Podéis entrar eh! — grite para que me escucharan. De pronto las voces dejaron de oírse. — ¡No os voy a comer ni nada parecido, por si acaso lo pensabais!

La puerta se abrió lentamente y vi a las dos personas que se ocultaban tras ella. Entraron con sigilo y con las manos en la espalda, se acercaron poco a poco hacia mi.

— Hola tío. ¿Estas bien? — me pregunto Chase.

— Le acaban de decir que tiene cáncer. Obviamente no esta bien. — le respondió Connor con cara de pocos amigos.

Conocía a Connor mejor que a mi mismo, el siempre ha sido gruñón con todo el mundo, pero en esta ocasión se notaba que estaba bastante afectado por todo esto de el cáncer. Se le veía desanimado y mas gruñón de lo normal. Sus ojos tenían ojeras, como si no hubiera dormido absolutamente nada.

Una sonrisa tranquilizadora apareció en mi rostro. — Estoy bien. El cáncer no va ha poder conmigo. Sois mis mejores amigos, y por ello sabéis perfectamente que esta mierda no va ha pararme los pies. Estaré un par de meses aquí y luego saldré mas fuerte que nunca. Vosotros me conocéis. — mire a Connor fijamente. — Así que podéis estar tranquilos, no os preocupéis demasiado por mi. — dije finalmente.

Connor sonrió vacilonamente, pero sus ojos seguían apagados. — Eso ya lo sabemos, vendremos casi a diario a verte para que no te vuelvas loco aquí solo. — una carcajada salió por su boca, y Chase y yo le seguimos.

— Tenemos algo para ti. — dijo mientras caminaba hacia la puerta. La abrió y cogió una enorme caja de fuera de la habitación. — Notamos tu falta, pero aun así pudimos con las ratas de campo esas. — Dijo mientras colocaba la caja encima de la cama.

Me incorpore mas de lo que estaba y acerque la pesada caja hacia mi. Connor saco una navaja plegable de uno de los bolsillo de su pantalón cargo y corto la caja para abrirla mas rápido.

Chase y yo le miramos con perplejidad.

El nos miro. — ¿Que? Nunca se sabe. — dijo finalmente y siguió cortando la caja.

Cuando terminamos de abrirla y vi que había dentro, mi cara se ilumino por completo. Era un trofeo de unos sesenta centímetros de altura y otros cuarenta de ancho en el que ponía « Temporada de Invierno 2019 »

— No veas que caras se les quedaron a los coyotes y a sus aficionados cuando remontamos en el ultimo minuto. — dijo Connor.

— El dulce sabor de la victoria. — Le siguió Chase.

Manosee la copa con admiración. — ¿Cuál fue la puntuación?

— 13 – 19 — informo Chase. — Tadd marcó un touchdown justo antes de que el arbitro diera el partido por finalizado. La verdad es que fue increíble. Ojala hubieras estado ahí.

— Si, ojala. Pero aun así mi padre me hubiera regañado por no haberlo marcado yo. — conteste.

Connor se sentó en la silla de el escritorio que estaba a mi izquierda. — Ya... A veces tu padre se pasa muchísimo. — dijo con los ojos pegados al suelo. — ¿Has probado a hablar con el?

Chasquee la lengua. — Mil veces, pero nunca me presta atención. Solo le preocupa destacar y ser mejor que las otras familias importantes de la ciudad. — respondí apretando los puños. — Bueno, dejemos el tema. Me alegro muchísimo de que hayáis ganado el partido.

— Bueno que no se te olvide que siete de los diecinueve puntos los marcaste tu. — recordó Chase.

— Ya pero yo solo di el ultimo paso. Si vosotros y todo el equipo no hubierais estado, no habría podido, así que es merito de todos, no de quien marca el punto.

— Eso es verdad. Sin nosotros no serias el magnifico, ágil y súper famosísimo Caleb Anderson. — vacilo Connor mientras me golpeaba el hombro. — Eso me recuerda a que tenemos otro regalo para ti.

