LILY'S BOY

De jenifersiza

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Antes de que comience su tercer año en Hogwarts, Harry se enfrenta a tres semanas enteras de tiempo sin super... Mais

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92
Capítulo 93
Capítulo 94
Capítulo 95
Capítulo 96
Capítulo 97
Capítulo 98
Capítulo 99
Capítulo 100
Capítulo 101
Capítulo 102
Capítulo 103
Capítulo 104
Capítulo 105
Capítulo 106
Capítulo 107
Capítulo 108
Capítulo 109

Capítulo 43

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De jenifersiza

Lo primero que Harry registró al atravesar la puerta del Número Doce fue la cara sonriente de su padrino.

-¡Sirius!- Su alivio fue real; no había visto al hombre en casi una semana, y vaya semana que había sido. Se lanzó a los brazos de su padrino, parte de la tensión le abandonó cuando Sirius lo abrazó con fuerza.

-Te tengo, cachorro-, le prometió en un feroz susurro. -Estás bien-.

Harry estuvo a punto de derrumbarse allí mismo, pero unas voces apagadas le recordaron que no estaban solos. De mala gana, se apartó, haciendo una mueca cuando vio lo que les rodeaba. Sirius había mencionado que la casa estaba en mal estado, pero no había esperado que fuera tan... oscura.

-¡Me alegro de verte, amigo!-.

-¡Ya era hora de que aparecieras!-.

Los gemelos estaban susurrando, lo que a Harry le pareció extraño, pero le sonrieron desde detrás de Sirius. Pasando por delante del animago, George le revolvió el pelo a Harry, metiéndolo entre él y Fred y llevándolo por una puerta lateral. Harry se encontró en una cocina muy llena, el olor de la carne que se estaba cocinando le hizo rugir el estómago.

-¡Oh, Harry, querido!- Los gemelos se soltaron cuando su madre se apresuró a acercarse, y Harry trató de no ponerse demasiado rígido cuando lo envolvieron en un abrazo que le rompió las costillas. -¡Mírate, estás demasiado delgado, pobrecito!- Le dio unas palmaditas en la mejilla, mirándolo con el ceño fruncido. -Y pálido como un fantasma. ¿Has estado tomando el sol?-.

Harry no estaba tan pálido, y apretó los dientes; por lo que ella sabía, había estado encerrado en su habitación todo el verano; ¿estaba intentando restregárselo?.

-Me temo que no puedes quedarte mucho tiempo; es casi la hora de la reunión de la Orden. Pero te prepararé un sándwich rápido para que te lo lleves, ¿has comido? No importa; eres un niño que crece, ¡siempre puedes comer más! Sólo tardaré un minuto-.

Harry se volvió hacia la mesa, alrededor de la cual había varias personas que no reconocía, todas las cuales lo miraban con distintos niveles de interés. Se ahorró el tener que decir algo cuando se abrió la puerta y Ginny entró derrapando junto a Tonks.

-¡Estás aquí!-, gritó encantada, saltando prácticamente sobre Harry en un abrazo. Él no pudo evitar reírse, sonriendo en su pelo perfumado de fresa.

-Hola, Gin-.

Cuando ella se retiró, mantuvo las manos sobre sus hombros, estudiándolo cuidadosamente. -Tienes mejor aspecto del que pensaba. ¿Estás bien?- Harry no sabía hasta qué punto la pregunta era para aparentar, y se encogió de hombros.

-Considerando todo, no está mal-. Eso pareció ser suficiente para la pelirroja, y asintió con decisión.

La puerta se abrió de nuevo y Snape entró con su habitual sonrisa de desprecio. Harry no reaccionó al verlo, aunque vio el más leve parpadeo de aprobación en los ojos oscuros del hombre al ver al Gryffindor. -Veo que vamos a ser bendecidos con la presencia de Potter una vez más-, dijo. Sirius gruñó, sólo para recibir un golpe en el hombro con la cuchara de madera de la señora Weasley.

-Severus, Dios, ¿ya es la hora? Chicos, vamos, será mejor que se suban... sí, Fred, George, por última vez eso significa que ustedes también. No me importa que sean mayores de edad, aún estan en el colegio y se mantendran al margen de todo esto-. Con un plato lleno de sándwiches flotando detrás de ella, la señora Weasley le hizo una seña a Harry para que se acercara. -Pensé en ponerte con Ron, querido; te mostraré el camino-.

-Harry va a ocupar mi antigua habitación, Molly-, dijo Sirius, adelantándose y poniendo una mano en el hombro de Harry. -Yo lo subiré-.

-Tonterías; los chicos comparten todo el tiempo cuando están en la Madriguera, no hay problema-.

-Harry es mi ahijado y esta es mi casa-, le recordó Sirius con firmeza. -Ha tenido un verano difícil, y si quiere la privacidad de su propio dormitorio, puede tenerla-.

La señora Weasley se volvió hacia Harry, como si esperara que discutiera e insistiera en que quería compartirla con Ron. Harry no tenía intención de hacerlo, y le dedicó una sonrisa a su padrino. -Gracias, Sirius-.

