Smile For Me [Suna Rintaro]

By hh0neyss

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Ella siempre pedía sonrisas Él nunca las dabas Ella tenía un mundo oculto detrás Y él estaba dispuesto a cono... More

[Smile]
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[Epílogo]

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By hh0neyss

*Advertencia: capitulo con contenido violento, leer bajo su propia consciencia.

La madre de Suna tuvo que irse de emergencia por un paciente, prestándole a Kota un buzo y una camiseta de Suna para dormir, obligándola a usarlo, después de eso ambos adolescentes quedaron solos de nuevo, ninguno de los dos sabía bien que decir, el beso que se habían dado no era para nada como el que se dieron ese día en la pista, ese estuvo lleno de cariño pero deseo y ninguno sabía cómo reaccionar a lo último.

—Yo, tal vez tenga que ir a casa...

—¿Irás? —preguntó Suna, sentándose junto a ella en el suelo, ambos estaban en la habitación de Suna (con la puerta abierta a petición de la madre de Suna), sentados en el suelo con su espalda apoyada en la cama.

—¿Cómo?

—¿Irás a tu casa? ¿En ese estado? —le volvió a preguntar sabiendo que haría la chica, probablemente deambule por ahí, no quería dejarla sola en ese día, el día que murió su madre y donde le dieron una paliza, donde la vio tocar fondo. Temía que las cosas en la casa de Kota estuvieran tan mal que sufriera un daño mayor o simplemente se fuera a no sé dónde.

Kota soltó una risa nasal y jugó con sus dedos.

—Supongo.

—Quédate —soltó sin pensar y cuando recibió la mirada sorprendida de Kota sintió sus mejillas enrojecer —Digo, puedes quedarte hoy aquí, ya sabes, puedo dormir en el sillón o incluso en la cama de mamá y tú en mi cama, no creo que sea buena idea que vayas así... —se trató de explicar, regañándose por hacerlo sonar tan doble sentido.

Kota tomó su mano con delicadeza y le sonrió de lado.

—No tienes por qué hacerlo.

—Pero yo quiero —le aseguró, tomando seguridad de la nada.

Kota recostó su cabeza sobre el hombro de Suna y cerró los ojos, dejándose llevar. Podía aceptar un día más de felicidad, solo uno, un día donde pudiera estar con Suna. Ninguno dijo nada, quedándose en silencio, uno cómodo.

—Gracias.

El chico apoyó su cabeza sobre la de Kota y también cerró los ojos, disfrutando del momento. No le gustaba ser cursi pero ella hacía que todo saliera natural, tenerla así tenía su corazón bombeando muy fuerte pero por alguna razón era pacifico, tierno, dulce. Le gustaba estar así con ella. Le gustaba ella, encontraba que sus imperfecciones la hacían ella y sus cualidades una razón más para amarla.

—Gracias a ti.

Jamás pensó que estaría así.

Una idea tonta vino a su cabeza.

—Oye, Kota —recibió una monosílaba de su parte —Tú no puedes ver colores, entonces, ¿sabes de qué color tienes los ojos?

Kota abrió los ojos, obligándose a despertar. Recordó las palabras de su madre hace muchos años «Unos muy bonitos, cuando alguien te diga el color sin que preguntes entonces sabrás que esa persona es importante para ti...». Levantó el rostro para ver al castaño

—Los tienes dorados —le dijo mirándola con una calma que jamás le vio en el rostro —Y son muy bonitos.

«Entonces sabrás que esa persona es importante para ti».

Kota ya lo sabía pero... Suna era la primera persona que se lo decía y jamás se lo había preguntado, se quiso reír, su madre era muy sabia. Acercó sus rostros y le dio un beso casto en los labios, llevándose la sorpresa del chico.

—No necesito ver colores para saber que los tuyos también son bonitos, Aibō —Suna le sonrió y le revolvió el cabello, juguetón, sacándole risas a la chica.

Luego de eso volvieron a como estaban, Kota apoyándose en el hombro del chico y él apoyándose en la cabeza de ella.



Suna sintió como alguien se removía a su lado y abrió un ojo con el ceño fruncido, se había quedado dormidos de esa manera. Sin pensarlo mucho le dio un beso en la frente a Kota y la abrazó para darle calor. Cuando alzó la mirada se encontró con su madre y una sonrisa pícara en el marco de la puerta y con cuidado, alzó a Kota como siempre hacía y la acostó sobre su cama, tapándola con sus frazadas y ella se acomodó bien, sonriendo levemente.

Suna después de eso fue hasta el marco de la puerta y se cruzó de brazos para enfrentar a su madre.

—¿Cuándo llegaste? —le preguntó dando un bostezo.

—Hace poco.