— ¿Otro regalo? — pregunte extrañado mientras observaba como sacaba un sobre del tamaño de una carpeta de la caja. — Ni que fuera mi cumpleaños.

Me dio el sobre. — Estos días se nos han echo muy largos, déjanos celebrar que sigues vivo.

— No seas dramático. — conteste mientras abría el sobre.

Dentro de el había un sencillo álbum de fotos. Lo abrí y me quede asombrado con lo que vi.

— Estas fotos no las tengo ni yo. — dije sin despegar la mirada de ellas y pasando las paginas sin parar.

El álbum contenía decenas de fotos del equipo. Fotos desde que me uní con tan solo catorce años, hasta ahora, que este años cumplo dieciocho. Habían fotos de todo el equipo juntos, fotos mías sacadas por paparazzis deportivos, recortes de artículos del periódico en los que se hablaba de mi, etc. No tenia palabras, nunca nadie me había echo un regalo tan especial. Que a pesar de que no me gustaba el futbol, había sido una parte muy importante de mi vida, porque gracias a el, tengo a Chase y Connor a mi lado.

Chase me puso la mano en el hombro. — Ha sido difícil encontrar todo en tan solo tres días, pero mucha gente a colaborado buscando las fotos por todo internet. Gran parte de las fotos y los recortes nos los han proporcionado las animadoras, que los tenían guardados por ahí.

— Están obsesionadas contigo. — Incluyo Connor. — Da hasta miedo.

Chase y yo nos reímos y después el nos acompaño. La verdad es que nunca había conseguido entender que veían las chicas en mi. No me gustaba, pero tampoco me desagradaba. Solamente lo dejaba estar.

En la contraportada de el álbum había algo escrito:

Hola Caleb. Desde el instituto te hemos querido hacer llegar este pequeño detalle en forma de apoyo. Tus familia nos ha contado todo y de corazón deseamos mucho tu bienestar. También, el entrenador junto con tus compañeros de equipo, han decidido regalarte la copa ganada el pasado domingo para darte las gracias por todos los sacrificios que has echo por el equipo. Mucho animo y esperamos con ansias tu vuelta.

Atentamente, la directora.

— Parece mentira que esto lo haya escrito la directora. Es demasiado amable.— dije burlonamente.

Chase se rio. — Nosotros también nos sorprendimos al leerlo.

— Puede que este cambiando. — soltó Connor, lo que hizo que nos miráramos entre nosotros y después de unos segundos en silencio explotáramos a carcajadas.

Me seque la lagrima que estaba a punto de salir de mi ojo izquierdo a causa de la risa y metí la carta en la caja. — No creo que cambiar este en sus planes. Se lo pasa demasiado bien castigándonos casi por cualquier cosa.

— Cierto. — me dio la razón Connor. — Aunque para Chase si que tiene motivos.

— Pero si soy un alumno súper ejemplar. — replico el, lo que hizo que volviéramos a estallar a carcajadas.

— Claro, un alumno súper ejemplar que se duerme en ocho de cada nueve clases, que roba las tizas para perder tiempo, que pincha las ruedas de los coche de todos los profesores cada día doce del mes y que les crea cuentas en paginas para ligar sin que ellos se enteren. Entre otras mas cosas claro.

Se cruzo de brazos. — Ni que hubiera matado a alguien.

Casi. — replique. — Fin de curso del año pasado. ¿Recuerdas? — pregunte dirigiéndome a Connor.

El se rio enérgicamente. — Como no acordarme. Dejaste al entrenador inconsciente después de haberle asustado haciendo que se chocara contra el marco de metal de la puerta del gimnasio.

— Yo solo le asuste, el decidió chocarse. — se quejo Chase. — Bueno dejemos el tema. ¿Damos una vuelta por el hospital?

— Me parece buena idea, necesito estirar las piernas. — conteste. — Pero tenéis que ayudarme a levantarme.