-No hay problema, chico-. Sirius sonrió, extendiendo la mano para robar uno de los sándwiches. -Vamos, te mostraré el lugar. Quédate tranquilo en el salón principal, ahora; el retrato de mi madre está durmiendo. Es un poco bruja, no querrás despertarla-.

Eso explicaba los susurros de antes. Antes de que la señora Weasley pudiera protestar, Sirius había cogido el plato de comida y se dirigía a la puerta, con tres pelirrojos y Harry a su paso. Subieron de puntillas dos tramos de escaleras, bordeados por una grotesca colección de cabezas de elfos domésticos cortadas, y se dirigieron a una puerta con una placa de plata deslustrada. Sirius Orion Black. Sirius abrió la puerta con el codo.

Era tan oscura y austera como el resto de la casa, aunque evidentemente el adolescente Sirius había hecho todo lo posible por iluminarla: un estandarte de Gryffindor ocupaba la mitad de una pared, junto con una colección de pósters muggles de mujeres con poca ropa posando con motos. Sirius se sonrojó tímidamente. -Fui un poco entusiasta con el encantamiento pegajoso cuando era joven. Quería hacer enfadar a mamá. Ya se me ocurrirá cómo bajarlos, no te preocupes-.

Harry resopló. -Está bien. No es que hagan nada por mí-. Al menos eran carteles muggles y no le saludarían ni le guiñarían el ojo como las chicas que había visto en algunas revistas guarras de sus compañeros de dormitorio. -Esta era tu habitación, ¿eh?-.

-La prisión de mi infancia-, aceptó Sirius con ironía. -Hasta que abandoné el barco y me mudé a casa de los Potter. Siéntanse libres de fisgonear, sólo Merlín sabe lo que hay aquí, no he pasado por ahí desde que me fui-.

Los tres Weasley se quedaron colgados incómodamente en la puerta, y Harry les hizo un gesto para que entraran. -No me importa-, aseguró. -Quería hablar con ustedes de todos modos-.

-Será mejor que baje a la reunión-, dijo Sirius, poniendo los ojos en blanco. Dejó los sándwiches sobre la cama, y luego buscó en el bolsillo de su chaqueta. -Por cierto, Moony me ha dado esto-. Era el baúl de Harry, que redimensionó y puso al final de la cama. -Creo que Tonks aún tiene la jaula de Hedwig-.

-Genial, gracias-. Harry le dio un último abrazo a Sirius, y luego lo dejó salir. En cuanto la puerta se cerró tras él, George levantó su varita, poniendo una protección de privacidad.

-Por si acaso Ronniekins viene a husmear cuando se dé cuenta de que estás aquí-, declaró. Se posó en el borde de la cama, levantando una ceja hacia una de las mujeres muggles de los carteles antes de apoyarse en la pared. -¿Cómo estás, chico?-.

Harry no pudo evitar el bufido que se le escapó. Quitándose los zapatos, se acomodó en la cama, dejando espacio suficiente para Ginny y Fred también. Cogió un sándwich, con el estómago rugiendo. -Me iba bien hasta que un dementor mató a mi primo-, dijo con rotundidad. Las tres pelirrojos hicieron una mueca.

-Lo siento mucho, Harry. Es horrible lo que ha pasado. Aunque tu primo fuera un imbécil-. Ginny le apretó la mano con simpatía. -¿Pero has estado bien aparte de todo eso?-.

-Sí, mayormente. Todavía... todavía tengo alguna que otra pesadilla, sobre el cementerio-, admitió. -Pero Remus se ha portado muy bien ayudándome a superar cosas. Y me he mantenido ocupado. Sin embargo, yo no soy el interesante; ¿qué ha pasado aquí?-.

Aunque había estado intercambiando cartas con los gemelos y Ginny a través de Remus durante todo el verano, todavía había toneladas de cosas de las que no habían hablado. Harry sabía lo básico, por supuesto; la Orden tenía reuniones aquí, y mientras tanto los chicos limpiaban la casa. Pero sabía que los gemelos habían descubierto una forma de escuchar a escondidas, y quería saber cuánto sabían.

Le impresionó la explicación de las Orejas Extensibles, aunque ocultó su sonrisa cuando Ginny se quejó de que Snape estaba tras ellos y había empezado a bardear la puerta.

-No sabemos mucho sobre lo que están haciendo-, admitió George. -Pero Quien Tú Sabes ha estado tranquilo todo el verano. Sin incursiones, sin muertes misteriosas, nada. Creemos que está aprovechando que Fudge se niega a creer que ha vuelto, reuniendo sus fuerzas en secreto mientras nadie lo busca realmente-.

Harry tarareó de acuerdo; eso encajaba con lo poco que le había contado Snape, y lo que había visto a través de su cicatriz.

-¿Tú... has estado recibiendo el Profeta, dondequiera que estuvieras?- preguntó Ginny con cautela. Harry dio un respingo; comprendía su inquietud.

-Por desgracia, sí-. Incluso sin Rita Skeeter en la nómina, el Profeta estaba haciendo un buen trabajo al sacar historias ridículas que pintaban a Harry como un lunático y a Dumbledore igual. Harry no podía decir que estuviera sorprendido, y no odiaba del todo la forma en que estaban desacreditando al director. Sin embargo, no tenía ganas de volver al colegio.