—¿Cómo te fue?

Su madre le alzó el pulgar sacando la lengua.

—No tan bien como a ti, al parecer —se quiso burlar la mujer y Suna gruñó.

—Sí vas a empezar así entonces me iré a la cama, buenas noches —le dio un beso en la mejilla a su madre y se decidió irse a su cuarto y aprovechar de descansar.

—Estás enamorado, Rin —esas tres palabras lo detuvieron —No creas que no me doy cuenta, te gusta mucho esa chica. Te conozco y no trates de negarl...

—No lo iba hacer —la interrumpió —Sé que me gusta Kota, me gusta mucho como para negarlo y aunque traté de que eso no pasara, simplemente pasó... no sé cuándo, pero pasó —le dedicó una mirada a la chica que dormía tan tranquilamente en su cama —. Maldición, me gusta mucho y es vergonzoso hablar de esto contigo.

—No creas, hemos tenido conversaciones más incomodas —soltó su madre y ambos suspiraron al recordar esa tarde que se sentaron para hablar de sexo —. Rin... conozco un poco de la historia de Kota, no es linda.

—Lo sé.

—Quiero que seas sincero conmigo, ¿ella sufre violencia intrafamiliar? —Suna se tensó y apretó las manos en puños, su madre bajó la cabeza apenada —Rin, será difícil, esto es un tema serio.

—Ya lo sé —gruñó, sintiéndose enojado de repente —Maldición, ya sé que sí pero no sé qué hacer, Kota es una caja fuerte que suelta cosas por error y si no pusieras atención no sabrías. Ella miente tan bien y si no fuera tan analítico no me daría cuenta. No quiero que sufra pero mientras más me acerco siento que más daño sufre, la primera vez que hablamos unos tipos la habían golpeado al igual que hoy y solo de imaginarme que fueron igual de agresivos me dan nauseas —soltó, como si lo tuviera atragantado, a su madre y ella le acarició la espalda —Ella es buena persona, siempre protege a los demás, tuviste que verla cuando protegió a Megumi ese día en la escuela, cuando me ayudó a entrenar, cuando le compartió de su comida a Osamu porque notó que tenía hambre, como habla con Atsumu sobre videojuegos, esos dos se parecen tanto que a veces asusta, hasta sé que esconde un secreto de Suzume y no dice nada. Mamá, ella es buena y encuentro injusto que sufra tanto.

La mujer lo miró comprensiva.

—Las personas buenas tienden a sufrir más y terminan destruyéndose, lo he visto. Kota se querrá alejar de ustedes y tienen que demostrarle que no lo harán, tal vez tenga más problemas pero tiene a más gente de la que apoyarse, ¿no? Rin, te tiene a ti, a Atsumu, Osamu, hasta esas dos chicas, yo la apoyaré en todo lo que necesite. Hijo, ¿sabes la diferencia entre estar enamorado y gustar? —el castaño la miró —Gustar es simple atracción, pero enamorarse no solo viene del corazón, viene también de la mente, ver sus imperfecciones y no verlas perfectas, sino aceptar como lo que son y amarlas porque la hacen única. Rin, a ti no te gusta Kota y se te nota.

Los ojos verdes de Suna fueron a los de su madre y soltó un suspiró.

—No conseguirás que lo diga en voz alta —musitó y su madre se rió bajo.

—Igual a tu padre, pero no importa, en algún momento no te darás cuenta y lo dirás a los 4 vientos.

—Me tienes fe.

—Sip, porque eres mi hijo —lo abrazó —Ahora, ve a dormir que mañana tienes clases.

Suna asintió cabizbajo y se despidió de su madre para adentrarse a su cuarto, fue hasta la cama y se debatió si dormir ahí con ella, ¿podría? ¿Kota se enojaría? Tenso se acostó sobre las frazadas y cerró los ojos, pero los tuvo que abrir cuando sintió que alguien se acurrucaba a su lado.

La abrazó poniéndose de lado y dejó su brazo como almohada de la chica, su corazón latía con fuerza y la tranquilidad que sintió cuando estuvieron así fue mucho mejor que cuando se drogaba. Maldición, parece que su madre si tenía razón, toda ella era una descarga de dopamina que lo mantenían en el cielo constantemente.

—Te vas a congelar si duermes sobre las tapas —balbuceó Kota adormilada, no parecía del toda despierta y Suna se rió, nunca se cansaría de compararla con un niño pequeño.

—¿Y qué quieres que haga?

—¿Mhm? No sé...

El castaño se metió bajo las sabanas y volvió a abrazar a la chica, sintiendo su calor y con cuidado de no rozarle las heridas, se acomodó para dormir. Sí, ahora tenía una nueva cosa favorita, besar a Kota, la sonrisa de Kota, la risa de Kota y dormir junto a ella. No supo cuando a su lista Kota ocupó los primeros lugares pero le encantaba.