— Vale pero antes de que te levantes, tengo una duda existencia que necesito que me resuelvas. — soltó Connor pasándose la mano por su cabeza rapada.

— Adelante.

Señalo el camisón que me habían puesto. — ¿Debajo de ese camisón tienes pantalón, o estas desnudo como en las pelis?

Reí. — Llevo pantalón. — conteste.

— ¿Enserio? Yo había dado por hecho que no tenias nada por debajo. — añadió Chase de repente.

— Me siento timado. ¿Entonces lo de las películas es mentira? ¿No van con el culo al aire por los pasillos? — dijo Connor.

— Supongo que variara según el paciente. Por lo que tengo entendido, la vestimenta varia según la anomalía del paciente. Para en caso de urgencia no perder tiempo desvistiéndolo. — respondí.

Se miraron entre ellos.

— Oye y tu como sabes todo eso.

Volví a reír. — A mi madre le encantan las series de hospitales y casi todas las noches hay alguna puesta en el salón. — dije. — Bueno, ¿nos vamos o no?

Asintieron.

VERÓNICA LINCOLN

Mi cabeza no paraba de darle vueltas una y otra vez al mismo tema, y su nombre no paraba de aparecer. Caleb.

Y es que estas ultimas semanas habían sido muy muy raras y con toda la confusión de el momento no me había parado a pensar en lo que me había dicho Fred aquel día en la cafetería. Pero cuanto mas lo pensaba, mas absurdo sonaba.

¿Yo conectada con Caleb? No, no, no que va. Como si esto fuera una película de magia, ciencia ficción o algo por el estilo. Era absurdo, y a la vez, imposible. Si, las cosas que han pasado últimamente no han sido muy normales, pero podrían haber sido coincidencia. ¿No?

No me quiero ni imaginar tener algo que ver con ese demonio rubiales y ricachón. Que si, que el día anterior al partido me defendió y después le ofrecí limpiarle las heridas. Pero era lo menos que podía hacer, había dado la cara por mi, no iba a dejarlo ir con magulladuras en la cara. La verdad es que no logre entender por que lo hizo, cuando le pregunte lo único que dijo fue:

«El no tenia derecho a pegarte, ni a ti, ni a ninguna otra chica.»

Me pareció muy hipócrita por su parte. El tampoco tenia derecho a ridiculizarme en frente de todo el instituto y aun así. lo hizo, y mas de una vez.

— Quizá esta intentando cambiar. — me dije a mi misma.

Una pequeña risita salió por mi boca.

Imposible.

La puerta de la habitación se abrió repentinamente. — Ya estoy aquí. — dijo una voz. — He traído napolitanas y batidos de plátano. Tu favorito.

Era Fred.

Según desperté mi madre le envió un mensaje para que viniera. Tenia unas amplias ojeras debajo de sus ojos grises. Al parecer, al igual que mi madre, había dormido muy poco estos días.

— Dios mío, me muero de hambre. — dije aliviada acomodando la bandeja que tenia la cama incorporada.

Me acababan de dar permiso para comer, ya que hace unas horas me estaban haciendo miles de pruebas sin parar y no podía comer nada.

El me dio la napolitana y el batido y se sentó en el sillón. de al lado.

— Me he cruzado con el padre de Caleb en el ascensor, he tenido que subir con el. — dijo de pronto con un trozo de napolitana en la boca. — Casi me ahogo con su colonia cara. ¿Que necesidad tiene la gente de perfumarse y ponerse traje para venir a un hospital? Ni que esto fuera la Fashion Week. Mírame a mi, voy casi en pijama.

Lo mire de arriba abajo y una carcajada se escapo por mi boca. Iba con un pantalón de chándal de color negro de los Lakers y una camiseta interior blanca que dejaba ver sus brazos musculados. Calzaba unas Crocs blancas con unos calcetines con un estampado de kebab's.

— ¿El padre de Caleb? ¿Raimond Anderson? — pregunte perpleja. — ¿Qué hace aquí?