Los gemelos intercambiaron muecas idénticas. -Sí, todo es un poco confuso-, murmuró Fred.

-¿Has visto mucho a Dumbledore?- preguntó Harry. Mientras trabajaba en sus planes para el próximo año, había jugado con la preocupación de que algunos de sus amigos pudieran estar bajo encantos de Compulsión similares a los que él tuvo una vez. Tal vez ésa era la razón por la que Ron y Hermione estaban informando al director sobre él.

Podía esperar.

-Ha estado entrando y saliendo de las reuniones de la Orden. Se quedó a cenar una o dos veces-, dijo George. -Sin embargo, no lo he visto hablar mucho con Ron o Hermione, excepto cuando les dijo que no te contaran nada delicado por carta-.

-¿Qué cartas?- comentó Harry, poniendo los ojos en blanco. -Apuesto a que no le importaba nada que no saliera de casa, que lo supieran-.

Aquí, Ginny se mordió el labio. -Papá sacó el tema varias veces. Al principio formaba parte de tu guardia. Dumbledore lo reasignó cuando papá empezó a hablar de enviar una nota a través de tu ventana para comprobar que estabas bien-.

-Me preguntaba si a alguien le preocupaba remotamente que no pareciera salir nunca de mi habitación-, dijo Harry con sorna.

-A todos les dijeron que te dejaran llorar-, confirmó Fred. -Intentamos explicar que nos habías dicho que tus parientes no te dejaban tener correo, y cómo eran y todo eso. Dumbledore no quiso, convenció a todos de que él sabría si te hacían algún daño y que debían dejarte en paz. Dijo que podría molestarte más tener contacto con el mundo mágico antes de que terminaras de llorar tu pérdida de inocencia-. Hizo una mueca, y Harry hizo lo mismo. ¡Qué montón de tonterías!.

-Me alegro mucho de que todo haya sido una treta, o realmente me habría jodido este verano-, reflexionó. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal al imaginárselo; ser arrojado a los Dursley solo y sin ayuda, después de ver morir a un amigo y resucitar a Voldemort delante de sus narices. Aquel agujero en el pecho, dejado para que supurara todo el verano... habría estado en un lugar oscuro, muy oscuro.

Ginny chocó su hombro contra el de él con simpatía. -Ron y Hermione han estado en su propio mundo todo el verano. No están juntos- añadió rápidamente ante su mirada de sorpresa, -pero no pasan mucho tiempo con nosotros, excepto cuando mamá nos hace limpiar todos juntos. Hermione intenta hablar conmigo a veces, cuando Ron la hace enojar, pero... todo lo que quiere es hablar de ti, y de todas las cosas que tendríamos que hacer para ayudarte una vez que llegaras-.

-Controlarme, querrás decir-, dijo, haciendo una mueca. -Merlín... no estoy deseando que eso ocurra durante el próximo mes-.

-¿Vas a seguir fingiendo que son amigos?- preguntó George. -¿O ese barco ha zarpado?-.

-Creo que a estas alturas, Dumbledore es bastante consciente de que sigo desprendiéndome de sus Compulsiones-, dijo Harry. -No me importa que lo piense mientras no sospeche de los bloqueos-. Había pasado mucho tiempo pensando en cómo iba a afrontar el próximo curso escolar; el momento de esconderse por completo había pasado. Que Dumbledore pensara que sólo estaba pasando por una fase de rebeldía; que el hombre tratara de meterlo en cintura. Que Harry pusiera un obstáculo en sus planes podría dejarlo en la cuerda floja, y permitir que Susan y sus maquinaciones comenzaran a derrumbar su pedestal.

-¿Así que estamos bien para hacerle una broma a Ron este año?- Los ojos marrones de Fred brillaban con picardía. Harry sonrió.

-Adelante-.

-Malvado-, murmuraron los gemelos al unísono. Harry casi sintió pena por Ron. Casi.

-¿Qué más ha pasado, entonces? Pensé que Bill estaría aquí. ¿Y Percy?- Pensó que Charlie era el único que seguía fuera del país.

Los hermanos compartieron una mirada cargada. -Bill tiene un piso que le puso Gringotts, sólo viene a veces. Percy...- Ginny se interrumpió. Los gemelos fruncieron el ceño.

-Ya no hablamos de ese imbécil-, declaró George. Harry enarcó una ceja. Eso sonaba a cuento.

-Está prácticamente pegado a la cadera de Fudge-, explicó Fred. -Se pone del lado de él en todo, cree que Dumbledore está rajado y que tú eres un mocoso que busca atención. Tuvo una pelea tremenda con mamá y papá antes de que nos mudáramos aquí; les dijo algunas cosas malas a los dos, pero a papá especialmente. Salió furioso, no lo hemos visto desde entonces. Mamá llora cada vez que piensa en él-.

Harry dejó escapar un silbido bajo. -Vaya-. Nunca hubiera esperado eso de Percy. Apoyar al Ministro, sí -(siempre había dado mucha importancia a las normas y al orden y a las estructuras de autoridad)-. Pero ir en contra de su familia... eso era sorprendente.