Ella le encantaba.





Al día siguiente Kota se fue a su casa a desayunar, con comentarios burlones de parte de la madre de Suna, la chica ahora sabía de dónde sacó esa personalidad tan molestosa e irónica, claramente de su madre.

Apenas se presentó en su casa notó el olor a cerveza y cigarro, su padre estaba ahí, no había ido a trabajar y se lamentó de llegar. Cerró con cuidado teniendo la esperanza de que no la escuchara pero fue muy tarde, un gruñido proveniente de la cocina hizo que tensara cada musculo que tuviera y su respiración se detuviera.

—¿Dónde estabas? —preguntó con voz gruesa y Kota no le dio frente.

—¿Y qué te importa? —soltó en un susurro, débil.

Como respuesta recibió una lata en la cabeza.

—¡¿Dónde estabas?! ¡Ayer traje amigos diciendo que tendrían a alguien para servirles y no estabas! —le gritó enfurecido y Kota apretó la mandíbula con rabia, cerró los ojos tratando de contenerse.

Su padre le tomó del hombro y la hizo girar para darle una cachetada que le volteó el rostro.

—¡Respóndeme!

—Yo no soy tu sirvienta —le dijo sin poder guardarlo más —¡Yo no soy tu maldita empleada para servirle a tus estúpidos amigos que no hacen más que robar! ¡¿Sabes lo que me pasó anoche?! ¡Por supuesto que no! ¡El súper papá estaba ocupado tomando hasta destruirte el hígado en vez de cuidar a su hija!

—¡¿Qué acabas de decir?! —ladró y Kota sintió el olor de la cerveza golpearle en la cara.

—Te apuesto que ni recordaste que ayer fue el día en que murió ma... —no pudo terminar, esta vez le llegó un puño en su pómulo tirándola al suelo, luego una patada donde mismo le habían dado los hombres de ayer, reprimió un gemido de dolor y se hizo un ovillo con tal de protegerse.

—¡No menciones a tu madre! ¡Ella murió por tu culpa! —le gritó —¡Por ti ella salió ese día a esquiar!

Kota se corrió evitando que le diera un patada a su cabeza y esta vez ella le dio una patada en el estómago, empujándolo hacia atrás.

—¡Fue tu maldita culpa! ¡¿Crees que no recuerdo como la golpeabas cuando era niña?! ¡¿Cuándo le decías que era por su culpa que yo fuera una falla?! ¡Mamá murió, todavía no pueden recuperar su cuerpo y tú te emborrachas como si estuvieras libre de pecado!

El hombre tomó del suelo un florero y se lo lanzó, ella alcanzó a esquivarlo pero los vidrios que salieron volando por quebrarse contra la pared le dieron en el rostro haciendo cortes que comenzaron a sangrar. No tuvo tiempo de protegerse después de eso, su padre tomó un bate y lo usó para golpearla fuertemente en su costado derecho. Ella cayó sobre varias botellas de vidrio y rompió algunas enterrándolas en sus manos.

—¡Es tu culpa! ¡Es tu culpa! ¡Todo es tu culpa! ¡Si no hubieras nacido ella no habría muerto! —le gritaba golpeándola.

Kota estuvo a punto de perder la consciencia. Supo en ese momento que ella no iría a la escuela.



Cuando despertó estaba adolorida, le costaba respirar y sentía su cabeza estallar, no había nadie en casa. No supo qué hora era, simplemente tomó las llaves de su casa, la sudadera de Suna ya sucia y salió de casa sin tomar su teléfono o dinero, solo quería correr de ese lugar. A penas abrió la puerta se puso la capucha.

«Si no hubieras nacido ella no habría muerto».

Tal vez debería terminar todo, tal vez...

—Daisy... —el característico nombre hizo que mirara al abuelo que caminaba hasta ella con expresión sonriente, ella se trató de cubrir sus heridas, la sangre seca no se la había limpiado, simplemente salió.

—S-señor Benito, ¿qué onda? —saludó con dificultad.

—¿Quieres pasear con este vejestorio? —le consultó y Kota estaba por negarse —Quiero ir por un helado.

Kota apretó los labios en una línea y asintió. El abuelo no mencionó sobre el horrible aspecto que tenía la chica, simplemente comenzó a caminar a su lado por las calles malas del pueblo. La castaña recién notó el atardecer, había estado inconsciente casi todo el día. ¿Suna se habría preocupado? ¿Megumi? ¿Suzume tal vez? No quería pensar en eso, ya no podía, ese día ya no quería más que dejar de ver.