— ¿No te han dicho nada? — preguntó sorprendido. — Cuando tu te desmayaste, Caleb también lo hizo. Como la otra vez en clase.

Me quede totalmente paralizada. Puede que esto ya no fuera una coincidencia. Una ligera sensación de malestar surco todo mi cuerpo provocándome un escalofrió.

— Oye hablando de Caleb... — saque el tema.

El me miro atentamente esperando a que terminara la frase.

— He estado pensando en lo que me dijiste en la cafetería. Lo de las coincidencias y todo eso.

El se acomodo en el sillón. — Por fin. Dime que te has dado cuenta.

— Algo así. — respondí confusa. — La cosa es que no le veo ningún sentido. ¿Cada vez que algo me duele o me hago daño el también lo siente?

— Al parecer si.

Le di un sorbo al batido. — ¿Pero por que? Ni que esto fuera una película.

— Me lo he estado preguntando estos últimos días, pero es algo sobre natural, así. que no hay mucha información en internet a cerca de ello. Solo he encontrado cosas de brujería. — dijo. — Podría ser alguna clase de mal de ojo, pero es poco probable.

Deje mi espalda caer sobre la cama mientras que un largo suspiro salía por mi boca. — No tengo ni idea de lo que esta pasando, lo único que quiero hacer ahora mismo es irme a casa. — Agonice.

Fred me puso su mano en el hombro. — Lo se, pero tienes que quedarte dos días mas para que te hagan mas pruebas.

Me puse las sabanas en la cara y gruñí lo mas fuerte que pude.

— Oye ¿y si vamos a dar una vuelta por el hospital? — propuso. — Así estiras un poco las piernas, que llevas todo el día sin mover el culo de la cama.

Me reí. — Tienes razón. Vamos. — dije mientras apartaba la mesilla de delante de mi.

Hice el amago de levantarme, pero sentí un intenso dolor en el costado. Fred seguidamente se dio cuenta y me ayudo. Una vez de pie cogí el gotero y calce las zapatillas de casa que me había traído mi madre.

Recorrimos prácticamente todo el hospital, o por lo menos los pasillos que daban a las habitaciones. También pasamos por la cafetería., la tienda de regalos y un área de juego para niños. El hospital era un sitio bastante triste. Estaba lleno de familias rezando para que una operación tenga éxito, médicos preparándose para dar una mala noticias a los seres queridos del paciente, otros agotados después de haberse dejado la piel en una operación de diez horas, personas llorando desconsoladamente, pacientes moribundos...

Obviamente no todo era tan malo, también se ven familias felices por la recuperación de su ser querido, pacientes superando enfermedades mortales, las caras de alivio de los familiares, amigos y médicos después de una operación exitosa... Incluso vimos como una mujer tocaba una campana para celebrar que había superado el cáncer.

Estábamos volviendo a la habitación cuando vimos tres rostros a lo lejos que nos resultaron bastante familiares.

— Oh, genial. — dije sarcásticamente. — Llevamos casi un hora recorriendo el hospital y nos tenemos que encontrar con los ricachones justo ahora.

Fred me cogió del brazo y tiro de mi hasta cambiar de pasillo y quedar completamente fuera de la vista de Caleb y su séquito.

— Escúchame. — susurró. — Tenemos la oportunidad de probar si tu conexión con Caleb es real o solo una paranoia nuestra. ¿Preparada?

— Espera, no me has dicho ningún pla... — intente decir, pero cuando me di cuenta ya estábamos de vuelta en el pasillo y a pocos mas de cinco metros de ellos.

De pronto sentí un fuerte pellizco en mi brazo derecho, justo encima de la vía.

— ¡Au! — exclame mientras me agarraba el brazo esperando a que el dolor cesara.

Oí otro quejido de dolor a pocos metros de mi. Levante la mirada y lo vi. Caleb agarrándose el brazo como si le doliera.