-Bien. Nada de hablar de Percy, entendido-. Canturreó pensativo, preguntándose si había algo más de lo que ponerse al día. Era fácil con esos tres; había estado hablando con ellos todo el verano, no había mucho hueco que rellenar. Y definitivamente no quería hablar de Dudley ni de dementores ni nada de eso todavía.

Cogió otro sándwich y sonrió. -Así que, dime ¿con qué intensidad debo hacer la rabieta delante de los demás?-.

¿Dumbledore quería un adolescente destrozado y afligido, aislado de sus amigos y seres queridos?.

Harry le daría eso y más.

Estuvieron en la habitación de Harry durante unas horas antes de que Sirius llamara a la puerta, avisándoles de que la reunión había terminado y que la cena estaría lista en breve. -Te ofrecería el tour, pero francamente, cuanto menos veas de este horrible lugar, mejor-, comentó el animago a Harry mientras bajaban las escaleras. Los gemelos se habían alejado por aparición para ir a comprobar una poción que estaban preparando, mientras que Ginny había desaparecido para molestar a Tonks para que se quedara a cenar.

-Es un poco... lúgubre-, convino Harry, mirando el papel pintado descascarillado y los paneles de madera oscura. -¿Era mejor cuando tú eras un niño?- No podía imaginarse creciendo en un lugar así.

-Un poco más limpio-, dijo Sirius. -Pero la decoración no ha cambiado. Te juro que si me quedo aquí mucho tiempo, voy a destripar el lugar y remodelarlo. Podría ser un proyecto divertido una vez que todos estén de vuelta en la escuela-.

-Si la casa te lo permite-, bromeó Harry. La magia oscura impregnada en las paredes era prácticamente tangible; tenía la sensación de que se resistiría a cualquier reforma. Sirius sonrió, enseñando los dientes.

-¡Esa es la mitad de la diversión, cachorro! Silencio, ahora-. Se pasó un dedo por los labios y entró con cautela en el salón principal, señalando una pesada cortina de terciopelo que cubría casi toda una pared. Harry supuso que en realidad no era una ventana.

-¿Tu madre?-, susurró. Sirius asintió.

-Ella será lo primero en desaparecer, en cuanto sepa cómo hacerlo. Derribaré la maldita pared si es necesario-.

La cocina seguía siendo el centro de la actividad, aunque la mayoría de los miembros de la Orden se habían marchado. Era una pena; Harry tenía curiosidad por conocerlos. Se dio cuenta de que Snape también se había ido.

-¡Harry!- Ron lo miró con ojos de sorpresa desde el otro lado de la mesa. -¿Cuándo has llegado? ¿Dónde has estado?-.

-En mi habitación. Llegué un poco después de las dos-.

-¿Tu habitación? La compartes conmigo, amigo. Lo dijo mamá-.

-Sí, resulta que Sirius despejó su antigua habitación para mí, así que estaré ahí-.

-Me alegro de verte, Harry. Tienes buen aspecto-. La voz de Hermione era cautelosa claramente sabía que no debía esperar una cálida bienvenida. Harry apretó la mandíbula.

-Hermione-. Señaló con la cabeza en su dirección.

La Sra. Weasley parecía perpleja por la interacción tan rebuscada, pero no se inmutó. -Siéntense, siéntense, la cena estará lista en un momento. ¿Quieres beber algo, Harry, querido?-.

Cuando le ofreció un vaso de zumo de calabaza, lo puso delante del asiento junto a Hermione. Harry lo movió para reclamar el espacio libre entre Ginny y Sirius. Ginny le apretó la rodilla por debajo de la mesa.

-¿Ya has conocido a Tonks, Harry?- preguntó, señalando a la auror de pelo rosa que estaba a su otro lado. -¡Es genial!-.

-Brevemente. Hola-. Harry saludó, haciendo que Tonks sonriera.

-Hola. ¿Por fin has recuperado tus piernas terrestres?-, se burló ella.

-Casi, sí. Eres un auror, ¿verdad? Te recuerdo del asunto de Rita Skeeter-.

-Ahh, ese fue un buen día-, suspiró Tonks, con una mirada de satisfacción en su rostro. -¡Sí, ese era yo! Kingsley Shacklebolt, el otro auror de allí, creo que lo conociste la otra noche también está en la Orden-. Señaló más abajo en la mesa, donde el auror calvo estaba sentado hablando con el señor Weasley. Él levantó la vista al oír su nombre, sonriendo.

-Es un placer conocerle adecuadamente, señor Potter. Siento mucho las circunstancias anteriores-. Él también lo parecía. Harry se limitó a asentir con un poco de rigidez.

-Tonks también es mi prima-, interrumpió Sirius, apoyando un brazo en el respaldo de la silla de Harry. -No sé si lo he mencionado. La madre de su madre era la hermana de mi padre-.

-Sin embargo, mamá fue repudiada cuando se casó con papá-, le informó Tonks alegremente. -Así que técnicamente ya no somos parte de la familia Black-.

-Considerense afortunados-, dijo Sirius, poniendo los ojos en blanco. -No es precisamente un gran club del que formar parte-.