—Son lindos los atardeceres —dijo el abuelo.

Kota se encogió de hombros.

—No le encuentro belleza... aún —refunfuñó pateando los montones de nieve.

El abuelo soltó una carcajada cargada de burla y se detuvo en un puente que daba con las montañas nevadas y el sol ocultándose en ellas. Ambos se apoyaron en el barandal del puente.

—A veces me olvido que eres más ermitaña que yo —se rió y Kota bufó —. ¿Tu padre te golpeó o te metiste en donde no te llaman?

—Ambas —Kota chasqueó la lengua y el abuelo soltó un improperio.

—¿Dónde pasaste la noche?

—¿Ahora se cree policía o algo así? —Kota estaba a la defensiva, el abuelo lo sabía, le habían dado doble paliza y las palabras que le gritó su progenitor no fueron para nada amables, las paredes eran de papel así que casi todos los vecinos tuvieron que enterarse del drama en el 402 —. Simplemente me despedí.

—¿Despedir? —preguntó él, mirándola.

Kota apoyó los antebrazos en el barandal, casi recostándose sobre él, mirando el sol ocultarse.

—Yo creo que es momento de saludar a mamá —dijo, mostrándose neutral. El abuelo también miró el paisaje —. Es hora de deshacerse de la basura.

El viejo se mofó.

—El camión de basura ya pasó en la mañana, tendrás que esperar hasta el viernes.

—Sabe a lo que me refiero —musitó Kota haciendo un puchero.

—No, porque no veo ninguna basura aquí, Daisy —la chica se señaló a si misma como si fuera obvio y el anciano se rió —Admito que tu ropa está bastante sucia pero se lava, niña, los jóvenes de ahora, son tan radicales.

Kota rodó los ojos.

—Entre nos, los más radicales son ustedes —se quejó —y me refiero a mí, yo soy la basura.

—No, no eres basura.

—Estoy rota, lo que está roto ya no sirve, es basura y la basura se elimina —explicó sonriendo cínica y el abuelo le regaló la misma sonrisa.

—Niña tonta, lo roto no es basura, es solo algo roto —le dijo cruzando de brazos —y sabes qué, lo roto se repara, no se elimina —Kota alzó una ceja —Algunos estamos más rotos que otros, pero después de todo, no hay nadie que no esté roto, a eso se le llama vida.

—Ya me cansé de romperme.

—Entonces, ¿qué gracia tiene la vida? —le preguntó entre risas —Algunos no vemos colores y otros vemos cosas demás, algunos nos romperemos más, otros menos, ¿no es eso lo divertido de la sociedad? Cuando estás en una competencia no recuerdas los premios que ganaste, sino las heridas de guerra, porque gracias a eso obtuviste un lugar. Eso es la vida, la carrera que nosotros llamamos vida, en algún momento llegarás a la meta, pero no aceptaré que tú llegues antes que yo, ¿me escuchaste?

—¡¿Huh?!

—No es justo que yo haya tenido que vivir 80 años y tú solo 15.

—Tengo 17 —le corrigió.

—Y yo no tengo 80 pero no va al caso —eso hizo que Kota soltara una risa nasal —Daisy, eres una buena mocosa.

—¿Gracias?

—¡Déjame terminar! —le chilló y Kota sonrió de lado. Ambos miraron al horizonte y como esté comenzaba a oscurecer —Sé que eres buena persona porque en un mundo malo quién sale perdiendo no es el que hace mal, sino el que hace el bien.

—Ya suena al padre Megumi —se quejó Kota con cansancio del hermano mayor de su compañera que compartía apellido y el abuelo se rió.

—Deberías ir a la iglesia de vez en cuando o leer la biblia.

—Lo intentaré, pero no prometo nada.

El abuelo asintió: —Con eso me basta.

Ambos quedaron en un silencio cómodo, sintiendo el viento golpear en sus rostros.

—Kota —la llamó por primera vez por su nombre y la chica lo miró —No te despidas aún, todavía hay muchas cosas que vivir —ella no dijo nada —. Te hago una propuesta.

—¿Qué?

—Cuida de mis perros y yo saludaré a tu madre por ti.

Allí la chica entendió lo que estaba haciendo el hombre. Ella asintió sin poder dirigirle la vista al hombre que había sido su figura paterna todo ese tiempo desde que su madre murió y su compañero de travesías...

El señor Benito se dio vuelta para irse caminando lentamente y Kota se recostó nuevamente sobre el barandal viendo el atardecer que estaba por terminar sintiendo que sus ojos se cristalizaban, dándole la espalda a su primer amigo.

—Señor Benito, no olvide despedirse.

Él le sonrió.

—No nos veamos pronto, Daisy.

Después de eso se fue.

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