El brazo derecho, justo encima de la vía.

CALEB ANDERSON

¿Qué acababa de pasar?

Estaba tranquilamente hablando con Chase y Connor sin ser apenas consciente de lo que me rodeaba, cuando un extraño y poco duradero dolor apareció en mi brazo derecho, como si me hubieran pellizcado o pinchado con algo.

— Tío ¿estas bien? — me pregunto Connor preocupado

Mire al frente y la vi. Esa chica de cabello revuelto. Estaba vestida con un pijama del hospital igual al mio y tenia un gotero conectado a ella a través de una vía. ¿Era ella la chica de la que me había hablado la doctora?

Tenia la mano en su brazo derecho como si a ella también le doliera, y me miraba fijamente, sorprendida por algo. Intente entender la situación hasta que me di cuenta.

¿Podría ser que...?

— Chase dame un codazo en el hombro. — le ordene repentinamente.

El me miro desconcertado. — ¿Que? ¿Para que?

— Tu hazlo. — insistí. — Y que duela.

De pronto Chase me dio tal codazo en el brazo izquierdo que no pude evitar encogerme de dolor.

— No tan fuerte imbécil. — me queje entre dientes.

Inmediatamente mire hacia Verónica y efectivamente, también se había encogido. Esta vez tenia la mano en el otro brazo. Justo en el mismo sitio donde yo había recibido el golpe.

Sentí una leve sensación de miedo en el pecho. ¿Qué estaba pasando? ¿Verónica sentía lo mismo que yo?

· · ·

VERÓNICA LINCOLN

Cerré el grifo de la ducha, me envolví con la toalla y salí de ella intentando no resbalarme. De fondo sonaba "NATURALLY" de Amir Obe, pero con el volumen mas bajo de lo que me gustaría. Era comprensible, al fin y al cabo estaba en un hospital y ya eran las diez de la noche. Rápidamente me puse mi pijama de "Star Wars", ya que la doctora me había dejado quitarme el del hospital con la condición de que si me pasara algo y necesiten quitármelo, lo cortaran. Pero como me sentía perfectamente, acepte. Cuando termine de vestirme, salí del baño y me dirigí hacia la cama.

De pronto, oí unas voces detrás de la puerta. Lo que hizo que la curiosidad se apoderara de mi y me impulsara a pegarme a ella para escuchar. Parecían dos personas, un hombre y una mujer.

Reconocí la de la mujer. Era mi madre, reconocería su voz hasta entre millones de personas. Pero por lo contrario, no tenia ni idea de a quien pertenecía la otra voz.

Intente mirar por la amplia cristalera que daba al pasillo pero corría el riesgo de que me vieran subir la cortina. Finalmente lo logre.

Me quede completamente paralizada cuando vi con quien estaba hablando mi madre. Raimond Anderson, el rico e importantísimo científico. El padre de Caleb.

Desde mi posición, se podía oír mejor la conversación:

— ¿Crees que ha sido por eso? Ya sabes.

— La verdad es que no lo se, tendría que estudiarlo. Pero es algo completamente nuevo para mi, y supongo que para el mundo de la ciencia también. Lo de mi hijo es por causas naturales, como le podría haber pasado a cualquier otra persona. Pero lo de tu hija en cambio no tiene explicación.

— No creo que sea coincidencia que los dos tengas los mismos síntomas, y mas si Verónica no tiene ningún tipo de anomalía.

— Lo he pensado. Seria demasiada coincidencia. — mira su reloj. — Se hace tarde, me tengo que ir. Nos mantendremos en contacto y lo hablare con Amy. Tu intenta contactar con Tom.

— De acuerdo Raimond. Buenas noches.

Ande hacia la cama desconcertada.

«Intenta contactar con Tom»

¿Papa?

*FIN DEL CAPITULO*

NOTA DE LA AUTORA:

Siento la espera. Temas personales. <3

Hace mucho que no os pregunto:

¿Qué os esta pareciendo la historia?

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