-¡Tonks es una metamorfomaga!- se entusiasmó Ginny, antes de que la conversación pudiera agriarse por hablar de los parientes de Sirius. Las cejas de Harry se dispararon.

-Se supone que eso es muy raro, ¿no?-. Había leído sobre ese rasgo en el grimorio de la familia Black. Tonks sonrió, y su nariz se volvió larga y estrecha como la de los viejos dibujos animados de Disney de Pinocho.

-¡Cada generación es más rara!-, confirmó ella. -Soy la única en Gran Bretaña, por lo que sabemos. Pero hay unos cuantos en Europa y en Estados Unidos. Fue muy útil para la parte de disfraces de mi formación como auror-.

-También acepta peticiones. Enséñale el pato-. Ginny rebotó con entusiasmo en su asiento, y se rió cuando la nariz y la boca de Tonks se convirtieron en un brillante pico de pato amarillo. -Merlín, eso nunca pasa de moda-.

Cuando su cara volvió a la normalidad, Tonks le lanzó un guiño a Harry. -¿Qué te parece?-.

-Muy guay-, confirmó, sonriendo.

La conversación fue interrumpida por la declaración de la señora Weasley de que la comida estaba lista, y comenzó el caos; los platos flotaban por todas partes mientras la gente invocaba lo que quería, ocasionalmente ambos invocaban lo mismo a la vez y provocaban un pequeño derrame. Harry estaba aprendiendo de primera mano lo que Sirius había querido decir sobre la torpeza de su prima: al servirse, Tonks casi había tirado la paleta de ternera por la mesa, había provocado una avalancha de puré de patatas y, de alguna manera, había metido guisantes en el pelo de Remus.

-¡Lo siento mucho, Remus!-, exclamó ella, con las mejillas rosadas. El hombre lobo sonrió, apartando las verduras de su pelo y desvaneciéndolas.

-No te preocupes; he tenido cosas peores por peleas de comida en mi época escolar-.

-Eso no era una invitación, chicos-, reprendió la señora Weasley cuando los gemelos se encendieron. George hizo un mohín, haciendo que Harry se riera.

-¿Toda esta gente vive aquí, entonces?-, preguntó, en voz baja, preguntándose cómo iba a conseguir paz y tranquilidad. Los Weasley de por sí eran un grupo numeroso, pero había al menos otras cinco personas más.

-No, sólo están aquí por la comida gratis-, aseguró Sirius. -Sólo estamos tú, yo y los Weasley aquí permanentemente. Hasta que se vayan todos al colegio, claro-. Una sombra apareció en sus ojos, una que Harry odiaba ver. Apretó la rodilla contra la de su padrino.

-A veces desearía no tener que hacerlo-.

-No seas tonto, Harry-. Al otro lado de la mesa, Hermione frunció los labios hacia él. -Te encanta Hogwarts. Y tienes que volver; este año tenemos los exámenes finales-. Hizo una pausa, sonriendo. -No te preocupes, ya he empezado a trabajar en tu horario de revisión. Y la mayoría de las veces estamos limpiando por aquí, así que tendrás tiempo para hacer tus deberes de verano-.

-Ya he hecho mis deberes de verano, Hermione-, le dijo Harry, resistiendo el impulso de poner los ojos en blanco.

-¿Otra vez? Harry, realmente me gustaría que me dejaras revisarlos esta vez-.

-He estado encerrado en mi habitación durante un mes sin nada que hacer y sin contacto con el mundo exterior-, mordió Harry. -Los deberes eran lo único que tenía, creo que es lo máximo que se puede hacer-.

Eso pareció desanimar un poco a Hermione.

-Sabes que te habríamos escrito si hubiéramos podido, Harry-, insistió, agachándose cuando un plato de panecillos casi la decapita. -Pero aunque hubiéramos podido, el profesor Dumbledore nos dijo que no pusiéramos información sensible en una carta-.

-¡Había otras formas de ponerse en contacto conmigo! Diablos, la última vez que no pude escribir a nadie, ¡Ron y los gemelos aparecieron en mi ventana! ¿Qué pasa? ¿No podías encontrar el camino sin un coche volador?-, replicó.

-La Orden te estaba vigilando. Dijeron que estabas bien-. Ron parecía despreocupado, demasiado ocupado en rellenar su cara

Harry se calmó. -¿Qué quieres decir con que la Orden me estaba vigilando?-. Quería saber exactamente qué constituía "vigilar". Sobre todo después de lo que le había pasado a Dudley.

-Dumbledore te asignó guardias, por supuesto-, le informó la señora Weasley, trayendo más salsa a la mesa. -Después de aquel horrible asunto del torneo, seguro que no esperabas que te dejara solo todo el verano; ¡podría haberte pasado cualquier cosa!-.

-¿Y ninguno de estos guardias parecía preocupado porque no saliera de la casa?- Por el rabillo del ojo, vio a Sirius hacer una mueca de dolor ante su tono gélido.

-Bueno-, titubeó la señora Weasley. -Después de lo que pasó con el pobre chico Diggory... más bien sospechamos que sólo necesitabas tiempo para procesar-.

-Estábamos allí para mantenerte a salvo-, dijo Tonks vacilante. -No queríamos entrometernos-.

-Mantenerme a salvo, claro. Y apuesto a que todos ustedes pensaron que estaba encerrado en mi habitación para mantenerme a salvo, también. Dos descansos para ir al baño al día, comidas a través de la gatera. Una lista de tareas del doble de mi altura para mantenerme a salvo-. Se reprendió mentalmente; no había querido decir tanto. A su lado, Sirius se puso rígido.

Hubo un incómodo silencio. -Estoy seguro de que tus tíos sólo querían darte espacio, querido. Es difícil saber cómo ayudar a alguien en su duelo-. La señora Weasley finalmente tomó asiento junto a su marido.

-Lo último que quieren es darme espacio; podría hacer algo antinatural-, dijo Harry. -En serio ¿tenía gente vigilándome las veinticuatro horas del día y a ninguno de ustedes le pareció extraño que ni siquiera saliera al jardín?-.

Había varias caras incómodas en la mesa de la cena. Harry no sintió pena por ellos: de no ser por la intervención de Sirius, Remus y Snape, el verano que pretendía haber tenido habría sido una posibilidad muy real; peor, incluso. No habría podido utilizar los encantos silenciadores en Privet Drive si Vernon se hubiera despertado por sus pesadillas, Harry se habría quedado con el culo al aire.

-Genial. Es bueno saber que a la gente sólo le importa lo que me pasa cuando implica a Voldemort-. Varias personas se estremecieron al oír el nombre. -¿Las supuestas protecciones de Dumbledore les habrían dicho si yo hubiera muerto? ¿Si necesitara ayuda?-.

-No habríamos dejado entrar a ningún mortífago en la casa, Potter-, espetó Moody, con su ojo azul eléctrico zumbando alrededor de su cuenca.

La risa que soltó Harry fue fría. -Sí, porque los mortífagos son lo único que podría causarme daño en esa casa-.

-Harry, de verdad, ahora...-

Ignoró a la señora Weasley, con los ojos verdes brillando con rabia. -Para el caso, ¿dónde diablos estaba mi guardia cuando un dementor estaba chupando el alma de mi primo a la vuelta de la esquina?-.

Hubo varias personas que no quisieron encontrar su mirada, entonces. Kingsley Shacklebolt era una de ellas. -Me temo que fue un error por nuestra parte. Era el turno de Mundungus para vigilarte, y él... se olvidó de informar a su relevo que se iría temprano a una reunión-.

-¿Qué Mundungus?- La mirada de Harry buscó en el grupo, aunque conocía a todos los de la mesa. Quienquiera que fuera Mundungus, no se había quedado más allá de la reunión de la Orden. Probablemente sabía que Harry querría matarlo.

-Mundungus Fletcher-, dijo Moody. -Ladrón y sinvergüenza, pero un buen par de ojos y oídos para tener cuando se buscan tipos desagradables. El idiota se fue a ver a un tipo sobre calderos falsos-.

-Mientras tanto, mi primo estaba muriendo-, rugió Harry. -Más vale que Mundungus Fletcher espere que no me encuentre con él pronto, o el único lugar donde encontrará calderos será en su trasero-.

-¡Harry!- La señora Weasley parecía escandalizada. -¡La lengua!-.

-Ni siquiera te gustaba tu primo, ¿qué te importa?- Se quejó Ron. $Era un imbécil bravucón-.

-Y por eso, merecía morir, ¿no?- replicó Harry. -No debería sentirme mal porque le haya chupado el alma un monstruo que me buscaba, sólo porque mi primo era un matón, ¿es eso?-.

-No lo hizo con esa intención, Harry-. Hermione, siempre dispuesta a saltar en defensa de Ron. -Entiendo que estés molesto, todos lo estamos. Es terrible lo que le pasó a tu primo. Pero Mundungus no tenía ninguna intención de hacer daño, se siente muy mal por ello, ¡de verdad!-.

-¡Oh, está bien entonces!- cacareó Harry, poniéndose de pie y golpeando las manos sobre la mesa. -Todo está bien porque Mundungus no quiso hacer ningún daño. Iré a avisar a mis tíos, ¿de acuerdo? Estoy seguro de que estarán encantados de oírlo-.

-Kingsley dijo que ni siquiera les contaste sobre los dementores. No saben nada al respecto-, señaló Ron.

-¡Sí, porque me matarían si supieran que tengo algo que ver con eso!- gritó Harry. La cicatriz empezó a dolerle, la ira se le enroscaba en las tripas como una serpiente hecha de fuego. -La cantidad de heridas que he tenido sólo por existir cerca de ellos, ¿crees que sobreviviría diciéndoles que la magia mató a su precioso niño? Peor aún, ¿que la magia que pretendía matarme lo hizo? Le harían un maldito favor a Voldemort-.

Por el rabillo del ojo, Harry vio que los ojos de Remus brillaban con un color dorado, y supo con una repentina sensación de malestar que había dicho demasiado. Su rabieta, más que nada para aparentar, se había acercado demasiado a la verdad, en su desesperación por hacer que esa gente sintiera algún tipo de culpa por lo que habían hecho durante todo el verano.

Y quizás, en el fondo, quería que supieran la verdad. Quería que fueran conscientes de lo que soportaba cada vez que salía de Hogwarts, de lo que había sobrevivido durante años antes de conocer la magia.

Pero no quería estar allí para ver cómo reaccionaban ante ello.

-Me voy a la cama-, murmuró, con las patas de la silla chirriando contra la baldosa. Justo cuando abrió la puerta, varias personas gritaron su nombre, y la cortina de terciopelo que cubría el retrato de la señora Black se abrió de par en par, revelando un gran cuadro de una mujer mayor con ojos venenosos.

-¡Escoria! Traidores de la sangre e inmundicia, en mi casa!-, gritó, comenzando una impresionante diatriba. Harry la ignoró, subiendo furioso las escaleras hacia su dormitorio. Merlín, se alegraba de que Sirius no le hubiera hecho compartir con Ron.

Al cerrar la puerta de un portazo sólo se amortiguaron ligeramente los gritos del retrato, y pasaron varios minutos antes de que las cosas volvieran a quedar en silencio. Harry se sentó en su cama con las rodillas recogidas hasta el pecho, con las manos apretadas contra la cara. Le dolía la cicatriz y la rabia aún estaba en carne viva dentro de él. Cuando respiró profundamente varias veces, pudo sentir la mancha aceitosa del horrocrux dentro de él mezclado en todo: Voldemort también estaba enfadado, y estaba alimentando la rabia de Harry. Eso explicaba muchas cosas.

Pero no todo era Voldemort. La mayor parte era de Harry. No podía evitarlo: había gente que se suponía que se preocupaba por él, que pensaba en él como si fuera de la familia, y estaban demasiado contentos de dejarlo a su suerte en casa de los Dursley sin pensárselo dos veces. Felices de devolverlo a su caja y olvidarse de él hasta que llegara el momento de volver a ser el chico de oro de Gryffindor, Harry Potter.

Al contener las lágrimas y tratar de evitar que el agujero en su pecho se abriera de nuevo, casi no vio el suave golpe en la puerta. -Sólo somos nosotros, cachorro-.

La puerta se abrió, Sirius y Remus miraron con tristeza a través del hueco. -¿Podemos entrar?- Preguntó Remus en voz baja.

Harry hizo un ruido que no era ni de aceptación ni de negación, pero los dos hombres lo tomaron como un permiso, cerrando y protegieron la puerta tras ellos. Sirius se encaramó al borde del escritorio. -Eso fue bastante, cachorro. Ni siquiera James era tan bueno cuando se ponía en marcha-. El intento de frivolidad de Sirius cayó en saco roto, y se pasó una mano por el pelo en señal de frustración.

-Harry-, comenzó Remus, acercándose cautelosamente a la cama. Cuando Harry no le gritó, continuó, sentándose en el colchón a un par de metros de la forma acurrucada de Harry. -Lo sé... cuando te sacamos de la casa de tus tíos después de tu tercer año, en realidad nunca... no abordamos la situación. Sólo nos alegramos de tenerte, y nos encantó ver que por fin salías de tu caparazón-. Extendió la mano, colocando una suave mano en uno de los pies calcetados de Harry. -Tal vez ese fue nuestro error. Tal vez deberíamos haberte hecho hablar de las cosas en ese momento. Ahora es demasiado tarde. Dejamos que Severus siguiera dándote pociones y que pasaras de largo-.

-¿Sabías lo de las pociones?- soltó Harry. Sirius esbozó una sonrisa irónica.

-¿Crees que Ceri no me diría que se estaban dejando pociones curativas y nutritivas en la habitación de mi ahijado? Diablos, ¿crees que el viejo Snape podría guardar un secreto como ese a su amor de Luna?-.

Las mejillas de Remus se pusieron rosadas, pero no titubeó. -Severus dijo que dependía de ti el tratar las cosas como prefirieras, y que debíamos darte el espacio para hacerlo. Teniendo en cuenta su... experiencia en la materia, seguí su consejo. Pero Harry, si necesitas hablar de ello, de cualquier cosa. Estamos aquí para escuchar-.

-Ya lo he superado, de verdad-, insistió Harry. -En gran parte-. Nunca lo superaría de verdad. Siempre sería el niño del armario bajo las escaleras, al menos en el fondo. Pero, a pesar de ello, estaba creciendo. -Mucho de lo que he dicho lo he dicho para que surta efecto ahí abajo. Pero eso no lo convierte en una mentira, o en una exageración. Vernon realmente habría tratado de matarme si supiera la verdad sobre Dudley. Y... la forma en que describí el verano, la comida a través de la gatera y dos descansos para ir al baño al día y las tareas así eran las cosas, antes. Después del incidente con los barrotes de mi ventana-. Les había contado eso, recordó. Eso debería haberles dado una idea suficiente ya entonces.

-¿Y las cicatrices?- Preguntó Sirius en voz baja, moviéndose desde el escritorio hasta la cama junto a Remus.

-Hace tiempo que están curadas, y estoy bien-, insistió Harry, cerrando los ojos con fuerza. -Tú... Moony, dijiste que nunca tendría que volver allí. Todo lo demás no importa-.

-Y lo dije en serio-, prometió Remus. -Pase lo que pase, nunca tendrás que volver a poner los ojos en esa horrible gente, nos aseguraremos de ello. Pero... si alguna vez quieres hablar de lo que te hicieron. O si quieres deshacerte de algunas viejas heridas. Aunque no puedas hablar con nosotros... sé de muy buena tinta que Severus es un excelente oyente, y aún mejor con Crema Reductora de Cicatrices- añadió con una media sonrisa. -Cualquiera de nosotros tres hará lo que pueda-.

-Tampoco somos precisamente el ejemplo de las familias felices-, señaló Sirius con aspereza. -Los padres de Moony lo trataron como un monstruo, los míos trataron de convertirme en un monstruo, y no conozco los detalles de los de Snape, pero tienen que haber sido malos para convertirlo en un miserable tan joven... ¡Ay, Moony!- El hombre lobo no se arrepintió mientras Sirius se frotaba donde acababa de ser golpeado en el hombro. -Lo que quiero decir es que no somos tan rosados como los Weasley. Podemos soportarlo, si quieres decírnoslo-.

Harry apreció el pensamiento, de verdad. Pero saber que ellos habían tenido una infancia de mierda no le hacía tener más ganas de contar la suya.

-Lo sé, Pads-, dijo finalmente. -Es que... necesito dormir un poco, creo-.

-Ha sido un día muy largo-, convino Remus. Se inclinó, presionando un beso en la frente de Harry, frunciendo el ceño cuando vio la cicatriz inflamada. -¿Te vuelve a molestar?-.

-La verdad es que no-, se encogió Harry. -Meditaré antes de ir a la cama, tengo mi piedra de protección-. No evitaría que lo arrastraran a un sueño si Voldemort se empeñaba, pero tal vez sería uno de los más agradables: ese misterioso pasillo interminable en lugar de Voldemort torturando a sus sirvientes.

-Si necesitas Sueño sin Sueño, llama a Ceri. Severus tiene algunos en el botiquín de su casa-.

-Gracias, Moony-. Harry logró una sonrisa que en su mayor parte era genuina, aunque un poco forzada. El hombre lobo alisó el desordenado cabello de Harry.

-Te veré por la mañana, cachorro. Que duermas bien-.

Se fue, y Harry miró expectante a Sirius; su padrino parecía tener algo que decir.

-Nunca me perdonaré haber ido tras esa rata bastarda en lugar de asegurarme de que estabas bien-, dijo finalmente, con la voz temblorosa. A Harry se le apretó el corazón.

-¡Sirius, no, no es tu culpa!-.

-¡Si te hubiera protegido como se suponía, nunca habrías ido con ellos!- argumentó Sirius. Había lágrimas en sus ojos grises, su cara estaba pálida. -Pero no puedo deshacer lo que hice. Lo único que puedo hacer es prometer que seré mejor en el futuro. Siempre serás mi primera prioridad, cachorro, pase lo que pase. Te lo juro. Seré un mejor padrino para ti-.

-Eres el mejor padrino-, le aseguró Harry, acercándose para darle un abrazo. -Aceptémoslo, Dumbledore probablemente habría encontrado una forma de sacarte de la ecuación de alguna manera. Necesitaba que creciera pensando que no valía nada-. Sirius se estremeció ante eso. -Al final todo se resolvió, y ahora estás aquí. Por favor, pongamos punto final a esa parte de mi vida, ¿sí? Ya no importa-.

Sirius suspiró, inclinando la cabeza para apoyarse en la de Harry. -Si tú lo dices, chico. Pero si alguna vez quieres hablar. O... no se lo digas a Moony, pero si alguna vez quieres que paguen por lo que te hicieron... Ya he cumplido doce años en Azkaban. He pensado que tengo margen para hacer algunas cosas para que merezca la pena-. Había una oscuridad en su mirada tormentosa, no como la de Voldemort y los suyos, torturando por diversión; más bien como la oscuridad de Narcissa Malfoy cuando alguien amenazaba a su hijo. Un recordatorio de que Sirius fue criado como un mago oscuro, y sabía todas las cosas que un mago oscuro sabía. Y no estaba por encima de usarlas.

-No valen la pena, Siri-, insistió Harry. -Lo que le pasó a Dudley es suficiente-. Ya había hecho suficiente daño a esa familia con su existencia. Estaba demasiado cansado para querer venganza. Sólo quería que todo terminara.

-Supongo. Pero la oferta sigue en pie-. Sirius le guiñó un ojo, besando la frente de Harry y poniéndose en pie. -Te dejaré para que te acomodes. Estoy en la habitación del fondo del pasillo por si me necesitas para algo. Molly y Arthur están arriba, y los niños están todos en el piso de abajo; no deberías molestar aquí-.

-Gracias, Pads. Te veré por la mañana, ¿sí?-.

-Te quiero, chico-.

-Yo también te quiero-. Una vez que Sirius se hubo marchado, la puerta se cerró silenciosamente al salir, Harry se desplomó contra la cabecera de la cama con un largo y prolongado suspiro.

Había sido una semana muy larga. Pero tenía la sensación de que no iba a ser nada comparada con las semanas que le quedaban para volver a Hogwarts.

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